miércoles, 17 de abril de 2024

ANGELOLOGÍA NO ES MEDIOLOGÍA

ANGELOLOGÍA NO ES MEDIOLOGÍA

Una precisión sobre la teología andina




La presente reflexión se suscita por las opiniones vertidas por el distinguido antropólogo y amigo, Rodolfo Sánchez Garrafa, en el libro escrito al alimón con Julio Gilberto Muñiz Caparó, intitulado "Ustedes y Nosotros", en la segunda parte, exactamente en el capítulo VII llamado "Un contraste básico entre la angelología de Regis Debray y los hombres pájaros de los Andes". Para Sánchez Garrafa los hombres pájaros representan la angelología andina.

Voy a defender la idea de que sólo las religiones de salvación (mazdeísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo) tienen angelología, mientras que las religiones anteriores (de servicio -Egipto, Mesopotamia, Indoeuropeos, celtas, eslavos, germanos, griegos, romanos, semitas, China, Japón, aztecas, mayas e incas-, de liberación -maniqueísmo, gnosticismo, hinduismo, budismo, jainismo, confucianismo- y de integración -prehistoria, siberianos, amerindios, indochinos, oceánicos, australianos y africanos) sólo tienen mediología en su sistema teológico.

La mediología no es lo mismo que la angelología, mientras que la primera reconoce seres sobrenaturales que son tomados como dioses y cuya función principal no es necesariamente servir a la deidad suprema, la segunda identifica a los ángeles como aquellos seres espirituales que no son dioses y sí sirven a la deidad suprema. El contraste es ostensible no sólo ontológicamente sino también éticamente. O sea, en las religiones de salvación existe la nítida distinción que no todo ser sobrenatural sirve a Dios. De ahí que se diferencie con claridad entre ángeles y demonios, angelología y demonología. Los ángeles sirven a Dios, los demonios o ángeles caídos no.

En las religiones de servicio politeístas y henoteístas todo ser sobrenatural es tomado como una deidad, aunque se puede reconocer a una deidad suprema. En consecuencia, se apela también a seres demoníacos sin distinguirlos de los ángeles. Simplemente es difusa la distinción entre lo sagrado y lo divino, aun cuando se lo intuya. De ahí que en dichas religiones pululen la magia blanca, la magia negra, la hechicería, los sortilegios, las supersticiones, los sacrificios humanos y la brujería. En el mundo andino prehispánico tenían gran relevancia los oráculos, presagios, profecías y portentos sobrenaturales. Todo lo cual es inducido por los demonios y no por los ángeles. En cambio, en las religiones de salvación hay una clara distinción entre lo sagrado y lo divino. No todo lo sagrado es divino. 

Esto es válido a pesar de que en las religiones desde la antigüedad se practicaba la expulsión de espíritus malignos. Existe evidencia de exorcismo en el chamanismo, antiguo oriente próximo, antiguo egipcio, el helenismo y budismo. Existen numerosas tablillas cuneiformes que registran ritos exorcísticos para expulsar los malos espíritus y combatir la magia negra. Por tanto, la creencia en entes demoníacos también es común en las religiones paganas. La espiritualidad pagana conoció a los demonios y de ella no debe excluirse al Supay andino, por más complementario que sea con el bien y los espíritus benignos. Pero mientras el exorcismo pagano se basa en ritos y palabras mágicas, el exorcismo cristiano se fundamenta en la autoridad divina y la fe en Cristo.

Las religiones andinas eran religiones de servicio a sus deidades, un politeísmo henoteísta, es decir con una deidad principal, pero que tomaba a todo ser sobrenatural como a una deidad. Muchos de los cuales inducían sacrificios humanos y oráculos engañosos, entre otras cosas. Por ende, los hombres pájaros, cóndores, águilas y halcones en Chavín, Pukina, Tiawanaku, Wari e Inka no representan ninguna angelología andina, sino una mediología propia de la teología de las religiones de servicio. La religión andina prehispánica no tuvo angelología sino mediología, pero en dicha mediología existía la creencia en seres sobrenaturales benignos y malignos.

A partir de lo cual se puede afirmar que en el mundo andino todos los seres de poder, ya sea del supramundo o del inframundo, disponen de mensajeros sobrenaturales, pero no necesariamente divinos, pues muchos de ellos son ángeles caídos. Prueba de ello es el respeto y adoración que exigen los Apus y la Pachamama, sin lo cual éstos pueden cobrar dolorosa venganza. De ahí que estos seres sobrenaturales sean vistos no como fantasía o cosa imaginativa, sino como una realidad existente.

En el mundo andino el papel de los mediadores -con predominancia de los ángeles caídos- es mantener la creencia de que el orden del cosmos es cíclico, no hay pecado, condena eterna ni salvación. Todo se resuelve en un eterno retorno de las cosas. Pero al ser derrotado por una nueva huaca -así lo dice en Ritos y tradiciones de Huarochirí el indígena Tomás, secretario del extirpador de idolatrías Francisco de Avila, refiriéndose al cristianismo- y un nuevo evangelio, que trae la revelación de Cristo, el tiempo cíclico se sustituye por el tiempo asintótico y los órdenes de la realidad dejan de ser cíclicos y estar regulados por la complementación cósmica. El necesitarismo cósmico es remplazado por la libertad humana.

Mientras Mircea Eliade describe el eterno retorno como una creencia religiosa, en el pensamiento filosófico está presente en el estoicismo, Vico (ciclos perfectibles), Maquiavelo y Nietzsche. La gran contradicción de esta idea es la eterna repetición de lo bueno y lo malo sin posibilidad de anulación de alguno de ellos. Todo se reduce a una necesidad cósmica donde la libertad humana se vuelve insignificante. La lucha por el bien se vuelve inútil en la visión circular del tiempo.

En los mitos andinos los alados mediadores tienen atributos oraculares y pertenecen al dominio de las wakas. También chamanes, mesayoq, meseros o curanderos invocan a las huacas o Apus protectores para resolver consultas del solicitante. El resultado es una suerte de curaciones condicionadas y predicciones engañosas propias de la magia y la brujería.

La mediología andina se resuelve en la creencia de que el mundo terrenal es reflejo de los mundos de arriba -Wiraqocha- y de abajo -Pachakamaq-. Los seres sobrenaturales de ambos ámbitos configuran la realidad humana. La libertad humana se limita a acatar dicho orden cósmico, jerarquía vinculada al poder teocrático imperante.

La mediología andina es propio de su visión cósmica del mundo y filosofía mitocrática predominante. Pero será con el advenimiento de la religion de salvación del cristianismo que dicha mediología pasará a ser subalterna y lo dominante será la angelología cristiana. En ella se afirma la existencia de tres jerarquías. La Suprema conformada por Querubines, Serafines y Tronos, que no son mensajeros y sólo contemplan a Dios; la Intermedia integrada por Dominaciones, Virtudes y Potestades, que además de su vida contemplativa se agrega su apostolado como gobiernos de las cosas que salen de Dios; y los Inferiores que son los Principados, Arcángeles y Angeles, que custodian hombres, pueblos, familias y naciones, y gobiernan las cosas creadas. 

Entre los más destacados angelólogos se encuentran: San Bernardo de Claraval, el Padre Lamy, la beata Anna Schäffer, Sor María Angeles Sorazu, María de la Pasión Tarallo, beata Angela Salawa, María Lataste, santa Teresita del niño Jesús, san Juan Bosco, santa Rosa de Lima, entre muchos otros.

Y del mismo modo que la teología sistemática de las religiones de salvación, especialmente la cristiana -la religión exorcística por excelencia-, estudia no sólo la angelología sino también la demonología, ésta distingue las siguientes cuatro jerarquías demoníacas: tres Espíritus superiores (Lucifer, Belcebú, Astarot), seis Espíritus principales (Lucifago, Satanachia, Agaliarept, Fleuretty, Sargatanas, Neribus), Espíritus subordinados y Espíritus infernales.  Estos espíritus demoníacos pueden volar y hacer prodigios en el cielo, y en nuestra era tecnológica son tomados por ovnis. 

Se puede pensar que todo gran demonólogo es exorcista, pero no es así. Hay demonólogos que no son exorcistas -el expolicía Ralph Sarchie, el investigador paranormal John Zaffis, el clérigo Heinrich Kramer, John Dee- y exorcistas que no son demonólogos -Padre San Pío, Padre Cándido, Padre Amantini, Padre Milingo, Padre Amorth, Padre Fortea-, como también los hay que son ambas cosas -empezando por el mismísimo Jesucristo y terminando con el español Padre Fortea-. 

En suma, es un acierto de Rodolfo Sánchez Garrafa señalar la existencia de una mediología andina, pero un error llamarla "angelología andina". Además, si vemos el fenómeno religioso andino en su totalidad -pre y post hispánica- tenemos que señalar un sincretismo religioso advertido por el padre Marzal, donde la idea de complementariedad entre el mundo de arriba y de abajo ha perdido hegemonía. Quizá la mayor limitación sea no señalar que dicha idea se da dentro del contexto de una religión de servicio como era la teología henoteísta andina precolombina, la cual recurre tanto a ángeles como a demonios.

Sin distinguir entre ángeles, o servidores de Dios, y demonios, o servidores de Satanás, no es posible avanzar en una comprensión integral de la mediología andina prehispánica. La religión andina actual es cristiana, como cristiana es su distinción entre lo sagrado y lo divino. No reconocer estas diferencias es aferrarse recalcitrantemente al imaginario religioso andino precolombino, suponiendo su superioridad sobre una última revelación de la pedagogía divina en Cristo. 

En una palabra, la teología andina antigua no tuvo angelología sino mediología. En cambio, ahora que es cristiana, sí la tiene.