MAGIA Y CIENCIA MODERNA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Los fundadores de la ciencia moderna no practicaron
una tajante división con el saber tradicional, sino que son la demostración de
la existencia de una línea de continuidad entre el viejo saber y el saber
experimental. Esto lo podemos apreciar a través del auge simultáneo del
racionalismo con la magia, las predicciones apocalípticas, astrológicas, la
alquimia y las profecías bíblicas. En otras palabras, la ciencia moderna encontró
en sus inicios un poderoso factor de desarrollo e incentivo aceptando sus
presupuestos proféticos en los siglos quince, dieciséis y diecisiete.
Han sido varios estudiosos, entre ellos Needham,
Pagel, Webster, Lindberg, quienes destacaron los motivos religiosos de la
ciencia. Efectivamente, el cambio epistemológico en los siglos dieciséis y
diecisiete no fue brusco sino que la visión animista de la magia coexistió
armónicamente con la visión mecanicista de la ciencia. Así Paracelso y Newton
habitaron no mundos intelectuales distintos sino iguales.
La época precopernicana y newtoniana están más
unidas que distanciadas. En realidad el surgimiento de la ciencia no coincide
con la declinación de la magia. En ambos existe la preocupación por esclarecer
la relación de la humanidad con el Creador. Los neoplatónicos modernos se
oponían a la escolástica. Newton mismo prolongó el interés por lo oculto y lo
hermético. Las ideas no mecanicistas no eran descartadas. La primera gran
confrontación de la revolución científica fue la de Paracelso y Galeno, antes
que entre Copérnico y Tolomeo. El siglo catorce europeo estuvo marcado por
Paracelso, Lutero y Durero. Para Paracelso el hombre y el mundo son analogías
inseparables. No obstante, el paracelsianismo tuvo su apogeo en el siglo
diecisiete, su terapia química todavía se practicaba. Incluso Newton era un
asiduo lector de Paracelso. Por eso, Keynes llamó a Newton “el último de los
magos”. Además, muchos científicos practicaban la alquimia. Por esto, la visión
mecanicista de la ciencia no estuvo disociada en los siglos dieciséis y
diecisiete de la visión animista de la magia. El cambio epistemológico fue
menos radical de lo que pregonan los cientificistas a ultranza.
Es cierto que los copernicanos del siglo diecisiete
encabezaron la corriente contra la astrología judiciaria. El lenguaje
científico ya pertenecía al cartesianismo y al newtonismo. Pero el Ethos subyugante
indicaría más una continuidad entre la tradición profética y la revolución
científica en vez de una separación abrupta.
Para la ciencia experimental se volvió anticuada la
magia espiritual pero no la magia natural. En realidad la escatología cristiana
incentivó a la ciencia, viendo la realización del dominio del mundo como una
recuperación del conocimiento adánico y la restauración del nuevo reino evangélico.
Pero dentro de la propia magia natural se dieron dos tendencias, a saber, la
magia natural esotérica de los rosacruces y la magia natural exotérica de las
sociedades científicas. Además en sus primeros tiempos, siglos dieciséis y
diecisiete, el dominio de la naturaleza era visto como una recuperación del
conocimiento antes de la Caída de Adán. Por tanto, profecía, magia natural y
gloria de la Iglesia se mezclaban. Eran parte del debate milenarista del
dominio del mundo y por eso Newton fue visto también como el cumplimiento de la
profecía bíblica.
Por su parte, hasta el siglo diecisiete la magia
demoníaca sobrevive a la ciencia experimental. Sobre todo por su temor a las
conclusiones ateas y materialistas de la filosofía mecanicista que minaba el
animismo de la brujería. La demonología era indispensable en la aceptación de
la Providencia divina. Para esa época posturas radicales como la de Spinoza,
Hobbes y Locke no eran sino extremos teóricos indeseables dentro del cuerpo
científico de la época, que no quería enajenarse con la Iglesia ni verse
mezclado con el ateísmo.
En conclusión, el hecho que la magia haya
desempeñado un papel importante en la creación de la ciencia moderna fortalece
la teoría de la continuidad entre ciencia moderna y ciencia antigua. En la
tesis de la no-continuidad (cambio revolucionario en astronomía, mecánica y
óptica) están: F. Bacon, Voltaire, Condorcet, Burckhardt, Symonds, Koyré, Hall,
Mc Mullin, T. Khun. En la tesis de continuidad se encuentran: Duhem, Haskins,
Thorndike, Marshall Clagett, Maier, Crombie. Y en la tesis intermedia
continuidad-discontinuidad (continuidad en lo lingüístico-conceptual-teórico; discontinuidad metodológica-metafísica)
se halla Lindberg.
Y decimos que este vínculo entre magia y ciencia
moderna fortalece la tesis de la continuidad porque el cambio
metodológico-metafísico del nuevo saber convivió con la permanencia lingüística-conceptual-teórica
del saber tradicional.
Lima, Salamanca 11 de setiembre 2014
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