UN PAPA CONTRA LA
CORRUPTELA VATICANA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El papa Francisco –que representa
la izquierda católica- es el que más claro ha alzado su voz contra el culto al
dinero y la tiranía de la economía de libre mercado. El corazón de todo buen católico está de su lado pero tampoco puede dejar de ver la dolorosa realidad en la que se encuentra inmersa su iglesia. Aquí no nos interesa la tradición autoritaria de la Iglesia ni acatar genuflexiones, porque Iglesia somos todos y el ejemplo de Cristo está sobre todas las cosas. No en vano nuestra tierra peruana ha sido cuna del nacimiento de la teología de la liberación.
Pero en su empeño por hacer
una limpieza profunda emprendió una dura lucha contra la vieja guardia de la
curia italiana vaticana. Contrató una experta auditoría financiera
internacional para combatir principalmente contra el lavado de dinero en los
bancos suizos. Ningún católico honesto y sincero podía dejar de sentir simpatía
por esas sensatas y urgentes medidas.
El Vaticano es acusado
actualmente de muchas cosas: tener la evasión fiscal más alta de la Unión
Europea, permitir y proteger sistemática el abuso de menores, subvaluar sus
propiedades para evadir impuestos, tener cuentas nada transparentes, permitir
el lavado de dinero de la mafia italiana e internacional, lo dudoso de contar
con un propio banco, e invertir en compañías transnacionales nada santas.
La más atroz acusación anterior
y perteneciente al siglo veinte se relaciona con la sombría y horrorosa simpatía y cobarde actitud del equilibrista papa Pio XII
con el fascismo antisemita germano y la facilidad que brindó la Santa Sede para ocultar y hacer emigrar
con documentos falsos a criminales de guerra nazis hacia América Latina. El patético pro-alemán Pio XII nunca excomulgó a ningún alemán nazi, más preocupado por la política vaticana de imparcialidad nunca protestó cuando los nazis apresaron a los judíos de Roma, no protestó abiertamente ni defendió con energía a los judíos húngaros (salvó a 5 mil, mientras 500 mil fueron asesinados), no salvó a ningún niño, aunque ordenó que los conventos abrieran sus puertas a los refugiados judíos, pero silenció la voz de la Iglesia ante la barbarie del holocausto judío, sobre la cual sabía mucho en 1943, y cuando los americanos entraron al Vaticano rogó a los aliados que no pusieran guardias de raza negra a cuidar la Santa Sede.
Todo lo cual hace pensar
que para dedicarse a la misión cristiana hay que terminar con la anómala
categoría de estado, entregando el territorio al gobierno italiano, liberando
así al Vaticano del peso secular. Cosa casi imposible en el presente contexto.
Benedicto XVI –que representó
la ultraderecha católica- renunció al santo solio en 2013 en medio de la
escandalosa divulgación en 2012 de documentos robados y conocido como el caso
de los “Vatileaks”, ahora un nuevo escándalo remeció el papado del argentino
Francisco tras la detención en 2015 del cura español Vallejo Balda, acusado de
divulgar documentos confidenciales.
La cosa es grave porque
esta vez se trató de las cuentas del Vaticano y de las personas designadas por
el papa Francisco para reformar las finanzas. La Comisión de Estudio sobre la Organización
de las estructuras económicas-administrativas de la Santa Sede, llamada COSEA,
creada en 2013 fue disuelta en menos de un año.
Dos autores italianos han
abordado en sendos libros las revelaciones escandalosas sobre los asuntos financieros
de la Santa Sede. Son los periodistas Emiliano Fittipaldi de L´Expresso y
Gianluigi Nuzzi de la televisión Mediaset. A Nuzzi pertenecen los textos “Su
Santidad: las cartas secretas de Benedicto XVI” y “Via Crucis”, a Fittipaldi el
libro “Avaricia: los documentos que revelan las fortunas, los escándalos y secretos
del Vaticano”. Lo más increíble es que estos dos periodistas han sido acusados
por el Vaticano e incluidos en sendos procesos judiciales. Con ello el papa
Francisco de revolucionario, que no quiere más secretos financieros en casa, pasa
a inquisidor.
Son conocidas las palabras de Jesucristo: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis" (Mateo 25: 40). Y por eso quizá la cosa más espantosa y abominable aborda los casos de pedofilia, sobre todo encubierta y protegida por pontífices cómplices. El deterioro estrepitoso de la imagen vaticana
no solamente aborda las finanzas oscuras, sino que en 2014 la ONU denunció a la
Santa Sede por permitir sistemáticamente el abuso de menores, proteger a
sacerdotes acosadores y violadores de decenas de miles de niños inocentes. Estos crímenes quedarán impunes en la tierra pero no en el cielo. En el día del Juicio esta legión de curas pervertidos y pontífices encubridores serán echados al fuego del infierno.
Desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el mundo creyente y no creyente está consternado
por la impunidad y los abusos infantiles en el seno de una institución que enseña sobre la dignidad
humana de las personas. Los casos más repugnantes son los del pederasta padre
Maciel en México, los sacerdotes de Boston Paul Shanley y John Geoghan en
Estados Unidos, el obispo belga Roger Vangheluwe, en Italia se conoce la denuncia
contra 100 sacerdotes abusadores, el sacerdote Andreas L. en Alemania y en
Irlanda un informe del 2009 reveló que durante la mayor parte del siglo XX el
abuso sexual y psicológico fue endémico en colegios y orfanatos católicos. Lo más triste de toda esta relación es que el principal protector del pederasta Maciel fue el papa Juan Pablo II, el cual fue canonizado desafortunadamente por el papa Francisco.
Lo peor de todo es que
decenas de abusadores sexuales en la iglesia todavía están en contacto con
menores. Lo cual hace pensar en la necesidad de acabar con la castidad
obligatoria de los sacerdotes, hoy convertidos –obviamente no todos- en
pedófilos, banqueros y socios de la Cosa Nostra. Benedicto XVI habría
renunciado convencido de que sólo una sacudida semejante podía mover la lacra
enquistada en el Vaticano.
Lo único que queda claro en
todo este asunto es que las cuentas vaticanas son un laberinto de corrupción
muy bien planeado, muy difícil de desmontar y que está dispuesta a liquidar a
la cabeza de todo este cambio. Esto hace recordar cuando a fines de los años 80
Juan Pablo II salva de la justicia italiana al arzobispo norteamericano Paul
Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, devolviéndole el favor de utilizar al
Banco del Vaticano para financiar secretamente el sindicato polaco Solidaridad
en los años 70 y 80.
El papa Francisco está
acosado por los escándalos que rodean al Vaticano y afectan la fe católica. Es
conocido sus “excusas” presentadas en una audiencia de octubre del 2015 por el
comportamiento de varios religiosos, que van
desde casos de homosexualidad, violación del celibato, abusos sexuales, pornógrafos
infantiles, consumo de drogas, despilfarro en las finanzas, casos de simonía y
blanqueo de capitales. A ello habría que agregar que apenas un 23 por ciento de
sus ingresos son destinados a la caridad.
La expulsión y el castigo
parecen no ser suficientes, pero la terminación a su anómala categoría de
estado tampoco está a la vista. Al parecer el Vaticano requiere de un papa más
revolucionario o de otra medida extrema para salvarse de su ruina moral y
desapegarse del poder temporal.
Lima, Salamanca 29 de
febrero del 2016
Mi querido Gustavo, como siempre es un placer recibir tus artículos con tu inconfundible estílo crítico, controvercial que le dejan al lector la espinita de querer conocer más acerca de los temas que abordas, en especial de este espinoso tema del cual no sale bien librado nuestro carismático Papa Francisco... No dejes de compartirme lo nuevo de tu obra que siempre me ha apasionado... Un afectuoso abrazo y toda mi admiración
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