EL ENIGMÁTICO COSMOS DE LOS MOCHES
ATISBANDO MÁS ALLÁ DE LA ARQUEOASTRONOMÍA EN
TORNO
AL
TEMA COMPLEJO DE LA HUACA DE LA LUNA
Gustavo Flores
Quelopana
Miembro de la
Sociedad Peruana de Filosofía
Es indudable que todas las “huacas” y monumentos arqueológicos precolombinos del
antiguo Perú fueron diseñados siguiendo alguna guía astronómica, y esto lo
demuestra fehacientemente la moderna investigación arqueo-astronómica, pero
también es poco dudoso que el fin perseguido fuese astrológico, mántico,
escatológico, horoscópico, profético y participativo, y esto se deduce de las
investigaciones sobre la naturaleza del pensar ancestral, mítico, simbólico,
analógico, metafórico y alegórico. En otras palabras, se trata de una
interpretación del cosmos donde prevalece la revelación del Destino.
El
asunto comenzó en mí cuando al final del I Seminario Internacional de Educación
los organizadores de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de
Trujillo tuvieron la feliz idea de llevar a los ponentes y asistentes a una
visita arqueológica a la Huaca de la Luna. Era la primera vez que subiría por
sus empinadas rampas, y la verdad es que quedé más que deslumbrado cuando al
término del recorrido se posaron nuestros ojos sobre el famoso Muro llamado del
“tema complejo” de la Huaca de la Luna.
Quizá
quiso la Providencia que dicho efecto fuese preparado porque en el ómnibus tuve
la fortuna de departir con una alumna de cuarto año oriunda del amazonense
pueblo de Condorcanqui. Su nombre era Fabiola y sus apellidos, que mi memoria
no retiene, eran tan exóticos como su lengua aborigen. Lo que más me impresionó
de su relato es que gracias a los poderes curativos y proféticos del espíritu
de una planta llamada “toé” ellos pudieron siempre hacer fracasar los planes de
los incas por conquistarlos, y hasta hoy les sirve para curar, alejar del
pueblo a las personas molestas y ver el futuro personal. Todo lo cual me
retrajo a las investigaciones del filósofo rumano Mircea Eliade sobre el
chamanismo como técnica arcaica de éxtasis, los estudios de Antun Tsamaraint
sobre la experiencia chamánica en el pueblo Shuar de Ecuador, hasta el
antropólogo suizo-canadiense Jeremy Narby y su famosa obra La Serpiente Cósmica (1998) con su idea de que los chamanes aztecas,
shipibos-conibo, aborígenes australianos, antiguos egipcios, en sus visiones a
través de la ingestión de la ayahuasca, el San Pedro, el toé, hacen descender la
conciencia a nivel molecular y consiguen acceder a la información biomolecular de
las esencias animadas o espíritus del cosmos que se despliegan como serpientes
rodeando el mundo.
Después
de todo tiene sentido que una interpretación del mundo basada en una concepción
de la misma como totalidad viviente o animada se remitiese a dichas esencias o
espíritus a través de plantas alucinógenas, para conseguir no por vía lógica
sino estética la “visión” que les revelara la verdad. A esta estructura de la
mentalidad arcaica le llamo “metafísica de la aletheia” o de la “visión”,
basada no tanto en el concepto puro de la lógica sino en el concepto-imagen de
la intuición, y que en mi parecer, todavía se prolonga en los presocráticos.
Más adelante, específicamente desde Platón la filosofía griega se asentará en
la “metafísica de las esencias”, donde el protagonismo corre a cargo del
concepto puro de la lógica sobre el concepto imagen del filosofar poético
alegórico ancestral. No obstante es necesario precisar que dicha metafísica de las
esencias, especialmente en Platón y Plotino, no prescinde del mito porque
considera que la imagen y el símbolo vislumbran lo que no logra expresar el
concepto. Es por esto que no es correcta la idea que Aristóteles se encargó de
difundir, repetida por los escolásticos y seguida por Santo Tomás de Aquino,
sobre la duplicación platónica del mundo, puesto que la idea no estaba
totalmente separada del mundo, más bien hay en Platón diversas modalidades de
plenitud o fuerza del ser.
Y
esta interpretación platónica de que el mundo sensible no está fuera ni
separada del mundo de las ideas se congracia con la mentalidad arcaica que
concibe a la totalidad viviente o animada. El Ser está en el mundo, no está
separado del mundo como en Parménides, ni consiste en el puro devenir y multiplicidad
fugaz como en Heráclito, sino que –como más tarde lo enfatizaría la ontología
de lo concreto de Mauricio Blondel y la metafísica de la aparición de Mariano Iberico-
el ser tiene vocación de aparecer y el ser en sí no vive separado sino unido al
fenómeno, que sin embargo no agota la verdad ni la manifestación del ser.
Yo
creo que todas estas disquisiciones metafísico-ontológicas son necesarias para
comprender el enigmático significado del Muro Complejo Moche, lleno de
observaciones astronómicas pero también de símbolos oníricos, analógicos y
simbólicos. Los mismos que son difíciles de entender y reactivos para una
mentalidad como la nuestra asida de una lógica instrumental, utilitaria y
pragmática, propia de una “metafísica del percipi”, del factum, de los hechos
empíricos observables e inobservables pero todos ellos inmanentes. Nuestra
mentalidad moderna es hija de la “metafísica de la visión” ancestral o
mitocrática, de la “metafísica de las esencias” o logocrática de los griegos y
de la “metafísica de la existencia” o personalista del cristianismo, pero ha
tomado distancia de todas ellas y se basa en la más estricta objetividad señalada
por la razón matemática y experimental. Lo cual ha desembocado en la
sustitución del ser por el ente calculable y manipulable.
La
confusión para el hombre moderno y contemporáneo se hace todavía más grande
cuando asistimos al parto de una nueva metafísica salida de sus entrañas, a
saber, la “metafísica de lo virtual” o de la máquina, con su lógica algorítmica,
el imperio del código, de lo artificial, cuya ontología sin embargo es real, y reclama una urgente atención
para que la humanidad no caiga en la robotización. Es por esto que en el
desentrañar de una realidad ancestral necesitamos recorrer todos los caminos
metafísicos de la humanidad para evitar el anacronismo de imponer nuestra
propia mentalidad.
En
este sentido la interpretación sostenida por Roberto Ochoa (El 11 de setiembre de los
Moches/LaRepública.pe), basado en el libro “Cosmos Moche”, robustece la
interpretación conocida de que el mundo terrenal creado por los mochicas
trataba de reflejar el orden en el cielo. Y para ello se basa en una serie de
cálculos que demuestran que en el 11 de setiembre del 750 ocurrió un hecho
astronómico asombroso que sin duda generó en la cosmovisión moche una conmoción
inusitada.
Si
atendemos sólo al aspecto estelar del Muro Complejo Moche se observa la Luna en
cuarto creciente coronada con una estrella, los cuales son eje de cuatro
murales del tema complejo. El hallazgo de dos primeros muros en 1990 por Régulo
Franco y Francisco Wiese dio lugar a los trabajos arqueológicos en Huaca El
Brujo. Se terminó hallando la tumba y el ajuar funerario de una sacerdotisa
tatuada, bautizada como La Dama de Cao.
Los
otros dos muros mejor conservados fueron desenterrados en la Huaca de la Luna
por el equipo dirigido por Santiago Uceda y Ricardo Morales. En todos ellos los
muros forman un ángulo de 90 grados y están ubicados en la borde de un enorme
patio ceremonial engalanado con imágenes de ídolos mochicas, de danzantes tomados
de la mano, y de guerreros que arrastran a prisioneros desnudos. Régulo Franco y
Juan Vilela Puelles en su libro “El Brujo, El Mundo Mágico Religioso Mochica y
el calendario Ceremonial”, sostienen la idea de que el Muro del Tema Complejo
es un calendario ceremonial basado en un análisis de los ritos y ceremonias que
figuran en su compleja estructura narrativa.
Ochoa toma en cuenta que Garrafa
propuso que los símbolos astronómicos y terrenales componen una compleja
cosmovisión centrada en la dualidad andina y en los cambios estacionales
relacionados con marcadores astronómicos. Y que Sánchez establece una que los
cuatro muros están relacionados con los equinoccios de setiembre y de marzo.
También propone que el muro mayor
de la Huaca de la Luna registra el equinoccio de septiembre mientras que el muro
menor registra el equinoccio de marzo. Y que en la Huaca de El Brujo sucede
todo lo contrario. Es decir, los cuatro muros están íntimamente vinculados a
las celebraciones del calendario anual mochica. Es precisamente en marzo y
setiembre cuando en el cielo nocturno se dejan ver las constelaciones de
Escorpio, Sagitario, Ophiucus y Serpens Caput. Lo singular de Ochoa es que con
el programa Stellarium confirma la propuesta de Sánchez y establece la fecha
que simboliza el misterioso Muro del tema Complejo: el 11 de setiembre del año
750 sucede el hecho extraordinario de que el cielo nocturno cercano al
equinoccio de setiembre muestra las constelaciones de Escorpio y Serpens Caput
coincidiendo bajo la cúpula estelar formada por la Vía láctea, terminando hacia
la izquierda en la Cruz del Sur o la andina Chakana, lo que se refleja en el
Muro Complejo a través del misterioso ser mitológico que tiene una prolongada
soga unida a una Chakana. Pero además se dio por el 19 de setiembre la coincidencia
de la Luna con los planetas Marte y Saturno. Todo lo cual tendría un asidero
científico comprobable.
Pero en el Muro también se ve que
la Luna en cuarto creciente no sólo acuna a un astro sino que está rodeada de
otras estrellas.
Ochoa comprueba que no se trata de
Las Pléyades dando vueltas en torno a la Luna en cuarto creciente, al comprobar
en Stellarium que durante el equinoccio las Pléyades están pegadas a la
constelación de Tauro y bastante alejadas del escenario correspondiente al Muro
del Tema Complejo.
Según los cálculos arqueológicos
realizados en Huaca El Brujo, el apogeo mochica corresponde a una etapa que va
del año 100 al 750 de nuestra era. Ochoa marca el año 750DC y busca una Luna en
cuarto creciente cercano al equinoccio de setiembre. Entonces encuentra la
conjunción de cinco planetas con la Luna en cuarto creciente, bajo las
constelaciones de Sagitario, Escorpio, Ophiucus y Sepens, y todo bajo el arco
de la Vía Láctea.
Esa fecha, el 11 de setiembre del año 750, los
mochicas y todos los pobladores del mundo andino vieron un fenómeno astronómico
asombroso: La Luna en cuarto creciente bajo la cúpula de la Vía Láctea y
rodeada por Escorpio, Sagitario, Ophiucus y Serpens Caput… pero con 5 planetas
formando un “fila india”: Mercurio, Venus, Marte, Saturno y Júpiter.
Apreciar cinco planetas enfilados sobre el horizonte, coincidiendo con la
Luna en cuarto creciente debió significar un hecho sumamente perturbador. Hecho
que se repetirá el 11 de setiembre del 2040, es decir, 1290 años después del
fin del esplendor de los moches.
El arqueólogo japonés Masato
Sakai en su libro “Reyes, Estrellas y Cerros en Chimor” piensa que los soberanos norteños se asumían como
descendientes de las estrellas, hizo cálculos astronómicos realizados en Chan
Chan y postuló que la construcción de los palacios en la urbe Chimú estuvieron
vinculados a determinadas estrellas o planetas y a su ubicación con respecto a
los cerros tutelares ubicados en los alrededores. Entre ellos el cerro Campana
y el cerro Blanco, en cuya falda se erigió la Huaca de la Luna. Para Ochoa
aquel 11-S del año 750 fueron 5 los planetas que rondaron el paso de la Luna en
cuarto creciente durante el equinoccio de setiembre y son precisamente 5 los
reyes (personajes con corona de oro, porra y/o bastón de mando) que aparecen en
el Muro del Tema Complejo de la Huaca de la Luna.
Lo más probable es que los
astrónomos del antiguo Perú, que supieron calcular eclipses, pronosticar el
Fenómeno del Niño contemplando el brillo de las Pléyades, calcular los
movimientos del Sol, la Luna y las estrellas y le dieron una importancia poco
común en civilizaciones antiguas a las sombras oscuras de la Vía Láctea, fueran
también astrólogos, mánticos y clarividentes. ¿Qué representaba para su destino
aquel 11-S del año 750 para los moches? ¿El muro señala una profecía sobre el
Destino para los moches?
Ochoa especula medio en broma y
medio en serio que el muro Moche nos advierte que el fin del mundo será el 11
de setiembre de 2040. Fecha no muy distante al 2030 que da las Naciones Unidas
como fecha de una gran confluencia de crisis mundiales (climática, alimentaria,
económica, política, hídrica, energética, sanitaria, poblacional, entre otras).
En suma, el sentido iniciático de
la sabiduría oracular moche –como de todos los pueblos ancestrales de ayer y
hoy- exige trascender los datos objetivos, en este caso de la observación
astronómica, para alcanzar la revelación escatológica de carácter no tética y
racional sino pática e intuitiva, relacionada con una esfera ontológica
onírica, cósmica, propia de una vida superior divina y cósmica que revela
nuestro destino. Mientras el pensamiento conceptual se interroga por lo que la
cosa “es”, el pensamiento simbólico inquiere por lo que la cosa “quiere decir”,
es decir, es intuición del Destino. El pensar ancestral o mitocrático es teoría
del destino, es horoscopía, profecía, mito, poética, magia y mántica. Sus
formas conceptuales no son lógicas sino estéticas, por eso ven el cosmos como
una totalidad viviente y animada. Pero una totalidad que es accesible no sólo
por los sentidos del cuerpo sino sobre todo por los sentidos del alma. El
fenómeno se revela como Destino y éste es el espectar en el fluir temporal de
una verdad intemporal y cósmica.
El sentido último del significado
el Muro Complejo Moche en la Huaca de Luna sólo puede lograrse a través de una
filosofía simbólica, participativa, comunicativa, oracular, iniciática,
mántica, poética, onírica, metafórica y mágica. Se trata de un pensamiento
escatológico que indaga sobre el final, dentro de un arcano metafísico que nos
remite a una sintaxis cósmica, a un lenguaje del universo que retorna al yo a
través del fenómeno.
Los sacerdotes y antiguos filósofos
moches reflejaron en el Muro Complejo de la huaca de la Luna no sólo una
inusitada capacidad de participación analógica en el cosmos, sino su anhelo,
muy humano, de retorno al ser, su anhelo de absoluto. Y así desaparecieron del temporal
horizonte de la historia. Los hijos de las estrellas cumplieron su destino:
retornar espiritualmente a las estrellas…
Lima,
Salamanca 02 de Noviembre 2013