EL IDEOLOGISMO ESTÉTICO DE
MARIÁTEGUI
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Es indudable que Mariátegui, junto con Vallejo y
Cossío del Pomar, fueron los exiliados que más promovieron en sus escritos el
arte vanguardista en la conservadora Lima. Y en este punto Mariátegui fue en
arte un vanguardista.
Pero cuando promueve la figura del costumbrista
indigenista Sabogal como lo más representativo del arte peruano y el primer
pintor peruano, no procede como vanguardista estético sino como esteta
ideologizado.
Más aun, su error es más evidente cuando en El artista y su época augura un triunfo al
plástico de lo autóctono. Pero Sabogal fracasa en su exposición pictórica de la
cosmopolita Buenos Aires. Sabogal no representaba lo más excelso del
vanguardismo pictórico peruano. En ese caso se tenía la figura acabada de
Carlos Quizpez Asín.
La clave de este desvarío no es su marxismo sino su
nacionalismo. Su marxismo heterodoxo no era capaz de promover a Sabogal sin su
acendrado nacionalismo antiimperialista.
El Perú artístico de los años veinte está en
búsqueda de un lenguaje estético contestatario al tema del casacón representado
por Teófilo Castillo y que encarnaba el espíritu del arte oligárquico. El arte
burgués buscaba abrirse paso mediante el lenguaje vanguardista, siendo más
atrevido que el postimpresionismo del pintor Carlos Baca Flor.
Pero Teófilo Castillo dio pasos firmes en la
defensa del impresionismo y de esta forma colaboró en la disolución del arte
oligárquico. No obstante, el gusto conservador limeño persistía en su rechazo
del arte de vanguardia y se aferraba al gusto afrancesado.
Aquí la pregunta es si la reivindicación pictórica
de lo indio y del paisaje serrano por Sabogal –cosa ya hecha en la literatura
por Riva Agüero en Paisaje Peruanos resultado
de un viaje efectuado en 1912 (publicado póstumamente en 1944) y que más tarde
lo haría la filosofía con Mariano Iberico (Notas sobre el paisaje de la Sierra,
1937)- realmente representaba la nota más sobresaliente de la estética nacional
de entonces.
Eran los años en que Pablo Picasso se hacía universal
con su propuesta cubista, sin explorar en la identidad española y retrotrayéndose
al arte primitivo. O sea apelaba a la vocación estética de la condición humana.
Pero aquí Mariátegui defendía y promovía lo
vanguardista como apología de la idea sobre la forma, pero de modo incongruente
consideraba como el primer exponente pictórico al indigenista Sabogal cuando,
por el contrario, lo más congruente hubiese sido que revalorara a Carlos
Quizpez Asín como el pintor peruano más representativo del arte vanguardista.
El conspicuo historiador del arte Fernando Villegas
Torres señala que los críticos españoles habían reprochado al pintor arequipeño
Domingo Pantigoso su influencia vanguardista y que debía encontrar un lenguaje distinto
al europeo. De entonces data el desarrollo de su propuesta el Ultraorbicismo
que se acerca al estudio del arte precolombino (Vínculos artísticos entre España y Perú (1892-1929). Elementos para la
construcción del imaginario nacional peruano. Fondo Editorial del Congreso
de la República Lima 2016. Pág. 505).
Al abrirse camino la revalorización de la raza
indígena y del paisaje de la sierra en un contexto oligárquico de desprecio de
lo nacional y de inhumana opresión social, no es extraño que en el rechazo del
arte oligárquico cobrara más peso no el arte burgués vanguardista sino el arte
indigenista-nacionalista.
Pero saldar una cuenta estética pendiente con el
mundo oligárquico no justificaba tomar a Sabogal como lo más representativo del
arte nacional. Sin duda, esta vertiente fue importante en la construcción nacionalista
del imaginario nacional –así lo testimonian Camilo Blas, Julia Codesido,
Enrique Camino Brent y Teresa Carvallo- pero no representaba lo estéticamente
más avanzado del arte nacional.
El corazón del arte vanguardista mostraba un
alejamiento del contexto local o nacional, es el cosmopolitismo por excelencia,
pero también es abrir un boquete para que entre la luz universal de la
condición humana.
En cambio, el meollo del arte indigenista era la
reivindicación sociocultural de una raza oprimida, de una nacionalidad
vernácula despojada de su propia historia. La tensión ideológico-cultural en el
pathos de la historia peruana se cruzaba de manera poderosa como una tarea
previa en la realización de un lenguaje estético propio que pugnaba por
liquidar el arte oligárquico.
Pero un ismo vinculado al pensamiento andino iba
directamente contra la estética y el pensamiento del mundo oligárquico pero no
iba hacia la realización de un lenguaje estético libre de lo ideológico.
El llamado indigenismo al no ser capaz de abandonar
el tema de lo indio estrechó el lenguaje estético a lo étnico y fue un
retroceso en la expresión de “todas las sangres” de la identidad peruana. En
cambio el Ultraísmo buscaba plasmar primeramente un nuevo lenguaje estético y
no tanto expresar la identidad peruana. Así, Quizpez Asín es el primer
auténtico vanguardista peruano que trató aglutinar Futurismo y Cubismo para
edificar una mirada pictórica desde su propia problemática y sin interferencias
nacionalistas ni ideológicas.
No hay duda que Mariátegui fue inconsecuente con su
defensa del vanguardismo, se dejó llevar por la imperiosa necesidad de derrotar
el orden oligárquico mediante el lenguaje nacionalista, confundió la autonomía
estética con las necesidades ideológicas.
Mariátegui confiaba que su apoyo a Sabogal
representaba el inicio de una revolución cultural. Pero se equivocó. Conocedor
del carácter revolucionario del arte vanguardista no obstante optó por la subordinación
de la creación artística a la política.
Tomar conciencia ahora de esta dicotomía es
importante porque estando a las puertas del Bicentenario del Perú aun no hemos
pensado estéticamente esta celebración.
Leguía lo hizo en la celebración del Centenario con
patrones afrancesados. ¿Acaso lo haremos hoy en día con patrones
norteamericanizados?
De una cosa sí debemos estar seguros de haber
aprendido la lección: una cosa es el arte y otra cosa es la ideología.
Confundir ambas cosas nos ha afeado, ha impedido embellecer nuestra realidad. El exceso de ideologismo nos ha embrutecido estéticamente. Hace falta hacer algo profundo para salvarnos.
Si algo nos falta de modo imperioso es amar la
belleza por la belleza, amar el arte por el arte, sin anteojeras ideológicas ni
políticas. Nos hace falta embellecer nuestro entorno. Hacen falta grandes
muralistas. Nos faltan monumentos. Nos faltan grandes escultores. Nos faltan
fuentes de agua. El ser humano no puede vivir sin belleza, de lo contrario empobrece
su realidad y su entorno se embrutece. En una palabra, nos hace falta un
Renacimiento del alma y para el alma. El arte es la contemplación de lo eterno en lo fugaz. El arte perenniza lo bello en lo fugitivo. En esto no sólo radica su hechizo y cura de la realidad, sino que nos remonta a la verdadera condición humana unida a la belleza, al bien a lo verdadero.
Quizá no sea la hora histórica para ello, pero bien
vale dejarlo apuntado para la memoria histórica de los peruanos.
Lima, Salamanca 27 de noviembre del 2016