jueves, 19 de septiembre de 2024

DESAFÍOS FILOSÓFICOS Y EDUCATIVOS DE L POSMODERNIDAD-Universidad de Londrina Brasil

 




EL EPISODIO FASCISTA DE V. ANDRÉS BELAUNDE

 

EL EPISODIO FASCISTA DE V. ANDRÉS BELAUNDE

Gustavo Flores Quelopana

Expresidente de la Sociedad Peruana de Filosofía


 

 

Introito

Un 18 de setiembre recibo la invitación de César Coca Vargas, quien dirige Ediciones Achawata, para presentar a su requerimiento mi escrito sobre el fascismo de Víctor Andrés Belaunde para su revista “Indoamérica”. El día 19 recibo un número de dicha revista y constato que pertenece al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, cuyo líder, como todos sabemos, es Víctor Polay Campos.

Tenía dos opciones: o desistir de dicha invitación para no vincularme con dicha organización subversiva, o atender a su invitación a sabiendas que no tengo ningún vínculo partidario. En el número que recibí encontré a mi querido amigo, y destacado antropólogo amazónico, Alberto Chirif, quien ofrece su visión estrictamente académica sobre el asesinato del líder Calderón por el MRTA. Además, en la nota editorial del número recibido César Coca habla de “discusión de ideas para conformar una sociedad tolerante”. De lo que se deduce que se trata de un camino democrático emprendido en su nueva etapa.

Teniendo en cuenta estas dos últimas circunstancias y reiterando mi independencia política y filiación netamente intelectual, remito el presente trabajo, que fue publicado en el 2006 en mi libro intitulado “Indagaciones peruanas. Variaciones sobre González Prada, Mariátegui, Belaunde, Haya de la Torre”, y a la cual he introducido ligeros añadidos.

La idea central es que V.A.B. tuvo su devaneo fascista mussoliniano de manera episódica., pero la tuvo. Pero jamás tuvo que ver con el delirante fascismo racista del nazismo hitleriano. Y esto, como se verá más adelante, nos fue ratificado por su hijo el embajador Antonio Belaunde Moreyra.

 

1.

UNA FILIACIÓN OSCURA

 

Víctor Andrés Belaunde es una personalidad que destaca justicieramente no sólo por los aportes de su aguda inteligencia peruanista sino también porque siempre estuvo lejos del vulgar afán inmoderado de riquezas, la mediocre simulación y la debilidad intelectualoide por el exhibicionismo egocéntrico. Por ello, se le hace un flaco favor al no tratar de explicitar las razones que lo llevaron a apoyar la causa del fascismo.

 

Este es un episodio omitido y ocultado en la ilustre reminiscencia de Don Víctor Andrés Belaunde: su adhesión al fascismo de la década del treinta.  Sus Memorias guardan un silencio sepulcral al respecto. Willy Pinto Gamboa más interesado en la manifestación literaria del fascismo peruano hace un recorrido por los periódicos La Prensa, El Comercio y la Crónica de 1936 a 1939 recordándonos a Belaunde con su columna de propaganda fascista Mirador escrito bajo el seudónimo Ayax (Sobre fascismo y literatura, Lima, Ed. EUNAFEV, 1978, 50 p.).

 

Recuérdese que él no fue el único intelectual de nota que fue extraviado por la prédica del fascismo, lo acompañaron José de la Riva Agüero desde una óptica aristocrática, Mario Alzadora Valdés, Pedro Benvenutto, José del Busto, Carlos Miró Quesada Laos, Alayza Grundy, R. Pérez Araníbar, desde una óptica mesocrática, y desde una óptica popular Luis A. Flores, Guillermo Hoyos Osores, entre otros. Por lo demás, en los años treinta la clase oligárquica peruana simpatizaba con el fascismo, lo que facilitó las cosas al golpe de Sánchez Cerro y al General Oscar R. Benavides. No es de poca monta señalar que el propio positivismo peruano fue elitista y racista.

 

Nuestro más brillante y sugestivo historiador de la República Don Jorge Basadre, siempre limpio y conceptuoso, pero también amigo extremadamente leal de la imagen íntegra en el plano humano, no dice nada de la afección fascista de Belaunde (Peruanos del siglo XX, Lima, Ed. Rikchay Perú, 1981, pp. 7-14). Creo que Basadre no tomó en cuenta su filiación fascista por considerarlo un detalle intrascendente ante un carácter destacado que siempre estuvo lejos de la figuración, el arribismo, la superficialidad, el sensualismo y la inautenticidad. Pero creo que el fulgor del genio de existencias destacadas no está exento de ser afectado por la miseria material o el desliz intelectual. Y nada de ello mella su grandeza moral. Por ello creo pienso que es necesario tratar de esclarecer qué fue lo que lo impulsó asociarse con tal ideología totalitaria.

 

José Ignacio López Soria presentó claramente a nuestro prohombre dentro de la vertiente del fascismo aristocrático, pero sin interesarse en las razones de fondo que lo motivaron a adoptar tal postura política (El pensamiento fascista, Lima, Ed. Mosca Azul, 1981). Su juicio es más bien abarcador y referido a las tres corrientes que presentaba el fascismo peruano por aquellos tiempos. Describe genéricamente al fascismo como una ideología que se opone al liberalismo occidental y al ateísmo comunista, basándose en la tradición y en la búsqueda de la armonía de las clases sociales mediante el Estado corporativo. No obstante, su texto sí deja en claro que Belaunde jamás transigió con el carácter antijudío y anti asiático del fascismo mesocrático de Raúl Rebagliatti, ni con el ultranacionalista hitleriano fascismo popular de Luis A. Flores. En este sentido coincidía con el tradicionalismo y el elitismo vertido por su amigo Riva Agüero en su libro Por la verdad, la tradición y la patria (Lima, Ed. Torres Aguilar, 1937 y 1938, 2 Vols.), pero su tradicionalismo no era de índole aristotélica sino agustiniana, y su elitismo no era latinista sino espiritual.

 

En el tomo XIII de las Obras completas de José de la Riva Agüero (Lima, Ed. Instituto Riva Agüero-PUCP, pp. 261 a 498) se inspeccionan únicamente dos cartas reveladoras de la ideología fascista de Belaunde, una del 4 de setiembre de 1935, escrita desde Bogotá, en la que afirma. “El corporativismo es la consecuencia lógica de la concepción social y política del cristianismo” y otra del 30 de enero de 1939 donde dice: “Dios quiera que Inglaterra siga con la política de inteligencia con Italia y Francia cambie de régimen y haga a Italia las justas concesiones sobre Djibouti y el estatuto de Túnez, para liberar a Mussolini de Hitler que representa el otro frente del mal”. Por entonces ya no era el joven maestro universitario de 38 años que defendía las tesis democrático-liberales en 1921 contra Leguía, y más bien se trataba de un hombre maduro de 56 años que había sustituido el liberalismo laico por las palpitaciones del cristianismo. Y es por ello que su fascismo será mussoliniano, como el de su amigo Riva Agüero, por considerarlo ético y católico y por el contrario repudiará el fascismo hitleriano por ser racista y anticatólico. Además, él valoraba sobremanera la forma cómo Mussolini había resuelto el problema con el Vaticano a través del famoso Concordato.

 

Belaunde creía por entonces en el Estado corporativo y era enemigo declarado del ateísmo marxista. ¿Pero esto acaso significa que había dejado de creer en la democracia liberal y que confiaba más bien en un régimen de fuerza? Es muy significativo que su insólita fecundidad intelectual no diera cabida a algún libro fascista de su parte, más bien se cobijó detrás de un seudónimo en un periódico de gran circulación, como era La Prensa, para bregar por la causa del fascismo. Quizá aquí cabe hacer una especulación de psicología profunda respecto al personaje apócrifo Ayax que creó. Antonio Machado canta peyorativamente a la máscara jungiana de la persona en los siguientes términos: 

 

“Nunca traces tu frontera

ni cuides de tu perfil;

todo eso es cosa de fuera” (p.304).

           

A lo que vamos es que, por aquella época y aventurando una interpretación jungiana, Ayax es la sombra de la persona de Belaunde, algo oscura y la menos fecunda, pero en el fondo revelador de una adhesión dudosa e insegura al ideal fascista.

 

2.

NACIONALISMO CORPORATIVISTA

 

Pero Belaunde fue una mentalidad no sólo de gran fervor místico sino con gran aptitud para las ideas filosóficas y con una agudeza singular para atender los hechos concreto, lo que le permitió intervenir en la Constitución de 1933 como representante del departamento de Arequipa, formar parte en 1934 de la Delegación que en Río de Janeiro negoció el arreglo del conflicto con Colombia, ministro Plenipotenciario en Bogotá (1935) y Suiza (1936), miembro de la delegación acreditada ante el gobierno de los Estados Unidos para negociar los límites con Ecuador (1938), fue Presidente de la delegación peruana ante las Naciones Unidas (1945) y Presidente de la Asamblea General de ese organismo (1959). Amén de ser catedrático, decano y vicerrector de la Universidad Católica (1942).

 

Es decir, sus habilidades prácticas organizativas eran tan notables como las intelectuales. Es por ello que lejos de apelar a cualquier ingenuidad de su parte para explicar su adhesión al fascismo debemos encontrar las razones en los mismos elementos constitutivos de la ideología fascista. El fascismo de los años treinta tuvo como condiciones psicológicas y sociológicas a la Primera Guerra Mundial y la crisis económica del 29, las cuales no generaron el pensamiento fascista, pero fueron condiciones necesarias para su formación. Como condiciones ideológicas tuvo la formación del nacionalismo radical y la revisión del marxismo. El nacionalismo orgánico y tribal basado en el exclusivismo biológico fue la traducción política de la revolución intelectual de fines del siglo XIX y principios del XX, llegando a ser así una teoría política coherente en las obras de Barrés, Maurras y Corradini.

 

 El segundo elemento fue la revisión del marxismo impulsado por Sorel y los teóricos del sindicalismo revolucionario italiano. Sorel sustituyó el racionalismo y hegelianismo del marxismo por un voluntarismo vitalista y anti materialista y pensaba, como más tarde repetiría en nuestro medio Mariátegui, que las masas no requerían de la razón sino de los mitos, sistemas de imágenes que estimulaban la imaginación. Pero cuando se hizo obvio que el mito de la huelga general y la violencia proletaria eran ineficaces porque el proletariado era incapaz de asumir su papel revolucionario entonces se sustituyó el marxismo y el proletariado por la gran fuerza emergente del conjunto de la nación.

 

Este fue el aporte del sindicalismo revolucionario al fascismo a través de Labriola, Michels, Panunzio, Orano y Mussolini. Durante la guerra del 14 el sindicalismo revolucionario se convertiría en sindicalismo nacional y así en fascismo. Las condiciones intelectuales que contribuyeron a la formación del pensamiento fascista fueron el darwinismo social, la filosofía anti cartesiana y anti kantiana de Nietzsche y Bergson, la psicología de Le Bon y la sociología de Pareto. Y las condiciones del contexto inmediato fueron los grandes cambios producidos en la economía capitalista, la sociedad burguesa y en la vida de la clase trabajadora, todos los cuales iban en contra de las previsiones desarrolladas por Marx. Y así el fascismo de los años treinta fue el producto de las contribuciones teóricas de los nacionalistas, el sindicalismo de la preguerra, la filosofía irracionalista y vitalista, el darwinismo social, la sociología del culto al líder y la psicología racista. Sin embargo, la mecha que prendió la pradera fue la experiencia de la guerra, porque ésta suministró la prueba de la capacidad del nacionalismo para movilizar a las masas y la enorme capacidad del Estado moderno para concentrar el poder.

 

Es por todo eso que Gentile estuvo   acertado   al   definir al fascismo como una revuelta contra el positivismo. El positivismo era antimetafísico, anti sustancialista y más bien relacionista. La ideología fascista quedaba así configurada en una ideología que rechazaba el liberalismo materialista de la democracia y del marxismo. Ambos fueron considerados como diferentes aspectos del mismo mal materialista. Fue una rebelión contra el materialismo, que se basó en una convergencia del nacionalismo antiburgués con el socialismo antimarxista. Era el aliado natural del nacionalismo radical. Su rechazo tajante de la cultura ilustrada tenía como objetivo sentar las bases de una nueva civilización, individualista y comunitaria, capaz de asegurar la permanencia de la colectividad humana.

 

En última instancia, para el fascismo el hombre sólo existe en tanto que es sostenido y determinado por la comunidad la cual está representada por la figura cuasi sagrada del líder. De modo que ninguna esfera de la actividad humana quedaba inmune de la intervención del Estado, fuera del Estado no puede existir ningún valor espiritual, ni ético, sólo el Estado es una unidad consciente y tiene su propia voluntad, transformando al pueblo incluso en sus aspectos físicos, ningún individuo, partido, asociación cultural, clase social o empresarial y doctrina tiene derecho a existir fuera del Estado. Siendo así el totalitarismo la esencia mismo del fascismo y uno de los mejores ejemplos de unidad de pensamiento y acción.

 

3.

ATRACCIÓN Y REPULSA

 

Al parecer Belaunde no tuvo idea de las consecuencias exactas de esta concepción totalitaria del poder político. El holocausto que albergaba en su vientre no era difícil de imaginar, pero él creyó que era posible mitigarlo si a nivel ideológico se acentuaba el pensamiento cristiano, a nivel político se implementaba un corporativismo representativo y a nivel de forma de gobierno el Estado no avasallara del todo al individuo. Pero no se debe olvidar que en 1933 no censuró a los fascistas de la Unión Revolucionaria que hicieron de la tumba de Sánchez Cerro un lugar de peregrinación, desfilando por las calles de Lima con sus “camisas negras”, nunca tildó de anatópico al pensamiento fascista, ni condenó la persecución política contra la dirigencia del partido comunista que fue puesta en su totalidad en prisión, ni contra el aprismo. No es un secreto que Belaunde no guardaba simpatía por ninguno de estos grupos políticos perseguidos, los consideraba anatópicos y su neutralización necesaria, siendo esto otro factor de simpatía con las fuerzas fascistas nacionales.

 

De manera que desde un comienzo se sintió atraído por los siguientes aspectos del fascismo:

·        rebelión contra el materialismo

·        nacionalismo antiburgués

·        revuelta contra el marxismo ateo

·        creación de una civilización anti individualista y comunitaria

·        fomento desde el Estado de una ideología nacional

·        destrucción de la dictadura del dinero

·        culto del líder como personificación de las excelencias del pueblo

·        prevalencia de la solidaridad nacional

·        victoria de la política sobre la economía, y de los valores espirituales sobre los materiales

 

Pero también sintió una repulsión instantánea por otros elementos constitutivos de esta ideología:

·        el darwinismo social

·        la psicología racista

·        la excesiva acentuación de lo comunitario sobre lo individual

·        la completa subordinación de los derechos del individuo

·        el carácter omnímodo del Estado

 

Por los años treinta y primeros años del cuarenta ya hacia bastante tiempo que Belaunde había abandonado su primera etapa positivista y fenomenista, tan caracterizada en su libro El Perú antiguo y los modernos sociólogos (1904), encontrándose en pleno desarrollo de su segunda etapa filosófica: metafísica, cristiana, espiritualista y peruanista, implementada en sus obras Meditaciones peruanas (1914), La crisis presente (1914-1939), La realidad nacional (1931) y Peruanidad (1942). Cuando reemplaza a Javier Prado en 1912 en la docencia con el curso de filosofía moderna en San Marcos encontró que Deustua y Prado habían introducido el voluntarismo de Wundt, el espiritualismo de Eucken, los análisis de filosofía de la religión de William James, el vitalismo de Bergson y el idealismo de Boutroux.

 

El por su parte descubre la vía abierta al absoluto por Descartes, Spinoza y el carácter libre de la vida y el valor de la intuición en Kant. Es curiosa su coincidencia, pues él como el fascismo emprenden una revuelta contra el positivismo antimetafísico, lo cual no quiere decir que el pensamiento metafísico conduzca necesariamente hacia el pensamiento fascista, aunque aquí lo acompañe. Por entonces, ya se había definido varios aspectos claves de su pensamiento:

·        rechazo del ateísmo materialista

·        culto del hombre superior y rechazo del caudillo, demagogo y el absolutismo presidencial

·        anatopismo como fenómeno de imitación

·        definición del Perú como síntesis viviente

·        formación del ideal nacionalista

·        la democracia como ideal político

·        la idea de Peruanidad construida por el legado prehispánico e hispánico

·        la distinción entre el ideal o visión exacta de la realidad y la ideología como visión ajena de la realidad

·        el respeto de la iniciativa privada y la propiedad individual

·        y la justa distribución de la riqueza

 

Este cuadro de ideas suyas encuentra coincidencia parcial con las tesis del fascismo por el lado del antimaterialismo, del nacionalismo, la idea del líder y la prevalencia de lo espiritual sobre lo material. De aquí proviene su adhesión insegura, a través de un seudónimo periodístico, con la ideología del fascismo. Pero además el asunto es que el nacionalismo es una ideología que puede combinarse con el liberalismo, el socialismo, el comunismo y el fascismo. Belaunde era reactivo al nacionalismo racista pero no al nacionalismo que concebía la identidad nacional como transitoria, mudable y perfectible.

 

4.

CONCLUSIÓN

 

En verdad no existen explicaciones simples a la naturaleza proteica del nacionalismo, pero este atributo suyo es uno de los elementos que lo aproxima al fascismo. No obstante, el nacionalismo del fascismo es particularista, es decir el interés nacional está por encima incluso del respeto del derecho internacional, mientras que el nacionalismo de Belaunde es un nacionalismo universal, que defiende los intereses culturales y materiales colectivos de una nacionalidad, pero teniendo en cuenta los intereses de los demás. Sin embargo, él estuvo de acuerdo con las pretensiones territoriales del Duce, lo que contradice su nacionalismo universal.

 

En conclusión, no pretendo haber agotado las razones de la exótica adhesión de su inteligencia a la causa del fascismo, pues no hay explicación simple al mismo. Pero fue un hecho del que no se sintió orgulloso y trató de ocultarlo en lo posible.

 

Y aquí va anécdota del Dr. Antonio Belaunde Moreyra. Por el año 2006 nos reuníamos en la casa del finado Julio César Rivera Dávalos para celebrar sesiones quincenales de filosofía en el recién inaugurado Cenáculo de Filosofía Yachaywiñay. Nos reuníamos integrantes de todas las áreas del conocimiento. Por la física teórica iban Kiko Álvarez Vita, Enrique Pfeiffer, los filósofos Luis Alvizuri, José Luis Herrera, Antonio Belaunde, Julio Rivera, Ruth Romero Huamaní, Pablo Suárez, Ysaí Quiroz, Fidel Gutiérrez Vivanco. Toribio Torres, Víctor Montero Cam, yo, el Nyaya Salomón Ruíz Goin, los abogados Ricardo Segura, Miguel Bautista Gavilán, y otros personajes. Lo singular del caso es que cuando me tocó exponer el tema en cenáculo estuvo presente el Dr. Antonio Belaunde Moreyra, quien al final ratificó la filiación de su padre al fascismo mussoliniano, e incluso contó que tenía en su mesa de noche un retrato de Benito Mussolini con su autógrafa. Lo cual cayó sobre los presentes como la mayor prueba del episodio fascista de Don Víctor Andrés Belaunde.

VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

 

VIDA DESPUÉS DE LA VIDA (1975; EDAF, 1984) es el célebre libro del psiquiatra y filósofo Raymond Moody.

Moody entiende bien que los testimonios recogidos llevan a pensar que la vida prosigue después de la muerte y que son muchas las personas declaradas clínicamente muertas las que han vivido ese trance. Pero al mismo tiempo admite que su libro no es un estudio científico, ni que presenta una "prueba" de que hay vida después de la muerte. Se niega a sacar conclusiones en ese sentido, y afirma que ni intenta construir una teoría.

Sólo presenta informes significativos con el propósito de descubrir un medio para interpretarlas. La imposibilidad de construir una prueba se debe al pensamiento naturalista, cientificista, materialista y lógico actual.

Pero admite que se trata de hechos asombrosos que no son subjetivos sino universales, que hay algo muy real que indica que la mente, espíritu o alma puede existir separada del cuerpo, y que se trata de experiencias con repercusiones profundas en las personas que lo vivieron.

Afirma que las experiencias cercanas a la muerte no son sueños ni fantasías, sino episodios reales de categorías diferentes. Los casos de laboratorio de aislamiento no explican las experiencias cercanas a la muerte. No se trata de mentiras del consciente, ni de embellecimiento del inconsciente. Las alucinaciones autoscópicas -verse uno mismo como fantasma- son un enigma neurológico que no explican las experiencias de sobrevivencia de la muerte. Las drogas psicoactivas del chamanismo son también un camino para obtener experiencias de otras dimensiones. Finalmente, la experiencia no puede ser demoníaca porque la persona retorna a la vida decidida a actuar bien.  

Es decir, las entradas a otras esferas de conciencia y de la realidad son variadas: 1. experiencias de muerte clínica,  2. drogas psicoactivas, 3. meditación mística, 4. aislamiento.

Es verdad, que no hay definición científica unánime sobre la muerte. Pero no se puede negar que hay un "punto de no retorno". No obstante, la experiencia de la muerte no se relaciona con una función biológica residual. 

Es muy significativo que, si bien los testimonios no hablan del Cielo ni del Infierno, sin embargo, los suicidas que volvieron a la vida de un lugar horrible donde les espera un castigo grave. Para el caso de la reencarnación afirma que existe otra técnica investigativa, conocida como regresión hipnótica lejana.

Las coincidencias con la Biblia, el Libro Tibetano de los muertos, Platón y Swedenborg sin haberlos leído, indican que se trata de una experiencia real, que no es un invento de la mente sino un hecho que concierne a la realidad.

De las 15 características que presenta la experiencia de la muerte sobresalen -aunque ningún testimonio es idéntico a otro-: se ven fuera del cuerpo; oyen y ven lo que sucede, pero no son vistos ni oídos; van hacia un túnel largo y oscuro; al final del túnel divisan una luz; la luz se presenta como un ser luminoso (Cristo, ángeles, en otros casos son familiares y amigos fallecidos); perciben un límite; se les dice que deben regresar; se reúnen con su cuerpo y reviven.

Las experiencias de muerte física o vida más allá de la muerte niegan que la muerte sea una aniquilación (visión materialista) sino una supervivencia (visión espiritualista). Moody insiste que su libro no es una prueba, ni una demostración, es un libro acientífico, sino que es la presentación de un enigma que persiste en la ciencia.

Una acotación personal que no es del agrado de los ufólatras, es que los testimonios no ven en ningún caso extraterrestres, sino seres de luz.