domingo, 25 de julio de 2021

PERU EN BUSCA DEL IDEAL

 


PERÚ EN BUSCA DEL IDEAL

Gustavo Flores Quelopana

Conferencia virtual pronunciada el 22 de Julio del 2021 en el I Congreso Internacional del Bicentenario organizado por la Sociedad Lambayecana de Filosofía, Ciencias, Artes y Humanidades, presidido por el Dr. Francisco Reluz Barturén

 

La idea clave de la presente disertación es que el Perú sólo encontrará un verdadero ideal cuando contribuya a la fusión civilizatoria entre Mito y Razón. Por tanto, se trata de una opción de fondo, estructural y civilizatoria que está más hondamente que salir de la vía de desarrollo capitalista u optar por un camino socialista. Si bien es cierto que la propuesta de la renta básica universal puede paliar la automatización y la robotización del capitalismo digital, sin embargo ese no es el camino para superar el presente sistema alienante. Lo cual no impide que el filósofo o el intelectual no pueda tener sus objetivos políticos de corto plazo.

No voy a desarrollar mis ideas de forma descriptiva, histórica, explicativa, ni prescriptiva, sino del modo interrogativo, como corresponde a un indagar filosófico.

1. En este sentido, nos salta sobre el rostro la primera interrogante: ¿Por qué insistir en la cuestión de los ideales, cuando ya desde 1888, con Nietzsche y el nihilismo, la modernidad se propuso hacer añicos sus grandes ideales, como el Bien, la Razón, la Ciencia, Dios, la Justicia, etc.-?

Y la respuesta no es difícil encontrarla retrucándola en otra pregunta: ¿Acaso la sustitución de los ideales -que no se alcanzan en el tiempo- por las metas -que se alcanzan en el tiempo- ha hecho al hombre más feliz? No. La opulencia y el bienestar material logrado en el hemisferio norte o Primer Mundo a lo único que ha conducido es a vaciar el sentido de la vida por un pragmatismo ramplón y chabacano que destruye la vida humana hasta límites perversos. No en vano es el Hemisferio Norte el primer consumidor mundial de drogas. Dicha adicción es una búsqueda desesperada de felicidad que al final destruye a la persona misma.

2. Esta constatación nos conduce a la siguiente pregunta: ¿La cultura moderna está en capacidad para curar los males de la vida? No. Y es así porque sencillamente la modernidad se ha convertido en el totalitarismo de la racionalidad instrumental, la razón funcional sobre la razón sustancial, lo cuantitativo sobre lo cualitativo, el cálculo sobre la virtud. En este contexto las humanidades están en franco retroceso, la educación deseduca, la moral sirve al vicio y la injusticia junto con la corrupción campea en la política. La modernidad con sus grandes ideales secularizados de Libertad, Igualdad y Fraternidad no sólo han sido traicionados y pervertidos, sino que han demostrado su limitación para conducir al hombre a su verdadera realización.

3. ¿Acaso esto significa que se nos extravió el ser? Sí, y no sólo se nos extravió el sentido del ser, sino el sentido de lo divino y de lo humano. El hombre de la modernidad tardía insiste en la errónea senda de desnaturalizar las relaciones humanas y consagrarse como un homo deus capaz de determinar no sólo el bien y el mal, sino además su propio sexo, ahora mal llamado “género”. Las derivas hipotéticas del transhumanismo van por ese extraviado camino del diosecillo terrestre, y nos ponen ante el desafío de plantearnos la necesidad de transformar la civilización digital en un humanismo. Lo antinatural y perverso se impone. Estamos bajo la sombra dictatorial de un mundo luciferino salido de las entrañas mismas de la modernidad. Ha sido precisamente por la hegemonía de la revolución científico-técnica que nos preocupa en exceso la objetividad, y descuidamos la interioridad y el autoconocimiento. Masas ventrales, narcisistas y cortoplacistas han tomado el lugar en un mundo desideologizado de las otrora masas revolucionarias y utopistas.

4. Ante esto ¿Qué solución cabe? ¿Hay que resucitar la intuición ante la razón? Sí. La tan desprestigiada intuición por el positivismo científico insurge hoy con todo su alcance y profundidad en medio de un mundo sin corazón, horizontal y sin trascendencia. La intuición -muy presente en la vida emocional y empática- viene a ser la vía regia para restituir un logos paralelo al logos de la razón, me refiero al logos del mito. En cambio, actualmente lo que vemos es una civilización en decadencia que tiene en sus manos una herramienta poderosísima, la digital, y que acelera la crisis de racionalidad y la importancia de la insignificancia. Lo hace sentir a ese hombre decadente como un Homo Deus dentro de las ilusiones eufóricas del transhumanismo, pero que en el fondo no es sino un hombre solitario y esclavo de una nueva sociedad hipermecanizada en el logaritmo.

5. Entonces, ¿Cómo debe ser una nueva cultura? La nueva cultura capaz de contrarrestar la hegemonía unilateral de la racionalidad científico-técnica debe basarse en una nueva hegemonía de los saberes, donde lo humanístico-moral encabece el desarrollo del conocimiento. Ello implica concebir a la propia Razón en toda su amplitud, para verla -en contra del falso orgullo racionalista- como el reconocimiento de las verdades suprarracionales y espirituales. Esa razón presidida por el empirismo, racionalismo, criticismo, iluminismo, materialismo, naturalismo, positivismo y hermenéutica ha demostrado su profundo fracaso, y ha llevado a la civilización occidental a su crisis más honda jamás conocida. La filosofía moderna negando el Ser que funda todo ser ha postrado el cuerpo de la humanidad yacente por todo tipo de males -los últimos, después de termonuclear, es el daño climático y la ideología de género- y demuestra que fundando el mundo solamente en lo inmanente se asegura su propio exterminio. En una palabra, el fracaso de la razón moderna demuestra que es perentorio y urgente restaurar el fundamento trascendente en el corazón mismo de la racionalidad.

6. Pero ¿Cómo una cultura puede estar al servicio del hombre? La cultura es el alma de una civilización y cuando ésta declina la civilización inicia su curva de colapso. Curiosamente es el factor religioso el más importante dentro de la cultura que casi siempre está presente en los tránsitos civilizatorios. No en vano el siglo más inhumano que ha sido el siglo veinte, es el siglo del ateísmo, de la secularización y de la increencia. Esto es una poderosa señal de que la cultura da muestras de vitalidad y vigor cuando el hombre hace uso simultáneo de sus dos alas más poderosas: tanto la Razón como la Fe, el logos y el mito. Pero lo que vemos actualmente es que la razón se adueñó de todas las parcelas de la vida, opacando y sofocando los sentimientos, lo emocional, el amor, la virtud, la moral y la ética. La fría e implacable lógica dineraria, que en el fondo consiste en la negación de todo valor, ha invadido todas las esferas de vida, licuando lo realmente humano. ¡Tanto tiene, tanto vale! Reza el gélido adagio de la razón calculadora que rige las relaciones humanas para cosificarlas y enajenarlas. Pero, además, esa lógica uniformizadora termina consolidando un mundo unidimensional, gris y mecánico donde la contradicción, la antítesis, la dialéctica, la vida y la revolución terminan congeladas.

7. ¿No será que nuestra enfermedad es haber pasado del Mito al Logos? Una respuesta afirmativa ante esta pregunta nos llevaría a deslizarnos peligrosamente hacia una visión anacrónica y regresiva de la historia. Pero como sabemos la historia no admite repeticiones, y si lo admite no lo hace como tragedia sino como comedia. Por tanto, nuestra enfermedad no se cura renunciando a la Razón, al Logos, sino fusionándola con el logos del Mito. Eso significa que la Modernidad no debe ser echada al tacho colero, sino replanteada con todos sus aportes para desinfectarla de todos sus vicios. Y entre los principales errores es el mito de la razón autónoma. La Razón no es autónoma, sino que parte de presupuestos, y, es más, necesita del balance de la Fe para no extraviarse como lo ha hecho en la modernidad. De modo que no es el paso del Mito a la Razón la causa de nuestra enfermedad cultura, sino es el no haber puesto límites a la misma razón lo que nos extravió. La humanidad necesita poner fronteras al poder de la razón, porque justamente en esa carencia de delimitaciones está el origen del divorcio maquiavélico entre ética y política, la separación kantiana entre la ética privada y el derecho público y la postergación de la virtud en la concepción rawlsiana de la justicia como equidad. En otras palabras, no supresión sino superación o la famosa Aufhebung hegeliana, para lograr una nueva síntesis entre Razón y fe es necesaria para poder avizorar el fundamento para una nueva cultura y civilización. Es por ello que desde inicio se dijo que la cuestión del ideal rebasa las opciones políticas y va hacia asuntos óntico-epistémicos de fondo.

8. ¿Esto significa que la Peruanidad tiene que encontrarse a sí misma en el ideal andino, en vez del ideal helénico? No. Esa sería una postura regresiva, romántica y antihistórica. Cada comunidad tiene sus propios derroteros históricos y eso no significa que no esté unida con otras comunidades por un espíritu global. La edad del espíritu religioso de la antigüedad y medioevo tuvieron su momento, la edad del espíritu racional encontró su realización en la modernidad, pero ahora se trata de que nos acercamos al momento histórico de su disolución para aproximarnos hacia una nueva síntesis histórica. Y en esa nueva síntesis la herencia de la cultura andina, en caso del Perú, será decisiva -por ejemplo, con el ideal de Justicia-, pero resulta en sí misma insuficiente si no se toma en cuenta las realizaciones decisivas del ideal científico moderno. Es decir, no es el ideal andino ni la renuncia del ideal helénico el objetivo que ha de guiar al Perú ni a las demás comunidades mundiales, sino una nueva síntesis entre Fe y Razón, logos y mito. Max Weber hablaba del desencantamiento del mundo en la modernidad. Ahora bien, no se trata de reencantarlo de espaldas a la ciencia, sino de hacerlo en consonancia con la nueva concepción de la razón. La racionalidad del racionalismo moderno ha sido el prototipo del hombre teórico, todo se volvió objeto del conocimiento, desapareció el misterio y el enigma, todo es visto con los lentes de la ciencia. Y esto ha hecho que se ponga frente a la verdad de la ciencia a la mentira del arte, la ficción de las humanidades y la moral universal. Si se quiere corregir estas falsas percepciones se debe reparar en el origen irracional de la razón, porque la razón científica al ser negadora de la vida se vuelve nihilista.

9. Entonces ¿Será necesario socavar los cimientos de la modernidad, porque ésta ya es un proyecto envenenado? ¿Acaso después de Auschwitz no estamos inmersos en una crisis incurable? Sí. Pero sin dejar de advertir que los cimientos de la modernidad tardía ya están socavados y no cesan de desintegrarse con el nominalismo e individualismo creciente en todas sus variantes. Es como si la humanidad actual va ciega, veloz e incontenible hacia el precipicio de su propia destrucción. Después de Auschwitz las puertas del infierno quedaron abiertas y la modernidad no se muestra capaz de cerrarlas con su sesgada racionalidad instrumental. Nietzsche creía en un primer momento que el arte y la música serían capaces de llenar el vacío dejado por la máquina, y en un segundo momento abandona su solución esteticista para creer en el Superhombre y en el eterno retorno de lo mismo. Pero su lógica está infectada del mismo antihumanismo burgués que dice combatir. Sin embargo, no deja de deslizarse la sospecha si todo lo que admiramos actualmente -democracia, utilitarismo práctico, derechos humanos, predominio de la ciencia…- no es más bien parte fundamental de la decadencia cultural de la modernidad. Y sin duda que sí, pero eso no significa que mucho de sus contenidos sean irrecuperables y reconducidos.

10. Finalmente, ¿Será una nueva síntesis entre Razón y Mito, Logos y Fe el camino regio o las horcas caudinas por el cual tiene que pasar la Peruanidad y una nueva cultura? Pienso que sí. Sin nuevas bases onto-ético-epistémicas no será posible la superación de las hondas contradicciones que socavan a los países y a las culturas del presente. Por ello, la filosofía tiene el deber de mirar más hondamente que las simples soluciones políticas, económicas y sociales, para fijar su atalayar en el corazón mismo de la cultura que hace a la humanidad humana.

Muchas gracias