ANA LACALLE FERNÁNDEZ- Filósofa/Universidad de Barcelona
“TENER O SER. REFLEXIÓN SOBRE LA PONENCIA
“CRISIS EN LA ÉPOCA
NIHILISTA”
7 de febrero 2021
Ayer tuve la oportunidad, y la fortuna, de escuchar una ponencia
de Gustavo Flores Quelopana (Perú) sobre “La crisis en la época nihilista”, organizada
por la Sociedad Liberteña de Filosofía y Cultura.
La claridad de ideas, expositiva y de síntesis de un profundo y
amplio saber, hacen de esta ponencia un evento accesible a cualquiera, aunque
no esté muy adentrado en el ámbito de la Filosofía.
Más que intentar resumir la excelente ponencia, -la cual intentaré
insertar al final de este artículo para que tengáis fácil acceso- me gustaría
detenerme en una de las ideas que Gustavo Flores formuló con la naturalidad de
quien lanza una flor al aire a ver si alguien la recoge.
Bien, pues ahí estaba yo. El hecho de centrar mi reflexión en el aspecto
que mostraré a continuación no significa para nada que sea lo más relevante de
la ponencia. En absoluto. Tan solo fue una idea que me resonó especialmente y
en la que desearía adentrarme.
Aclarar de antemano que personalmente me reconozco plenamente en el
nihilismo, ya que no percibo un reconocimiento más honesto de la época en la
que vivimos y del límite abisal al que hemos llegado. Tal vez, solo un ciclo histórico
cultural repetitivo podría apartarlo, para volverlo a recuperar. Sería pues, si
tuviese que situarme en el contexto de la ponencia de Flores Quelopana una atea
nihilista. A pesar de mi alergia a etiquetas que encorsetan y parece que no te
permiten fluir y re-conocerte junto con los otros y el mundo, me ha
parecido sugerente explicitar lo anterior por rebeldía; la hartura de constatar
cómo se sitúa a un pensador bajo un rótulo fijo y los que se ubican en lugares
diferentes no muestran ni interés por entrar en diálogo con otros.
Personalmente, lo único que puedo hacer del saber del Dr. Flores
es aprender, pero no me cansaré nunca de escuchar a cualquier filósofo, que por
su categoría y profundidad de sus reflexiones llegue a cuestionarme posiciones o
creencias, a las que no es que este “adherida”, ya que ante todo soy militante
de velar por las personas.
A partir de ahí, y sí, habiendo llegado a un ateísmo nihilista -podríamos
denominarlo así- estoy sedienta de aprender, descubrir y luchar, desde mi humilde
posición, a favor de todo lo que zanje lo inhumano y vele por la dignidad de
las personas. Desde esta convicción reconozco a Gustavo Flores, como un gran
maestro. A la vez que puedo estar ávida de atender a otros de visión contrapuesta
que destilan también una gran humanidad.
Establecido esto, me dispongo a centrarme en esa idea, que mencionaba
me había resonado especialmente, del discurso de Flores. Aludiendo a la cuestión
a destacar de memoria -porque rebobinando el vídeo no he conseguido dar con ella,
me estoy refiriendo a la paradoja que menciona el profesor en su ponencia de
que en una era antropológica el hombre ha olvidado el ser y se ha instalado en
el tener.
El olvido del ser implica la negación de la trascendencia, como escucharéis
en el video de la conferencia, pero podía haberse ubicado en el estar, en el
sentido de hallarse concretado en el mundo, como ente, como des-ocultación del
ser -el Dasein heideggeriano-. Pero no, Flores afirma, y me parece recuperar
aquí una idea que ya formuló el psicólogo humanista Eric Fromm[1], se
reconoce en el tener.
Esto me resulta elocuente porque entiendo que, llevando implícitas
algunas otras ideas que se mencionan en la ponencia, permite escudriñándola
extraer gran parte de los rasgos del individuo y la época actuales. El vacío de
un horizonte lleno de nada exige al humano buscar objetivos presentes,
actuales que le ayuden a aliviar ese vacío que no todo humano puede sostener.
Y ese hueco horadado por la nada acaba constituyendo el terreno idóneo
para situar el consumo de cosas como el lenitivo, el falso sentido,
del que intentará nutrirse el sujeto postmoderno que, abocado a la
desesperación, se reconvierte en sujeto de consumo, asume inconscientemente una
nueva identidad y organiza su vida entorno al tener.
Su creencia de que el placer acerca a la felicidad y de que este
consiste en el disfrute de cosas que nos hacen sentir bien, le lleva
a consumir compulsivamente para no dejar un instante a esa nada que lo ensombrece.
Mientras se entretiene con placeres corporales o actividades lúdicas que lo
distraen, no parece haber ningún problema.
De ahí que el humano con poder adquisitivo asume una existencia falaz,
disfrazada de una forma de vida que opera como un distractor para no detenerse
en el tiempo y pensar, interrogarse, …porque ese sería su final, se toparía con
ese vacío que no puede soportar. Quienes no poseen el nivel social para ese
tipo de vida, la ubican como horizonte deseable que acabará, o eso suponen, con
todas sus infelicidades.
Así, entre los que se lucran para consumir, tener cosas y llenar la
nada en la que flota su existencia y los que no pudiendo aspiran a ello,
habitamos en una sociedad que nos despoja de la auténtica existencia para reconvertirnos
en sujetos frágiles que consumiendo parecen tapar los cráteres de la existencia
humana.
De ahí que Flores Quelopana explicitara la paradoja de que en una
era antropológica – en la que el hombre es el centro y el eje de todo- esa sustitución
del ser por el tener es uno de los giros más antihumanistas que pueden
producirse, porque constituye un engaño, una máscara y una impostación que caerá,
y está cayendo por su propio peso: lo que somos no puede identificarse con lo
que tenemos porque entonces nos cosificamos, nos convertimos en cosa, y como no
lo somos, no podemos sostener indefinidamente esa parodia, que por endeble,
acaba dejándonos a la intemperie, rodeados de cosas y absolutamente vacíos. En
este sentido, desde la perspectiva nunca cerrada, ni zanjada con la que soy
capaz de mirar el mundo, entiendo que, sin los otros, sin la interacción continua
ni podemos forjar nuestra identidad, ni nutrirnos de lo único que puede
llenarnos de algo de belleza, el otro.
Para finalizar esta sucinta y parcial reflexión, desearía
explicitar que simplemente he tirado de uno de los hilos que constituyen el
complejo entramado presentado en esta conferencia. Gustavo Flores Quelopana nos
sitúa en la encrucijada misma en la que se halla la modernidad y es tan nutrida
su conferencia que restan, por supuesto, muchos cabos de los que estirar y
repensar, con el propósito de entender mejor el mundo en el que vivimos y rebuscar
vías que, a mi juicio rescaten a las personas de la salvaje deshumanización en
la que nos hemos instalado, casi con indiferencia.
Mi agradecimiento por a la organización de estas conferencias a la
Sociedad Liberteña de Filosofía y Cultura (Perú) y en especial a Gustavo Flores
Quelopana por su generosidad al compartir sus trabajadas y maduradas reflexiones.
Os exhorto, en consecuencia, a visualizar la ponencia que es imprescindible, además de orientadora para los que sin estar en exceso adentrados en la Filosofía desean tener una visión global de un acontecimiento crucial como es el Nihilismo. Obviamente existen otras visiones o percepciones que mostraré cuando tenga noticia de una exposición tan excelente como esta. ¡¡Gracias!!
Nota
[1] “Parece
que tener es una función normal de la vida: para vivir, debemos tener cosas. Además,
debemos tenerlas para gozarlas. En una cultura cuya meta suprema es tener (…)
parece que la misma esencia de ser consiste en tener; y si un individuo no
tiene nada, no es nadie”. Fromm, E. ¿Tener o ser? Ed. FCE. México 1978. Pg.
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