lunes, 20 de mayo de 2024

REPENSANDO LA TRADICIÓN DE NUESTRA AMÉRICA

 

DAVID SOBREVILLA--Filósofo/UNMSM

 

REPENSANDO LA TRADICIÓN DE NUESTRA AMÉRICA

(Lima, BCR, 1999)

 



 

ANEXO 3: SOBRE DOS RÉPLICAS (pp. 68-69-70)

 

Gustavo Flores Quelopana afirma por su parte que es una muestra de etnocentrismo sostener que sólo la filosofía occidental es filosofía. En realidad, el saber “filosófico puede adoptar diversas formas, y esto sin borrar las concordancias fundamentales acorde con las específicas manifestaciones culturales” (Etnocentrismo y filosofía prehispánica, 1999, p. 22; [pero mi libro no se titula Etnocentrismo sino Eurocentrismo]). De otro lado, “la filosofía puede darse también como un saber vinculado a la tradición religiosa central, que tiende a la integración del individuo con el cosmos o Dios y encarnado en un sabio que busca resaltar la originalidad individual, sino que se desvanece en la colectividad” (23).

“La filosofía China e India por ejemplo sin bien busca una explicación total del universo no comparten ni la tendencia, ni el tipo humano, ni el propósito del filosofar occidental. Incluso dentro de éste la escolástica medieval concibió un filosofar que estaba al servicio de un orden trascendente y cuya fundamentación última estaría en la voluntad divina” (23-24).

Sería demás problemático calificar el pensamiento precolombino como un saber tradicional sin más, e ilegítimo compararlo con la cosmovisión religiosa griega dado que no se tiene en cuenta las distintas condiciones políticas (25).

Finalmente sería irreal pensar que otras civilizaciones si lograron crear una filosofía, mientras que sería inconcebible que no lo haya concebido “una civilización tan antigua como la andina” (27). Para Flores Quelopana en el mundo andino habría habido una forma distinta de filosofar no sólo como ciencia de lo universal (Husserl), “sino como sabiduría de lo particular, de la vida y de la existencia, que por ello es un saber vinculado a la reflexión ética, cosmológica y teológica. Por lo demás, la vinculación entre filosofía y religión no es desconocida en Occidente y los ejemplos van desde Platón, Pascal, Kierkegaard hasta Marcel” (27).

Flores Quelopana omite tomar en cuenta la distinción que hago inicialmente entre filosofía en sentido amplio y en sentido estricto. Y que yo afirmo que en el primer sentido la filosofía se ha dado en numerosas culturas o en casi todas ellas; en cambio en sentido estricto sólo se originó en Grecia por las razones que ofrezco.

A continuación, comete una petitio principii: suponer aquello que habría que demostrar previamente: que la filosofía admite diferentes formas o modalidades y que sería una muestra de etnocentrismo reducirlas todas ellas a la forma griega. El hecho es que históricamente y entendiendo la filosofía en sentido estricto ella surgió de la crisis del mundo griego y de las características de su tránsito de lo oral a lo escrito que permitió el nacimiento de los conceptos.

Es verdad que a menudo se habla de filosofía china e india. Pero somos del parecer de que aquí se trata de orientaciones del mundo basadas más bien en el mito o la religión, en la tradición, en formulaciones oraculares y no de filosofía en el sentido de una orientación del mundo que problematiza lo recibido, que se basa en la razón y es universal, y que es fruto del esfuerzo individual. René Guénon acentuaba por ello el carácter tradicional de las doctrinas orientales en general (Cf. “La enseñanza tradicional” en, Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes. Bs. As.: Perseo, 1988: 251-254).

Es verdad asimismo que en el Occidente se ha dado a veces una vinculación entre filosofía y religión. Pero aquí se debe tener en cuenta: primero, que ello ha sucedido en figuras (como Pascal, Kierkegaard, Marcel) o corrientes más bien marginales; segundo, que cuando se quiso hacer de la filosofía una ancilla theologiae se produjo su rebajamiento; y tercero, que hay que distinguir -como casi siempre se ha hecho- entre el Dios de los filósofos y el del simple hombre religioso y entre la teología racional y la que no lo es, de modo que aun aquí las diferencias entre filosofía y religión no se han simplemente borrado.

En realidad, no es problemático calificar al pensamiento precolombino de tradicional; lo es en tanto no cuestiona los saberes recibidos; y tampoco es ilegítimo compararlo con la cosmovisión griega prefilosófica ignorando las distintas condiciones políticas que para el caso son irrelevantes. Irreal me parece no lo que sostengo sino exigir que nuestra cultura precolombina haya tenido que tener filosofía sólo por razón de su antigüedad o del prestigio -real o no- de la palabra filosofía.

Finalmente, no entiendo la propuesta de Flores Quelopana de la filosofía como un saber vinculado a lo particular y a lo religioso. Estoy más en la línea de Aristóteles o de Husserl para quienes el conocimiento filosófico se da vinculado a lo universal; y de Descartes cuando sostenía que toda evidencia recibida (por ej. La religiosa) debía someterse al tribunal de la razón. Concibo también, aunque es una actividad que me queda muy lejana, que puede hacerse una teología racional desde la filosofía -y asimismo una teología no racional, aunque fuera de ella. Pero me resulta inevitablemente sospechoso, confuso y algo patético este saber filosófico que parte de “una yuxtaposición entre logos y mythos” (?) (42), que se presenta como una “necesidad radical del espíritu”, y que encuentra en historiador Heródoto a un primer filósofo (46).

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