viernes, 12 de febrero de 2016

TEODORO HAMPE IN MEMORIAM

Teodoro Hampe Martínez
In memoriam
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Esta vez la fría Parca ha pasado sigilosa y rauda para llevarse a los tan sólo 56 años al historiador y catedrático Teodoro Hampe. Los medios no informan sobre el motivo de su fallecimiento, pero ese detalle poco importa cuando lo relevante de veras es el brillo ejemplar de su estela académica y humana. Sí, hace cinco días que emprendió su encuentro con el Creador el amigo y connotado historiador Teodoro Hampe Martínez.

Ciertamente no es mi pluma la más idónea para hablar del genio y figura de tan ilustre personaje, más el escaso tiempo en que lo traté dejó testimonio de su seriedad intelectual, sobriedad cultural y bonhomía personal. Ahora, Teodoro ha salido del tiempo, ha cruzado el umbral de la aterradora muerte y espera, como esperaremos muchos, el momento de la eternidad.

La Historia, como la poesía y la vida cósmica –escribía Mariano Iberico- es una de las grandes formas del aparecer universal. A Teodoro Hampe le tocó explicarnos con gran erudición y maestría la vivencia teorética del pasado histórico. En sus diversos libros y artículos el pasado no carece de objetividad, no es mero alarde interpretativo, y no es una mera región del tiempo de lo no existente, sino que, por el contrario, el pasado se constituye en presente, en sus múltiples perspectivas iridiscentes, como una ola que viene detrás y empuja hacia adelante.

Efectivamente, en la pluma de Hampe el pasado es una forma viviente del ser, donde su ser actual es reflejo de su sustancia. Él nos demostró –como en su tiempo lo hicieron Guillermo Leguía, Basadre, Vargas Ugarte, Rostworowski, Lohmann, Waldemar Espinoza, Macera, y tantos otros connotados- que el pasado puede actuar sobre el presente y lanzarnos hacia el futuro. En otras palabras, el pasado se salva de sucumbir petrificado en el olvido por la tradición histórica que lo actualiza. Y en esto le cupo un lugar de honor al Dr. Hampe Martínez en sus diversos escritos de historia, educación, cultura y sociedad.

Dicen que el estilo es el hombre. Pues bien, Teodoro no era un orador nato, prefería leer sus escritos e investigaciones, pero su solvencia ideológica era claramente notoria en las entrevistas, preguntas y conversaciones. Su pluma era precisa como la de un cirujano, escribía con sobriedad y pulcritud. Prefería la palabra documentada que la furibunda especulación. En mi caso el conocimiento de su persona data del año 2009. Fue un día en que recibí por primera vez su llamada telefónica solicitándome un escrito mío que le había llamado la atención y que requería tenerlo para un trabajo a presentar para una revista argentina.

En su hábito intelectual detectivesco había leído por la web mi escrito “Premonición, teofanía y astrología en la caída del Imperio Inca” y necesitaba saber si estaba publicado en libro y demás detalles. Dicho trabajo fue publicado en mi libro Ensayos de Filosofía Mitocrática, 2009. Su honestidad intelectual no escatimó en enviar a mi domicilio a su secretaria, quien me portó un libro en obsequio (Relación de la ciudad del Cusco, 1649), cosa que yo correspondí con algunos de mi autoría.

Después de algunos años lo volví a encontrar en 2015, aunque esta vez fue personalmente, cuando en coordinación con Virginia Vílchez, directora de la librería Libros Peruanos, le propuse una entrevista sobre su libro dedicado al gran héroe peruano del mar, Miguel Grau, protagonista político (Municipalidad Provincial de Piura Fondo Editorial, 2013). Era un momento idóneo porque el veredicto de la Corte de la Haya estaba por conocerse. Era la primera vez que lo tenía delante de mis ojos y pude observar en su postura corporal una delgadez acompañada de un aire de tristeza. Desconozco de sus cuitas, pero a la vista eran notorias. Tenía una mirada de lince, modales elegantes, frente elevada, y sus labios finos dejaban lucir una sonrisa mordaz e incisiva.

La lectura de su libro sobre nuestro gran Almirante Grau me dejó una grata impresión. En primer lugar, llenaba un vacío sobre su protagonismo político. En segundo lugar, la esencia de su mensaje es que lo cardinal de lo político en Grau no está en su civilismo, que es coyuntural, ni en la defensa del orden constitucional, sino en su voluntad de servir al país con sentido peruanista y patriótico. En tercer lugar, la obra contribuye a ampliar la investigación sobre la historia política en la era del guano basándose en sólidas bases historiográficas (Puente Candamo, Ortiz Sotelo y Thorndike).

El segundo punto es sobremanera importante en los actuales momentos electorales en que vive el país. Y creo que en esto reside el mensaje póstumo del Dr. Hampe en su último libro. Pues en la presente era del gas y de crecimiento económico sostenido, se hace notoria la necesidad de contar con el peruanismo y patriotismo ejemplar de una figura como Grau. Esto es, la curul congresal del perínclito marino debe irradiar ejemplo político para despejar el miasma pútrido que por momentos hace irrespirable la carrera por el sillón de Pizarro. Teodoro nos recuerda que Grau defendió en orden constitucional a toda costa pero con sentido crítico al rechazar la constitución anatópica de 1856.

El Dr. Teodoro Hampe Martínez ha partido tempranamente, deja un legado intelectual valioso, invita a un estudio serio de nuestra patria y nos insta insobornablemente a cultivar un sentido peruanista y patriótico ad portas del Bicentenario de nuestra Independencia.  


Lima, Salamanca viernes 12 de febrero 2016