Gustavo
Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
El impacto sobre la conciencia individual y
social que tienen en el Perú los estrepitosos casos de corrupción de cinco expresidentes
es enorme y profundo. El libertarista ácrata Manuel González Prada escribía a
fines del siglo XIX: “el Perú es un organismo enfermo, donde se pone el dedo
salta la pus”. Y refrendando lo dicho el intelectual Alfonso Quiroz en su libro
Historia de la corrupción en el Perú (2013)
demuestra en su análisis que llega hasta la caída Fujimori-Montesinos, que dicho
mal no ha sido episódico sino estructural desde la Colonia.
Los que idealizan el pasado prehispánico se
aprovechan de esto para exaltar románticamente la moral y las leyes del imperio
Inca. ¿Pero acaso es justificable olvidar que el imperio inca apenas duró un
siglo –frente al imperio Tiahuanaco-huari que permaneció incólume seis siglos-
justamente por la corrupción de la élite que desembocó en la cruenta guerra
civil entre Huáscar y Atahualpa?
Lo que vino después con Odebrecth y Toledo,
García, Humala y Kuczinsky fue como el último clavo en la rancia tumba de la carcomida
república peruana. El aparente suicidio de Alan García ante las pruebas acusatorias
no fue más que el Requiem de un sistema insostenible. La verdad es que la corrupción
en el Perú nunca mantuvo niveles bajos sino moderados y altos. Siendo los
niveles más altos los más recurrentes y constantes. La situación es tan grave
que es doloroso reconocer que los niveles bajos se dieron bajo Castilla y
Velasco. O sea cuando la democracia fue suprimida. El no saber conducirse en
libertad refleja lo que Luis Alberto Sánchéz llamaba “país adolescente”. El
adolescente no es una personalidad madura y como tal abusa de su libertad
cometiendo excesos.
Se ratificó que la corrupción es endémica y
pandémica en el país. Se ratificó que la corrupción es endémica y pandémica en
el país. Sobre el cieno venenoso y pútrido de una república expropiada al Perú
profundo afloró el humor negro, el humor satánico que se burla de la miseria de
los demás y hace escarnio de los defectos físicos. Es un humor con agresión que
porta el dardo envenenado de la frustración, la injusticia y la desigualdad.Y estas malas pasiones van acompañadas de los
monstruos internos de la envidia, la ira y la pereza.
Más de 20 mil funcionarios de la Administración Pública esán procesados por corrupción. Y la lista es más extensa si se suman alcaldes, generales, policías, maestros, médicos, periodistas, empresarios privados, comerciantes y ambulantes. El corrupto con autoridad hace ahora uso de depósitos directos a su cuenta bancaria que controla desde su celular. Sería bueno que todos los organismos públicos hicieran una auditoría mensual de los ingresos mensuales de sus funcionarios para asegurarse que sus ingresos son legítimos y no fruto de la extorsión.
Más de 20 mil funcionarios de la Administración Pública esán procesados por corrupción. Y la lista es más extensa si se suman alcaldes, generales, policías, maestros, médicos, periodistas, empresarios privados, comerciantes y ambulantes. El corrupto con autoridad hace ahora uso de depósitos directos a su cuenta bancaria que controla desde su celular. Sería bueno que todos los organismos públicos hicieran una auditoría mensual de los ingresos mensuales de sus funcionarios para asegurarse que sus ingresos son legítimos y no fruto de la extorsión.
Echando un vistazo sobre las formas de
corrupción se advierte su amplio abanico anómico y anético:
- Saqueo del patrimonio estatal
- Soborno, cohecho o corrupción de funcionarios
- Prevaricación
- Enriquecimiento ilícito
- Fraude electoral
- Financiamiento ilegal de partidos
- Tráfico de influencias
- Sobrevaloración de obra pública
- Extorsión
- Chantaje
- Nepotismo, etcétera.
Existe un hecho trivial que pasa desapercibido y
es que tras un almuerzo menos del 1% reclama su boleta, que condiciona el pago
de impuestos. La falta de conciencia tributaria es parte de la quiebra del
estado de derecho y del imperio de la ley. Otra arista es que la población
percibe la que está frente a un Estado injusto, que imcumple sus imperiosas obligaciones
sociales y al cual es legítimo engañar y eludir. Pues bien, tras los escandalosos
hechos se extiendió como pólvora la convicción del fracaso de la República
Peruana –algunos hablan del fracaso de la Primera república y de la necesidad
de refundarla en una Segunda-. ¿Pero acaso no se trata de algo más hondo?
Cómo enmendar y curar ese cáncer que carcome las
entrañas del país. Existe una variable que casi todos los análisis no pueden
dejar de considerar en el desafío de superar la corrupción. Y esta es la
Educación. Y la otra variable decisiva es la conducción política. Aquí
reflexionemos sobre algunos puntos de la primera.
En el mundo moderno existen dos corrientes de pensamiento que ha tenido
nefastas repercusiones sobre el mundo interno del hombre. Son el psicoanálisis
y el protestatismo. Estos tienen en común la enseñanza errónea de que el hombre
es malo por naturaleza. Por ende la corrupción humana brotaría de manera
natural e inevitable. Con este punto de partida la educación se vuelve en
amaestramiento de los instintos o impulsos de la bestia humana, pero de ninguna
manera en autorrealización libre por medio de las virtudes.
Ambos olvidan que educar es ayudar a comprender el bien. Suponer que el
hombre en esencia es malo ensombrece la labor educativa y llena el alma de
desesperanza. La educación sólo es posible si se confía en la tendencia
legítima del hombre hacia el bien. Protestantismo y psicoanálisis han
contribuído a una visión desesperanzadora del hombre y su destino. La nihilista
y decadente civilización occidental cree que el bien se impone porque no confía
en la comprensión ni en la voluntad del hombre. Desconfía de su propia
libertad interior.
Pero también es cierta que otra fuente perniciosa de la corrupción es
introducida por el propio pensamiento liberal del siglo XVIII. Lo retrata Bernard
Mandeville en su obra La fábula de la
abejas (1729). Mandeville es el típico representante del nihilismo moral de
la burguesía dieciochesca. De allí proviene la desvinculación de la economía
con la ética. Su perversa defensa del egoísmo y la lujuria lo vuelven en
precursor del utilitarismo. Su afirmación sobre la ausencia de códigos divinos
y humanos y la presentación de la pasión humana como totalmente viciosa no sólo
es escandalosa e inmoral sino falsa y errónea. Pues justificó que los vicios
privados hacen la prosperidad pública.
En la otra orilla está la ideología que en vez de idolatrar el mercado
lo hace con el Estado. Dostoievski percibió con claridad que el comunismo no
remplazó el capitalismo sino el cristianismo. Y con ello dejó en claro que de
poco vale cambiar el mundo externo si se falsifica el mundo interno. Por tanto
una educación que carece del concepto de libertad espiritual está condenada al
fracaso y a la corrupción.
Es difícil poner en duda que la conciencia moral también sea fruto de la
educación. Según Piaget el niño avanza del respeto unilateral egocéntrico (3 a
7 años) hacia la cooperación incipiente (7 a 11 años) y luego marcha a la
cooperación plena (11 a 18 años y vida adulta). La persona madura y moral es la
que practica el bien sirviendo y ayudando al prójimo. Lo cual el capitalismo lo
impide y el comunismo lo empobrece con su visión horizontal. En este proceso de
moralizar al ser humano, la familia, el ambiente y la escuela participan
apelando a la educativa toma de conciencia y reflexión. En cambio la persona
inmoral e inmadura es la que vive egocéntricamente sirviéndose de los demás. La
sociedad amoral, totalitaria y nihilista destruye la labor moral de la
educación dando la espalda a la formación de las virtudes y práctica de
valores. El resultado es el corrupto hombre anético, muy inteligente pero
moralmente insensible. No es casual que algunos de los expresidentes
encausados en los casos de corrupción de Odebrecth sean personas de instrucción
universitaria, con maestrias, líderes políticos, grandes oradores, empresarios
exitosos, pero moralmente corruptos. Y es que educar no es instruir sino
depurar el corazón humano. Bien reza el Evangelio: “Los puros de corazón verán
a Dios”.
El castigo es la retribución de una falta. No todo castigo tiene que resultar siendo
antieducativo. Por tanto, si un castigo es educativo lo que busca es la toma de
conciencia y la reflexión. De esta forma ayuda a mejorar, aceptarse a sí mismo,
llevar a una vida sin doblez, diferenciar lo bueno y lo malo, no confundir
humor con agresión, ser espontáneo, analizar los problemas, lograr la armonía
interior y ser creativo. Pero cuando un castigo no es educativo es humillante,
arbitrario, abusivo, agresivo físico y moralmente, desmoralizante, destruye la
autoestima, solamente protege el orden legal y al sistema pero no al ser
humano. Crea seres indiferentes, con dobleces, hipócritas, farsantes y
peligrosos. Por eso las cárceles deben ser despobladas y la sociedad debe
marchar hacia su supresión. Humanizando el castigo se pacifica la sociedad y se
autorrealiza a la persona humana.
¿Puede la buena lectura ayudar a superar la corrupción? Hoy tenemos
civilización pero falta cultura. La Galaxia de Gutumberg avanzó hacia el
Internet y las redes sociales hicieron que cunda el homo videns de Sartori en medio de una barbarie civilizada. Un
exceso de civilización demolió la cultura. Es que las culturas no son eternas y
cuando entran a su fase civilizatoria aumentan en ciencia pero decrecen en
espíritu. Pero si la cultura no es una forma de saber sino una forma de ser
todavía la buena lectura puede ser una buena barrera defensiva contra sus
tendencias disolventes.
Pues se lee no sólo para formar la mente sino también para formar el
corazón. Hay lecturas que son formadoras del espíritu (forja virtudes e incita a
la práctica de valores) y otra que es destructora (los bestsellers que inspiran frivolidad y malas pasiones). No se debe
leer por leer, ni leer para dormir. La luz natural en un lugar silencioso y en
un sitio cómodo ayuda a la concentración de la mente. Pero la civilización ha
impuesto un ritmo biológico acelerado y cuando se pasa a otro pausado se produce
el fenómeno del sueño. Y asi tristemente el libro se convierte en somnífero. No
hay duda de que hay que cambiar las condiciones de vida y hacer más corta la
jornada laboral.
El amor a la lectura se despierta tempranamente en el niño de 3 a 7 años
-fase egocéntrica- cuando los padres suelen leerles cuentos cada noche.También el
ejemplo enseña -cuando el niño crece con biblioteca en casa y con padres que
leen-. De los 12 a los 15 hay que enseñarles a leer con método (breve resumen
por capítulo y resumen general). El método ayuda a disciplinar la mente,
ejercita la concentración y favorece la captación de las ideas esenciales. Pues
quien mucho lee tarde o temprano escribe. La mejor manera de combatir la
presente bárbara civilización anética y anómica es cultivando la buena lectura
de los clásicos y forjando una generación que de esperanza a la cultura.
Educar es formar la personalidad del niño y adolescente ayudándolo a
superar el egocentrismo, que es alógico y egoísta, mediante un liderazgo
democrático, colaborativo, ejecución de tareas comunes y sin imposiciones. Sin
respeto mutuo no hay posibilidad que fecunde la moral. Hay que edificar una sociedad donde el valor supremo sea la
autorrealización de la personalidad humana en vez del dinero y la riqueza.
De lo contrario el egoísmo, la inmoralidad y la corrupción seguirán floreciendo.
La definición de la filosofía por Aristóteles resulta de gran
significado para el caso de la corrupción. Y lo es porque para el paripatético
la filosofía no sólo es racional sino también ética, teológica y educativa.
Justamente esa tríada es la falta en la educación actual. Y lo es porque los
primeros principios son inseparables de la noción del Bien, de Dios y del
descubrimiento de nuestro mundo interior. Educar es responsabilizar nuestro ser
interior ante el bien y el mal. Así el problema del ser nunca está de espaldas
a los dilemas de nuestro ser en sí. No hay filosofar sin mundo interior.
Educar siempre fue y será enseñar a escoger el camino del bien.
Es desarrollo de virtudes y actualización de valores. Combatir la corrupción deberá
tener esto muy presente, en vez de difundir la pervertida ideología de género. Pues bien, al ocaso nihilista de la sociedad postmetafísica lo llamó
Spengler la “decadencia de Occidente”, “malestar de la cultura” la llamó Freud,
“modernidad tardìa” lo prefirió tildarlo Habermas y “tiempos líquidos” lo
motejó Baumann. Bajo cualquier denominación le viene como anillo al dedo la
corrupción. Vivimos una sociedad esquizofrénica que habla de virtudes pero que
actualiza antivalores. Esta desarmonía
es, por un parte, un nítido síntoma que la civilización actual vive su
climaterio espiritual y, por otra, que la labor educativa no debe claudicar en
su misión formadora de una nueva cultura aun cuando el horizonte esté pleno de
oscuros nubarrones.
03 de Mayo 2019