El número creciente de intelectuales y apreciados amigos que con ligero orgullo se declaran ateos me hizo volver sobre las páginas del libro de Ignace Lepp "Psicoanálisis del ateísmo moderno". Libro publicado en 1963 pero que mantiene una actualidad palpitante.
Para Lepp el ateísmo moderno es historicista, inmanentista, empirista, racionalista y cientificista. Y aunque reconozca la universalidad de la creencia religiosa no cree en ninguna realidad que trasciende el orden empírico. Distingue entre ateos neuróticos y psíquicamente enfermos, y ateos psíquicamente sanos (marxista, racionalista, existencialista, empirista, ético y práctico). En suma, para Lepp el ateísmo sería dos formas (enfermo y sano) y tres tipos (neurótico, teórico y práctico).
Lepp señala que lo común entre los diversos tipos de ateísmo es el de conducirse como si no existiese una realidad trascendente de lo empírico y material. La cultura secular de nuestro tiempo bloquea la fe, empobrece la afectividad religiosa y lleva a la razón al ateísmo.
Por mi parte concluyo que el ateísmo moderno refleja la hemorragia de subjetividad que caracteriza a la modernidad nihilista actual, que terminó reemplazando el absoluto trascendente por la nihilista multiplicidad de mónadas individuales subjetivas.
Ante la ola de creciente ateísmo es necesario abandonar no sólo el estilo de vida consumista e individualista, materialista y hedonista, que exagera el papel de lo racional dentro de la lógica terrenalista imperante, sino que hay que reconocer la importancia de la afectividad para ver desde ahí lo religioso como una racionalidad no instrumental, una necesidad psíquica sana, que hermana a los hombres y que reconoce que somos criaturas con vocación de trascendencia.