HEGEL Y EL DELIRIO PROMETEICO
DE LA MODERNIDAD
Gustavo
Flores Quelopana
Ex-Presidente
de la Sociedad Peruana de Filosofia
P R Ó L O G O
¿Qué queda de su pensamiento a 250 años de su
nacimiento y 189 años de su muerte? ¿Su fantasma recorre nuestro tiempo?
Todavía recordamos cómo la conmoción de la
Primera Guerra Mundial revivió al neotomismo y junto a este al hegelianismo. Se
reivindicó al joven Hegel y su orientación existencial.
La Fenomenología
fue subestimada, pero volvió por sus fueros tras el cambio de época que
representó la caída del socialismo soviético y el triunfo de la globalización
neoliberal. Con Francis Fukuyama el capitalismo se proclamaba la culminación de
la historia y del Estado universal.
Más, con la crisis de hegemonía, la decadencia
de Occidente, la crisis ecológica y la aparición de nuevos centros de poder
mundial, la Fenomenología vuelve a
ser reenfocada como el estudio del espíritu humano en su desarrollo.
Pero ahora es la Lógica la que mortalmente resucita de su olvido, porque se ve con
más claridad que el talón de Aquiles de todo su sistema es lo nos amenaza en el
mundo actual.
Lo Absoluto como inmanencia y ésta como
dialéctica no se sostiene más. El endiosamiento del hombre y la negación de la
trascendencia divina llevaron directamente hacia la decadencia de una
civilización descreída, sin valores superiores y en peligro mortal de fenecer.
El Dios hegeliano es un Absoluto que se
despliega en lo inmanente temporal. Por ello, es un naturalismo panteísta. La
negación de la religión trascendente como racionalidad no-instrumental resultó
ser más nefasto para la presente civilización al sobrevivir tan solo lo
temporal, el devenir universal, un dios inconsciente que deviene.
Al final un maremágnum de ciencia y tecnología
nos asfixia en un gravísimo déficit de sentido moral. La filosofía hegeliana es
la expresión más genuina del delirio prometeico de la modernidad.
Una humanidad que conquista el mundo pero que
se pierde a sí misma, no es una humanidad con porvenir.
El hombre de nuestro tiempo se ha
temporalizado a tal extremo, corre tan deprisa, que no tiene tiempo de
estructurar su propia persona y con ello cae en la anomia más brutal, espantosa
y disolvente.
El neobrutalismo impera. No hay duda que “la
muerte del hombre es una realidad” y dejó de ser un mero lema filosófico. Hegel
pertenece a la mascarada romántica de una modernidad enferma y finisecular.
Lima, 04 de Febrero
2020
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