YSAÍ QUIROZ CARREÑO-Cenáculo Yachaywiñay/P. Libre
UNA HUELLA IMBORRABLE
(mayo 2024)
Para poder
narrar el perfecto momento, tiempo histórico, de dónde y cuándo conocí a
Gustavo Flores Quelopana; tengo que describir cuál era mi percepción en ese
momento, y por aquellos tiempos yo me dedicaba a la contabilidad, mi vida
trascurría entre llenados de registros, actas, pago de impuestos y estados
financieros, sin dejar de lado la práctica de ejercicios físicos, los cuales
los realizaba en el Campo de Marte, del distrito de Jesús María. Fue allí que
conocí a Julio Rivera Dávalos, quien trascendió las barreras peruanas y su obra
recorrió el mundo. Julio, en primera instancia, me contrató para darles clases
particulares de Microsoft Office, y con el tiempo como su secretario personal y
posterior amigo íntimo. Recuerdo también que en ese momento estaba avanzando su
primer libro, y fue en su casa que conocí al filósofo Gustavo Flores Quelopana,
cuando daba argumentos para corregir ciertas ideas del libro. A partir de ese
momento, pude estar al tanto de las virtuosas habilidades que tenía Gustavo, no
solamente para argumentar en contra o a favor, sino también para darnos cátedra
de la historia de la filosofía. Su acuciosa intervención nos hacía preguntarnos
cómo tanta información podría salir del cerebro de nuestro amigo. Eso despertó
en mí la curiosidad por querer profundizar un poco más en temas filosóficos.
A mí me gustaba
leer, pero eran temas psicológicos y metafísicos y muchas veces tuvimos largas
conversaciones. Nos sentábamos en la mesa de su comedor y mientras degustábamos
un delicioso café, Gustavo, Julio y yo, hablamos de diferentes temas sobre el
amplio repertorio filosófico.
Recuerdo que
una de las charlas más largas que tuvimos la empezamos los tres en la mañana y
la terminamos en la noche. Ese choque de ideas era recurrente, sobre una
variopinta infinidad de temas; además, ellos venían de realizar cenáculos de
filosofía con el Dr. Antonio Belaunde Moreyra, a quien también conocí y también
apoyé cuando estaba en su casa de reposo en San Borja. Es así como nace el
Cenáculo de Filosofía Yachaywiñay, que Julio con mucho interés realizaba en su
casa y donde tengo el placer de conocer a Toribio Torres, otro entrañable amigo
con quien fundé posteriormente el Cenáculo de Filosofía Frónesis, recuerdo
también a “Kiko” Álvarez Vita, físico matemático y filósofo, y su teoría del
“Neutro Vacío”. Kiko formó también un Cenáculo en Miraflores, llamado “La
Serpiente de Oro”. A Enrique Pfeiffer lo recuerdo por su teoría sobre el
tiempo. A José Herrera, a quien lo recuerdo por sus argumentos lógicos, y
muchos otros filósofos y pensadores como Víctor Montero Cam, Luis Enrique Alvizuri,
Pablo Suárez, Miguel Polo, Ruth Romero Huamani, que dejaron una huella
imborrable dentro de nuestro conocimiento.
Gustavo siempre
ha sido un alma inquieta, y ha estado relacionado con múltiples instituciones,
como la Sociedad Internacional Tomás de Aquino -SITA/Perú, donde fue tres veces
presidente, la inscribió en los registros públicos, y publicó su revista
institucional. También Gustavo asumió la presidencia de la Sociedad Peruana de
Filosofía (SPF), incorporando a Julio, a Kiko, Albizuri y otros, a los cuales
había ayudado a publicar sus libros y madurar sus ideas. Cómo olvidar los
congresos, cursos, charlas, cafés, y demás reuniones que tuvimos con él en
diversas ocasiones. La concentración en las ideas filosóficas siempre fue
intensa, y nos animaba constantemente a publicar nuestras ideas en un libro.
Por ello también me animé a publicar mi obra “Éxtasis”, que contiene poesía,
cuentos, historias y aforismos.
La intensa y
prolija obra de Gustavo -la cual por su fecundidad y originalidad nos dejaba
sorprendidos-, y la ayuda que ha prestado a otros pensadores y filósofos, solo
nos reafirma el enorme potencial humano que lo caracteriza, su ingenio
perspicaz y certero a la hora de sus análisis y comentarios. Solo nos convence
que estamos frente a un personaje que ha dejado una huella profunda no solo en
la filosofía, sino también en las mentes y los corazones de quienes hemos
tenido la suerte de compartir sus experiencias.