miércoles, 23 de agosto de 2023

UFOLOGIA Y DECADENCIA CIVILIZATORIA

                       UFOLOGIA Y DECADENCIA CIVILIZATORIA

 

Sí, seamos claros. No se trata de que los avistamientos ufológicos estén relacionados con nuestra civilización, porque avistamientos se han registrado en todas las etapas de la historia. Más bien, se han intensificado en nuestra civilización porque somos una cultura secularizada, naturalista, racionalista y apartada de la fe. De ahí las oleadas constantes de ovnis.

Sin olvidar petroglifos y pinturas rupestres del paleolítico que parecen representar avistamientos ovnis, los registros históricos de avistamientos se remontan hasta el 1440 del segundo milenio antes de Cristo con el papiro Tulli, donde los escribas del Bajo Egipto del faraón Tutmosis III afirmaron haber visto unos discos ardientes en el cielo. En la República Romana del 218 antes de Cristo, Tito Livio dijo haber visto barcos fantasmas brillando en el cielo. En el 740 de nuestra era sobre Irlanda se reportaron barcos brillantes en el cielo. En el siglo quince Cristóbal Colón reportó luces en el cielo que seguían a sus embarcaciones. En el siglo dieciséis sobre Nuremberg se vio una batalla aérea en el cielo entre cilindros, cruces y esferas que revoloteaban en el aire. Pero desde el siglo diecinueve y a lo largo del siglo veinte y veintiuno los avistamientos comienzan a ser interpretados ya no en términos religiosos, sino en la mentalidad predominante de los términos tecnológicos. He ahí lo decisivo, a saber, el cambio de mentalidad. A partir de ahora todos los avistamientos serán interpretados desde un punto de vista científico-tecnológico.

Ante esto la ciencia ha descartado la apariencia humana como dirección de la evolución convergente. Abundan libros, películas, series de televisión, videojuegos sobre extraterrestres, incluso la creencia astrológica del New Age habla de que Jesucristo fue un extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la astronomía han ido derribando estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que científicos, en número cada vez mayor, se mostraran optimistas sobre la posibilidad de encontrar planetas en torno a estrellas de nuestra galaxia y de otras galaxias que pueda albergar vida inteligente. Este último hecho resucitó nuevamente la ufolatría, que ya había caído en descrédito por tanto fraude y engaño.[29] La agudización de las crisis de la modernidad (ecológica, política, alimentaria, seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional, educativa, moral y espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas ufolátricas a corto y mediano plazo en medio de una sociedad sumida en el increencia, el nihilismo, la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo y la profunda secularización. Es más, el avance de la sociedad cibernética aumenta el temor sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad. Se siente la amenaza de la era posthumana.[30] Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas.  La super inteligencia artificial introduce un nuevo elemento angustiante en la conciencia de la humanidad.[31]

En otras palabras, se vive una gigantesca crisis civilizacional en la era cibernética, especialmente de la lógica. La cual desborda el orbe occidental y que en una era globalizada involucra a todas las demás civilizaciones unidas por la racionalidad científico-técnica y la economía de mercado. Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en la fe trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante de la problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos? Por lo pronto, los ovnis siguen apareciendo en todos los cielos de los países del mundo y su interpretación predominante es la científico-tecnológica. De forma casi automática se piensan que son máquinas de seres espaciales muy avanzados. De este enfoque secularizado de la mentalidad moderna se aprovecha el demonio para disfrazarse de extraterrestre y apartar al hombre de Dios.

Más, hay algo más profundo en todo este movimiento que cree en la inteligencia extraterrestre. Y es que existe un contenido escatológico salvífico subyacente en sus inquietudes más hondas. Pues, así como sin mística no hay auténtico conocimiento ni amor a Dios, del mismo modo trasladando dicho amor y conocimiento hacia los supuestos aliens se termina por esfumar a Dios mismo en una serie de extraños eones intermediarios o inteligencias eternas, emanados de la unidad suprema, y que el gnosticismo pone en relación a la materia con el espíritu. Hay todo un gnosticismo implicado en la ufolatría imperante. Efectivamente, la ufolatría se inscribe como parte de la ofensiva contemporánea del revival gnóstico. No es casual que esta forma de religiosidad practique de forma generalizada la meditación de contacto en busca de la salvación por el conocimiento ET que los regenera y diviniza. No hay duda que no sólo hay teología ufológica cristiana, sino también gnóstica. Trascender el espacio y el tiempo por un esfuerzo de éxtasis personal de contacto, forma parte de este nuevo tipo de religiosidad egocéntrica e individualista, que implica una antropología, cosmología y soteriología que enfatiza la importancia del contacto ET. En ellos el mito intemporal y trascendente se articula con el mitoide temporal e inmanente.

Pero el resultado final de toda esta heteróclita barahúnda paranoica es la mezcla informe que lleva al cuestionamiento de la fe preternatural revelada y de la religión sin retribución. En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con Dios, y hay más bien la edificación de un ídolo, a saber, el del dinero o el dios Mammón. La religión interesada carece de autenticidad y profundidad y es profundamente satánica, la expectativa por la recompensa denigra el auténtico amor por Dios, y en esto reside la universalidad del mensaje del libro de Job. La ufología científica y la ufología esotérica están animadas por ese ánimo de creer “por algo”, por “una retribución”. Esta degradación del sentimiento religioso se corresponde con la secularización creciente de la modernidad tecnologizada. Pero hay algo más transcendental todavía que se enseña en el libro de Job, y es que Dios confía en el hombre y no en fantásticos ET. Y es precisamente ese profundo desengaño en el hombre, en la realidad humana, sobre todo en las sociedades altamente tecnológicas, lo que subyace profundamente en la creencia ufolátrica de toda laya. Resuenan aquellas palabras bíblicas sobre el hombre, predilectas por los protestantes: “gusano pútrido y hediondo”. Desengaño y desesperanza que tiende a agudizarse en momentos de crisis civilizacional de esta cultura secularizada y sin fe. Desde la oscuridad de la confusión y las tinieblas se trata de que el ser humano sepa elegir el camino a seguir y por ello bien se dice en el evangelio: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.[32]

Nuestras conclusiones son semejantes a las de Carl Jung y Carl Sagan, pero también diferentes. Semejantes a Jung por cuanto que se ve en el fenómeno ovni un contenido religioso. Nuestra diferencia radica en que no hablamos de mito, sino de mitoide y que dicho sentimiento religioso es de carácter inmanente y no trascendente. Similar a Sagan porque no se ve razón ni prueba contundente para creer en la existencia de seres inteligentes extraterrestres. Pero diferente a él en tanto que admitimos la existencia y realidad del fenómeno ovni en su manifestación natural y artificial (tecnología militar secreta y engaños del demonio) y que la ciencia sin la religión y la metafísica filosófica termina destruyendo la espiritualidad. Credulidad, manejo de la conciencia, engaños, negocios, aberraciones psicológicas y pura paranoia, está debajo de la creencia en seres inteligentes extraterrestres. La exploración espacial sigue teniendo una base más realista, a saber, encontrar otros hábitats semejantes a la tierra y enviar humanos al espacio. Además, culturológicamente es posible afirmar que no es pura coincidencia el gran auge de la ufolatría en los países más desarrollados tecnológicamente. La amenaza de destrucción termonuclear y degradación global del medio ambiente pesa sobre las conciencias de millones de gentes comunes incrementando la angustia existencial y el deseo de salvación inmanente. Y un poderoso paliativo es regresionar a la credulidad ilimitada que da cobijo a la creencia en extraterrestres mesiánicos y salvadores. Aquí no se trata de fe sino de credulidad, que da cabida a una alucinación colectiva de nuestro tiempo llamada inteligencia extraterrestre. Alucinación que emerge de un mundo banalizado, donde el hombre y sus asuntos han perdido importancia y en su lugar se prefiere creer en seres superiores de otras galaxias que brindan esperanzas. En suma, se trata de un escapismo mental que retrata la profunda degradación espiritual de la modernidad secularizada de nuestro tiempo.

En este contexto, el tema de la inteligencia extraterrestre también se ha convertido en un mitoide estratégico de distracción de la opinión pública mundial para implantar un mundo unipolar. Por su parte el argumento de la teología ufológica, sobre el cual descansa todo su edificio (“El poder ilimitado de Dios”), es un sofisma y una tergiversación del constitutivum metaphysicum de Dios. Dios no hace todo lo que puede sino todo lo que es racional a su justicia, se pone límites a sí mismo, respeta la libertad humana y su creación. Justamente porque el poder de Dios tiene límites es que tiene lugar la posibilidad de que el hombre libre pueda cambiar su camino, de convertirse. Y con su justicia es como Dios se hace presente en la historia y en la naturaleza. El misterio de la libertad divina es que también el Dios Todopoderoso se hace débil para dejar espacio a la libertad humana. No solamente somos una “caña pensante”, al decir de Pascal, sino una “caña con libre arbitrio”. Lo cual lejos de justificar el antropocentrismo implica un vigoroso rechazo, porque la libertad humana no conoce los designios de su creador y todo lo creado no existe para la utilidad del ser humano. La creación es una teofanía de su amor gratuito. Todo lo cual impide moralmente el reemplazo de Dios por el hombre. Por eso la teofanía de Dios no es violenta, sino suave como la brisa. Y la Providencia no miente al habernos dado la Revelación, y el papel de ésta es permitir que el hombre ascienda a la trascendencia ayudado por las dos alas a su alcance, a saber: la razón y la fe. Su poder se sujeta a su Sabiduría. Esto hay que destacarlo con fuerza en medio de una época como la nuestra azotada por el irracionalismo, la superstición, y la credulidad.

En suma, el fenómeno ovni es real, como fenómeno natural y artificial, y ha sido el mejor elemento diversionista para encubrir la carrera armamentista, y es el mejor ardid del demonio para hacerse adorar como extraterrestre. Pero la inteligencia extraterrestre es un tema de la literatura de ficción y un fraude ufolátrico grotesco sin evidencia contundente alguna. En una palabra, el fenómeno ovni como fenómeno natural y artificial es real, pero como inteligencia extraterrestre es solamente existente pero no real. Es el mayor fraude preternatural y humano de la historia.