CHAMANISMO “PACHACUTISTA” Y EL ABSOLUTO DINÁMICO EN EL
PERÚ ANTIGUO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Las huacas del Sol y de la Luna
son grandes pirámides consagradas a ceremonias chamánicas. El chamán moche
inicia su viaje extático ayudado por bebidas alucinógenas para venerar al Sol y
a la Luna. Los altos terraplenes de las monumentales pirámides sirven para que
el chamán moche logre una experiencia extática espontánea observando en una
visión a los planetas y otros astros. También el espíritu de los poderosos
chamanes muertos acuden para exteriorizar la vocación chamánica del chamán vivo
y relacionarlo con los espíritus que lo llevan al Cielo.
Dichas huacas y sus alto relieves no se explican por fines astronómicos sino por fines
mánticos y de comercio con los seres celestes, semidioses y el espíritu de los
muertos. Lograr ver con ojos místicos el destino del pueblo moche era sólo uno
de los elementos simbólicos centrales que hablaban de su triunfo sobre la
condición de la vida profana. Dichos asentamientos fueron abandonados porque el
mensaje del destino sagrado de los moches estaba cumplido. Esta interpretación
chamánica es también aplicable a los geoglifos de Nazca.
Se trata de una época de auge
del chamanismo en América del Sur. Época en que los chamanes obtenían el
derecho divino directamente de los espíritus celestes. Dichos poderes mágicos
fueron la base del apoyo de la comunidad para la edificación de pirámides
monumentales. El chamán no era el sacerdote, ni el chamanismo era la religión.
El chamán es el especialista en la relación con los espíritus, el dominio del
fuego, el vuelo mágico, el descenso al infierno y el ascenso al Cielo. Su gran
influencia se debe a que alcanza una perspectiva transtemporal, es el
receptáculo del mensaje de los dioses y es un especialista en la manipulación
de lo sagrado. El elemento esencial de sus sueños y sus éxtasis es el diálogo
final con el Ser celestial.
Las representaciones del muro
complejo de la huaca de la Luna son visiones de sueños y revelaciones chamánicas,
que hablan del éxodo del espíritu sagrado de los moches desde una dimensión
temporal hacia otra dimensión transtemporal. Es la revelación extática de un
ascendente viaje cósmico por el vuelo mágico del chamán, con ayuda de espíritus
principales y espíritus auxiliares, hacia la morada del Ser divino celeste.
Las figuras animales y de
plantas del muro complejo de la huaca de la Luna son espíritus auxiliares y
espíritus protectores que preparan al chamán moche para el viaje extático a los
cielos o a los infiernos. Las figuras de las olas del mar es la invocanción por
el chamán del ser divino o semidivino del gran Señor del Mar. Las estrellas y
planetas tienen también el mismo rango. El chamán dispone de todo un panteón de
seres divinos o semidivinos, espíritus auxiliares, espíritus custodios,
espíritus de plantas, de animales y de astros para obtener una visión poderosa.
Una metafísica de la visión preside el éxtasis chamánico, que no es otra cosa que una muerte ritual o rebasamiento de la condición humana profana.
El éxtasis místico del chamán
moche corresponde a la forma extática ancestral. La mística superior excluye la
posesión del espíritu de plantas, animales, astros, semidioses, espíritus de
los muertos o seres del inframundo, para consistir en la comunicación directa
con el Creador o Dios Supremo. En el mundo moderno conviven ambas formas de
mística y señalan el mismo rebasamiento de la condición humana profana.
La presencia de pájaros y la
serpiente en el Muro complejo de la huaca de la Luna representa el don de
profetizar. La serpiente y las aves son animales mágicos, receptáculo del alma
de los muertos o de la epifanía de los dioses. El chamán al hablar el lenguaje
de los animales en palabras incomprensibles restaura la situación paradisíaca en
el albor de los tiempos antes de la catástrofe primordial, cuando el hombre
podía hablar con los animales, volar, no morir, y transformarse en animal.
Hablar el lenguaje secreto de los animales es lo que le permite transitar
libremente en las tres zonas cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno y obtener
profecía.
Lugar muy importante en toda
huaca es el lugar donde el chamán debe entrar en trance extático o debe dormir.
Es en sueños la vía regia por donde llega la vida sagrada por excelencia y es
donde se establecen relaciones directas con los dioses, los espíritus y las
almas de los antepasados. En el sueño queda abolido el tiempo histórico y
restablecido el tiempo mítico, lo que permite al chamán presenciar el comienzo
del mundo, a la cosmogonía y a la teogonía primordial.
Las figuras de las líneas de
Nazca representan los dioses, espíritus auxiliares y seres mágicos que ayudan
al chamán en su viaje al Cielo para alcanzar la cima del mundo cósmico. Todas
las figuras de la pampa de Nazca son un puente entre el Cielo y la Tierra para
efectuar el rito de abolición del tiempo profano y restauración del tiempo
mítico y de la época paradisíaca antaño accesible a todos los humanos.
El tema fundamental del
chamanismo andino y amazónico es el mismo al del chamanismo universal
ancestral, a saber, la ascensión celeste y la resurrección simbólica del
hombre.
El enorme tamaño de los
geoglifos de Nazca pueden estar relacionados con el poder de volar que
adquieren los chamanes poderosos. El vuelo chamánico está asociado con el rito
mágico de ascensión al Cielo y comunicación con los dioses. Además se atribuye
visión a los espíritus del Cielo, ellos también debían ver dichas figuras desde
lo alto. De ahí el enorme tamaño de los geoglifos. Sin una visión mística,
iniciática y sacra es imposible comprender el mundo ancestral precolombino.
También hay que incluir el
beneficio curativo del contacto con los dioses. Seres sobrenaturales descienden
en la ceremonia chamánica, seguido de un dios que lleva al chamán hasta el
cielo. Tras largas danzas y cantos se cae en trance, se visitan regiones del
más allá, ven el alma de los muertos, a distintos espíritus, a semidioses o al
ser del cielo, con el fin de recuperar la situación primordial y abolir la
decadencia actual del universo.
Los geoglifos de Nazca y las
huacas del Sol y la Luna, como todas las demás huacas-pirámides, no son
observatorios astronómicos sino centros ceremoniales chamánicos donde se
ejercita la técnica de integración mágica con el mundo de los espíritus y en
donde se opera la transustancialización del chamán en un ser sobrehumano capaz
de volar y ser la encarnación de un ser mítico (antepasado, animal, dios).
Al parecer entre los siglos I y
siglo VIII de nuestra era en el antiguo Perú se vivió un gran apogeo del chamanismo,
podemos decir que fue su edad dorada, y a esa época pertenecen la cultura Nazca
y la cultura Moche, las más chamánicas que por estos lares se han conocido. Fue
el tiempo de la edificación de imponentes conjuntos piramidales, se esculpió el
hombre volador en la puerta de Tiahuanaco y del trazado de las líneas de Nazca.
No se puede descartar un
contacto religioso entre ambas culturas y, al contrario, hay que suponerlo. Si
es así entonces el clima chamánico-místico era panandino y en la cual también estaban
insertas las culturas Recuay, Cajamarca, Lima, Vicus y la enigmática
Tiahuanaco. Todo lo cual no sería sino la culminación de un potente proceso
religioso que se retrotrae hasta tres milenios a.n.e. con las pirámides y el
altar del fuego de Caral y al templo de la cultura Chavín.
El chamán moche, nazquense o
tiahuanaquense es sólo un conducto místico por el cual se restablece la
solidaridad cósmica entre el Cielo y la Tierra. En los tiempos míticos
primordiales cada miembro del clan o la tribu podía convertirse en un modelo
ejemplar, pero perdida aquella edad semejante relación íntima está reservada
exclusivamente a los chamanes. En el fondo se trata de la recuperación de la
condición humana cuando hombres y dioses vivían en solidaridad.
En el Muro complejo Moche de la
huaca de la Luna se observa una figura humana central encerrado en una línea
oval u ovoide. La alusión es tremendamente significativa porque simboliza que
el fin de la experiencia mística del chamán es trascender el tiempo y el espacio
para metamorfosearse en el éxtasis ascensional en un aninal-antepasado como
espíritu auxiliar, trascender la condición profana y recuperar la existencia
paradisíaca del tiempo mítico. Todo el simbolismo es una hierofanía, una
cosmografía aérea de contacto con el mundo espiritual.
La forma oval de dicha figura
central simboliza al huevo, el cual significa la idea de morir para nacer,
muerte en el mundo profano y resurrección en el mundo sagrado. Cada una de los
demás dibujos representan objetos mágicos que poseen un simbolismo particular y
desempeñan su cometido en la preparación del viaje extático del chamán. El Muro
mismo representa un microcosmos, límite mágico que separa la Tierra del
infierno y del Cielo. Todo resume el itinerario y la aventura del chamán.
Sin embargo, dicho viaje tuvo
su repercusión en este mundo profano porque las evidencias arqueológicas
arrojan el resultado que dichas ciudades fueron abandonadas más o menos al
mismo tiempo a lo largo de todo el territorio del Perú antiguo. Esto es casi
como afirmar que se esperaba un gran acontecimiento cósmico que revelara el
mensaje de los dioses. El tiempo se cumplió, todas estas culturas colapsaron
repentinamente. Pero no se trató de un colapso sino del cumplimiento del tiempo
profano y la realización de las profecías chamánicas, a saber, la unión del
Cielo y la Tierra y el inicio de una nueva era. Un gran Pachacútec o cambio del
mundo tuvo lugar, la horoscopía, la mántica, la magia y el oráculo así lo decían.
No fue un Apocalipsis o destrucción del mundo sino
un Pachacútec o reforma del mundo.
Todo indica que en el Perú
precolombino las culturas regionales tempranas heredaron el Periodo arcaico
Tardío (8 mil al 3 mil a.n.e) y del Periodo Formativo (1,800 a.C. al 200 d.C.)
la representación del mundo en tres zonas cósmicas separadas entre sí por
límites fronterizos que sólo los podía atravesar el chamán, a saber, el
Infierno, la Tierra y el Cielo. Todo este largo tiempo es de especialización en
la ascención extática del chamán. Huacas y chamanes eran los instrumentos para
establecer contacto con el mundo de los espíritus (dioses, espíritus, demonios,
antepasados, muertos, animales míticos).
Durante el Incario no se
edificaron pirámides pero sí muchos templos con varias categorías de ministros
religiosos, que llevan a la convicción que los chamanes no desaparecieron. Así
el jesuita chachapoyano Blas Valera en su crónica "Las costumbres antiguas
del Perú" enumera a los siguientes: el gran Vilahoma, religioso juez
supremo, era hombre sabio o amauta que vivía en abstinencia, pobreza y soledad;
los Adivinos o huatuc, agoreros célibes que entraban en trance con furor
diabólico para dejar oir al oráculo; y el hechicero o humu, especialista en
sacrificar animales, adivinar en sus entrañas, casados y computistas del año.
Y además de todos éstos había
una enorme cantidad de indios religiosos o penitentes, llamados así por su vida anacoreta y solitaria,
muchos se castraban para reverenciar mejor a sus dioses. No hay que olvidar a
las Acllas o Vírgenes religiosas.
Es decir, era un mundo
profundamente religioso, lleno de sentido de lo sagrado y lo místico. Pues
bien, el chamán en esta clasificación se identifica con el adivino que con
furor diabólico oía al oráculo. El huatuc es el especialista en el trance místico,
realiza el viaje cósmico, vive la hierofanía de la vida sagrada, trasciende la
condición profana, visita el mundo de los espíritus y su simbolismo está
insuflado de cosmografía espiritual. A este tipo de chamanismo andino presente
en las culturas evolucionadas del Perú precolombino las denomino pachacutismo
chamánico o chamanismo pachacutista.
Cómo podemos caracterizar el
anhelo espiritual del mundo precolombino. A este respecto es interesante la
filosofía histórica de Walter Schubart, quien habla de los eones metafísicos de
la historia, eones que engendran arquetipos históricos: heroico, ascético,
armónico y mesiánico (Europa y el alma de
Oriente, 1947). La cultura china, afirma, es armónica y predomina la
contemplación del mundo, la hindú es ascética y prevalece la huída del mundo,
la hebrea es mesiánica y despunta la santificación del mundo, mientras la
cultura occidental es heroica y prepondera el dominio del mundo. La cultura
occidental es heroica y tiene una fase gótica y otra prometeica y a éste le
sobrevendrá la era del arquetipo mesiánico (amor y fraternidad). Pero para que
llegue la casa ecuménica, concluye Schubart hará falta una guerra universal.
Es tentador aplicar el esquema
de Schubart al desarrollo cultural del Perú antiguo y en lo cual se puede decir
que la cultura precolombina es armónica como la china, con una fase ascética a
partir de Caral y que se prolonga hasta Chavín; una fase armónica con los
desarrollos regionales de Moches, Nazca, Tiahuanaco, Recuay, Lima; una fase,
una fase heroica con los grandes estados regionales como el imperio Wari; y una
fase mesiánica con el imperio incaico, la cual aspiraba a una casa ecuménica
panandina. Sin embargo, todo esto puede ser una trasposición arbitraria y
esquemática de una realidad más rica y compleja. No obstante es útil, no sólo porque ofrece un
criterio orientador sino porque señala el sentido metafísico de cada cultura, lo
cual subsiste a pesar que la presente era de globalización económica y
tecnológica-científica.
Efectivamente, ya se ha
señalado que el esquema de Schubart no sólo defiende exageradamente a la
cultura oriental, a la que atribuye profundidad pero le falta dinamismo, sino
que además confiere al hombre de occidente un pesimismo cósmico y metafísico
que le hace sentir miedo al universo. Lo cual se confirma en la presente era
nihilista de la posmodernidad, donde el hombre occidental presenta un casi irremediable
pesimismo metafísico y cósmico que aniquila la veneración a Dios.
Ahora bien, siempre ha habido
un anhelo de interpretar racionalmente el mundo, incluso lo religioso no excluye
lo filosófico que es innato al espíritu del hombre. En este sentido todas la
culturas han tenido pensamiento filosófico de diversa índole: intracósmica en China, metacósmica en la India, inmortalidad en Egipto, Sumeria,
Babilonia, Irán, racional en Grecia. ¿Y
en el mundo precolombino? Veamos.
El hinduismo llega al absoluto
por el camino insondable de la Nada, el nirvana, la desvalorización del cosmos.
En cambio la China y el Occidente llegan al absoluto valorando el cosmos, los
seres contingentes y finitos. Cierto que el occidente se inserta en el cosmos
pero también en la nada no sólo con la teoría del salto quántico sino también
con el nihilismo.
Todo esto nos lleva a la
constatación de una profunda antítesis entre Oriente y Occidente. Son dos almas
de distinta profundidad metafísica. El de Occidente es antropocéntrico, tiene
sed de inmortalidad (ya sea sagrada o profana), asume la vida como única, y
tiene sed de ser. En cambio el de oriente tiene sed de no-ser, cree en la
reencarnación, aspira a la nada y es cosmocéntrico. El alma china es armónica,
la hindú es ascética, la occidental heroica. Llegarán algún día a la gran
síntesis. No lo sabemos. Pero si tomamos en cuenta lo señalado por Mariano Iberico
(“El arte en el Perú prehispánico” en: La
aparición histórica, pp. 119-131, Lima 1971) la profundidad metafísica
precolombina es más vital. Según Iberico, las estilizaciones geométricas y
zoomórficas del antiguo arte peruano no cantan a la muerte, como en los
egipcios, sino a la vida fluyente y dinámica como en los babilonios. No es una
aspiración a la inmovilidad sino a la movilidad universal. El peruano antiguo
tiene una actitud, un sentido cósmico y una noción de lo Absoluto más vital y
dinámica.
La cosmografía religiosa del
chamanismo precolombino así lo testimonia. En la base del chamanismo está la
actualización de la “Vida Total” de las realidades espirituales. Huesos y
esqueletos simbolizan la regeneración de la vida. El restablecimiento de la
unión entre el cielo y la tierra, entre el tiempo histórico y el tiempo
primordial indican la restauración de la plenitud de la vida. El chamán al
alcanzar la visión del origen supera la muerte y se retrotrae a ese momento de
identificación del hombre con la fuente de la vida. De ahí que Pachacamac
signifique literalmente “mundo viviente” y mitológicamente “Ordenador del mundo”,
Illa teqsi wiracocha sea “divinidad suprema de la luz” y Pachacútec signifique “transformador
del mundo” (Diccionario Quechua Español
Simi Taqe, Gobierno Regional del Cusco), todos simbolizan una metafísica
vital. Los grandes líderes del Perú antiguo empujaban a los hombres hacia la
transformación del mundo, concebida como la obra de una voluntad divina:
Pachacútec.
Esto lleva a sostener que la
cultura precolombina no desvaloriza el cosmos como la hindú y más bien presenta
maravillosos puntos de contacto con la cultura china, egipcia y la occidental.
Como la china valoriza el cosmos, como la egipcia cree en la inmortalidad, como
la occidental busca dominar su medio ambiente y con ello tiene ese valor de
eternidad que sopla a través de los siglos. Pero en oposición a la cultura de
Oriente no es estática ni quietista, sino dinámica y fluyente. De ahí que su
predominancia armónica tenga rasgos peculiares: es mesiánica y busca la
edificación de la casa ecuménica. Las sublimaciones metafísicas y místicas de
sus clases directoras estaban presididas por el principio de la armonía de los opuestos, y no por el occidental
principio de contradicción. Ese era el elemento común con el universo
mitocrático de India, China y Egipto.
En una palabra, el chamanismo
pachacutista del Perú antiguo se inserta en un cosmos lleno de vida, dentro de
un pensamiento filosófico-religioso vitalista, todo lo cual se traduce en el
afán de superar la muerte insertándose en un Absoluto dinámico.
Lima, Salamanca 24 marzo 2014