EL CRUZADO POR LA JUSTICIA SOCIAL
El último gran cruzado por la justicia social en la Iglesia Católica el Padre Gustavo Gutiérrez O. P. ha muerto (1928-2024).
Su genio radicó en que lejos de marxistizar el cristianismo, lo que hizo fue cristianizar el marxismo. Por eso a Gustavo Gutiérrez, el creador de la Teología de la Liberación, hay que leerlo en clave Patrística más que en clave marxista.
Es cierto que la teología de la liberación tiene un antecedente crucial en el pastor protestante suizo Karl Barth con su Iglesia Confesante y opuesta al régimen nazi, según el cual "Dios está contra los encumbrados, y a favor de los humillados".
Pero no es menos cierto que la teología de la liberación hunde sus raíces en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII publicada en 1891, en el Concilio Vaticano II de 1962-1965, y la Conferencia Episcopal de Medellín de 1968.
Especialmente a estos dos últimos acontecimientos el ala reaccionaria, fascista y derechista de la Iglesia, que siempre estuvo al lado de los ricos, de la oligarquía, el fascismo, el latifundio, el gamonalismo y que careció de sentido de justicia social, le dedicó toda su fobia y repelencia ideológica junto a la satanización de la teología de la liberación. Pero con esta obtusa postura ultramontana rechazaban ocho siglos de pensamiento cristiano decisivo.
Efectivamente, hace poco el Padre y teólogo Johan Leuridan Huys me obsequió una obra suya intitulada "Justicia y explotación" (CEP, 1973), en la que basado en la Patrología del famoso Jacques Paul Migne demuestra que la Patrística batalló de manera incansable por 800 años contra la injustica social, la avaricia y la riqueza sin caridad.
La Patrística es heredera directa del pensamiento de Jesucristo cuando afirma que "más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los Cielos" (Mateo 19: 24).
Esto a mí me emociona y me hace hervir la sangre de indignación santa, porque demuestra que el mensaje de que la Iglesia está con los pobres y desvalidos viene del propio Jesucristo, su gran valedor. Y no como dicen los decimonónicos y ajados católicos que eso viene del marxismo. Ya sabemos que ese el pensar del fariseísmo o de los sepulcros blanqueados infiltrados en la iglesia.
Bueno mejor controlo mi santa ira y sigo con lo de la Patrística, porque consideró como superior el bien común sobre el bien individual y pugnó por cambiar las injustas estructuras socioeconómicas imperantes. Y esto no es utopía arcaica, el decir del nobel Mario Vargas Llosa, porque no hay nada más arcaico, inhumano y retrógrado que defender la injusticia y no comprender la sed de justicia social.
Como vemos la teología de la liberación es heredera directa no del marxismo, cuyo lenguaje recoge, sino de la patrística con su mensaje totalmente válido para la actualidad. No es casual que Gustavo Gutiérrez muera en medio del tránsito histórico desde el imperialista e injusto mundo unipolar, hegemonizado por el satánico imperialismo norteamericano, hacia el mundo multipolar de los BRICS.
Sin duda, en el seno de la patrística no todos pensaron igual y hubo diferencia de opinión especialmente sobre la propiedad privada. Unos la atacan (San Juan Crisóstomo, Orígenes, Tertuliano, Basilio, Ambrosio, Cirilo, Teodoreto) y otros la defienden (Agustín, Lactancio, Hilario, Jerónimo, Isidoro). Pero en su obra final -La ciudad de Dios- Agustín ataca la propiedad privada.
Por otro lado, lo más conspicuo y acabado de la escolástica, me refiero a Santo Tomás de Aquino, no condena la propiedad privada, pero es clarísimo en su teoría de la justicia al diferenciar la justicia distributiva -guiada por el principio de gratuidad y caridad- y la justicia conmutativa -regulada por las leyes del mercado-, y al proclamar la superioridad de la primera sobre la segunda.
Pero no quiero dejar la Patrística sin recordar que uno de sus mejores argumentos es: nadie nace rico o pobre por naturaleza, sino por injusticia; cuando el poder político se somete a la riqueza se genera la sociedad injusta; Dios es el único propietario de todo y el hombre es sólo su administrador; no hay justicia sin sentirse igual a los demás; la propiedad privada nos desune; no es la riqueza sino la avaricia la causa del mal; el dinero es rey de iniquidad; sin justicia no hay paz.
No hay duda de que estos pensamientos medulares de la patrística son cauterizantes en llaga viva para los clasistas y racistas sepulcros blanqueados en la Iglesia. Pero no se preocupen demasiado, pues a su tiempo Dios los vomitará.
Volviendo al Padre Gutiérrez y a su justa comprensión en clave patrística hay que destacar que la teología de liberación supera a la teología de la crisis en un punto definitivo: lo crístico. Me explico. Mientras la teología de crisis de Kierkegaard, Barth, Brunner, inciden en la separación absoluta de Dios y el mundo, lo eterno y lo temporal, por su parte la teología de la liberación -y este es su aporte metafísico- destaca la unión de lo trascendente y lo inmanente sin confundirlos. Y esto está representado por la Encarnación y la Resurrección de Cristo.
A partir de este principio es posible deducir que: 1. Dios es inseparable del prójimo, 2. el amor al prójimo es inseparable de la lucha revolucionaria por cambiar el mundo, 3. el cambio del mundo debe hacerse en la perspectiva del reino, 4. no hay anuncio del reino de Dios sin solidaridad con los pobres, los oprimidos y los débiles, 5. la Iglesia es el pueblo de Dios, 6. es necesaria la opción preferencial por los pobres, 7. la opción preferencial por los pobres es practicar la justicia y el amor real al prójimo porque santidad es luchar por el bien en este mundo creado por Dios.
Ahora se entiende por qué los ricos se entregan al ateísmo, hedonismo, nihilismo y combaten ceñudamente a la Iglesia. No olvidemos que problema de la Iglesia es también el rico que olvida a Dios. Así, en el escándalo de los Papers Panama hemos visto cómo América Latina creció materialmente, pero se empobreció espiritualmente, creció la apostasía general.
Teología de la liberación no es teocentrismo es cristocentrismo, Dios hecho carne y hueso en el prójimo. Algo que siempre incomodó en demasía a la ideología individualista del neoliberalismo del capitalismo salvaje.
No podemos olvidar que Juan Pablo II en plena lucha contra el comunismo se alertó contra la politización de la teología de la liberación por su excesivo interés por lo temporal y el marxismo. Incluso Ratzinger o Benedicto XVI consiguió en Roma que Gutiérrez renegara del marxismo. Si así fue, eso no repercutió aquí. En nuestro país Gutiérrez no abjuró del marxismo.
Para mí este hecho tiene poca importancia, porque lo decisivo de su pensamiento se entronca con la Patrística y el mensaje de Cristo.
Personalmente apenas intercambié algunas palabras con él. Una fue en un Congreso Nacional de Filosofía en San Marcos y curiosamente cuando fui dos veces presidente de la Sociedad de filosofía Tomás de Aquino (SITA-Perú) no se dio la ocasión.
Finalmente, considero que la tarea que nos deja la teología de la liberación del padre Gustavo Gutiérrez es desarrollar en filosofía la síntesis metafísica entre lo inmanente y lo trascendente. Y esto es urgente debido al nuevo mundo que está naciendo, requerido de una nueva imagen del mundo y porque la modernidad divorciándose de la trascendencia se empantanó en la inmanencia que se convirtió en un muladar de pecados e injusticias.
Que Dios a nuestro cruzado por la justicia social lo reciba en el Cielo con sus ángeles y santos y le de descanso eterno.