Es el libro de más difícil interpretación en el Nuevo Testamento, el cual demandó ardua polémica entre los Padres de la Iglesia y fue el último libro en ser admitido en el NT.
Es un texto profético lleno de eventos, nombres y símbolos, en el que ocupa un lugar preeminente dos hechos escatológicos: (1) el Final de los Tiempos con el Armagedón y el Anticristo, y (2) el Juicio Final con su culminación en la Nueva Jerusalem.
Se estima que el libro fue compuesto entre los años 93-95 cuando el gobierno de Domiciano -que impuso el culto divinizante del emperador- desterró a Juan a la isla de Patmos. Momigliano lo fecha entre el 68-69 basado en 11.1 que presupone la existencia del Templo de Jerusalem y el 17.10 que menciona a siete emperadores. Destacando que lo esencial del A. es su carácter antirromano y antineroniano, siendo una expresión mesiánica del extremo resentimiento contra Roma.
Paralelamente se ha planteado que lo verdaderamente esencial es la Parusía invisible, no mundana. La verdadera destrucción del mundo no es material sino espiritual, obra de la fe. La fe suprime el mundo y por la fe en Cristo se es criatura nueva sin destrucción física del mundo. La verdadera Parusía no es visible sino invisible, existencial, del corazón, de fe.
Otro análisis posible es que lo mundano y lo invisible en las visiones apocalípticas no tienen que ser necesariamente incompatibles. La destrucción física del mundo no supone la ausencia de la fe, al contrario, representa su triunfo y la remisión de Satanás a la condenación eterna.
En ese sentido hay quienes piensan que el milenio en que el Enemigo fue encadenado ya caducó y aconteció entre el siglo IV y el siglo XIV, encontrándonos ahora con la Bestia desatada y rumbo al Juicio Final. Así, sabedor de que le queda poco tiempo obra todo tipo de prodigios y engaños para imponer la apostasía e iniquidad en el mundo.
Los adversarios de la canonicidad del A. argumentan que fomenta el milenarismo y Lutero lo rechazó por considerar que no se habla de Cristo allí.
Todo indica que para penetrar en el sentido del A. se requiere superar la lectura literal y combinar el nivel histórico, simbólico y escatológico. Así se comprende que el A. es al mismo tiempo el plan maestro de Dios en la historia y la lucha entre el bien y el mal.
Entre su simbología ha llamado mucho la atención la preeminencia del número siete y los septenarios (sietes iglesias, copas, espíritus, estrellas, sellos, trompetas y plagas). El siete viene a ser el símbolo del triunfo final de la salvación. Otros símbolos que destacan son los cuatro jinetes del Apocalipsis, los 144 mil, la Bestia y su número 666, Babilonia la prostituta, la Mujer vestida de Sol y el Niño y la Nueva Jerusalem.
En suma, el Apocalipsis no sólo testifica la resurrección de Jesucristo y el drama del universo entero, sino el plan providencial de Dios en la historia humana.
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