El presente y valioso documento del Dicasterio de la Fe en el 2024 expresa de forma categórica que la dignidad humana está más allá de toda circunstancia, no es relativa a la época, sistema económico o político, sino que es inherente a la naturaleza humana.
Resume lo más esencial de las cartas encíclicas del papa Francisco: Laudate Sí (2015) y Fratelli Tutti (2020), junto al mensaje filosófico, social y doctrinario de la Iglesia Católica. Y se ratifica dentro de una antropología situada que vincula lo inmanente a lo trascendente. En una palabra, es confrontacional con el nominalismo y culturalismo de la modernidad y posmodernidad.
La dignidad humana tiene cuatro dimensiones: ontológica, moral, social y existencial. Por eso es inalienable e infinita porque no crea naturaleza, sino que la recibe para cultivarla.
Hay quienes pretender sustituir los DDHH por los derechos personales, sin referencia ontológica y con ello relativizan la dignidad humana. Desvinculada la Dios la libertad humana se obscurece. La Iglesia sostiene una antropología situada.
Entre las violaciones de la dignidad humana se encuentra: la pobreza, guerra, explotación de migrantes, trata de personas, abusos sexuales, violencia contra la mujer, aborto, maternidad subrogada, eutanasia o suicidio asistido, descarte de discapacitados, teoría de género que convierte al hombre en Dios, cambio de sexo que niega lo recibido en la concepción, y violencia digital.
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