LA LÓGICA DE LA RELIGIÓN
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
I
El
propósito de una lógica de la religión no es la apología de religión alguna, ni
una filosofía de la religión, ni proporcionar la formalización del discurso
religioso (DR), ni sobrevalorar los aspectos lógicos de la religión, sino que
debe proporcionar una lógica general de la religión aplicable a todas las
religiones.
El
intento más importante aunque no sistemático fue emprendido por Joseph M. Bochenski O. P., en su libro La Lógica de la Religión (1967). Este
intento inédito es un terreno inexplorado no tanto porque no se haya intentado
en distintas teologías y budologías, sino porque la tradición de estos estudios
no fue continuada ante los problemas del significado presentados por los
filósofos del lenguaje y además porque no se intentó una lógica general de las
grandes religiones.
II
El
término lógica tiene diversos usos y es difícil una definición unívoca del
mismo. Tanto es así que actualmente es concebida como un conjunto de sistemas
no siempre equivalentes.
En
realidad, hay por lo menos cierto consenso en subdividir la lógica en dos
partes: lógica general y lógica formal. La lógica general es, de alguna manera,
lógica aplicada a la Semiótica (análisis de los símbolos y signos), Metodología
(estudio de las leyes lógico-formales para la adquisición de conocimientos en
la ciencia y posiblemente en otros campos de la actividad humana) y Filosofía
de la Lógica (estudio de los fundamentos de la lógica y relaciones con otras
ciencias). Y la lógica formal es el estudio del valor de los razonamientos por
su forma y no por su contenido (lógica proposicional y lógica matemática). La
lógica científica, matemática o simbólica, como se la llama usualmente, afirma llevar
a un nuevo nivel el silogismo tratando de liberarlo de la magia de las palabras
y apoyándose en la noción más primitiva de “conjunto”.
En
suma, la lógica trata del discurso y de sus estructuras objetivas. Y aun cuando
la lógica simbólica proclame que el lenguaje es inutilizable para la lógica y
proponga un álgebra de las operaciones del pensamiento, sin embargo, como ya lo
advertía Leibniz, el cálculo lógico no agota el cálculo de realidades. En otras
palabras, el estudio integral de la lógica exige ir más allá del nominalismo
lógico, que reduce el conocimiento a cálculo.
La
lógica se ocupa del discurso significativo y de las estructuras objetivas. Esto
es, se está tratando con las estructuras más generales de los objetos y no con
actos subjetivos de la mente. Las leyes lógicas no son leyes de actividades
mentales sino establecimiento necesario de conexión entre dos estados de cosas.
Un término expresa algo si y solamente si transmite algo al que lo utiliza. La
distinción entre discurso significativo y discurso no-significativo pero ambas
cosas tienen significado. Por tanto, no es necesario suponer que hay entidades
llamadas “significados” como creen ciertas filosofías de la lógica.
Ahora
bien, la lógica aplicada debe ser distinguida de la lógica pura o formal. La
aplicación de la lógica a un campo extralógico se puede dar de dos distintas
maneras: 1. Utilizando distintas partes de la lógica formal a algunos campos
extralógicos, por ejemplo, la física contemporánea o cualquier tipo de
teología. 2. Estudiando las leyes y reglas lógicas utilizadas en un determinado
campo del conocimiento. Se suele decir que no hay lógica aplicada en dos casos:
a. Cuando no hay discurso, y b. Cuando el discurso sólo expresa estados
subjetivos y no estructuras objetivas. No obstante, cuando nos preguntamos qué
tipo de lógica se puede aplicar al discurso religioso y al éxtasis místico nos
damos con la situación de que en el caso de tratarse de una facultad de conocer
no provocada por el hombre –la mística-, lo conocido no es vertible a lenguaje
y, por consiguiente, no es comunicable y, sin embargo, implica una forma única
de conocimiento. Además, cuando se concibe la Revelación como la forma que Dios
habla al hombre, lo hace dentro de un discurso significativo y con sentido.
De
manera que existen diferentes niveles de inteligibilidad del discurso
susceptibles de ser comprendidos por el aparato lógico formal. Así tenemos: 1. Sentido significativo
prelógico (perceptual, intuitivo, activo, gestual y emocional), 2. Sentido
significativo lógico (idioma, lógica, moral, economía, política, ciencia), 3. Sentido
significativo metalógico (mito, rito, poesía, religión, arte y metafísica) y 4.
Sentido significativo supralógico (mística).
El
desafío de aplicar y hallar una Lógica de la Religión estriba en dar cuenta del
sentido significativo prelógico (necesidad de lo divino), lógico (prescripción
moral), metalógico (Revelación) y supralógico (Mística) de la misma.
III
“Religión”
es un término que tampoco puede ser definido de forma unívoca si se tienen en
cuenta todos sus usos. Fenómenos muy diversos se aluden con él. Tampoco siempre
supone la creencia en un dios, ni es la suma de creencias, doctrinas,
sentimientos, instituciones, y prácticas individuales y sociales. No obstante,
su admirable multiplicidad de aspectos permite definir ciertos aspectos
comunes: 1. Es un fenómeno de la condición humana paras lograr lo divino, 2. Posee
un lenguaje particular, y 3. La aceptación del credo es neurálgico.
¿Qué
lógica debe aplicarse a la Religión? La lógica de la religión será lógica
aplicada al discurso religioso, pero cuál lógica. ¿Será acaso la lógica
clásica, como sistema que posee un lenguaje formal característico, que es
asertórico y que incluye los tres principios clásicos –identidad, no contradicción
y tercio excluso-?, ¿O será un tipo de lógica heterodoxa, como un tipo de
lógica que le falta por lo menos una de estas notas?
Recordemos
que las lógicas heterodoxas de primer nivel son aquellas que sólo carecen de
una de las notas clásicas (Alolinguísticas –Modal, Temporal, Infinita- y Anómicas
–Paraconsistente de primer y segundo nivel-), las de segundo nivel carecen de
dos notas clásicas (Thética –Polivalente finita incompleta, Polivalente finita
completa, Polivalente infinita- y Athética –Deóntica, Imperativa, Protimética,
Axiológica, Crática, Problémica, Erotemática-) y las de tercer nivel no poseen
las tres notas clásicas (Lógicas libres, Lógicas combinatorias y Lógicas
parciales).
Pero
la heterodoxia lógica no suprime las condiciones necesarias de logicidad, a
saber: a. alguna postura sobre las notas clásicas, b. naturaleza deductiva del
sistema, c. carácter apodíctico de la deducción, d. la consecuencia lógica debe
ser transitiva, e. incluye axiomas y f. las reglas lógicas deben ser
explícitas. En otras palabras, las reglas de inferencia y los axiomas son las condiciones
suficientes y notas comunes de las lógicas heterodoxas con la lógica clásica.
A
partir de esto nos preguntamos: ¿por qué las religiones deben compartir
necesariamente las mismas condiciones formales de logicidad, cuando puede
bastar que compartan las condiciones suficientes de logicidad? La respuesta no
puede ser sino una. El único criterio posible de logicidad religiosa es el criterio de evidencia acorde al credo. Sin
esta condición suficiente de logicidad es imposible adentrarse en las
inferencias que son aceptadas como válidas y otras que son rechazadas como
inválidas. Esto no significa que en los sistemas religiosos no existan muchas
relaciones deductivas que no son inmediatamente evidentes y que se aceptan como
dogmas de fe o parte de lo que constituye el misterio.
Lo
más extraño de la lógica de la religión es que dé cabida a deducciones que no
tienen nada que ver con los principios racionales y que sin embargo están
presentes a través de un lógica afectiva que da cuenta de la fe y lo creencial.
Sólo desde esta perspectiva es posible evitar caer en la visión de lo afectivo
como la parodia de lo objetivo. Es cierto que la lógica afectiva es empleada
con mucho provecho, éxito y eficiencia en la publicidad, mercadeo y propaganda
ideológica, pero es injustificado reducir su existencia a fines económicos y
políticos. Su dimensión religiosa es real y objetiva y, además, permite comprender
cómo la emoción religiosa es sede del descubrimiento de la intuición del valor
de lo sacro.
En
otras palabras, las deducciones religiosas no son creaciones arbitrarias sin
significado racional, sino que son un medio para hacer más explícita la
estructura de la racionalidad religiosa. Esto significa que el fundamento
último de la logicidad religiosa no reside en las partes constituyentes de su
discurso o proposiciones o en la formalización de su lenguaje, sino que al lado
de su noesis o acto de conocer hay un
noema o contenido del conocimiento
religioso que estriba en una fe y creencia. Toda la inmensa gama de creencias
religiosas no es sino, una variación de la misma melodía. La razón religiosa es
más flexible de lo que se pensó que fuese, puede funcionar de diferentes
maneras. En ella no siempre lo trascendente es lo central, pero siempre ilumina
la forma en que el hombre cree en lo sagrado.
En
este sentido, la racionalidad religiosa puede suprimir el principio de no
contradicción, como sucede en el discurso del mito, y sin embargo es capaz de
mantener su coherencia narrativa y discursiva. Es decir, una sana lógica
religiosa permite restaurar lo mítico en su dignidad lógica porque también lo
mítico es una forma participativa del logos. El pensar mítico es un horizonte
en que se manifiesta lo sagrado y expresa una verdad mediante una imagen, es
una revelación natural. En cambio la Palabra es la revelación sobrenatural de
Dios. Pero en ambos está lo divino. El pensar mítico y religioso son
dimensiones legítimas de la mente humana y sólo la razón al unilateralizarse se
vuelve en seudo-mito. El logos humano es a la vez metafórico y científico y en
esta duplicidad reposa su complejidad.
Pero
si la lógica de la religión puede explicar la dimensión discursiva de lo
mítico-religioso, sin embargo dicha explicación no es lo mismo que la vivencia
del presentar no representativo, que es la experiencia religiosa misma. En el
discurso del mito como en el de la religión subyace el misterio o sea aquello
que es indecible y no conceptual, por eso trasciende el discurso y sólo se deja
aproximar por la analogía, el símbolo, la fe y la oración.
Una
lógica de la religión que no haga entender que el mito y la religión son formas del existir participativo en lo
sagrado no logra cumplir su cometido. La Lógica de la Religión se
diferencia del conocimiento nocional que capta la esencia, pero sin oponerse a
él es sobre todo conocimiento real que capta la existencia de lo sacro, santo y
numinoso.
En
este sentido, una Lógica de la Religión debe rebasar el concepto puro de la lógica formal para penetrar en el
concepto imagen de la lógica existencial.
La lógica existencial tiene que ver no con los axiomas del pensar abstracto
sino con los axiomas del sentimiento y del corazón. De origen subjetivo dichos
axiomas no dejan de tener su lado objetivo, porque su horizonte ontológico sólo
se deja filtrar por lo pático, simbólico, alegórico y figurativo. Dicho de otro
modo, mientras la lógica formal tiene que ver con conceptos y esencias, la
lógica general aplicada a la religión tiene que ver con la existencia. Pero con
una forma especial de la existencia, esto es, lo sagrado. Lo sagrado puede no
llevar a Dios pero generalmente lo hace.
De
este modo, la Lógica de la Religión nos lleva hacia la raíz de nuestro siempre
imperfecto conocimiento, la cual no está en el Ser sino en nuestra finitud. La
Lógica de la Religión nos traslada hacia una opción por lo infinito, ir más
allá de nuestra finitud y ansiar lo transfinito. Pero quizá lo más importante que revela la Lógica de la Religión es que
la condición humana no se satisface con el conocimiento de las cosas y del
mundo sino que lleva hacia Dios.
En
esta época postmetafísica y nihilista del hombre sin absolutos, dominada por la
técnica, la barbarie de la especialización, la orgía de pragmatismo, el maremágnum
de las cosas, la dictadura de la ciencia, el egocentrismo antropolátrico
cerril, y la vulgaridad del tecnicismo, la Lógica de la Religión conlleva un
mensaje de liberación y esperanza por el verdadero descubrimiento del Ser. Y
esto es así porque la Lógica de la Religión posee una dimensión bifronte:
lógica, teológica y metafísica. Lógica porque lleva hacia el reconocimiento del
sentido significativo no discursivo. Teológica porque coadyuva a ponerse en paz
con Dios. Y metafísica porque impone el salto hacia lo infinito y el ser
verdadero.
Es
paradójico que sea por medio de la Lógica de la Religión que se abran las
posibilidades de liberar al hombre de las restricciones de la racionalidad, se
abra un pensar más holístico, abierta al símbolo, a la trascendencia, que
refluya el racionalismo conceptual y discursivo y se recupere el logos en su
integridad y polivalencia. El logos humano es conceptual pero también tiene la
posibilidad de recuperar lo divino por el logos participativo y analógico. En
otros términos, el mundo para ser explicado no sólo requiere del concepto sino
también de la fe. Es más, todo el saber humano depende más de la doxa que de la episteme, se sostiene en conjeturas e indicios verosímiles. Pero
sólo la fe como virtud teologal eleva lo humano hacia lo Absoluto y
sobrenatural.
Quizá
lo más controvertible de la Lógica de la Religión sea que no todas las
religiones, credos e iglesias sean equivalentes. Todas las religiones veneran
lo sacro pero no todas resultan similares. En la eclosión del misterio de la fe
existe se da la superación del mito y una progresión de la Revelación que
obedece al Plan Pedagógico de Dios y a la eficacia del Plan de la Providencia.
Esto hace comprender que el pluralismo y sincretismo religioso son un serio
peligro contemporáneo para la fe y la salvación. Tanto la falta de ejercicio en
la fe como la hipertrofia de la razón disecan la religión y la reducen a mero
discurso sociológico de la ratio, mutilando lo más vivo en ella: la epifanía
del Dios vivo.
IV
Aun
cuando la Religión es distinta de la lógica sí es posible un análisis lógico
del discurso y fenómeno religioso. Por tanto no es cierto la teoría del
sinsentido o de lo inexpresable, la teoría no comunicativista y la teoría de
las proposiciones no comunicables. En el discurso religioso hay comunicación,
significación y proposicionalidad. De este modo la lógica también puede
aplicarse al discurso y experiencia religiosa. La lógica y la semántica son
universales, por tanto el discurso y la experiencia religiosa no están más allá
ni de la lógica ni de la semántica. De lo único de lo que sí se encuentra lejos
es de aquel cientificismo naturalista, empirista y conceptualista, que no tiene
el coraje de entrar en contacto con lo divino por la fe. Cuando Pedro se hunde
en las aguas Cristo le dice: “Hombre de poca fe”. Y esto es así porque el
principal peligro no radica en la incredulidad ni en el oleaje de la tentación,
sino en fe exigua. Nuestra época es de soberbia y la soberbia alimenta la duda
conduce hacia la ausencia de fe.
Es
posible que lo más conmovedor de la Lógica de la Religión sea que revele que siempre
será irrisoria la fe del creyente y siempre será mucha la Gracia que fecunde
nuestra insignificante fe. Y lo más significativo de la Lógica de la Religión
sea que muestre que la Fe trasciende tanto la lógica formal y la lógica natural
de la razón, para llevar a ésta hacia la lógica sobrenatural de la fe. Incluso
ésta siempre será pequeña pero su diminuto tamaño basta para salvarnos. Nuestra
poquedad óntica terrenal está compensada por la plenitud ontológica celestial.
Pero a su vez, lo más dramático que muestra la Lógica de la Religión en la hora
presente sea que crece una fe aburguesada, que escuda su apoltronamiento con
los conceptos de intimidad personal y la tolerancia.
De
esta manera es necesario no perder de vista la estructura sintáctica del
discurso y experiencia religiosa, donde lo principal es: dogma básico, regla
heurística y enunciado religioso. En el significado hay que tener en cuenta la
semántica y la hermenéutica de las Escrituras. Su verificación puede ser
directa o indirecta, sensorial o no sensorial, natural o sobrenatural. Pero una
verificación sobrenatural debe también ser sobrenatural. Así, no es cierto que
no haya modo de verificar los enunciados por autoridad, porque su contenido
moral hace probable la justificación de un enunciado basado en la autoridad. De
manera que no se rechaza el misterio porque la hipótesis explicativa sobreviene
al acto de fe.
Finalmente
al preguntarnos por qué surge el discurso y experiencia religiosa, la Lógica de
la Religión permite comprender que no se trata de una actitud emotiva hacia la
vida, como supone el positivismo lógico, sino que tiene su epicentro en la existencial
vivencia religiosa de lo sagrado en la condición humana y no en la razón.
Ciertamente
que el discurso y experiencia religiosa sólo se justifica ante la razón
demostrando la existencia de Dios. Sin embargo, es posible justificar el
proceso discursivo y experiencial religioso en cuanto tal. Frente a la
conciencia moderna dominada por la idea de libertad y poder, que socava la
responsabilidad social y conservación del mundo, se erige la religión dominada
por la idea del poder ontológico de una realidad trascendente y providente que
promueve la conservación de las relaciones humanas y del mundo.
Lima,
Salamanca 22 de Julio 2015