¿Cómo es posible construir un país tan desigualmente injusto y antidemocrático? Desde la escuela. En el Perú la desigualdad social se consolida desde la etapa escolar. La separación entre el Perú oficial y el Perú profundo allí es sembrada. La escuela en el Perú es un sistema eugenésico y discriminador desde su base. La clase alta en el Perú dispone de un sistema escolar donde el éxito y el esfuerzo no depende de la inteligencia ni de las cualidades morales, sino de lo racial y de lo clasista. Se trata de un sistema abominable que deforma la mente y el alma del niño desde la más tierna edad. Al peruano escolar no se le enseña a amar, sino a odiar y discriminar. Al niño blanco y rico, o por lo menos no cobrizo ni indígena, se le hace sentir su superioridad social desde la escuela al margen de sus cualidades morales e intelectuales. Así se reproduce la clase alta en el Perú y así se normaliza la desigualdad social en el país. Sin duda, es un vejamen al sentido de humanidad. La desigualdad social y económica en el país se asienta en un sistema educativo que consagra la desigualdad racial y de clase. Muy pocos colegios son la excepción, especialmente de celo católico, pero los hay. Poquísimas escuelas cristianas cuidan del amor al prójimo en la práctica. Y a su vez vemos que lo educativo y económico tiene su culminación en la desigualdad política imperante que se asocia a los centros de poder mundial de origen occidental. O sea, en el fondo la mentalidad racista y clasista proviene del mundo colonial y occidental, que de democrático sólo tienen el discurso, pero que en la práctica consolida sociedades antidemocráticas en la periferia. De esto no se habla, pero todo el mundo lo sabe, y sobre todo los padres de familia cuando son entrevistados en los colegios para sus hijos. En la sociedad oligárquica pre-velasquista esto era vox populi, pero después quedó como algo soterrado, aunque vigente. Y esta discriminación también está presente en los cuarteles, los seminarios religiosos, las instituciones públicas, etc. El profundo odio racial y de clase no nos deja construir un país de todas las sangres, democrático, igualitario y justo. Y será necesaria una profunda revolución política que la impulse por décadas de modo sostenido. El último testimonio de lo descrito lo hemos visto en el golpe jurídico y constitucional contra el presidente Castillo por ser humilde, indígena y pobre. Somos un país bárbaro porque tenemos un sistema educativo que lo es.