DE AVAROS A DERROCHADORES
Gustavo Flores Quelopana
Aquella imagen del capitalista que se abstiene, sacrifica sus deseos y el consumo, tan elogiada por Smith y Ricardo -e incluso por Max Weber-, se esfumó. La relación entre lujo y capitalismo fue estudiado brillantemente por el Werner Sombart. Marx también demostró que el lujo entra en los costos de representación del capital.
Es más, a mayor riqueza le corresponde mayor gasto en consumo improductivo sin reducir la tasa de acumulación del capital. El plusvalor del capital va hacia el consumo improductivo del capitalista. Queda muy atrás la pasión por el ascetismo y el atesoramiento arcaico, simplemente porque el capital se reproduce no sobre la base de la explotación del ejército industrial de reserva, sino de la especulación financiera. Y esto ocurrió especialmente en los 45 años de vigencia del capitalismo neoliberal, verdadera ofensiva de los ricos contra los pobres.
Esto último sobre el neoliberalismo hace recordar a lo respondió que respondió socarronamente el multimillonario Warren Buffet a un periodista cuando le interrogó si creía en la lucha de clases: "Claro que sí. Y lo mejor de todo es que la estamos ganando los ricos contra los pobres". No llama la atención, entonces, que el paso del hiperimperialismo neoliberal haya dejado atrás una gigantesca montaña de desigualdad.
Sólo para aclarar hay que añadir que llamo "Hiperimperialismo" a la dictadura intrademocrática de las megacorporaciones privadas con soberanía propia y encabezadas por el élite financiera mundial. Otra cosa es que dicha forma hiperimperialista llegó a un embudo que no puede continuar más tras las crisis financieras del 2005 y del 2008. Su límite absoluto ya es un hecho presente y no pueden seguir administrando el planeta como un casino global. Y ello no por razones morales, sino porque tocó fondo la tasa decreciente de la acumulación de capital bajo ese modelo.
Lo interesante es que llega a su rescate la nueva mutación del capitalismo hiperimperialista llamado Capitalismo Digital, conformado por las GAFAM -acrónimo que alude a Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft-. Se trata del hiperimperialismo de las élites del internet. Su novedad es basarse la economía contributiva, o sea, los usuarios de la web, internet y redes sociales ceden gratuitamente sus datos mientras las GAFAM las comercializan extrayendo suculentos dividendos.
Como vemos, sencillamente la composición del capital ha cambiado, en ella es cada vez menos gravitante el capital variable de la fuerza de trabajo en vez de la tecnología. Ante la acelerada desproletarización mundial, porque el desempleo se volvió de coyuntural en estructural ante la automatización vertiginosa de la economía, entramos en una franca fase postrevolucionaria. Y entonces, ¿Quién enterrará al capitalismo, mientras se siguen comprando yates? Será la extinción de la mercancía como valor de cambio y del capital variable de la fuerza de trabajo. Es decir, su enterradora será fuerza productiva de la tecnología, la misma que abrirá las puertas al socialismo.
Esto no significa que los intelectuales deban cruzarse de brazos, ni que la gente deba dedicarse a cultivar flores como aconseja románticamente Chul-Han, sino que la adormecida conciencia de clase debe despertar sobre el grave problema de la conciencia ecológica. Cada día va quedando más nítida la verdad que con el capitalismo tenemos garantizado el desastre ecológico. He ahí otro ángulo para la revolución de las conciencias.
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