sábado, 16 de octubre de 2021

PAPELES PANAMA Y PAPELES PANDORA

 PAPELES PANAMA Y PAPELES PANDORA

Gustavo Flores Quelopana



Consternado un joven pregunta: ¿Cómo es posible que personas educadas, muchas veces, en las mejores universidades pueden ser corruptas?
Y es que no es el mero conocimiento el que nos conduce al bien y la verdad. Saber no es querer. Por eso, los griegos erraron al sacralizar la razón con el intelectualismo ético (orfismo, pitagorismo, platonismo, aristotelismo, epicureísmo).
Querer es amar. No incurrir en corrupción no es asunto de la razón, sino de la inclinación de la voluntad hacia el bien.
Pero la voluntad flaquea y yerra. Muchas veces los esfuerzos del individuo para evitar la corrupción y resistirse al mal fallan y resultan inútiles.
La perversión de la voluntad explicaría su desvío y la creación de un hábito que lo aleja del bien. Se trata de una fuerza de la costumbre por los bienes materiales. Esa es la respuesta de San Agustín. Y Santo Tomás de Aquino hace recaer el mal moral en la responsabilidad del libre albedrío.
El problema de la corrupción es el problema del Mal. El cual es hecho con plena voluntad y libertad, y con conocimiento de causa, con el fin obtener gozo en bienes terrenales. Se trata de un vicio de la Voluntad antes que de la Razón.
¿En qué medida este auge de la corrupción tiene relación con el giro antropológico y epistemológico de la modernidad inaugurado por Descartes?
La modernidad es el huracán de la libertad humana y uno de los rayos tormentosos del hombre moderno, que no tiene que dar cuenta de sus actos a ninguna autoridad superior, tenía que ser la corrupción. La corrupción actual es testimonio de que la libertad sin límites del hombre moderno está sucumbiendo y resulta autodestructiva.