TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN PROVINO
DE LA
TEOLOGÍA DE LA PRAXIS
La autoría de la teología de la liberación ha sido atribuida de modo exclusivo injustificadamente a Gustavo Gutiérrez, sacerdote peruano, y a Rubem Alves, teólogo presbiteriano brasileño. Sin embargo, la teología de la liberación es un movimiento amplio y diverso que incluye contribuciones de muchos teólogos y comunidades eclesiales en América Latina y del Viejo Mundo desde la década de 1960.
Esto es tan cierto que basta una somera revisión de los libros citados por Gustavo Gutiérrez en su obra Teología de la liberación de 1971 para convencernos del hecho señalado.
Lo prueban los libros citados en su libro,
los cuales son:
Congar, J. Jalones para una teología del
laicado. Barcelona, 1965.
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La Iglesia en el mundo de hoy. Taurus, 1970.
Comblin J. Teología de la revolución.
París, 1970.
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Hacia una teología de la acción. Barcelona, 1964.
Cottier. Cristianos y marxistas.
Tours, 1967.
Chenu,
M-D. Misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Madrid, 1967.
Girardi, G.
Marxismo y cristianismo. Taurus, Madrid, 1968.
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Amor cristiano y violencia revolucionaria. Sígueme, 1971.
Mc Cormik. The teology of Revolution.
1968.
Metz, J. B. Teología política. 1969.
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Teología del mundo, 1970.
Moltmann, J. Teología de la esperanza.
Editorial Sígueme, Salamanca, 1974.
Thiels, G. Teología de las realidades
terrestres. B. A., 1949.
Ossa, M. Cristianismo y sentido de la
historia, 1966.
Pin, E. Los cristianos en la revolución de
América Latina. B. A. 1966.
Rahner, K. Teología de la renovación. Sígueme, 1972.
Esta selección bibliográfica la he extraído de la séptima edición revisada y corregida de 1990 por la CEP. O sea, fue aprobada por el propio Gustavo Gutiérrez. Dicha edición no cuenta con aparato crítico, es decir, bibliografía ni índice de nombres, por lo cual uno mismo tiene que tomarse el trabajo de hacerlos por su propia cuenta, obviamente de modo imperfecto. Ignoro si las siguientes ediciones ya han corregido dicho defecto en una obra tan importante.
Lo que prueba esta relación bibliográfica es que la llamada teología de la liberación se deriva de la teología de la praxis, que se gestó en el Viejo Mundo. Por consiguiente, su idea nuclear según la cual la fe en Dios es inseparable del amor al prójimo y la transformación del mundo en la perspectiva del mundo se gestó en los teólogos mencionados en la bibliografía.
Lo cual no llama la atención dado la
conmoción de la época por la Guerra Fría, la Revolución Cubana y Concilio
Vaticano II. Lo cual trajo como consecuencia la discusión y énfasis que se puso
en ciertas ideas claves de la teología como las siguientes:
- la
paz es fruto de la justicia,
- el
mundo pecaminoso oprime al pobre y promueve la liberación, se denuncia la
explotación capitalista,
- crece
la oposición evangélica a la marginación social,
- la
teología se ubica en la situación del pueblo explotado,
- la
Patrística batalló por ochocientos años contra las injusticias sociales y
pugnó por cambiar las estructuras socioeconómicas imperantes (sobre este
punto se puede consultar con gran provecho el libro del Padre Johan
Leuridan Huys, Justicia y explotación en la antigua tradición cristiana,
CEP, 1973).
- nadie
nace rico o pobre por naturaleza, sino por injusticia,
- Dios
es el único propietario de todo, siendo el hombre sólo su administrador,
- no
hay justicia sin sentirse igual a los demás,
- la
propiedad privada nos desune, la propiedad común nos une,
- no
es la riqueza sino la avaricia la causa del mal,
- el dinero es rey de iniquidad y sin justicia no hay paz.
En una palabra, no hay anuncio del reino sin solidaridad con los pobres. El amor al prójimo es inseparable de la lucha revolucionaria por cambiar el mundo. Y todo ello porque sencillamente Dios es inseparable del amor al prójimo. Aquí cabe hacerse la pregunta ¿acaso estas teologías soñaban con la utopía en la Tierra en vez del Paraíso en el cielo? Nada más falaz que este razonamiento trivial. El cambio del mundo desde la perspectiva del Reino no sustituye ni puede sustituir a la obra de Dios porque la obra del hombre siempre será imperfecta y finita. Pero la santidad no es quietismo, sino lucha por el bien temporal y espiritual (véase el libro Vida y santidad, Herder, 1964, de Thomas Merton).
Era inevitable que casi todas estas ideas se aproximaran al marxismo de la época, pero en el fondo se trataba de conseguir una versión secular de la teodicea cristiana. Era una propuesta emancipadora de la mano con el profetismo bíblico, que tenía como fundamento que era insostenible la separación absoluta del mundo y Dios, lo temporal y lo eterno. Cosa frontalmente contraria a la teología dialéctica o de la crisis de Kierkegaard, Brunner y Barth. Lo que en lenguaje metafísico implicaba que lo inmanente y lo trascendente están ligados por ser obra del Creador.
Hay quienes han querido ver en todo ello una traición al teocentrismo del Rerum Novarum de León XIII. Pero considero que lo sucedido lejos de ser una traición es una profundización social de la doctrina social de la Iglesia. No se buscó marxistizar el cristianismo, sino que el resultado inesperado fue la cristianización del marxismo. Lo cual no significó en ningún momento ignorar las diferencias profundas entre Cristo y el ateo Marx.
En realidad, la teología de la praxis que precedió a la teología de la liberación era un énfasis a las palabras de San Pablo: “Nada tendré si no tengo caridad”, porque la caridad es superior a la esperanza y a la fe. Es por ello que la teología de la praxis y la teología de la liberación hay que leerla en clave cristocéntrica y en clave patrística. Lo que hizo la teología de la liberación fue subrayar la opción preferencial por los pobres, practicar la justicia y el amor real al pobre.
Lo que vino después fue que en la ola creciente del neoliberalismo se sumó el Papa Juan Pablo II alertando sobre la excesiva politización de dichas teologías con un énfasis desmesurado en el bien temporal e interés en el marxismo. Se produjo una persecución contra sus mentores y todo en coincidencia con el derrumbe del socialismo real y la desintegración de la URSS.
Al cabo del transcurso de 60 años qué queda
de todo esto.
- Que
lo teología de la praxis fue un importantísimo precedente europeo de la
teología de la liberación latinoamericana.
- Que
su objetivo eclesial y profético continúa a pesar de la reaccionaria pausa
neoliberal.
- Sin embargo, la pesada herencia del occidente
neoliberal se deja sentir en medio del crecimiento alarmante de la
apostasía generalizada y la falta extendida de caridad.
- Proféticamente
se puede afirmar que la verdadera teología de la liberación viene con el
inminente Juicio de las Naciones ante el cierre del tiempo de la
misericordia. El vaso de la iniquidad está rebosante y precipita el Juicio
divino.
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