LA PROPUESTA DE LO MITOCRÁTICO
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Se
me ha preguntado exactamente en qué libro mío surge la categoría de lo
mitocrático y en un primer momento no tenía clara la respuesta. Lo cierto es
que mi reacción contra la definición eurocéntrica de la filosofía fue desde un
primer instante. Ya desde el primer libro que dediqué al tema, me refiero a Eurocentrismo y Filosofía prehispánica
de 1998, había asumido una definición multívoca del filosofar. Y esto aconteció
tras la superación de mi etapa marxista en el 97, por medio de una apertura
poética y antes de que leyera la filosofía intercultural de Esterman en su
tratamiento de la filosofía andina.
Desde
entonces quedó claro para mí que entraba en un campo minado, a un territorio
plagado de verdades consabidas, prejuicios asumidos y posiciones irreductibles.
Los maximalistas nativocéntricos, identificaban el mito con la filosofía sin
preocuparse mucho por establecer un nuevo criterio para entender lo filosófico,
de allí que muchas veces cayeran en el criterio comparativista de justificar la
filosofía autóctona encontrando notas comunes con el modelo occidental. Los
minimalistas eurocéntricos, rechazaban la filosofía para el pensar prehispánico
reivindicando la definición monocultural de la filosofía.
En
esta dicotomía tomé desde el comienzo una posición intermedia pero no ambigua,
epistémica más bien, puesto que me di cuenta que los argumentos de los
minimalistas no podían ser refutados con coherencia sin establecer antes un
criterio distinto para el filosofar no occidental. Por eso que las notas que
establecí para el pensamiento prehispánico fueron desde un principio distintas
a las presentadas en el pensar filosófico occidental (Eurocentrismo y filosofía prehispánica, pp. 63-65). Y en el 2000
publiqué Racionalidad filosófica del Perú antiguo, en donde el énfasis estaba
puesto en demostrar que la filosofía prehispánica era parte orgánica de la
racionalidad precolombina.
Captar
la categoría de lo mitocrático me llevó varios años, intensas lecturas,
escribir muchos libros y urgentes cavilaciones. Paulatinamente se iba
desbrozando el frondoso bosque para dejar ver el paisaje. Tuve que adentrarme
primero en el estudio de la obra y pensamiento del Inca Garcilaso (Véanse La metafísica de la luz del Inca Garcilaso,
2005; El Inca Garcilaso como filósofo,
2008; Visión del Perú del Inca Garcilaso,
2008), la sabiduría de los amautas, que me reveló su peculiaridad espiritual (Los amautas filósofos, 2006), el estudio
de la nihilismo de la posmodernidad, que me hizo captar el logocentrismo
imperante en Occidente (La hermenéutica
posmoderna del hombre sin absolutos, 2007; Erosión nihilista de la sociedad postmetafísica, 2007).
Es
decir, desde 1998 hasta el 2007, fueron alrededor de casi 10 años que me tomó
descubrir dicha categoría de lo mitocrático y en su formulación llevo apenas
tres años. Esto representó para mí pasar del criterio culturalista al criterio
mitocrático, es decir, el fundamento de otra forma de filosofar no se limitaba
al orbe cultural prehispánico sino que se extendía a todas las formas
pre-griegas de filosofar en el mundo, pero además se precipitaba hacia los
orígenes de la humanidad para disolverse en una nueva categoría más remota y
difícil de entender, que explicaré más adelante.
Sin más
rodeo puedo indicar que la categoría de lo mitocrático lo mostré por primera
vez en un libro que publiqué en el 2007, Filosofía
mitocrática antes de la Conquista, en cuya
primera parte abordaba
el tema de las
mentalidades humanas, los paradigmas de
la filosofía y la Multivocidad filosófica, que comprendía el logos de la ratio
y el logos del mito. Trabajo que poco después fue publicado en la Revista electrónica sanmarquina de Filosofía
que dirigía el profesor de filosofía y escritor Johnny Octavio Obando Morán,
ahora en Brasil tras abandonar aulas sanmarquinas. Ese mismo año publiqué otro
texto denominado Las filosofías
marginadas. Fundamentos de la teoría mitocrática de las filosofías no
occidentales. Allí traté, en la primera parte y por primera vez, de
sistematizar la teoría de la polaridad del logos humano hablando del logos como
predisposición, su polimorfismo y polaridad, la universalidad del logos
filosófico, su diversidad y multivocidad. ¿Por qué pasé del primero al segundo?
Porque mientras uno estaba enfocado en demostrar la aplicación de lo
mitocrático al mundo prehispánico, el segundo se abocaba a extenderse como
criterio explicativo en todas las filosofías no-occidentales.
No
está demás añadir que este concepto nuevo de lo Mitocrático, lo expuse a la comunidad académica nacional al ser
invitado al I Congreso Latinoamericano de Filosofía, organizado por la
Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, del 25 al 28 de noviembre del
2008, con la ponencia Filosofía
mitocrática y filosofía logocrática. Allí las preguntas de profesores y
alumnos desconcertados se centraron en lo problemático de romper con el
criterio griego de filosofía. A lo cual les respondí que como filósofos debemos
aprender a poner en cuestión todo lo asimilado en las aulas. Era necesario
repensar el sentido originario de la filosofía para descubrir una fenomenología
mucho más profunda, rica y compleja.
Al
año siguiente, también tuve la oportunidad de hacerlo al recibir la invitación
al II Congreso Nacional de estudiantes de Filosofía, organizado por la
Universidad San Cristóbal de Huamanga-Ayacucho, realizado el mes de setiembre
del 2009, donde diserté sobre Mitocratismo,
anetismo e hiperimperialismo. Tres nuevos conceptos filosóficos. Lamentablemente,
por razones del ambiente académico, la atención de estudiantes y alumnos se
centró en la categoría del hiperimperialismo.
Y tuve la ocasión de dirigirme a la comunidad académica internacional cuando
fui invitado al IV Congreso sobre pensamiento ancestral y filosofías no
occidentales realizado en la hermosa y cálida ciudad ganadera e industrial de
Bucaramanga, en Colombia, en setiembre del 2009. Allí sí se le prestó entera
atención –“nadie es profeta en su tierra”, reza el Evangelio-, se valoró su
importancia como criterio heurístico e incluso se dispuso la instauración de un
curso que estudiara la propuesta.
A
estas alturas, la recepción de las nuevas ideas las puedo clasificar en tres
formas: la forma escéptica, integrada
por el grupo eurocéntrico universalista, que descalifica como filosófico el
pensamiento pre-griego, a lo sumo conceden hablar de “pensamiento”,
“pensamiento mítico” o “filosofía en sentido laxo”; la forma dogmática, integrada por el grupo
nativista regionalista, que no cree necesario inventar una nueva categoría por
considerar que mito y filosofía se identifican sin necesidad de especificar un
nuevo concepto de lo filosófico; y la forma crítica,
constituida por investigadores independientes que ven la necesidad de asumir el
problema sin unilateralidades universalistas ni regionalistas, asumiendo el
desafío de comprender plenamente lo filosófico también bajo una forma no
griega.
El origen
de la invención y propuesta de la categoría de lo “mitocrático” tiene lugar en
el 2007, pero desde el 98 ya había constatado que no se puede simplemente
atribuir el pensar filosófico a las culturas no occidentales al margen de una
teoría sobre el origen de la filosofía, la cual está, a su vez, estrechamente
ligada a una teoría de la razón o del logos humano. De lo contrario se incurre
en una petición de principio, defecto, por lo demás, bastante común en esta
clase de investigaciones.
En
otros términos, es imposible hablar de “filosofía” en el pensamiento pre-griego
sin antes establecer los términos en que entendemos la “filosofía” y “razón”
humana. Sólo si previamente esclarecemos estos puntos será posible discutir con
sentido de lo “filosófico” en el pensamiento ancestral, de lo contrario el
criterio eurocéntrico de la filosofía quedará de pie, aun cuando ya hemos visto
que Abbagnano demuestra que el criterio eurocéntrico tiene pies de barro.
La
conciencia de este problema previo me llevó a elaborar el concepto filosófico
de lo “mitocrático”, entendido como aquella forma de pensar que gira en torno
al mito y no al concepto, que por orbitar alrededor del mito no deja de ser
lógico, y que, por tanto, los principios lógicos siguen siendo los mismos, pero
con la diferencia que la hegemonía no la tiene el principio de identidad, cosa
que ocurre desde Parménides y se consagra en el pensamiento occidental con
Aristóteles, sino que dichos principios lógicos se subordinan al principio de
contradicción, cosa que hace posible el pensamiento metafórico, analógico,
multívoco, polisémico y alegórico, los cuales permiten con toda pertinencia
postular una visión total y última de las cosas, es decir permite alcanzar un
pensamiento filosófico.
Sólo de esta manera es posible superar con
coherencia el concepto monocultural de la filosofía, lo cual no se logra ni con
la igualación de la filosofía con la cosmovisión, como lo hace la filosofía
intercultural, ni con la clásica distinción entre “actitud” –innata- y
“aptitud” -adquirida- filosófica. A estas alturas habría que decir con
Aristóteles que ciertamente todos los hombres filosofan porque la razón es
universal, pero añadiendo un detalle, y este es que la razón o el logos humano
no se manifiesta sólo por el concepto sino también por el mito. Mytho y Razón
son legítimas manifestaciones del logos humano que permiten alcanzar una
concepción filosófica del universo. Así se comprende que la filosofía
se presente también como un saber de origen divino, un saber de salvación y
sintético, como es en la filosofía no occidental; y no solamente como un saber
analítico y de origen humano, como ocurre desde Grecia.
Claro
que, el pensamiento filosófico mitocrático es cualitativamente diferente al
pensamiento filosófico racional, no sólo porque uno se rige por el principio de
contradicción o armonía de contrarios y el otro por el principio de identidad,
sino porque ambos responden a momentos diferentes del desarrollo humano,
desarrollo que no es diacrónico sino sincrónico. De ahí que todavía subsista el
pensar mitocrático no sólo entre las culturas ancestrales sino incluso en la
conciencia del hombre moderno
occidental. Todo lo
cual responde a la situación de que se
trata de una estructura trascendental de la mente humana que no puede ser
suprimida, aunque sí encauzada, por la manifestación cultural.
Soy
plenamente consciente que la teoría de lo mitocrático está todavía en sus
comienzos, es un territorio nuevo y desconocido que nos desafía a desentrañarlo
en toda su complejidad. Tarea que, por su amplitud, exige la colaboración
interdisciplinaria, desprejuiciada y creativa. Pues sin estudios parciales no
se puede verificar una visión total. A
propósito se me ha preguntado si la teoría de lo mitocrático está
compuesto de proposiciones analíticas o sintéticas. Si está compuesto de
proposiciones analíticas serían válidas a priori o independientemente de la
experiencia; y si son sintéticas serían válidas a posteriori y dependen de la
verificación empírica.
Pienso
que sin perjuicio de su estatus
gnoseológico y científico, la teoría mitocrática se corresponde con la verdad y
método de la filosofía como un caso especial dentro del conocimiento estricto.
Dicho de otra forma, los filosofemas no pueden excluirse del dominio
conocimiento estricto por no adecuarse
dentro de los márgenes de lo analítico o sintético. Los enunciados de la
filosofía (valorativos, existenciales, inferenciales, etc.) se resisten a ser
reducidos meramente a la verdad observacional o analítica. La verdad y método
en filosofía se extiende desde la inferencia cuasimatemática del análisis
lógico y el dato inmediato de la reflexión fenomenológica hasta el modo
cuasisentimental del pensar simbólico y la exhortación moral. Por ello su
esencia radica en la validación argumentativa y aserciones categóricas.
Creo,
en este sentido, que hay que ahondar en el significado mitocrático de la magia
y de la Revelación. Si una es manipulación humana de fuerzas ocultas, la otra
es comunicación de Dios con los hombres. Ya lo dijo Sir James Frazer en La rama dorada, mientras el mago obliga,
el sacerdote persuade. Quiere esto decir que el logos del Mytho está más cerca
a ambas pero de distinto modo, de modo activa en la magia y de modo receptiva
en la Revelación.
Pero
en lo fundamental lo que aquí interesa no es establecer la precedencia de la
magia respecto a la religión en la historia de la humanidad, sino su
pertenencia a un modo de pensar que las une en su estructura básica, y ésta es
lo mitocrático, que en sustancia se concibe unido a lo sobrenatural, sin
respeto por lo numinoso no se le entiende al pensar mitocrático.
Platón
y Aristóteles afirman que el punto de partida de la filosofía es el asombro por
encontrar el sentido del mundo. El asombro es lo propio de la actitud
filosófica y la respuesta ante las interrogantes que provoca pueden darse ya
sea a través del Mito o de la Razón, y es así porque a través de ambas la
filosofía es por esencia la indagación por los orígenes. La filosofía no sólo
como ciencia teórica sino también como mito y saber de salvación permite dar
cuenta de lo extraordinario del mundo. En este sentido no sólo cabe hablar de
filosofía griega sino también de filosofía de la India, China, Babilonia,
Persia, Egipto, Africa y Amerindia. Por ello su significado y contenido
trasciende su origen griego.
De
manera que la filosofía comienza en el mundo ancestral con un periodo
mitológico, seguido en Grecia por un periodo cosmológico, antropológico y
sistemático. Y ello implica que la pregunta filosófica no siempre ha sido la
misma, puesto que el periodo mitológico implica un esfuerzo por realizar la
trasmutación espiritual que permita la superación de la muerte tras la
regeneración de un nuevo ciclo cósmico.
Esto
significa que no sólo no hay concepto único de filosofía, sino que inclusive el
concepto occidental de filosofía no es exclusivo y más bien existe otro
concepto que permite dar cuenta de lo filosófico en orbes no occidentales,
siendo dicho concepto el de lo “mitocrático”. Así, la categoría de lo
mitocrático responde al reconocimiento de que constituye una petición de
principio afirmar simplemente que la filosofía está en los mitos y en las
cosmogonías. Pues si antes no se explica la esencia del mito, la esencia de la
filosofía y la esencia del logos humano, no es posible hablar con sentido de la
filosofía ancestral.
Creo
que los intentos de probar la existencia de la filosofía en el pensamiento
ancestral y en las grandes culturas antiguas ha fracasado, porque justamente
esta cuestión previa no se tomó en cuenta seriamente y se procedió con
facilismo a identificarla con la cosmovisión, la actitud filosófica, la universalidad
de la razón, entre otros. Pero es imposible, a estas alturas, seguir
procediendo del mismo modo.
Sólo
respetando este paso previo se puede reconocer que el hombre de las
civilizaciones egipcia, babilónica, hebrea, entre otras, desarrolló un pensamiento
filosófico pero de carácter no conceptual ni especulativo, sino vinculado a la
vida, la moral, la salvación y la religión. No se trata de un pensar filosófico
que recurre al mito para expresar ciertas verdades, como en Platón, sino que se trata de una filosofía que es
mito cosmológico, cosmogónico y vital.
Y
esto es válido a pesar de la demostración, tan sutilmente emprendida por H. A.
Frankfort, J. A. Wilson y T. Jacobson en su libro The Intellectual Adventure of Ancient Man, traducido al castellano
muy desacertadamente por el FCE como El
pensamiento pre-filosófico, que hace hincapié en que lo divino era
comprendido por el hombre primitivo, los egipcios y babilonios como algo
inmanente al mundo, mientras que con los profetas hebreos se introduce se introduce
una separación entre Dios y el mundo, es decir la idea decisiva de la
trascendencia al mundo. Idea que también queda formulada por el Inca Garcilaso
al explicar el significado de la palabra Pachacamac (Comentarios Reales, Libro II, cap. II).
El
criterio occidental de filosofía supone que culturas como la china, hindú y
otras también utilizaron procedimientos racionales pero nunca pasaron de cierto
límite y no lograron constituir un conocimiento racional. Y esto es
parcialmente cierto. Pues, los griegos fueron los primeros en hacer filosofía
con el uso sistemático de razón, pero las culturas anteriores no occidentales
también hicieron filosofía mediante el pensar metafórico, alegórico, multívoco,
poético y analógico, es decir mediante el mito.
El
pensar mítico, llamado por mí mitocrático para caracterizar la hegemonía del
logos del mytho en una etapa civilizatoria de la humanidad, se maneja con el
universal conceptual lingüístico
alcanzado por la metáfora.
Esta, a diferencia de la metonimia, no es puro
asociacionismo de ideas, sino que es un procedimiento lógico, psicológico y
lingüístico distinto, que no se limita a la asociación de términos por
similitud, contraste o significado. Por el contrario, la metáfora implica
abstraer un contenido intelectual a partir de una base empírica, como si en
ella actuara lo que Aristóteles llamó el intelecto
agente. Esto permite la formación del concepto.
De
modo que, el pensar metafórico y simbólico mitocrático no encuentra obstáculos
lógicos para preguntarse y dar respuesta sobre los problemas fundamentales del
mundo y de la vida. Esta forma de filosofía ancestral está ciertamente imbuida
de imaginación, pero parte de una base empírica que no se desliga de las
creencias religiosas. De allí que, aun cuando los principios lógicos de la
mente humana sean los mismos, sin embargo el principio lógico ancestral
dominante sea el principio de contradicción y no el principio de identidad. Con
una distinta relación de los principios lógicos también es posible que la mente
humana formule conceptos, como lo testimonian las lógicas no clásicas, llamadas
también lógicas no matemáticas, es decir que no son un sistema altamente
sofisticado de cálculo, como la lógica matemática contemporánea que sirve para
expresar la estructura de las teorías científicas.
De
manera que no sólo la razón es capaz de descubrir verdades eternas, necesarias
y universales, sino también el mito. Antes de la Razón fue el Mito la que decía
al hombre cómo eran las cosas, cómo debe comportarse, organizarse y vivir en el
mundo.
Si
Tales de Mileto utiliza la razón para resolver cuestiones teóricas, sin embargo
en él todavía subsiste un remanente del pensar mitocrático anterior. Y esto es
posible afirmar sin excluir que en el pensamiento mitocrático también se dieron
manifestaciones “bisagras”, en el que también estaba presente lo conceptual. Es
el caso del misterioso sistema positivista Charvaka de la India, desprovisto de
toda comprensión fundamental sobre el alma y el mundo; y en la China del
movimiento lógico del neomohismo, que desapareció lamentablemente en su
infancia y de Wang Chung (27-100 d.c.) cuyo pensamiento racional y espíritu
crítico atacaba toda clase de supersticiones.
Si
Occidente hizo filosofía mediante el uso científico-lógico del logos, las
culturas no occidentales lo hicieron mediante el uso poético religioso del
logos. De manera que, tras la teoría lo mitocrático se supone una teoría del
logos humano que permite dar cuenta de la complejidad de las respuesta humana
ante el misterio de la realidad (Véase sobre la teoría del logos humano en mis
libros: Filosofía mitocrática andina,
2007, y Las Filosofías Marginadas,
2007).
En
este sentido sostengo que, la mentalidad ancestral tuvo una manifestación
filosófica mitocrática, que respondió
a los problemas fundamentales del hombre mediante lo simbólico y habría sido la
que inicialmente articuló el pensamiento humano desde sus albores
prehistóricos, perviviendo hasta hoy en los llamados “universos simbólicos”, me
refiero al I Ching y al Tarot. Bien los define el embajador Antonio Belaunde
Moreyra, en un libro en preparación intitulado El pensamiento participativo, al estilo del lingüista estructural
Ferdinand de Saussure, como un sistema de significantes y significados, donde
los primeros son finitos, mientras que los segundos son infinitos, dado su
carácter combinatorio y polisémico, significados que, por lo demás, abarcan
todo lo humano y divino, inclusive la relación o dependencia del hombre con las
fuerzas espirituales y con Dios. Carl Jung en un Prólogo que escribió en 1949
para el Libro de las Mutaciones o Yi Ching sostiene que sin respeto por lo
numinoso no se le puede entender. En este acápite sólo añadiría la estrecha
relación con el pensar mitocrático, en cuyo momento tuvo un carácter universal.
La
intención es remarcar que, previa una adecuación crítica que permita destacar
el núcleo significativo de esta hipótesis y examine el peso muerto de los
prejuicios eurocéntricos, se pueda mostrar que el planteamiento mitocrático comporta una expresión de
valor como hipótesis de trabajo para interpretar los hechos y fenómenos ligados
a la filosofía ancestral del pensamiento no occidental.
Lima, Salamanca 09 de junio 2012
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