sábado, 23 de septiembre de 2023

¿QUÉ ES UN PENSAR NO OBJETIVANTE?

¿QUÉ ES UN PENSAR NO OBJETIVANTE?

1. La solución que da Heidegger al problema del pensar siempre me ha dejado un agrio sabor anacrónico, antihistórico y regresivo. Veamos. Heidegger en su Carta sobre el Humanismo (1946) sostenía que el problema era el propio humanismo y reclamaba que hay que interrogar: ¿Qué es pensar? Pensar es dejar que el ser sea. Entrevía que había un pensar humano que no dejaba ser al ser.

2. Luego en sus conferencias sobre la técnica (Seminarios de Zollikon, 1959-1969) profundiza su ontologismo antihumanista, afirma que la esencia de la técnica es el pensar objetivador, se ratifica en que el hombre es un medio para que el ser sea, y que hace falta una nueva forma de pensar.

3. En ¿Qué significa pensar? (1951-1952) parte del presupuesto de que la técnica es el olvido del ser, que es posible que el hombre ya sea incapaz de volver a un desocultar originario, y que el auténtico viraje del pensar exija un desasimiento de las cosas.

4. En una palabra, para-Heidegger hay que reaprender a pensar en una época en que la técnica y la ciencia han matado el pensar. ¿Qué es pensar? deviene en ¿Qué es eso que nos invita a pensar? O sea, hay que reconducir el pensamiento al estado mítico para devolver sus contenidos a los vocablos “Ser” y “ente”.

5. En primer lugar, Heidegger pretende salir del idealismo subjetivo del ser-ahí de Ser y tiempo mediante la acentuación del lenguaje ontológico. Pero al depurar la historicidad de la historia real se queda con lo fenoménico temporal, o sea, con un esqueleto de la objetividad. Por eso no es casual que omita las categorías de la realidad científica-económica-social del mundo presente. En segundo lugar, su deprimido idealismo objetivo le hace suponer que pensar es dejar que el ser sea como en los tiempos de los presocráticos. Es decir, no es posible un dejar que el ser sea con el pensar actual porque cree que el único pensar existente es el pensar objetivante. Con ello orilla su deprimido idealismo objetivo hacia el irracionalismo, puesto que hay que ir más allá de la razón para recuperar el pensar originario. En tercer lugar, su anticientificismo extremo no le permite reconocer que la técnica porta una nueva manifestación y significación del ser en el ente técnico. Ante lo cual sólo reconoce una dimensión objetivante.

6. Todo ello reviste a su pensamiento con un anacrónico ropaje regresivo donde el mito es la palestra privilegiada para dejar que el ser sea para el pensamiento. Pero esta solución es completamente falsa.

7. Primero, porque Heidegger no distingue entre Mito y Revelación. El mito es revelación natural de lo sagrado a la razón originaria, pero la Palabra es revelación sobrenatural de lo divino a la razón sobrenatural. El no reconocer esta diferencia lo encalla en el mito y en la racionalidad originaria.

8. Segundo, en su aspiración por ir más allá de la razón objetivante deriva hacia lo intuitivo y lo irracional. O sea, no comprende que el pensar originario lejos de ser irracional es operación racional presidido por la simpatía, la correspondencia, la metáfora.

9. Y, tercero, porque nunca advirtió que sólo por la razón sobrenatural de la fe el hombre supera el pensar calculador y objetivante. Sólo en el pensar asistido por la fe es posible superar el pensar objetivante dejar que el ser no solamente como fundamento del ente, sino como divinidad providente y omnisciente.

10. La solución de Heidegger de retornar al pensar mítico para recuperar el pensar del ser resulta anacrónica y regresiva, no sólo porque en la pedagogía de lo divino ya advino la era de la revelación, sino porque la historia misma no admite regresiones contrafácticas.

11. Después de la Revelación como horizonte del pensar, el Mito deviene en horizonte pasadista, limitado y regresivo. El horizonte de la revelación natural del mito no corresponde a la hora histórica del presente científico-técnico en que se debe recuperar el pensar del ser.

12. La recuperación del pensamiento del ser ni debe dejarse encasillar por el pensar objetivante ni tampoco obviar para el pensar la importancia del pensamiento científico-técnico.

13. En el orden finito el ser se da en el ente, pero en el orden infinito el ser se da en Dios, que no es ente. Pensar a Dios es asumir el desafío de un pensar no objetivante y pensar las realidades espirituales del mundo también lo implica en su propia jerarquía ontológica. Por tanto, el sólo acto de pensar es convertir los seres en objetos, salvo en el único que es inobjetivable, a saber, Dios. Por ello, es innecesario el rechazo de la cientificidad, de las realidades objetivas y depurar la historicidad de la historia real.