Derrida es parte de la episteme desontológica de la modernidad, porque reduce el sentido al juego de los signos. De este modo sucumbe su filosofía en el relativismo, el escepticismo y el nihilismo. Con ello lleva adelante la desrealidad de lo real. Sociológicamente es la profundización del idealismo subjetivo de la filosofía burguesa en plena decadencia del capitalismo imperialista.
En "De la Gramatología" concluye que en la metafísica para existir se requiere de la mediación de la escritura (gramé). Lo cual es un equívoco. En "La Escritura y la Diferencia" someta la escritura al logos de un sentido anterior. Registra los movimientos de la escritura para escapar al molde del logos del sentido. Rechaza que el lenguaje sea esencialmente lógico. Pues el sentido precede al signo, según la fenomenología, pero en realidad el sentido es resultado del juego de los signos. El lazo esencial -dice- es entre la palabra (logos) y la voz (foné). Deconstruir es desarmar la identidad para que las diferencias establezcan sus propias relaciones y rearmen el grupo significativo.
En suma, si Heidegger piensa el ser a partir del presente, Derrida lo hace desde la diferencia. El sentido no pertenece a la cosa sino al signo. A este extravío del sentido objetivo del ser, que en realidad es encallarse en el idealismo subjetivo, le llama deconstrucción.
Su denuncia del concepto metafísico de verdad deja en la aporía a la verdad misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.