lunes, 13 de mayo de 2024

PRÓLOGO AL LIBRO “NACIÓN ANDINA” DE HUGO CHACÓN

 

PRÓLOGO AL LIBRO “NACIÓN ANDINA” DE HUGO CHACÓN

Gustavo Flores Quelopana

 


Esta obra es una nueva interpretación de la realidad peruana que nos presenta Hugo Chacón Málaga. No es un trabajo académico, pero tiene la virtud de ser un auténtico ensayo. Grandes ensayistas forjaron la cultura nacional, y en cambio hoy toda una legión de académicos administra la mediocridad rutinaria de lo que se escribe masivamente.

Por la rotundidad justificada en el juicio, la pulcritud del razonamiento y la elevada inspiración de su ideal tenemos ante nosotros un libro de antología.

Esta obra viene a incorporarse al selecto número de libros que componen la pléyade de la interpretación de la realidad peruana, a saber, El carácter de la literatura independiente en el Perú de José de la Riva Agüero, El Perú contemporáneo de Francisco García Calderón, La realidad nacional de Víctor Andrés Belaunde, Siete ensayos de la realidad peruana de J. C. Mariátegui, El antimperialismo y el Apra de Haya de la Torre, Perú, problema y posibilidad de Jorge Basadre, Retrato de un país adolescente de Luis Alberto Sánchez, Pueblo Continente y Hacia un humanismo americano de Antenor Orrego y El Otro Sendero de Hernando de Soto.

Pero además es el fruto más maduro de la perspectiva andina de sus antecesores: Tempestad en los Andes de Luis E. Valcárcel, El Nuevo Indio de Uriel García, Del Ayllu al cooperativismo socialista de Hildebrando Castro Pozo, Presencia y definición del indigenismo literario de Tauro del Pino, Andinia de Luis Enrique Alvizuri y Sociedad mediocre de José Mendívil.

Como vemos el debate sobre los que es el Perú es arduo y permanente. No es un mero problema sociológico sino ontológico y metafísico. Se trata del destino de una entelequia milenaria sacudida por la invasión y la alienación. Esta disyuntiva fue advertida tanto por hispanistas, mesticistas e indigenistas. Chacón está lejos del indigenismo anarquista de González Prada, el indigenismo marxista-mesiánico de Valcárcel, el indigenismo cholista de Uriel García y José Vallaranos, el andinismo antioccidental de Alvizuri y al andinismo multicultural de Mendívil. El suyo es un andinismo culturalista, pues la cultura andina es el Ser de lo nacional, cuya savia palingenésica se resiste a morir. Al contrario, se recrea constantemente porque sus raíces metafísicas se actualizan tenazmente en una conciencia cósmica que hace emerger sus gérmenes históricos.

Leer el libro Nación Andina (2017) del ensayista, novelista y poeta Hugo Chacón Málaga representa para el peruano y cualquier persona que aprecie la perspectiva culturalista, un profundo cuestionamiento de la postergación de la cultura indígena y la validez de la inclusión del Perú a Occidente.

Para Chacón el modelo de nación criolla ha fracasado porque está basada en la iniquidad cultural, social y étnica. Basta remitirse a las estadísticas en salud, educación, inversión, ingreso, etc., para confirmarlo. La interpretación marxista también demostró su desvinculación con el Perú real y señalar solamente que el indio es el problema, pero no la solución.

Entonces, el imperativo para nuestro ensayista será construir una nueva síntesis que consista en la nación andina. El mestizaje es una ficción porque carecemos de una opción unitaria en religión, idioma y cultura. Coincidiendo con Fidel Tubino y Gonzalo Portocarrero, sostiene que somos un país sin identidad, porque la estructura íntima del ser andino ha sido destruida, y porque la sociedad criolla ha sido una mal imitación de Occidente.

Para demostrarlo recorre tres visiones del Perú revisando el pensamiento de Mariátegui, Vargas Llosa y Arguedas. Constata que en los tres se comprueba una visión occidental particular. Y no atisban que el pensamiento andino es una forma distinta de vertebrar el espíritu. Es notable e irrebatible su aguda crítica al Amauta. Señala que para Mariátegui Occidente es un axioma inamovible, y por ello comparte el enfoque criollo, según el cual, al indígena no le queda más que asimilarse. Subordina la herencia andina a la orientación criolla y ve con simpatía que un país milenario adopte la cultura occidental. Por lo demás, al indio le reconoce virtudes artísticas, pero no teoréticas. Mariátegui era racista. En una palabra, el pasado andino tiene que eliminarse en aras de la dinámica civilización occidental. Chacón realiza una crítica demoledora al pensamiento del Amauta desde la perspectiva andina.

Hugo Chacón va más allá de la propuesta psicoanalítica de Max Silva Tuesta con su explicación del parricidio inconsciente de connotación edípica; y de la explicación de J. M. Oviedo con su idea de la invención de una realidad por parte de Vargas Llosa. Chacón efectúa un peliagudo análisis de Mario Vargas Llosa con su tesis de la identidad andina negada. Para el escritor lo único válido será la sacrosanta civilización occidental y cristiana. Pues el novelista abjuró de su tesitura serrana y adhirió su provenir a los valores criollos dominantes. Desconoce e ignora lo andino, repudia el Perú antiguo y arcaico porque siente vergüenza de su infancia andina en Cochabamba. Se distancia del mundo andino, de todo lo quechua y aymara y entra en cursilerías aristocráticas porque rechaza el mundo andino cholo que su odiado padre representa. Se queda con la patria criolla y remite al ostracismo la patria andina. También siente apocamiento de los parientes andinos y opta conscientemente por la identidad criolla dominante. Abdica de su herencia serrana hasta en el lenguaje y se integra con el mundo occidental. En otras palabras, igual que Mariátegui, Vargas Llosa también ostenta una visión occidental particular.

Con gran ductilidad y sutileza aborda el pensamiento de Arguedas. Afirma que junto con el Inca Garcilaso y Guamán Poma constituye la base de nuestra nacionalidad. Considera que con Garcilaso se recupera la historia andina y con Guamán Poma el espíritu de resistencia cultural. En cambio, Arguedas es una figura más compleja, atravesado por el sino de la intensa búsqueda de sí mismo. De una primera etapa mestiza avanza lentamente hacia una etapa andina. Nunca se avergonzó como Vargas Llosa de llevar en su ser una parte india. Nunca admitió ser indigenista, pero hasta 1967 recomendaba la creación de Institutos Indigenistas. Su socialismo era personal, impregnado de mito y magia. Se concebía a sí mismo como peruano, o sea español e indio. Al contrario de Mariátegui, de su pensamiento se extrae la conclusión que el Perú no será occidental sino andino sin calco ni copia. 

Ahora se comprende la importancia que cobra para Chacón la Cultura como categoría hermenéutica central. Declara que nuestra propia cultura ha sido soslayada, avasallada y marginada por discursos que privilegian la perspectiva occidental. Pero todos los intentos de poner al país sobre los pies de una civilización extraña han fracasado. No han formado nación y sólo ha favorecido a las élites dominantes. Esta es la causa de que el Perú criollo luzca desestructurado, desintegrado, sin proyecto nacional. La cultura es piedra de toque de todo resurgimiento nacional y mientras no se reconozca que no somos occidentales y que no se puede seguir imitando a Occidente no se logrará una nueva síntesis de nuestra identidad andina y amazónica.

Dentro de su examen culturológico procede a analizar lo que Occidente expropió a la cultura andina. Y empieza con la sustancial relación con la naturaleza, donde se refleja el orden del macrocosmos en el microcosmos social, donde la naturaleza es sujeto antes que objeto. Se excluyó a los andes como eje vertebrador de lo nacional. Se quebró la complementariedad productiva. Se extinguió el universo tecnológico. Se olvidó las maravillosas obras de ingeniería y el gran manejo del agua. Se trastornó la explotación agrícola y pecuaria. Los andenes fueron abandonados y la estructura urbana trastocada. Arte, leyes y cultura padecieron una profunda modificación. En una palabra, se acometió contra el pilar fundamental de la cultura, a saber, la   filosofía, religión, ciencia, tecnología   y lengua.  No obstante, Chacón afirma que la cultura andina fue recomponiendo su propia personalidad.

Por mi parte, quiero interrogar por lo que Occidente nos aportó. Y lo considero necesario hacerlo porque el propio genio andino no ha quedado inafecto tras cinco siglos de dominación. La cultura occidental es ante todo una cultura católica y latina. En sus mejores manifestaciones mantuvo el vínculo con la Antigüedad, fuente eterna de la cultura humana. La raza latina tiene la cultura en la sangre. Así, son propios la sutileza y la elegancia al espíritu francés, y la sensualidad y el humanismo al espíritu italiano. En ambos brilla el sol, en cambio la raza germánica es abstracta, criticista, bárbara, en ella predomina la penumbra, la revuelta bárbara (el protestantismo). Por su parte, la raza indígena adoptó el cristianismo no a lo alemán, o sea como pura espiritualidad, sino con toda su plástica y tradición. De ahí surgió lo que el Padre Manuel Marzal denomina un cristianismo sincrético, indígena.

En otras palabras, el genio indio no es refractario al injerto religioso del semitismo. Cristo en los Andes se abrió paso no sólo sobre los cadáveres que iba dejando la extirpación de idolatrías, sino que el alma india hallaba algo común con su religión ancestral. Y ese elemento común era que entre el Dios Ordenador andino y el Dios Creador cristiano primaba el cosmos, o sea el orden, la cuenta y razón, la armonía. El espíritu indio es semejante al espíritu eslavo, es místico, intuitivo y autoritario. Y por eso recibió el cristianismo como lo recibieron los eslavos, con espíritu apocalíptico y escatológico. Y es por eso que el alma del hombre andino es refractaria al ateísmo, naturalismo, positivismo, cientificismo y relativismo, justamente de aquello que  ha destruido el alma del hombre de la civilización occidental. La tradición sagrada de la cultura andina busca salvarse del ateísmo occidental y evitar la caída de su cultura reafirmándose en un sincretismo religioso. Pero dicho sincretismo no es invulnerable. En una palabra, vemos cómo el genio andino se va diluyendo en la negación occidental de la semejanza del hombre con Dios y de Dios con el hombre.

En el despliegue de sus circunvoluciones teóricas Chacón aborda el tema capital de la Filosofía Andina. Es conocido que los conquistadores pusieron en duda la capacidad racional del indio perulero y fueron muy pocos cronistas y pensadores coloniales que noticiaron y defendieron su capacidad racional y filosófica (Betanzos, Cieza, Polo de Ondegardo, Garcilaso, Murúa, Guamán Poma, Acosta, Anello Oliva, Bernabé Cobo). Ante esto Chacón estima que una civilización que alcanzó tal nivel de desarrollo material y espiritual no pudo carecer de filosofía. Pero puntualiza que la filosofía andina no fue mera cosmovisión. Y en este aserto se enfrenta a una compacta tradición académica eurocéntrica viva hasta hoy (Salazar Bondy, Rivara de Tuesta, Sobrevilla, Zenón Depaz).

Para su refutación se adhiere a la información de la riqueza idiomática andina que proporciona Alfredo Torero, donde sostiene que en vocablos quechuas y aymaras existen términos de clara connotación filosófica. También comparte el principio de relacionalidad destacado por Estermann como rasgo fundamental de la racionalidad andina. Igualmente suscribe la interpretación de Carlos Milla donde la racionalidad andina se desarrolla en diálogo con el cosmos. Y se adscribe a mi teoría del Mito como Logos filosófico, valorando la categoría nueva de la filosofía mitocrática.

En este sentido expresa: “Flores elabora un conjunto de proposiciones que echa por tierra las limitaciones de la cosmovisión para interpretar el alto pensamiento andino y se adentra en el territorio de la filosofía como sustento de su civilización. Flores instala de pie lo que estaba de cabeza al determinar que el pensamiento mítico sustenta la filosofía andina y explicar su naturaleza divergente de la racional y analítica filosofía occidental.”  

Premunido de todos estos recursos teóricos Chacón rechaza tajantemente que el mundo andino no haya tenido filosofía y que se haya limitado a la presencia de cosmovisión, pensamiento, filosofía heterogénea. A continuación señala que los temas de la filosofía andina son: el ser humano y la naturaleza presididos por el concepto de comunidad; ser, naturaleza y divinidad como triada eterna y energética de infinitas formas; una concepción del universo que no es panteísta, politeísta ni heliólatra, sino que distribuye el espacio en mundos complementarios; una concepción de divinidad que se caracteriza por la ausencia de una deidad creadora y superior expresión material de una naturaleza autocreadora –en esto sigue los cuestionables planteamientos ateos, naturalistas y panteístas de Federico García-; una ética y moral basada en el trabajo festivo, basado en el principio de reciprocidad, contradicción, complementariedad y cosmovisión dual.

Al respecto sólo quiero dejar anotado la interrogante siguiente. ¿Si el panteísmo culmina en indiferenciación personal, el pasivismo y el quietismo, acaso sobre su base es posible erigir una sociedad andina creadora? ¿Acaso no ha demostrado el alma gótica católica, dinámica y lanzada hacia Dios, que una religión teísta es base más firme para elaborar una sociedad sin calco ni copia? Dejo apuntadas estas preguntas con mi convicción que el panteísmo no sólo no ayuda a edificar una sociedad activa, sino que tampoco correspondió a la religiosidad precolombina.

Con estas bases teóricas Chacón procede a exponer la parte medular de su obra: la propuesta política, cuya mirada poliédrica complementa lo teórico con lo práctico. Si quisiéramos apretar en un puño lo esencial de esta parte se diría que es categórico al subrayar que todas las contradicciones que ahítan la vida nacional y la posibilidad de un proyecto patrio andino dependen no de una simple sustitución de la casta criolla, ni de la mera industrialización, ni de un mendaz cambio de capital en los andes, forjar un Estado Trinacional con Ecuador y Bolivia, etc. Mientras la Indoamérica aprista es criolla y estatal; la unidad Trinacional de Chacón es nativa y andina. Pero todas estas medidas serán importantes pero insuficientes ante lo primordial: elaborar una filosofía nacional. La importancia que otorga al factor subjetivo e ideológico, como Gramsci, es decisiva para que todo el esfuerzo político no sea estéril. Es necesario imaginar otro destino, y para ello son necesarias las Ideas Fuerza, y eso sólo se logra con una filosofía propia. Con Chacón cobra especial importancia el sentido praxiológico de la filosofía.

En una clara alusión al aspecto más débil de la filosofía del salazarianismo conjetura que no se puede seguir hablando de luchar contra la dominación cuando subestimamos la propia energía creadora de la cultura andina. La Nación Andina para seguir adelante necesita de un nuevo espíritu, el mismo que será fruto de una filosofía andina.

Chacón señala que la filosofía mitocrática, con su nítida distinción entre el logos del mito y el logos de la ratio, es el vehículo para estructurar un nuevo espíritu andino. Sólo así se puede afrontar las tareas pendientes y librarnos de la órbita de Occidente. El objetivo es afrontar el reto de construir una nueva hegemonía ideológica, con la cual Indoamérica pueda renacer. El modelo de desarrollo será transitoriamente capitalista, nacionalista y regulado, fortaleciendo un esquema internacional multipolar.

Pero Chacón insiste en la construcción de una hegemonía política e ideológica, como única alternativa eficaz que haga posible transformar los fundamentos religiosos nacionales. Considera que sin una filosofía distinta es irrealizable imponer una nueva hegemonía cultural. Y en el nuevo horizonte filosófico destaca la revalorización del Mito, como sustento integrador e inquebrantable de la vida comunitaria. Siendo yo el creador de la filosofía mitocrática me encuentro en la situación embarazosa de tener que mencionarla. Pero Chacón no se amedrenta para afirmar que la sociedad andina moderna puede afirmarse en una filosofía del mito, de lo simbólico, analógico y metafórico. En una forma de razón no instrumental que haga renacer la sociedad multicultural andina. No obstante, reconoce que hay problemas pendientes al interior de la filosofía mitocrática. Cuál será el sentido que tendrá que tener la modernidad dentro de ella, cómo se organizará la sociedad, la cultura, el arte, las fuerzas armadas, la ciencia, la industria y la tecnología. Por mi parte no tengo las respuestas, pero Chacón con optimismo recuerda que el camino de la razón de Occidente culminó en la destrucción de la naturaleza y el camino del mito de los antiguos peruanos culminó en la armonía con su medio. Las mismas convicciones optimistas de Chacón sobre la Nación Andina para superar el Perú invertebrado, nos conduce a reflexiones que tienen que ver con el Genio Andino. Cuando el general Velasco Alvarado -un criollo- dio punto final a la marginación del indio, el paciente genio andino demostró con especial agudeza la tragedia de la creación y la crisis de la cultura. Comenzó su adaptación de modo vertiginoso, sobre todo en el ámbito urbano. Transcurrido medio siglo el alma andina no demostró una oposición a la creación de los valores de la cultura burguesa. El emporio comercial de Gamarra es un ejemplo en la urbe, y la diversificada red exportadora tejida en los andes es el ejemplo en el campo. Esto fue lo que llenó de entusiasmo a Hernando de Soto y lo llevó a proclamar que el andino era partidario del capitalismo popular. ¿Esto significa que en el genio andino no hay sed de otra creación que fundamente una nueva vida y un mundo nuevo? Sabemos que el alma andina no es exactamente igual al alma criolla latina y no acepta con facilidad la separación del objeto y del sujeto. Pero también sabemos que en el terreno de la cultura diferenciada el Perú aparece en segundo plano. Sus impulsiones creadoras se someten a lo vital, esencial, ya sea de índole religiosa, moral o social. El culto de la belleza por la belleza, la verdad por la verdad, o sea el culto de los valores puros de ninguna manera parece pertenecer al genio andino actual. Es más que probable que sí lo haya sido entre las élites del Perú precolombino, pero eso es un pasado perdido. Esto me lleva a establecer una diferencia sustancial entre el genio andino precolombino y el genio andino actual, o sea después de cinco siglos de vejaciones y degradación. Si el genio andino precolombino pretendía la salvación del mundo -de ahí sus monumentales y ciclópeas obras públicas-, en cambio el genio andino actual pretende la adaptación y sobrevivencia en el mundo -de ahí el primer lugar de emprendorismo en el planeta-. Pero aquí hay algo más profundo que tiene que ver con el rasgo de la raza. Lo que hay de grande y verdaderamente original en la cultura peruana está ligado a la capacidad para crear constantemente valores culturales, como lo crearon el alma latina o germánica. Por ello, Mariátegui, Arguedas y Vargas Llosa expresan la tragedia y la crisis de la cultura andina en grado extremo. La raza andina es una vieja raza, pero que a diferencia de la germánica y latina no pierde su mesianismo palingenésico. El genio andino está en proceso de restauración y mientras más se fortalezca irá creando valores contrarios a la cultura burguesa. El genio andino es cualquier cosa menos la raza de las posiciones extremas. Gusta del justo medio, está acostumbrado a avanzar lento pero sin pausa y progresivamente hacia su objetivo. Del sitial de alta cultura que ocupaba fue sumida en los bajos fondos de la barbarie. Pero la vemos lentamente resurgir de entre los escombros porque guarda en su entraña el impulso que la lleva hacia el pináculo del porvenir. El genio andino no volverá la vista hacia sus riquezas pretéritas, porque incluso su resurrección será recuperar lo más esencial de su impulso creador, a saber, la salvación y creación del nuevo mundo.

Otro tema insoslayable y atañe a la relación de lo andino con el nacionalismo o el universalismo. El Perú andino se mantiene en una posición intermedia entre Oriente y Occidente. Sería lamentable verlo labrar su futuro dentro de los cauces de un nacionalismo estrecho. El nacionalismo es el producto mórbido de la Reforma y el humanismo, que convirtió la vida religiosa y nacional en unidades estancas y las naciones en mónadas con el nuevo ídolo del estado nacional. El nacionalismo no es fruto del cristianismo, de su entraña se destiló la idea de universalidad. El nacionalismo es resultado del triunfo del nominalismo moderno sobre el realismo medieval. Las guerras mundiales encarnan su expresión más legítima y exponen la ruina de la humanidad. La nación no se propone reemplazar a Dios, pero el nacionalismo sí. Y así convierte la nación en nuevo ídolo de un particularismo pagano. El sistema económico mundial capitalista engendró el internacionalismo abyecto que carece de espíritu y hunde la civilización en el materialismo más mendaz. Su contrapartida socialista generó el internacionalismo proletario no menos desgarrado de una cultura espiritual universal. Conviene entonces advertir que la nación andina debe evitar las horcas caudinas de los particularismos paganos, tanto del nacionalismo como del internacionalismo. Y contribuir al universalismo que fortalezca la voluntad de unificación religiosa y una cultura espiritual más universal. 

Por último, si la democracia es escéptica ante la verdad, nace de un siglo sin fe y es nivelador anulando toda superioridad espiritual. Y si el socialismo es una atea fe terrenal, tiene pretensiones religiosas inmanentes, es mesiánico, es el nuevo Israel, transfiere en desmedro del individuo los atributos divinos al Estado, opone la soberanía del proletariado a la soberanía del pueblo, aristocráticamente conculca dictatorialmente el poder hacia una minoría dirigente, termina al final como Gran Inquisidor renegando del pueblo y de la expresión de su voluntad. Por ello, la democracia es todavía humanitarista, en cambio el socialismo está más allá del humanismo, es terrorífico. El socialismo es una teocracia secular, un retorno a la Edad Media, pero donde el poder está en manos de una satanocracia despótica absoluta. Entonces, a la nación andina le queda reconocer que su camino es ir más allá del capitalismo y del colectivismo, de la democracia y del socialismo, de la indiferencia religiosa y del inmanentismo religioso. Deberá romper con el ateísmo que el socialismo heredó de la sociedad burguesa. Deberá apartarse del economicismo de la civilización industrial, de la adoración de Mamón. Deberá denunciar la apostasía del testamento de Cristo tanto por parte del capitalismo como del comunismo. Deberá restablecer la armonía jerárquica, cósmica y normal de la vida. La Nación Andina será profundamente de un nuevo cuño teocrático, nacerá de un siglo con fe, cree en la verdad, en la superioridad del espíritu y amor a la libertad no es formalista sino creadora. Y a esto conduce la propia historia moderna, donde la autonomía ha desembocado en la anomia, donde es devorada la propia libertad. Se vislumbra una nueva teocracia basada en una nueva teonomía. Nueva porque perseguirá en Reino de Dios no sólo de manera mística sino de modo concreta t empírica. Así, mientras democracia y socialismo son ideología, en cambio la nueva teocracia será algo orgánico a la sustancia jerárquica de la nación andina, la cual es profundamente religiosa. No existe nada más antidemocrático que la democracia de la aritmética.  Eso ya no es orgánico a la voluntad del pueblo. La democracia es en el fondo la dictadura de los partidos políticos. La democracia vive del pueblo, pero no para el pueblo. La voluntad del pueblo peruano es la voluntad de un pueblo milenario y no la voluntad de una democracia que desprecia los valores atávicos. En la utopía del Perú teocrático entra la leyenda, la tradición, la eternidad. La democracia es presentista e ignora todo esto. Y por ello no ama verdaderamente la libertad. Alberto Flores Galindo pretendía democratizar el socialismo, pensaba para el Perú un socialismo como el de Cuba combinado con un indigenismo como vía propia y distinta a la modernización y a la democracia occidental. No sólo ni siquiera se plantea expurgar al socialismo y a la democracia de sus taras, sino que no atisba una solución fuera del socialismo y de la democracia. Ante la crisis de todas las ideologías lo de Flores Galindo se asemeja a un intento desesperado de restauración. Pero en el fondo no entiende el fondo religioso de la utopía andina. La utopía teocrática andina no es la búsqueda de un nuevo Inca, pero sí es la prosecución de la verdad de Dios en el mundo. Justamente por ello la utopía teocrática andina no es restauración, porque lo que fracasó del cristianismo no es el cristianismo evangélico sino el cristianismo estatal. La nación andina es el mejor cáliz para el retorno del cristianismo. El hombre andino con su humildad, creatividad y fe, tiene las virtudes para vencer a la civilización atea e hipócrita que sufre una crisis mortal de falta de sentido de la vida. Tiene las energías espirituales para superar la depravación de la esencia satanocrática del socialismo y de la democracia. En una palabra, en la humanidad actual se ha extinguido la fe en salvaciones políticas y sociales y resurge la fe en la salvación espiritual. El verdadero cambio en el mundo vendrá no desde lo exterior sino desde lo interior y espiritual, personal y suprapersonal.

Finalmente, este es el lugar para expresar mis coincidencias y no mis diferencias con el autor. Su libro rescata lo más esencial de la condición humana, a saber, su Libertad Creadora. El desafío de lo andino no es Copiar sino Crear.

Lima, 15 de Mayo del 2017 

UFOLOGÍA COMO DEMONOLOGÍA (Comentario)

 

ENRIQUE (Kiko) ÁLVAREZ VITA-Físico teórico

 

UFOLOGÍA COMO DEMONOLOGÍA

(tomado de www.gusfilosofar.blogspot.com. Comentario 13.05.24)

 





Gustavo Flores Quelopana es uno de los filósofos contemporáneos más representativos del Perú. Su vasta producción en diversas áreas del conocimiento, lo convierten en un ícono del pensamiento latinoamericano. En este interesante libro, CONTRA NOSOTROS. UFOLOGÏA COMO DEMONOLOGÏA, aborda el controvertido tema de la ufología, desde una perspectiva filosófica, teológica, científica, sociológica y mitológica.

Desde el fundamento teológico, a mi modo de ver la piedra angular de su pensamiento, los fenómenos ufológicos tienen su origen en una manifestación demoníaca y no en supuestos seres extraterrestres. Se basa en que, según La Biblia, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, con uso de razón y libre albedrío, el único ser en toda la creación que tiene un espíritu y una relación directa con su creador, además de los ángeles.

Refuerza este análisis escéptico el hecho de que hasta ahora no se haya demostrado científicamente que el fenómeno ovni tenga un origen extraterrestre. Por otro lado, la astrobiología, que es la ciencia que estudia la posibilidad de vida en el universo, tampoco ha demostrado que exista alguna forma de vida extraterrestre, no obstante, la inmensidad del universo con miles de millones de galaxias, que contiene miles de millones de estrellas, muchas de ellas con planetas orbitando alrededor de ellas. A ello llama la Falacia de la Vastedad.

Sin duda, algunos no estarán de acuerdo con el autor, cada quien sacará sus conclusiones, pero sin duda Flores Quelopana nos ha lanzado un nuevo desafío al que nos tiene ya acostumbrados, con un tema nada trivial, muy actual, que sorprenderá a muchos y marcará un hito en la historia de la ufología.

Un tema interesante, de repercusiones geopolíticas, en el que ya la NASA y el Pentágono intervienen, que despertará interés y mucho debate.

¿UN ETHOS EN CULTURAS PRE-CUAUHTÉMICAS? (Comentario)

 

HILDA C. VARGAS CANCINO-Filósofa/Instituto de Investigación de la Universidad Autónoma de Toluca (IESU)-

 

¿UN ETHOS EN CULTURAS PRE-CUAUHTÉMICAS?

hacia un encuentro con la calidad de vida y los derechos humanos

[México, Revista Dignitas, mayo-agosto 2013]

 


 


Resumen: Se presenta un análisis de lo que puede ser un antecedente ético de los derechos humanos en culturas pre-cuauhtémicas y andinas. Se defiende la idea de que ambas culturas, así como tantas otras de los pueblos originarios, poseían mucha sabiduría y conocimiento va lioso y que, dentro de su contexto, construyeron una ética que les permitió convivir más armónicamente y sanas —en muchos de los sentidos— en comparación con la cultura occidental vigente. Se contraponen la postura eurocentrista del filósofo alemán Hans Georg Gadamer con las posturas más inclusivas del filósofo peruano Gustavo Flores y del teólogo y filósofo suizo Josef Estermann.

Palabras clave: derechos humanos, calidad de vida, sabidurías ancestrales, ética.

 

Presentación. - Parte de la esencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es el reconocimiento de la dignidad de la mujer y del hombre. Remontarse a la concepción de dignidad en los pueblos originarios encara retos gigantescos, porque difícilmente el investigador se des prende de su visión reduccionista que su historia occidental, distan ciada no sólo en tiempo sino de la multiplicidad de elementos que intervenía en esa época, le contamina y le ciega para poder abordar el fenómeno en la complejidad que le requiere.

Dentro del presente artículo, se revisa algunos antecedentes no eurocéntricos que buscan aportar posibles elementos para poder re presentar un antecedente de los derechos humanos, viendo a éstos como los principios éticos para una mejor calidad de vida. En la primera parte, se tratará algunas posturas teóricas actuales que se declaran a favor de reconocer en el pensamiento pre cuauhtémico una filosofía, cuya métrica difiere de la occidental. Se muestra sus respectivos argumentos, se incluye también visiones en contra de ese reconocimiento. La segunda parte del documento se enfoca en resaltar algunos antecedentes de una construcción en tor no al ethos en la cultura mexica, tolteca y andina.

 

Pensamiento ancestral no occidental: ¿sabiduría o filosofía?

León-Portilla, quien ha dedicado gran parte de su trabajo académico al estudio de las culturas prehispánicas, referidas en el presente documento como pre-cuauhtémicas [1], lanza el cuestionamiento: ¿qué posibilidad existe de aplicar el concepto de filosofía a un pensamiento surgido en tiempo y espacio diferentes al mundo occidental, como lo es el antiguo pensamiento náhuatl? Su respuesta abarca diversos aspectos: “Anteriormente, sobre todo los europeos, enmarcaban las creencias y ritos de otros pueblos con el concepto de idolatría; consideraban […] costumbres y preceptos, como situados fuera de la ética y del derecho” (León-Portilla, 2010: 28).

El autor también retoma a la antropología cultural como aquella que ha universalizado los conceptos de religión, derecho y filosofía, antes catalogados de idolatría o tan sólo muestras de un pensar y actuar primitivos. Asimismo, menciona que tanto Bernardino de Sahagún como Bartolomé de las Casas, frailes egresados de las universidades de la Soborna y Salamanca, “llegaron a admirar la organización social y política de los pueblos de idioma náhuatl, su sistema educativo, sus normas morales y tomaron en cuenta el contenido de sus libros o códices” (León-Portilla, 2010: 29).

En especial, De Sahagún refiere que los pueblos de habla náhuatl rebasaban a muchos otros, entre ellos a algunos europeos, en el aspecto de sus creaciones culturales y en relación con sus manifestaciones de tipo intelectual. Afirmó que se podía identificar un pensamiento filosófico y comenta también que el fraile llegó a reunir una compilación considerable en el idioma original sobre el pensamiento de los nahuas acerca de las “cosas naturales, humanas y divinas”.

Pese al gran número de evidencias destruidas de la cultura pre cuauhtémica, y de muchas otras de los pueblos originarios, aún se puede contar con varios documentos de soporte; sin embargo, la destrucción fue avasalladora. Panikkar expone que, en gran medida, los desastres en la conquista de América se vincularon con la magna destrucción de los símbolos, parte esencial de la realidad de esos pueblos, más que del genocidio directo del cual también fueron víctimas: “el modelo de pensamiento científico es solamente un paradigma muy particular, y este modelo, excelente en su propio ámbito, causa la destrucción del universo simbólico de las otras culturas cuando se extrapola” (Panikkar, 2006: 99).

Al respecto, dice Gadamer que queda entendido que las dudas o cuestionamientos de la razón se plantean y replantean una y otra vez ¿Un ethos en culturas pre-cuauhtémicas? Hacia un encuentro con la calidad de vida ... A fondo cuando tratan sobre el bien: “Los griegos ya lo sabían: lo bueno es un algo multicolor” (Gadamer, 2007: 211).

Desde la propuesta de este documento se considera que los griegos no eran los únicos que se cuestionaban estos planteamientos recurrentes, se aprecia también esto en el pensamiento prehispánico; un ejemplo se puede observar, por una parte, en la cultura inca:

los profundos razonadores quechuas tuvieron como uno de los modos privilegiados de expresión filosófica el diálogo. Esta forma de pensar discutiendo, conversando, preguntando y respondiendo entre personas unidas por el mismo interés de investigación, fue común no sólo entre ellos sino también para buena parte del pensamiento antiguo hasta Aristóteles […] El diálogo fue un género privilegiado por entonces de la reflexión filosófica […] Platón tenía desconfianza hacia los discursos escritos, por cuanto no hay respuestas ni interrogaciones por parte de interlocutor alguno (Flores, 2006ª: 14).

Lo mismo es posible observarse en Sócrates, de quien se afirma que jamás escribió algo, se valía del diálogo para provocar la reflexión en su interlocutor, una pregunta seguía a la otra. Para Gadamer, es im posible llegar a un punto final en que todas las condiciones de verdad ya están dadas: “Y si lo fuese, ya no se sabría que preguntar” (2007: 228), de esta forma, comenta, se acabaría la filosofía.

Dentro de los nahuas también existen diversos ejemplos de ese proceso continuo de cuestionar, tlamatinime es el nombre con el cual eran conocidos los maestros nahuas, quienes se planteaban cuestionamientos iguales a los que otros filósofos se han hecho, tan to de otras épocas como de otras culturas. Portilla hace referencia a los testimonios confiables que avalan esas palabras, los cuales se pueden ubicar en tres tipos de fuentes: los códices y manuscritos [2], además de historias y crónicas donde se encuentran referencias del pensamiento de los nahuas (León-Portilla, 2010).

Gustavo Flores Quelopana (2006a), filósofo peruano, menciona que en el diálogo se encuentra implícita una eminente normatividad que es exigida en el principio de tolerancia filosófica, donde se reconoce una legitimidad entre iguales y, muy especialmente, una buena voluntad para entender las razones de los otros, equivalente a lo que Gadamer menciona: “El arte de comprender consiste seguramente y ante todo en el arte de escuchar. Sin embargo, a ello hay que añadir la posibilidad de que el otro pueda tener razón” (Gadamer, 2007: 227).

Lo anterior nos lleva a enfrentar un problema de ausencia de alteridad cuando el dogmatismo es el que se impone; dice el filósofo suizo Josef Estermann, profundo conocedor de la filosofía andina:

El problema filosófico del ‘otro’ y de la ‘otra’ también es el problema de la alteridad filosófica, es decir: de ‘otra filosofía’ […] mientras que se afirme que la filosofía es una criatura (exclusiva) de Occidente que sólo puede expandirse a otras culturas conservando la occidentabilidad inherente, el ‘otro filosófico’ (un pueblo que tiene una filosofía distinta) no tiene razón de ser (Estermann, 2008: 17-18).

De esta forma, la filosofía dominante no dará el paso a la alteridad si no se toma conciencia de tres aspectos importantes: su culturo-centrismo, su evidente racialidad o etnocentrismo e inclusive —menciona el filósofo suizo— de su androcentrismo o masculinidad, que la sesgan para sólo reconocer en los otros pueblos, en el mejor de los casos: su pensamiento, cosmovisión, mitología, religiosidad. Continúa el autor: “Todas estas etiquetas son alternativas equivalentes de expresiones culturales y no hay argumentos de que una sea superior o más avanza da que otra” (Estermann, 2008: 19).

Finalmente, comenta que el defender la filosofía andina no es por un aspecto de índole académico o un capricho de los andinofilósofos, sino por reivindicar esa manera completa e integral con que, de forma muy particular, los quechuas representan el mundo, es la defensa de una sabiduría milenaria, es un paso a la liberación de la filosofía occidental dogmática y androcéntrica.

En el mismo sentido, el filósofo peruano Víctor Mazzi Huaycucho menciona en relación con la racionalidad andina: “no era una filosofía tal como se conoce en Occidente, tuvo distinta significación [...] el pensador no colocaba al hombre andino por encima del entorno cosmogónico, lo situaba en igualdad de condiciones” (Mazzi, 2011: 23).

Por otro lado, Gadamer menciona:

Es sin duda cierto que la filosofía, bajo cuyo signo nos encontramos aquí, surgió total y completamente en Europa. Es verdad que están ahí los egipcios, cuya gran importancia para el pensamiento griego se nos parece con una claridad cada vez mayor, y lo mismo puede decirse de los babilonios, que estaban ligados como vecinos a los comienzos griegos (Gadamer, 2007: 2019). Al respecto, Nazanín Amirian habla de que grandes filósofos como Platón, Aristóteles y Nietzsche, han basado algunas de sus propuestas en la doctrina ética y moral de Zaratustra, profeta persa, del que se cree murió a mediados del siglo vi a. C. (Amirian, 1999: 9). Sin embargo, el pensamiento de Gadamer está en la defensa de la filosofía como nicho exclusivo de Europa: El concepto de filosofía no resulta todavía aplicable, como quien dice, a las importantes respuestas que las grandes culturas de Asia oriental y la India dieron a esas preguntas de la humanidad que la filosofía europea se plantea una y otra vez. En el fondo, resulta totalmente arbitrario darle a la conversación que un sabio chino mantiene con su alumno el nombre de filosofía o religión o poesía, y arbitrario también, si contemplamos la tradición épica india como un legado poético o como la aprehensión filosófica de la esencia de lo divino y la esencia del mundo, transmitida dentro del acervo religioso en forma poética (Gadamer, 2007: 220).

En este documento, parte de los cuestionamientos son precisamente con respecto al eurocentrismo: cuando se excluye el pensamiento externo a Europa, donde éste no puede ser filosofía, en virtud de que no se aprecia el mínimo sesgo de inclusividad, y por qué no, humildad, para pensar que las otras culturas puedan también trabajar en la búsqueda de la verdad, ser cuestionadoras, contar con argumentos, etc., se está hablando de sabidurías milenarias que han realizado di versas aportaciones que aún en la actualidad resultan sorprendentes, como lo es el avance en la astronomía o en la geometría a la que llegaron varias culturas ancestrales como la maya o la azteca, y sería muy arbitrario decir que no lograron conocimientos en esas áreas porque en ese tiempo no existían esas palabras.

absurda e insostenible resulta ser aquella objeción superficial que confunde la existencia de un determinado término que designa un conocimiento al modo occidental con la existencia de dicho conocimiento en otro orbe cultural no occidental, y que sostiene que por el hecho de que el término es de origen griego, no puede ser aplicado a una cultura que no tuvo su equivalente en su propia lengua. Si esto fuese así, como que no lo es, entonces hasta la ciencia de la geometría no tuvieron los incas debido a que dicho término es de origen griego. Esto resulta evidentemente desatinado. Tampoco se trata de inventar palabras en quechua que signifiquen su equivalente occidental, como algunos lo han intentado. De lo que se trata es de descubrir su sentido propio, su peculiar significado en una cultura distinta a la europea (Flores, 2006a: 24-25).

Reconoce Panikkar la existencia de diversas culturas en todo el mundo, cuya práctica de sus sabidurías facilitan a todo ser que la sigue alcanzar la plenitud y la felicidad, donde el mythos no está peleado con el logos, porque el primero es el órgano de la fe enfocada en Dios, o en la razón, el orden, etc., posteriormente el logos será necesario para ponderar y discernir cada símbolo: “Desde el comienzo de la especulación filosófica griega, tal vez porque ella nació como crítica de la visión mágico-mitológica, la filosofía, a pesar de su nombre, se ha concentrado más en la gnosis (intelecto) que en la filia (ágape o eros)” (Panikkar, 2006: 145).

Es común encontrar en las culturas prehispánicas o pre cuauhtémicas la presencia más equilibrada de amor, expresada tanto en su discurso como en su práctica. David Carrasco toma la idea de León Portilla en relación con la marcada frecuencia con que ‘flor y canto’ es repetido en los textos aztecas, el cual dice “sólo es eficaz en las almas que han aprendido a dialogar con su corazón” (Carrasco en Eliade, 1999: 23). Flor y canto representan la liberación del hombre, pro ducto de su “sabiduría basada en la inteligencia del sentido genuino del arte, la poesía y los símbolos” (Carrasco en Eliade, 1999: 67), independientemente de que fueron culturas de guerra, que posterior a las enseñanzas de Quetzalcóatl, invita al pueblo a mantener una cultura de paz.

Se coincide con las posturas que no sólo aceptan, sino que defienden el derecho del pensamiento prehispánico y, en general, del no occidental, como un pensamiento filosófico. Se tiene claro que éste puede ser diferente en diversos aspectos: la oralidad cobra relevancia y la vida comunitaria, el vínculo con la naturaleza y la creencia de una conexión más allá de los límites de la Tierra; pero coincidente también en muchos otros: como la búsqueda continua de la verdad, los cuestionamientos que buscan la felicidad y desde luego principios éticos o del bien que faciliten la convivencia entre los miembros de la humanidad. Y como menciona Gustavo Flores:

No se trata de negar la validez universal de las características de la filosofía occidental afirmando gratuitamente que existió una filoso fía inca o precolombina, sino demostrar que la filosofía puede darse también como un saber vinculado a la tradición religiosa central, que tiende a la integración del individuo con el cosmos o Dios, y encarna do en un sabio que no busca resaltar la originalidad individual, sino que se desvanece en su colectividad (Flores, 2010: 23).

Planeamiento que es semejante a la postura que Panikkar defiende, en donde se reconoce lo valioso de cada aportación en función de su propio contexto.

 

Antecedentes de un ethos en los mexicas y pueblo andino en torno a derechos humanos y calidad de vida

Si bien se localizan varias ideas que pueden representar un ante cedente de los derechos humanos en las culturas de Mesoamérica, también es cierto que no por ello coinciden con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Hay diversos aspectos de tipo cultural que pueden romper totalmente con sus ideas, como podría ser el tema de los sacrificios que estas culturas acostumbraban en sus rituales, en sus deportes e incluso en sus festividades, mismas que se encontraban contextualizadas en sus creencias.

Son frecuentes los sacrificios humanos en diversas ceremonias de los pueblos de Mesoamérica, incluyendo el de infantes, mujeres, hombres y animales no humanos; inclusive en el juego de pe lota, considerado sagrado por ellos, realizaban sacrificios donde se decapitaba al vencido o, en algunos casos, al vencedor. Fue hasta la presencia sacerdote-hombre de Quetzalcóatl que el panorama de los sacrificios cambia, él se declaró en contra de aquellos practicados con humanos, sustituyéndolos por codornices, saltamontes, entre otros (Carrasco en Eliade, 1999: 32, 51). Sin embargo, hasta antes de él, para la cosmovisión de esa cultura, los sacrificios humanos eran parte de los valores y acuerdos de la colectividad, sustentados en su religión.

Conforme se avanza de conciencia o de contexto —dentro de una misma cultura— se observa que los sacrificios con animales tampoco es posible considerarlos como actos morales; el trabajo reflexivo que se pueda hacer de ello dará la posibilidad de considerarlo ético o no, desde un contexto y una historicidad específica.

En el caso particular de las culturas de Mesoamérica, el valor de la vida dista mucho de la concepción occidental. La cosmovisión de estas culturas rebasa, por un lado, la idea de que la vida se acaba con la muerte del cuerpo; por otro lado, el profundo valor que representan los sacrificios no tiene nada que ver con la visión occidental que la etiqueta de actos de barbarie; para las culturas prehispánicas están asociados con diversas razones: de amor, de justicia, de súplica, de agradecimiento, etc., ofrecidos a sus deidades y a la misma naturaleza, por ejemplo, al maíz como planta sagrada.

Otfried Höff argumenta que los derechos humanos plantea dos como tales son desconocidos por otras culturas, debido a que las condiciones de Occidente los han gestado como producto de su cultura individualista y por padecer —como consecuencia de lo mismo— de esclavitud, de intolerancia religiosa, colonialismo e imperialismo, patologías, así etiquetadas por el autor, cuyos mecanismos terapéuticos serían precisamente los derechos humanos, así: “Bajo determinadas condiciones es incluso posible que el derecho se con vierta en algo injusto” (Höff, 2008: 210).

Dentro de la misma cultura prehispánica, hubo momentos en que los sabios o tlamatinime cuestionaban aun las más arraigadas creencias: sobre sus dioses, el comportamiento recto o desviado, así como el destino una vez que se dejaba esta vida. Estos maestros se separaban del dogma religioso y por lo tanto su comportamiento era diferente al que manifestaban los sacerdotes. Los cuestionamientos eran planteados en diversos escenarios como las escuelas superiores cálmecac, “así, por ejemplo, al hacer referencia a los destinos huma nos, se planteaban cuestiones relacionadas con temas como ‘lo que es bueno y recto’ (in cualli, in yectli) y también lo referente al albedrío y la libertad” (León-Portilla, 2010: 32). Otra forma de plantear cuestionamientos fue hacerlo al aire libre, en contextos festivos, donde se transformaban en canto, música y danza; dice León Portilla, un cuestionamiento recurrente en sus cantos, con sentido filosófico es la frase: ‘¿Hay algo verdadero en la tierra?’ (León-Portilla, 2010: 32).

Al respecto, Noé Esquivel resalta la importancia que tuvo en la vida de los indígenas el antecedente del espectáculo, la actuación y el sentimiento en la época prehispánica, posteriormente capitaliza do por los misioneros “para lograr su propósito: la transmisión de la doctrina cristiana y, consecuentemente, la conversión de los naturales a la nueva fe” (Esquivel, 2010: 274). Así, el teatro náhuatl sienta la base para el teatro misionero. El autor muestra diversas etapas manifestadas en las representaciones teatrales de la cultura indígena, de las cuales se retoma la cuarta, vinculada con la problemática familiar y social de la comunidad, sin embargo, es de la que menos testimonios existen: “No obstante esta limitación hay que resaltar y reconocer que cada una de estas etapas son una expresión del carácter vivencial, festivo y religioso de la representación teatral […] nos permite conectarnos con aspectos propios del pueblo náhuatl prehispánico” (Esquivel, 2010: 289). Tal vez, como ha mencionado Höff, los derechos humanos como mecanismos terapéuticos no eran necesarios en esta cultura porque los recursos que León Portilla y Esquivel mencionan, cubrían esta “terapéutica social” que como comunidad ejercían para el comportamiento correcto dentro de su sociedad. De esta forma, el teatro evangelizador novohispano pone en escena problemáticas nacidas de la comunidad y representadas por sus integrantes en plazas públicas y en atrios: “El público no era un simple espectador, sino que se involucraba vitalmente en dicha representación […] quien acepta la representación de algún personaje debe de modificar su conducta en la vida diaria” (Esquivel, 2010: 291). Más allá de lo correcto o in correcto, o del propósito con que se utilizó —para la imposición del cristianismo—, es importante resaltar el gran impacto de la herramienta para el cambio de comportamientos. Como menciona Esquivel, el propósito fue capitalizarla como una herramienta evangelizadora y de orientación para la conducta moral del pueblo, además de elevar su nivel de vida y facilitar momentos de diversión. A continuación, se presenta un fragmento de la poesía prehispánica que muestra varias facetas de la vida humana valorada por esa cultura, León Portilla lo toma del Códice florentino, se puede observar en sus versos el antecedente del derecho a disfrutar aspectos considerados en los derechos humanos:

Pero así andan diciendo los ancianos:

Para que no estemos llenos de tristeza,

El Señor Nuestro nos dio a los hombres

la risa, el sueño, los alimentos,

nuestra fuerza y nuestra robustez

y finalmente el acto sexual. (León-Portilla, 2010: 40)

Una característica propia del pensamiento de varias culturas no occidentales, incluyendo algunas prehispánicas, es el rebasar las fronteras de la convivencia y abrirlas hacia el universo, Panikkar resalta que el ser humano no es únicamente un ser social, también le reconoce como un ser cósmico, dice, más específicamente un ser cosmoteándrico, en tanto que también se es responsable de la armonía del universo, ya sea pasiva o activamente (Panikkar, 2006: 151). La filósofa india Vandana Shiva se suma a la misma percepción en su propuesta “la democracia de la Tierra”, en la cual menciona: “nos reconecta recíprocamente a través de la renovación y la regeneración perennes de la vida: desde nuestra vida diaria hasta el universo en su conjunto […] es el relato universal de nuestro tiempo en cada uno de los distintos lugares que ocupamos” (Shiva, 2006: 17). También en la cultura andina se puede observar esta concepción, englobada en la sabiduría de lo divino, la cual existe en función de la conexión con el cosmos, donde no es posible aceptar la separatividad del individuo en relación con el universo. Estermann le ha llamado principio de relacionalidad, como aspecto crucial de la cosmovisión andina, contraria a la filosofía occidental dominante, para ella: “La existencia separada y monádica es lo primero, la relación entre los entes particulares lo segundo. Para el ser humano andino, la situación es a la inversa: el universo es ante todo un sistema de seres interrelacionados, dependientes uno del otro” (Estermann, 2008: 205), en el mismo sentido, el autor menciona que se habla de que toda relación también representa una religión, nexo inseparable en el orden universal de esa visión, al igual que en las culturas prehispánicas de México y las ancestrales orientales, donde asimismo se hace evidente el principio de dualidad y reciprocidad como parte de la complementariedad, no como aspectos antagónicos; en la civilización azteca fue representada por la deidad de Ometéotl.

El principio de relacionalidad de la filosofía andina —comenta Estermann— es complementado por el de inclusividad, en el que se rechaza el paradigma exclusivista de Occidente, basado en el principio de la no-contradicción, en donde algo es solamente verdadero o solamente falso; el autor pone el ejemplo de que si alguien profe sa un credo cristiano, imposible que se acepte que también crea en los espíritus guardianes de los cerros, mientras que en lógica andina la relacionalidad incluye ‘verdades’ y ‘realidades’ aparentemente in compatibles, es un poco como cuando Gadamer habla del bien como un algo multicolor.

Si se ve a los derechos humanos como la medicina, los candados o las declaraciones para que los “malos” no abusen de los “buenos”, poco se encontrará de antecedentes en las culturas prehispánicas; sin embargo, desde el enfoque ético puede haber varios aspectos importantes a resaltar. Flores —con respecto a la cultura andina— afirma que eran hombres espirituales que perseguían lograr la santidad para todos, procurando hacer de ellos personas verdaderamente buenas, dentro del marco de la visión sacra que del universo tenían.

A juicio de Garcilaso, menciona Flores, la cultura demostró un enorme “desarrollo de la filosofía moral, puesto que la santidad no se reducía a las vírgenes del sol, a los sacerdotes ni a los lugares llama dos huacas, sino que incluso puede perderse mediante actos injustos (equivalente a pecados)” (Flores, 2006a: 54), los actos injustos no eran limitativos con los humanos, igualmente eran importantes las ofensas hacia la naturaleza con todo lo que en ella se incluye, de igual forma con el universo mismo. Dentro de los aspectos que se puede mencionar como una aproximación a los antecedentes de los derechos humanos, Flores señala al matrimonio, el cual era considerado obligatorio, el estupro era castigado en forma severa. En el estudio del pensamiento andino también se persigue la justicia y la moral, misma que es el reflejo del orden cósmico y divino (Flores, 2006b). En lo que respecta a derechos de tercera generación, se pueden observar formas de vida muy arraigadas en defensa del ambiente, Estermann habla con respecto a las comunidades indígenas andinas: en ellas, “la economía es a la vez ecología, uso racional y prudente de esta ‘casa’, o en otras palabras: ‘ecosofía’, es decir: la sabiduría milenaria de cuidar, conservar y habitar esta casa universal, este equilibrio cósmico que requiere de la actividad humana” no en una visión antropocéntrica, su postura fue biocéntrica basada en la vida en general y en su conservación, como lo refiere el autor (Estermann, 2008: 153).

Es importante también resaltar que parte del ethos en la vida de los ancestros, especialmente de los toltecas, se derivó de su entrega a la espiritualidad. Al respecto dice el antropólogo e investigador Frank Díaz, que la obligación espiritual era conocida como Teoyotika Tlalilistli, la cual representaba un eje central en la vida de los ciudadanos. Se practicaban sacramentos como el bautismo, la comunión y la confesión: “Todas las religiones de la Tierra han encontrado formas de vincular al individuo con la comunidad. Una de las más eficientes, consiste en sacar nuestra vida del ámbito natural del cual procede, e insertarla en un espacio sagrado que es reflejo de nuestros ideales y aspiraciones colectivas” (Díaz, 2005: 44). Tales actividades, pueden ser un soporte en todas las culturas para la creación de un ethos colectivo que les permita una vida más justa y equitativa, que refleje una calidad de vida inclusiva. Aun con respecto al terreno militar, Díaz habla de una ética “elevada”, como ejemplos menciona:

1° La guerra se avisaba al menos cuatro veces antes de llevarse a cabo. Se daba oportunidad al enemigo de que se preparara […] Una guerra en que se aprovechara del enemigo se consideraba indigna […] 2° Estaban prohibidos el saqueo y la matanza de soldados vencidos. Si un guerrero capturaba a otro y éste moría como resultado del maltrato, su captor también era muerto (Díaz, 2005: 121-122). Asimismo, se ha resaltado en la historia del México pre-cuauhté mico cualidades morales sobresalientes de tlatoanis (reyes) como Netzahualcóyotl, Cuitláhuac (aun en su breve periodo), Moctezuma Xocoyotzin y Cuauhtémoc. En especial, el investigador Ignacio Romero hace referencia a cualidades morales de alto nivel en el ante penúltimo tlatoani, Moctezuma ii, del que refiere:

La función principal el tlahtoani era ser juez o magistrado. Moctezuma como juez ejercieron sus funciones con entera rectitud y sabiduría. Fue implacable (aun con sus más allegados familiares, hermanos e hijos) en perseguir a los transgresores de las leyes y costumbres, por lo que se le atribuye un tanto la nota de crueldad en la aplicación del derecho. A este respecto siguió el criterio de su abuelo Nezahualcóyotl y de su tío Nezahualpilli de establecer el principio de la relatividad de las sanciones y de las penas con relación a la calidad del delincuente […] Persiguió con energía la prevaricación y el cohecho por parte de las autoridades (Romero, 1964: 22). Se aprecia así que en cada cultura puede haber una fuente que ante ceda a lo que en la actualidad conocemos como derechos humanos y que busca crear las condiciones para una calidad de vida acorde a las aspiraciones del contexto.

 

Reflexión final

Se coincide con el filósofo español Raimon Panikkar en el sentido de que no se puede hablar de culturas esencialmente buenas o perversas, porque al igual que en el principio de complementariedad de las culturas andinas, “el mal no se puede combatir directamente, porque no existe, por así decirlo, un mal químicamente puro, que se halle sólo en el otro” (2006: 136). De esta forma, ni en las culturas occidentales ni en las no-occidentales podría hallarse la verdad en materia de los derechos humanos, así como en diversos aspectos vinculados con la ciencia, la cultura o la religión; es un concepto en construcción y reconstrucción, jamás acabado, sujeto a diálogo, tanto en el interior de la colectividad como en el exterior, donde la universalidad es una pretensión occidental reduccionista, que deja fuera la riqueza de la diversidad cultural, filosófica, religiosa, histórica y geográfica de su portadores. Y dentro de cada particularidad puede imperar un estilo de vida diferente que conceptualice una calidad de vida que posiblemente difiera de otra cultura, región o religión, y no por eso deje de ser válida. Es por ello que la ética es la reflexión del acto moral, porque dicha reflexión debe darse según una historicidad, un contexto, una cultura; de lo contrario, no haría falta la ética.

Sin embargo, sigue siendo tema de discusión la universalidad a la que se ha hecho referencia, hay posturas a favor y hay posturas en contra, lo curioso es que hay posturas en contra de la universalidad de los derechos humanos en países europeos, y hay posturas a favor en Latinoamérica.

David Sobrevilla ha etiquetado la intención de universalizar como seudouniversalización y menciona:

 cuando sostengo que la ética ha sido hasta ahora una disciplina etnocéntrica y, más precisamente aún, eurocéntrica, lo que quiero decir es: 1) que ella ha nacido del intento de fundamentar las costumbres e instituciones europeas, y 2) que en este intento la ética precedente se ha constituido como una perspectiva que pretende ser universal pero que sólo tiene una seudouniversalidad (Sobrevilla, 2004: 64). También, la filósofa de origen uruguayo, María del Rosario Guerra ha afirmado que en pos de defender una verdad se ha justificado en numerosas ocasiones la guerra (Guerra, 2013). Así, es posible que al defender el eurocentrismo o cualquier tipo de etnocentrismo, se actúe directo con violación a los derechos humanos, con una postura de autoengaño que valide ese proceder, mucho más notorio en aspectos de defensa de creencias religiosas, en donde ninguna de ellas ha mostrado “la cordura” o el amor al prójimo como base de lo que pregonan, porque masacres en nombre de sus creencias han cometido tanto cristianos, budistas y musulmanes como judíos. Entonces surge la pregunta: ¿cuál universalidad?, porque derecho por antigüedad no procede, menos por sabiduría, porque cada quien en su momento ha demostrado carecer de ella.

Una forma de lograr más vínculos entre personas y sociedades es parte de lo que en otras publicaciones se ha abordado desde la no violencia, no sólo como una alternativa de paz, sino también como una filosofía de vida que abraza los derechos humanos y le apuesta a una calidad de vida más real, en muchos sentidos parecida a la de los pueblos originarios, donde el arte a través de cantos, danzas, pintura, cerámica, etc., es valorado y por lo tanto existe tiempo defendido para ello. Romero-Vargas enfatiza estos aspectos en el reinado de Moctezuma ii: En el Cuicacalli, casa de canto, y en el Mixcoacalli, casa de las nubes, diariamente Moctezuma hacía practicar al pueblo danzas y cantares, él mismo pedía que se trabajasen melodías, ritmos y bailes de todas las regiones del país, ejecutados con sus particulares trajes regionales. Igualmente tenía organizados teatros, y en los mercados momoxtlis donde se representaban funciones los días de fiesta para regocijo el pueblo (Romero-Vargas, 1991: 25).

En donde los momoxtlis eran las ofrendas hechas con flores o con frutas, principalmente, pero podía utilizarse también gemas y crista les, obsidianas, así como copal.

La idea de resaltar los anteriores aspectos es porque parte de la salud mental de una población es el hecho de dedicar tiempo a las ar tes, lo cual mejora su calidad de vida y en consecuencia la violación a los derechos humanos puede disminuir considerablemente, porque el arte es una forma de educar al espíritu. Entre más escindida esté una población de su espíritu más separada estará de la Naturaleza y de sus semejantes, y las guerras e injusticias se harán más notorias.

Es tiempo de volver a nuestros orígenes y preguntarnos en nuestro profundo interior: ¿qué es lo que realmente buscamos? Y si somos valientes, defender el sueño de una vida grata, conquistándolo en cada etapa.

 

Fuentes consultadas

Amirian, N. (compilador) (1999), Zaratustra. Gatha. El primer tratado de ética de la humanidad, Barcelona, Obelisco.

Carrasco, D. (1999), “Ciudades y símbolos. Las antiguas religiones centroamericanas”, en Eliade Mircea, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Barcelona, Herder, 2ª edición.

Díaz, F. (2005), Kinan. El poder del equilibrio. Antiguas prácticas toltecas, Tlaquepaque, Alba.

Esquivel, N. (2010), “Teatro franciscano del siglo xvi en el México Colonial”, en Arte en el siglo xvi, Noé Esquivel (coordinador), México, Editorial Torres Asociados.

Estermann, J. (2008), Si el Sur fuera Norte, Chakanas interculturales entre Andes y Occidente, Quito, Ediciones Abya-Yala.

Flores, G. (2011), Búsquedas actuales de la filosofía andina, Lima, Instituto de Investigaciones para la Paz, Cultura e Integración de América Latina.

Flores, G. (2006a), Los Amautas Filósofos, Lima, Fondo Editorial Iipcial, Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina.

Flores, G. (2006b), Las filosofías marginadas, Lima, Fondo Editorial iipac, Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina, 4ª edición.

Flores, G. (2010), Racionalidad filosófica del Perú antiguo, Lima, Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina.

Gadamer, H. (2007), El giro hermenéutico, Madrid, Ediciones Cátedra.

Gadamer, H. (1997), Mito y Razón, Barcelona, Paidós.

 Guerra, M. y R. Mendoza (2013), ¿Cómo vivir juntos? Ética, derechos humanos e interculturalidad, México, Torres.

Höff, O. (2008), Derecho intercultural, Barcelona, Gedisa. Jaspers, K. (2000), La filosofía, México, Fondo de Cultura Económica, 2ª edición.

León-Portilla, M. (2010), “El pensamiento náhuatl en un congreso internacional de filosofía”, en Identidad y diferencia, Jaime La bastida y Violeta Aréchiga, México, Asociación Filosófica de México, Siglo xxi.

Panikkar, R. (2006), Paz e Interculturalidad. Una reflexión filosófica. Barcelona, Editorial Herder.

Romero-Vargas, I. (1991), Moctezuma el Magnífico y la Invasión de Anáhuac, Tlaxcalalcingo, Asociación Anahuacayotl de Tlax calalcingo.

Shiva, V. (2006), Manifiesto para una democracia de la Tierra. Justicia, sostenibilidad y paz, Barcelona, Paidós.

Sobrevilla, D. (2004), “Ética etnocéntrica y ética universal”, en L. Olivé (2004), Ética y diversidad cultural, México, Fondo de Cultura Económica

 

Notas

1 Una vez en una entrevista con un guardián de la tradición toltecáyotl, Alejandro Durán, hizo referencia a lo incorrecto del término etapa “prehispánica” y lo sustitu yó por “pre-cuauhtémica”, al ser Cuauhtémoc el último tlatoani (rey) azteca.

2 Cfr., Códices Borgia, Vaticano B, Fejérváry-Mayer Cospi, localizados en bibliotecas europeas. Romances de los señores de Nueva España (en la Biblioteca Nacional de México), Los huehuehtlahtolli 1, Testimonios de la antigua palabra (Biblioteca de la Uni versidad de Texas, Austin).