sábado, 4 de diciembre de 2021

TARDOCAPITALISMO Y DESNACIONALIZACIÓN CULINARIA

 TARDOCAPITALISMO Y DESNACIONALIZACIÓN CULINARIA

Gustavo Flores Quelopana





La comida es uno de los ámbitos más conservadores que existen en la vida. Es el reducto del hogaño y familiar. En ella se reúne la identidad de un pueblo, de la tierra y de la historia. La comida es expresión de la cultura. Pero aún cuando las culturas no son entidades fijas e invariables, la comida tiende a petrificar lo propio por generaciones. En la comida lo local se impone a la hibridez cultural. Pero la comida no guarda una relación estática y fija con la tradición y lo histórico, sino dinámica. En ella también se expresan los cambios sociales y culturales.

Es decir, ninguna comida del mundo es pura y enteramente original, sino que es híbrida y resultado de una bastardía histórica. No obstante, la dialéctica entre la identidad y la diferencia en la comida conserva un peculiar ritmo de siglos y, cuando no, de milenios. En este sentido en la comida se impone la visión hegeliana por la identidad orgánica en la comida, obviamente resultado de la propia hibridez del ser histórico. En Bhabha (El lugar de la cultura) el concepto de hibridez cuestiona la pureza de la cultura. Lo cual es cierto pero sólo hasta cierto punto. 

En toda comida hay bricolaje y collage, pero de ello surge una identidad. Por eso en toda comida se construye un lugar, se espacializa y reúne una identidad.  La comida es puente donde yace el ser. En la comida el ser no está en fuga, ni vaga, está presente y corporeizado para su asimilación en el cosmos del organismo. Heidegger (Identidad y diferencia) utiliza la metáfora del puente como alusión a una tensión dialéctica. 

Y sin duda, en toda comida está plasmada dicha tensión agónica de una cultura. Quizá por ello no hay mayor ofensa que rechazar la comida de una cultura local. Salvo que aquí hay que hacer una atingencia contra Heidegger que si bien en la comida se percibe la raíz de lo propio y auténtico en ella no hay ausencia de lo ajeno. Y contra Bhabha hay que señalar que lo híbrido en la comida puede expresar la voz de los otros, pero ya asimilados en lo propio. Quijano como Bhabha se muestran atrapados en una dialéctica del amo y del esclavo entre el colonizador y el colonizado, lo que no permite ver el problema del poder en toda su dimensión, que no sólo es política sino también metafísica. 

El poder en sí mismo no es mefistofélico, lo diabólico es el abuso del mismo. En la comida subyace el poder de la cultura. Eso me recuerda lo que registra a Sara Beatriz Guardia (Una fiesta del sabor. El Perú y sus comidas) donde muestra que el menú en los tiempos del gran almirante Grau eran en francés, la gastronomía gala predominaba como moda cultural. La cultura no es un espacio libre del poder y menos la gastronomía.

Si la modernidad con el heliocentrismo copernicano le quitó al hombre su casa cósmica para dejarlo en medio del universo infinito, ahora las cadenas de comida rápida dejan al hombre sin su comida nacional para dejarlo con un alimento uniforme. ¿Cómo puede haber sucedido tremenda cosa? ¿Acaso no es la comida el reducto y la trinchera más afincada en el hogaño nacional? ¿Qué debe haber sucedido con la humanidad para que prospere la comida rápida? 

Ritzer subraya que en muchos ámbitos de la vida ya no gobierna la mentalidad burocrática sino la racionalidad Mcdonalizada regida por la eficiencia y la previsibilidad. Lo que el autor no advierte es que la comida instantánea y rápida, que elimina sabores y aromas típicos e impone el suyo uniforme en todo el mundo, es en el fondo la deshistorización y homogenización que impone la Globalización neoliberal.

O sea, el tardo capitalismo elimina la casa gastronómica local por otra universal. Para que esta opción culinaria prospere a nivel mundial tiene que haber surgido un nuevo tipo de hombre, deslocalizado como el turista, o haber introyectado el espíritu de turista en su propia casa. 

La nueva humanidad del tardo capitalismo tiene débiles lazos familiares y nacionales. Vive desconectado de su propia patria y anclado en la imperial publicidad cosmopolita. Esta anorexia del espíritu tenía que tener su efecto sobre el divino alimento. La globalización neoliberal inaugura tiempos postnacionales, descentrados y transculturales. Y la comida es un campo de batalla cultural, donde se superponen culturas heterogéneas, donde se liberan las limitaciones locales, pero donde también se reconfigura la identidad. 

Lo singular del caso es que la globalización neoliberal en vez de abrir las puertas a un multiculturalismo, interculturalismo, a una transculturalidad o a una hiperculturalidad -como sugiere Chul Han, Hiperculturalidad: cultura y globalización-, abrió las puertas a lo transcultural, porque al ser desinteriorizada y desenraizada se convierte en una mueca grotesca de lo cultural. No nos engañemos, la globalización neoliberal no nos viene a traer otra cultura sino el fin de la cultura misma. Y esto se refleja en la gastronomía de la comida rápida.

Lo transcultural de la globalización del tardo capitalismo es un ruptura profunda en el corazón del ser, porque anula la diferencia entre lo verdadero y lo falso e inaugura en su lugar una pseudo realidad. Y a esto no se le puede llamar hiperrealidad, como lo hace Chul Han, porque es la negación y disminución del ser en la nada. Umberto Eco (Viaje al reino de la hiperrealidad) llama hiperrealidad a la mezcla de estilos, pero esto puede ser válido en el plano estético más no ontológico. Y Walter Benjamín (La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica) aludía al "aura" de las cosas como el resplandor de la interioridad irrepetible del ser. Hiperrealidad sería patencia aumentada del ser, en cambio pseudo realidad equivaldría a la anulación del aura misma del ser.

En otras palabras, la gastronomía ubicua corresponde al debilitamiento espiritual del hombre bajo el tardo capitalismo. Ante esto cabe preguntarse ¿cómo, entonces, triunfa la comida asiática o latinoamericana en el mundo? ¿Será parte de la desnacionalización culinaria mundial? Pienso que sí. 

Bajo el tardo capitalismo la comida rápida es expresión de una humanidad sin eje nacional y en honda crisis familiar.