AMOR Y PSICOPÁTICA
ATRACCIÓN
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
¿Es el amor una especie de
atracción psicopática? O ¿una cosa es la atracción psicopática y otra cosa es
el amor? O más bien, ¿se dan a la vez: el amor, la atracción psicopática y el
amor psicopático?
Estas preguntas nos hacemos
a raíz de un reciente estudio psicológico de la británica Universidad de
Liverpool, publicado por la revista “Evolution and Human Behavior” y recogido
por el diario “The Telegraph”, en la que participaron 2370 mujeres adultas y que
concluye que las mujeres se sienten atraídas por los hombres que presentan como
tríada oscura los siguientes rasgos de personalidad: narcisismo, maquiavelismo
y psicopatía.
Especifica el estudio que
el narcisismo se caracteriza por:
·
Orgullo
·
Egoísmo
·
falta
de empatía
El maquiavelismo por:
·
Manipulación
·
Desprecio
cínico de la moral
·
Centralización
en los propios intereses
·
Mentira
Y la psicopatía por:
·
Comportamiento
antisocial
·
Impulsividad
·
Egoísmo
·
Insensibilidad
·
Crueldad
Además, añade la
investigación, eligen las mujeres un hombre de apariencia robusta con la
creencia que eligen un varón:
·
Fuerte
·
Inteligente
·
Seguro
de sí mismo
Por último, destacan dichos
científicos que las mujeres no se guían siempre por una mentalidad casamentera
o que implique la creación de un matrimonio.
Las conclusiones de este
estudio me recuerda otro leído el año pasado, y cuyo archivo no tuve la
prudencia de guardarlo, pero la pregunta que abordaba era: “Por qué a las
mujeres les atrae los hombres malos”. Y concluía porque esta clase de hombres
les aseguraba obtener todo lo se les antojara. Es casi la tesis de la antifeminista
Esther Vilar (El varón domado), quien
argumentaba que la psicopatía sexual del varón lo predispone a ser el esclavo
de la mujer.
Esto significa que mientras
el primer estudio hace hincapié en lo psicológico, el segundo incide en lo
moral. Ambos dejan muy mal parado a la humanidad y al amor. Mientras para el
primero los varones son unos psicópatas inescrupulosos y las mujeres unas
psicópatas manipuladoras, para el segundo los hombres son una legión de
demonios terrestres y las mujeres un batallón de inmorales ventajistas.
¿Es esto, acaso, la cruda
realidad oculta por una retórica del amor? ¿Es la historia el recorrido de una especie
psicopática que va detrás de sus delirios cada vez más pervertidos? No podemos
aquí dejar de señalar que toda esta parafernalia de argumentos se condice a la
perfección con un tipo de antropología filosófica que sostiene la idea que el
hombre es un ser decadente, de una incurable incapacidad de evolución
biológica, el hombre es un animal enfermo.
Para la teoría del hombre
como ser decadente todo lo creado por él es un mero sucedáneo, el mismo espíritu
es un parásito metafísico que se introduce en la vida y en el alma para
destruirlo. La historia es un proceso de extinción, se trata del hombre
dionisíaco que destruye el espíritu. Apadrinan esta teoría Savigny, Bachofen,
Schopenhauer, Nietzsche, y la sostienen Klages, Frobenius, Daqué, Lessing,
Spengler, Vaihinger. En el Perú esta
teoría ha tenido sus seguidores y entre ellos cabe mencionar a Félix Cruzat
Alegre (El peor animal con figura humana,
1977) y Ricardo Paredes Vassallo (La
plaga humana, 2008).
Y la verdad es que casi nos
vemos seducidos a suscribir esta teoría cuando vemos que criminales en serie de
los Estados Unidos reciben cartas de amor de sus fanáticas que les enseñan
entusiastas sus pechos, cuando la comentarista pública Republicana Ann Coulter
propone bombardear México para resolver el problema migratorio, cuando la gente
vive tan desesperada por el dinero que casi está dispuesta hacer cualquier cosa
para conseguirlo, cuando la pérdida de moral y espiritualidad es lo característico
de los jóvenes de hoy, cuando el instinto natural de la maternidad se está
perdiendo, cuando niños pequeños golpean sin piedad y hasta la muerte a gente
sin hogar, cuando las violaciones y agresiones sexuales en grupo reflejan una
sociedad sin autocontrol.
La sociedad actual se vuelve
cada vez más psicopática y se encamina hacia su autodestrucción porque está
organizada de forma tan anética (sin valores superiores) que las latentes tendencias
luciferinas o labilidad hacia el mal, han pasado hacia dentro del hombre mismo.
No obstante, la primera
observación que hay que hacer al estudio de la Universidad de Liverpool es que
carece de perspectiva histórica y presenta los resultados como si fueran tendencias
de la naturaleza humana. Esta impostura responde a la ideología capitalista predominante
que pretende excluirse de la responsabilidad de la extensión galopante del
comportamiento psicopático en los seres humanos.
El hombre no es solamente
una criatura natural sino también cultural o institucional. Por tanto, no es
cierto que el amor sea ni se reduzca a una especie de atracción psicopática
porque en la actualidad así se presenta. Otra cosa es que el amor asuma galopantemente
la forma de atracción psicopática en medio de las relaciones sociales
capitalistas donde el único valor es el dinero. En realidad, como lo señala
Simmel (Filosofía del dinero) el
dinero es la negación de todo valor y es el medio por excelencia para
prostituir todo.
Las preguntas psicológicas
de la británica Universidad de Liverpool, recogen y son el resultado de una
sociedad consumida por la deshumanizante racionalidad instrumental. En
consecuencia no es verdad que las mujeres adultas de todos los tiempos y de
todas las culturas y se sientan atraídas por los hombres que presentan rasgos
de personalidad psicopáticos. Otra cosa es que en la presente organización
social esta tendencia sea real y creciente. Tampoco se trata aquí de idealizar
a la mujer, pues son tipos históricos tanto Eva –la mujer fiel- como Lilith –la
mujer fatal, mujer súcubo, mujer demonio o mujer vampiro-. Y se puede afirmar
que la mujer Eva es menos proclive a elegir hombres con rasgos psicopáticos a
comparación de Lilith, la mujer fatal. Por último, la relación amorosa es creativa y dignificante, en cambio la relación psicopática es destructiva y denigrante.
Lima, Salamanca 25 de
febrero del 2016