¿Humanismo en la era
Posthumana?
Por
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El principal mentor del humanismo son las
humanidades. Y el eje de las humanidades es la pasión por el pensar. Pero para
volver amar el pensamiento hay que ejercer el pensar.
No obstante, en la presente era posthumana que se
inaugura, los estudios de humanidades continúan en acelerado retroceso, la
tiranía de la economía sobre la educación se profundiza, el menosprecio por el
hombre de estudio se radicaliza, la enseñanza de la religión, literatura y de
la filosofía son marginadas o francamente eliminadas.
Y este descrédito progresivo de las humanidades es
inversamente proporcional al prestigio creciente en el mundo entero de la
insólita pujanza de la ciencia, la industria, el comercio y la técnica en el
siglo de la revolución telemática de la burguesía decadente.
El ideal del amor por el saber fundado en la Grecia
clásica, conservado por Roma y por las órdenes monásticas de la Edad Media, que
cobró un nuevo impulso en el Renacimiento y que fue enarbolado como potencia máxima
del hombre durante la Ilustración y por algunas universidades del siglo veinte,
está muerto. Ya no es un ideal
social, ni una aspiración individual, ni una meta colectiva.
El ideal del amor por el saber en la era de la burguesía
decadente ha sido reemplazado por el ideal de alcanzar el éxito a cualquier
costo. La tan cacareada era del conocimiento no es más que un membrete vacío para
adecentar la barbarie del pensamiento, del conocimiento y de la educación actual. Ya
no vivimos bajo la sombra de una tradición intelectualista,
o romántica, o revolucionaria, sino bajo la oscuridad tenebrosa de una tradición populista que tiene que ver con la constitución de una sociedad
desde los ideales del exitismo y el triunfalismo más brutal, banal y superfluo. Un
economicismo anético, vulgar, chato y bárbaro cuya medida suprema del sentido de la
vida es el provecho económico que se obtiene, ha promovido la idiotización de
las personas y la disolución de la vida normativa, las utopías y los ideales
superiores.
Pero en la
explicación de la causa del descalabro, descrédito progresivo y acelerado de
las humanidades esencialmente hay dos enfoques, a saber, el funcionalista y el substancialista.
Para el primero, la causa de la muerte del ideal del amor por el saber y el fin
de las humanidades es el auge de las tecnologías digitales, el comercio, la
industria y la técnica. Para el substancialista, que yo sostengo, la causa es
la prolongación de la fase paleotécnica
de la máquina a través del capitalismo hiperimperialista de las megacorporaciones
globales, que impide la manifestación integral de la nueva fase neotécnica de la máquina más unida a lo orgánico, holístico y
teleológico. Por tanto, la fase neotécnica es más sensible a las necesidades de la persona, la razón
y las humanidades.
En consecuencia, desde mi punto de vista, la crisis
del pensar y el naufragio de las humanidades se inscriben en el marco de la
contradicción entre la fase paleotécnica y la fase neotécnica de la máquina que
el capitalismo impide resolver.
En otras palabras, no son las tecnologías digitales
mismas las que idiotizan a millardos de jóvenes en el orbe entero, sino que es
un sistema educativo subordinado a los intereses económicos de un sistema
capitalista que no vela por las necesidades auténticas del hombre sino por el desiderátum
supremo de la ganancia y el lucro. Si el mundo prosigue en la enloquecida senda
de la deshumanización es porque el ideal civilizatorio se está desintegrando
por el efecto catalítico del nefasto capitalismo mundial.
En consecuencia, no son las tecnologías digitales,
el comercio, la industria y la técnica las potencias luciferinas las que
destruyen las humanidades y el pensamiento. Al contrario, éstas bajo un sistema
político-económico no capitalista se pueden convertir en aliadas excelentes del
pensamiento y del humanismo. Lo que hay que desterrar del planeta, como se lo
hace con las virus nocivos y las bacterias dañosas, es al capitalismo que distorsiona
el ideal civilizatorio de la humanidad.
Podemos avanzar en la era posthumana incentivando el
humanismo pero fuera del contexto del capitalismo, donde el ser se convierte en
irrealidad y prima el nihilismo. Para inscribirlo dentro de un nuevo contexto
civilizatorio donde el humanismo sea impulsado desde una base metafísico-realista,
donde la inmanencia se religue nuevamente con lo trascendente y la ciencia se
alíe con la metafísica y la ética.
La era poshumana es promovida desde la ideología
del capitalismo como el mundo totalitario de los robots y la esclavización,
cuando no exterminio, del hombre. Pero ello no es más que la proyección
patológica del deshumanizado hombre capitalista. Pero para que esta pesadilla
no ocurra hay que defenestrar primero al tumor maligno del presente histórico
de la humanidad, a saber, el capitalismo parasitario de la especulación global.
Sobre el cual no cabe retroceso histórico alguno. La repetición de una fase
anterior suya nos hace recordar el adagio que dice que la historia acontece
como tragedia y se repite como comedia.
De modo que si los teléfonos inteligentes trabajan
actualmente en pos de desacreditar la lectura, eliminar el pensamiento y
rebajar la inteligencia, no lo hacen porque aquello sea su esencia sino porque
se desenvuelven en medio de una sociedad frívola, insustancial, hedonista,
nihilista y decadente. No hay cabida para la tecnofobia ni para tecnofilia. Hay
que ir al corazón del problema. Ha llegado la hora de pensar y redimensionar
nuevas utopías políticas, que destraben la contradicción capitalista entre
razón sustancial y razón funcional.
Si actualmente las humanidades lucen derrotadas,
letárgicas y vencidas no es por el advenimiento de la era posthumana, sino que
es por la nefasta persistencia del capitalismo decimonónico, que traba la
solución positiva de las contradicciones históricas. Por ello, el trabajo del
saber humanístico en la hora presente no es guarecerse en su torre de marfil
para esperar la hora final de su crucifixión. Su tarea ha de ser profundamente
crítica, corrosiva, preparatoria, y punta de lanza en la labor de llevar
adelante la titánica tarea por edificar una civilización humana.
Bajo el capitalismo asistimos al espectáculo de una
civilización contra lo humano, la verdad y la razón. Entonces está claro que
los intelectuales no podrán dormir tranquilos hasta ver a este monstruo completamente
enterrado en una tumba de acero, de la que nunca más se pueda levantar. El
Moloc del gigantesco aparato totalitario del mercado deshumanizante capitalista,
invita a no encerrarse en las cuatro paredes de los centros universitarios y
entender que hay que pensar un nuevo tipo de desarrollo civilizatorio.
Lima, Salamanca 07 de Junio
del 2016