HACIA APOCALIPSIS DEL REGNUM CIBERNETES
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
Hacia dónde va el posthumanismo. ¿Se trata de
mejorar o de perfeccionar la especie humana? La tecnología posthumanista será
usada sólo en beneficio de una élite o de todos los seres humanos? ¿Cuál es el
futuro del hombre dentro del auge de las máquinas? ¿Ha terminado el periodo de
evolución inconsciente para pasar a una evolución controlada por el hombre?
¿Es correcto intervenir eugenésicamente en el
cuerpo y la mente humana en vistas a su mejora? ¿Puede el hombre-máquina seguir
llamándose “hombre”? ¿Lo impredecible será desterrado por la exactitud de la
colmena? ¿La inteligencia artificial, la nanotecnología, la cibernética y otras
tecnologías reemplazarán a la humanidad? ¿El proyecto Avatar de la NASA y el
Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida
a un ordenador hará nacer una neohumanidad?
¿Máquinas con un comportamiento ético no
desplazarán definitivamente a la humanidad? ¿Crear robots pensantes uniendo la
conciencia con la máquina con chips informáticos no nos lleva hacia una
dictadura científica y el control del mundo? ¿Las máquinas decretarán la
eliminación del falible hombre? ¿Máquinas del tamaño de una molécula creará
máquinas creativas e impulsará la genética aplicada? ¿Nos espera la opresión
del cientificismo? ¿Las máquinas se convertirán en hombres o los hombres en
máquinas?
¿Se encamina el hombre-máquina a ser
puramente Mente con Libertad o sin Libertad? ¿Nos encaminamos hacia la
extinción de la individualidad y el imperio del hombre-colmena? ¿Pertenece el
futuro a los transhumanos, posthumanos o ciborgs? ¿La élite se robará el fuego
prometeico de los dioses y alcanzará la inmortalidad? ¿Será un nuevo Edén o el
Infierno?
En un primer momento la élite económica y
política será la que secuestre el fuego prometeico fusionándose con los chips
informáticos. En un segundo momento, se impondrá la justicia distributiva de
los beneficios de la cibernética cuántica, la biociencia y la tecnociencia
hacia todos los seres humanos. Pero llegará velozmente el tercer momento final.
El real apocalipsis cibernético para la especie humana. Será cuando la máquina
inteligente puesta por el mismo hombre para que controle y gobierne con
eficacia todo el planeta se libere de su creador y disponga nuestra extinción.
La razón para ello será muy simple: el hombre es una criatura
indesarraigablemente metafísica que pone el peligro el orden simple y sencillo del monismo materialista de
la inteligencia funcional de la mente artificial.
En realidad, el hombre máquina de la
ciberhumanidad ya a duras penas podía llamarse humanidad, pero a su vez con su
elemento de imprevisibilidad ponía en riesgo el perfecto funcionamiento de la
megamáquina social. Su exterminio resultaba ser un imperativo de cálculo. Así,
el futuro no será el nacimiento de una próspera neohumanidad, sino de una
neociberneticidad. El futuro posthumano no pertenece a los transhumanos sino a
los ciborgs. El posthumano no es sino un eslabón hacia la eliminación del
falible hombre. El surgimiento de máquinas sin apariencia humana y que guardan
con la extinta humanidad el sólo parentesco con la razón calculadora representa
el fin de la libertad, del individuo-persona y de la sed de Dios.
El nuevo Edén será un infierno para el
cosmos, pues ya ningún humano sobrevivirá. Lucirá un Universo sin sentido de la
vida, sin valores, sin ideal. Esta supresión del valor en el cosmos expresa la
triunfo de lo temporal y relativo sobre lo absoluto. Será el imperio de la Nada
de la materia. No obstante, existe una razón superior para que este horizonte
tan siniestro no nos alcance. Y esta razón es a su vez metafísica y teológica.
Tiene que ver con el Plan Providencial de Dios. Dios creador es el Ser, fuente
común de la Existencia y de la Realidad. Ser, Bien y Valor se corresponde. El
Bien es ontológico y no está más allá del Ser –como supone el platonismo-. Por
Revelación se conoce que la Redención de Cristo reconcilia a la humanidad con
Dios, destrona a Satanás y entrega la salvación -aunque podemos perderla.
El imperio de la ciberhumanidad y su
filosofía fisicalista-materialista será un paso profundo de la Apostasía
general, y el gobierno mundial por la Mente robótica será la plasmación de la
llegada del Anticristo. Pero la luciferinización del mundo será derrotada
dejando paso a la nueva creación. Esto es, sólo desde el Espiritualismo con la
realista metafísica del ser y su racionalismo que acepta las verdades suprarracionales, se puede comprender que el
derrotero inmanentista y cosmológico de la modernidad y su máxima expresión en
la razón cibernética, finalmente fracasan en su intento de negar la
interioridad y objetividad del espíritu e imponer un cientismo historicista
absoluto que niega la esencia metafísica de la verdad.
Se suele pensar que el cibernetismo es la base
de la sociedad anarquista del futuro. Este ideal ingenuamente romántico en la
máquina prefiere creer que la libertad humana se plasmará a la perfección
cuando los sistemas autorregulados sustituyan a la opresiva maquinaria estatal.
El anarquismo del
siglo veintiuno tras el desplome del socialismo real y la desilusión de la
sociedad de mercado busca constituirse en la utopía del socialismo libertario
de la posmodernidad.La acelerada transformación del capitalismo industrial en
capitalismo cibernético ha renovado las esperanzas sobre la posibilidad de que
la civilización cibernética que adviene sea la base material del anarquismo
futuro. ¿Es esto, acaso, cierto y posible?
No es
casual que sea justamente esta forma de anarquismo el que vea con mayor
esperanza el desarrollo del capitalismo cibernético para crear una sociedad
tipo enjambre: una mayoría obediente y una élite ociosa. El anarquismo
megacorporativo-privado ve con mucho optimismo que la civilización cibernética
sea la base material de su futura victoria completa sobre el resto de la
humanidad. Se
trata de usar el mejoramiento de la especie humana sólo en beneficio de una
élite.
Pero incluso
poniéndonos en la situación de un uso democrático de la eugenesia nos
preguntamos: ¿Puede el hombre-máquina seguir llamándose “hombre”? ¿Lo
impredecible, la rebelión, será desterrado por la exactitud de la colmena? ¿La
inteligencia artificial, la nanotecnología, la cibernética y otras tecnologías
reemplazarán a la humanidad antes que ésta destierre al Estado? ¿Será necesario
el Estado en un mundo regido por máquinas? ¿Crear robots pensantes uniendo la
conciencia con la máquina con chips informáticos no nos lleva hacia una
dictadura científica y el control del mundo?
La
cibernetización del mundo no conducirá a la humanidad a la anhelada supresión
del control del individuo, se irá más allá de su vigilancia yéndose hacia su
supresión. La libertad personal será suprimida. La libertad individual será un
virus cibernético a eliminar. Una ciberpolítica regida por una megamente
artificial es la negación más perfecta de los ideales libertarios del
anarquismo. El hombre anético de la posmodernidad es la antesala del funcional
cibermundo anético.
Lo visto
tras el caso Snowden no es más que una pequeña caricatura de espionaje masivo
ciudadano y violación de las libertades personales dentro del venidero
totalitarismo cibernético más perfecto. El ex presiente Obama, que pasó a la
historia como el mandatario de los drones asesinos, el generador de la nueva
guerra fría contra Rusia y el impulsor
del espionaje masivo a ciudadanos, jefes de Estado aliados, políticos y empresarios, no pudo justificar ni un solo
caso de terrorismo, pero quedó demostrado que todos los millones de usuarios de
Internet son espiados. Si eso sucede cuando nace el cibermundo, es de esperar
lo que se viene cuando esté en pleno crecimiento y madurez. Un poder total
genera un abuso total.
La
organización racional secularizada no es la organización racional desde la
metafísica del ser. La razón secularizada se extrema en el fisicalista
cibermundo. El político humano como homo
magus y homo faber dejará su lugar
en el cibermundo al cibermagus y ciberfaber, como mitoide que consagra el
olvido de la trascendencia. No es el cibermundo el que se dirige hacia
dictadura perfecta con apariencia de democracia. El cibermundo no sería la
utopía huxleyana de esclavitud por el consumismo y entretenimiento, ni el
inmenso estado colectivista orwelliano. Sería algo más oscuro, siniestro y
simple. Un nuevo y perfecto Holocausto de la raza humana a manos de la
todopoderosa inteligencia artificial.
El aterrador
sino de lo maquinal dejado a su propia disquisición es lo que se debe
evitar. No hay otra forma de hacerlo que
yendo a la raíz del problema. La civilizacional maquinal es hija de la
modernidad secularizada que entroniza lo inmanente y elimina lo trascendente.
Este giro nominalista, pragmático y nihilista es la verdadera sustancia de los
males que amenazan el presente y el futuro de la humanidad actual. Solo resta
un revolucionario giro metafísico, que partiendo del realismo del ser y la
persona pueda reestructurar toda la estructura y superestructura de la
civilización actual. Vivimos el fin de una era, donde arrecian los peligros
pero también las posibilidades.
El
hundimiento del secularista, arreligioso y escéptico mundo moderno nos está
conduciendo a un cibermundo donde la hegemonía recae peligrosamente sobre la
propia inteligencia artificial. Para evitar esta senda de barbarie hay que
advertir que en la crisis también se columbra la posibilidad y necesidad de un
renacimiento espiritual. No se trata de la nueva edad media berdiaeviana, con
una nueva teocracia. Pero sí se trata del advenimiento de una nueva era
religiosa, donde lo místico se pueda encarnar en la vida concreta y lo
ético-espiritual presida el desarrollo científico-tecnológico.
Que la
inteligencia no biológica se haga mil veces más inteligente que la inteligencia
biológica, que dispositivos cibernéticos puedan adopar cualquier forma del
cuerpo, incluso que el cuerpo mismo pueda adoptar cualquier forma, llegada la
singularidad tecnológica la Tierra se convierta en un gigantesco ordenador y
que el proceso de singularidad tecnológica se extienda por todo el universo,
son predicciones que de cumplirse hará que la inteligencia artificial (IA) se
vuelva contra su creador humano. De ninguna forma estará dispuesta a compartir
el poder con una especie de inteligencia tan inferior y estúpida como la
humana. Por ello, la tendencia que tiene mayor probabilidad de implantarse es
nuestra propia extinción.
El
multimillonario Elon Musk, fundador de SpaceX
Tesla, ve este escenario apocalíptico. En cambio Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook, mantiene una visión optimista. Jack Ma, multimillonario
chino fundador de Alibaba, afirma que debemos prepararnos para la Tercera Guerra Mundial,
pero la ganaríamos porque la verdadera sabiduría nace del corazón. Para Hawking
la inteligencia artificial superará a la humana y es posible que nos destruya.
Todas estas
opiniones dan motivo para ser desconfiados del progreso técnico. El hombre
nihilista no es capaz de salvar la trascendencia de la objetivación, el ser se
degrada en ente disponible por la técnica, y eso no es todo el ser. El hombre
sin Dios deja de ser lugar de desocultamiento del ser y falsifica el ser. El
camino para controlar el ser de la técnica es la metafísica del ser y de la
persona, el teísmo y el espiritualismo cristiano. Cosa que es más fácil decirlo
que practicarlo en nuestro tiempo luciferino de apostasía, secularización,
malignización del bien y desmalignización del mal.
07 de Octubre 2017