lunes, 13 de mayo de 2024

La justicia como copertenencia en Gustavo Flores Quelopana: hacia un sentido real y concreto de justicia (Comentario).

 

La justicia como copertenencia en Gustavo Flores

 Quelopana: hacia un sentido real y concreto de justicia.

(*) Por Jesús David Vásquez Vidal, profesor del Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.





No falta quien afirme que lo justo será lo que determinen los órganos jurisdiccionales en un caso concreto donde se “imparte justicia”. Sin embargo, una reflexión así extravía la profundidad del problema, confundiendo la idea de justicia con las decisiones de los tribunales judiciales que, en muchas ocasiones, pueden ser abiertamente injustas (y hasta ilegales). Las decisiones de los tribunales pretenden ser legitimas y válidas de acuerdo con la regulación jurídica a la que estén sujetas, mientras que la justicia de ellas dependerá de los principios éticos que se hayan materializado en la construcción del régimen jurídico vigente. En tal sentido, se sostiene -no sin reconocer la veracidad de esta afirmación- que en el ámbito del Derecho se puede aspirar a que una decisión sea justa, pero lo que realmente se le exige es que sea legal (Kelsen, 2011), máxime si muchas veces la misma Ley puede ser injusta, al tener en su base una finalidad reprobable surgida por la presión se grupos de poder que no están buscando el bien común -precisamente-. No debemos olvidar que en la historia han existido -y existen- sistemas sociales y regímenes jurídicos descaradamente injustos.

Puede tomarse como un ejemplo los ordenamientos jurídicos que surgieron como consecuencia de las invasiones coloniales caracterizados por la imposición de múltiples y crueles relaciones de dominación derivadas de la ocupación violenta, la segregación racial, la servidumbre y la esclavitud humanas, el saqueo de recursos naturales y el atroz genocidio de las poblaciones originarias de los pueblos sometidos (Grosfogel, 2022). Así, los sistemas políticos y legales que surgieron en estos contextos fueron intrínsecamente injustos -y socialmente aberrantes-, aunque en su momento expresaron una legalidad vigente que ponía por fuera del Derecho a todo a aquel que en la búsqueda de justicia se revelara en contra de sus instituciones (injustas). En las circunstancias actuales, quienes no están dispuestos a soportar un sistema político autoritario o deciden resistir el genocidio perpetrado por una potencia ocupante, pueden ser declarados rebeldes, fuera de la “ley”, enjuiciados y hasta asesinados “legalmente” desde un dron. La tiranía de la ley fetichizada -que permite y alimenta los peores crímenes- surge cuando esta se separa de un sentido material y concreto de justicia conectado a la vida del ser humano (Hinkelammert, 2021).

Pero ¿Qué es un sistema social justo? Si queremos responder a esta pregunta no basta explorar en normas jurídicas, constituciones políticas o tratados internacionales. Esta reflexión solamente podemos afrontarla acudiendo a la filosofía y, particularmente, a la filosofía política, que en última instancia se plantea la cuestión liminar de la búsqueda de una sociedad buena. Esto es, donde la igualdad, la libertad y la justicia social no solamente sean bienes deseables sino se manifiesten en la vida material de sus integrantes. Así, por ejemplo, no basta que una constitución política consagre como finalidad absoluta del ordenamiento la dignidad del ser humano y un amplio repertorio de derechos fundamentales, si en la vida concreta y real de los seres humanos que la integran se mantiene a una enorme parte de su población en la pobreza (lo cual en el Perú del siglo XXI resulta trágico al tener casi al 70% de la población en situación de vulnerabilidad económica, pobreza o pobreza extrema). Lo que revela de manera palmaria que el régimen político peruano es intrínseca y materialmente injusto, aun cuando nuestras leyes en el discurso se planten el bienestar colectivo y el bien común como finalidad formal[1], esto es como pura discursividad abstracta (Dussel, 2022). 

Debemos partir entonces de una premisa, que el ser humano en tanto ser viviente y ser social necesita de un entorno físico que le provea de las entidades que hagan viable su existencia. Entonces, la ética primigenia que desarrolla todo ser humano se nutre de un doble sentido que lo obliga a plantearse una doble dimensión ética de justicia: una subjetiva – individual (relacionada con sus condiciones materiales de vida) y otra objetiva - colectiva (relacionada con los grupos sociales donde se integra para vivir). A estos dos sentidos de justicia tendríamos que agregar uno tercero de justicia con la naturaleza, relacionado con el ecosistema donde habita que permiten la reproducción de la vida, siempre y cuando se mantenga en equilibrio (Jonas, 2000).

Estos tres sentidos o dimensiones de justicia individual, colectiva y ecológica permiten construir una idea de justicia superior (y mínima) que se manifiesta en prácticas concretas de reciprocidad económica, participación política, solidaridad con las víctimas del sistema y responsabilidad frente al entorno natural. En donde el ser humano existe como una unidad que atraviesa estas estas dimensiones fundamentales guiándose por su sentido de justicia. Si las instituciones sociales, económicas o políticas no están regidas activamente por sentidos concretos de justicia se pone en riesgo la subsistencia del ser humano como ser viviente, la integración del grupo social al que pertenece y el equilibrio de la vida natural que lo rodea. Entonces, los sentidos de justicia materiales, concretos o activos que nacen del ser onto – ético humano, podríamos sintetizarlo bajo la categoría unitaria de “justicia como copertenencia” (Flores, 2021). Donde el ser humano es una unidad viviente integrada en una comunidad dentro de un entorno natural equilibrado que le permite vivir. En otras palabras, esta idea de justicia nos remite a una comprensión de la naturaleza como madre de individuos que son hermanos porque pertenecen a una misma tierra y forman parte de una misma comunidad en donde participan activamente en su vida política y en sus instituciones jurídicas.

Se puede construir entonces una sociedad buena bajo la idea de justicia como copertenecia, ampliando esa categoría esencial que se desenvuelve en prácticas concretas de igualdad, reciprocidad, solidaridad, participación y cuidado del entorno natural. Quizá, parezca poco probable en las sociedades modernas que parten de una idea de justicia meramente egoísta, hedonista o utilitarista, que ha llevado a la aparición de individuos anéticos, indiferentes, desconectados de sus comunidades, ecológicamente irresponsables e, inclusive, perversos. Sin embargo, en la experiencia histórica de los pueblos prehispánicos (y en nuestros tiempos en algunas comunidades andinas) subsiste la visión de la justicia como copertenencia, que no solamente se manifiesta en costumbres tan obvias como llamarse entre sí hermanos por ser hijos de la madre tierra (Pachamama), sino en instituciones políticas concretas consuetudinariamente arraigadas, donde los individuos participan en la toma de decisiones colectivas en asambleas comunitarias, poniendo en práctica la más avanzada idea de justicia política[2] (Wright, 2014).

En efecto, no me parece descabellado creer que un sentido superior, unitario, ampliado y mínimo de justicia (re)pensado desde nuestra historia ancestral y desde las prácticas de nuestras comunidades, permita diseñar un sistema legal mucho más justo en el plano material y político -y no solamente en lo discursivo formal abstracto-. Donde se considere a todos los miembros de una colectividad como hermanos dentro de una gran comunidad nacional y, por lo tanto, con el derecho a participar en las decisiones que afecten sus vidas como individuos y de las de sus comunidades, haciéndose responsables del mantenimiento de los medios económicos y ecológicos a los que sus vidas están conectadas. Empero, para llegar a este punto, esto es, construir las instituciones políticas de una democracia comunitaria y participativa que entienda la justicia como “copertenencia”, tendríamos que tirar por la borda algunas categorías inservibles para una política de la liberación o para la transformación del Derecho vigente, que entienden a la justicia como un mero acuerdo entre “egoístas racionales en equilibrio de poder y similitud de circunstancias” (Rawls, 1986) que negaría de plano toda posibilidad de justicia a las víctimas de un sistema en situación de pobreza material, privadas de poder político y en situación de absoluta desigualdad. Descartando esa idea, tendríamos que empezar por asumirnos como seres racionales que aplicamos la razón no solamente para sobrevivir como individuos, sino para que nuestras comunidades (desde nuestra familia hasta nuestra Nación) no se desintegren y la vida natural se continue reproduciendo equilibradamente (porque también formamos parte de ella).  En palabras de Gustavo Flores Quelopana (2021), la justicia es copertenencia porque todos (y todo) somos uno.

Bibliografía

-          Dussel, Enrique (2022), “Política de la liberación. Crítica Liberadora”, Vol. III, Editorial Trotta, Madrid.

-          Flores Quelopana, Gustavo (2021), “Igualdad sin lágrimas. Justicia como copertenencia”, IIPCIAL, Lima.

-          Grosfogel, Ramón (2022), “De la sociología de la descolonización al nuevo imperialismo decolonial”, Akal, México.

-          Hinkelammert, Franz (2021), “La crítica de las ideologías frente a la crítica de la religión. Volver a Marx trascendiéndolo”, CLACSO, Buenos Aires.

-          Jonas, Hans (2000), “El principio de vida. Hacia una biología filosófica”, Editorial Trotta, Madrid.

-          Kelsen, Hans (2011), “¿Qué es la justicia?, 2011, Fontamara, México.

-          Rawls, John (1986), “Justicia como equidad”, Editorial Tecnos, Madrid.

-          Wright, Erik Olin (2014), “Construyendo utopías reales”, Akal, Madrid.      



[1] El formalismo jurídico concluye que la búsqueda de una categoría de “justicia absoluta” es irracional o imposible, toda vez que: “Desde un punto de vista del conocimiento racional, existe solo intereses humanos y, por lo tanto, conflicto de intereses. Para la solución de los mismos existen dos soluciones: o satisfacer el uno a costa del otro o establecer un compromiso entre ambos. No es posible demostrar que esta y no aquella es la solución justa.” (Kelsen, 2011). Quizá sea acertada su respuesta, empero lo erróneo es la interrogante, ya que no se trata de buscar una noción “absoluta” de justicia, sino una categoría mínima, esencial, real y concreta que esté conectada a la vida del ser humano y pueda inspirar las instituciones jurídicas de un ordenamiento jurídico.

 

[2] Para Erik Olin Wright (2014, p. 29): “(…) en una sociedad políticamente justa, todo el mundo tendrá acceso más o menos igual a los medios necesarios para participar de un modo satisfactorio en la adopción de decisiones acerca de los asuntos que afectan a su vida. Esta exigencia comprende tanto la libertad de los individuos para decidirse por opciones que afectan a sus vidas en cuanto a personas aisladas como su capacidad para participar en decisiones colectivas que afectan a sus vidas en cuanto miembros de una comunidad más ampliada.”     

EL PENSAR FILOSÓFICO COMO REVELACIÓN ÓNTICA-ONTOLÓGICA DEL SER EN LA HISTORIA (Comentario)

 

SANTIAGO GUTIÉRREZ RODRÍGUEZ-Abogado/UNT-SPF

 EL PENSAR FILOSÓFICO COMO REVELACIÓN

ÓNTICA-ONTOLÓGICA DEL SER EN LA HISTORIA

(Trujillo, 2024)





El reclamar un concepto de filosofía que se ajuste a la propia condición humana en toda la amplitud de su sentido, es de los brotes intelectuales que más han fatigado la mente del profesor Gustavo Flores Quelopana, quien, desde su aquilatada pluma y voz grave, resueltamente ha contradicho aquel juicio de subsunción histórica que contempla la filosofía desde el devenir del pensamiento griego, es decir, desde la tradición de Occidente.

En Filosofía Prehistórica (2018), Flores sostiene que la filosofía es necesidad existencial, pues el problema fundamental de la razón no es lógico, sino ontológico.

Además, afirma que la actitud filosófica coexiste y ha coexistido siempre con la aptitud para filosofar, sin embargo, la filosofía no ha sido siempre la misma, sino que se ha manifestado de formas diversas.

Esta caracterización multiforme que atribuye al proceso histórico de la filosofía se desarrolla con mayor amplitud en Teoría General de la Filosofía (2021), añadiendo que, además del acto de filosofar (noesis), el contenido de filosofar (noema) es una categoría que ha acompañado al devenir histórico del hombre manifestadas de formas distintas: El paso del mito (filosofía mitocrática) al logos (filosofía logocrática) es solo el inicio de una nueva forma de filosofar, pero no es el hito por el que se funda la filosofía.

En Filosofía, Ser, Historia (2023), la ratio da su sentencia sobre este punto y postula el «historicismo ontológico de la racionalidad filosófica». Además de ser una auténtica categoría por ser el resultado de sus últimas síntesis, es un verdadero método aplicable en los predios de la filosofía histórica.

Esta comprensión ontológica del proceso histórico de la filosofía reconoce, en buena cuenta, la consustancialidad del pensar filosófico en el hombre que no ha de quedar reducida, en clave tolemaica, a la verdad de una determinada cultura y civilización, sino que ha de ser entendida desde una tesis general de la revelación, que es la revelación del ser en la historia y no una taxativa representación de la realidad que tiene el vicio de perennizar el discurso de una determinada época, de suyo metamórfica, para extenderlo universalmente, en este caso, a la validación de un pensar filosófico con la consecuente exclusión de las otras formas de pensamiento existentes antes de Grecia.

Pero si la revelación del ser en la historia es óntica-ontológica, entonces el pensar filosófico se constituye como una acción preexistente al mismo concepto de filosofía. Se trata de una precedencia tanto temporal como espacial que posiciona al pensar filosófico como una superestructura que engloba a la misma teoría de la filosofía.

Hay que convencerse, entonces, de que el hombre anterior a Grecia definitivamente ejerció también el pensar filosófico. Que esta actitud inherentemente humana preexista como superestructura ontológica al concepto de filosofía provoca, en definitiva, su comprensión amplia que no restringe el concepto a la dimensión histórica ni a los juicios de la tradición occidental. Pero el pensar filosófico o la disposición por filosofar no solo ha existido antes de Grecia, sino fuera de Grecia.

Todas las culturas de Oriente y Occidente han asumido sus propios desafíos y respuestas, en términos de Toynbee. Entre las savias del alma Oriente, fue filosofía el anhelo metacósmico del asceta de la India para encontrar su propio nirvana, como también lo fue el anhelo intracósmico del asceta chino por el que procuró ponerse en contacto con el tao para sentirse en eterna armonía con el cosmos.

Pero las auras del innato espíritu del hombre por filosofar no solo han brillado en las culturas de la historia, sino, también, en el hombre de la prehistoria en su dimensión numinocrática, mitomórfica, mitocrática. En todas ha existido una filosofía implícita.

El pensar filosófico tiene, por tanto, un fondo orgánico amplio, cuya comprensión y ejercicio no le afecta ningún corsé: No es un quehacer de algunos, sino potencialmente de todos; no es acción histórica exclusiva de una cultura que posa como punto tolemaico respecto de las demás, sino que es atributo de todas en general.

Todas las culturas han puesto grave presión de sus ojos en la realidad y, de alguna forma, han sentido la intriga metafísica o escatológica por desentrañar los misterios de su ser, de su devenir, del cosmos.

Todas han tenido sus propios desafíos y resoluciones. Así como Spengler contempló la historia desde un diseño donde todas las culturas son círculos que tienen la misma importancia vital, nosotros podemos contemplar a la filosofía con la misma visión copernicana donde todas las culturas llegan a ser medulares. El arrogamiento del concepto por parte de Occidente no deja de ser un impropio derecho de cuño. Esta es la enseñanza universal de Gustavo Flores Quelopana.

viernes, 3 de mayo de 2024

REFLEXIONES DE TOLUCA: LA FILOSOFIA MITOCRÁTICA

 

REFLEXIONES DE TOLUCA:

LA FILOSOFIA MITOCRÁTICA




 

Primera Parte

 

¡Tenía que ser un Instituto de Investigación universitario del país azteca el que tendría que interesarse por otro modo de pensar no abrumado por el eurocentrismo!

La verdad es que yo mismo me encontraba sorprendido por esta invitación [acontecida en el 2012] que por segunda vez me hacían desde el exterior –la primera fue a Colombia en el año 2009- para escuchar mis planteamientos sobre la Filosofía mitocrática, pues mi otra invitación a Panamá en el 2011 fue para disertar sobre la crisis del humanismo en la cultura posmoderna. Es decir, son dos veces que me invitan al exterior para hablar sobre mi planteamiento de filosofía mitocrática. Más sorprendente es el hecho que todas estas invitaciones se produjeran a pesar del cortísimo tiraje de mis ediciones –ninguna llegó a los cien ejemplares-.

El éxito editorial hasta hoy me ha sido esquivo. Pero debo reconocer que, gracias a mi librera en Lima, la señorita Virginia Vílchez, mis obras se han difundido por el internet. Si esto lo unimos a la visión intuitiva y a la fresca percepción de mis investigaciones, entonces en algo es explicable que mis viajes se produzcan. Ahora bien, en Colombia di la conferencia final en un evento dedicado a las Filosofías Ancestrales. La experiencia de este viaje me proporcionó el impulso y el incentivo necesario para escribir una exposición sistemática y más desarrollada sobre mi planteamiento mitocrático. Fruto de ello fue mi libro del 2010 “Filosofía mitocrática y mitocratología”. Ahora llego a México para impartir no una conferencia, sino, un curso, el primero en su género que se imparte a nivel mundial, para explayarme con mayor detalle en mis planteamientos.

Es curioso que los organizadores no conocieran dicho libro, sino uno anterior, “Las Filosofías Marginadas” publicado en el 2007, y sobre la base de este libro hicieron la invitación. Yo asocio esta atención por mis ideas dentro del marco del interés por la diversidad cultural, el Foro Permanente para las cuestiones Indígenas y el Desarrollo Sostenible que promueve la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tanto así que para el año 2014 se tiene previsto realizar la Conferencia Mundial sobre Pueblos Indígenas. Además, Guatemala ha sido nombrada como capital de la filosofía por la UNESCO. Bueno, con el propósito de enriquecer mis estudios e impresiones sobre lo precolombino y el pensamiento ancestral sugerí a mis anfitriones que incluyan en el curso una visita a algún sitio arqueológico, propuesta que fue acogida con creces, pues eligieron una visita a Malinalco. Como resultado de todo ello tengo la esperanza de que me sea útil en mis reflexiones.

Llegué al aeropuerto Benito Juárez de D.F. México el día sábado 16 de junio a las 6:30 de la mañana. Era un día frío por el paso de una drástica tormenta caribeña y la persona designada para recogerme y llevarme a la ciudad de Toluca me iba relatando los encantos de la ciudad, así como el clima electoral que se vive en estos momentos en el país azteca. Por mi parte miraba asombrado el tamaño descomunal de la megalópolis mexicana, cuya densidad poblacional es más notoria por su concentración territorial. aparte de ello no ocultaba mi inquietud por el clima de violencia e inseguridad que se desataba en ese país como consecuencia de la abierta lucha del gobierno del presidente Calderón contra los cárteles de la droga. El viaje hacia Toluca duró casi una hora, pues la carretera lucía lleno de autos que salían de excursión. De inmediato me atrajo el paisaje de los cerros y los llanos bañados de toda clase de árboles, en especial pinos. Daba la impresión de un bosque que se desparramaba por doquier en el horizonte. Yo que en mi adolescencia viví un año en la encantadora ciudad de Huaraz en Ancash, de súbito vino a mi memoria la frondosa cordillera negra y su espesa arboleda.

Bueno, pero en el fondo de mí mismo latía impaciente la inquietud por el curso que tenía que dictar en el IESU de la UAEM de Toluca. El IESU es el Instituto de Estudios sobre la Universidad, presidido por el amigable Dr. Sergio González, perteneciente a la importante Universidad Autónoma del Estado de México en Toluca. Yo nunca había impartido un curso, nunca había sido profesor, y acostumbrado a escribir y a disertar como conferencista no resolvía en mi mente la manera en que tendría que desarrollar dicho curso. Todo el contenido de lo escrito sobre la filosofía mitocrática bullía en mi cerebro, pero no encontraba el hilo de Ariadna para resolverlo. Cuando llegado el momento me ví ante una mesa en forma de herradura y llena de investigadores me vino la inspiración y el mensaje comenzó a discurrir con fluidez durante cinco días, al menos eso creo.

El especialista en Heidegger el Dr. Rubén Mendoza, gran contertulio, de enorme sencillez y que en tono de broma decía que en la visita a la Iglesia de Chalma y al magnífico y robusto árbol llamado Aguaguete había dejado colgado su tesis como petitorio de un milagro, me manifestó en su oficina del instituto que yo tenía un estilo clásico de disertación. Y obviamente aludía a que no hice uso de los medios tecnológicos al alcance. En verdad siento que estos medios no dejan pensar, es más, estorban el pensamiento. En todo caso ha sido una experiencia enriquecedora, amenizada por una muy buena programación por parte de la maestra la Dra. Rosario Guerra, la profesora Hilda Vargas, su brazo derecho y responsable del Programa de la No-Violencia, y su equipo de investigadores, quienes supieron alternar el curso con música de cuerdas, banquete culinario precolombino de sabor mexica, una inolvidable e idónea obra de teatro ("El pájaro azul") y una excursión arqueológica al pueblo de Malinalco, cuya pequeña pirámide trunca data de 1501.

Por mi parte pude conocer con la profesora Hilda el Centro Ceremonial de Toluca, construido durante la presidencia de Portillo, y el recorrido por la ciudad, incluido Metepec, lo hice con mi anfitriona la gentil profesora Cristina. Al final del evento tuve la fortuna de hacer migas con el Dr. Jorge Loza, el Dr. Loreto Salvador Benítez, conocí también a la Mag. Coral Herrera, que me introdujo a la lectura de la magnífica narradora mexicana Esther Seligson, la Mag. Elena Escalona, la química Carolina Caicedo y la especialista en Hannah Arendt la Mag. Claudia Abigail, entre otras interesantes personas. Coronando toda esta ilustre prosapia de investigadores compartí el último almuerzo del evento con el destacado filósofo el Dr. Noé Héctor Esquivel, gran conocedor de Habermas y Gadamer, así como autor de importantes obras que recibí en obsequio. No me extiendo más sobre estos importantes detalles -como la sabrosa carne "arrechera"- porque el motivo del presente breve escrito es relatar las reflexiones sobre la filosofía mitocrática queme suscitó el evento. En lo que sigue expondré en líneas generales lo más sustancial de lo comunicado, y lo haré en forma de cuestionario o entrevista.

-¿Qué es la filosofía mitocrática?

- La filosofía mitocrática es la forma de reflexión filosófica de los pueblos ancestrales o míticos, que daban cuenta de los orígenes del mundo, del hombre y de la existencia sin divorciarse del mundo religioso.

¿Entonces por qué no llamar simplemente "Mito" a esta forma de pensar en vez de "Filosofía"? 

- Porque el mito ancestral implica una forma de filosofar distinta a la griega.

¿Cuál es la diferencia?

- El filosofar griego desde Parménides y Aristóteles está presidido por el principio de identidad, mientras que el filosofar mitocrático lo está por el principio de contradicción o armonía de los contrarios.

¿Acaso quiere decir esto que los principios lógicos varían en el pensar filosófico? 

- Los principios lógicos son permanentes, no hay hombre prelógico, lo que varía es la estructuración diferenciada de los principios lógicos. Esto se deduce del último Lévy-Bruhl y de las investigaciones de Lévi-Strauss.

Pero la palabra "filosofía" es de origen griego

- Efectivamente, como también lo es la "geometría", la "física", la "psicología", etc. etc. pero esto no significa quer estos asuntos eran desconocidos para los pueblos ancestrales. Sobre la filosofía hay que distinguir su "forma" y su "fondo". Su forma es de origen griego pero su fondo toca a una situación universal que concierne a la condición humana.

Pero esto nos lleva a trascender la razón mientras que la filosofía es un asunto racional y divorciado de la religión.

- La filosofía griega es un asunto racional divorciado de lo religioso desde Jenófanes y no antes, con excepción de Demócrito y Leucipo. Recordemos que para Tales de Mileto "todo está lleno de dioses", para Pitágoras las prácticas ascéticas y religiosas son de gran importancia, y para Heráclito la justicia divina es la armonía de los contrarios. Es decir, ya en la filosofía presocrática se advierte una forma de filosofar que no está divorciada de la religión y que refleja un filosofar ancestral.

¿Quiere decir esto que el filosofar ancestral es mítico y a la vez filosófico?

- Cierto, el filosofar mitocrático no está dominado por el imperio logocrático del concepto sino por el imperio mitocrático del símbolo y la metáfora. También se puede filosofar a través de metáforas y símbolos. Y esto es así porque el mito no sólo invita a pensar, sino que hay mito filosofante y filosofías mitizantes.

¿Cuál es la diferencia?

- El mito filosofante responde a una estructura escatológica (une el alfa y el omega), universaliza la experiencia, investiga la relación entre lo arquetípico y lo histórico, e inicia la especulación ontológica sobre la ruptura entre lo original y lo histórico. Mientras que la filosofía mitizante (Platón, Schelling) parte de estructuras racionales para arribar al límite de lo indecible o lo que escapa al principio de identidad.

Pero comprender esto supone una nueva comprensión del mito

- Y lo supone sobre las bases de los nuevos aportes de la antropología, la semiótica, el psicoanálisis lacaniano especialmente, porque por ejemplo éste último ayudó a comprender el sentido del sinsentido o que lo real rebasa el sentido de lo racionalmente descrito. Todo lo cual conduce a entender al mito más allá de su estrecha lectura ilustrada que lo remitía a lo ficticio, sino que lo reubica bajo la luz de una hermenéutica remitizante que le devuelve su sentido auténtico.

¿Y cuál es ese sentido auténtico?

- Que en el mundo ancestral lo que nosotros llamamos mito no era mito sino conocimiento legítimo de la realidad, no era ciencia como la entendemos hoy, ni mera sabiduría, sino filosofía, es decir un conocimiento que tiene que ver con la verdad y su encuentro.

¿Por qué "encuentro" en vez de “búsqueda"?

- Porque las filosofías ancestrales son saberes de salvación y no saberes teóricos, aquí el protagonista no es la razón humana sino la razón divina que ilumina a la humana.

¿Entonces por qué llamarla "filosofía" cuando hasta su sentido es diferente?

- Porque es una forma fundante de dar cuenta del mundo y de la existencia de las cosas, y esto se dio a través de las cosmogonías y las teogonías.

¿Pero esto no es una interpretación demasiado estructuralista que vacía de su forma narrativa a los mitos?

- No, porque no invalida la narrativa mítica, sino que interpreta su sentido más profundo. Este es uno de los objetivos de la hermenéutica remitizante.

Volviendo a la Razón ¿esto acaso significa que el mito reemplazó a la razón en lo ancestral?

- No, al contrario, implica más bien que es necesaria una nueva teoría de la razón que no sólo de cuenta de las ciencias formales sino de las humanas. Esto es, que el logos humano comprende el logos de la ratio y el logos del mytho. Ambos son necesarios para que el hombre viva una vida equilibrada espiritualmente. De modo que el mito no reemplazó a la razón en lo ancestral, el hombre ancestral era racional porque en el mito hay la presencia de la razón, lo que pasa es que no se dio la hegemonía del principio de identidad sino del principio de contradicción, el de identidad permanecía subordinado.

¿Si la filosofía es propia de la condición humana entonces qué fue la filosofía antes de su forma mitocrática?

- Fue filosofía empiriocrática no empiriocriticismo, es decir fue un pensar guiado por la intuición, la sensación que trasciende el dato y va hacia la primera formulación de lo numinoso. Data de más de 50 mil años en primer entierro humano efectuado por los neandertales, esto es que la presencia de la idea de algo que sobrevive después de la muerte está presente mucho antes de lo que suponemos.

¿Quiere esto decir que podemos hablar de distintas metafísicas?

- La filosofía conceptual griega dio origen a la metafísica teórica, la filosofía mitocrática ancestral dio origen a la metafísica metafórica, y la filosofía empiriocrática se da estrechamente con la metafísica vital.

¿Si esto es así qué sería en última instancia la filosofía?

- Una condición fundamental de humanización por la cual el homínido se espiritualiza, es decir se vuelve humano. Sólo el hombre se problematiza el ser, su destino y la posibilidad de trascender. El hombre es una criatura filosófica por antonomasia, pero no siempre se filosofa del mismo modo.

¿Y si a través de los milenios no se filosofa del mismo modo entonces Grecia no es la medida de toda filosofía posible?

- No lo es, y sólo el pensamiento eurocéntrico puede creer que lo sea.

¿Pero porqué llamarla "mitocrática"? - Porque simplemente remitirla a los mitos no explicaba bien la diferencia con el pensar griego, había que crear una categoría que la diferenciara y la idea me la sugirió la crítica de los pensadores post estructuralistas como Foucault, Deleuze y Derrida, quienes con su crítica a la conceptolatría de la razón revelaron la dependencia logocrática de occidente al principio de identidad y que hacía falta iluminar la diferencia. Así surgió la idea de lo "mitocrático".

¿Finalmente tiene algún futuro la filosofía mitocrática o se limita de dar cuenta de lo ancestral?

- Pienso que lo mitocrático no puede morir, como tampoco puede hacerlo lo conceptual, no sólo porque está conformando la estructura lógica del hombre, sino porque los desafíos de nuestro tiempo exigen un pensar más holístico, una visión más poética, imaginativa y emotiva que haga posible vivir en un mundo con justicia y caridad al mismo tiempo. Y el hombre en última instancia no puede vivir sólo a base de conceptos, sino que siente vivamente lo indecible de lo real, lo misterioso de la vida y la necesidad de ser humilde ante el enigma de la existencia.

 

Segunda Parte

                                               

Gris es toda teoría y verde el arte de la vida

J. W. Goethe

 

En mi reciente estadía académica en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad (IESU), de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), para impartir el Curso sobre Cómo situar el Eurocentrismo, a partir de mi libro Las Filosofías Marginadas que en el 2010 lo reelaboré en mi subsiguiente obra La Filosofía Mitocrática y Mitocratología, el evento fue matizado por una obra teatral denominada El Pájaro Azul, que en el fondo trasmitía al hombre de hoy la necesidad de recuperar su capacidad de ensoñación y de imaginación pero dentro de la visión occidental antropocósmica. El susodicho pájaro azul de la obra estaba a fin de cuentas ligada al afán prometeico del hombre occidental. Y mientras esto sucedía en el escenario en medio de la oscuridad del teatro me iba revoloteado en mis sienes la idea de cómo debía haber sido la imaginación y la ensoñación del hombre ancestral y cómo debió haberse reflejado en la filosofía mitocrática.

Pues bien, la capacidad de ensoñación y de imaginación desplegada en los márgenes de una visión intracósmica como la China, metacósmica como la India y micro-macrocósmica como la precolombina debió haber sido cualitativamente distinta. Sobre ésta último recuerdo a la amable Dra. Hilda Vargas, responsable del Programa de la No-Violencia, poniendo a la disposición durante la última sesión del día viernes una grabación sobre la música ritual de un antiguo pueblo maya. Comenzaba un tamboril que se podría decir que seguía los latidos del corazón, luego se sumó el golpeteo de otro tambor mayor que aceleró e intensificó tanto el sonido como el ritmo para hacer sentirnos cómo el microcosmos se integraba al macrocosmos.

Esta idea holística de integración en vez de dominio o manipulación es la nota esencial de las visiones ancestrales (China, India, Precolombina) y que preside la recreación de las imágenes de la imaginación. Es más, se trata de la integración de lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, lo relativo y lo absoluto, lo inmanente y lo trascendente. En otros términos, estamos ante una hermenéutica mitizante de lo perenne, sólo comprensible fuera de los marcos ilustrados de la hiperracionalista hermenéutica de la sospecha.

Se podría pensar que lo perenne no sólo es preocupación de la hermenéutica mitizante ancestral sino también de la hermenéutica racional los griegos y de la hermenéutica teológica los cristianos. Lo cual es cierto, aunque incompleto, porque la diferencia sustancial se da en el orden de su ontología fundamental. Los griegos sistematizaron racionalmente el principio metafísico ancestral nihil ex nihilo (nada viene de la nada) y la gran ruptura metafísica acontece con el cristianismo y su principio metafísico creatio ex nihilo (Creación a partir de la nada) que escandalizaba las mentes racionales griegas. Es por eso que se puede afirmar que lo perenne pervive en la cultura cristiana, pero en diferentes términos, y son términos de largo alcance porque modifican la misma comprensión del tiempo y de la historia. El tiempo cíclico o el eterno retorno ancestral y prolongado en la filosofía griega será reemplazado por el tiempo asintótico o vectorial del cristianismo. De manera que sería inexacto sostener que en el hombre occidental siempre predominó la visión temporalista y que dicha visión presidió su imaginación. Esto sólo ocurriría desde la modernidad con el racionalismo matematizante cartesiano y con el factum del empirismo. Desde entonces se fue abriendo camino una hermenéutica de la facticidad que encontraría su madurez en Heidegger y su extensión en Gadamer.

La hermenéutica de la facticidad circunscribe la ontología fundamental dentro del horizonte de la temporalidad. Pero al estar atrapada dentro de los marcos temporalistas deja de lado lo eterno. Esta interpretación del ser, la verdad y la historia a partir de la temporalidad absoluta equivale a un menoscabo ontológico de la realidad dentro del horizonte del reduccionismo inmanentista. El nuevo mito de la modernidad es la idolatría de la temporalidad. Y con ello el pretendido salto sobre la metafísica occidental queda efectuada, pero en sentido negativo, es decir, nihilista.

Por el contrario, para entender la imaginación del hombre ancestral y su filosofía mitocrática es necesario echar mano de la hermenéutica remitizante, esto es, de una hermenéutica "en" "por" y "sobre" el mundo, que no reduce el mundo a lo temporal e inmanente, sino que toma en cuenta lo perenne y eterno. Con esto la ontología ancestral es más rica y compleja porque da cabida a un substrato supratemporal y trascendente. Así pues, la hermenéutica supratemporal ancestral se halla ante el enigma de que la existencia humana, temporal y finita se encuentra marcada no por su propia interpretación sino por la interpretación divina. Por eso el alma de dicha hermenéutica consiste en aceptar que lo Otro sobrehumano tiene razón. Por supuesto que el cristianismo con la idea de persona y libre albedrío trastoca profundamente los términos en que lo finito se relaciona con lo divino. Pero lo que aquí nos concita la atención es la concepción ancestral pagana antes que cristiana.

Muy bien, y mientras estas elucubraciones iban visitando mi mente durante la función del Pájaro Azul también me vino una interrogante mucho más enigmática: ¿Y cómo vivenciarían los hombres ancestrales los acontecimientos conocidos hoy en día bajo el nombre de lo "paranormal"? Estos fenómenos son muy importantes en tanto que el hombre ancestral está signado por el simbolismo de lo sobrenatural. Tanto así que los acontecimientos más decisivos de su vida histórica están determinados por estas vivencias. Aun cuando dentro de la atmósfera del racionalismo, positivismo y temporalismo filosófico este acápite es considerado casi tema tabú, sin embargo, hubo filósofos contemporáneos vivamente interesados por este lado misterioso de la realidad. Entre ellos estuvieron Henri Bergson, William James y Gabriel Marcel. Por lo demás, los médiums o parapsicólogos forenses gozan de la mejor reputación entre los suyos. Pues bien, me aventuro a exponer mi idea según la cual las monumentales arquitecturas megalíticas de las civilizaciones antiguas que demandaron un ingente e inexplicable esfuerzo tuvieron su origen no en motivaciones políticas, funerarias o de otra índole, sino en fenómenos paranormales fuertemente vivenciados por reyes o sacerdotes. Es decir, los templos o pirámides astronómicas estaban obsedidas por determinar calendáricamente cuándo sobrevendría la visión catastrófica advertida en la experiencia paranormal. Si al hombre de mente científica de hoy lo deja atónito y desconcertado los fenómenos de clarividencia, telepatía, premonición, telergia, entre otros, no es difícil imaginar el enorme impacto cultural que representaría dentro de una cultura sacralizada. Sería asumido como un mensaje perentorio de los dioses, que advierten el desastre e instan a tomar providencias por lo menos para el rey-semidivino.

Pues bien, esta relación entre la realidad explicada y lo inexplicable sigue siendo hasta el día de hoy un asunto no resuelto para el pensamiento científico, el cual se ve en muchos casos obligado a abandonar toda explicación admitiendo la realidad del fenómeno. Pero qué hay detrás de dichos fenómenos, ¿otra realidad? ¿un mundo sobrenatural y supratemporal? A la luz de las evidencias es cada vez más difícil negar su realidad o reducirlo a mera alucinación. El terreno de la fe, la religión y de la creencia trata de afrontarlo con mayor o menor éxito. Por el momento no ahondaré al respecto porque las casi tres horas de función de la obra de teatro no dieron para más. Pero de cualquier modo resulta innegable la irresistible y peligrosa atracción que ejerció el fenómeno paranormal sobre el hombre ancestral y que incluso sigue ejerciendo sobre la humanidad actual.

 

Parte Final

 

Un poeta es una persona que se asombra de todo.

Stephane Mallarmé

I

Esto será lo último que escriba sobre mi experiencia toluqueña, aunque eso me recuerda lo escrito por André Malraux: "El destino es oscilante". El IESU me había instalado en el imponente Hotel San Francisco, ubicado en la calle Rayón, en el centro de la ciudad de Toluca, capital del Estado de México, el cual está cerca de las oficinas gubernamentales, bancos, portales, catedral, iglesias, el famoso cosmovitral, la universidad y otros lugares de interés. A mi habitación, el 308 del tercer piso, se accedía como todas las demás a través de un moderno ascensor panorámico.

Una vez ingresado en ella dejaba ver un espacio amplio, con espejos en algunas paredes y la amplia ventana que daba a un edificio contiguo perteneciente a una universidad cuyo nombre no recuerdo, pero cuya baja altura permitía ver el cielo toluqueño. Conmigo había llegado una recia tormenta que bañaba nuevamente la risueña ciudad. Yo, desacostumbrado a tormentas, rayos y truenos, estaba asombrado, ellos estaban felices. Decían que las lluvias habían demorado en llegar y mi amiga toluqueña la licenciada Claudia Morales bromeando me decía que así como la tormenta llegó conmigo, pues también me la lleve de vuelta.

Ciertamente que en mi estadía en Panamá pude ver lluvias torrenciales mucho mayores, como baldes de agua que eran arrojados sobre el parabrisas de los autos. Pero la lluvia de Toluca eran gotas gruesas, con espacio entre sí y a tono con ello tuve que portar un paraguas, prestado por la amable catedrática Cristina, para protegerme. Pero recuerdo nítidamente la ventana de mi habitación en el Hotel porque al regresar casi siempre a las 4 o 5 pm, después de terminada la conferencia y almorzar, caía derribado en la cama para dormir regularmente hasta las 9 pm, pero lo extraño era que esa ventana me desconcertaba porque la noche estaba clara, mejor dicho todavía no había noche, y eso me causaba confusión, me daba la impresión de casi no haber dormido. Hasta que una buena noche le conté eso a la hotelera y ella me aclaró que no era ningún deterioro de mi reloj, sino que simplemente la oscuridad recién llegaba a esa hora, a las 9 pm. Caprichos del paralelo terrestre.

No padezco de reloj fobia, pero otro detalle anecdótico es que el reloj de la Catedral dejaba sentir sus fuertes campanadas tan nítidamente hasta las 12 de la noche, que prácticamente no podía pegar ojo hasta que ella se silenciara por completo. Bien decía San Vicente de Paul: "El ruido no hace bien, el bien no hace ruido". Después me enteré, a través de una excursión con Cristina en el tranvía turístico de la ciudad, que dichas campanas no sonaban, sino que lo que se escuchaba era una estruendosa grabación. Como dicen en mi país "puro hechizo". A propósito del invento característico de la civilización moderna, es posible meditar sobre el reloj como lo han hecho Sombart, Ganivet y Freyer. El primero destaca su importancia para el hombre económico moderno, el segundo subraya el carácter simbólico de la exactitud y perfección maquinal que deshumaniza al hombre, y el último ha destacado su lugar central como “sistema” del mundo. Efectivamente, yo coincido en considerar al reloj como el símbolo más cabal de la era moderna e industrial y de la sobrecogedora deshumanización creciente. Y es tanto así, que si quisiéramos dar un nuevo sentido a la historia universal tendríamos que acabar con la tiranía del tiempo abstracto del reloj sobre el tiempo concreto humano. El reloj ha cargado a la civilización moderna de excesivo sentido histórico, tanto que en el investigador ha interpuesto una distancia tan grande entre su sentido histórico y su objetividad que ya no se siente poseído por aquello que sabe. Es por esto que la investigación erudita es inmensamente sabia, pero sin vida, incapaz de promover “renacimientos”. En cambio, el modelo humano griego era ahistórico pero fecundo por promover un sentido más inmediato de las cosas.

Y así como no me acostumbré a ese travieso oscurecer tardío siempre terminaba por despertarme muy temprano, a eso de las 5 o 6 am. Menudo problema porque el comedor solía atender a las 7 am. Pero como los mozos me veían puntual como un suizo desde las 6:30 en sus mesas entonces ellos también se acoplaron al horario del díscolo huésped. Fiel a mis costumbres no excursioné en experimentos culinarios y mi desayuno fue siempre el austero café con leche y las tostadas con mantequilla y mermelada. Las amigables conversaciones con las hoteleras y los mozos me fueron valiosas para conocer la psicología del lugareño y la situación social por la que atravesaba el país. Sobre su psicología puedo mencionar que el mexicano común habla fuerte, como buscando seguridad en el tono elevado, y en ello encuentro más rabia que afán por hacerse notar. Siempre será mejor que levantar la voz, reforzar el argumento. Sobre la situación social sólo diré algo que ya se conoce, con lo cual no creo ofender a nadie, y es que se admite de modo generalizado que la corrupción corroe las entrañas de la nación.

En mi país, el Perú, también hemos tenido la corrupción desbocada -con Fujimori y Montesinos- y todavía la tenemos de forma soterrada, pero somos más pequeños y la escala es notoriamente menor. Pero no sólo es que lo que en el Perú se ve en pequeña escala en México se ve en mayor escala, sino que en el país azteca se respira una atmósfera plutocrática, donde los ricos -que son un puñado de muy ricos- están por encima de la ley de un modo mucho más abierto que en mi país. Y esto me hace recordar a la simpática filósofa de la política la Dra Ana Luisa Guerrero de la UNAM, que durante su conferencia habló de la necesidad de un Estado plural sin proyectos jerárquicos basados en el bien común. Justamente lo hace falta no sólo a México sino al mundo.

 

II

Bajo un cielo encapotado que amenazaba con una repentina inundación estábamos con la Dra. Hilda Vargas tomando fotos en el Centro Ceremonial construido en Toluca durante la presidencia de Portillo en homenaje a un ancestral pueblo maya, cuando de pronto un imponente rayo de sol se abrió paso entre el séquito de nubes justamente iluminando el mismo centro de la plataforma principal. Y le dije a Hilda:

-Mira eso, es como si el Sol nos llamara a ubicarnos hacia el mismo corazón del centro ceremonial.

-Sí, es hermoso. Vamos hacia allá y le dedicaremos una meditación, añadió Hilda.

Antes de esto ya había advertido la gran sensibilidad y respeto de la Dra. Hilda Vargas hacia la naturaleza y los lugares ancestrales, muy acorde con su Programa de la No-Violencia y su salón de encuentro interior que tiene en el IESU, instituto certeramente dirigido por el mexicano Dr. Sergio González y la uruguaya Dra. Rosario Guerra. Pues antes poner un pie en el primer escalón de las plataformas hizo que pidiéramos permiso a los invisibles espíritus guardianes del lugar.

-Dame tus manos, me dijo ella.

Se las di. Y enlazadas nuestras manos en el mismísimo centro de la plataforma principal con el rayo de sol sobre nuestras cabezas comenzamos a meditar bajo las inteligentes palabras que iba pronunciando Hilda. Vibramos al unísono, no cabe duda. Francis Bacon decía que "No hay belleza sin algo extraño en sus proporciones". Pues hubo un momento en que sentí como si voláramos cogidos de las manos girando en círculo. Fueron momentos muy hermosos, un éxtasis teofánica cuyo viento venía a elevarnos juntos. Si el primer beso no se da con la boca sino con los ojos, aquí podría decir que recibimos el primer beso de lo inefable no con los ojos sino con ese extraño fuego purificador del astro rey.

 

III

Por dichos transportes metafísicos no lo había recordado, pero ese domingo era día del Padre, y la Dra. Rosario Guerra nos había extendido una gentil invitación para almorzar en su casa. Desde el Centro Ceremonial hasta la casa de Rosario la Dra. Hilda hizo casi una hora con su cuidadoso y correcto modo de conducir. A la Dra. Rosario tendría por fin el placer de conocerla y sería nada menos que en su hogar. Así como los ojos son el reflejo del alma, también la casa lo es. Y su casa de dos plantas con techos a dos aguas se avizoraba hermosa a la distancia y acogedora una vez dentro de ella. Atravesamos el umbral custodiado por tres grandes canes, y una vez instalados en la sala, al costado de su chimenea, relucían hermosos libros, cuadros, adornos, muebles de madera, mucha madera. La embellecedora mano femenina estaba omnipresente en dicho hogar. 

Rosario, así prefiero llamarla no por exceso de confianza sino porque así percibo mejor su humanidad, es de noble nacionalidad uruguaya, tiene ojos penetrantes y a su vez tiernos, de finos labios que dibujan un carácter tenaz y perseverante, de hermosas cejas delgadas que despliegan solidaridad y humanismo, de pronunciada y perfilada nariz que señalan sentidas necesidades orgánicas como intelectivas, de frente altiva como sus elevadas ideas, y con mentón de perilla propio de los que persiguen sus ideales hasta el fin. Estaba acompañada de su esposo, el profesor universitario Héctor Fernández, un agradable y recio caballero español, que nos hizo disfrutar durante el almuerzo con su espíritu escéptico como Montaigne. También estuvo presente Cristina, que hizo esperar la degustación de los deliciosos platillos de Rosario hasta el final, porque llegó con tardanza, pero se le perdonó al traer una exquisita torta de tres leches. Pero jamás olvidaré el incomparable té de frutas preparado por nuestra anfitriona. Bien se dice que el corazón de las mujeres se trasluce por el manjar que preparan sus delicadas manos.

Debo confesar que me llamó la atención tres cosas. Primero, la tremenda cordialidad y respeto del equipo de trabajo del IESU, todos se trataban como amigos sin olvidar cada uno su lugar. Segundo, el gran cariño y aprecio ganado por su directora, la Dra. Rosario. Como verdadera maestra enseña con el ejemplo y se dedica en alma y cuerpo a lo suyo y a los suyos. Y tercero, pinta maravillosos cuadros y cocina de lo mejor. Toda una joya engarzada en suelo mexicano. Bien por México.

 

IV

Y para concluir este casi anecdotario debo variar con un problema teórico, el cual es el de la metáfora. Ya decía Rilke: "Los versos no son sentimientos, son experiencias". Entonces ¿Puede el pensamiento filosófico expresarse por medio de la metáfora? ¿Es acaso el concepto la vía exclusiva de la filosofía? ¿Sólo por nociones universales y abstractas se puede filosofar? ¿Puede el sentido figurado de la metáfora servir para el filosofar? Y con esto no nos vamos a referir a los poetas filósofos de Santayana o Gadamer, ni a la opinión de Julián Marías de que no hay género vedado a la filosofía, sino que preguntamos por otra forma de filosofar distinta a la pregonada por el magisterio eurocéntrico, me refiero al filosofar mitocrático.

En primer, para nosotros el Mito no está totalmente contrapuesto a la Razón, como piensan los eurocéntricos, sino que hay filosofía en el mito, aunque con otra estructura lógico-semántica. Lógica porque no se sujeta al imperio del principio de identidad, y semántica porque no se ciñe a la búsqueda de lo universal y necesario. Su lenguaje es más poético, metafórico, más contradictorio, más elusivo y más profundo. De ahí que el logos filosófico tenga un carácter multívoco y multiforme. Si el sentido metafórico del filosofar arcaico daba cuenta del ser sin eliminar el enigma, el sentido conceptual del filosofar desde Parménides y Aristóteles da cuenta del ser eliminando el misterio y lo contradictorio. Pero la realidad no necesita ser lógica y ser susceptible de manejo lógico, ni el hombre primitivo y ancestral era prelógico. Una lógica filosófica correctamente encauzada nos muestra las distintas configuraciones de los principios lógicos en las distintas edades del hombre. El hombre siempre ha estado instalado en la edad de la razón, aunque no en la edad de la razón abstracta y universal, sino antes bien lo estuvo en la edad de la razón poético metafórica, en la cual también sintió la necesidad de filosofar.

Frente a la abundancia del lenguaje figurado en Platón, Aristóteles predicó la necesidad de una extrema sobriedad. Pero a contrapelo del peripatético el lenguaje simbólico puede ser adecuado a la representación del objeto como objeto, propio de una etapa de la mentalidad humana en que no se separa la causalidad final y la causalidad eficiente. Mientras la imagen y el símbolo sacrifican una parte de lo real, la inteligibilidad y la universalidad respectivamente, la metáfora ilumina el reino de la personalidad, la totalidad y la completud en continuo crecimiento. Mediante la metáfora se aprehende lo que está más lejos del potencial conceptual. Nuestro lenguaje natural está tránsito de metáforas. La predicación analógica de la metáfora no sólo predica emociones sino también hechos. El lenguaje simbólico-metafórico es más apropiado para el mundo espiritual, mientras que el lenguaje objetivo para el mundo científico. Lejos de ser ambigua y equívoca muestra secciones de lo real que sólo ella puede hacerlo. Lo metafórico es además parte permanente de todo lenguaje y no sólo de la edad primitiva. De manera que la metáfora es constitutiva de todo lenguaje, sea primitivo o moderno; permite aprehender lo que está más allá del concepto y el principio de identidad; implica una dinámica entre pensamientos y conceptos; sus pensamientos no son unívocos sino multívocos; dicen algo acerca de la realidad, especialmente espiritual, y no se limitan a las emociones; pone de manifiesto características de lo real que sólo ella puede mostrar; es un pensar estético; no sacrifica el reino de la personalidad, la totalidad y la completud, es más holístico e intuitivo; y está plenamente justificado en el pensar filosófico que es estrictamente personal. 

V

Cuando se exagera un sentimiento, desparece la facultad de razonar, decía Gustave Le Bon. Y guiado por este consejo he escrito estas líneas finales con las que me despido, espero no volver a molestar su atención y reitero mi agradecimiento a la Dra. Rosario, a todo el equipo del IESU, a su director el Dr. Sergio González, y guardaré con cariño cada rincón, persona y suceso de la hermosa ciudad mexicana de Toluca. ¡Viva México, viva el Perú!