Un Perú basado en la justicia será posible no desde un marxismo extraño y ateo, sino desde la concepción cristiana de la vida. De la Colonia hay que revivir su ambiente ético y autarquía económica, del Incario hay que mantener la unidad política y la justicia social, de la República la participación de las masas en la vida política.
En suma, concluye, el Perú requiere de un nacionalismo socialista cristiano y asumir un propio proyecto nacional.
Mientras la derecha liberal pro-imperialista consideró a Belaunde como un estorbo, a la izquierda atea le pareció un conservador. El gobierno del General Velasco Alvarado puso en práctica su proyecto centrista al declararse humanista, cristiano y socialista.