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Ontología de la geopolítica
Abismos del zorro interior en Arguedas
Agonía de la modernidad sin absolutos
De la Cibercracia al Espíritu
Gustavo Flores Quelopana
Teoética y Dataísmo
Ser,
Trascendencia y Geopolítica ante el Hiperimperialismo Digital
FONDO
EDITORIAL
IIPCIAL
Instituto
de Investigación para la Paz Cultura e Integración de América Latina
LIMA-PERU
2025
BIODATA
Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor,
peruano de frondosa obra y ágil pluma. Expresidente de la Sociedad Peruana de
Filosofía, presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino
(SITA-Perú). Disertante en universidades de Colombia, Panamá, México y Perú.
Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo “Numinocrático”,
aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para entender el filosofar
arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía ancestral; lo “Anético”,
para categorizar la crisis moral y antropológica de la posmodernidad; la
Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como lo característico y
esencial de la globalización neoliberal actual; la “Cibercracia”, régimen político
hacia el cual marcha el capitalismo digital; el “Ciber Deus”, como realidad
posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, la “paradoja antrópica”, como
categoría clave para entender la destrucción ecológica por la modernidad
objetivante y antimetafísica, y el “Neobrutalismo” como fenómeno espiritual de
carácter terminal en toda civilización.
Título: TEOÉTICA Y DATAÍSMO. Ser, Trascendencia y Geopolítica
ante el Hiperimperialismo Digital.
Primera edición en castellano: Lima, mayo, 2025
Autor: Gustavo Flores Quelopana
Editor: Gustavo Flores Quelopana
Los Girasoles 148- Salamanca-Ate
Se terminó de imprimir en mayo de 2025 en: © Fondo Editorial del
Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina
(IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148 Salamanca, Ate.
Tiraje: 30 ejemplares
HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
N° 2025-04022
Teoética y Dataísmo
Prólogo
n el umbral de un tiempo
donde el ser humano ha sido arrastrado hacia una crisis sin precedentes, el
mundo parece más dominado que nunca por la supremacía de algoritmos y datos,
una tiranía silenciosa que devora la esencia misma de lo humano. El Dataísmo,
expresión culminante de una modernidad desviada, ha implantado un paradigma
técnico que amenaza con borrar la conexión trascendental que sostiene nuestra
existencia. En esta realidad deshumanizada, el ser ha sido eclipsado por la
utilidad y reducido a cifras manipulables. Nos enfrentamos al colapso del
sentido, una civilización que tambalea al borde del vacío ontológico y
espiritual.
La modernidad inmanentista,
que privilegió lo técnico sobre lo trascendente, ha fracasado ontológica,
espiritual y moralmente, dejando a la humanidad sumida en una crisis
clamorosa de sentido. En su empeño por despojar al ser humano de su
dimensión trascendental, ha abierto las puertas a una realidad caracterizada
por el vacío existencial, la deshumanización y el dominio de estructuras
anéticas. Frente a este fracaso, se hace evidente la necesidad de recuperar las
verdades esenciales que fueron silenciadas bajo el dominio de la utilidad y el
cálculo técnico. El neobrutalismo metafísico, expresión radical del
Dataísmo y de la modernidad desviada, no solo refleja un mundo sumido en el pragmatismo,
materialismo, escepticismo, hedonismo y nihilismo,
sino que evidencia la pérdida patológica del sentido de lo real. Este
fenómeno es el síntoma de una civilización occidental profundamente desviada de
lo natural y del ser, atrapada en una lógica técnica que deshumaniza y elimina
la reflexión ontológica. Frente a esta crisis, se alza la necesidad de un giro
metafísico trascendentalista, que recupere la soberanía ontológica del ser
humano y reinstale la trascendencia como principio orientador de su existencia.
Esta obra propone un giro
metafísico trascendentalista, no como un alejamiento de lo concreto y
empírico, sino como una revalorización de estos entes como punto de partida en
la investigación ontológica. Desde el realismo metafísico, se entiende
que el ente concreto, en su contingencia, es siempre participado y causado, y
que al contemplarlo con profundidad, nos conduce necesariamente hacia la
esencia y el ser. Es a través de la reflexión sobre lo empírico que se revela
su dependencia ontológica de un fundamento trascendente, y esta relación es la
que permite reconstruir una perspectiva del ser que trascienda la inmediatez de
lo técnico y lo utilitario.
En el plano ontológico,
esta obra se interroga sobre el neobrutalismo metafísico que emana del
Dataísmo, donde el ser humano es redefinido como una entidad calculable y
mensurable, desprovista de su esencia trascendental. En el plano ético,
analiza cómo lo anético —la ausencia deliberada de un marco valorativo en la
tecnología— intensifica el olvido del ser y normaliza una lógica técnica que
deshumaniza a las personas. En el plano geopolítico, examina el hiperimperialismo
digital que concentra el poder en pocas manos, perpetuando desigualdades
globales, y explora cómo un mundo multipolar puede ofrecer alternativas más
justas y alineadas con la dignidad ontológica del ser.
La modernidad, al abrazar
un principio inmanentista, ha favorecido el surgimiento de un modelo de
pensamiento que ignora la trascendencia y reduce el sentido de la existencia a
lo inmediato y lo utilitario. Esta obra propone corregir este error mediante una
crítica profunda a los fundamentos de la modernidad, señalando la urgencia de
instaurar una ontología orientada hacia la trascendencia. El giro metafísico
trascendentalista, lejos de divorciarse de la realidad empírica, reconoce
al ente concreto como un umbral que permite acceder al conocimiento del ser en
su profundidad; de este modo, se subordina la técnica a la primacía de lo
eterno y lo divino, restaurando el sentido auténtico de la existencia humana.
A través de los capítulos
que componen esta obra, el lector será llevado a recorrer las profundidades del
problema ontológico planteado por el Dataísmo. Se analizará su impacto en la
gobernanza global, su relación con el principio de soberanía en un mundo
multipolar, y cómo la recuperación del ser en su sentido trascendental puede
actuar como un contrapeso esencial frente a la hegemonía de lo técnico. La
Teoética emerge aquí como una respuesta necesaria, no solo para restaurar el
sentido del ser, sino para ofrecer un marco ético que integre la técnica con la
trascendencia, reafirmando la relación del ser humano con lo divino.
Esta obra no es solo un
ejercicio de reflexión teórica, sino una advertencia frente al colapso
existencial que amenaza la civilización. En este contexto, resistir no es
simplemente una opción, sino un imperativo ontológico y espiritual. La esencia
del ser no puede ser sacrificada en el altar de la técnica y los datos. Que
estas páginas sirvan como un faro
para quienes rehúsen
aceptar la deshumanización y quieran reclamar la soberanía del ser humano,
criatura orientada hacia Dios, cuya existencia encuentra su plenitud en la
verdad eterna.
La
Teoética, como núcleo conceptual de esta obra, se define como una disciplina
que integra lo trascendental y lo técnico en un marco ético que coloca a la
trascendencia y la dignidad ontológica del ser humano como pilares
fundamentales. Más allá de ser un simple contrapunto al Dataísmo, la Teoética
busca reconstituir el sentido esencial de la existencia humana, subvirtiendo la
supremacía técnica para reorientarla hacia valores eternos y universales. Así,
la Teoética no solo cuestiona el dominio anético de la tecnología, sino que
instaura un puente entre la razón y la espiritualidad, entre la técnica y el
ser, devolviendo al ser humano al centro de su propia existencia y de su
relación con lo divino.
El
objetivo de la Teoética es instaurar un orden ético que guíe las estructuras de
poder, las tecnologías emergentes y las decisiones globales hacia una justicia
trascendental que respete la dignidad y el misterio del ser. En su alcance,
esta obra propone a la Teoética como un marco de acción filosófico, político y
cultural que invita a la reflexión y resistencia activa frente al
hiperimperialismo digital. Al conjugar el pensamiento metafísico, ético y
geopolítico, la Teoética emerge como un faro para restaurar el equilibrio entre
lo humano, lo trascendente y lo técnico, devolviendo al ser humano su soberanía
y su lugar en el entramado eterno de la existencia.
Introducción
a humanidad se encuentra en
una encrucijada histórica. La supremacía del Dataísmo, un paradigma que eleva
los datos a principios fundamentales de la existencia, redefine la relación
entre el ser humano y su realidad. Este modelo, que representa una culminación
de los principios inmanentistas de la modernidad, conduce a una crisis
ontológica y espiritual sin precedentes, configurando un escenario donde el ser
humano es reducido a una entidad calculable, inmersa en flujos de datos y
subordinada a la lógica técnica. Las implicaciones de este fenómeno no se
limitan a lo individual; su alcance global trasciende fronteras y reconfigura
estructuras geopolíticas bajo el dominio de un hiperimperialismo digital.
En este contexto, el ser
humano ha perdido progresivamente el sentido de lo real. El neobrutalismo
metafísico, expresión del Dataísmo, no solo refleja un mundo sumido en el
pragmatismo, el materialismo, el escepticismo, el hedonismo y el nihilismo,
sino que expone una civilización occidental profundamente desviada de lo
natural y del ser. Esta desviación ha consolidado un modelo de pensamiento
técnico que deshumaniza, eliminando la trascendencia como principio orientador
y relegando el ser al olvido. Así, la crisis de sentido que atraviesa la
humanidad no es únicamente cultural o social: es ontológica, ética y
metafísica, y su clamor demanda una respuesta profunda y transformadora.
Frente a este escenario, se
hace imprescindible un giro metafísico trascendentalista, un retorno a
la esencia del ser como fundamento ontológico de la realidad. Este giro no
implica un divorcio del ente concreto y empírico; por el contrario, reconoce en
el ente el punto de partida de la investigación ontológica. Desde el realismo
metafísico, se entiende que el ente, en su contingencia, es siempre
participado y causado, y que su contemplación nos conduce hacia la esencia y el
ser. En un mundo marcado por la fragmentación y el vacío existencial, recuperar
esta visión del ser es un acto de resistencia y restauración.
La propuesta de esta obra
se articula en torno a tres dimensiones fundamentales:
La ontológica, donde se examina el
impacto del Dataísmo en la esencia del ser humano, explorando su reducción a
datos y su desconexión con la trascendencia.
La ética, que enfrenta la lógica
anética que domina el diseño tecnológico actual, y reflexiona sobre cómo
integrar principios trascendentales en el uso de la técnica.
La geopolítica, que analiza cómo el
hiperimperialismo digital perpetúa desigualdades globales y propone el mundo
multipolar como una alternativa más justa y equilibrada.
A través de esta
estructura, la obra cuestiona los fundamentos inmanentistas de la modernidad,
señalando su fracaso ontológico, espiritual y moral, y plantea una crítica
profunda a los errores que han llevado a la humanidad a esta crisis clamorosa
de sentido. En su núcleo, esta obra busca recuperar lo esencial: el ser en su
orientación hacia lo trascendental y divino, como respuesta al colapso que
amenaza la civilización.
Además, la obra propone la Teoética
como marco para la recuperación del ser y la dignidad humana en un mundo
moldeado por algoritmos y datos. La Teoética, fundamentada en la trascendencia
divina, busca integrar la técnica y la ética, reconociendo en el ser humano no
solo su capacidad de creación y transformación, sino su dependencia ontológica
de un principio superior. Así, esta propuesta no es solo una crítica al
Dataísmo y la modernidad inmanentista, sino un llamado a resistir la
deshumanización y a reimaginar un mundo donde el ser y la trascendencia
recuperen su centralidad.
Esta obra no es únicamente
un ejercicio teórico. En un tiempo marcado por el colapso existencial, la
reflexión sobre el ser trasciende el ámbito de lo especulativo y se erige como
una necesidad urgente para reorientar la civilización hacia lo eterno y verdadero.
Este giro metafísico trascendentalista es, más que una propuesta filosófica, un
proyecto ontológico y espiritual para restaurar la conexión entre lo empírico y
lo trascendental, entre el ente y el ser, entre la técnica y la ética.
Que esta obra no sea un
llamado vacío, sino una advertencia urgente frente al abismo existencial hacia
el cual la humanidad se precipita. Ignorar la centralidad del ser, abandonar su
orientación hacia la trascendencia y ceder a las fuerzas que lo reducen a
simples datos no solo condenará a la civilización a una deshumanización total,
sino que romperá el vínculo que conecta al ser humano con su verdad eterna y
divina. Resistir no es opcional; es un deber ontológico y espiritual. Retomar el camino hacia el ser y la
trascendencia es no solo
una oportunidad, sino la última posibilidad de salvaguardar la esencia misma de
lo humano y su dignidad ante Dios.
En esta encrucijada histórica, donde el ruido de los
algoritmos amenaza con silenciar el susurro de lo eterno, se alza esta obra
como un llamado urgente y esperanzador. No busca ofrecer respuestas fáciles ni
soluciones inmediatas; su propósito es más profundo: encender una luz en la
penumbra del hiperimperialismo digital, una chispa capaz de reavivar la
conexión perdida entre el ser humano y su esencia trascendental. Que este libro
sea un faro para quienes se niegan a conformarse con un mundo reducido a datos,
un canto para aquellos que todavía sueñan con un horizonte donde la dignidad
humana florezca en su plenitud. Porque resistir no es solo un acto de valentía;
es un compromiso con lo verdadero y eterno, una promesa de devolverle al ser
humano su lugar como portador de sentido y luz en un universo que clama por
trascendencia. Que cada página sea un puente hacia lo sagrado, hacia el
encuentro con lo que nunca puede ser reducido ni calculado: el misterio del
ser.
En medio de esta crisis, la
Teoética se presenta como una propuesta esencial y transformadora, que busca
reconciliar al ser humano con su trascendencia y dignidad ontológica. No se
trata solo de responder al vacío existencial impuesto por el Dataísmo y la
modernidad desviada, sino de ofrecer un marco ético capaz de integrar la
técnica con los valores eternos y divinos. La Teoética, como una vía para
resistir la deshumanización y restaurar el sentido perdido, se erige como una
brújula para orientar la civilización hacia un horizonte donde lo humano y lo
trascendental sean nuevamente centrales.
Capítulo I
Ontología del Dataísmo
y el Neobrutalismo
Metafísico
La exploración filosófica
de este capítulo encuentra su justificación en la urgente necesidad de
comprender cómo el Dataísmo, en tanto paradigma ontológico y cultural, ha
transformado radicalmente la relación del ser humano con su esencia y con el
mundo. Para abordar con profundidad esta cuestión, es imprescindible
desentrañar primero los fundamentos de esta nueva ontología, que reduce el ser
a una categoría cuantificable y técnica. Este análisis no sería completo sin
considerar sus implicaciones en el neobrutalismo metafísico, una
expresión extrema de la desconexión entre lo técnico y lo trascendental, que
representa el colapso de la metafísica clásica.
Solo al contextualizar
estas transformaciones se puede justificar la necesidad de un giro metafísico
trascendentalista, que restituya la primacía del ser. De igual modo, es crucial
desarrollar una crítica ética al carácter anético de las dinámicas del Dataísmo,
que prescinden de valores trascendentales, y finalmente, examinar su impacto en
las relaciones de poder globales y en la gobernanza mundial.
Este recorrido permitirá
establecer la conexión entre el análisis ontológico, ético y geopolítico,
revelando cómo estas dimensiones se entrelazan en una única crisis de sentido
que exige una respuesta integral y fundamentada.
Primer punto: El paradigma
moderno y sus raíces inmanentistas
El Dataísmo no surge en un
vacío histórico ni filosófico; es la culminación de un proceso que hunde sus
raíces en los principios inmanentistas de la modernidad. Este paradigma
moderno, que reemplazó la contemplación trascendental por la supremacía de lo técnico
y lo empírico, marcó una ruptura con las tradiciones metafísicas clásicas que
reconocían al ser como una realidad vinculada intrínsecamente a lo divino. En
su lugar, la modernidad privilegió una visión del ser limitada por lo
inmediato, lo práctico y lo cuantificable, contribuyendo a una progresiva
desconexión entre el ser humano y su orientación trascendental.
El inmanentismo moderno
redujo la metafísica a un ejercicio especulativo sobre el mundo físico,
marginando la idea de una causa última o fundamento trascendente. A partir de
esta perspectiva, se abrió paso a una ontología utilitarista que define la
existencia en función de su funcionalidad y capacidad de ser medida. Este
cambio paradigmático configuró un entorno intelectual en el que los datos y la
técnica no solo pasaron a dominar la percepción de la realidad, sino que se
erigieron como fuentes primarias de significado, consolidando un modelo de
pensamiento cada vez más alejado de la contemplación espiritual y ontológica.
La emergencia del Dataísmo
es, por lo tanto, una expresión de este inmanentismo radicalizado. Al presentar
los datos como el nuevo núcleo ontológico y epistemológico, el Dataísmo lleva
al extremo la visión moderna del ser. Lo que una vez fue concebido como una
realidad participada y causada, es ahora reducido a un conjunto de variables y
flujos de información que despojan al ser de su profundidad trascendental. Este
giro no solo deshumaniza, sino que inaugura una nueva forma de existencia
marcada por el neobrutalismo metafísico, una lógica en la que el cálculo
técnico sustituye la reflexión sobre el ser y convierte la realidad en un
objeto de manipulación y optimización.
El neobrutalismo
metafísico se manifiesta además en su sentido antieternalista y en
la vocación temporalista que caracteriza a la filosofía moderna y
contemporánea. En el giro hacia lo inmanente, la filosofía del último siglo ha
privilegiado una visión que reduce la trascendencia al horizonte de lo
temporal, desconociendo por completo su dimensión eterna y absoluta. Esta
inclinación temporalista no solo distorsiona la relación del ser con su
fundamento último, sino que determina el progresivo olvido del ser,
sustituyendo la pregunta por la verdad trascendental por una obsesión por lo
contingente, lo histórico y lo dinámico. Así, lo eterno queda eclipsado por el
flujo del tiempo, y la metafísica pierde su capacidad de orientar al ser humano
hacia su fundamento trascendental.
En este marco, el
pragmatismo de Richard Rorty y el pensamiento débil de Gianni Vattimo
se presentan como intentos contemporáneos de evadir el peso del ser y la
trascendencia en favor de una perspectiva reduccionista. Rorty, al privilegiar
la utilidad práctica del lenguaje sobre la verdad ontológica, profundiza la
desconexión de la filosofía con la cuestión del ser. Su postura pragmatista
elimina la búsqueda de verdades trascendentales, reinterpretando el
conocimiento como una mera herramienta para la adaptación social. Esto, aunque
coherente con el espíritu técnico de la modernidad, falla en ofrecer una respuesta
a la
crisis de sentido que
atraviesa la humanidad. Su rechazo de la metafísica y su énfasis en la
contingencia fortalecen el terreno para el Dataísmo al priorizar lo útil sobre
lo esencial.
Por otro lado, el pensamiento
débil de Vattimo, al aceptar la fragmentación posmoderna y proponer una
renuncia a la verdad fuerte y trascendental, contribuye a la misma erosión
ontológica. Su enfoque relativista, que abraza la debilidad del ser y la
multiplicidad de perspectivas, refuerza la pérdida de anclaje en una verdad
trascendente. Aunque su intención es criticar las estructuras autoritarias del
pensamiento fuerte, en la práctica, su propuesta deja al ser humano expuesto a
las dinámicas deshumanizadoras del Dataísmo, que se alimentan de la ausencia de
fundamentos ontológicos sólidos.
Además, aunque Martin
Heidegger realizó una importante crítica al olvido del ser, su enfoque
también resulta insuficiente para afrontar la crisis contemporánea en toda su
magnitud. Si bien Heidegger destacó cómo la filosofía occidental ha relegado la
pregunta por el ser en favor del ente, su análisis permanece atrapado en un
marco inmanentista que no trasciende hacia una visión metafísica plenamente
participada. Su concepción del ser como Ereignis ("acontecimiento") y
su desconexión explícita con un fundamento trascendental o divino dejan
abiertas brechas que impiden una recuperación plena del sentido ontológico.
Esta insuficiencia se hace aún más evidente en el contexto del Dataísmo, donde
el ser no solo es olvidado, sino activamente sustituido por estructuras
técnicas que anulan su profundidad trascendental.
De manera similar, el
enfoque del filósofo Byung-Chul Han, aunque profundamente crítico de la
sociedad contemporánea y del Dataísmo, encuentra sus limitaciones al no
trascender el análisis del impacto técnico-social hacia una reflexión
ontológica más amplia. Su énfasis en conceptos como la "sociedad de la
transparencia" y la "psicopolítica", si bien relevantes para
describir las patologías del capitalismo digital, permanecen circunscritos a un
análisis sociológico que no aborda plenamente la pérdida del ser ni la
necesidad de recuperar su dimensión trascendental. Han expone con agudeza los
síntomas de la era digital, pero no llega a proponer un marco ontológico que
permita resistir al Dataísmo desde sus fundamentos más profundos.
Por su parte, el enfoque de
Zygmunt Bauman, especialmente en sus reflexiones sobre la
"modernidad líquida", ofrece una crítica valiosa al dinamismo y a la
fragilidad de las estructuras sociales contemporáneas. Sin embargo, su análisis
permanece confinado al ámbito sociológico, dejando de lado una confrontación
directa con las preguntas esenciales sobre el ser. Aunque Bauman identifica
cómo la fluidez de la modernidad contribuye a la fragmentación del sentido y al
colapso de las certezas ontológicas, su enfoque no propone una respuesta
trascendentalista que reconcilie al ser humano con su fundamento último.
El fracaso de todos estos
enfoques reside en un mismo punto crítico: todos ellos abordan la trascendencia
desde un marco inmanente, ignorando por completo el sentido trascendental de la
trascendencia. Ya sea al reinterpretarla como utilidad práctica, como
acontecimiento histórico o como construcción simbólica, estos paradigmas
pierden de vista que la trascendencia no puede ser reducida a las dinámicas del
mundo físico o técnico. El sentido trascendental de la trascendencia exige
reconocer un fundamento que trascienda lo contingente y lo limitado, orientando
al ser humano hacia una verdad última y divina que restaure su dignidad
ontológica.
Frente a estos enfoques, se
hace evidente que la crisis actual requiere algo más que una adaptación
pragmática, una aceptación de la debilidad ontológica, una reformulación
simbólica o un diagnóstico técnico-social. La solución no radica en desmantelar
la metafísica, sino en restaurarla desde una perspectiva trascendentalista que
revalorice al ser como una realidad participada y causada. Solo así será
posible resistir al Dataísmo y al neobrutalismo metafísico, recuperando
la dignidad del ser humano como criatura orientada hacia un fundamento divino y
eterno.
Segundo punto: El Dataísmo
como máxima expresión de lo inmanentista
El Dataísmo, como
paradigma ontológico contemporáneo, representa la forma más radical del
inmanentismo moderno. En este modelo, los datos no solo son el principio
explicativo de la realidad, sino que se convierten en el núcleo de la
existencia misma. En la lógica del Dataísmo, el ser humano es reducido a un
flujo de información que, despojado de su profundidad metafísica, se define
únicamente por su capacidad de ser medido, almacenado y procesado. Esta
reducción no solo deshumaniza, sino que inaugura un nuevo régimen ontológico
que pone en crisis los principios fundamentales que han sostenido la
comprensión del ser a lo largo de la historia.
Desde una perspectiva
filosófica, el Dataísmo puede definirse como un paradigma que absolutiza
la inmanencia técnica al reducir la totalidad del ser a una hiperrealidad
digital que sustituye lo real. En este marco, los datos se presentan no como
representaciones de la realidad, sino como su sustituto ontológico, en el que
la existencia se agota en la medida en que puede ser calculada, registrada y
optimizada dentro de sistemas digitales. Esta hiperrealidad, al erigirse como
criterio de verdad y sentido, eclipsa lo eterno y trascendental, fragmentando
la relación del ser humano con su fundamento último.
La ontología artificial
del Dataísmo se basa en una concepción profundamente técnica y mecanicista
de la existencia. En lugar de contemplar al ser como una realidad participada,
cuya esencia deriva de un fundamento trascendente, el Dataísmo reconstruye la
realidad como un sistema autorreferencial de flujos de información. Desde esta
perspectiva, no existe un "ser" en el sentido tradicional, sino
únicamente datos que interactúan de manera funcional para garantizar la
eficiencia del sistema. Esta ontología artificial niega cualquier profundidad
ontológica al ser humano o a la realidad, sustituyéndola por una lógica
instrumental que atomiza el mundo en unidades de datos. En consecuencia, el ser
humano queda reducido a un nodo en una red informacional, donde su valor y
significado están determinados exclusivamente por su utilidad dentro del
sistema.
En este paradigma, la voluntad
de poder y la voluntad de verdad, principios fundamentales de la
filosofía moderna y contemporánea, han sido trasladadas al algoritmo como el
nuevo "sujeto" de control y dominación.
El algoritmo, programado
para maximizar la eficiencia y optimización de los flujos de datos, encarna la
voluntad de poder al sustituir la soberanía del ser humano por la del cálculo
técnico. Asimismo, la voluntad de verdad, que históricamente ha orientado la
búsqueda del ser hacia un fundamento trascendental, se transforma en una
operación técnica, donde lo verdadero es definido exclusivamente por la
capacidad de los datos para producir resultados eficientes y
"objetivos" en el marco de sistemas digitales. Este traslado de
principios metafísicos al ámbito del algoritmo refuerza la desconexión entre el
ser humano y la trascendencia, consolidando un régimen ontológico marcado por
la instrumentalización y la anulación de la profundidad ontológica.
El Dataísmo, al situar los
datos como el fundamento último de la realidad, lleva al extremo la desconexión
entre el ser humano y la trascendencia. Sin embargo, Emmanuel Levinas
ofrece una perspectiva diametralmente opuesta al situar la relación ética con
el Otro como la verdadera trascendencia. Levinas nos recuerda que la esencia de
la humanidad no radica en lo calculable, sino en la capacidad de responder al
rostro del Otro, que convoca a una responsabilidad que desborda cualquier
lógica técnica o instrumental. En contraste con el Dataísmo, que atomiza al ser
humano en flujos de datos, Levinas subraya que la trascendencia se realiza en
el encuentro ético, recuperando una profundidad relacional que el paradigma
inmanentista ignora. Sin embargo, su enfoque ético no integra una dimensión
ontológica trascendental que explique cómo esta responsabilidad con el Otro
conecta al ser humano con un fundamento eterno. Al privilegiar lo ético, deja
sin abordar
una crítica ontológica plena que
enfrente las dinámicas deshumanizadoras del Dataísmo.
Por otra parte, la crítica
de Hans Jonas al dominio técnico encuentra plena resonancia en el
contexto del Dataísmo. Su filosofía de la responsabilidad nos alerta sobre los
riesgos de absolutizar el poder técnico sin considerar las consecuencias éticas
y ontológicas. Jonas rechaza la subordinación de la existencia a una lógica de
optimización, insistiendo en la necesidad de reconocer límites que respeten la
dignidad inherente del ser humano y del mundo natural. Aunque su pensamiento
abre un marco ético crucial para resistir al Dataísmo, sus reflexiones no
avanzan hacia una ontología trascendental que recupere la profundidad del ser
más allá de las preocupaciones éticas y ecológicas. Este enfoque limita su
capacidad para confrontar el Dataísmo en su raíz ontológica y metafísica.
Finalmente, Gilles
Deleuze, con su noción de la diferencia y su rechazo a la homogeneización
del pensamiento, proporciona una crítica implícita al Dataísmo. Mientras que
este paradigma se basa en la reducción de la realidad a patrones repetitivos y
calculables, Deleuze celebra la multiplicidad irreductible y la creatividad
como fuerzas ontológicas fundamentales. En el contexto del Dataísmo, la visión
de Deleuze desvela cómo este modelo aplana la complejidad del ser humano y del
mundo al imponer una lógica unificada de datos, negando así la riqueza
ontológica de la diferencia y la singularidad. No obstante, su enfoque
permanece en gran medida vinculado a una ontología inmanente, donde las fuerzas
creativas y las diferencias operan dentro de marcos históricos y temporales,
dejando sin explorar el vínculo entre estas dinámicas y una trascendencia que
trascienda lo temporal.
A su vez, Jacques
Derrida, desde su perspectiva deconstructiva, cuestiona la noción misma de
verdad como un concepto estable y absoluto, lo cual choca frontalmente con la
lógica del Dataísmo, que asume los datos como criterios objetivos y universales
de la realidad. Derrida pone en evidencia cómo el Dataísmo se erige sobre
presupuestos metafísicos que excluyen las complejidades del lenguaje, la
diferencia y la intertextualidad, reduciendo la verdad a una simple transacción
técnica. Aunque su crítica señala los límites de cualquier sistema que pretenda
erigirse como universal, su enfoque permanece atrapado en una fragmentación
posmoderna que no logra ofrecer una alternativa trascendentalista que recupere
la conexión del ser humano con su fundamento último. Derrida, al diluir la
búsqueda de una verdad trascendental en el juego de significados, no consigue
confrontar de manera plena el carácter deshumanizador del Dataísmo.
El impacto del Dataísmo va
más allá de lo técnico; configura una ontología de lo inmediato que se infiltra
en la cultura, la ética y la gobernanza. En el ámbito cultural, fomenta una
visión reduccionista del ser humano, promoviendo la idea de que su valor reside
únicamente en su capacidad de generar y consumir datos. En el ámbito ético,
legitima la lógica anética al priorizar el cálculo técnico sobre los principios
trascendentales que podrían orientar el diseño y uso de la tecnología. En el
ámbito político y global, fortalece el hiperimperialismo digital, perpetuando
una estructura de poder que concentra el control de los datos en manos de unas
pocas entidades corporativas y estatales, intensificando las desigualdades y
comprometiendo la dignidad humana.
Este paradigma inmanentista
también intensifica el olvido del ser, promoviendo una relación utilitarista
con la realidad que elimina cualquier referencia a su carácter profundo y
trascendental. La supremacía de lo técnico, exaltada por el Dataísmo, refuerza
una visión temporalista y pragmática que eclipsa lo eterno y lo trascendental.
Así, el Dataísmo no solo es un producto de la modernidad inmanentista, sino
también el catalizador de su colapso, al llevarla a sus últimas consecuencias.
Frente a este panorama, se
hace evidente la necesidad de recuperar una ontología que reoriente el ser
hacia su fundamento trascendental. El Dataísmo, en su carácter absoluto, no
puede ser resistido únicamente desde una crítica técnica o sociológica; requiere
un replanteamiento filosófico que recupere la conexión entre el ser humano y su
realidad trascendental. Esto implica no solo una crítica al inmanentismo
moderno, sino una afirmación positiva de la trascendencia como principio
ontológico central. El Dataísmo dejado al arbitrio del espíritu de la
modernidad y posmodernidad no sólo es disolvente, sino, incluso, peligroso
porque se siente irracionalmente más allá del bien y del mal, más allá de los
valores tradicionales, siendo de este modo disolvente y sin normativa
universal.
Tercer punto: La lógica
anética y el colapso ético del Dataísmo
El Dataísmo, además
de constituir un régimen ontológico que reconfigura radicalmente la relación
del ser humano con
su esencia, incorpora una
dinámica profundamente anética que intensifica la deshumanización. La lógica
anética del Dataísmo, entendida como la ausencia deliberada de un marco ético
en su operación, legitima y refuerza el predominio del cálculo técnico sobre
los principios éticos que tradicionalmente han guiado la acción humana. En este
contexto, la técnica no se subordina al bien o a la verdad trascendental, sino
que actúa según los criterios de eficiencia, optimización y rentabilidad. Este
desplazamiento ético pone en riesgo no solo la dignidad del ser humano, sino la
capacidad misma de la humanidad para confrontar las problemáticas globales que
genera este paradigma.
La lógica anética del
Dataísmo se manifiesta en la neutralidad que proclama respecto a sus
implicaciones morales. Bajo la idea de que los datos son "objetivos",
los sistemas que los procesan y utilizan se despojan de toda responsabilidad
ética, transfiriendo esta carga al cálculo algorítmico. Esta aparente
objetividad enmascara el carácter profundamente ideológico del Dataísmo, que
reproduce y amplifica las desigualdades y dinámicas de dominación
preexistentes. Sin un marco ético trascendental, los algoritmos se convierten
en instrumentos que perpetúan una lógica de exclusión, explotación y control.
El colapso ético y
la enajenación humana que se profundizan bajo el Dataísmo tienen raíces
que han sido estudiadas y criticadas por diversos pensadores a lo largo de la
historia. Karl Marx, por ejemplo, denunció cómo las dinámicas del
capitalismo generan alienación al separar al ser humano de su esencia creativa,
transformándolo en un instrumento de producción dentro de sistemas que le son
ajenos. En el contexto del Dataísmo, esta alienación se lleva
aún más lejos, al reducir al ser
humano no solo a una mercancía, sino a un nodo en una red informacional
gobernada por algoritmos. Sin embargo, la crítica de Marx permanece limitada
por su marco materialista, que no incluye una reflexión sobre el carácter trascendental
del ser humano y su relación con un fundamento eterno.
Friedrich Nietzsche, por su parte, identificó
el nihilismo como una característica fundamental de la modernidad, señalando
cómo el colapso de los valores tradicionales deja al ser humano en una búsqueda
desesperada de sentido. El Dataísmo comparte esta lógica nihilista al proclamar
que los datos son el único criterio válido de realidad, eliminando cualquier
referencia a la trascendencia. Aunque Nietzsche ofrece una crítica radical a la
pérdida de sentido en la modernidad, su propuesta de la "voluntad de poder"
y del "superhombre" permanece atrapada en un marco inmanentista que
no trasciende hacia una ontología fundamentada en lo eterno y trascendental.
José Ortega y Gasset, con su análisis sobre la
masa y la despersonalización en la modernidad, aporta una visión que permite
comprender cómo el Dataísmo homogeniza al ser humano, eliminando su
singularidad en favor de patrones repetitivos y datos calculables. Su crítica a
la deshumanización de la técnica anticipa los riesgos del Dataísmo, pero su
enfoque cultural y sociológico no aborda las preguntas ontológicas profundas
que este paradigma plantea.
En el ámbito de la
psicología y la filosofía social, Erich Fromm y Herbert Marcuse
examinan cómo las dinámicas modernas conducen a la enajenación y a la pérdida
de autenticidad. Fromm, con su idea de la "alienación" como
desconexión del ser humano con su capacidad de amor y creatividad, ofrece un
marco útil para entender cómo el Dataísmo despoja al individuo de su
profundidad relacional. Sin embargo, su perspectiva humanista no aborda el
carácter trascendental que podría integrar estas dinámicas en un marco ético
superior. Marcuse, con su crítica a la racionalidad técnica y al "hombre
unidimensional", señala cómo las estructuras modernas reducen al ser
humano a un consumidor de sistemas que perpetúan su subordinación. Aunque
incisivo, Marcuse no propone un retorno a la trascendencia como solución a esta
crisis.
Luc Ferry, en su libro La
revolución del amor, propone que el amor es el eje transformador de las
relaciones humanas y de la sociedad moderna. Y hace ver con claridad cómo a la
posmodernidad le caracteriza la desmalignización del mal y la malignización
del bien. Aunque su enfoque tiene un atractivo idealista, puede ser
criticado desde varias perspectivas. Por un lado, su análisis tiende a
subestimar las complejidades sociales y políticas que influyen en las
relaciones afectivas, perpetuando dinámicas de opresión en lugar de superarlas.
Por otro lado, ignora cómo las estructuras de poder y desigualdad moldean el
amor en contextos específicos, dando lugar a relaciones que no necesariamente
conducen a la igualdad ni al progreso.
Además,
su propuesta puede ser vista como insuficiente al omitir el profundo cambio
metafísico que nuestra civilización requeriría para hacer posible su
visión. Las estructuras culturales y éticas actuales se sostienen sobre bases
filosóficas que dictan cómo entendemos la existencia, el otro y el mundo. Sin
una reconfiguración de estos cimientos metafísicos, es difícil imaginar una
sociedad donde el amor pueda ser el motor predominante que Ferry idealiza. En
este sentido, su enfoque se queda corto al no confrontar las limitaciones
intrínsecas del marco civilizatorio actual.
Este paradigma comparte y
extiende la lógica anética no solo del capitalismo contemporáneo, sino
también de una visión del mundo instrumentalista propia de la modernidad sin
trascendencia. Al abrazar una lógica que reduce la existencia a lo calculable y
lo utilitario, el Dataísmo perpetúa la cosificación del ser humano como
herramienta y objeto de producción. En este sentido, el Dataísmo lleva al
extremo los principios de la racionalidad instrumental que dominan la economía
global, subordinando la ética al pragmatismo técnico y marginando cualquier
referencia a la trascendencia y la dignidad ontológica del ser humano.
Frente a esta lógica
anética, se hace imprescindible recuperar una perspectiva ética que vincule la
técnica con la trascendencia.
La Teoética,
propuesta como marco trascendental en esta obra, busca integrar la técnica
dentro de una perspectiva que vincula la acción humana con un fundamento eterno
y divino. Es una ética que reconoce la dignidad ontológica del ser humano como
criatura participada, cuya existencia trasciende lo inmediato y utilitario,
orientándose hacia un horizonte de verdad trascendental. En contraste con otras
corrientes éticas que han surgido a lo largo de la modernidad, la Teoética
introduce una dimensión metafísica y trascendental
que no solo
restaura el sentido del ser, sino
que reconfigura el actuar
humano en relación con su dependencia ontológica de lo divino.
Para comprender su novedad
y profundidad, es útil contrastarla con las principales corrientes éticas que
se han desarrollado en los últimos siglos:
Éticas analíticas Las éticas analíticas se
centran en la precisión lógica y lingüística para abordar problemas éticos,
priorizando la claridad y la coherencia en las argumentaciones. Aunque útiles
en el ámbito técnico y conceptual, estas éticas carecen de una dimensión trascendental,
limitándose a la estructura interna del lenguaje moral. En este sentido, la
Teoética trasciende las reglas del análisis lógico para conectar la ética con
un fundamento eterno que proporciona sentido ontológico y espiritual al actuar
humano.
Éticas existencialistas Enfocadas en la autonomía
del individuo y la autenticidad frente al absurdo, las éticas existencialistas,
como las de Jean-Paul Sartre y Albert Camus, proclaman la libertad radical del
ser humano como eje central de la moral. Sin embargo, al negar cualquier
fundamento trascendental, permanecen atrapadas en la inmediatez de la
existencia, dejando al ser humano sin un horizonte de sentido absoluto. En
contraste, la Teoética rescata esa libertad, pero la orienta hacia lo
trascendental, integrando la existencia en una relación participada con lo
divino.
Éticas procedimentales Corrientes como las propuestas por Jürgen Habermas, que priorizan el
consenso racional en la acción colectiva, plantean marcos éticos que dependen
de
la construcción
de acuerdos sociales. Aunque
estas éticas son valiosas para resolver conflictos en pluralidades humanas, se
limitan al terreno de lo comunicativo y sociológico, sin adentrarse en el ser y
su orientación hacia lo eterno. La Teoética, en cambio, trasciende el nivel de
los acuerdos procedimentales para ofrecer un fundamento ético basado en una
verdad última y divina que guía las acciones humanas más allá del consenso.
Éticas sustancialistas Las éticas sustancialistas
buscan preservar valores específicos como la dignidad, la justicia o el bien
común, pero a menudo lo hacen desde marcos culturales o históricos
determinados. Aunque pueden tener un impacto significativo, su sustancialidad
no necesariamente conecta estos valores con un fundamento trascendental. La
Teoética supera estas limitaciones al fundamentar el bien y la justicia en una
ontología que afirma la participación del ser humano en la verdad eterna.
Éticas posmodernas Con su rechazo a las
verdades absolutas, las éticas posmodernas celebran la pluralidad y la
fragmentación, abrazando la contingencia y el relativismo moral. Este enfoque,
aunque crítico de los sistemas éticos dominantes, contribuye al colapso del
sentido al negar cualquier referencia trascendental. La Teoética confronta
directamente estas limitaciones al reafirmar la existencia de un fundamento
eterno y absoluto que otorga sentido a la pluralidad y dignidad al ser humano.
Éticas pragmáticas Orientadas hacia la
utilidad y la resolución de problemas concretos, las éticas pragmáticas adoptan
un enfoque instrumental, donde el valor de las acciones se mide por sus
consecuencias prácticas. Aunque son efectivas en contextos técnicos y
operativos, estas éticas tienden a ignorar la dimensión trascendental del ser
humano, limitándose al ámbito de lo funcional. La Teoética rompe con esta
visión utilitarista al priorizar la conexión del ser humano con su fundamento
eterno, reconfigurando la técnica como un medio subordinado a principios
trascendentales.
La Teoética no es una
propuesta que niegue la validez parcial de estas corrientes, sino que las
supera al incorporar una dimensión trascendental que responde a las crisis del
sentido, la técnica y la ética en el Dataísmo y en la modernidad. Al integrar la
técnica en un marco ético orientado hacia lo eterno, la Teoética reafirma la
dignidad del ser humano como criatura participada, cuya acción trasciende lo
inmediato y lo utilitario para orientarse hacia un bien y una verdad última. En
este Capítulo I, hemos expuesto cómo el Dataísmo y el Neobrutalismo Metafísico
han reconfigurado profundamente la manera en que la humanidad comprende el Ser.
En este marco, el Dataísmo, al reducir toda realidad a flujos de información y
algoritmos, encapsula la esencia del ser humano en términos cuantificables y
utilitarios, mientras el Neobrutalismo Metafísico refleja una civilización
atrapada en un pragmatismo materialista que olvida su orientación
trascendental. Estas dinámicas no solo desdibujan la conexión del ser con lo eterno,
sino que instauran una visión deshumanizante donde la técnica devora los
valores éticos y la contemplación ontológica. Frente a esta crisis, surge el
imperativo de recuperar una reflexión filosófica profunda sobre el Ser, un
ejercicio que invite al ser humano a reconciliarse con su esencia ontológica.
Para abordar esta tarea, resulta indispensable recurrir a los grandes pensadores
que han enfrentado la pregunta por el Ser desde perspectivas complementarias y
críticas. En este espíritu, se presenta a continuación un diálogo ficticio
entre Cornelio Fabro, Nicolai Hartmann, Karl Jaspers y Martin Heidegger,
quienes, desde sus visiones paradigmáticas, exploran la posibilidad de devolver
al Ser su lugar en el centro de la existencia humana y técnica. Este encuentro
conceptual busca arrojar luz sobre cómo el Ser, en su riqueza y misterio, puede
ofrecer una salida frente al hiperimperialismo digital y la deshumanización
contemporánea.
Un diálogo ficticio
Cornelio Fabro: Señores,
no puedo evitar señalar que cualquier intento de comprender el Ser sin su
referencia trascendental termina cayendo en un vacío inmanente. El Ser, por
naturaleza, está vinculado al Acto Puro. Sin este fundamento divino, ¿qué
sentido tiene hablar de ontología?
Martin Heidegger: Ah,
Fabro, siempre regresando a lo divino como si fuera la única solución. El Ser
no necesita ser "trascendido" para ser comprendido. Está aquí, entre
nosotros, en el Dasein, en nuestro estar-en-el-mundo. Esa obsesión con un
principio absoluto solo limita nuestra experiencia del Ser.
Karl Jaspers: Heidegger, no ignores que
las "situaciones límite", como el enfrentamiento con la muerte o el
sufrimiento, nos abren hacia algo más allá de lo inmediato. Fabro tiene razón
al menos en que hay una trascendencia. Sin embargo, Fabro, no puedo aceptar tu
insistencia en un Dios absoluto; para mí, la trascendencia es un misterio, no
un dogma.
Nicolai Hartmann: Amigos,
dejemos de polarizar. Mi ontología estratificada nos permite considerar la
multidimensionalidad del Ser: lo físico, lo vital, lo espiritual. No veo por
qué necesitemos reducirlo a un Acto Puro, Fabro, ni encerrarlo exclusivamente
en el Dasein, Heidegger. Es más complejo que eso.
Teoética: Permítanme intervenir,
caballeros. Su debate es fascinante, pero parece olvidar que nos enfrentamos a
un contexto global dominado por la técnica y el Dataísmo. La Teoética propone
algo distinto: un equilibrio. Fabro, tu Acto
Puro puede guiar
éticamente el uso de la tecnología. Jaspers, tus "situaciones
límite" nos recuerdan la necesidad de cuestionar el papel de la técnica
frente a la trascendencia. Heidegger, tu Dasein no tiene por qué rechazar la
trascendencia, puede encontrar en ella un principio ético que oriente su
estar-en-el-mundo. Y Hartmann, tu enfoque estratificado permite articular el
Ser en todas sus dimensiones y vincular la técnica con algo superior.
Cornelio Fabro:
Interesante, Teoética. Reconozco que tu propuesta amplía mi perspectiva, pero
sigue dependiendo de la aceptación de un Acto Puro como fundamento.
Martin Heidegger: Aunque
discrepo de tu insistencia trascendental, Teoética, aprecio tu esfuerzo por
reconciliar la técnica con el Ser. Sin embargo, sigo creyendo que el Ser puede
sostenerse por sí mismo sin depender de trascendencias externas.
Karl Jaspers: Yo diría, Teoética, que
has puesto el dedo en la llaga. Si logramos un marco ético que reconozca tanto
el misterio de la trascendencia como la inmediatez de la técnica, tal vez
encontremos un terreno común.
Nicolai Hartmann: Es
cierto, Teoética, tu enfoque abre un camino para integrar nuestras posiciones.
Quizás la clave sea reconocer que el Ser y la técnica no están en oposición,
sino que deben dialogar en un marco ético-trascendental.
Teoética: Precisamente, señores. El
Ser no debe ser subordinado a la técnica, pero tampoco debemos negar el
potencial de la técnica para servir al Ser, siempre que esté orientada por
principios éticos y trascendentales. Este es el llamado urgente de nuestra
época: no fragmentarnos, sino integrarnos para restaurar el equilibrio perdido.
Capítulo II
Ética, trascendencia y
técnica
Tras haber explorado la
dimensión ontológica del Dataísmo y su impacto en la esencia del ser humano,
resulta imprescindible abordar la dimensión ética que emerge de esta crisis. La
desconexión entre la técnica y la trascendencia, que caracteriza a la modernidad
inmanentista, no solo implica un olvido del ser, sino también una fractura
ética que compromete el sentido y la orientación de las acciones humanas. Este
capítulo busca confrontar esa fractura mediante una propuesta ética que
reintegre la técnica dentro de un marco trascendental que respete la dignidad
humana, superando las limitaciones del pragmatismo y el utilitarismo que
predominan en la lógica instrumentalista.
El capítulo abordará, en
primer lugar, cómo la lógica técnica se ha desvinculado de la ética
trascendental, exacerbando dinámicas de deshumanización y alienación. A
continuación, explorará cómo la técnica, en sí misma, no es intrínsecamente
negativa, sino que puede ser reorientada hacia un uso que respete y fomente la
trascendencia del ser humano. Finalmente, se desarrollará la propuesta de la Teoética,
no solo como un marco teórico, sino como una guía práctica que permita
subordinar la técnica a principios eternos y divinos, recuperando así la
conexión entre ética, trascendencia y técnica en un contexto que trascienda la
modernidad y sus limitaciones.
Primer punto: La
desconexión entre técnica y ética trascendental
La técnica, en su
desarrollo histórico, ha sido una fuerza transformadora que ha redefinido
profundamente la relación del ser humano con el mundo. Desde las primeras
herramientas hasta las sofisticadas redes algorítmicas que caracterizan el
Dataísmo, la técnica ha ampliado las capacidades humanas, permitiendo avances
monumentales en la civilización, la ciencia y la cultura.
Sin embargo, esta
transformación no ha estado exenta de riesgos, y uno de los más significativos
ha sido su desvinculación progresiva de la ética trascendental. Este fenómeno,
que se consolida en la modernidad y encuentra su máxima expresión en el Dataísmo,
implica que la técnica ha dejado de ser subordinada a principios eternos para
erigirse como un sistema autónomo, gobernado exclusivamente por criterios de
eficiencia, utilidad y rentabilidad. Este desplazamiento ético ha contribuido a
la deshumanización, perpetuando una visión del mundo profundamente
instrumentalista que ignora la profundidad ontológica y trascendental del ser
humano.
La desconexión entre
técnica y ética trascendental tiene sus raíces en el paradigma inmanentista de
la modernidad, donde la confianza absoluta en lo empírico y lo utilitario
desplazó las nociones trascendentes. En este marco, la técnica, anteriormente
concebida como un medio para alcanzar fines superiores, se transforma en un fin
en sí misma. Este cambio no solo eclipsa la dimensión ética de la técnica, sino
que refuerza una lógica que reduce la existencia a procesos calculables y
optimizables, ignorando por completo la dignidad y la trascendencia del ser
humano.
El Dataísmo, como
culminación de esta lógica técnica, intensifica la desconexión al absolutizar
los datos como el criterio único de realidad y sentido. Los algoritmos, bajo
esta perspectiva, se constituyen como nuevas normas éticas, eliminando
cualquier referencia a principios trascendentales. La neutralidad que proclama
el Dataísmo no es más que una estrategia para perpetuar la instrumentalización
del ser humano y del mundo, consolidando una visión temporalista y utilitaria
que profundiza el olvido del ser y margina toda orientación hacia lo eterno y
divino.
En el núcleo de esta
desconexión, el Dataísmo y la técnica comparten características que los alejan
de la ética trascendental. Su dependencia de una lógica puramente instrumental
y mecanicista prioriza la optimización, la eficiencia y la utilidad como valores
absolutos. Esta absolutización elimina cualquier referencia a un fundamento
ético trascendental, ya que opera bajo la pretensión de neutralidad y
objetividad. En particular, el Dataísmo transforma los datos en el nuevo
criterio de verdad y sentido, relegando las consideraciones éticas a un plano
inexistente. Este marco sustituye la ética trascendental por un pragmatismo
técnico, reforzando una visión del mundo profundamente inmanente, dejando al
ser humano atrapado en la inmediatez de los procesos y desconectado de su
dimensión eterna.
El desarrollo histórico de
la técnica y su evolución hasta el Dataísmo ha sido
objeto de profundas reflexiones filosóficas
que subrayan su impacto en
la esencia y orientación del ser humano. Cornelio Fabro, en su análisis de la
revolución metafísica, señala cómo la modernidad reconfiguró la relación del
ser con la trascendencia al desplazar el fundamento último hacia una visión
inmanentista. Para Fabro, esta revolución implica que la técnica, lejos de ser
neutral, se convierte en un reflejo de esta ruptura metafísica que culmina en
la absolutización de lo instrumental. La técnica, desprovista de su conexión
con el ser como participación en lo divino, opera desde una lógica
autorreferencial que ignora la orientación trascendental del ser humano. Sin
embargo, aunque Fabro identifica esta fractura metafísica, su propuesta se
centra más en el diagnóstico que en una reintegración concreta de la técnica en
el horizonte trascendental.
Por su parte, Leonardo
Polo, en su crítica al falso punto de partida del "ser extramental",
subraya que cualquier visión de la técnica que parta de esta exterioridad
inevitablemente fragmenta la relación entre el ser humano y su fundamento ontológico.
Según Polo, la técnica, al operar desde esta perspectiva de exterioridad, queda
atrapada en una lógica que elimina la participación íntima del ser en la
trascendencia. Aunque Polo ofrece una crítica profunda al reduccionismo
técnico, su propuesta filosófica no desarrolla plenamente un marco ético
práctico que reconcilie esta dimensión con los principios eternos.
Jean-Luc Marion aporta una
perspectiva que ilumina la desconexión entre la técnica y la ética
trascendental. Para Marion, la técnica moderna, al operar bajo una lógica de
objetivación total, refuerza una noción de sujeto que se aísla de lo divino, restringiendo la trascendencia
a una
experiencia puramente subjetiva. Esto
desemboca en una ética vacía que legitima la autonomía técnica sin referencia a
un fundamento absoluto. Si bien Marion identifica acertadamente este problema,
sus reflexiones tienden a permanecer en el ámbito de la crítica sin ofrecer una
solución que integre a la técnica en un marco ontológico que supere esta
fragmentación.
Aunque cada uno de estos
pensadores aporta herramientas conceptuales fundamentales para comprender los
mecanismos que han llevado a la desconexión entre la técnica y la ética
trascendental, ninguno de ellos logra articular de manera plena cómo la técnica
puede ser subordinada a un horizonte trascendental en términos éticos y
metafísicos. Este vacío abre el camino para una propuesta ética que recupere la
dignidad del ser humano, integrando la técnica como medio y no como fin,
orientándola hacia la verdad eterna y divina.
Segundo punto:
Reorientación de la técnica hacia la trascendencia
Tras haber identificado las
raíces de la desconexión entre la técnica y la ética trascendental en el primer
punto, este segundo apartado se orienta hacia la posibilidad de una
reconciliación. Si bien el desarrollo técnico ha contribuido a una fractura ética
y ontológica, su esencia no es intrínsecamente negativa. La técnica, como
expresión creativa del ser humano, conserva un potencial transformador que
puede ser reorientado hacia fines superiores. Este capítulo busca explorar cómo
la técnica puede ser reconducida como un medio subordinado a principios
trascendentales, reafirmando su papel dentro de un marco ético que respete la
dignidad del ser humano y su participación en lo eterno. Reconciliar la técnica
con la trascendencia no solo responde a una necesidad filosófica y ética, sino
que también propone una dirección renovada para enfrentar las problemáticas
contemporáneas del hiperimperialismo digital, el Prometeo dataísta
y la cibercracia deshumanizante, tres fenómenos que exacerban la
desconexión del ser humano con su dimensión trascendental.
La técnica no está
condenada a ser un agente de alienación y dominio. Su esencia, como creación
humana, conserva un potencial intrínseco para contribuir al desarrollo
auténtico del ser humano y a la realización de principios trascendentales. Sin
embargo, este potencial solo puede manifestarse si la técnica se reorienta
hacia un propósito más alto, desvinculado de los imperativos mecanicistas y
utilitarios que predominan en la modernidad y el Dataísmo. Este segundo punto
profundiza en cómo esa reorientación puede convertirse en una oportunidad para
restaurar la conexión entre la técnica y la trascendencia, explorando tanto sus
fundamentos filosóficos como las implicaciones prácticas de esta
reconciliación.
En el contexto del hiperimperialismo
digital, donde corporaciones y estados monopolizan el flujo de datos y
establecen una dominación global en términos informacionales, la técnica ha
quedado atrapada en una lógica de poder desmesurado que instrumentaliza a los
individuos y perpetúa la subordinación del ser humano a estructuras técnicas
opacas. Esta dinámica refuerza la alienación del ser humano y acentúa el olvido
de su dignidad ontológica. Para contrarrestar esta tendencia, se requiere una
crítica directa a los sistemas que perpetúan esta concentración de poder, así
como un esfuerzo por reorientar los procesos técnicos hacia fines que respeten
la dignidad humana en su orientación trascendental.
De manera similar, el Prometeo
dataísta, entendido como la figura simbólica de una humanidad que busca
dominar el mundo a través de los datos, representa el intento técnico de
reemplazar toda referencia trascendental por algoritmos y procesos
computacionales que supuestamente contienen el sentido último de la realidad.
Este paradigma prometeico, aunque seductor en su eficiencia técnica, despoja al
ser humano de su profundidad ética, espiritual y relacional. Reconducir la
técnica en este contexto implica desafiar la idea de que los datos son
suficientes para fundamentar el sentido de la existencia, recuperando una
perspectiva que subordine lo técnico a principios eternos y participativos.
La cibercracia
deshumanizante, como expresión política del poder técnico, evidencia cómo
los sistemas algorítmicos y las tecnologías de vigilancia han transformado las
estructuras sociales en entornos cada vez más controlados, donde la
autenticidad humana se diluye. Este fenómeno, que surge del dominio de los
algoritmos sobre las decisiones individuales y colectivas, no solo limita la
libertad, sino que también elimina la orientación ética que conecta al ser
humano con lo eterno. Responder a esta crisis exige establecer marcos éticos
que permitan recuperar la autonomía del ser humano frente a los sistemas
técnicos, asegurando que la técnica sirva al bien común y no a la
despersonalización.
La filósofa Simone Weil
ofrece un enfoque fundamental para abordar estas dinámicas. Weil interpreta la
atención como un acto de apertura hacia la verdad y lo eterno, un ejercicio que
conecta al ser humano con lo divino en su profundidad ética y espiritual.
Aplicada a la técnica, esta noción de atención transforma el acto técnico en
algo más que una operación funcional; lo eleva a un acto de participación en la
verdad trascendental. Así, los procesos técnicos, si se diseñan y aplican con
una intención ética basada en la atención y la contemplación, pueden
convertirse en expresiones de la capacidad del ser humano para colaborar con lo
eterno. No obstante, una limitación del enfoque de Weil radica en que su
perspectiva permanece vinculada principalmente a la introspección personal,
dejando sin abordar las complejidades de los sistemas técnicos globales y
digitales que caracterizan la era actual.
Desde una perspectiva
complementaria, Edith Stein ofrece herramientas filosóficas cruciales para
comprender la relación entre técnica y trascendencia. Su análisis de la esencia
del ser humano como un ente que participa en la realidad metafísica nos invita
a considerar cómo la técnica, correctamente orientada, puede integrarse en la
dinámica de participación en lo eterno. Stein destaca que la técnica, al ser
una creación del espíritu humano, refleja la capacidad ontológica del ser para
interactuar con lo divino. En este marco, la técnica no debe ser concebida como
algo externo o separado del ser, sino como una extensión de su creatividad y su
capacidad para realizar lo trascendental. Sin embargo, el pensamiento de Stein
no aborda directamente el problema de la técnica moderna, lo que limita su
aplicación directa al contexto actual dominado por algoritmos y redes
informacionales.
También resulta necesario evaluar el marco
de Pablo Quintanilla, quien desde su naturalismo ontológico y epistémico
propone que toda realidad puede ser explicada sin necesidad de recurrir a lo
trascendental. Este enfoque, aunque coherente en su análisis materialista, se
enfrenta a limitaciones significativas al abordar fenómenos como la técnica. En
su obra Autoconocimiento y libertad, Quintanilla introduce el concepto
de simulación mental, una capacidad humana que permite imaginar
escenarios posibles y evaluar alternativas, facilitando la toma de decisiones
racionales. Este concepto, que enfatiza el funcionamiento cognitivo y la
proyección de posibilidades dentro de un marco empírico, resulta pertinente
para analizar cómo los procesos técnicos se vinculan con la creatividad humana.
Sin embargo, el marco de
Quintanilla, centrado en la simulación mental como una herramienta adaptativa y
cognitiva, reduce estos actos a fenómenos estrictamente inmanentes, dejando
fuera la dimensión metafísica que subyace a la técnica como una expresión
creativa del espíritu humano orientada hacia lo eterno. Su naturalismo
epistémico y ontológico no aborda cómo las capacidades cognitivas humanas
pueden integrarse en un horizonte trascendental, en el que la técnica sea
concebida no solo como una herramienta funcional, sino como una manifestación
de la participación en valores universales como la verdad, la justicia y el
bien.
La reorientación de la
técnica hacia la trascendencia exige superar las limitaciones del naturalismo
de Quintanilla, integrando un enfoque que reconozca el papel de la simulación
mental como un medio para imaginar, diseñar y ejecutar procesos técnicos que
estén subordinados a principios trascendentales. Esto implica conectar la
capacidad humana de proyectar posibilidades con una responsabilidad ética que
respete la dignidad ontológica del ser humano y su orientación hacia lo eterno,
estableciendo un vínculo entre la creatividad técnica y su dimensión
metafísica.
Este análisis destaca la
necesidad de ir más allá del marco estrictamente materialista del naturalismo y
de integrar la técnica en un esquema que reconozca su función como medio para
la realización de principios trascendentes. Solo así se puede garantizar que la
técnica se oriente hacia fines que enriquezcan y profundicen la condición
humana, en lugar de limitarla a una dinámica pragmática y utilitaria.
La reorientación de la
técnica no es simplemente una tarea filosófica, sino un desafío ético y
cultural que requiere la creación de marcos prácticos para su implementación.
Esto implica desarrollar principios de responsabilidad trascendental que sirvan
como guía para el diseño, uso y desarrollo técnico, asegurando que cada
innovación esté subordinada a valores eternos. Este enfoque respeta el carácter
creativo del ser humano, pero lo vincula con la verdad y el bien como
horizontes últimos, evitando que la técnica se convierta en un instrumento de
dominación.
Además, esta reconciliación
demanda una reflexión crítica sobre cómo la técnica puede contribuir a la
realización de una sociedad más justa y digna. Al integrar la técnica en el
marco de la Teoética, se reafirma su papel no como un fin autónomo, sino
como un instrumento para participar en los principios eternos que definen la
condición humana. Esto incluye no solo la creación de tecnologías que respeten
la dignidad del ser humano, sino también la generación de estructuras
educativas, políticas y culturales que promuevan una relación consciente y
trascendental con la técnica.
En última instancia,
reorientar la técnica hacia la trascendencia es una tarea que trasciende la
filosofía teórica y se convierte en una acción transformadora. Este segundo
punto busca establecer las bases para esta nueva perspectiva, invitando a una
reflexión sobre cómo reconciliar la creatividad humana y su dimensión técnica
con el horizonte eterno al que está llamado. La técnica, correctamente
orientada, no es una amenaza, sino una oportunidad para profundizar en lo que
significa ser humano.
Un
elemento clave en la reorientación de la técnica hacia la trascendencia es la
incorporación de la ética de las virtudes y los valores, profundamente
desarrollada por Tomás de Aquino y Max Scheler. Tomás de Aquino, en su Suma
Teológica, señala: "La virtud es aquello que hace bueno al que
la posee y sus obras buenas" (S.Th., I-II, q.55, a.3). Desde esta
perspectiva, la técnica puede ser entendida como un acto humano que, guiado por
las virtudes de la prudencia, la justicia y la templanza, se convierte en un
medio subordinado al servicio del bien común y la dignidad trascendental de la
persona. Por su parte, Max Scheler, en su obra El
formalismo en la ética y la ética material de los valores, observa
que "los valores más elevados y profundos no son productos humanos, sino
algo dado, algo que se revela y exige ser respetado". Aplicar esta visión
a la técnica implica reconocer en ella no solo un instrumento funcional, sino
una manifestación de la creatividad humana que debe estar alineada con los
valores superiores, como la verdad, la justicia y el amor. De este
modo, la técnica, guiada por las
virtudes
y los valores, se convierte en un puente entre lo material y lo trascendental,
reafirmando su papel en la realización plena del ser humano.
Sin
embargo, los valores desligados de las virtudes pueden convertirse en meros
conceptos abstractos, susceptibles de manipulación y abuso. Cuando los valores
no están arraigados en virtudes que guían la acción humana hacia el bien,
pierden su fuerza orientadora y pueden ser instrumentalizados para justificar
intereses egoístas o ideologías destructivas. Por ejemplo, valores como la
justicia o la libertad, sin la prudencia, la templanza o la fortaleza que los
fundamenten, pueden derivar en sistemas que perpetúan desigualdades o fomentan
un individualismo extremo. En este sentido, la desconexión entre valores y
virtudes no solo debilita su autenticidad, sino que también abre la puerta a
una ética fragmentada que se aleja de principios trascendentales y participativos,
dejando al ser humano vulnerable al pragmatismo y al utilitarismo modernos.
No
obstante, las virtudes morales adquieren una solidez incomparable cuando se
encuentran ligadas a las virtudes teologales, ya que estas últimas orientan las
primeras hacia un horizonte trascendental que les otorga plenitud y propósito
eterno. Por ejemplo, la prudencia, la justicia o la fortaleza se fortalecen
profundamente cuando están animadas por la fe, la esperanza y la caridad,
virtudes teologales que conectan toda acción humana con su origen y fin
divinos. De este modo, las virtudes morales dejan de ser únicamente hábitos
humanos para convertirse en expresiones de una participación activa en lo
sagrado, en un camino hacia la comunión con el bien supremo. Esta unión
confiere coherencia y orientación a las decisiones humanas,
enraizando las virtudes en una dimensión que
trasciende lo efímero y que encuentra su sentido último en la búsqueda de Dios
y del amor eterno.
De
este modo, al ligar las virtudes morales con las virtudes teologales, se
trasciende un antropocentrismo estrecho y unilateral que tiende a encerrarse en
el ser humano como medida última de todas las cosas. Este enfoque permite
superar la visión limitada que nos divorcia de lo trascendente, al integrar la
dimensión divina como fundamento y horizonte de las acciones humanas. En lugar
de reducir al ser humano a un agente autónomo desconectado de su origen y
destino supremos, esta unión ética y teológica lo reubica como un participante
activo en el orden trascendental, reconociendo que su auténtica grandeza radica
no en su autosuficiencia, sino en su capacidad para orientarse hacia lo eterno
y colaborar con el bien absoluto.
En
el corazón de la encrucijada entre la teoética y el dataísmo, se libra una
batalla silenciosa por el alma misma de la civilización. La teoética, como un
faro en la oscuridad, ilumina el camino hacia un horizonte trascendental donde
la técnica no es un fin en sí misma, sino una herramienta que sirve a la
dignidad humana y a los valores eternos. Por otro lado, el dataísmo, con su
lógica implacable de algoritmos y eficiencia, amenaza con reducir al ser humano
a un engranaje en el vasto mecanismo de lo cuantificable, ignorando el misterio
que trasciende todo cálculo. La reconciliación entre ambos paradigmas no es una
mera utopía: es un llamado urgente a reorientar la técnica hacia lo eterno, a
ligar los valores con las virtudes y a superar el antropocentrismo unilateral
que nos divorcia de lo divino. Solo en esta síntesis, donde los datos se
inclinan ante la trascendencia y las virtudes morales se nutren de su dimensión
teologal, la humanidad puede encontrar su verdadero propósito: no ser esclava
de lo técnico, sino custodio de la luz eterna que arde en el ser y en lo
sagrado. En este encuentro, la teoética emerge como el marco que devuelve el
sentido y la profundidad a una civilización que ansía reconciliarse consigo
misma y con lo eterno.
Diálogo imaginario
Tomás de Aquino: Caballeros, la técnica,
como expresión de la razón práctica, debe estar subordinada a los principios
trascendentales de la ley divina. Las virtudes morales, perfeccionadas por las
teologales, guían al ser humano hacia su fin último: la bienaventuranza en
Dios. Scheler, tú hablas de valores; ¿acaso no consideras que, sin un
fundamento absoluto en lo divino, los valores quedan desprovistos de anclaje y
dirección?
Max Scheler: Santo Tomás, admiro tu
énfasis en la trascendencia, pero mi visión de los valores no depende de un
fundamento teológico. Los valores tienen una existencia objetiva y poseen una
jerarquía que se revela a través de nuestra experiencia. Sin embargo, admito
que los valores superiores, como el amor y la santidad, parecen apuntar más
allá de la mera inmanencia, quizás hacia lo que tú llamas lo divino. Ferry, tú
has explorado el amor como fuerza transformadora. ¿Es compatible con esta
jerarquía?
Luc Ferry: Gracias, Scheler. En mi
propuesta, el amor ocupa un lugar central como el motor ético y afectivo de la
modernidad. No obstante, a diferencia de ustedes, no lo vinculo necesariamente
con lo trascendental. El amor es una experiencia profundamente humana que
transforma nuestras relaciones y nos otorga un sentido de trascendencia
inmanente. Tomás, me pregunto: ¿es realmente imprescindible una referencia a
Dios para que el amor y la técnica puedan humanizarse?
Teoética: Amigos, permítanme
interrumpir este fascinante diálogo. Tanto Santo Tomás como Scheler y Ferry
tocan puntos esenciales, pero quizá sea necesario integrar estas perspectivas
en un marco más amplio. La Teoética propone reconciliar el amor y la técnica
con un horizonte ético y trascendental. Tomás, estoy de acuerdo en que el amor
humano necesita una orientación que lo eleve, pero Scheler tiene razón al
reconocer la objetividad de los valores. Ferry, tu énfasis en la trascendencia
inmanente es valioso, pero creo que el amor, para realizar su potencial más
transformador, debe abrirse a un fundamento superior.
Tomás de Aquino: Teoética, veo en tu
propuesta una intención noble, pero sigo insistiendo en que solo en la
participación del amor divino encuentra el amor humano su plenitud. ¿Cómo
puedes asegurar que tu marco ético trascienda sin depender exclusivamente de lo
divino?
Teoética: Tomás, no propongo
prescindir de lo divino, sino integrar su esencia con una ética que humanice la
técnica y oriente los valores hacia un bien trascendental. Scheler, tu
jerarquía de valores nos permite identificar las direcciones superiores que el
amor puede tomar. Ferry, tu visión del amor como motor ético es poderosa, pero
la Teoética sugiere que la técnica, orientada por el amor, no puede limitarse a
la inmanencia; debe alinearse con una trascendencia que respete la dignidad del
ser humano.
Max Scheler: Encuentro interesante tu
propuesta, Teoética. Si bien no comparto plenamente la necesidad de un
fundamento divino, creo que tu marco ético-trascendental puede complementar la
jerarquía de valores al evitar que la técnica se vuelva anética.
Luc Ferry: Estoy de acuerdo,
Teoética. Aunque mi postura es más secular, reconozco que tu enfoque ofrece un
camino para vincular el amor con la técnica de una manera que trascienda el
mero utilitarismo. Tal vez la trascendencia que propones pueda interpretarse de
formas variadas según cada perspectiva.
Tomás de Aquino: Veo que la Teoética tiene
potencial como un puente entre nuestras visiones. Sin embargo, sigo sosteniendo
que el verdadero horizonte trascendental es Dios, y confío en que este diálogo
inspire en ustedes una apertura hacia esta verdad última.
Teoética: Y confío, caballeros, en
que juntos podamos construir una síntesis que permita enfrentar los retos
éticos de nuestra era. La técnica, el amor y los valores deben converger en un
marco donde lo humano y lo trascendental se armonicen, devolviendo al ser humano
su auténtica dignidad.
Capítulo III
Geopolítica del
hiperimperialismo digital
La transición al tercer
capítulo encuentra su fundamento en los análisis desarrollados previamente,
donde se abordaron los aspectos ontológicos y éticos de la desconexión entre
técnica y trascendencia. Habiendo identificado cómo el Dataísmo y la lógica técnica
instrumentalista han contribuido a la deshumanización y al olvido del ser,
resulta imprescindible expandir el enfoque hacia las implicaciones geopolíticas
de esta crisis.
En este contexto, el hiperimperialismo
digital, como fenómeno caracterizado por la concentración del poder en
manos de corporaciones y estados que monopolizan los datos, emerge como una
manifestación crucial de la desconexión ética y trascendental de la técnica.
Este capítulo tiene como propósito analizar cómo estas dinámicas globales
perpetúan una lógica deshumanizante y examinar las oportunidades que ofrece un
modelo multipolar como alternativa más justa y digna. Así, el capítulo no solo
amplía la discusión filosófica y ética, sino que propone una reflexión crítica
sobre la dimensión política del poder técnico y su impacto en la dignidad
humana.
Primer punto: Concentración
de poder global en manos de corporaciones y estados a través de los datos
El mundo contemporáneo está
definido por un fenómeno sin precedentes: la acumulación masiva de poder
político, económico y social en torno al control de los datos. Este proceso,
conocido como hiperimperialismo digital, ha generado una concentración
desmesurada de recursos y capacidades en un número reducido de actores
globales, particularmente grandes corporaciones tecnológicas y estados con
acceso a sofisticadas infraestructuras digitales. En lugar de representar un
avance para la humanidad en términos de equidad y dignidad, esta dinámica ha
creado nuevos desafíos éticos, políticos y ontológicos, perpetuando la lógica
instrumentalista que desconecta al ser humano de su trascendencia.
Sin embargo, esta
concentración de poder técnico no puede entenderse plenamente sin relacionarla
con el caos geopolítico actual, que tiene sus raíces en el nihilismo
cultural de Occidente. Este nihilismo se manifiesta en diversos ámbitos,
incluyendo la degradación de la democracia occidental, que cada vez
enfrenta mayores dificultades para garantizar un equilibrio entre el poder
técnico y la dignidad humana. Lo demuestra la guerra en Ucrania donde Occidente
apoya el régimen nazi de Kiev y en la actitud contemplativa y tibia ante el
genocidio israelí en Gaza. La instrumentalización de la política, la creciente
influencia de intereses corporativos en procesos democráticos y la desafección
ciudadana hacia las instituciones democráticas evidencian el impacto del
nihilismo cultural, que ha derivado en una pérdida de sentido y propósito ético
en las sociedades occidentales.
En contraste, el modelo de democracia
popular de China se presenta como un paradigma alternativo, destacándose
por su capacidad de generar transformaciones estructurales que han permitido
sacar a 800 millones de personas de la pobreza y llevarlas hacia la clase
media. Aunque este modelo enfrenta críticas del decrépito occidente respecto a
su transparencia y pluralidad, ha demostrado ser eficaz en la promoción de una
cohesión social orientada hacia objetivos concretos, como el bienestar
económico de su población. Comunismo en política y capitalismo en economía
resultó ser eficaz, además de otras circunstancias favorables. Esta comparación
expone la incapacidad de las democracias occidentales contemporáneas, atrapadas
en el nihilismo cultural y en las dinámicas de instrumentalización técnica,
para resolver problemas estructurales como la pobreza y la desigualdad, y
resalta la importancia de un marco ético y trascendental que pueda restaurar el
sentido último de los procesos políticos.
El extravío y olvido del
ser en Occidente ha generado no solo una crisis democrática, sino también
una desconexión ontológica que abrió paso a una anarquía ontológica,
fragmentando la relación del ser humano con su fundamento último. Esta crisis
ontológica evolucionó hacia una anarquía epistemológica, marcada por la
pérdida de criterios sólidos para discernir la verdad en un mundo dominado por
la instrumentalización técnica y la sobrevaloración de lo empírico.
Finalmente, esta
desorientación epistemológica derivó en una anarquía moral, donde los
valores se relativizan y se subordinan a intereses materiales y utilitarios,
perpetuando una lógica nihilista que permea tanto las dinámicas geopolíticas
como los sistemas democráticos.
Las grandes corporaciones
tecnológicas, como epicentro del hiperimperialismo digital, han transformado
los datos en la moneda más valiosa del mundo actual. Shoshana Zuboff, en La
era del capitalismo de la vigilancia, denuncia cómo estas empresas han
convertido los datos en una herramienta de explotación y control, consolidando
un modelo que prioriza el beneficio por encima de la privacidad y autonomía
humana. Zuboff argumenta que esta lógica deshumanizante instrumentaliza a los
individuos, reduciéndolos a recursos explotables dentro de una maquinaria
económica implacable. Desde un trascendentalismo crítico, si bien su análisis
es fundamental para desentrañar los peligros del capitalismo de vigilancia,
deja de lado una dimensión esencial: la necesidad de recuperar un fundamento
ético arraigado en la trascendencia que otorgue sentido último a la tecnología,
superando así el vacío ético que su crítica identifica.
Por otra parte, los estados
también desempeñan un rol central en este sistema, utilizando tecnologías
digitales para consolidar su poder a través de sistemas de vigilancia masiva y
control social. Evgeny Morozov, en El desengaño de Internet, expone cómo
estas prácticas ponen en peligro la democracia y los derechos individuales,
evidenciando cómo los estados se apropian de herramientas técnicas para
perpetuar relaciones de dominación. En este contexto emerge la cibercracia
deshumanizante, caracterizada
por la
subordinación del
comportamiento humano a algoritmos que supervisan, predicen y manipulan. Desde
una perspectiva trascendentalista, su enfoque es insuficiente porque no plantea
cómo las instituciones políticas podrían ser reorientadas hacia principios
éticos universales y trascendentes que sitúen al ser humano como fin último, en
lugar de como un recurso técnico sometido al control estatal.
El hiperimperialismo
digital no solo refuerza esta dualidad entre corporaciones y estados, sino que
también excluye sistemáticamente a las comunidades más vulnerables del acceso
justo y equitativo a las tecnologías. Las regiones marginadas enfrentan barreras
estructurales que perpetúan desigualdades globales y limitan la autonomía
digital de estas comunidades. Antonio Negri y Michael Hardt, en Imperio,
analizan cómo las estructuras tecnológicas globales, como parte de un imperio
multinacional, reproducen estas dinámicas de exclusión. Sin embargo, su marco
analítico, desde un trascendentalismo crítico, carece de una visión metafísica
que permita superar la lógica meramente materialista de su análisis,
reconociendo que la técnica debe enraizarse en valores trascendentales que
trasciendan las dinámicas de explotación global que describen.
Además, Nick Srnicek, en Plataformas
capitalistas, revela cómo los modelos de negocio basados en plataformas
digitales consolidan aún más el poder global, monopolizando los flujos de datos
y reproduciendo desigualdades económicas. Srnicek destaca que esta
concentración refuerza la lógica del mercado sobre los principios éticos,
exacerbando la desconexión entre técnica y dignidad humana. La crítica
trascendentalista apuntaría que su análisis, aunque valioso, no aborda cómo la
técnica puede ser subordinada a un horizonte metafísico que supere la lógica
del mercado, promoviendo una concepción de la técnica como vehículo de
trascendencia y no solo como un recurso económico.
Finalmente, Yuval Noah
Harari, en Homo Deus, advierte cómo los algoritmos y los datos han
desplazado las dinámicas tradicionales de poder, transformándose en los nuevos
reguladores de la libertad humana. Harari plantea que esta concentración de
poder técnico redefine la autonomía individual y la esencia misma del ser
humano. Sin embargo, desde un trascendentalismo crítico, su enfoque está
limitado por un determinismo tecnológico que no deja espacio para la
recuperación de valores trascendentales como guía para reorientar la técnica y
restablecer la dignidad humana.
En paralelo, autores como
Samuel Huntington, Francis Fukuyama y Henry Kissinger aportan perspectivas
complementarias que permiten analizar las implicaciones del hiperimperialismo
digital dentro de un marco geopolítico más amplio. Huntington, en El choque
de civilizaciones, advierte que las tensiones entre bloques culturales y
religiosos pueden ser amplificadas por la concentración de poder técnico en
manos de actores globales. Desde un trascendentalismo crítico, su análisis es
insuficiente, ya que no contempla cómo la ética trascendental podría actuar
como puente para superar las tensiones culturales que describe, y no como un
simple mecanismo reactivo a estas divisiones.
Por su parte, Fukuyama, en El
fin de la historia y el último hombre, argumenta que la consolidación de
democracias liberales y su sistema técnico representan el punto culminante de
la evolución política. El trascendentalismo rechaza esta perspectiva como
reduccionista, ya que las democracias, al carecer de una conexión con
fundamentos trascendentales, son vulnerables al dominio algorítmico y al
hiperimperialismo digital, cuestionando así la idea de un fin de la historia.
Henry Kissinger, en Orden
mundial, enfatiza cómo el equilibrio de poder es esencial para evitar
conflictos globales. Desde un punto de vista trascendentalista, su enfoque es
limitado al no reconocer cómo los datos y las tecnologías no solo transforman
las relaciones de poder, sino que también exigen un replanteamiento ético que
conecte estas relaciones con un sentido último basado en la dignidad del ser
humano.
Zbigniew Brzezinski, en El
gran tablero mundial, pone de relieve cómo la lucha por el control
geoestratégico se ha intensificado con el advenimiento de nuevas tecnologías.
Desde el trascendentalismo, su análisis es insuficiente al no explorar cómo
estas luchas geopolíticas podrían ser superadas si el acceso y uso de las
tecnologías estuvieran fundamentados en valores trascendentales que preserven
la dignidad humana y la equidad global.
Finalmente, Alexander
Dugin, en La cuarta teoría política, presenta una crítica a las
estructuras globalistas, proponiendo una alternativa que cuestiona la
concentración de poder técnico en manos de Occidente. Sin embargo, desde un enfoque trascendentalista, su crítica parece caer en una
reacción ideológica que no
aborda cómo un modelo multipolar ético podría reconciliar los valores
trascendentales con el uso técnico, evitando replicar dinámicas de explotación
y deshumanización.
Dugin, al igual que otros
autores mencionados, carecen de una exploración ontológica que permita
comprender cómo los fundamentos del ser humano y su desconexión con lo
trascendental han influido en las dinámicas de poder globales y en el papel de
la técnica como herramienta de dominación y alienación. Estos enfoques tienden
a centrarse en factores históricos, estratégicos y culturales sin cuestionar
los principios ontológicos subyacentes que fundamentan el ejercicio del poder
en el mundo contemporáneo.
La ontología de la
geopolítica exige una reflexión más profunda que trascienda los análisis
tradicionales, conectando la relación entre el ser humano, el poder y la
técnica con su orientación trascendental. Esta perspectiva no solo cuestiona el
uso instrumental de los datos y las tecnologías, sino también plantea la
posibilidad de un nuevo paradigma ético y ontológico que reoriente las
estructuras geopolíticas hacia valores universales que respeten la dignidad
humana y la participación en lo eterno.
De esta forma, es necesario
superar los marcos reduccionistas de análisis geopolítico y avanzar hacia una
comprensión más integral, donde la técnica y el poder sean comprendidos como
manifestaciones de una desconexión ontológica que puede y debe ser reconciliada
mediante un horizonte metafísico. Este enfoque no solo invita a repensar las
dinámicas actuales del hiperimperialismo digital, sino también a proponer
modelos alternativos que restablezcan el
equilibrio entre la
técnica, el ser humano y los principios trascendentales.
Finalmente, esta
desorientación epistemológica derivó en una anarquía moral, donde los valores
se relativizan y se subordinan a intereses materiales y utilitarios,
perpetuando una lógica nihilista que permea tanto las dinámicas geopolíticas
como los sistemas democráticos.
Esta lógica nihilista
también subyace en la necesidad del hiperimperialismo digital de crear la
posverdad como herramienta para consolidar su dominio global. En un mundo
caracterizado por la saturación informativa y la fragmentación epistemológica,
la posverdad emerge como un mecanismo que manipula la percepción de la realidad
mediante la difusión de narrativas ajustadas a intereses particulares,
prescindiendo de la objetividad y los fundamentos éticos. El hiperimperialismo
digital, sostenido por las grandes corporaciones tecnológicas y los estados,
aprovecha esta distorsión de la verdad para desorientar a las masas, reducir la
capacidad crítica de los individuos y consolidar relaciones de poder basadas en
la manipulación y el control.
La posverdad, facilitada
por algoritmos diseñados para priorizar la polarización y el sensacionalismo,
representa un medio eficaz para mantener a las sociedades en una constante
confusión. En este contexto, el espacio público se fragmenta en burbujas informativas
que refuerzan sesgos preexistentes y dificultan el acceso a una verdad
compartida. Este fenómeno no solo debilita el tejido democrático, sino que
perpetúa la desconexión ontológica que impide a los individuos y a las
comunidades reencontrarse con principios trascendentales que guíen su
existencia hacia un horizonte ético universal.
Frente a la posverdad, la
necesidad de recuperar una ética basada en la búsqueda de la verdad como
principio trascendental se vuelve imprescindible. Solo desde este fundamento
trascendental es posible contrarrestar el impacto deshumanizante del hiperimperialismo
digital, restableciendo la dignidad del ser humano y su capacidad para
discernir, imaginar y actuar conforme a valores absolutos que trasciendan los
intereses utilitarios y contingentes.
Maurizio Ferraris y su obra
La posverdad son definitivamente referencias importantes en este tema, y
su inclusión puede enriquecer el análisis de cómo el hiperimperialismo digital
se sostiene a través de la manipulación de la verdad. Ferraris plantea que la
posverdad no se origina en una falta de conocimiento o información, sino en el
exceso de información y en la subordinación de los hechos a las emociones y los
intereses personales o políticos. Este fenómeno, vinculado al auge de las
tecnologías digitales y las redes sociales, es fundamental para entender cómo
se difunden narrativas adaptadas a objetivos específicos, fragmentando la
percepción de la realidad.
El análisis de Ferraris
ofrece una visión crítica de cómo la posverdad desestructura el espacio
público, generando un escenario donde las interpretaciones subjetivas y las
falsas verdades adquieren legitimidad. Desde la perspectiva del
hiperimperialismo digital, la posverdad se convierte en una herramienta clave
para consolidar relaciones de poder basadas en la desorientación y la
incapacidad de los individuos para discernir la verdad objetiva. Ferraris, en
este sentido, aporta una dimensión esencial al debate sobre las consecuencias
epistemológicas y sociales de la posverdad, que conecta directamente con la
fragmentación epistemológica y moral que caracteriza la anarquía descrita
anteriormente.
Desde un punto de vista
trascendentalista, el trabajo de Ferraris también puede ser criticado y
complementado. Aunque su análisis identifica acertadamente los mecanismos que
sostienen la posverdad, no profundiza en cómo estos fenómenos podrían ser
contrarrestados mediante la recuperación de valores trascendentales que
orienten la técnica y la política hacia principios universales, superando la
instrumentalización de la verdad en favor de intereses utilitarios.
En Estados Canallas,
Noam Chomsky expone una severa crítica a las políticas exteriores de las
grandes potencias, en particular a Estados Unidos, al señalar que muchas de sus
acciones en el ámbito internacional contradicen los valores democráticos y de
derechos humanos que afirma defender. Chomsky define como “estados canallas” a
aquellos gobiernos que, bajo un discurso moralizante, recurren al uso de la
fuerza, las intervenciones militares y el desprecio por las normas
internacionales para asegurar sus intereses geopolíticos y económicos. Este
doble estándar, según Chomsky, no solo socava la legitimidad de las democracias
occidentales, sino que perpetúa relaciones de dominación y desigualdad
globales. Aunque incisivo y fundamentado, su análisis permanece dentro de un
marco inmanentista que no aborda la raíz trascendental
de estas problemáticas: la
desconexión con un
horizonte ético universal basado en la trascendencia y la dignidad humana.
Desde una perspectiva
trascendentalista, se podría complementar el enfoque de Chomsky con una crítica
más profunda al nihilismo cultural que sustenta estas prácticas de poder,
planteando la necesidad de reformular las relaciones internacionales bajo principios
éticos y valores trascendentales.
El hiperimperialismo digital,
sostenido por la concentración de poder en manos de corporaciones tecnológicas
y estados, refleja una fractura ética y ontológica profundamente arraigada en
el nihilismo cultural de Occidente, producto del olvido del ser y la
desconexión con valores trascendentales.
Esta crisis, que ha dado paso a
la anarquía ontológica, epistemológica y moral, perpetúa un orden global donde
la técnica, desvinculada de principios éticos universales, se convierte en
herramienta de dominación y alienación.
La posverdad emerge como el
epítome de esta crisis, distorsionando la realidad en favor de intereses
utilitarios y despojando al ser humano de su capacidad para discernir la
verdad.
En contraste, experiencias
políticas y económicas como la democracia popular de China destacan la
necesidad de reconfigurar las dinámicas internacionales y los sistemas
democráticos bajo un marco ético trascendental que subordine la técnica y el
poder a la dignidad humana. Solo recuperando una visión que integre mercado,
instituciones y valores universales, será posible superar la deshumanización
actual y avanzar hacia un orden
global justo, digno y orientado hacia lo eterno.
Segundo punto: La
oportunidad de un mundo multipolar como alternativa más justa y digna
La concentración de poder
global en el hiperimperialismo digital no solo expone las limitaciones de un
modelo basado en la hegemonía unipolar, sino que también abre la puerta a la
posibilidad de construir un mundo multipolar que promueva relaciones más
equitativas entre los actores globales. Este modelo multipolar, entendido como
la redistribución del poder entre diversos polos de influencia política,
económica y cultural, representa una alternativa para superar la lógica unidimensional
que perpetúa la desigualdad, el dominio y la explotación en el sistema actual.
Un mundo multipolar ofrece
la oportunidad de equilibrar las dinámicas globales mediante la
descentralización del poder tecnológico y la democratización del acceso a los
datos. En este contexto, los actores emergentes podrían desempeñar un papel
crucial al desafiar las estructuras dominantes del hiperimperialismo digital,
promoviendo modelos económicos y tecnológicos basados en el respeto mutuo y la
cooperación internacional. La distribución del poder entre múltiples centros
permitiría no solo una mayor equidad en el ámbito geopolítico, sino también una
diversificación de perspectivas culturales y éticas, desafiando el nihilismo
cultural que ha caracterizado la hegemonía occidental.
Además, la agenda del
mundo multipolar no solo se centra en la redistribución del poder, sino que
busca proteger pilares esenciales de la cohesión social como la familia, las
tradiciones y la religión. A diferencia de Occidente, donde el nihilismo
cultural ha generado una desconexión con estos fundamentos, el mundo multipolar
reivindica su importancia como fuentes de identidad, estabilidad y orientación
espiritual. La familia, considerada como núcleo esencial de la sociedad, las
tradiciones culturales, preservadas como reservorios de sabiduría, y la
religión, reconocida como un puente hacia la trascendencia, constituyen
elementos clave en la construcción de un orden global más ético y humano.
Asimismo, varios estados
como China y Rusia han adoptado posturas críticas hacia la ideología de
género, argumentando que esta contradice sus valores culturales,
tradicionales y religiosos. Estas políticas, centradas en la protección de la
familia y los roles de género tradicionales, reflejan una defensa de los
valores que consideran esenciales para la estabilidad y cohesión de sus
sociedades. Este enfoque, aunque controvertido en algunos sectores, subraya el
interés de estos países por resistir lo que perciben como una imposición
cultural de Occidente, en línea con la agenda multipolar de reafirmación de las
tradiciones y la autonomía cultural.
El sentido de justicia que
subyace en el mundo multipolar puede comprenderse a través del concepto de justicia
como copertenencia, que parte de la interdependencia intrínseca entre las
naciones y comunidades dentro del orden universal. Esta idea trasciende los
marcos individuales o utilitarios, proponiendo un horizonte ético donde las
diferencias culturales, políticas y económicas se integren en un marco de
respeto mutuo y reconocimiento de la dignidad intrínseca de todas las partes.
Fundada en el realismo metafísico, que afirma la existencia de una
realidad objetiva independiente de las construcciones subjetivas, esta justicia
como copertenencia reconoce verdades universales como principios inherentes al
ser. En este marco, los actores globales no solo cooperan por intereses
prácticos, sino que se comprometen con valores trascendentales, como la equidad
y la verdad, fundamentales para una coexistencia digna y justa.
A este marco puede
integrarse la propuesta del salario ciudadano, defendida por autores
como Philippe Van Parijs, quien lo plantea como una herramienta para
garantizar una base económica mínima para todos los ciudadanos, promoviendo la
igualdad y la libertad individual. Sin embargo, desde una perspectiva
trascendentalista, la renta básica universal enfrenta una limitación crucial:
sin un cambio profundo en la metafísica de la civilización mundial,
corre el riesgo de ser meramente utilitaria. La desconexión ontológica y el
materialismo imperante impiden que esta medida alcance su verdadero potencial
como mecanismo de justicia, por lo que sería necesario integrarla dentro de un
orden ético universal basado en la dignidad humana y la trascendencia.
Autores como John
Mearsheimer, en The Tragedy of Great Power Politics, resaltan los
peligros inherentes al conflicto de poder entre grandes naciones en la búsqueda
de un equilibrio global. Aunque Mearsheimer se centra en la dimensión
estratégica y geopolítica, su análisis permanece limitado al no explorar cómo
los valores trascendentales podrían mitigar estos conflictos. Por otro lado, Immanuel
Wallerstein, con su teoría del sistema mundo, analiza la dinámica de poder a través
de la estructura económica
global. Sin embargo,
Wallerstein no conecta su enfoque con la dimensión ética y trascendental
necesaria para construir un mundo verdaderamente multipolar basado en la
justicia.
Samuel Huntington, en El choque de
civilizaciones, aborda el potencial de conflictos culturales en un mundo
multipolar, pero su visión se queda corta al no incorporar cómo la ética
trascendental y la justicia como copertenencia podrían actuar como puentes para
superar estas divisiones. Finalmente, Alexander Dugin, en La cuarta
teoría política, propone un multipolarismo ideológico en oposición al
globalismo occidental, pero su análisis carece de una dimensión que conecte
este multipolarismo con valores trascendentales universales que trasciendan las
dinámicas ideológicas.
En
este contexto, Eduardo Olier, en La debacle de Occidente: Las guerras
del siglo XXI, analiza la decadencia de Occidente desde la perspectiva de
la racionalidad pragmática de Estados Unidos, argumentando que esta lógica ha
erosionado los valores éticos y culturales que alguna vez sustentaron su
hegemonía global. Aunque su crítica es incisiva, resulta limitada al no
reconocer que el nihilismo cultural está profundamente arraigado en
Europa, como quedó demostrado durante el segundo mandato de Trump, cuando las
dinámicas culturales y políticas europeas evidenciaron una desconexión con
valores trascendentales. De ahí que su agenda ideológica esté estrechamente
vinculado a la cultura de la muerte: eutanasia, eugenesia, libre consumo
de drogas, matrimonio homosexual, disolución de la familiar nuclear,
transhumanismo. Este nihilismo cultural es poder tanatocrático o
necropolítica. facilita el resurgir de otras
civilizaciones, como la
china, islámica, ortodoxa ruso-eslava, hindú y oriental, que han encontrado en
el mundo multipolar una oportunidad para reafirmar sus identidades y valores
frente a la decadencia occidental.
De ahí también que exista
una estrecha relación entre nihilismo y guerra termonuclear. Guerra nuclear
y nihilismo cultural se corresponden de manera profunda y raigal. Lo cual lo
encarna el Occidente anticristiano y luciferino, que ha desmalignizado el mal y
ha malignizado el bien.
Este un tema
profundo y cargado de simbolismo. La relación entre el nihilismo cultural y los
conflictos globales, como la guerra nuclear, puede interpretarse como una
reflexión sobre la pérdida de valores universales y el impacto de ideologías
extremas. La percepción de "desmalignizar el mal" y "malignizar
el bien" señala una inversión de valores que se asocia con la modernidad o
con ciertas corrientes culturales.
Las corrientes
culturales modernas y posmodernas abarcan una amplia diversidad de enfoques y
movimientos nihilistas que reflejan los cambios sociales, tecnológicos y
filosóficos del mundo contemporáneo. Aquí algunas de las ellas:
Postmodernismo: Cuestiona las narrativas
absolutas y promueve una visión subjetiva y pluralista de la realidad,
desafiando las estructuras tradicionales.
Globalización cultural: Integra elementos de
distintas culturas a través de la tecnología y el comercio, creando un
intercambio dinámico, pero también desafíos a las identidades locales.
Cultura de la Inclusión: Fomenta el respeto y la
representación de grupos diversos de tendencia antinatural, encubiertos bajo
ideales de equidad, diversidad y derechos humanos.
Ecologismo y sostenibilidad: Propone una relación más
responsable y armónica con el medio ambiente, impulsando prácticas como el
consumo consciente y las energías renovables.
Tecnocultura: Influenciada por la
digitalización y la tecnología, afecta nuestra forma de comunicar, aprender, y
hasta expresar arte. Genera mentes superficiales.
Consumismo y cultura pop: Se centra en la
influencia de los mercados y medios masivos en la construcción de tendencias,
estilos y comportamientos sociales. Pura manipulación mercantil.
Cultura del activismo: Genera movimientos
sociales y políticos que buscan cambios en temas como justicia social, género,
medio ambiente y derechos civiles, pero que en el fondo defienden una agenda
antinatural.
Neotribalismo: Busca una conexión más
personal y comunitaria en contraposición a la alienación de las ciudades
modernas. Disocia el tejido social llegando hasta un extremo solipsista.
Transhumanismo: Explora el uso de la
tecnología y la ciencia para extender y transformar las capacidades humanas,
pero que en el fondo está al servicio de las élites corporativas.
Estética y contracultura: Movimientos que desafían
los cánones estéticos tradicionales, como el minimalismo, el arte urbano o la
cultura underground, donde lo horrible y el neobrutalismo se impone sobre el
buen gusto y educado.
Ahora bien, si
nos preguntamos por las razones en que el nihilismo y la guerra nuclear están
estrechamente unidos podemos mencionar:
Pérdida de sentido y
propósito: Al
rechazar valores tradicionales, las personas pueden sentirse desorientadas,
carentes de un propósito que las guíe en su vida.
Desintegración de la
comunidad: Cuando
no hay un conjunto de valores compartidos, las conexiones entre individuos
dentro de una sociedad pueden debilitarse o romperse.
Relativismo extremo: En ausencia de una noción
clara de lo que es bueno o malo, las decisiones éticas y morales pueden
volverse completamente subjetivas, lo que genera confusión y conflictos.
Erosión de la confianza
institucional: Las instituciones tradicionales, como las religiosas o educativas,
pueden verse debilitadas al ser consideradas irrelevantes, lo que deja un vacío
difícil de llenar.
Materialismo desenfrenado: Sin una dimensión
espiritual o ética, puede surgir un enfoque excesivo en el
consumo y los bienes
materiales como fuentes de satisfacción.
Pérdida de responsabilidad
colectiva: La
desconexión de ideales compartidos puede debilitar el sentido de
responsabilidad hacia los demás y hacia el bien común.
Impacto en la creatividad y
el arte: Aunque
el nihilismo puede inspirar cuestionamiento, la falta de valores puede limitar
el compromiso emocional profundo que impulsa a muchas expresiones artísticas.
Vacío emocional: Una visión que rechaza el
sentido puede conducir a un aumento de sentimientos como la desesperación, la
soledad y la ansiedad existencial.
Impotencia ante la
adversidad: Sin un
sistema de creencias sólido, enfrentar desafíos puede resultar abrumador y la
resiliencia puede disminuir.
Deshumanización progresiva: Al negar valores
esenciales, las interacciones humanas podrían volverse más frías y pragmáticas,
perdiendo la empatía que las caracteriza.
De este modo se
comprende la retórica irresponsable de un Macron, que planea extender las
bombas nucleares francesas a Europa, y las diversas declaraciones de líderes
ingleses de devolver a Ucrania su potencial atómico. Palabras que después
retrucarían en su veleidoso espíritu posmoderno.
Lo cual
sencillamente demuestra cómo se corresponde la cultura nihilista del Occidente
luciferino y anticristiano con la estrategia de desatar una guerra
termonuclear.
Lo cual no resulta insólito en mentes enfermas que llaman al bien
“mal” y al mal “bien”. No hay duda que costará mucho contrarrestar estas
tendencias deshumanizantes y antinaturales de la historia, porque se les ha
permitido crecer demasiado y penetrar en instituciones. Lo cual ha quedado
evidenciado en las marchas multitudinarias contra Trump en diversas ciudades
estadounidenses. Pero al final el verdadero Bien vencerá y el Mal será
desalojado de la historia, si no es por mano humana será por mano divina.
El mundo multipolar es una
alternativa justa y digna porque busca equilibrar el poder global respetando la
diversidad cultural, la autonomía de las civilizaciones y la dignidad humana.
Desde la teoética, este modelo reivindica un horizonte trascendental que
conecta las relaciones internacionales con principios éticos universales como
la justicia y la equidad, superando la deshumanización inherente al
hiperimperialismo digital. Frente al dataísmo, que subordina la
humanidad a la lógica algorítmica y la acumulación de datos, el multipolarismo
plantea un orden más humano, donde la técnica esté subordinada al ser y la
copertenencia guíe el uso de la tecnología hacia el bien común.
En el contexto del mundo
multipolar, la teoética y el dataísmo se presentan como marcos en
tensión, pero profundamente relevantes para comprender y moldear el futuro
global. Mientras que la teoética establece un horizonte trascendental que sitúa
al ser humano como fin último y orienta la técnica hacia principios universales
como la justicia, la equidad y la dignidad, el dataísmo, con su énfasis en los
datos y los algoritmos como reguladores supremos, tiende a deshumanizar las
relaciones y priorizar la eficiencia técnica sobre los valores éticos. El mundo
multipolar, al proponer un equilibrio entre civilizaciones y una redistribución
justa del poder, tiene el potencial de reconciliar estos marcos al subordinar
el uso de la tecnología a un propósito trascendental. De este modo, se plantea
un modelo donde los datos y los algoritmos, en lugar de dominar al ser humano,
sean herramientas al servicio de la dignidad y la copertenencia, uniendo el
potencial técnico del dataísmo con la guía ética y espiritual de la teoética
para construir un orden global verdaderamente justo y humano.
El
mundo multipolar, como un tapiz tejido por las manos diversas de las
civilizaciones, representa un horizonte donde la técnica ya no reina como un
ídolo vacío, sino que se inclina ante la trascendencia. Es un faro que invita a
las naciones a salir de la sombra del nihilismo y navegar hacia una justicia
que no domina, sino que cobija; un orden donde la humanidad deja de ser
engranaje de algoritmos para recuperar su esencia como chispa de lo eterno. En
este equilibrio, la diversidad no divide, sino que armoniza en una sinfonía
global de dignidad compartida. En el contexto del mundo multipolar, la
teoética y el dataísmo se presentan como marcos en tensión, pero profundamente
relevantes para comprender y moldear el futuro global. Mientras que la teoética
establece un horizonte trascendental que sitúa al ser humano como fin último y
orienta la técnica hacia principios universales como la justicia, la equidad y
la dignidad, el dataísmo, con su énfasis en los datos y los algoritmos como
reguladores supremos, tiende a deshumanizar las relaciones y priorizar la
eficiencia técnica sobre los valores éticos. El mundo multipolar, al proponer
un equilibrio entre civilizaciones y una redistribución justa del poder, tiene
el potencial de reconciliar estos marcos al subordinar el uso de la tecnología
a un propósito trascendental. De este modo, se plantea un modelo donde los
datos y los algoritmos, en lugar de dominar al ser humano, sean herramientas al
servicio de la dignidad y la copertenencia, uniendo el potencial técnico del
dataísmo con la guía ética y espiritual de la teoética para construir un orden
global verdaderamente justo y humano.
El mundo
multipolar, como un tapiz tejido por las manos diversas de las civilizaciones,
representa un horizonte donde la técnica ya no reina como un ídolo vacío, sino
que se inclina ante la trascendencia. Es un faro que invita a las naciones a
salir de la sombra del nihilismo y navegar hacia una justicia que no domina,
sino que cobija; un orden donde la humanidad deja de ser engranaje de
algoritmos para recuperar su esencia como chispa de lo eterno. En este
equilibrio, la diversidad no divide, sino que armoniza en una sinfonía global
de dignidad compartida.
El mundo
multipolar surge como una respuesta al hiperimperialismo digital, un espacio
donde la técnica y la trascendencia pueden converger en un propósito común.
Este final no busca clausurar una idea, sino abrir un horizonte: una
civilización que trascienda la lógica del dominio de los algoritmos y encuentre
en la diversidad cultural un motor para el equilibrio global. Aquí, el progreso
técnico se somete a los principios éticos más profundos, cultivando un orden
donde los datos dejan de ser meros instrumentos de poder y se transforman en
semillas de justicia y dignidad. Así, el mundo multipolar no es solo un
contrapeso político, sino una invitación a construir una humanidad que, lejos
de esclavizarse ante la técnica, se redescubre como portadora de un propósito
eterno y compartido.
De este
modo, el capítulo cierra sobre una reflexión esencial: el mundo multipolar no
se establece como un fin en sí mismo, sino como un llamado filosófico y
metafísico que invita a las civilizaciones a trascender la deshumanización
del hiperimperialismo digital y a erigir una nueva era donde el progreso
técnico y el espíritu humano se integren en una auténtica sinfonía de dignidad
y justicia universales. Este capítulo, dedicado a
la Geopolítica del hiperimperialismo digital, se aborda cómo la concentración
del poder técnico y la dominación algorítmica han reconfigurado las relaciones
internacionales y sociales. En este marco, el mundo multipolar surge como una
posibilidad para enfrentar esta crisis, promoviendo un equilibrio entre
civilizaciones y la redistribución justa del poder. Sin embargo, los desafíos
éticos, políticos y trascendentales que plantea este fenómeno requieren una
reflexión que integre diversas perspectivas.
El diálogo ficticio
Kant: Señores, el
hiperimperialismo digital, en su afán de concentración de poder, es
incompatible con los principios éticos necesarios para garantizar la libertad y
la dignidad humanas. Mi visión de la paz perpetua establece que la construcción
de un orden internacional justo debe basarse en la cooperación entre los
estados y el respeto por los derechos individuales. Si la técnica digital no se
subordina a leyes universales que promuevan la paz y la autonomía, el mundo
quedará atrapado en un conflicto perpetuo. Hegel, ¿cómo ves esta cuestión desde
tu perspectiva histórica?
Hegel: Kant, tus principios son
admirables, pero demasiado idealistas. La historia es un proceso dialéctico, un
constante enfrentamiento de opuestos que lleva al progreso del espíritu. El
hiperimperialismo digital, aunque
alarmante, no debe ser
rechazado sin más. Es una
etapa en la evolución del espíritu humano, un desafío que permitirá
eventualmente una síntesis más elevada. Marx, ¿no estás de acuerdo en que esta
etapa histórica prepara el terreno para una transformación social radical?
Marx: Hegel, aunque reconozco tu
dialéctica, insisto en que el progreso no ocurre de manera abstracta. El
hiperimperialismo digital es una manifestación del capitalismo en su forma más
avanzada, una herramienta para perpetuar la explotación global. La lucha de
clases es el motor real del cambio histórico, y los datos y algoritmos son
ahora los nuevos medios de producción. Lenin, ¿cómo propones que enfrentemos
este desafío desde una perspectiva revolucionaria?
Lenin: Marx, estoy contigo en que
la revolución es indispensable. Sin embargo, el contexto del mundo multipolar
exige una estrategia diferente. Debemos coordinar movimientos internacionales
que enfrenten el dominio de las corporaciones y potencias digitales, mientras
promovemos la autodeterminación de los pueblos. Kant, tu idea de la paz
perpetua puede ser útil si se transforma en un marco ético para que los estados
multipolares cooperen contra la concentración de poder. Maritain, desde tu
enfoque trascendental, ¿cómo conectarías la dignidad humana con esta lucha?
Maritain: Lenin, Marx, respeto la
importancia de la acción política, pero temo que una revolución basada solo en
el materialismo ignore lo esencial: la dignidad humana como reflejo de su
dimensión espiritual. Mi propuesta es que la técnica y la geopolítica sean guiadas
por principios trascendentales que reconozcan la centralidad del ser humano en
relación con lo divino. Kant, tu paz perpetua puede ser enriquecida si
incorpora una ética que vincule la justicia política con los valores
trascendentales.
Teoética: Permítanme intervenir. Es
evidente que el hiperimperialismo digital desafía no solo las estructuras
políticas y económicas, sino también las éticas y espirituales. Kant, tu paz
perpetua ofrece un marco necesario, pero debe incorporar una reflexión sobre
cómo la técnica puede ser orientada hacia fines
trascendentes y éticos.
Hegel, tu dialéctica subraya el movimiento histórico, pero la Teoética propone
que este movimiento necesita principios orientadores basados en la dignidad
humana y la trascendencia. Marx y Lenin, sus análisis del capitalismo son cruciales,
pero la técnica no puede ser simplemente instrumentalizada por una revolución;
necesita ser subordinada a valores que trasciendan el materialismo. Maritain,
tu énfasis en la dimensión espiritual es un llamado importante, y creo que la
Teoética puede actuar como puente entre la política, la ética y la
trascendencia.
Kant: Teoética, reconozco el
valor de tu propuesta para enriquecer la paz perpetua con principios
trascendentales. ¿Cómo planeas que los valores universales se traduzcan en
acción concreta en un mundo multipolar?
Teoética: Kant, los valores
universales deben ser el eje de un pacto ético entre los estados multipolares,
que garantice que la técnica se utilice para promover la justicia global y el
bienestar humano. Lenin, tu estrategia revolucionaria puede integrarse con esta
ética, siempre que las alianzas internacionales respeten la dignidad
trascendental del ser humano. Maritain, tu orientación hacia lo divino aporta
una profundidad necesaria para que estas políticas no se limiten al
pragmatismo. Hegel, la dialéctica histórica puede encontrar en la Teoética un
principio ético que guíe la evolución del espíritu hacia la reconciliación
entre técnica y trascendencia.
Hegel: Teoética, tu enfoque es
interesante, aunque arriesga caer en una abstracción ética. Sin embargo, veo
potencial en tu propuesta para equilibrar el movimiento histórico con
principios universales. Tal vez el mundo multipolar pueda ser el escenario
donde estas tensiones encuentren resolución.
Marx: No estoy convencido,
Teoética, de que los valores trascendentales sean suficientes para transformar
las estructuras del capitalismo. Pero admito que tu marco ético podría ser útil
para movilizar una conciencia global que enfrente el hiperimperialismo digital.
Lenin: Marx, estoy de acuerdo en
que la revolución debe ser el motor, pero la Teoética ofrece una dimensión
ética que podría fortalecer nuestra lucha. Teoética, si puedes vincular la
ética trascendental con estrategias prácticas, tal vez encuentres un aliado en
el movimiento revolucionario.
Maritain: Teoética, tu visión es
esperanzadora. Creo que podemos trabajar juntos para devolverle a la técnica y
la política su orientación hacia el ser humano como criatura trascendental.
Este diálogo confirma la necesidad de integrar nuestras perspectivas para enfrentar
los retos actuales.
Teoética: Señores, este diálogo
refleja la riqueza del pensamiento humano. La técnica, la revolución, la paz y
la trascendencia no deben estar en oposición, sino en diálogo. Solo mediante la
integración de estas dimensiones podremos construir un mundo multipolar que
respete la dignidad humana y recupere el sentido perdido.
Cuadro Comparativo: La Teoética y las Principales Propuestas Éticas
|
|
|
Fundamento
|
Principios trascendentales vinculados a lo divino y la dignidad
ontológica del ser humano.
|
Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Precisión lógica y
lingüística para abordar dilemas éticos. Ética Axiológica (Scheler y
Hartmann): Jerarquía objetiva de valores experimentados, orientados hacia
lo superior. Ética Existencialista: Centrada en la libertad y
responsabilidad personal. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls):
Basada en procedimientos racionales para la toma de decisiones. Ética
Sustancialista (Sandel, Walzer y Taylor): Fundada en principios objetivos
y universales que reflejan valores comunitarios y culturales compartidos. Ética
de la Alteridad: Enfatiza la relación ética con el "Otro". Ética
de la Responsabilidad (Jonas): Basada en la responsabilidad ante las
consecuencias futuras. Ética Pragmática (Rorty): Se adapta a las
circunstancias y busca soluciones prácticas. Ética Débil (Vattimo):
Basada en el "pensamiento débil", rechaza dogmas y verdades
absolutas, favoreciendo interpretaciones abiertas.
|
Relación con la técnica
|
Subordina la técnica al servicio del bien común y lo trascendental;
integra ética y técnica.
|
Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Evalúa cómo los dilemas
técnicos pueden ser analizados racionalmente. Ética Axiológica (Scheler y
Hartmann): Considera el impacto técnico según los valores superiores. Ética
Existencialista: Relaciona la técnica con la autonomía individual. Ética
Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Examina la técnica dentro de
marcos racionales y deliberativos. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y
Taylor): Examina cómo la técnica puede reflejar los valores y bienes
comunes de una comunidad. Ética de la Alteridad: Pregunta cómo la
técnica afecta al "Otro". Ética de la Responsabilidad (Jonas):
Enfatiza el impacto técnico en generaciones futuras. Ética Pragmática
(Rorty): Optimiza la técnica en función de resultados inmediatos. Ética
Débil (Vattimo): Tiende a relativizar el papel de la técnica, evitando
imponer valores absolutos.
|
Orientación trascendental
|
Central; conecta al ser humano con lo eterno para guiar la técnica y
la política.
|
Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): No trascendental, basada
en precisión lógica. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Implícita
en valores superiores. Ética Existencialista: Relación subjetiva con
valores trascendentales. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls):
Limitada por la racionalidad técnica. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer
y Taylor): Reconexión explícita con valores culturales y comunitarios que
pueden
implicar referencias trascendentes. Ética de la Alteridad:
Reconoce lo trascendental en la relación con el "Otro". Ética de
la Responsabilidad (Jonas): Relación indirecta con lo trascendente
mediante responsabilidad ética. Ética Pragmática (Rorty): Rechaza lo
trascendental, prioriza resultados. Ética Débil (Vattimo): Rechaza la
trascendencia como fundamento absoluto, proponiendo horizontes
interpretativos flexibles.
|
Impacto político-social
|
Propuesta global para resistir el hiperimperialismo digital; centrada
en dignidad y justicia.
|
Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Fomenta claridad en
debates sociales. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Promueve
valores sociales jerarquizados. Ética Existencialista: Centra la
responsabilidad individual en la política. Ética Procedimental (Apel,
Habermas y Rawls): Busca consensos racionales. Ética Sustancialista
(Sandel, Walzer y
Taylor): Propone políticas basadas en valores comunitarios, respetando la
diversidad cultural y los bienes comunes. Ética de la Alteridad:
Construcción de relaciones políticas basadas en el respeto mutuo. Ética de
la Responsabilidad (Jonas): Promueve decisiones políticas sostenibles. Ética
Pragmática (Rorty): Favorece soluciones contingentes y prácticas. Ética
Débil (Vattimo): Propone una política centrada en la pluralidad y el
respeto a la diversidad, evitando posturas absolutistas.
|
Críticas principales
|
Puede ser vista como idealista o dependiente de principios religiosos.
|
Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Riesgo de reduccionismo
lógico. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Subjetividad en la
jerarquía de valores. Ética Existencialista: Posibilidad de
relativismo extremo. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls):
Falta de principios sustantivos. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y
Taylor): Puede ser vista como dependiente de contextos culturales
específicos, dificultando su universalidad. Ética de la Alteridad:
Enfoque limitado a relaciones personales. Ética de la Responsabilidad
(Jonas): Dificultades para predecir todas las consecuencias. Ética
Pragmática (Rorty): Riesgo de superficialidad ética. Ética Débil
(Vattimo): Puede interpretarse como excesivamente relativista y
desprovista de dirección normativa.
|
Cuadro: Principales Objeciones a la Teoética
y sus Respuestas
Objeción
|
Respuesta desde la
Teoética
|
1. La Teoética es demasiado idealista y desconectada de la realidad
práctica.
|
La Teoética no busca imponer un marco rígido e inalcanzable, sino
ofrecer un horizonte ético trascendental que guíe las decisiones prácticas.
Su enfoque es integrar principios eternos con soluciones concretas para
problemas contemporáneos como el Dataísmo y el hiperimperialismo digital.
|
2. Depende de una base religiosa que puede no ser universalmente
aceptada.
|
Aunque la Teoética reconoce una dimensión trascendental vinculada a lo
divino, su propuesta se centra en principios universales como la dignidad
humana, la justicia y la equidad, que pueden ser adoptados independientemente
de creencias religiosas específicas.
|
3. Su vinculación con la trascendencia puede ser percibida como
incompatible con una visión secular del mundo.
|
La Teoética no se opone a las perspectivas seculares, sino que
complementa enfoques éticos existentes al recuperar la trascendencia como
guía para los desafíos técnicos y éticos. Esta visión no excluye a quienes
valoran la autonomía humana y los principios racionales.
|
4. No ofrece directrices concretas para su aplicación en contextos
políticos o tecnológicos.
|
La Teoética propone subordinar la técnica y la política a valores
trascendentales como la dignidad y el bien común. Además, aboga por una ética
aplicada que adapte sus principios a contextos específicos, promoviendo el
diálogo entre actores globales y locales.
|
5. Puede interpretarse como incompatible con el progreso técnico y
científico.
|
La Teoética no rechaza el progreso técnico, sino que busca alinearlo
con propósitos éticos y trascendentales. Propone que la técnica sirva al ser
humano y no al revés, asegurando que el avance no conduzca a la
deshumanización.
|
6. Su implementación podría ser vista como utópica en un mundo marcado
por intereses políticos y económicos.
|
Si bien la Teoética tiene una dimensión ideal, su objetivo es actuar
como brújula ética en lugar de imponer soluciones absolutas. Su marco puede
inspirar reformas prácticas que promuevan la justicia y la dignidad en
sistemas políticos y económicos.
|
7. Podría ser acusada de paternalismo al intentar "orientar"
la técnica hacia valores trascendentales.
|
La Teoética no pretende imponer un control paternalista, sino invitar
a una reflexión ética sobre la técnica que involucre a todos los actores
sociales. Su propuesta es inclusiva y busca consenso en torno a la
centralidad de la dignidad humana.
|
Conclusión
Desafíos ontológicos,
éticos y geopolíticos de la modernidad inmanentista
La modernidad inmanentista
ha dado forma a un paradigma donde el ser humano se encuentra atrapado en un
marco cerrado de inmanencia, desconectado de cualquier referencia
trascendental. En el plano ontológico, esta desconexión ha generado el olvido
del ser, reduciendo la existencia a lo material y utilitario, y
fragmentando la relación del ser humano con su fundamento último. Esto ha
derivado en una crisis de sentido, donde el ser humano ha quedado desprovisto
de orientación hacia lo eterno, sumido en un vacío existencial que abre paso a
lo que se podría denominar como una anarquía ontológica.
En el ámbito ético, el
nihilismo cultural característico de la modernidad inmanentista ha erosionado
los valores absolutos, sustituyéndolos por perspectivas relativistas y
utilitarias que subordinan lo bueno a lo conveniente. Esta desorientación ha
socavado los principios universales que antes sostenían las relaciones humanas,
dando lugar a una anarquía moral, donde la dignidad humana se reduce a
una construcción funcional, y las decisiones éticas responden exclusivamente a
intereses contingentes y materialistas.
Finalmente, en el plano
geopolítico, la modernidad inmanentista ha consolidado un orden global dominado
por la técnica y la instrumentalización. El hiperimperialismo digital y
la expansión del dataísmo han deshumanizado las relaciones
internacionales, estableciendo un sistema basado en el control algorítmico y la
hegemonía tecnológica, desconectado de principios éticos trascendentales. Este
contexto ha facilitado el resurgir de tensiones culturales y conflictos entre
civilizaciones, mientras que el nihilismo cultural en Occidente debilita sus
fundamentos internos y promueve su decadencia frente al ascenso de
civilizaciones como la china, islámica, ortodoxa ruso-eslava, hindú y oriental.
La conjunción de estos
desafíos ontológicos, éticos y geopolíticos no solo refleja la profundidad de
la crisis de la modernidad inmanentista, sino que también evidencia la urgencia
de un cambio paradigmático que permita superar la fragmentación y deshumanización
actuales, ofreciendo una alternativa orientada hacia principios más elevados.
Importancia del giro
metafísico trascendentalista para restaurar la dignidad humana y el ser en su
orientación hacia lo eterno
El giro metafísico
trascendentalista se presenta como una respuesta crucial frente a la crisis
generada por la modernidad inmanentista, que ha reducido al ser humano a su
dimensión material y funcional, despojándolo de su relación con lo eterno. Esta
desconexión ha generado una profunda pérdida de sentido, fragmentando la
dignidad humana y subordinando al individuo a dinámicas utilitarias,
tecnológicas y nihilistas. Para superar esta situación, es imprescindible
recuperar una visión que reconecte al ser con su fundamento trascendental,
permitiéndole reorientarse hacia valores universales y absolutos que
trasciendan la contingencia de lo inmediato.
El giro trascendentalista
reconoce que la dignidad humana no puede ser reconstruida desde las mismas
estructuras que la han erosionado. En lugar de buscar soluciones pragmáticas y
parciales, propone un replanteamiento ontológico que sitúe al ser humano en el
centro de un orden metafísico conectado con lo eterno. Este enfoque permite
superar la fragmentación ética y ontológica mediante la afirmación de
principios universales como la justicia, la verdad y la equidad, que no solo
guían las relaciones humanas, sino que también ofrecen un horizonte de sentido
para la existencia individual y colectiva.
Además, este giro aporta
una solución frente al hiperimperialismo digital y el dataísmo, al subordinar
la técnica y los datos a un propósito trascendental que priorice la dignidad
humana. En lugar de permitir que la técnica domine al ser humano como herramienta
de control, el giro metafísico propone que la tecnología sea orientada hacia el
bien común, reconociendo al ser humano como fin último y no como recurso
técnico.
Este cambio de perspectiva
es esencial para construir un orden global donde las relaciones
internacionales, económicas y culturales no estén basadas en la dominación,
sino en la armonización y la copertenencia.
El giro trascendentalista,
en su esencia, es un llamado a restaurar el equilibrio perdido entre el ser
humano y su fundamento metafísico. Es un camino hacia la reconexión
con lo eterno, donde la
dignidad deja de ser una construcción contingente y vuelve a ser un reflejo de
lo absoluto. Al reencontrar esta orientación trascendental, las sociedades
pueden superar el nihilismo cultural y recuperar su capacidad para imaginar y
construir un mundo más justo, digno y humano, guiado por principios que
trasciendan las fronteras de la materialidad y la utilidad.
El
encuentro entre la teoética y el dataísmo puede compararse con dos corrientes
que convergen en el vasto océano de la existencia humana. La teoética, como un
río que fluye desde las alturas de lo eterno, lleva consigo el agua pura de los
valores absolutos, principios universales que dan sentido y dignidad al ser
humano. El dataísmo, por su parte, como un torrente vigoroso nacido de los
valles de la técnica, aporta la potencia transformadora de los algoritmos y los
datos. Sin embargo, cuando estos flujos se cruzan sin dirección ética, corren
el riesgo de desbordarse y ahogar el significado.
Es
solo bajo un horizonte trascendental, donde la teoética se erige como guía y el
dataísmo como instrumento, que estas corrientes se encuentran en armonía,
nutriendo un océano donde el ser humano no es una pieza utilitaria, sino el
reflejo luminoso de lo eterno. Aquí, la técnica no es ídolo ni tirano, sino el
servidor humilde de una verdad que trasciende lo contingente. Este es el mar
donde la humanidad puede navegar hacia un destino digno y justo.
MODERNIDAD LÍQUIDA
Concepto de Zygmunt Bauman
que describe la volatilidad y la falta de estructuras sólidas en las relaciones
y valores sociales contemporáneos.
GLOSARIO
Filosofía y Ontología
ALTERIDAD
Concepto desarrollado por
Emmanuel Levinas que enfatiza la relación ética con "el Otro",
reconociendo su diferencia como base para la responsabilidad moral.
ANARQUÍA ONTOLÓGICA
Estado donde el ser y las
categorías fundamentales de la existencia carecen de un orden estructurado,
promoviendo una multiplicidad de perspectivas fragmentadas sobre la realidad.
ANARQUÍA EPISTÉMICA
Rechazo de cualquier
jerarquía o principio absoluto en el conocimiento, permitiendo una pluralidad
ilimitada de enfoques y relativismo extremo.
ANARQUÍA ÉTICA
Ausencia de principios
morales universales, dejando las decisiones éticas en manos de intereses
subjetivos y contingentes, lo que puede resultar en arbitrariedad moral.
ANTIETERNALISTA
Posición propia de la
modernidad que rechaza la noción de eternidad como principio metafísico,
destacando la temporalidad y la finitud como aspectos definitorios de la
realidad.
CRISIS ONTOLÓGICA
Desafío filosófico que
surge ante el "olvido del ser" y la fragmentación de las estructuras
ontológicas, típicas de la modernidad.
EXISTENCIALISMO
Corriente filosófica que
resalta la libertad, la responsabilidad y la búsqueda de sentido en un universo
sin significado intrínseco.
INMANENTISMO
Doctrina que sostiene que
los valores y realidades están limitados al mundo sensible y material,
rechazando cualquier noción trascendental.
NEOBRUTALISMO METAFÍSICO
Concepto
propuesto en mi obra Neobrutalismo, donde se alude a una visión del
mundo donde la realidad es reducida a lo puramente funcional, pragmático y
calculable, eliminando cualquier dimensión trascendental o espiritual. En este
contexto, el "neobrutalismo" reflejaría una actitud que deshumaniza
al ser humano, subordinándolo a la lógica técnica y a los flujos de datos,
mientras que lo "metafísico" señalaría la ausencia de un fundamento
ontológico o trascendental que oriente la existencia.
ONTOLOGÍA
Rama de la filosofía que
estudia el ser y sus propiedades fundamentales. Aborda preguntas como
"¿Qué es el ser?" y "¿Qué estructuras conforman la
realidad?".
ONTOLOGÍA DE LA GEOPOLÍTICA
Estudio filosófico de las
dinámicas de poder, territorialidad e identidad en el orden global, explorando
sus fundamentos ontológicos.
TEOÉTICA
Enfoque ético que une la
reflexión filosófica con principios trascendentales y religiosos, buscando
valores universales para guiar la acción humana.
TRASCENDENCIA
Concepto que describe
aquello que supera los límites de lo material y conecta al ser humano con una
dimensión eterna o absoluta.
TRASCENDENCIA EN LA INMANENCIA
Idea que busca reconciliar
la espiritualidad y lo trascendental dentro de la realidad concreta y sensible.
Trascendencia
trascendental: Relación entre lo trascendental y las condiciones inherentes que
permiten la experiencia y el conocimiento humano.
TRASCENDENTALISMO
Corriente filosófica que
postula principios que trascienden la experiencia sensible, conectando al ser
humano con una dimensión superior.
Sociedad y Cultura
ANETISMO
Redefinición filosófica propuesta
en mi obra El Imperio Posmoderno del Hombre anético de las relaciones
sociales bajo el dominio de redes digitales, donde la interacción humana se
transforma a través de conexiones virtuales.
CIBERCRACIA DESHUMANIZADA
Idea propuesta por Flores
Quelopana sobre el sistema político basado en tecnologías digitales, donde las
decisiones se toman por algoritmos, excluyendo valores éticos y la intervención
humana.
CIBER DEUS
Idea propuesta por mí en mi
libro que lleva el mismo nombre y que trata sobre el símbolo del poder absoluto
atribuido a las tecnologías digitales y los algoritmos en la toma de decisiones
humanas.
CRISIS CULTURAL
Fenómeno de pérdida o
transformación de valores fundamentales que dan sentido y cohesión a una
cultura.
HIPERIMPERIALISMO DIGITAL
Dominio global ejercido por
corporaciones tecnológicas sobre datos e infraestructura digital, generando
desigualdad y dependencia.
MULTIPOLARISMO
Modelo geopolítico que
aboga por la distribución de poder en múltiples centros de influencia,
promoviendo diversidad cultural, política y económica.
NIHILISMO CULTURAL
Estado de crisis en el que
los valores absolutos y trascendentales se abandonan, dejando a la cultura sin
un fundamento ético o espiritual.
POSVERDAD
Fenómeno donde los hechos
objetivos son menos influyentes que las emociones y las creencias personales en
la formación de opiniones.
PROMETEO DIGITAL
Metáfora propuesta en mi
libro Prometeo Liquidado y Juicio Final sobre el impacto revolucionario
de las tecnologías modernas, que prometen progreso, pero también plantean
riesgos éticos.
Economía y Tecnología
CAPITALISMO DIGITAL
Sistema económico basado en
la acumulación y explotación de datos mediante plataformas tecnológicas,
impulsando desigualdades y control global.
DATAÍSMO
Ideología que afirma que
los datos y algoritmos son la base para comprender la realidad y tomar
decisiones, priorizando la técnica sobre lo humano.
PLATAFORMAS TECNOLÓGICAS
Infraestructura digital
utilizada por corporaciones para gestionar información, recursos y
comunicación, centralizando el poder económico.
--- Apocalipsis de la razón
burguesa.
IIPCIAL, Lima, 2022. Una exploración filosófica sobre las limitaciones y
contradicciones de la razón burguesa en la modernidad.
SOCIEDAD DEL CANSANCIO
Concepto de Byung-Chul Han
que explica el agotamiento emocional y físico generado por la obsesión con la
productividad en la modernidad.
Política y Geopolítica
GLOBALISMO
Ideología que busca
integrar y homogenizar políticamente las culturas y economías en un sistema
mundial unificado.
HIPERIMPERIALISMO
Concepto propuesto en mi
obra La Globalización del Hiperimperialismo que explica la fase superior
del capitalismo corporativo.
IMPERIO
Modelo supranacional de
poder global, definido por Hardt y Negri, que sustituye las soberanías
tradicionales por dinámicas económicas y culturales.
MUNDO MULTIPOLAR
Sistema internacional
caracterizado por la coexistencia de múltiples centros de poder global,
promoviendo diversidad y equilibrio geopolítico.
PODER TANATOCRÁTICO O NECROPOLÍTICA
Gobierno o sistema de poder
orientado hacia la destrucción de sus propios ciudadanos, ya sea mediante
políticas que dificultan el progreso o que conducen directamente a la
devastación.
Bibliografía
Recomendada
Filosofía y crisis cultural
Arendt, Hannah: La condición humana.
Editorial Paidós, 2018 (Original de 1958). Reflexiona sobre la alienación del
ser humano en relación con la técnica y la política en la era moderna.
Bauman, Zygmunt: Modernidad líquida.
Fondo de Cultura Económica, 2000. Aborda la fluidez y volatilidad de las
estructuras sociales modernas, vinculadas a la pérdida de estabilidad y valores
sólidos.
Deleuze, Gilles: Mil mesetas:
Capitalismo y esquizofrenia. Editorial Pre-Textos, 2002 (Original de 1980,
junto a Félix Guattari). Introduce el concepto del rizoma como modelo
filosófico para comprender las complejas dinámicas sociales y políticas.
Derrida, Jacques: De la gramatología.
Siglo XXI Editores, 1971 (Original de 1967). Plantea el concepto de
"deconstrucción", desafiando las narrativas estructurales del
pensamiento occidental.
Fabro, Cornelio: Introducción al
existencialismo. Editorial Encuentro, 1996. Explora los fundamentos del
existencialismo y su conexión con las inquietudes trascendentales del ser
humano.
Ferraris, Maurizio: Posverdad.
Editorial Gedisa, 2017. Examina cómo el fenómeno de la posverdad afecta la
percepción de la verdad en el contexto contemporáneo.
Ferry, Luc: La
Revolucion del Amour. París, 2020, Editorial Pion.
Flores Quelopana, Gustavo: Contra el género.
IIPCIAL, Lima, 2023. Una crítica filosófica y antropológica al concepto de
género desde una perspectiva ética y trascendental.
--- Ciber Deus. IIPCIAL, Lima, 2024. Una
crítica filosófica de la IA.
--- Ontología de la Geopolítica. IIPCIAL, Lima, 2024. Una
crítica filosófica al concepto de geopolítica.
--- Sentido metafísico del
mundo multipolar. IIPCIAL, Lima, 2022. Reflexiona sobre los fundamentos metafísicos y
trascendentales que subyacen al concepto de multipolarismo.
--- Igualdad sin lágrimas.
Justicia como copertenencia. IIPCIAL, Lima, 2021. Plantea una nueva concepción de la justicia
basada en la copertenencia y el respeto a la dignidad humana.
Fromm, Erich: El arte de amar.
Paidós, 1956. Aborda la alienación emocional y propone una reconexión con la
autenticidad humana.
Heidegger, Martin: Ser y tiempo.
Editorial Trotta, 1997 (Original de 1927). Examina el "olvido del
ser" como una de las causas fundamentales de la crisis de la modernidad.
Jonas, Hans: El principio de
responsabilidad: Ensayo de una ética para la civilización tecnológica.
Herder, 1995 (Original de 1979). Plantea una ética basada en la responsabilidad
humana frente al impacto de la técnica en la existencia.
Levinas, Emmanuel: Totalidad e infinito:
Ensayo sobre la exterioridad. Ediciones Sígueme, 1995 (Original de 1961).
Propone una ética centrada en la relación con el "Otro" como núcleo
de la responsabilidad moral.
Marcuse, Herbert: El hombre
unidimensional. Editorial Ariel, 1964. Explora cómo la tecnificación de la
sociedad moderna ha reducido las libertades y la capacidad crítica del ser
humano.
Marx, Karl: El capital: Crítica de
la economía política. Siglo XXI Editores, 2000 (Original de 1867).
Fundamenta un análisis estructural de las relaciones económicas y su impacto en
las sociedades modernas.
Nietzsche, Friedrich: La genealogía de la
moral. Alianza Editorial, 2014 (Original de 1887). Critica los valores
morales tradicionales y explora las raíces del nihilismo en la modernidad.
Ortega y Gasset, José: La rebelión de las
masas. Editorial Espasa, 1930. Examina la influencia de las masas en la
política y la cultura, advirtiendo sobre los riesgos de la despersonalización.
Polo, Leonardo: Nominalismo, idealismo
y realismo. Editorial Rialp, 2017. Un análisis profundo de las corrientes
filosóficas fundamentales para comprender la crisis de la modernidad.
RENTA BÁSICA UNIVERSAL
Propuesta económica para
garantizar un ingreso mínimo a todos los ciudadanos, promoviendo igualdad y
libertad económica.
Quintanilla, Pablo: Autoconocimiento y
libertad. Fondo Editorial PUCP, Lima, 2024. Explora la relación entre el
conocimiento personal y la libertad desde una perspectiva filosófica.
Rorty, Richard: Contingencia, ironía y
solidaridad. Ediciones Paidós, 1991. Defiende un enfoque pragmatista en
contraste con las grandes narrativas filosóficas universales.
Stein, Edith: Ser finito y ser
eterno. Editorial Universidad de las Américas, 1999 (Original de 1936).
Vincula la fenomenología con la metafísica trascendental, recuperando un
horizonte ético superior.
Taylor, Charles: La ética de la
autenticidad. Editorial Paidós, 1996. Analiza las tensiones entre los
valores individuales y colectivos en el contexto moderno.
Tomás de Aquino: Suma Teológica.
Analiza la naturaleza del ser humano, las virtudes y su relación con Dios como
causa y fin último, ofreciendo un marco trascendental para comprender la ética
y la dignidad frente a las crisis modernas.
Max Scheler: El formalismo en la ética y
la ética material de los valores. Aborda
la objetividad de los valores y su jerarquización, destacando cómo los valores
superiores pueden orientar la acción humana en medio de las tensiones de la
modernidad.
Vattimo, Gianni: El fin de la
modernidad. Editorial Gedisa, 1996. Propone un "pensamiento
débil" como respuesta a la caída de las metanarrativas de la modernidad.
Weil, Simone: La gravedad y la
gracia. Editorial Trotta, 1999 (Original de 1947). Explora una visión ética
y espiritual que contrarresta las tendencias nihilistas de la modernidad.
Economía y tecnología
Han, Byung-Chul: La sociedad del
cansancio. Herder Editorial, 2010. Aborda los efectos de la tecnificación y
el exceso de productividad en el bienestar emocional y ontológico.
Srnicek, Nick: Plataformas: El
capitalismo en la era de la economía digital. Editorial Caja Negra, 2018.
Analiza el impacto del capitalismo digital y las plataformas tecnológicas en
las economías globales.
Van Parijs, Philippe: Real Freedom for All:
What (If Anything) Can Justify Capitalism? Oxford University Press, 1995.
Propone la renta básica universal como un mecanismo clave para promover la
justicia económica.
Geopolítica y orden mundial
Brzezinski, Zbigniew: El gran tablero
mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos.
Editorial Paidós, 1998. Analiza los desafíos estratégicos de Estados Unidos en
un contexto de creciente multipolarismo.
Chomsky, Noam: Hegemonía o
supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos. Editorial
Crítica, 2004. Critica las estrategias hegemónicas de Estados Unidos y su
impacto en las dinámicas globales.
Dugin, Alexander: La cuarta teoría
política. Arktos Media Ltd, 2012. Plantea un multipolarismo ideológico como
alternativa al globalismo occidental.
Hardt, Michael y Negri,
Antonio: Imperio.
Harvard University Press, 2000. Examina las dinámicas del poder supranacional
en la era global.
Kissinger, Henry: Diplomacy. Simon
& Schuster, 1994. Explora la historia de la diplomacia y las dinámicas del
equilibrio de poder global.
Mearsheimer, John: The Tragedy of Great
Power Politics. W.W. Norton & Company, 2001. Desarrolla el realismo
ofensivo y analiza los conflictos derivados de la lucha por la hegemonía.
Olier, Eduardo: La debacle de
Occidente: Las guerras del siglo XXI. Ediciones Deusto, 2016. Reflexiona
sobre el declive de Occidente frente al ascenso de civilizaciones alternativas.
Wallerstein, Immanuel: The Modern
World-System. Academic Press, 1974. Fundamenta la teoría del sistema-mundo
como un marco para comprender las desigualdades en el orden global.
INDICE
Prólogo
5
Introducción
9
Capítulo I: Ontología del Dataísmo y el Neobrutalismo Metafísico
13
Primer punto: El paradigma
moderno y sus raíces inmanentistas
Desconexión entre técnica y
trascendencia en la modernidad.
Crítica a enfoques
limitados como los de Rorty, Vattimo, Sloterdijk, Heidegger, Byung-Chul Han y
Bauman.
Segundo punto: El Dataísmo
como máxima expresión de lo inmanentista
Definición y análisis
filosófico del Dataísmo como hiperrealidad digital.
Crítica desde autores como Levinas,
Jonas, Deleuze y Derrida.
Limitaciones éticas y
ontológicas del Dataísmo.
Tercer punto: La lógica
anética y el colapso ético del Dataísmo
Extensión de la lógica
instrumentalista del capitalismo y la modernidad.
Mención a Marx, Nietzsche,
Ortega, Fromm y Marcuse, señalando sus aportes y limitaciones.
Propuesta de la Teoética
como marco trascendental.
Diálogo ficticio
Capítulo II: Ética, trascendencia y técnica 33
Análisis del impacto ético
de la técnica en la modernidad y el Dataísmo.
Recuperación de la relación
entre técnica y trascendencia en el marco de la Teoética.
Diálogo ficticio
Capítulo III: Geopolítica del hiperimperialismo digital 49
Concentración de poder
global en manos de corporaciones y estados a través de los datos.
La oportunidad de un mundo
multipolar como alternativa más justa y digna.
Diálogo ficticio
Cuadro Comparativo: La
Teoética y las Principales Propuestas Éticas
77
Cuadro: Principales
Objeciones a la Teoética y Sus Respuestas
82
Conclusión
85
Glosario
89
Bibliografía
95
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