PROTÁGORAS Y PROTAGORISMO
Prólogo al libro “PROTÁGORAS: EL INNOVADOR”
Gustavo Flores Quelopana
Presidente
de la Sociedad Peruana de Filosofía
El primer
aporte a enfatizar de la obra de Adolfo César Lazo concierne a la distinción
entre el relativismo de Protágoras y el relativismo protagórico que
popularizaron Platón, Aristóteles y demás exégetas. Habrían, pues, dos
relativismos protagóricos, uno incompatible con el otro.
Acto seguido,
como segundo aporte, es importante subrayar el contexto estrictamente
antropológico del relativismo protagórico. Protágoras jamás negó las verdades
absolutas del ámbito de la naturaleza.
Como tercer
aporte, y en consonancia con otros pensadores que reivindican al sofista
griego, Lazo se propone destacar la figura del insigne sofista heleno como
adelantado del iluminismo. Y justamente de ahí surge la incomprensión por parte
de sus contemporáneos.
El hombre
antiguo es eminentemente ontológico y se concibe entre una cosa entre las demás
cosas, en cambio el hombre moderno es primordialmente epistémico y se percibe
como un ente especial en el mundo. Protágoras con el descubrimiento del
principio antropológico en la cultura griega habría sido, no sólo, el que mejor
recepciona la enseñanza socrática sino el que marca una ruptura con su tiempo.
Es un mérito
que Lazo reavive el debate del relativismo a través de Protágoras, dado que al
mismo se le responsabiliza del descalabro moral de la nuestra hora actual. La
filosofía protagórica, de difícil comprensión, implica que su relativismo
axiológico se deriva de la antropología del homo mensura y éste de su ontología
heracliteana. Su vínculo con el “todo fluye” es resaltado ya por Sexto
Empírico. ¿Entonces, cómo puede hablar de verdades absolutas en la naturaleza?
Pero quizá lo
más controversial sea cómo entender el ánthropos protagórico. Se han dado tres
interpretaciones. Platón y Aristóteles lo hicieron en sentido individualista.
Goethe, Gomperz lo hacen en sentido como especie. Y Dupréel en sentido
sociológico –lo cual es suscrito por Lazo-. La segunda interpretación como
especie nos conduciría a ver a Protágoras como precursor de Kant y los
empiristas modernos. Pero ello sería un exceso.
La primera da
la impresión de no haber llegado al fondo del argumento protagórico y haberse
dejado llevar por la pasión del debate. Platón no refuta sino que satiriza de
forma ingeniosa y, por su parte, Aristóteles ve una infracción lógica al
principio de contradicción. Lo cual no es cierto porque el sofista no se
refiere al mismo sujeto, sino que la cosa es al mismo tiempo buena y mala en
relación a distintos hombres.
En realidad
para Protágoras la medida de los valores es, en última instancia, la polis, la
sociedad o el Estado.
De este modo
resulta siendo un interesante precursor de Durkheim, Spengler, Lévy-Brühl,
Mauss, Goblot. De su convencionalismo sociológico deriva su relativismo
axiológico. El valor no es algo objetivo sino una convención social. El valor
resulta siendo impuesto al individuo por la sociedad en que se vive. El
individuo es muy maleable a las valoraciones sociales. Los
valores son multiformes cuantas tantas sociedades hay. Lo cual implica una
correcta enunciación del principio de contradicción: algo es y no es al mismo
tiempo pero en relación a distintas realidades sociales. Lo que lleva hacia una
doctrina gnoseológica muy discutible, pero coherente.
Si el homo
mensura no es individual ni especie sino la sociedad, entonces dónde queda la
libertad individual. Al parecer ésta queda subordinada a la libertad social.
Sólo la sociedad es capaz de redimir al hombre individual del abismo de
perversión. Pero cómo queda su pesimismo antropológico si es la propia sociedad
la que se corrompe.
Y con ello se
llega al problema capital: la virtud. La educación debe enseñar la virtud. Pero
si el mutuo respeto, la justicia y la virtud no son promovidas por la sociedad
–como en el capitalismo-, entonces esa sociedad está condenada a degenerar.
Esa es la
advertencia que hace el protagorismo a nuestro tiempo. Pone énfasis en la tarea
educativa, pero cuando el criterio social no promueve hombres virtuosos qué ha
de hacerse.
El protagorismo
de la sociedad individualista del capitalismo no es el protagorismo de
Protágoras, más afin es al hombre social del marxismo o del socialismo. Pero lo
que deja de herencia es un relativismo que tampoco le pertenece porque no viola
el principio de contradicción. El relativismo protagórico de la filosofía
posmoderna es el relativismo heredado de la crítica platónico-aristotélica. Pero
justamente esa distorsión es la imperante en la globalización anética del
neoliberalismo actual.