miércoles, 20 de enero de 2016

LLANO ZAPATA FILÓSOFO

EUSEBIO LLANO ZAPATA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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José Eusebio de Llano Zapata (Lima, 1721-Cádiz, 1780), autodidacta, naturalista, historiador, filólogo, crítico de la escolástica, propugnador de la reforma educativa, propuso la creación de una Academia de ciencias “semejante a la de París”, planteó la creación de una Escuela de Mineralogía, expuso la idea de crear una Biblioteca Pública “como lo tenían las naciones extranjeras más adelantadas”, erudito criollo limeño y escritor ilustrado del Virreinato del Perú. No obstante elogió el rol de la Inquisición (“…sin ella sería cadáver la creencia”). Esta amalgama de pareceres contrapuestos es armónica con el carácter moderado de la ilustración autóctona peruana colonial y el mismo espíritu reformista ibérico. Como Cosme Bueno su teísmo regalista y protoliberal mantuvo intacto su cristianismo católico.

Sus padres fueron el presbítero Diego de Llano Zapata, hijo natural del maestre de campo Pedro de Llano Zapata Jaraba y Maldonado, caballero de la Orden de Santiago, y Francisca del Cid. Estudió en el Colegio franciscano de San Buenaventura de Guadalupe y fue alumno particular de eruditos jesuitas como José Ignacio de Vargas y Alonso de la Cueva, por lo cual debe haber accedido a la mejor biblioteca de América de ese entonces, la Biblioteca del Colegio Máximo de San Pablo de Lima. Nunca asistió a la Universidad, fue un autodidacta, sin riqueza personal sus compañeros fueron los libros. Por su amplia cultura y erudición Guillermo Furlong lo denomina “El Feijóo americano” y Menéndez y Pelayo lo considera el heredero de Peralta y Barnuevo.

En 1737 se casó con Baltasara Titu Yupanqui Jiménez Esquivel, descendiente por su línea materna de la nobleza cusqueña vinculada el emperador inca Huayna Cápac. En su juventud publicó bajo el auspicio de los virreyes marqués de Villagarcía (1736-1745) y Conde de Superunda (1745-1761) una serie de impresos sobre el origen y naturaleza de los cometas, la traducción del latín del tratado sobre la salud del jesuita Leonardo Lessio, sobre la meteorología de Lima, sobre el Auto de Fe de 1749, y una detallada narración del terremoto de 1746 en Lima y Callao. En toda esta etapa se mostró ortodoxamente fiel al escolasticismo impartido por sus preceptores jesuitas. En Lima desempeñó oficios secundarios como profesor particular de letras, griego y latinidad, retórica y examinador de gramática. Como el Inca Garcilaso con el propósito de probar mejor fortuna, en 1750 Llano Zapata se aleja definitivamente del Perú. Y entre 1751 y 1755 viajó por Chile, Buenos Aires y Río de Janeiro.

En el primer tomo de sus Memorias histórico, físicas, apologéticas de la América Meridional –donde describe la flora, fauna, hidrografía y subsuelo de América del Sur, concebido en 1757-, Llano Zapata se presenta como un súbdito peruano dedicado desde su niñez al estudio de las ciencias naturales. Ofrecía a la Corona las Memorias para contribuir al mejor conocimiento de las riquezas de América Meridional y a su mejor explotación, y a cambio pedía la concesión de un empleo como comisario de Marina en Cádiz. Para Llano Zapata las potencialidades mineras de la América del Sur estaban infravaloradas y su reconocimiento contribuiría al incremento del comercio colonial. Además, como virtud de su escrito consideraba la desacreditación de la leyenda negra de la conquista española y se las emprendió contra los escritos del sacerdote dominico Fray Bartolomé de las Casas. Juzgaba necesario recobrar el discurso lascasista para rebatirlo definitivamente. Pero los escritores españoles no le acompañaron en esta aventura antilascasista. Todo este esfuerzo por granjearse las simpatías del sector crítico de la intelectualidad española fue vano, porque, al parecer, ignoraba que dicho puesto solicitado estaba destinado a gente con probada formación académica en el arte de la navegación, dentro de la política de recia militarización de la administración de los Borbones. Su intento fue infructuoso.

Vivió en la Península Ibérica desde 1756. Durante su residencia en España publicó un preliminar a las Memorias, además de compilar en Cádiz un epistolario con personalidades de la época publicándola en dos tomos en 1763 y 1764, a las que puso por título Cartas histórico-crítico-juiciosas. El propósito de estas cartas fue fomentar buenas relaciones entre los círculos cortesanos de Lima y Cádiz para consolidar su carrera intelectual.

Llano Zapata buscando un patronazgo fomentó hasta tres círculos de amistades entre 1743 y 1780, que abarcan sus años de residencia en Lima y luego en Cádiz. En su afán de ascender socialmente mediante la protección de una serie de mecenas, intentó validar sus méritos intelectuales pero las circunstancias políticas le fueron siempre adversas. Elaboró tres proyectos ilustrados, a saber, el estudio científico de los terremotos, la redacción de una historia natural de la América Meridional y la composición de una historia civil del Perú. Pero en ninguno de éstos encontró respaldo del poder cortesano como el virrey y el monarca español, no pudiendo acceder jamás a un cargo público.

En 1760 el fraile franciscano José de San Antonio publicó unos Reparos críticos-cristianos al Preliminar de don José Eusebio Llano Zapata. El fraile cuestionaba la visión del ilustrado peruano sobre el eventual avance cultural que estaban logrando los indígenas peruanos en el virreinato. San Antonio no sólo exhortaba autorizar a los indios para ingresar a las órdenes religiosas sino que también pudiesen estudiar en los colegios mayores y en las universidades. Como Llano Zapata no lo menciona en su correspondencia hay que deducir que dicho folleto no llegó a sus manos, pero resulta casi inverosímil que desconociera tales circunstancias que pesaban sobre los indios. Cuando interrumpe su proyecto de editar su epistolario completo por razones económicas concibe en 1766 otro plan nuevo: escribir una historia civil, lo cual ningún autor se había atrevido a hacerlo en el siglo dieciocho. En 1779 anuncia su inminente publicación pero la obra desaparece misteriosamente al morir éste un año después. En suma, ninguna red de poder a través de mecenazgo o patronato cultural le dio resultado a Llano Zapata en su propósito de ascenso social.


En su defensa de las ciencias naturales, acompañado de la crítica a las sofisterías del Peripato y defensa de la labor de la Inquisición se muestra como fiel representante del naturalismo cristiano, lo cual no debe ser entendido como un ejemplo vistoso de un ardid personal, sino como el espíritu mismo de la ilustración hispanoamericana colonial, insuflada de peripatetismo cristiano y enajenado respecto del peripato escolástico.

Lima, Salamanca, martes 20 de enero 2016

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