miércoles, 9 de julio de 2025

Presupuesto de la Muerte: el evangelio contra la idolatría del poder y la guerra

 Trump advierte de "potencial muerte y destrucción" si sale imputado

Presupuesto de la Muerte: 

el evangelio contra la idolatría del poder y la guerra


El nuevo presupuesto aprobado por el gobierno de Donald Trump representa mucho más que una reorganización contable: es un manifiesto económico que privilegia la riqueza concentrada, la industria militar y el poder represivo, a costa del bienestar de millones. Lejos de ser un proyecto neutral, este presupuesto pone en evidencia una arquitectura de prioridades que contradice los principios más básicos del Evangelio.

Según informes del Congressional Budget Office y del Penn Wharton Budget Model, el plan fiscal aprobado reduce drásticamente los impuestos a los más ricos: el 68% de los beneficios fiscales se concentran en el 10% más acaudalado del país. Familias con ingresos superiores al millón de dólares anuales recibirán recortes de hasta $79,000 por año. Mientras tanto, los hogares con menos de $23,000 anuales perderán en promedio $1,600 debido a recortes en Medicaid y en programas de asistencia alimentaria. Además, se estima que 16 millones de personas perderán su seguro médico, agravando una crisis de salud que ya castiga a los más vulnerables.

Desde una perspectiva cristiana, estas decisiones no solo son técnicas: son profundamente anéticas. Lo anético desmaligniza el mal y maligniza el bien. El mensaje de Jesús no se alinea con los poderosos ni los acumuladores de riquezas, ni con los fabricantes de armas, sino con los pobres, los marginados y los enfermos. En Mateo 25 se nos recuerda que lo que hagamos al más pequeño, se lo hacemos a Cristo mismo. “La caridad no busca lo suyo” (1 Cor 13,5). Un amor que no se mide por la eficiencia fiscal, sino por la dignidad que otorga a cada ser humano. No hay duda del sesgo luciferino del modelo Trump.

Este escandaloso desequilibrio se acentúa aún más cuando se observa el gasto militar. El presupuesto destina más de $1 billón de dólares a defensa, una cifra sin precedentes. Dentro del paquete legislativo One Big Beautiful Bill, se agregan $150 mil millones para proyectos como el escudo antimisiles “Golden Dome”, expansión de flota naval y reabastecimiento de municiones. Estados Unidos ya gasta más en defensa que las siguientes diez potencias combinadas. ¿Qué lógica desquiciada justifica semejante desbalance mientras se niega el pan, el techo y el tratamiento médico a millones?

Este tipo de inversión no solo representa una traición al mensaje de Jesús, quien proclamó “Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9), sino que alimenta una cultura tanática del miedo y de muerte en lugar de una comunidad del cuidado y del amor. El Evangelio no exalta la fuerza ni la dominación, sino la compasión radical, la justicia restaurativa y la paz como camino.

A esto se suma otro dato alarmante: el ejército estadounidense es el mayor emisor institucional de gases de efecto invernadero en el mundo, agravando la crisis climática que golpea con más fuerza a los pobres del planeta. De esta manera, el presupuesto militar no solo destruye vidas por acción directa, sino también por omisión al erosionar la creación que Dios nos confió cuidar.

El aumento desmesurado del gasto en defensa revela también su impacto en el interior del país. Se refuerzan los fondos para agencias de seguridad, vigilancia masiva y militarización de la policía, lo cual configura un aparato de represión que trata la pobreza como delito y la protesta como amenaza. Las inversiones no se orientan a sanar las fracturas sociales, sino a contenerlas por la fuerza. La salud mental, la vivienda digna y la educación de calidad ceden espacio ante drones, muros y sistemas de control. Aumentará más la psicopatía social en la sociedad estadounidense.

En el plano geopolítico, el presupuesto apunta hacia una política exterior agresiva, especialmente contra China y Rusia. Se intensifican las maniobras militares en Asia-Pacífico, se instalan nuevas bases en Europa del Este y se alimenta una retórica belicista. Todo indica una preparación para el conflicto armado global, una Tercera Guerra Mundial que se gesta entre discursos patrióticos y presupuestos incendiarios. La consecuencia será más hambre, más enfermedad y más desesperanza para los propios ciudadanos estadounidenses.

Desde la ética cristiana, esto es un grito de advertencia. La lógica del “paz a través del miedo” es incompatible con el Reino que Jesús anunció: uno donde los últimos son los primeros, donde se bendice a los pacificadores, donde la espada se convierte en arado. El presupuesto no es solo un documento fiscal: es una declaración de principios. Y este declara, sin ambigüedades, que la vida humana vale menos que el dominio militar. El supremacismo militar de Trump busca dirimir por la fuerza los desequilibrios mundiales. Es una amenaza directa contra los BRICs y al mundo unipolar que emerge poderosamente.

La militarización creciente de la sociedad civil estadounidense no es un accidente ni una medida aislada: es la expresión visible de un proyecto autoritario en marcha. La presencia constante de fuerzas armadas en espacios públicos, el uso de la Guardia Nacional para reprimir protestas, la vigilancia masiva y la criminalización de la disidencia configuran una fisonomía dictatorial e intratotalitaria. Ya no se trata solo de preparar guerras en el extranjero, sino de convertir al propio pueblo en enemigo interno. El imperialismo, en su fase de decadencia terminal, se despoja del ropaje democrático y, sin máscaras, muestra su rostro monstruoso y totalitario

Lo que antes se justificaba con discursos de libertad, hoy se impone con uniformes, tanques y decretos de excepción. Frente a esta deriva, el Evangelio nos llama a resistir con esperanza activa, a denunciar con ternura y a construir alternativas desde la justicia, la dignidad y la paz. En una palabra, no solo Trump sino todo el bloque occidental neoliberal se ha convertido en un nivel de estulticia impensable en la principal amenaza para la Paz Mundial.

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