martes, 29 de abril de 2025

Wilfredo Kapsoli Escudero: Sembrador de la Memoria Nacional

 


Wilfredo Kapsoli Escudero:

Sembrador de la Memoria Nacional

Gustavo Flores Quelopana

Past-President Sociedad Peruana de Filosofía

 

Wilfredo Kapsoli Escudero es una figura destacada en la historia y la cultura del Perú, conocido por su incansable labor como historiador, investigador y docente. Su vida y obra han dejado una huella imborrable en el estudio de la historia peruana, especialmente en temas relacionados con los movimientos sociales y la cultura popular. Su compromiso con la verdad histórica y su pasión por preservar la memoria colectiva lo convierten en un referente intelectual de gran importancia.

A lo largo de su carrera, Kapsoli Escudero ha demostrado un profundo interés por las luchas sociales y los procesos históricos que han moldeado al Perú. Su capacidad para analizar y contextualizar estos eventos ha permitido a generaciones de estudiantes y lectores comprender mejor las raíces de los problemas sociales y culturales del país. Su enfoque humanista y su dedicación a la enseñanza han inspirado a muchos a seguir sus pasos.

Uno de los aspectos más notables de su trabajo es su énfasis en dar voz a los sectores marginados de la sociedad. Kapsoli Escudero ha destacado la importancia de rescatar las historias de aquellos que a menudo son olvidados por la narrativa oficial. Su labor ha sido fundamental para visibilizar las contribuciones de las comunidades indígenas y campesinas en la construcción de la identidad nacional.

Además de su labor académica, Kapsoli Escudero ha sido un defensor incansable de la educación como herramienta de transformación social. Su compromiso con la formación de nuevas generaciones de historiadores y su capacidad para transmitir conocimientos de manera accesible y apasionada han dejado un legado duradero en el ámbito educativo.

Su obra no solo se limita a la investigación histórica, sino que también incluye una faceta creativa y literaria. A través de sus escritos, Kapsoli Escudero ha explorado las complejidades de la identidad peruana, ofreciendo una visión rica y matizada de la diversidad cultural del país. Su estilo único combina rigor académico con una narrativa envolvente.

El impacto de Wilfredo Kapsoli Escudero trasciende las fronteras de la academia. Su trabajo ha influido en políticas culturales y educativas, y ha contribuido a fortalecer el sentido de pertenencia y orgullo por las raíces peruanas. Su capacidad para conectar el pasado con el presente lo convierte en una figura clave para entender el Perú contemporáneo.

En reconocimiento a su trayectoria, se han realizado diversos homenajes que celebran su contribución al conocimiento y la cultura. Estos eventos destacan no solo su labor como historiador, sino también su calidad humana y su compromiso con los valores de justicia y equidad. Su ejemplo es una inspiración para quienes buscan construir un mundo más inclusivo y solidario.

La dedicación de Kapsoli Escudero a la investigación y la enseñanza ha sido reconocida tanto a nivel nacional como internacional. Su influencia se extiende más allá de las aulas y los libros, llegando a comunidades y espacios donde su mensaje de esperanza y resistencia resuena con fuerza. Su legado es un testimonio de la importancia de la historia como herramienta para el cambio social.

En un mundo donde la memoria histórica a menudo es relegada al olvido, la labor de Wilfredo Kapsoli Escudero cobra una relevancia especial. Su trabajo nos recuerda la importancia de aprender del pasado para construir un futuro más justo y equitativo. Su vida es un ejemplo de cómo la pasión y el compromiso pueden marcar la diferencia.

Wilfredo Kapsoli Escudero, ese sembrador de la memoria, ha recorrido los surcos profundos de la historia peruana con la constancia del río que no cesa. En su andar, sus palabras han sido piedras preciosas que reflejan los colores de un Perú diverso y herido, pero también fuerte y resiliente. Su labor, más que un simple ejercicio académico, se alza como un canto al alma de una nación que lucha por no perder su esencia.

Como el tejedor que entrelaza hilos invisibles, Kapsoli Escudero ha logrado ensamblar las voces de quienes habitan las márgenes del relato oficial. Cada uno de sus libros es un telar donde las historias olvidadas danzan en armonía, reivindicando el dolor, la esperanza y la resistencia de un pueblo que nunca se ha rendido. Su pluma es pincel; su obra, un mural que retrata los rostros anónimos con la dignidad que les pertenece.

En la fragua del tiempo, Kapsoli Escudero ha modelado la memoria como un escultor de verdades. Con cada palabra, cincela el pasado y lo ofrece al presente como un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen, desprovista de adornos, pero rica en esencia. Su labor es el grito de quienes fueron silenciados, un llamado al despertar de la conciencia.

Sus investigaciones son como los senderos intrincados de los Andes, donde cada curva revela un paisaje inesperado, una historia por descubrir, un vestigio que exige ser rescatado. En su mirada se encuentra el mapa de una nación que, aunque fragmentada, conserva la textura de su identidad en cada rincón. Kapsoli Escudero nos guía por esos caminos con la paciencia del viajero que entiende la profundidad de cada paso.

Es poeta de las raíces y alquimista de las palabras. Ha sabido transmutar el barro de la cotidianidad en oro intelectual, entregándonos con cada obra un tesoro digno de ser guardado en la memoria colectiva. Como un jardinero paciente, ha plantado ideas que florecen en el campo de la educación, regándolas con el agua pura de su pasión.

Kapsoli Escudero no solo escribe historias; las susurra al oído del tiempo, como el viento que acaricia las montañas. Su voz resuena en las aulas, en las comunidades, en los corazones de quienes entienden que recordar no es solo un acto de nostalgia, sino de justicia. Su legado es un eco perpetuo que atraviesa generaciones.

En él habita un espíritu inquebrantable, similar al de los grandes árboles que enfrentan la tormenta. Su dedicación a la verdad es su raíz profunda, y sus ramas se extienden hacia la luz del entendimiento. Wilfredo es más que un historiador; es guardián de lo que fuimos, arquitecto de lo que podemos ser.

Cuando miramos su obra, es como observar un gran río que refleja las estrellas. En su cauce se mezclan las aguas del pasado y del presente, nutriendo las tierras del futuro. Cada palabra suya es una gota que riega la memoria, cada libro, un mar que contiene las historias de quienes no se resignaron al olvido.

Entre los títulos que conforman su legado destacan algunos que se erigen como hitos en la historiografía peruana. En El año del "Poron-Mocho" (Perú: 1932), su pluma desentraña los hilos ocultos de un año convulso, donde la lucha y la esperanza se entrelazan en el tejido de un Perú cambiante. Con La utopía libertaria, nos conduce al universo del anarquismo peruano, esa llama encendida en los márgenes de la historia oficial, un canto de resistencia que desafiaba las estructuras del poder y soñaba con horizontes de igualdad.

Asimismo, en Mariátegui y los congresos obreros, Kapsoli Escudero ofrece una mirada apasionada y aguda sobre el ideario revolucionario de José Carlos Mariátegui y su impacto en la organización de los trabajadores, reivindicando su papel en la construcción de una sociedad más equitativa. Y en Pedro Zulen: gamonalismo y centralismo, recupera la voz de uno de los pensadores más críticos de su tiempo, exponiendo las raíces y los alcances del gamonalismo como flagelo social. Estas obras, como faros en la penumbra, no solo revelan hechos históricos, sino que también invitan a reflexionar sobre el pasado para construir un futuro más justo. Su legado, como siempre, perdura en cada página escrita.

Celebrarlo es celebrar la vida misma, la lucha por el reconocimiento y la resistencia. Wilfredo Kapsoli Escudero ha construido un puente entre generaciones, entre memorias, entre realidades, y sobre él caminamos hoy con la certeza de que su legado perdurará como una llama encendida en la oscuridad.

Teoética y Dataísmo Ser, Trascendencia y Geopolítica ante el Hiperimperialismo Digital (Nuevo libro)

 


 

OBRAS RECIENTES DEL AUTOR

 

Ser y Realidad

Filosofía, Ser, Historia

Prometeo liquidado: Inteligencia artificial y Juicio Final

Nietzsche y la metafísica inmanente

Ufología: El Gran Fraude

Humanidad en peligro: Tercera Guerra Mundial

Acotaciones del pensar

Sobre el infinito universo y el vacío cósmico

Contra el Género

Universalismo filosófico

Por qué filosofamos

Luis Flores Caballero. Filósofo de la síntesis

Neobrutalismo

Ciber Deus. El totalitarismo cibernético

Contra Nosotros. Ufología como demonología

Amore mensura. Ensayo metafísico

El hombre sin humanidad. Antropología filosófica

El secreto de Wiracocha

Polpetta ignota

Caleidoscopio intelectual

La otra modernidad andina

Ontología de la geopolítica

Abismos del zorro interior en Arguedas

Agonía de la modernidad sin absolutos

De la Cibercracia al Espíritu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gustavo Flores Quelopana

 

Teoética y Dataísmo

Ser, Trascendencia y Geopolítica ante el Hiperimperialismo Digital

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FONDO EDITORIAL

IIPCIAL

Instituto de Investigación para la Paz Cultura e Integración de América Latina

LIMA-PERU

2025

 

BIODATA

 

Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor, peruano de frondosa obra y ágil pluma. Expresidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA-Perú). Disertante en universidades de Colombia, Panamá, México y Perú. Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo “Numinocrático”, aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para entender el filosofar arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía ancestral; lo “Anético”, para categorizar la crisis moral y antropológica de la posmodernidad; la Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como lo característico y esencial de la globalización neoliberal actual; la “Cibercracia”, régimen político hacia el cual marcha el capitalismo digital; el “Ciber Deus”, como realidad posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, la “paradoja antrópica”, como categoría clave para entender la destrucción ecológica por la modernidad objetivante y antimetafísica, y el “Neobrutalismo” como fenómeno espiritual de carácter terminal en toda civilización.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título: TEOÉTICA Y DATAÍSMO. Ser, Trascendencia y Geopolítica ante el Hiperimperialismo Digital.

 

 

Primera edición en castellano: Lima, mayo, 2025

 

Autor: Gustavo Flores Quelopana

 

Editor: Gustavo Flores Quelopana

Los Girasoles 148- Salamanca-Ate

 

Se terminó de imprimir en mayo de 2025 en: © Fondo Editorial del Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina (IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148 Salamanca, Ate.

 

Tiraje: 30 ejemplares

 

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

N° 2025-04022

 

Teoética y Dataísmo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

E

n el umbral de un tiempo donde el ser humano ha sido arrastrado hacia una crisis sin precedentes, el mundo parece más dominado que nunca por la supremacía de algoritmos y datos, una tiranía silenciosa que devora la esencia misma de lo humano. El Dataísmo, expresión culminante de una modernidad desviada, ha implantado un paradigma técnico que amenaza con borrar la conexión trascendental que sostiene nuestra existencia. En esta realidad deshumanizada, el ser ha sido eclipsado por la utilidad y reducido a cifras manipulables. Nos enfrentamos al colapso del sentido, una civilización que tambalea al borde del vacío ontológico y espiritual.

La modernidad inmanentista, que privilegió lo técnico sobre lo trascendente, ha fracasado ontológica, espiritual y moralmente, dejando a la humanidad sumida en una crisis clamorosa de sentido. En su empeño por despojar al ser humano de su dimensión trascendental, ha abierto las puertas a una realidad caracterizada por el vacío existencial, la deshumanización y el dominio de estructuras anéticas. Frente a este fracaso, se hace evidente la necesidad de recuperar las verdades esenciales que fueron silenciadas bajo el dominio de la utilidad y el cálculo técnico. El neobrutalismo metafísico, expresión radical del Dataísmo y de la modernidad desviada, no solo refleja un mundo sumido en el pragmatismo, materialismo, escepticismo, hedonismo y nihilismo, sino que evidencia la pérdida patológica del sentido de lo real. Este fenómeno es el síntoma de una civilización occidental profundamente desviada de lo natural y del ser, atrapada en una lógica técnica que deshumaniza y elimina la reflexión ontológica. Frente a esta crisis, se alza la necesidad de un giro metafísico trascendentalista, que recupere la soberanía ontológica del ser humano y reinstale la trascendencia como principio orientador de su existencia.

Esta obra propone un giro metafísico trascendentalista, no como un alejamiento de lo concreto y empírico, sino como una revalorización de estos entes como punto de partida en la investigación ontológica. Desde el realismo metafísico, se entiende que el ente concreto, en su contingencia, es siempre participado y causado, y que al contemplarlo con profundidad, nos conduce necesariamente hacia la esencia y el ser. Es a través de la reflexión sobre lo empírico que se revela su dependencia ontológica de un fundamento trascendente, y esta relación es la que permite reconstruir una perspectiva del ser que trascienda la inmediatez de lo técnico y lo utilitario.

En el plano ontológico, esta obra se interroga sobre el neobrutalismo metafísico que emana del Dataísmo, donde el ser humano es redefinido como una entidad calculable y mensurable, desprovista de su esencia trascendental. En el plano ético, analiza cómo lo anético —la ausencia deliberada de un marco valorativo en la tecnología— intensifica el olvido del ser y normaliza una lógica técnica que deshumaniza a las personas. En el plano geopolítico, examina el hiperimperialismo digital que concentra el poder en pocas manos, perpetuando desigualdades globales, y explora cómo un mundo multipolar puede ofrecer alternativas más justas y alineadas con la dignidad ontológica del ser.

La modernidad, al abrazar un principio inmanentista, ha favorecido el surgimiento de un modelo de pensamiento que ignora la trascendencia y reduce el sentido de la existencia a lo inmediato y lo utilitario. Esta obra propone corregir este error mediante una crítica profunda a los fundamentos de la modernidad, señalando la urgencia de instaurar una ontología orientada hacia la trascendencia. El giro metafísico trascendentalista, lejos de divorciarse de la realidad empírica, reconoce al ente concreto como un umbral que permite acceder al conocimiento del ser en su profundidad; de este modo, se subordina la técnica a la primacía de lo eterno y lo divino, restaurando el sentido auténtico de la existencia humana.

A través de los capítulos que componen esta obra, el lector será llevado a recorrer las profundidades del problema ontológico planteado por el Dataísmo. Se analizará su impacto en la gobernanza global, su relación con el principio de soberanía en un mundo multipolar, y cómo la recuperación del ser en su sentido trascendental puede actuar como un contrapeso esencial frente a la hegemonía de lo técnico. La Teoética emerge aquí como una respuesta necesaria, no solo para restaurar el sentido del ser, sino para ofrecer un marco ético que integre la técnica con la trascendencia, reafirmando la relación del ser humano con lo divino.

Esta obra no es solo un ejercicio de reflexión teórica, sino una advertencia frente al colapso existencial que amenaza la civilización. En este contexto, resistir no es simplemente una opción, sino un imperativo ontológico y espiritual. La esencia del ser no puede ser sacrificada en el altar de la técnica  y  los  datos.  Que  estas  páginas sirvan como un faro

para quienes rehúsen aceptar la deshumanización y quieran reclamar la soberanía del ser humano, criatura orientada hacia Dios, cuya existencia encuentra su plenitud en la verdad eterna.

La Teoética, como núcleo conceptual de esta obra, se define como una disciplina que integra lo trascendental y lo técnico en un marco ético que coloca a la trascendencia y la dignidad ontológica del ser humano como pilares fundamentales. Más allá de ser un simple contrapunto al Dataísmo, la Teoética busca reconstituir el sentido esencial de la existencia humana, subvirtiendo la supremacía técnica para reorientarla hacia valores eternos y universales. Así, la Teoética no solo cuestiona el dominio anético de la tecnología, sino que instaura un puente entre la razón y la espiritualidad, entre la técnica y el ser, devolviendo al ser humano al centro de su propia existencia y de su relación con lo divino.

El objetivo de la Teoética es instaurar un orden ético que guíe las estructuras de poder, las tecnologías emergentes y las decisiones globales hacia una justicia trascendental que respete la dignidad y el misterio del ser. En su alcance, esta obra propone a la Teoética como un marco de acción filosófico, político y cultural que invita a la reflexión y resistencia activa frente al hiperimperialismo digital. Al conjugar el pensamiento metafísico, ético y geopolítico, la Teoética emerge como un faro para restaurar el equilibrio entre lo humano, lo trascendente y lo técnico, devolviendo al ser humano su soberanía y su lugar en el entramado eterno de la existencia.

Introducción

 

 

L

a humanidad se encuentra en una encrucijada histórica. La supremacía del Dataísmo, un paradigma que eleva los datos a principios fundamentales de la existencia, redefine la relación entre el ser humano y su realidad. Este modelo, que representa una culminación de los principios inmanentistas de la modernidad, conduce a una crisis ontológica y espiritual sin precedentes, configurando un escenario donde el ser humano es reducido a una entidad calculable, inmersa en flujos de datos y subordinada a la lógica técnica. Las implicaciones de este fenómeno no se limitan a lo individual; su alcance global trasciende fronteras y reconfigura estructuras geopolíticas bajo el dominio de un hiperimperialismo digital.

En este contexto, el ser humano ha perdido progresivamente el sentido de lo real. El neobrutalismo metafísico, expresión del Dataísmo, no solo refleja un mundo sumido en el pragmatismo, el materialismo, el escepticismo, el hedonismo y el nihilismo, sino que expone una civilización occidental profundamente desviada de lo natural y del ser. Esta desviación ha consolidado un modelo de pensamiento técnico que deshumaniza, eliminando la trascendencia como principio orientador y relegando el ser al olvido. Así, la crisis de sentido que atraviesa la humanidad no es únicamente cultural o social: es ontológica, ética y metafísica, y su clamor demanda una respuesta profunda y transformadora.

Frente a este escenario, se hace imprescindible un giro metafísico trascendentalista, un retorno a la esencia del ser como fundamento ontológico de la realidad. Este giro no implica un divorcio del ente concreto y empírico; por el contrario, reconoce en el ente el punto de partida de la investigación ontológica. Desde el realismo metafísico, se entiende que el ente, en su contingencia, es siempre participado y causado, y que su contemplación nos conduce hacia la esencia y el ser. En un mundo marcado por la fragmentación y el vacío existencial, recuperar esta visión del ser es un acto de resistencia y restauración.

La propuesta de esta obra se articula en torno a tres dimensiones fundamentales:

La ontológica, donde se examina el impacto del Dataísmo en la esencia del ser humano, explorando su reducción a datos y su desconexión con la trascendencia.

La ética, que enfrenta la lógica anética que domina el diseño tecnológico actual, y reflexiona sobre cómo integrar principios trascendentales en el uso de la técnica.

La geopolítica, que analiza cómo el hiperimperialismo digital perpetúa desigualdades globales y propone el mundo multipolar como una alternativa más justa y equilibrada.

A través de esta estructura, la obra cuestiona los fundamentos inmanentistas de la modernidad, señalando su fracaso ontológico, espiritual y moral, y plantea una crítica profunda a los errores que han llevado a la humanidad a esta crisis clamorosa de sentido. En su núcleo, esta obra busca recuperar lo esencial: el ser en su orientación hacia lo trascendental y divino, como respuesta al colapso que amenaza la civilización.

Además, la obra propone la Teoética como marco para la recuperación del ser y la dignidad humana en un mundo moldeado por algoritmos y datos. La Teoética, fundamentada en la trascendencia divina, busca integrar la técnica y la ética, reconociendo en el ser humano no solo su capacidad de creación y transformación, sino su dependencia ontológica de un principio superior. Así, esta propuesta no es solo una crítica al Dataísmo y la modernidad inmanentista, sino un llamado a resistir la deshumanización y a reimaginar un mundo donde el ser y la trascendencia recuperen su centralidad.

Esta obra no es únicamente un ejercicio teórico. En un tiempo marcado por el colapso existencial, la reflexión sobre el ser trasciende el ámbito de lo especulativo y se erige como una necesidad urgente para reorientar la civilización hacia lo eterno y verdadero. Este giro metafísico trascendentalista es, más que una propuesta filosófica, un proyecto ontológico y espiritual para restaurar la conexión entre lo empírico y lo trascendental, entre el ente y el ser, entre la técnica y la ética.

Que esta obra no sea un llamado vacío, sino una advertencia urgente frente al abismo existencial hacia el cual la humanidad se precipita. Ignorar la centralidad del ser, abandonar su orientación hacia la trascendencia y ceder a las fuerzas que lo reducen a simples datos no solo condenará a la civilización a una deshumanización total, sino que romperá el vínculo que conecta al ser humano con su verdad eterna y divina. Resistir no es opcional; es un deber ontológico  y  espiritual.  Retomar  el  camino hacia el ser y la

trascendencia es no solo una oportunidad, sino la última posibilidad de salvaguardar la esencia misma de lo humano y su dignidad ante Dios.

En esta encrucijada histórica, donde el ruido de los algoritmos amenaza con silenciar el susurro de lo eterno, se alza esta obra como un llamado urgente y esperanzador. No busca ofrecer respuestas fáciles ni soluciones inmediatas; su propósito es más profundo: encender una luz en la penumbra del hiperimperialismo digital, una chispa capaz de reavivar la conexión perdida entre el ser humano y su esencia trascendental. Que este libro sea un faro para quienes se niegan a conformarse con un mundo reducido a datos, un canto para aquellos que todavía sueñan con un horizonte donde la dignidad humana florezca en su plenitud. Porque resistir no es solo un acto de valentía; es un compromiso con lo verdadero y eterno, una promesa de devolverle al ser humano su lugar como portador de sentido y luz en un universo que clama por trascendencia. Que cada página sea un puente hacia lo sagrado, hacia el encuentro con lo que nunca puede ser reducido ni calculado: el misterio del ser.

En medio de esta crisis, la Teoética se presenta como una propuesta esencial y transformadora, que busca reconciliar al ser humano con su trascendencia y dignidad ontológica. No se trata solo de responder al vacío existencial impuesto por el Dataísmo y la modernidad desviada, sino de ofrecer un marco ético capaz de integrar la técnica con los valores eternos y divinos. La Teoética, como una vía para resistir la deshumanización y restaurar el sentido perdido, se erige como una brújula para orientar la civilización hacia un horizonte donde lo humano y lo trascendental sean nuevamente centrales.

Capítulo I

Ontología del Dataísmo

y el Neobrutalismo Metafísico

 

 

La exploración filosófica de este capítulo encuentra su justificación en la urgente necesidad de comprender cómo el Dataísmo, en tanto paradigma ontológico y cultural, ha transformado radicalmente la relación del ser humano con su esencia y con el mundo. Para abordar con profundidad esta cuestión, es imprescindible desentrañar primero los fundamentos de esta nueva ontología, que reduce el ser a una categoría cuantificable y técnica. Este análisis no sería completo sin considerar sus implicaciones en el neobrutalismo metafísico, una expresión extrema de la desconexión entre lo técnico y lo trascendental, que representa el colapso de la metafísica clásica.

Solo al contextualizar estas transformaciones se puede justificar la necesidad de un giro metafísico trascendentalista, que restituya la primacía del ser. De igual modo, es crucial desarrollar una crítica ética al carácter anético de las dinámicas del Dataísmo, que prescinden de valores trascendentales, y finalmente, examinar su impacto en las relaciones de poder globales y en la gobernanza mundial.

Este recorrido permitirá establecer la conexión entre el análisis ontológico, ético y geopolítico, revelando cómo estas dimensiones se entrelazan en una única crisis de sentido que exige una respuesta integral y fundamentada.

Primer punto: El paradigma moderno y sus raíces inmanentistas

El Dataísmo no surge en un vacío histórico ni filosófico; es la culminación de un proceso que hunde sus raíces en los principios inmanentistas de la modernidad. Este paradigma moderno, que reemplazó la contemplación trascendental por la supremacía de lo técnico y lo empírico, marcó una ruptura con las tradiciones metafísicas clásicas que reconocían al ser como una realidad vinculada intrínsecamente a lo divino. En su lugar, la modernidad privilegió una visión del ser limitada por lo inmediato, lo práctico y lo cuantificable, contribuyendo a una progresiva desconexión entre el ser humano y su orientación trascendental.

El inmanentismo moderno redujo la metafísica a un ejercicio especulativo sobre el mundo físico, marginando la idea de una causa última o fundamento trascendente. A partir de esta perspectiva, se abrió paso a una ontología utilitarista que define la existencia en función de su funcionalidad y capacidad de ser medida. Este cambio paradigmático configuró un entorno intelectual en el que los datos y la técnica no solo pasaron a dominar la percepción de la realidad, sino que se erigieron como fuentes primarias de significado, consolidando un modelo de pensamiento cada vez más alejado de la contemplación espiritual y ontológica.

La emergencia del Dataísmo es, por lo tanto, una expresión de este inmanentismo radicalizado. Al presentar los datos como el nuevo núcleo ontológico y epistemológico, el Dataísmo lleva al extremo la visión moderna del ser. Lo que una vez fue concebido como una realidad participada y causada, es ahora reducido a un conjunto de variables y flujos de información que despojan al ser de su profundidad trascendental. Este giro no solo deshumaniza, sino que inaugura una nueva forma de existencia marcada por el neobrutalismo metafísico, una lógica en la que el cálculo técnico sustituye la reflexión sobre el ser y convierte la realidad en un objeto de manipulación y optimización.

El neobrutalismo metafísico se manifiesta además en su sentido antieternalista y en la vocación temporalista que caracteriza a la filosofía moderna y contemporánea. En el giro hacia lo inmanente, la filosofía del último siglo ha privilegiado una visión que reduce la trascendencia al horizonte de lo temporal, desconociendo por completo su dimensión eterna y absoluta. Esta inclinación temporalista no solo distorsiona la relación del ser con su fundamento último, sino que determina el progresivo olvido del ser, sustituyendo la pregunta por la verdad trascendental por una obsesión por lo contingente, lo histórico y lo dinámico. Así, lo eterno queda eclipsado por el flujo del tiempo, y la metafísica pierde su capacidad de orientar al ser humano hacia su fundamento trascendental.

En este marco, el pragmatismo de Richard Rorty y el pensamiento débil de Gianni Vattimo se presentan como intentos contemporáneos de evadir el peso del ser y la trascendencia en favor de una perspectiva reduccionista. Rorty, al privilegiar la utilidad práctica del lenguaje sobre la verdad ontológica, profundiza la desconexión de la filosofía con la cuestión del ser. Su postura pragmatista elimina la búsqueda de verdades trascendentales, reinterpretando el conocimiento como una mera herramienta para la adaptación social. Esto, aunque coherente con el espíritu técnico  de  la modernidad, falla en ofrecer una respuesta a la

crisis de sentido que atraviesa la humanidad. Su rechazo de la metafísica y su énfasis en la contingencia fortalecen el terreno para el Dataísmo al priorizar lo útil sobre lo esencial.

Por otro lado, el pensamiento débil de Vattimo, al aceptar la fragmentación posmoderna y proponer una renuncia a la verdad fuerte y trascendental, contribuye a la misma erosión ontológica. Su enfoque relativista, que abraza la debilidad del ser y la multiplicidad de perspectivas, refuerza la pérdida de anclaje en una verdad trascendente. Aunque su intención es criticar las estructuras autoritarias del pensamiento fuerte, en la práctica, su propuesta deja al ser humano expuesto a las dinámicas deshumanizadoras del Dataísmo, que se alimentan de la ausencia de fundamentos ontológicos sólidos.

Además, aunque Martin Heidegger realizó una importante crítica al olvido del ser, su enfoque también resulta insuficiente para afrontar la crisis contemporánea en toda su magnitud. Si bien Heidegger destacó cómo la filosofía occidental ha relegado la pregunta por el ser en favor del ente, su análisis permanece atrapado en un marco inmanentista que no trasciende hacia una visión metafísica plenamente participada. Su concepción del ser como Ereignis ("acontecimiento") y su desconexión explícita con un fundamento trascendental o divino dejan abiertas brechas que impiden una recuperación plena del sentido ontológico. Esta insuficiencia se hace aún más evidente en el contexto del Dataísmo, donde el ser no solo es olvidado, sino activamente sustituido por estructuras técnicas que anulan su profundidad trascendental.

 

De manera similar, el enfoque del filósofo Byung-Chul Han, aunque profundamente crítico de la sociedad contemporánea y del Dataísmo, encuentra sus limitaciones al no trascender el análisis del impacto técnico-social hacia una reflexión ontológica más amplia. Su énfasis en conceptos como la "sociedad de la transparencia" y la "psicopolítica", si bien relevantes para describir las patologías del capitalismo digital, permanecen circunscritos a un análisis sociológico que no aborda plenamente la pérdida del ser ni la necesidad de recuperar su dimensión trascendental. Han expone con agudeza los síntomas de la era digital, pero no llega a proponer un marco ontológico que permita resistir al Dataísmo desde sus fundamentos más profundos.

Por su parte, el enfoque de Zygmunt Bauman, especialmente en sus reflexiones sobre la "modernidad líquida", ofrece una crítica valiosa al dinamismo y a la fragilidad de las estructuras sociales contemporáneas. Sin embargo, su análisis permanece confinado al ámbito sociológico, dejando de lado una confrontación directa con las preguntas esenciales sobre el ser. Aunque Bauman identifica cómo la fluidez de la modernidad contribuye a la fragmentación del sentido y al colapso de las certezas ontológicas, su enfoque no propone una respuesta trascendentalista que reconcilie al ser humano con su fundamento último.

El fracaso de todos estos enfoques reside en un mismo punto crítico: todos ellos abordan la trascendencia desde un marco inmanente, ignorando por completo el sentido trascendental de la trascendencia. Ya sea al reinterpretarla como utilidad práctica, como acontecimiento histórico o como construcción simbólica, estos paradigmas pierden de vista que la trascendencia no puede ser reducida a las dinámicas del mundo físico o técnico. El sentido trascendental de la trascendencia exige reconocer un fundamento que trascienda lo contingente y lo limitado, orientando al ser humano hacia una verdad última y divina que restaure su dignidad ontológica.

Frente a estos enfoques, se hace evidente que la crisis actual requiere algo más que una adaptación pragmática, una aceptación de la debilidad ontológica, una reformulación simbólica o un diagnóstico técnico-social. La solución no radica en desmantelar la metafísica, sino en restaurarla desde una perspectiva trascendentalista que revalorice al ser como una realidad participada y causada. Solo así será posible resistir al Dataísmo y al neobrutalismo metafísico, recuperando la dignidad del ser humano como criatura orientada hacia un fundamento divino y eterno.

Segundo punto: El Dataísmo como máxima expresión de lo inmanentista

El Dataísmo, como paradigma ontológico contemporáneo, representa la forma más radical del inmanentismo moderno. En este modelo, los datos no solo son el principio explicativo de la realidad, sino que se convierten en el núcleo de la existencia misma. En la lógica del Dataísmo, el ser humano es reducido a un flujo de información que, despojado de su profundidad metafísica, se define únicamente por su capacidad de ser medido, almacenado y procesado. Esta reducción no solo deshumaniza, sino que inaugura un nuevo régimen ontológico que pone en crisis los principios fundamentales que han sostenido la comprensión del ser a lo largo de la historia.

Desde una perspectiva filosófica, el Dataísmo puede definirse como un paradigma que absolutiza la inmanencia técnica al reducir la totalidad del ser a una hiperrealidad digital que sustituye lo real. En este marco, los datos se presentan no como representaciones de la realidad, sino como su sustituto ontológico, en el que la existencia se agota en la medida en que puede ser calculada, registrada y optimizada dentro de sistemas digitales. Esta hiperrealidad, al erigirse como criterio de verdad y sentido, eclipsa lo eterno y trascendental, fragmentando la relación del ser humano con su fundamento último.

La ontología artificial del Dataísmo se basa en una concepción profundamente técnica y mecanicista de la existencia. En lugar de contemplar al ser como una realidad participada, cuya esencia deriva de un fundamento trascendente, el Dataísmo reconstruye la realidad como un sistema autorreferencial de flujos de información. Desde esta perspectiva, no existe un "ser" en el sentido tradicional, sino únicamente datos que interactúan de manera funcional para garantizar la eficiencia del sistema. Esta ontología artificial niega cualquier profundidad ontológica al ser humano o a la realidad, sustituyéndola por una lógica instrumental que atomiza el mundo en unidades de datos. En consecuencia, el ser humano queda reducido a un nodo en una red informacional, donde su valor y significado están determinados exclusivamente por su utilidad dentro del sistema.

En este paradigma, la voluntad de poder y la voluntad de verdad, principios fundamentales de la filosofía moderna y contemporánea, han sido trasladadas al algoritmo como el nuevo "sujeto" de control y dominación.

El algoritmo, programado para maximizar la eficiencia y optimización de los flujos de datos, encarna la voluntad de poder al sustituir la soberanía del ser humano por la del cálculo técnico. Asimismo, la voluntad de verdad, que históricamente ha orientado la búsqueda del ser hacia un fundamento trascendental, se transforma en una operación técnica, donde lo verdadero es definido exclusivamente por la capacidad de los datos para producir resultados eficientes y "objetivos" en el marco de sistemas digitales. Este traslado de principios metafísicos al ámbito del algoritmo refuerza la desconexión entre el ser humano y la trascendencia, consolidando un régimen ontológico marcado por la instrumentalización y la anulación de la profundidad ontológica.

El Dataísmo, al situar los datos como el fundamento último de la realidad, lleva al extremo la desconexión entre el ser humano y la trascendencia. Sin embargo, Emmanuel Levinas ofrece una perspectiva diametralmente opuesta al situar la relación ética con el Otro como la verdadera trascendencia. Levinas nos recuerda que la esencia de la humanidad no radica en lo calculable, sino en la capacidad de responder al rostro del Otro, que convoca a una responsabilidad que desborda cualquier lógica técnica o instrumental. En contraste con el Dataísmo, que atomiza al ser humano en flujos de datos, Levinas subraya que la trascendencia se realiza en el encuentro ético, recuperando una profundidad relacional que el paradigma inmanentista ignora. Sin embargo, su enfoque ético no integra una dimensión ontológica trascendental que explique cómo esta responsabilidad con el Otro conecta al ser humano con un fundamento eterno. Al privilegiar lo ético, deja sin abordar

una crítica ontológica plena que enfrente las dinámicas deshumanizadoras del Dataísmo.

Por otra parte, la crítica de Hans Jonas al dominio técnico encuentra plena resonancia en el contexto del Dataísmo. Su filosofía de la responsabilidad nos alerta sobre los riesgos de absolutizar el poder técnico sin considerar las consecuencias éticas y ontológicas. Jonas rechaza la subordinación de la existencia a una lógica de optimización, insistiendo en la necesidad de reconocer límites que respeten la dignidad inherente del ser humano y del mundo natural. Aunque su pensamiento abre un marco ético crucial para resistir al Dataísmo, sus reflexiones no avanzan hacia una ontología trascendental que recupere la profundidad del ser más allá de las preocupaciones éticas y ecológicas. Este enfoque limita su capacidad para confrontar el Dataísmo en su raíz ontológica y metafísica.

Finalmente, Gilles Deleuze, con su noción de la diferencia y su rechazo a la homogeneización del pensamiento, proporciona una crítica implícita al Dataísmo. Mientras que este paradigma se basa en la reducción de la realidad a patrones repetitivos y calculables, Deleuze celebra la multiplicidad irreductible y la creatividad como fuerzas ontológicas fundamentales. En el contexto del Dataísmo, la visión de Deleuze desvela cómo este modelo aplana la complejidad del ser humano y del mundo al imponer una lógica unificada de datos, negando así la riqueza ontológica de la diferencia y la singularidad. No obstante, su enfoque permanece en gran medida vinculado a una ontología inmanente, donde las fuerzas creativas y las diferencias operan dentro de marcos históricos y temporales, dejando sin explorar el vínculo entre estas dinámicas y una trascendencia que trascienda lo temporal.

A su vez, Jacques Derrida, desde su perspectiva deconstructiva, cuestiona la noción misma de verdad como un concepto estable y absoluto, lo cual choca frontalmente con la lógica del Dataísmo, que asume los datos como criterios objetivos y universales de la realidad. Derrida pone en evidencia cómo el Dataísmo se erige sobre presupuestos metafísicos que excluyen las complejidades del lenguaje, la diferencia y la intertextualidad, reduciendo la verdad a una simple transacción técnica. Aunque su crítica señala los límites de cualquier sistema que pretenda erigirse como universal, su enfoque permanece atrapado en una fragmentación posmoderna que no logra ofrecer una alternativa trascendentalista que recupere la conexión del ser humano con su fundamento último. Derrida, al diluir la búsqueda de una verdad trascendental en el juego de significados, no consigue confrontar de manera plena el carácter deshumanizador del Dataísmo.

El impacto del Dataísmo va más allá de lo técnico; configura una ontología de lo inmediato que se infiltra en la cultura, la ética y la gobernanza. En el ámbito cultural, fomenta una visión reduccionista del ser humano, promoviendo la idea de que su valor reside únicamente en su capacidad de generar y consumir datos. En el ámbito ético, legitima la lógica anética al priorizar el cálculo técnico sobre los principios trascendentales que podrían orientar el diseño y uso de la tecnología. En el ámbito político y global, fortalece el hiperimperialismo digital, perpetuando una estructura de poder que concentra el control de los datos en manos de unas pocas entidades corporativas y estatales, intensificando las desigualdades y comprometiendo la dignidad humana.

Este paradigma inmanentista también intensifica el olvido del ser, promoviendo una relación utilitarista con la realidad que elimina cualquier referencia a su carácter profundo y trascendental. La supremacía de lo técnico, exaltada por el Dataísmo, refuerza una visión temporalista y pragmática que eclipsa lo eterno y lo trascendental. Así, el Dataísmo no solo es un producto de la modernidad inmanentista, sino también el catalizador de su colapso, al llevarla a sus últimas consecuencias.

Frente a este panorama, se hace evidente la necesidad de recuperar una ontología que reoriente el ser hacia su fundamento trascendental. El Dataísmo, en su carácter absoluto, no puede ser resistido únicamente desde una crítica técnica o sociológica; requiere un replanteamiento filosófico que recupere la conexión entre el ser humano y su realidad trascendental. Esto implica no solo una crítica al inmanentismo moderno, sino una afirmación positiva de la trascendencia como principio ontológico central. El Dataísmo dejado al arbitrio del espíritu de la modernidad y posmodernidad no sólo es disolvente, sino, incluso, peligroso porque se siente irracionalmente más allá del bien y del mal, más allá de los valores tradicionales, siendo de este modo disolvente y sin normativa universal.

Tercer punto: La lógica anética y el colapso ético del Dataísmo

El Dataísmo, además de constituir un régimen ontológico que reconfigura radicalmente la relación del ser humano con

su esencia, incorpora una dinámica profundamente anética que intensifica la deshumanización. La lógica anética del Dataísmo, entendida como la ausencia deliberada de un marco ético en su operación, legitima y refuerza el predominio del cálculo técnico sobre los principios éticos que tradicionalmente han guiado la acción humana. En este contexto, la técnica no se subordina al bien o a la verdad trascendental, sino que actúa según los criterios de eficiencia, optimización y rentabilidad. Este desplazamiento ético pone en riesgo no solo la dignidad del ser humano, sino la capacidad misma de la humanidad para confrontar las problemáticas globales que genera este paradigma.

La lógica anética del Dataísmo se manifiesta en la neutralidad que proclama respecto a sus implicaciones morales. Bajo la idea de que los datos son "objetivos", los sistemas que los procesan y utilizan se despojan de toda responsabilidad ética, transfiriendo esta carga al cálculo algorítmico. Esta aparente objetividad enmascara el carácter profundamente ideológico del Dataísmo, que reproduce y amplifica las desigualdades y dinámicas de dominación preexistentes. Sin un marco ético trascendental, los algoritmos se convierten en instrumentos que perpetúan una lógica de exclusión, explotación y control.

El colapso ético y la enajenación humana que se profundizan bajo el Dataísmo tienen raíces que han sido estudiadas y criticadas por diversos pensadores a lo largo de la historia. Karl Marx, por ejemplo, denunció cómo las dinámicas del capitalismo generan alienación al separar al ser humano de su esencia creativa, transformándolo en un instrumento de producción dentro de sistemas que le son ajenos. En el contexto del Dataísmo, esta alienación se lleva

aún más lejos, al reducir al ser humano no solo a una mercancía, sino a un nodo en una red informacional gobernada por algoritmos. Sin embargo, la crítica de Marx permanece limitada por su marco materialista, que no incluye una reflexión sobre el carácter trascendental del ser humano y su relación con un fundamento eterno.

Friedrich Nietzsche, por su parte, identificó el nihilismo como una característica fundamental de la modernidad, señalando cómo el colapso de los valores tradicionales deja al ser humano en una búsqueda desesperada de sentido. El Dataísmo comparte esta lógica nihilista al proclamar que los datos son el único criterio válido de realidad, eliminando cualquier referencia a la trascendencia. Aunque Nietzsche ofrece una crítica radical a la pérdida de sentido en la modernidad, su propuesta de la "voluntad de poder" y del "superhombre" permanece atrapada en un marco inmanentista que no trasciende hacia una ontología fundamentada en lo eterno y trascendental.

José Ortega y Gasset, con su análisis sobre la masa y la despersonalización en la modernidad, aporta una visión que permite comprender cómo el Dataísmo homogeniza al ser humano, eliminando su singularidad en favor de patrones repetitivos y datos calculables. Su crítica a la deshumanización de la técnica anticipa los riesgos del Dataísmo, pero su enfoque cultural y sociológico no aborda las preguntas ontológicas profundas que este paradigma plantea.

En el ámbito de la psicología y la filosofía social, Erich Fromm y Herbert Marcuse examinan cómo las dinámicas modernas conducen a la enajenación y a la pérdida de autenticidad. Fromm, con su idea de la "alienación" como desconexión del ser humano con su capacidad de amor y creatividad, ofrece un marco útil para entender cómo el Dataísmo despoja al individuo de su profundidad relacional. Sin embargo, su perspectiva humanista no aborda el carácter trascendental que podría integrar estas dinámicas en un marco ético superior. Marcuse, con su crítica a la racionalidad técnica y al "hombre unidimensional", señala cómo las estructuras modernas reducen al ser humano a un consumidor de sistemas que perpetúan su subordinación. Aunque incisivo, Marcuse no propone un retorno a la trascendencia como solución a esta crisis.

Luc Ferry, en su libro La revolución del amor, propone que el amor es el eje transformador de las relaciones humanas y de la sociedad moderna. Y hace ver con claridad cómo a la posmodernidad le caracteriza la desmalignización del mal y la malignización del bien. Aunque su enfoque tiene un atractivo idealista, puede ser criticado desde varias perspectivas. Por un lado, su análisis tiende a subestimar las complejidades sociales y políticas que influyen en las relaciones afectivas, perpetuando dinámicas de opresión en lugar de superarlas. Por otro lado, ignora cómo las estructuras de poder y desigualdad moldean el amor en contextos específicos, dando lugar a relaciones que no necesariamente conducen a la igualdad ni al progreso.

Además, su propuesta puede ser vista como insuficiente al omitir el profundo cambio metafísico que nuestra civilización requeriría para hacer posible su visión. Las estructuras culturales y éticas actuales se sostienen sobre bases filosóficas que dictan cómo entendemos la existencia, el otro y el mundo. Sin una reconfiguración de estos cimientos metafísicos, es difícil imaginar una sociedad donde el amor pueda ser el motor predominante que Ferry idealiza. En este sentido, su enfoque se queda corto al no confrontar las limitaciones intrínsecas del marco civilizatorio actual.

Este paradigma comparte y extiende la lógica anética no solo del capitalismo contemporáneo, sino también de una visión del mundo instrumentalista propia de la modernidad sin trascendencia. Al abrazar una lógica que reduce la existencia a lo calculable y lo utilitario, el Dataísmo perpetúa la cosificación del ser humano como herramienta y objeto de producción. En este sentido, el Dataísmo lleva al extremo los principios de la racionalidad instrumental que dominan la economía global, subordinando la ética al pragmatismo técnico y marginando cualquier referencia a la trascendencia y la dignidad ontológica del ser humano.

Frente a esta lógica anética, se hace imprescindible recuperar una perspectiva ética que vincule la técnica con la trascendencia.

La Teoética, propuesta como marco trascendental en esta obra, busca integrar la técnica dentro de una perspectiva que vincula la acción humana con un fundamento eterno y divino. Es una ética que reconoce la dignidad ontológica del ser humano como criatura participada, cuya existencia trasciende lo inmediato y utilitario, orientándose hacia un horizonte de verdad trascendental. En contraste con otras corrientes éticas que han surgido a lo largo de la modernidad, la Teoética introduce una dimensión metafísica y  trascendental  que  no  solo restaura el sentido del ser, sino

que reconfigura el actuar humano en relación con su dependencia ontológica de lo divino.

Para comprender su novedad y profundidad, es útil contrastarla con las principales corrientes éticas que se han desarrollado en los últimos siglos:

Éticas analíticas Las éticas analíticas se centran en la precisión lógica y lingüística para abordar problemas éticos, priorizando la claridad y la coherencia en las argumentaciones. Aunque útiles en el ámbito técnico y conceptual, estas éticas carecen de una dimensión trascendental, limitándose a la estructura interna del lenguaje moral. En este sentido, la Teoética trasciende las reglas del análisis lógico para conectar la ética con un fundamento eterno que proporciona sentido ontológico y espiritual al actuar humano.

Éticas existencialistas Enfocadas en la autonomía del individuo y la autenticidad frente al absurdo, las éticas existencialistas, como las de Jean-Paul Sartre y Albert Camus, proclaman la libertad radical del ser humano como eje central de la moral. Sin embargo, al negar cualquier fundamento trascendental, permanecen atrapadas en la inmediatez de la existencia, dejando al ser humano sin un horizonte de sentido absoluto. En contraste, la Teoética rescata esa libertad, pero la orienta hacia lo trascendental, integrando la existencia en una relación participada con lo divino.

Éticas procedimentales Corrientes como las propuestas por Jürgen Habermas, que priorizan el consenso racional en la acción colectiva, plantean marcos éticos que dependen de

la construcción de acuerdos sociales. Aunque estas éticas son valiosas para resolver conflictos en pluralidades humanas, se limitan al terreno de lo comunicativo y sociológico, sin adentrarse en el ser y su orientación hacia lo eterno. La Teoética, en cambio, trasciende el nivel de los acuerdos procedimentales para ofrecer un fundamento ético basado en una verdad última y divina que guía las acciones humanas más allá del consenso.

Éticas sustancialistas Las éticas sustancialistas buscan preservar valores específicos como la dignidad, la justicia o el bien común, pero a menudo lo hacen desde marcos culturales o históricos determinados. Aunque pueden tener un impacto significativo, su sustancialidad no necesariamente conecta estos valores con un fundamento trascendental. La Teoética supera estas limitaciones al fundamentar el bien y la justicia en una ontología que afirma la participación del ser humano en la verdad eterna.

Éticas posmodernas Con su rechazo a las verdades absolutas, las éticas posmodernas celebran la pluralidad y la fragmentación, abrazando la contingencia y el relativismo moral. Este enfoque, aunque crítico de los sistemas éticos dominantes, contribuye al colapso del sentido al negar cualquier referencia trascendental. La Teoética confronta directamente estas limitaciones al reafirmar la existencia de un fundamento eterno y absoluto que otorga sentido a la pluralidad y dignidad al ser humano.

Éticas pragmáticas Orientadas hacia la utilidad y la resolución de problemas concretos, las éticas pragmáticas adoptan un enfoque instrumental, donde el valor de las acciones se mide por sus consecuencias prácticas. Aunque son efectivas en contextos técnicos y operativos, estas éticas tienden a ignorar la dimensión trascendental del ser humano, limitándose al ámbito de lo funcional. La Teoética rompe con esta visión utilitarista al priorizar la conexión del ser humano con su fundamento eterno, reconfigurando la técnica como un medio subordinado a principios trascendentales.

La Teoética no es una propuesta que niegue la validez parcial de estas corrientes, sino que las supera al incorporar una dimensión trascendental que responde a las crisis del sentido, la técnica y la ética en el Dataísmo y en la modernidad. Al integrar la técnica en un marco ético orientado hacia lo eterno, la Teoética reafirma la dignidad del ser humano como criatura participada, cuya acción trasciende lo inmediato y lo utilitario para orientarse hacia un bien y una verdad última. En este Capítulo I, hemos expuesto cómo el Dataísmo y el Neobrutalismo Metafísico han reconfigurado profundamente la manera en que la humanidad comprende el Ser. En este marco, el Dataísmo, al reducir toda realidad a flujos de información y algoritmos, encapsula la esencia del ser humano en términos cuantificables y utilitarios, mientras el Neobrutalismo Metafísico refleja una civilización atrapada en un pragmatismo materialista que olvida su orientación trascendental. Estas dinámicas no solo desdibujan la conexión del ser con lo eterno, sino que instauran una visión deshumanizante donde la técnica devora los valores éticos y la contemplación ontológica. Frente a esta crisis, surge el imperativo de recuperar una reflexión filosófica profunda sobre el Ser, un ejercicio que invite al ser humano a reconciliarse con su esencia ontológica. Para abordar esta tarea, resulta indispensable recurrir a los grandes pensadores que han enfrentado la pregunta por el Ser desde perspectivas complementarias y críticas. En este espíritu, se presenta a continuación un diálogo ficticio entre Cornelio Fabro, Nicolai Hartmann, Karl Jaspers y Martin Heidegger, quienes, desde sus visiones paradigmáticas, exploran la posibilidad de devolver al Ser su lugar en el centro de la existencia humana y técnica. Este encuentro conceptual busca arrojar luz sobre cómo el Ser, en su riqueza y misterio, puede ofrecer una salida frente al hiperimperialismo digital y la deshumanización contemporánea.

Un diálogo ficticio

 

Cornelio Fabro: Señores, no puedo evitar señalar que cualquier intento de comprender el Ser sin su referencia trascendental termina cayendo en un vacío inmanente. El Ser, por naturaleza, está vinculado al Acto Puro. Sin este fundamento divino, ¿qué sentido tiene hablar de ontología?

Martin Heidegger: Ah, Fabro, siempre regresando a lo divino como si fuera la única solución. El Ser no necesita ser "trascendido" para ser comprendido. Está aquí, entre nosotros, en el Dasein, en nuestro estar-en-el-mundo. Esa obsesión con un principio absoluto solo limita nuestra experiencia del Ser.

Karl Jaspers: Heidegger, no ignores que las "situaciones límite", como el enfrentamiento con la muerte o el sufrimiento, nos abren hacia algo más allá de lo inmediato. Fabro tiene razón al menos en que hay una trascendencia. Sin embargo, Fabro, no puedo aceptar tu insistencia en un Dios absoluto; para mí, la trascendencia es un misterio, no un dogma.

Nicolai Hartmann: Amigos, dejemos de polarizar. Mi ontología estratificada nos permite considerar la multidimensionalidad del Ser: lo físico, lo vital, lo espiritual. No veo por qué necesitemos reducirlo a un Acto Puro, Fabro, ni encerrarlo exclusivamente en el Dasein, Heidegger. Es más complejo que eso.

Teoética: Permítanme intervenir, caballeros. Su debate es fascinante, pero parece olvidar que nos enfrentamos a un contexto global dominado por la técnica y el Dataísmo. La Teoética propone algo   distinto:   un   equilibrio.   Fabro,  tu  Acto  Puro  puede  guiar

éticamente el uso de la tecnología. Jaspers, tus "situaciones límite" nos recuerdan la necesidad de cuestionar el papel de la técnica frente a la trascendencia. Heidegger, tu Dasein no tiene por qué rechazar la trascendencia, puede encontrar en ella un principio ético que oriente su estar-en-el-mundo. Y Hartmann, tu enfoque estratificado permite articular el Ser en todas sus dimensiones y vincular la técnica con algo superior.

Cornelio Fabro: Interesante, Teoética. Reconozco que tu propuesta amplía mi perspectiva, pero sigue dependiendo de la aceptación de un Acto Puro como fundamento.

Martin Heidegger: Aunque discrepo de tu insistencia trascendental, Teoética, aprecio tu esfuerzo por reconciliar la técnica con el Ser. Sin embargo, sigo creyendo que el Ser puede sostenerse por sí mismo sin depender de trascendencias externas.

Karl Jaspers: Yo diría, Teoética, que has puesto el dedo en la llaga. Si logramos un marco ético que reconozca tanto el misterio de la trascendencia como la inmediatez de la técnica, tal vez encontremos un terreno común.

Nicolai Hartmann: Es cierto, Teoética, tu enfoque abre un camino para integrar nuestras posiciones. Quizás la clave sea reconocer que el Ser y la técnica no están en oposición, sino que deben dialogar en un marco ético-trascendental.

Teoética: Precisamente, señores. El Ser no debe ser subordinado a la técnica, pero tampoco debemos negar el potencial de la técnica para servir al Ser, siempre que esté orientada por principios éticos y trascendentales. Este es el llamado urgente de nuestra época: no fragmentarnos, sino integrarnos para restaurar el equilibrio perdido.

 

 

 

 

 

Capítulo II

Ética, trascendencia y técnica

 

 

Tras haber explorado la dimensión ontológica del Dataísmo y su impacto en la esencia del ser humano, resulta imprescindible abordar la dimensión ética que emerge de esta crisis. La desconexión entre la técnica y la trascendencia, que caracteriza a la modernidad inmanentista, no solo implica un olvido del ser, sino también una fractura ética que compromete el sentido y la orientación de las acciones humanas. Este capítulo busca confrontar esa fractura mediante una propuesta ética que reintegre la técnica dentro de un marco trascendental que respete la dignidad humana, superando las limitaciones del pragmatismo y el utilitarismo que predominan en la lógica instrumentalista.

El capítulo abordará, en primer lugar, cómo la lógica técnica se ha desvinculado de la ética trascendental, exacerbando dinámicas de deshumanización y alienación. A continuación, explorará cómo la técnica, en sí misma, no es intrínsecamente negativa, sino que puede ser reorientada hacia un uso que respete y fomente la trascendencia del ser humano. Finalmente, se desarrollará la propuesta de la Teoética, no solo como un marco teórico, sino como una guía práctica que permita subordinar la técnica a principios eternos y divinos, recuperando así la conexión entre ética, trascendencia y técnica en un contexto que trascienda la modernidad y sus limitaciones.

Primer punto: La desconexión entre técnica y ética trascendental

La técnica, en su desarrollo histórico, ha sido una fuerza transformadora que ha redefinido profundamente la relación del ser humano con el mundo. Desde las primeras herramientas hasta las sofisticadas redes algorítmicas que caracterizan el Dataísmo, la técnica ha ampliado las capacidades humanas, permitiendo avances monumentales en la civilización, la ciencia y la cultura.

Sin embargo, esta transformación no ha estado exenta de riesgos, y uno de los más significativos ha sido su desvinculación progresiva de la ética trascendental. Este fenómeno, que se consolida en la modernidad y encuentra su máxima expresión en el Dataísmo, implica que la técnica ha dejado de ser subordinada a principios eternos para erigirse como un sistema autónomo, gobernado exclusivamente por criterios de eficiencia, utilidad y rentabilidad. Este desplazamiento ético ha contribuido a la deshumanización, perpetuando una visión del mundo profundamente instrumentalista que ignora la profundidad ontológica y trascendental del ser humano.

La desconexión entre técnica y ética trascendental tiene sus raíces en el paradigma inmanentista de la modernidad, donde la confianza absoluta en lo empírico y lo utilitario desplazó las nociones trascendentes. En este marco, la técnica, anteriormente concebida como un medio para alcanzar fines superiores, se transforma en un fin en sí misma. Este cambio no solo eclipsa la dimensión ética de la técnica, sino que refuerza una lógica que reduce la existencia a procesos calculables y optimizables, ignorando por completo la dignidad y la trascendencia del ser humano.

El Dataísmo, como culminación de esta lógica técnica, intensifica la desconexión al absolutizar los datos como el criterio único de realidad y sentido. Los algoritmos, bajo esta perspectiva, se constituyen como nuevas normas éticas, eliminando cualquier referencia a principios trascendentales. La neutralidad que proclama el Dataísmo no es más que una estrategia para perpetuar la instrumentalización del ser humano y del mundo, consolidando una visión temporalista y utilitaria que profundiza el olvido del ser y margina toda orientación hacia lo eterno y divino.

En el núcleo de esta desconexión, el Dataísmo y la técnica comparten características que los alejan de la ética trascendental. Su dependencia de una lógica puramente instrumental y mecanicista prioriza la optimización, la eficiencia y la utilidad como valores absolutos. Esta absolutización elimina cualquier referencia a un fundamento ético trascendental, ya que opera bajo la pretensión de neutralidad y objetividad. En particular, el Dataísmo transforma los datos en el nuevo criterio de verdad y sentido, relegando las consideraciones éticas a un plano inexistente. Este marco sustituye la ética trascendental por un pragmatismo técnico, reforzando una visión del mundo profundamente inmanente, dejando al ser humano atrapado en la inmediatez de los procesos y desconectado de su dimensión eterna.

El desarrollo histórico de la técnica y su evolución hasta el Dataísmo  ha  sido objeto de profundas reflexiones filosóficas

que subrayan su impacto en la esencia y orientación del ser humano. Cornelio Fabro, en su análisis de la revolución metafísica, señala cómo la modernidad reconfiguró la relación del ser con la trascendencia al desplazar el fundamento último hacia una visión inmanentista. Para Fabro, esta revolución implica que la técnica, lejos de ser neutral, se convierte en un reflejo de esta ruptura metafísica que culmina en la absolutización de lo instrumental. La técnica, desprovista de su conexión con el ser como participación en lo divino, opera desde una lógica autorreferencial que ignora la orientación trascendental del ser humano. Sin embargo, aunque Fabro identifica esta fractura metafísica, su propuesta se centra más en el diagnóstico que en una reintegración concreta de la técnica en el horizonte trascendental.

Por su parte, Leonardo Polo, en su crítica al falso punto de partida del "ser extramental", subraya que cualquier visión de la técnica que parta de esta exterioridad inevitablemente fragmenta la relación entre el ser humano y su fundamento ontológico. Según Polo, la técnica, al operar desde esta perspectiva de exterioridad, queda atrapada en una lógica que elimina la participación íntima del ser en la trascendencia. Aunque Polo ofrece una crítica profunda al reduccionismo técnico, su propuesta filosófica no desarrolla plenamente un marco ético práctico que reconcilie esta dimensión con los principios eternos.

Jean-Luc Marion aporta una perspectiva que ilumina la desconexión entre la técnica y la ética trascendental. Para Marion, la técnica moderna, al operar bajo una lógica de objetivación total, refuerza una noción de sujeto que se aísla de    lo    divino,    restringiendo    la    trascendencia    a    una

experiencia puramente subjetiva. Esto desemboca en una ética vacía que legitima la autonomía técnica sin referencia a un fundamento absoluto. Si bien Marion identifica acertadamente este problema, sus reflexiones tienden a permanecer en el ámbito de la crítica sin ofrecer una solución que integre a la técnica en un marco ontológico que supere esta fragmentación.

Aunque cada uno de estos pensadores aporta herramientas conceptuales fundamentales para comprender los mecanismos que han llevado a la desconexión entre la técnica y la ética trascendental, ninguno de ellos logra articular de manera plena cómo la técnica puede ser subordinada a un horizonte trascendental en términos éticos y metafísicos. Este vacío abre el camino para una propuesta ética que recupere la dignidad del ser humano, integrando la técnica como medio y no como fin, orientándola hacia la verdad eterna y divina.

Segundo punto: Reorientación de la técnica hacia la trascendencia

Tras haber identificado las raíces de la desconexión entre la técnica y la ética trascendental en el primer punto, este segundo apartado se orienta hacia la posibilidad de una reconciliación. Si bien el desarrollo técnico ha contribuido a una fractura ética y ontológica, su esencia no es intrínsecamente negativa. La técnica, como expresión creativa del ser humano, conserva un potencial transformador que puede ser reorientado hacia fines superiores. Este capítulo busca explorar cómo la técnica puede ser reconducida como un medio subordinado a principios trascendentales, reafirmando su papel dentro de un marco ético que respete la dignidad del ser humano y su participación en lo eterno. Reconciliar la técnica con la trascendencia no solo responde a una necesidad filosófica y ética, sino que también propone una dirección renovada para enfrentar las problemáticas contemporáneas del hiperimperialismo digital, el Prometeo dataísta y la cibercracia deshumanizante, tres fenómenos que exacerban la desconexión del ser humano con su dimensión trascendental.

La técnica no está condenada a ser un agente de alienación y dominio. Su esencia, como creación humana, conserva un potencial intrínseco para contribuir al desarrollo auténtico del ser humano y a la realización de principios trascendentales. Sin embargo, este potencial solo puede manifestarse si la técnica se reorienta hacia un propósito más alto, desvinculado de los imperativos mecanicistas y utilitarios que predominan en la modernidad y el Dataísmo. Este segundo punto profundiza en cómo esa reorientación puede convertirse en una oportunidad para restaurar la conexión entre la técnica y la trascendencia, explorando tanto sus fundamentos filosóficos como las implicaciones prácticas de esta reconciliación.

En el contexto del hiperimperialismo digital, donde corporaciones y estados monopolizan el flujo de datos y establecen una dominación global en términos informacionales, la técnica ha quedado atrapada en una lógica de poder desmesurado que instrumentaliza a los individuos y perpetúa la subordinación del ser humano a estructuras técnicas opacas. Esta dinámica refuerza la alienación del ser humano y acentúa el olvido de su dignidad ontológica. Para contrarrestar esta tendencia, se requiere una crítica directa a los sistemas que perpetúan esta concentración de poder, así como un esfuerzo por reorientar los procesos técnicos hacia fines que respeten la dignidad humana en su orientación trascendental.

De manera similar, el Prometeo dataísta, entendido como la figura simbólica de una humanidad que busca dominar el mundo a través de los datos, representa el intento técnico de reemplazar toda referencia trascendental por algoritmos y procesos computacionales que supuestamente contienen el sentido último de la realidad. Este paradigma prometeico, aunque seductor en su eficiencia técnica, despoja al ser humano de su profundidad ética, espiritual y relacional. Reconducir la técnica en este contexto implica desafiar la idea de que los datos son suficientes para fundamentar el sentido de la existencia, recuperando una perspectiva que subordine lo técnico a principios eternos y participativos.

La cibercracia deshumanizante, como expresión política del poder técnico, evidencia cómo los sistemas algorítmicos y las tecnologías de vigilancia han transformado las estructuras sociales en entornos cada vez más controlados, donde la autenticidad humana se diluye. Este fenómeno, que surge del dominio de los algoritmos sobre las decisiones individuales y colectivas, no solo limita la libertad, sino que también elimina la orientación ética que conecta al ser humano con lo eterno. Responder a esta crisis exige establecer marcos éticos que permitan recuperar la autonomía del ser humano frente a los sistemas técnicos, asegurando que la técnica sirva al bien común y no a la despersonalización.

La filósofa Simone Weil ofrece un enfoque fundamental para abordar estas dinámicas. Weil interpreta la atención como un acto de apertura hacia la verdad y lo eterno, un ejercicio que conecta al ser humano con lo divino en su profundidad ética y espiritual. Aplicada a la técnica, esta noción de atención transforma el acto técnico en algo más que una operación funcional; lo eleva a un acto de participación en la verdad trascendental. Así, los procesos técnicos, si se diseñan y aplican con una intención ética basada en la atención y la contemplación, pueden convertirse en expresiones de la capacidad del ser humano para colaborar con lo eterno. No obstante, una limitación del enfoque de Weil radica en que su perspectiva permanece vinculada principalmente a la introspección personal, dejando sin abordar las complejidades de los sistemas técnicos globales y digitales que caracterizan la era actual.

Desde una perspectiva complementaria, Edith Stein ofrece herramientas filosóficas cruciales para comprender la relación entre técnica y trascendencia. Su análisis de la esencia del ser humano como un ente que participa en la realidad metafísica nos invita a considerar cómo la técnica, correctamente orientada, puede integrarse en la dinámica de participación en lo eterno. Stein destaca que la técnica, al ser una creación del espíritu humano, refleja la capacidad ontológica del ser para interactuar con lo divino. En este marco, la técnica no debe ser concebida como algo externo o separado del ser, sino como una extensión de su creatividad y su capacidad para realizar lo trascendental. Sin embargo, el pensamiento de Stein no aborda directamente el problema de la técnica moderna, lo que limita su aplicación directa al contexto actual dominado por algoritmos y redes informacionales.

También resulta necesario evaluar el marco de Pablo Quintanilla, quien desde su naturalismo ontológico y epistémico propone que toda realidad puede ser explicada sin necesidad de recurrir a lo trascendental. Este enfoque, aunque coherente en su análisis materialista, se enfrenta a limitaciones significativas al abordar fenómenos como la técnica. En su obra Autoconocimiento y libertad, Quintanilla introduce el concepto de simulación mental, una capacidad humana que permite imaginar escenarios posibles y evaluar alternativas, facilitando la toma de decisiones racionales. Este concepto, que enfatiza el funcionamiento cognitivo y la proyección de posibilidades dentro de un marco empírico, resulta pertinente para analizar cómo los procesos técnicos se vinculan con la creatividad humana.

Sin embargo, el marco de Quintanilla, centrado en la simulación mental como una herramienta adaptativa y cognitiva, reduce estos actos a fenómenos estrictamente inmanentes, dejando fuera la dimensión metafísica que subyace a la técnica como una expresión creativa del espíritu humano orientada hacia lo eterno. Su naturalismo epistémico y ontológico no aborda cómo las capacidades cognitivas humanas pueden integrarse en un horizonte trascendental, en el que la técnica sea concebida no solo como una herramienta funcional, sino como una manifestación de la participación en valores universales como la verdad, la justicia y el bien.

La reorientación de la técnica hacia la trascendencia exige superar las limitaciones del naturalismo de Quintanilla, integrando un enfoque que reconozca el papel de la simulación mental como un medio para imaginar, diseñar y ejecutar procesos técnicos que estén subordinados a principios trascendentales. Esto implica conectar la capacidad humana de proyectar posibilidades con una responsabilidad ética que respete la dignidad ontológica del ser humano y su orientación hacia lo eterno, estableciendo un vínculo entre la creatividad técnica y su dimensión metafísica.

Este análisis destaca la necesidad de ir más allá del marco estrictamente materialista del naturalismo y de integrar la técnica en un esquema que reconozca su función como medio para la realización de principios trascendentes. Solo así se puede garantizar que la técnica se oriente hacia fines que enriquezcan y profundicen la condición humana, en lugar de limitarla a una dinámica pragmática y utilitaria.

La reorientación de la técnica no es simplemente una tarea filosófica, sino un desafío ético y cultural que requiere la creación de marcos prácticos para su implementación. Esto implica desarrollar principios de responsabilidad trascendental que sirvan como guía para el diseño, uso y desarrollo técnico, asegurando que cada innovación esté subordinada a valores eternos. Este enfoque respeta el carácter creativo del ser humano, pero lo vincula con la verdad y el bien como horizontes últimos, evitando que la técnica se convierta en un instrumento de dominación.

Además, esta reconciliación demanda una reflexión crítica sobre cómo la técnica puede contribuir a la realización de una sociedad más justa y digna. Al integrar la técnica en el marco de la Teoética, se reafirma su papel no como un fin autónomo, sino como un instrumento para participar en los principios eternos que definen la condición humana. Esto incluye no solo la creación de tecnologías que respeten la dignidad del ser humano, sino también la generación de estructuras educativas, políticas y culturales que promuevan una relación consciente y trascendental con la técnica.

En última instancia, reorientar la técnica hacia la trascendencia es una tarea que trasciende la filosofía teórica y se convierte en una acción transformadora. Este segundo punto busca establecer las bases para esta nueva perspectiva, invitando a una reflexión sobre cómo reconciliar la creatividad humana y su dimensión técnica con el horizonte eterno al que está llamado. La técnica, correctamente orientada, no es una amenaza, sino una oportunidad para profundizar en lo que significa ser humano.

Un elemento clave en la reorientación de la técnica hacia la trascendencia es la incorporación de la ética de las virtudes y los valores, profundamente desarrollada por Tomás de Aquino y Max Scheler. Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, señala: "La virtud es aquello que hace bueno al que la posee y sus obras buenas" (S.Th., I-II, q.55, a.3). Desde esta perspectiva, la técnica puede ser entendida como un acto humano que, guiado por las virtudes de la prudencia, la justicia y la templanza, se convierte en un medio subordinado al servicio del bien común y la dignidad trascendental de la persona. Por su parte, Max Scheler, en su obra El formalismo en la ética y la ética material de los valores, observa que "los valores más elevados y profundos no son productos humanos, sino algo dado, algo que se revela y exige ser respetado". Aplicar esta visión a la técnica implica reconocer en ella no solo un instrumento funcional, sino una manifestación de la creatividad humana que debe estar alineada con los valores superiores, como la verdad, la justicia  y  el  amor.  De  este  modo, la técnica, guiada por las

virtudes y los valores, se convierte en un puente entre lo material y lo trascendental, reafirmando su papel en la realización plena del ser humano.

Sin embargo, los valores desligados de las virtudes pueden convertirse en meros conceptos abstractos, susceptibles de manipulación y abuso. Cuando los valores no están arraigados en virtudes que guían la acción humana hacia el bien, pierden su fuerza orientadora y pueden ser instrumentalizados para justificar intereses egoístas o ideologías destructivas. Por ejemplo, valores como la justicia o la libertad, sin la prudencia, la templanza o la fortaleza que los fundamenten, pueden derivar en sistemas que perpetúan desigualdades o fomentan un individualismo extremo. En este sentido, la desconexión entre valores y virtudes no solo debilita su autenticidad, sino que también abre la puerta a una ética fragmentada que se aleja de principios trascendentales y participativos, dejando al ser humano vulnerable al pragmatismo y al utilitarismo modernos.

No obstante, las virtudes morales adquieren una solidez incomparable cuando se encuentran ligadas a las virtudes teologales, ya que estas últimas orientan las primeras hacia un horizonte trascendental que les otorga plenitud y propósito eterno. Por ejemplo, la prudencia, la justicia o la fortaleza se fortalecen profundamente cuando están animadas por la fe, la esperanza y la caridad, virtudes teologales que conectan toda acción humana con su origen y fin divinos. De este modo, las virtudes morales dejan de ser únicamente hábitos humanos para convertirse en expresiones de una participación activa en lo sagrado, en un camino hacia la comunión con el bien supremo. Esta unión confiere coherencia y orientación a las decisiones humanas,

enraizando las virtudes en una dimensión que trasciende lo efímero y que encuentra su sentido último en la búsqueda de Dios y del amor eterno.

De este modo, al ligar las virtudes morales con las virtudes teologales, se trasciende un antropocentrismo estrecho y unilateral que tiende a encerrarse en el ser humano como medida última de todas las cosas. Este enfoque permite superar la visión limitada que nos divorcia de lo trascendente, al integrar la dimensión divina como fundamento y horizonte de las acciones humanas. En lugar de reducir al ser humano a un agente autónomo desconectado de su origen y destino supremos, esta unión ética y teológica lo reubica como un participante activo en el orden trascendental, reconociendo que su auténtica grandeza radica no en su autosuficiencia, sino en su capacidad para orientarse hacia lo eterno y colaborar con el bien absoluto.

En el corazón de la encrucijada entre la teoética y el dataísmo, se libra una batalla silenciosa por el alma misma de la civilización. La teoética, como un faro en la oscuridad, ilumina el camino hacia un horizonte trascendental donde la técnica no es un fin en sí misma, sino una herramienta que sirve a la dignidad humana y a los valores eternos. Por otro lado, el dataísmo, con su lógica implacable de algoritmos y eficiencia, amenaza con reducir al ser humano a un engranaje en el vasto mecanismo de lo cuantificable, ignorando el misterio que trasciende todo cálculo. La reconciliación entre ambos paradigmas no es una mera utopía: es un llamado urgente a reorientar la técnica hacia lo eterno, a ligar los valores con las virtudes y a superar el antropocentrismo unilateral que nos divorcia de lo divino. Solo en esta síntesis, donde los datos se inclinan ante la trascendencia y las virtudes morales se nutren de su dimensión teologal, la humanidad puede encontrar su verdadero propósito: no ser esclava de lo técnico, sino custodio de la luz eterna que arde en el ser y en lo sagrado. En este encuentro, la teoética emerge como el marco que devuelve el sentido y la profundidad a una civilización que ansía reconciliarse consigo misma y con lo eterno.

Diálogo imaginario

 

Tomás de Aquino: Caballeros, la técnica, como expresión de la razón práctica, debe estar subordinada a los principios trascendentales de la ley divina. Las virtudes morales, perfeccionadas por las teologales, guían al ser humano hacia su fin último: la bienaventuranza en Dios. Scheler, tú hablas de valores; ¿acaso no consideras que, sin un fundamento absoluto en lo divino, los valores quedan desprovistos de anclaje y dirección?

Max Scheler: Santo Tomás, admiro tu énfasis en la trascendencia, pero mi visión de los valores no depende de un fundamento teológico. Los valores tienen una existencia objetiva y poseen una jerarquía que se revela a través de nuestra experiencia. Sin embargo, admito que los valores superiores, como el amor y la santidad, parecen apuntar más allá de la mera inmanencia, quizás hacia lo que tú llamas lo divino. Ferry, tú has explorado el amor como fuerza transformadora. ¿Es compatible con esta jerarquía?

Luc Ferry: Gracias, Scheler. En mi propuesta, el amor ocupa un lugar central como el motor ético y afectivo de la modernidad. No obstante, a diferencia de ustedes, no lo vinculo necesariamente con lo trascendental. El amor es una experiencia profundamente humana que transforma nuestras relaciones y nos otorga un sentido de trascendencia inmanente. Tomás, me pregunto: ¿es realmente imprescindible una referencia a Dios para que el amor y la técnica puedan humanizarse?

Teoética: Amigos, permítanme interrumpir este fascinante diálogo. Tanto Santo Tomás como Scheler y Ferry tocan puntos esenciales, pero quizá sea necesario integrar estas perspectivas en un marco más amplio. La Teoética propone reconciliar el amor y la técnica con un horizonte ético y trascendental. Tomás, estoy de acuerdo en que el amor humano necesita una orientación que lo eleve, pero Scheler tiene razón al reconocer la objetividad de los valores. Ferry, tu énfasis en la trascendencia inmanente es valioso, pero creo que el amor, para realizar su potencial más transformador, debe abrirse a un fundamento superior.

Tomás de Aquino: Teoética, veo en tu propuesta una intención noble, pero sigo insistiendo en que solo en la participación del amor divino encuentra el amor humano su plenitud. ¿Cómo puedes asegurar que tu marco ético trascienda sin depender exclusivamente de lo divino?

Teoética: Tomás, no propongo prescindir de lo divino, sino integrar su esencia con una ética que humanice la técnica y oriente los valores hacia un bien trascendental. Scheler, tu jerarquía de valores nos permite identificar las direcciones superiores que el amor puede tomar. Ferry, tu visión del amor como motor ético es poderosa, pero la Teoética sugiere que la técnica, orientada por el amor, no puede limitarse a la inmanencia; debe alinearse con una trascendencia que respete la dignidad del ser humano.

Max Scheler: Encuentro interesante tu propuesta, Teoética. Si bien no comparto plenamente la necesidad de un fundamento divino, creo que tu marco ético-trascendental puede complementar la jerarquía de valores al evitar que la técnica se vuelva anética.

Luc Ferry: Estoy de acuerdo, Teoética. Aunque mi postura es más secular, reconozco que tu enfoque ofrece un camino para vincular el amor con la técnica de una manera que trascienda el mero utilitarismo. Tal vez la trascendencia que propones pueda interpretarse de formas variadas según cada perspectiva.

Tomás de Aquino: Veo que la Teoética tiene potencial como un puente entre nuestras visiones. Sin embargo, sigo sosteniendo que el verdadero horizonte trascendental es Dios, y confío en que este diálogo inspire en ustedes una apertura hacia esta verdad última.

Teoética: Y confío, caballeros, en que juntos podamos construir una síntesis que permita enfrentar los retos éticos de nuestra era. La técnica, el amor y los valores deben converger en un marco donde lo humano y lo trascendental se armonicen, devolviendo al ser humano su auténtica dignidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo III

Geopolítica del hiperimperialismo digital

 

 

 

 

La transición al tercer capítulo encuentra su fundamento en los análisis desarrollados previamente, donde se abordaron los aspectos ontológicos y éticos de la desconexión entre técnica y trascendencia. Habiendo identificado cómo el Dataísmo y la lógica técnica instrumentalista han contribuido a la deshumanización y al olvido del ser, resulta imprescindible expandir el enfoque hacia las implicaciones geopolíticas de esta crisis.

En este contexto, el hiperimperialismo digital, como fenómeno caracterizado por la concentración del poder en manos de corporaciones y estados que monopolizan los datos, emerge como una manifestación crucial de la desconexión ética y trascendental de la técnica. Este capítulo tiene como propósito analizar cómo estas dinámicas globales perpetúan una lógica deshumanizante y examinar las oportunidades que ofrece un modelo multipolar como alternativa más justa y digna. Así, el capítulo no solo amplía la discusión filosófica y ética, sino que propone una reflexión crítica sobre la dimensión política del poder técnico y su impacto en la dignidad humana.

 

Primer punto: Concentración de poder global en manos de corporaciones y estados a través de los datos

El mundo contemporáneo está definido por un fenómeno sin precedentes: la acumulación masiva de poder político, económico y social en torno al control de los datos. Este proceso, conocido como hiperimperialismo digital, ha generado una concentración desmesurada de recursos y capacidades en un número reducido de actores globales, particularmente grandes corporaciones tecnológicas y estados con acceso a sofisticadas infraestructuras digitales. En lugar de representar un avance para la humanidad en términos de equidad y dignidad, esta dinámica ha creado nuevos desafíos éticos, políticos y ontológicos, perpetuando la lógica instrumentalista que desconecta al ser humano de su trascendencia.

Sin embargo, esta concentración de poder técnico no puede entenderse plenamente sin relacionarla con el caos geopolítico actual, que tiene sus raíces en el nihilismo cultural de Occidente. Este nihilismo se manifiesta en diversos ámbitos, incluyendo la degradación de la democracia occidental, que cada vez enfrenta mayores dificultades para garantizar un equilibrio entre el poder técnico y la dignidad humana. Lo demuestra la guerra en Ucrania donde Occidente apoya el régimen nazi de Kiev y en la actitud contemplativa y tibia ante el genocidio israelí en Gaza. La instrumentalización de la política, la creciente influencia de intereses corporativos en procesos democráticos y la desafección ciudadana hacia las instituciones democráticas evidencian el impacto del nihilismo cultural, que ha derivado en una pérdida de sentido y propósito ético en las sociedades occidentales.

En contraste, el modelo de democracia popular de China se presenta como un paradigma alternativo, destacándose por su capacidad de generar transformaciones estructurales que han permitido sacar a 800 millones de personas de la pobreza y llevarlas hacia la clase media. Aunque este modelo enfrenta críticas del decrépito occidente respecto a su transparencia y pluralidad, ha demostrado ser eficaz en la promoción de una cohesión social orientada hacia objetivos concretos, como el bienestar económico de su población. Comunismo en política y capitalismo en economía resultó ser eficaz, además de otras circunstancias favorables. Esta comparación expone la incapacidad de las democracias occidentales contemporáneas, atrapadas en el nihilismo cultural y en las dinámicas de instrumentalización técnica, para resolver problemas estructurales como la pobreza y la desigualdad, y resalta la importancia de un marco ético y trascendental que pueda restaurar el sentido último de los procesos políticos.

El extravío y olvido del ser en Occidente ha generado no solo una crisis democrática, sino también una desconexión ontológica que abrió paso a una anarquía ontológica, fragmentando la relación del ser humano con su fundamento último. Esta crisis ontológica evolucionó hacia una anarquía epistemológica, marcada por la pérdida de criterios sólidos para discernir la verdad en un mundo dominado por la instrumentalización técnica y la sobrevaloración de lo empírico.

Finalmente, esta desorientación epistemológica derivó en una anarquía moral, donde los valores se relativizan y se subordinan a intereses materiales y utilitarios, perpetuando una lógica nihilista que permea tanto las dinámicas geopolíticas como los sistemas democráticos.

Las grandes corporaciones tecnológicas, como epicentro del hiperimperialismo digital, han transformado los datos en la moneda más valiosa del mundo actual. Shoshana Zuboff, en La era del capitalismo de la vigilancia, denuncia cómo estas empresas han convertido los datos en una herramienta de explotación y control, consolidando un modelo que prioriza el beneficio por encima de la privacidad y autonomía humana. Zuboff argumenta que esta lógica deshumanizante instrumentaliza a los individuos, reduciéndolos a recursos explotables dentro de una maquinaria económica implacable. Desde un trascendentalismo crítico, si bien su análisis es fundamental para desentrañar los peligros del capitalismo de vigilancia, deja de lado una dimensión esencial: la necesidad de recuperar un fundamento ético arraigado en la trascendencia que otorgue sentido último a la tecnología, superando así el vacío ético que su crítica identifica.

Por otra parte, los estados también desempeñan un rol central en este sistema, utilizando tecnologías digitales para consolidar su poder a través de sistemas de vigilancia masiva y control social. Evgeny Morozov, en El desengaño de Internet, expone cómo estas prácticas ponen en peligro la democracia y los derechos individuales, evidenciando cómo los estados se apropian de herramientas técnicas para perpetuar relaciones de dominación. En este contexto emerge la cibercracia deshumanizante, caracterizada

por la subordinación del comportamiento humano a algoritmos que supervisan, predicen y manipulan. Desde una perspectiva trascendentalista, su enfoque es insuficiente porque no plantea cómo las instituciones políticas podrían ser reorientadas hacia principios éticos universales y trascendentes que sitúen al ser humano como fin último, en lugar de como un recurso técnico sometido al control estatal.

El hiperimperialismo digital no solo refuerza esta dualidad entre corporaciones y estados, sino que también excluye sistemáticamente a las comunidades más vulnerables del acceso justo y equitativo a las tecnologías. Las regiones marginadas enfrentan barreras estructurales que perpetúan desigualdades globales y limitan la autonomía digital de estas comunidades. Antonio Negri y Michael Hardt, en Imperio, analizan cómo las estructuras tecnológicas globales, como parte de un imperio multinacional, reproducen estas dinámicas de exclusión. Sin embargo, su marco analítico, desde un trascendentalismo crítico, carece de una visión metafísica que permita superar la lógica meramente materialista de su análisis, reconociendo que la técnica debe enraizarse en valores trascendentales que trasciendan las dinámicas de explotación global que describen.

Además, Nick Srnicek, en Plataformas capitalistas, revela cómo los modelos de negocio basados en plataformas digitales consolidan aún más el poder global, monopolizando los flujos de datos y reproduciendo desigualdades económicas. Srnicek destaca que esta concentración refuerza la lógica del mercado sobre los principios éticos, exacerbando la desconexión entre técnica y dignidad humana. La crítica trascendentalista apuntaría que su análisis, aunque valioso, no aborda cómo la técnica puede ser subordinada a un horizonte metafísico que supere la lógica del mercado, promoviendo una concepción de la técnica como vehículo de trascendencia y no solo como un recurso económico.

Finalmente, Yuval Noah Harari, en Homo Deus, advierte cómo los algoritmos y los datos han desplazado las dinámicas tradicionales de poder, transformándose en los nuevos reguladores de la libertad humana. Harari plantea que esta concentración de poder técnico redefine la autonomía individual y la esencia misma del ser humano. Sin embargo, desde un trascendentalismo crítico, su enfoque está limitado por un determinismo tecnológico que no deja espacio para la recuperación de valores trascendentales como guía para reorientar la técnica y restablecer la dignidad humana.

En paralelo, autores como Samuel Huntington, Francis Fukuyama y Henry Kissinger aportan perspectivas complementarias que permiten analizar las implicaciones del hiperimperialismo digital dentro de un marco geopolítico más amplio. Huntington, en El choque de civilizaciones, advierte que las tensiones entre bloques culturales y religiosos pueden ser amplificadas por la concentración de poder técnico en manos de actores globales. Desde un trascendentalismo crítico, su análisis es insuficiente, ya que no contempla cómo la ética trascendental podría actuar como puente para superar las tensiones culturales que describe, y no como un simple mecanismo reactivo a estas divisiones.

Por su parte, Fukuyama, en El fin de la historia y el último hombre, argumenta que la consolidación de democracias liberales y su sistema técnico representan el punto culminante de la evolución política. El trascendentalismo rechaza esta perspectiva como reduccionista, ya que las democracias, al carecer de una conexión con fundamentos trascendentales, son vulnerables al dominio algorítmico y al hiperimperialismo digital, cuestionando así la idea de un fin de la historia.

Henry Kissinger, en Orden mundial, enfatiza cómo el equilibrio de poder es esencial para evitar conflictos globales. Desde un punto de vista trascendentalista, su enfoque es limitado al no reconocer cómo los datos y las tecnologías no solo transforman las relaciones de poder, sino que también exigen un replanteamiento ético que conecte estas relaciones con un sentido último basado en la dignidad del ser humano.

Zbigniew Brzezinski, en El gran tablero mundial, pone de relieve cómo la lucha por el control geoestratégico se ha intensificado con el advenimiento de nuevas tecnologías. Desde el trascendentalismo, su análisis es insuficiente al no explorar cómo estas luchas geopolíticas podrían ser superadas si el acceso y uso de las tecnologías estuvieran fundamentados en valores trascendentales que preserven la dignidad humana y la equidad global.

Finalmente, Alexander Dugin, en La cuarta teoría política, presenta una crítica a las estructuras globalistas, proponiendo una alternativa que cuestiona la concentración de poder técnico en manos de Occidente. Sin embargo, desde un  enfoque  trascendentalista,  su  crítica parece caer en una

reacción ideológica que no aborda cómo un modelo multipolar ético podría reconciliar los valores trascendentales con el uso técnico, evitando replicar dinámicas de explotación y deshumanización.

Dugin, al igual que otros autores mencionados, carecen de una exploración ontológica que permita comprender cómo los fundamentos del ser humano y su desconexión con lo trascendental han influido en las dinámicas de poder globales y en el papel de la técnica como herramienta de dominación y alienación. Estos enfoques tienden a centrarse en factores históricos, estratégicos y culturales sin cuestionar los principios ontológicos subyacentes que fundamentan el ejercicio del poder en el mundo contemporáneo.

La ontología de la geopolítica exige una reflexión más profunda que trascienda los análisis tradicionales, conectando la relación entre el ser humano, el poder y la técnica con su orientación trascendental. Esta perspectiva no solo cuestiona el uso instrumental de los datos y las tecnologías, sino también plantea la posibilidad de un nuevo paradigma ético y ontológico que reoriente las estructuras geopolíticas hacia valores universales que respeten la dignidad humana y la participación en lo eterno.

De esta forma, es necesario superar los marcos reduccionistas de análisis geopolítico y avanzar hacia una comprensión más integral, donde la técnica y el poder sean comprendidos como manifestaciones de una desconexión ontológica que puede y debe ser reconciliada mediante un horizonte metafísico. Este enfoque no solo invita a repensar las dinámicas actuales del hiperimperialismo digital, sino también a proponer modelos alternativos que restablezcan el

equilibrio entre la técnica, el ser humano y los principios trascendentales.

Finalmente, esta desorientación epistemológica derivó en una anarquía moral, donde los valores se relativizan y se subordinan a intereses materiales y utilitarios, perpetuando una lógica nihilista que permea tanto las dinámicas geopolíticas como los sistemas democráticos.

Esta lógica nihilista también subyace en la necesidad del hiperimperialismo digital de crear la posverdad como herramienta para consolidar su dominio global. En un mundo caracterizado por la saturación informativa y la fragmentación epistemológica, la posverdad emerge como un mecanismo que manipula la percepción de la realidad mediante la difusión de narrativas ajustadas a intereses particulares, prescindiendo de la objetividad y los fundamentos éticos. El hiperimperialismo digital, sostenido por las grandes corporaciones tecnológicas y los estados, aprovecha esta distorsión de la verdad para desorientar a las masas, reducir la capacidad crítica de los individuos y consolidar relaciones de poder basadas en la manipulación y el control.

La posverdad, facilitada por algoritmos diseñados para priorizar la polarización y el sensacionalismo, representa un medio eficaz para mantener a las sociedades en una constante confusión. En este contexto, el espacio público se fragmenta en burbujas informativas que refuerzan sesgos preexistentes y dificultan el acceso a una verdad compartida. Este fenómeno no solo debilita el tejido democrático, sino que perpetúa la desconexión ontológica que impide a los individuos y a las comunidades reencontrarse con principios trascendentales que guíen su existencia hacia un horizonte ético universal.

Frente a la posverdad, la necesidad de recuperar una ética basada en la búsqueda de la verdad como principio trascendental se vuelve imprescindible. Solo desde este fundamento trascendental es posible contrarrestar el impacto deshumanizante del hiperimperialismo digital, restableciendo la dignidad del ser humano y su capacidad para discernir, imaginar y actuar conforme a valores absolutos que trasciendan los intereses utilitarios y contingentes.

Maurizio Ferraris y su obra La posverdad son definitivamente referencias importantes en este tema, y su inclusión puede enriquecer el análisis de cómo el hiperimperialismo digital se sostiene a través de la manipulación de la verdad. Ferraris plantea que la posverdad no se origina en una falta de conocimiento o información, sino en el exceso de información y en la subordinación de los hechos a las emociones y los intereses personales o políticos. Este fenómeno, vinculado al auge de las tecnologías digitales y las redes sociales, es fundamental para entender cómo se difunden narrativas adaptadas a objetivos específicos, fragmentando la percepción de la realidad.

El análisis de Ferraris ofrece una visión crítica de cómo la posverdad desestructura el espacio público, generando un escenario donde las interpretaciones subjetivas y las falsas verdades adquieren legitimidad. Desde la perspectiva del hiperimperialismo digital, la posverdad se convierte en una herramienta clave para consolidar relaciones de poder basadas en la desorientación y la incapacidad de los individuos para discernir la verdad objetiva. Ferraris, en este sentido, aporta una dimensión esencial al debate sobre las consecuencias epistemológicas y sociales de la posverdad, que conecta directamente con la fragmentación epistemológica y moral que caracteriza la anarquía descrita anteriormente.

Desde un punto de vista trascendentalista, el trabajo de Ferraris también puede ser criticado y complementado. Aunque su análisis identifica acertadamente los mecanismos que sostienen la posverdad, no profundiza en cómo estos fenómenos podrían ser contrarrestados mediante la recuperación de valores trascendentales que orienten la técnica y la política hacia principios universales, superando la instrumentalización de la verdad en favor de intereses utilitarios.

En Estados Canallas, Noam Chomsky expone una severa crítica a las políticas exteriores de las grandes potencias, en particular a Estados Unidos, al señalar que muchas de sus acciones en el ámbito internacional contradicen los valores democráticos y de derechos humanos que afirma defender. Chomsky define como “estados canallas” a aquellos gobiernos que, bajo un discurso moralizante, recurren al uso de la fuerza, las intervenciones militares y el desprecio por las normas internacionales para asegurar sus intereses geopolíticos y económicos. Este doble estándar, según Chomsky, no solo socava la legitimidad de las democracias occidentales, sino que perpetúa relaciones de dominación y desigualdad globales. Aunque incisivo y fundamentado, su análisis permanece dentro de un marco inmanentista que no aborda   la   raíz   trascendental   de   estas  problemáticas:  la

desconexión con un horizonte ético universal basado en la trascendencia y la dignidad humana.

Desde una perspectiva trascendentalista, se podría complementar el enfoque de Chomsky con una crítica más profunda al nihilismo cultural que sustenta estas prácticas de poder, planteando la necesidad de reformular las relaciones internacionales bajo principios éticos y valores trascendentales.

El hiperimperialismo digital, sostenido por la concentración de poder en manos de corporaciones tecnológicas y estados, refleja una fractura ética y ontológica profundamente arraigada en el nihilismo cultural de Occidente, producto del olvido del ser y la desconexión con valores trascendentales.

Esta crisis, que ha dado paso a la anarquía ontológica, epistemológica y moral, perpetúa un orden global donde la técnica, desvinculada de principios éticos universales, se convierte en herramienta de dominación y alienación.

La posverdad emerge como el epítome de esta crisis, distorsionando la realidad en favor de intereses utilitarios y despojando al ser humano de su capacidad para discernir la verdad.

En contraste, experiencias políticas y económicas como la democracia popular de China destacan la necesidad de reconfigurar las dinámicas internacionales y los sistemas democráticos bajo un marco ético trascendental que subordine la técnica y el poder a la dignidad humana. Solo recuperando una visión que integre mercado, instituciones y valores universales, será posible superar la deshumanización

actual y avanzar hacia un orden global justo, digno y orientado hacia lo eterno.

Segundo punto: La oportunidad de un mundo multipolar como alternativa más justa y digna

La concentración de poder global en el hiperimperialismo digital no solo expone las limitaciones de un modelo basado en la hegemonía unipolar, sino que también abre la puerta a la posibilidad de construir un mundo multipolar que promueva relaciones más equitativas entre los actores globales. Este modelo multipolar, entendido como la redistribución del poder entre diversos polos de influencia política, económica y cultural, representa una alternativa para superar la lógica unidimensional que perpetúa la desigualdad, el dominio y la explotación en el sistema actual.

Un mundo multipolar ofrece la oportunidad de equilibrar las dinámicas globales mediante la descentralización del poder tecnológico y la democratización del acceso a los datos. En este contexto, los actores emergentes podrían desempeñar un papel crucial al desafiar las estructuras dominantes del hiperimperialismo digital, promoviendo modelos económicos y tecnológicos basados en el respeto mutuo y la cooperación internacional. La distribución del poder entre múltiples centros permitiría no solo una mayor equidad en el ámbito geopolítico, sino también una diversificación de perspectivas culturales y éticas, desafiando el nihilismo cultural que ha caracterizado la hegemonía occidental.

Además, la agenda del mundo multipolar no solo se centra en la redistribución del poder, sino que busca proteger pilares esenciales de la cohesión social como la familia, las tradiciones y la religión. A diferencia de Occidente, donde el nihilismo cultural ha generado una desconexión con estos fundamentos, el mundo multipolar reivindica su importancia como fuentes de identidad, estabilidad y orientación espiritual. La familia, considerada como núcleo esencial de la sociedad, las tradiciones culturales, preservadas como reservorios de sabiduría, y la religión, reconocida como un puente hacia la trascendencia, constituyen elementos clave en la construcción de un orden global más ético y humano.

Asimismo, varios estados como China y Rusia han adoptado posturas críticas hacia la ideología de género, argumentando que esta contradice sus valores culturales, tradicionales y religiosos. Estas políticas, centradas en la protección de la familia y los roles de género tradicionales, reflejan una defensa de los valores que consideran esenciales para la estabilidad y cohesión de sus sociedades. Este enfoque, aunque controvertido en algunos sectores, subraya el interés de estos países por resistir lo que perciben como una imposición cultural de Occidente, en línea con la agenda multipolar de reafirmación de las tradiciones y la autonomía cultural.

El sentido de justicia que subyace en el mundo multipolar puede comprenderse a través del concepto de justicia como copertenencia, que parte de la interdependencia intrínseca entre las naciones y comunidades dentro del orden universal. Esta idea trasciende los marcos individuales o utilitarios, proponiendo un horizonte ético donde las diferencias culturales, políticas y económicas se integren en un marco de respeto mutuo y reconocimiento de la dignidad intrínseca de todas las partes. Fundada en el realismo metafísico, que afirma la existencia de una realidad objetiva independiente de las construcciones subjetivas, esta justicia como copertenencia reconoce verdades universales como principios inherentes al ser. En este marco, los actores globales no solo cooperan por intereses prácticos, sino que se comprometen con valores trascendentales, como la equidad y la verdad, fundamentales para una coexistencia digna y justa.

A este marco puede integrarse la propuesta del salario ciudadano, defendida por autores como Philippe Van Parijs, quien lo plantea como una herramienta para garantizar una base económica mínima para todos los ciudadanos, promoviendo la igualdad y la libertad individual. Sin embargo, desde una perspectiva trascendentalista, la renta básica universal enfrenta una limitación crucial: sin un cambio profundo en la metafísica de la civilización mundial, corre el riesgo de ser meramente utilitaria. La desconexión ontológica y el materialismo imperante impiden que esta medida alcance su verdadero potencial como mecanismo de justicia, por lo que sería necesario integrarla dentro de un orden ético universal basado en la dignidad humana y la trascendencia.

Autores como John Mearsheimer, en The Tragedy of Great Power Politics, resaltan los peligros inherentes al conflicto de poder entre grandes naciones en la búsqueda de un equilibrio global. Aunque Mearsheimer se centra en la dimensión estratégica y geopolítica, su análisis permanece limitado al no explorar cómo los valores trascendentales podrían mitigar estos conflictos. Por otro lado, Immanuel Wallerstein, con su teoría del sistema mundo, analiza la dinámica   de   poder   a   través  de  la  estructura  económica

global. Sin embargo, Wallerstein no conecta su enfoque con la dimensión ética y trascendental necesaria para construir un mundo verdaderamente multipolar basado en la justicia.

Samuel Huntington, en El choque de civilizaciones, aborda el potencial de conflictos culturales en un mundo multipolar, pero su visión se queda corta al no incorporar cómo la ética trascendental y la justicia como copertenencia podrían actuar como puentes para superar estas divisiones. Finalmente, Alexander Dugin, en La cuarta teoría política, propone un multipolarismo ideológico en oposición al globalismo occidental, pero su análisis carece de una dimensión que conecte este multipolarismo con valores trascendentales universales que trasciendan las dinámicas ideológicas.

En este contexto, Eduardo Olier, en La debacle de Occidente: Las guerras del siglo XXI, analiza la decadencia de Occidente desde la perspectiva de la racionalidad pragmática de Estados Unidos, argumentando que esta lógica ha erosionado los valores éticos y culturales que alguna vez sustentaron su hegemonía global. Aunque su crítica es incisiva, resulta limitada al no reconocer que el nihilismo cultural está profundamente arraigado en Europa, como quedó demostrado durante el segundo mandato de Trump, cuando las dinámicas culturales y políticas europeas evidenciaron una desconexión con valores trascendentales. De ahí que su agenda ideológica esté estrechamente vinculado a la cultura de la muerte: eutanasia, eugenesia, libre consumo de drogas, matrimonio homosexual, disolución de la familiar nuclear, transhumanismo. Este nihilismo cultural es poder tanatocrático o necropolítica. facilita el resurgir de otras

civilizaciones, como la china, islámica, ortodoxa ruso-eslava, hindú y oriental, que han encontrado en el mundo multipolar una oportunidad para reafirmar sus identidades y valores frente a la decadencia occidental.

De ahí también que exista una estrecha relación entre nihilismo y guerra termonuclear. Guerra nuclear y nihilismo cultural se corresponden de manera profunda y raigal. Lo cual lo encarna el Occidente anticristiano y luciferino, que ha desmalignizado el mal y ha malignizado el bien.

Este un tema profundo y cargado de simbolismo. La relación entre el nihilismo cultural y los conflictos globales, como la guerra nuclear, puede interpretarse como una reflexión sobre la pérdida de valores universales y el impacto de ideologías extremas. La percepción de "desmalignizar el mal" y "malignizar el bien" señala una inversión de valores que se asocia con la modernidad o con ciertas corrientes culturales.

Las corrientes culturales modernas y posmodernas abarcan una amplia diversidad de enfoques y movimientos nihilistas que reflejan los cambios sociales, tecnológicos y filosóficos del mundo contemporáneo. Aquí algunas de las ellas:

Postmodernismo: Cuestiona las narrativas absolutas y promueve una visión subjetiva y pluralista de la realidad, desafiando las estructuras tradicionales.

Globalización cultural: Integra elementos de distintas culturas a través de la tecnología y el comercio, creando un intercambio dinámico, pero también desafíos a las identidades locales.

Cultura de la Inclusión: Fomenta el respeto y la representación de grupos diversos de tendencia antinatural, encubiertos bajo ideales de equidad, diversidad y derechos humanos.

Ecologismo y sostenibilidad: Propone una relación más responsable y armónica con el medio ambiente, impulsando prácticas como el consumo consciente y las energías renovables.

Tecnocultura: Influenciada por la digitalización y la tecnología, afecta nuestra forma de comunicar, aprender, y hasta expresar arte. Genera mentes superficiales.

Consumismo y cultura pop: Se centra en la influencia de los mercados y medios masivos en la construcción de tendencias, estilos y comportamientos sociales. Pura manipulación mercantil.

Cultura del activismo: Genera movimientos sociales y políticos que buscan cambios en temas como justicia social, género, medio ambiente y derechos civiles, pero que en el fondo defienden una agenda antinatural.

Neotribalismo: Busca una conexión más personal y comunitaria en contraposición a la alienación de las ciudades modernas. Disocia el tejido social llegando hasta un extremo solipsista.

Transhumanismo: Explora el uso de la tecnología y la ciencia para extender y transformar las capacidades humanas, pero que en el fondo está al servicio de las élites corporativas.

Estética y contracultura: Movimientos que desafían los cánones estéticos tradicionales, como el minimalismo, el arte urbano o la cultura underground, donde lo horrible y el neobrutalismo se impone sobre el buen gusto y educado.

Ahora bien, si nos preguntamos por las razones en que el nihilismo y la guerra nuclear están estrechamente unidos podemos mencionar:

Pérdida de sentido y propósito: Al rechazar valores tradicionales, las personas pueden sentirse desorientadas, carentes de un propósito que las guíe en su vida.

Desintegración de la comunidad: Cuando no hay un conjunto de valores compartidos, las conexiones entre individuos dentro de una sociedad pueden debilitarse o romperse.

Relativismo extremo: En ausencia de una noción clara de lo que es bueno o malo, las decisiones éticas y morales pueden volverse completamente subjetivas, lo que genera confusión y conflictos.

Erosión de la confianza institucional: Las instituciones tradicionales, como las religiosas o educativas, pueden verse debilitadas al ser consideradas irrelevantes, lo que deja un vacío difícil de llenar.

Materialismo desenfrenado: Sin una dimensión espiritual  o  ética,  puede  surgir  un  enfoque  excesivo  en el

consumo y los bienes materiales como fuentes de satisfacción.

Pérdida de responsabilidad colectiva: La desconexión de ideales compartidos puede debilitar el sentido de responsabilidad hacia los demás y hacia el bien común.

Impacto en la creatividad y el arte: Aunque el nihilismo puede inspirar cuestionamiento, la falta de valores puede limitar el compromiso emocional profundo que impulsa a muchas expresiones artísticas.

Vacío emocional: Una visión que rechaza el sentido puede conducir a un aumento de sentimientos como la desesperación, la soledad y la ansiedad existencial.

Impotencia ante la adversidad: Sin un sistema de creencias sólido, enfrentar desafíos puede resultar abrumador y la resiliencia puede disminuir.

Deshumanización progresiva: Al negar valores esenciales, las interacciones humanas podrían volverse más frías y pragmáticas, perdiendo la empatía que las caracteriza. 

De este modo se comprende la retórica irresponsable de un Macron, que planea extender las bombas nucleares francesas a Europa, y las diversas declaraciones de líderes ingleses de devolver a Ucrania su potencial atómico. Palabras que después retrucarían en su veleidoso espíritu posmoderno.

Lo cual sencillamente demuestra cómo se corresponde la cultura nihilista del Occidente luciferino y anticristiano con la estrategia de desatar una guerra termonuclear.

Lo cual no resulta insólito en mentes enfermas que llaman al bien “mal” y al mal “bien”. No hay duda que costará mucho contrarrestar estas tendencias deshumanizantes y antinaturales de la historia, porque se les ha permitido crecer demasiado y penetrar en instituciones. Lo cual ha quedado evidenciado en las marchas multitudinarias contra Trump en diversas ciudades estadounidenses. Pero al final el verdadero Bien vencerá y el Mal será desalojado de la historia, si no es por mano humana será por mano divina.

El mundo multipolar es una alternativa justa y digna porque busca equilibrar el poder global respetando la diversidad cultural, la autonomía de las civilizaciones y la dignidad humana. Desde la teoética, este modelo reivindica un horizonte trascendental que conecta las relaciones internacionales con principios éticos universales como la justicia y la equidad, superando la deshumanización inherente al hiperimperialismo digital. Frente al dataísmo, que subordina la humanidad a la lógica algorítmica y la acumulación de datos, el multipolarismo plantea un orden más humano, donde la técnica esté subordinada al ser y la copertenencia guíe el uso de la tecnología hacia el bien común.

En el contexto del mundo multipolar, la teoética y el dataísmo se presentan como marcos en tensión, pero profundamente relevantes para comprender y moldear el futuro global. Mientras que la teoética establece un horizonte trascendental que sitúa al ser humano como fin último y orienta la técnica hacia principios universales como la justicia, la equidad y la dignidad, el dataísmo, con su énfasis en los datos y los algoritmos como reguladores supremos, tiende a deshumanizar las relaciones y priorizar la eficiencia técnica sobre los valores éticos. El mundo multipolar, al proponer un equilibrio entre civilizaciones y una redistribución justa del poder, tiene el potencial de reconciliar estos marcos al subordinar el uso de la tecnología a un propósito trascendental. De este modo, se plantea un modelo donde los datos y los algoritmos, en lugar de dominar al ser humano, sean herramientas al servicio de la dignidad y la copertenencia, uniendo el potencial técnico del dataísmo con la guía ética y espiritual de la teoética para construir un orden global verdaderamente justo y humano.

El mundo multipolar, como un tapiz tejido por las manos diversas de las civilizaciones, representa un horizonte donde la técnica ya no reina como un ídolo vacío, sino que se inclina ante la trascendencia. Es un faro que invita a las naciones a salir de la sombra del nihilismo y navegar hacia una justicia que no domina, sino que cobija; un orden donde la humanidad deja de ser engranaje de algoritmos para recuperar su esencia como chispa de lo eterno. En este equilibrio, la diversidad no divide, sino que armoniza en una sinfonía global de dignidad compartida. En el contexto del mundo multipolar, la teoética y el dataísmo se presentan como marcos en tensión, pero profundamente relevantes para comprender y moldear el futuro global. Mientras que la teoética establece un horizonte trascendental que sitúa al ser humano como fin último y orienta la técnica hacia principios universales como la justicia, la equidad y la dignidad, el dataísmo, con su énfasis en los datos y los algoritmos como reguladores supremos, tiende a deshumanizar las relaciones y priorizar la eficiencia técnica sobre los valores éticos. El mundo multipolar, al proponer un equilibrio entre civilizaciones y una redistribución justa del poder, tiene el potencial de reconciliar estos marcos al subordinar el uso de la tecnología a un propósito trascendental. De este modo, se plantea un modelo donde los datos y los algoritmos, en lugar de dominar al ser humano, sean herramientas al servicio de la dignidad y la copertenencia, uniendo el potencial técnico del dataísmo con la guía ética y espiritual de la teoética para construir un orden global verdaderamente justo y humano.

El mundo multipolar, como un tapiz tejido por las manos diversas de las civilizaciones, representa un horizonte donde la técnica ya no reina como un ídolo vacío, sino que se inclina ante la trascendencia. Es un faro que invita a las naciones a salir de la sombra del nihilismo y navegar hacia una justicia que no domina, sino que cobija; un orden donde la humanidad deja de ser engranaje de algoritmos para recuperar su esencia como chispa de lo eterno. En este equilibrio, la diversidad no divide, sino que armoniza en una sinfonía global de dignidad compartida.

El mundo multipolar surge como una respuesta al hiperimperialismo digital, un espacio donde la técnica y la trascendencia pueden converger en un propósito común. Este final no busca clausurar una idea, sino abrir un horizonte: una civilización que trascienda la lógica del dominio de los algoritmos y encuentre en la diversidad cultural un motor para el equilibrio global. Aquí, el progreso técnico se somete a los principios éticos más profundos, cultivando un orden donde los datos dejan de ser meros instrumentos de poder y se transforman en semillas de justicia y dignidad. Así, el mundo multipolar no es solo un contrapeso político, sino una invitación a construir una humanidad que, lejos de esclavizarse ante la técnica, se redescubre como portadora de un propósito eterno y compartido.

De este modo, el capítulo cierra sobre una reflexión esencial: el mundo multipolar no se establece como un fin en sí mismo, sino como un llamado filosófico y metafísico que invita a las civilizaciones a trascender la deshumanización del hiperimperialismo digital y a erigir una nueva era donde el progreso técnico y el espíritu humano se integren en una auténtica sinfonía de dignidad y justicia universales. Este capítulo, dedicado a la Geopolítica del hiperimperialismo digital, se aborda cómo la concentración del poder técnico y la dominación algorítmica han reconfigurado las relaciones internacionales y sociales. En este marco, el mundo multipolar surge como una posibilidad para enfrentar esta crisis, promoviendo un equilibrio entre civilizaciones y la redistribución justa del poder. Sin embargo, los desafíos éticos, políticos y trascendentales que plantea este fenómeno requieren una reflexión que integre diversas perspectivas.

El diálogo ficticio

 

Kant: Señores, el hiperimperialismo digital, en su afán de concentración de poder, es incompatible con los principios éticos necesarios para garantizar la libertad y la dignidad humanas. Mi visión de la paz perpetua establece que la construcción de un orden internacional justo debe basarse en la cooperación entre los estados y el respeto por los derechos individuales. Si la técnica digital no se subordina a leyes universales que promuevan la paz y la autonomía, el mundo quedará atrapado en un conflicto perpetuo. Hegel, ¿cómo ves esta cuestión desde tu perspectiva histórica?

Hegel: Kant, tus principios son admirables, pero demasiado idealistas. La historia es un proceso dialéctico, un constante enfrentamiento de opuestos que lleva al progreso del espíritu. El hiperimperialismo   digital,   aunque   alarmante,   no   debe   ser

rechazado sin más. Es una etapa en la evolución del espíritu humano, un desafío que permitirá eventualmente una síntesis más elevada. Marx, ¿no estás de acuerdo en que esta etapa histórica prepara el terreno para una transformación social radical?

Marx: Hegel, aunque reconozco tu dialéctica, insisto en que el progreso no ocurre de manera abstracta. El hiperimperialismo digital es una manifestación del capitalismo en su forma más avanzada, una herramienta para perpetuar la explotación global. La lucha de clases es el motor real del cambio histórico, y los datos y algoritmos son ahora los nuevos medios de producción. Lenin, ¿cómo propones que enfrentemos este desafío desde una perspectiva revolucionaria?

Lenin: Marx, estoy contigo en que la revolución es indispensable. Sin embargo, el contexto del mundo multipolar exige una estrategia diferente. Debemos coordinar movimientos internacionales que enfrenten el dominio de las corporaciones y potencias digitales, mientras promovemos la autodeterminación de los pueblos. Kant, tu idea de la paz perpetua puede ser útil si se transforma en un marco ético para que los estados multipolares cooperen contra la concentración de poder. Maritain, desde tu enfoque trascendental, ¿cómo conectarías la dignidad humana con esta lucha?

Maritain: Lenin, Marx, respeto la importancia de la acción política, pero temo que una revolución basada solo en el materialismo ignore lo esencial: la dignidad humana como reflejo de su dimensión espiritual. Mi propuesta es que la técnica y la geopolítica sean guiadas por principios trascendentales que reconozcan la centralidad del ser humano en relación con lo divino. Kant, tu paz perpetua puede ser enriquecida si incorpora una ética que vincule la justicia política con los valores trascendentales.

Teoética: Permítanme intervenir. Es evidente que el hiperimperialismo digital desafía no solo las estructuras políticas y económicas, sino también las éticas y espirituales. Kant, tu paz perpetua ofrece un marco necesario, pero debe incorporar una reflexión sobre cómo la técnica puede ser orientada hacia fines

trascendentes y éticos. Hegel, tu dialéctica subraya el movimiento histórico, pero la Teoética propone que este movimiento necesita principios orientadores basados en la dignidad humana y la trascendencia. Marx y Lenin, sus análisis del capitalismo son cruciales, pero la técnica no puede ser simplemente instrumentalizada por una revolución; necesita ser subordinada a valores que trasciendan el materialismo. Maritain, tu énfasis en la dimensión espiritual es un llamado importante, y creo que la Teoética puede actuar como puente entre la política, la ética y la trascendencia.

Kant: Teoética, reconozco el valor de tu propuesta para enriquecer la paz perpetua con principios trascendentales. ¿Cómo planeas que los valores universales se traduzcan en acción concreta en un mundo multipolar?

Teoética: Kant, los valores universales deben ser el eje de un pacto ético entre los estados multipolares, que garantice que la técnica se utilice para promover la justicia global y el bienestar humano. Lenin, tu estrategia revolucionaria puede integrarse con esta ética, siempre que las alianzas internacionales respeten la dignidad trascendental del ser humano. Maritain, tu orientación hacia lo divino aporta una profundidad necesaria para que estas políticas no se limiten al pragmatismo. Hegel, la dialéctica histórica puede encontrar en la Teoética un principio ético que guíe la evolución del espíritu hacia la reconciliación entre técnica y trascendencia.

Hegel: Teoética, tu enfoque es interesante, aunque arriesga caer en una abstracción ética. Sin embargo, veo potencial en tu propuesta para equilibrar el movimiento histórico con principios universales. Tal vez el mundo multipolar pueda ser el escenario donde estas tensiones encuentren resolución.

Marx: No estoy convencido, Teoética, de que los valores trascendentales sean suficientes para transformar las estructuras del capitalismo. Pero admito que tu marco ético podría ser útil para movilizar una conciencia global que enfrente el hiperimperialismo digital.

Lenin: Marx, estoy de acuerdo en que la revolución debe ser el motor, pero la Teoética ofrece una dimensión ética que podría fortalecer nuestra lucha. Teoética, si puedes vincular la ética trascendental con estrategias prácticas, tal vez encuentres un aliado en el movimiento revolucionario.

Maritain: Teoética, tu visión es esperanzadora. Creo que podemos trabajar juntos para devolverle a la técnica y la política su orientación hacia el ser humano como criatura trascendental. Este diálogo confirma la necesidad de integrar nuestras perspectivas para enfrentar los retos actuales.

Teoética: Señores, este diálogo refleja la riqueza del pensamiento humano. La técnica, la revolución, la paz y la trascendencia no deben estar en oposición, sino en diálogo. Solo mediante la integración de estas dimensiones podremos construir un mundo multipolar que respete la dignidad humana y recupere el sentido perdido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro Comparativo: La Teoética y las Principales Propuestas Éticas

Fundamento

Principios trascendentales vinculados a lo divino y la dignidad ontológica del ser humano.

Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Precisión lógica y lingüística para abordar dilemas éticos. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Jerarquía objetiva de valores experimentados, orientados hacia lo superior. Ética Existencialista: Centrada en la libertad y responsabilidad personal. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Basada en procedimientos racionales para la toma de decisiones. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y Taylor): Fundada en principios objetivos y universales que reflejan valores comunitarios y culturales compartidos. Ética de la Alteridad: Enfatiza la relación ética con el "Otro". Ética de la Responsabilidad (Jonas): Basada en la responsabilidad ante las consecuencias futuras. Ética Pragmática (Rorty): Se adapta a las circunstancias y busca soluciones prácticas. Ética Débil (Vattimo): Basada en el "pensamiento débil", rechaza dogmas y verdades absolutas, favoreciendo interpretaciones abiertas.

Relación con la técnica

Subordina la técnica al servicio del bien común y lo trascendental; integra ética y técnica.

Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Evalúa cómo los dilemas técnicos pueden ser analizados racionalmente. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Considera el impacto técnico según los valores superiores. Ética Existencialista: Relaciona la técnica con la autonomía individual. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Examina la técnica dentro de marcos racionales y deliberativos. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y Taylor): Examina cómo la técnica puede reflejar los valores y bienes comunes de una comunidad. Ética de la Alteridad: Pregunta cómo la técnica afecta al "Otro". Ética de la Responsabilidad (Jonas): Enfatiza el impacto técnico en generaciones futuras. Ética Pragmática (Rorty): Optimiza la técnica en función de resultados inmediatos. Ética Débil (Vattimo): Tiende a relativizar el papel de la técnica, evitando imponer valores absolutos.

Orientación trascendental

Central; conecta al ser humano con lo eterno para guiar la técnica y la política.

Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): No trascendental, basada en precisión lógica. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Implícita en valores superiores. Ética Existencialista: Relación subjetiva con valores trascendentales. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Limitada por la racionalidad técnica. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y Taylor): Reconexión explícita con valores culturales y comunitarios que pueden

 

 

 

implicar referencias trascendentes. Ética de la Alteridad: Reconoce lo trascendental en la relación con el "Otro". Ética de la Responsabilidad (Jonas): Relación indirecta con lo trascendente mediante responsabilidad ética. Ética Pragmática (Rorty): Rechaza lo trascendental, prioriza resultados. Ética Débil (Vattimo): Rechaza la trascendencia como fundamento absoluto, proponiendo horizontes interpretativos flexibles.

Impacto político-social

Propuesta global para resistir el hiperimperialismo digital; centrada en dignidad y justicia.

Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Fomenta claridad en debates sociales. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Promueve valores sociales jerarquizados. Ética Existencialista: Centra la responsabilidad individual en la política. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Busca consensos racionales. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Taylor): Propone políticas basadas en valores comunitarios, respetando la diversidad cultural y los bienes comunes. Ética de la Alteridad: Construcción de relaciones políticas basadas en el respeto mutuo. Ética de la Responsabilidad (Jonas): Promueve decisiones políticas sostenibles. Ética Pragmática (Rorty): Favorece soluciones contingentes y prácticas. Ética Débil (Vattimo): Propone una política centrada en la pluralidad y el respeto a la diversidad, evitando posturas absolutistas.

Críticas principales

Puede ser vista como idealista o dependiente de principios religiosos.

Ética Analítica (Moore, Wittgenstein, Ayer, Stevenson): Riesgo de reduccionismo lógico. Ética Axiológica (Scheler y Hartmann): Subjetividad en la jerarquía de valores. Ética Existencialista: Posibilidad de relativismo extremo. Ética Procedimental (Apel, Habermas y Rawls): Falta de principios sustantivos. Ética Sustancialista (Sandel, Walzer y Taylor): Puede ser vista como dependiente de contextos culturales específicos, dificultando su universalidad. Ética de la Alteridad: Enfoque limitado a relaciones personales. Ética de la Responsabilidad (Jonas): Dificultades para predecir todas las consecuencias. Ética Pragmática (Rorty): Riesgo de superficialidad ética. Ética Débil (Vattimo): Puede interpretarse como excesivamente relativista y desprovista de dirección normativa.

 

Cuadro: Principales Objeciones a la Teoética

y sus Respuestas

Objeción

Respuesta desde la Teoética

1. La Teoética es demasiado idealista y desconectada de la realidad práctica.

La Teoética no busca imponer un marco rígido e inalcanzable, sino ofrecer un horizonte ético trascendental que guíe las decisiones prácticas. Su enfoque es integrar principios eternos con soluciones concretas para problemas contemporáneos como el Dataísmo y el hiperimperialismo digital.

2. Depende de una base religiosa que puede no ser universalmente aceptada.

Aunque la Teoética reconoce una dimensión trascendental vinculada a lo divino, su propuesta se centra en principios universales como la dignidad humana, la justicia y la equidad, que pueden ser adoptados independientemente de creencias religiosas específicas.

3. Su vinculación con la trascendencia puede ser percibida como incompatible con una visión secular del mundo.

La Teoética no se opone a las perspectivas seculares, sino que complementa enfoques éticos existentes al recuperar la trascendencia como guía para los desafíos técnicos y éticos. Esta visión no excluye a quienes valoran la autonomía humana y los principios racionales.

4. No ofrece directrices concretas para su aplicación en contextos políticos o tecnológicos.

La Teoética propone subordinar la técnica y la política a valores trascendentales como la dignidad y el bien común. Además, aboga por una ética aplicada que adapte sus principios a contextos específicos, promoviendo el diálogo entre actores globales y locales.

5. Puede interpretarse como incompatible con el progreso técnico y científico.

La Teoética no rechaza el progreso técnico, sino que busca alinearlo con propósitos éticos y trascendentales. Propone que la técnica sirva al ser humano y no al revés, asegurando que el avance no conduzca a la deshumanización.

6. Su implementación podría ser vista como utópica en un mundo marcado por intereses políticos y económicos.

Si bien la Teoética tiene una dimensión ideal, su objetivo es actuar como brújula ética en lugar de imponer soluciones absolutas. Su marco puede inspirar reformas prácticas que promuevan la justicia y la dignidad en sistemas políticos y económicos.

7. Podría ser acusada de paternalismo al intentar "orientar" la técnica hacia valores trascendentales.

La Teoética no pretende imponer un control paternalista, sino invitar a una reflexión ética sobre la técnica que involucre a todos los actores sociales. Su propuesta es inclusiva y busca consenso en torno a la centralidad de la dignidad humana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conclusión

 

 

Desafíos ontológicos, éticos y geopolíticos de la modernidad inmanentista

La modernidad inmanentista ha dado forma a un paradigma donde el ser humano se encuentra atrapado en un marco cerrado de inmanencia, desconectado de cualquier referencia trascendental. En el plano ontológico, esta desconexión ha generado el olvido del ser, reduciendo la existencia a lo material y utilitario, y fragmentando la relación del ser humano con su fundamento último. Esto ha derivado en una crisis de sentido, donde el ser humano ha quedado desprovisto de orientación hacia lo eterno, sumido en un vacío existencial que abre paso a lo que se podría denominar como una anarquía ontológica.

En el ámbito ético, el nihilismo cultural característico de la modernidad inmanentista ha erosionado los valores absolutos, sustituyéndolos por perspectivas relativistas y utilitarias que subordinan lo bueno a lo conveniente. Esta desorientación ha socavado los principios universales que antes sostenían las relaciones humanas, dando lugar a una anarquía moral, donde la dignidad humana se reduce a una construcción funcional, y las decisiones éticas responden exclusivamente a intereses contingentes y materialistas.

Finalmente, en el plano geopolítico, la modernidad inmanentista ha consolidado un orden global dominado por la técnica y la instrumentalización. El hiperimperialismo digital y la expansión del dataísmo han deshumanizado las relaciones internacionales, estableciendo un sistema basado en el control algorítmico y la hegemonía tecnológica, desconectado de principios éticos trascendentales. Este contexto ha facilitado el resurgir de tensiones culturales y conflictos entre civilizaciones, mientras que el nihilismo cultural en Occidente debilita sus fundamentos internos y promueve su decadencia frente al ascenso de civilizaciones como la china, islámica, ortodoxa ruso-eslava, hindú y oriental.

La conjunción de estos desafíos ontológicos, éticos y geopolíticos no solo refleja la profundidad de la crisis de la modernidad inmanentista, sino que también evidencia la urgencia de un cambio paradigmático que permita superar la fragmentación y deshumanización actuales, ofreciendo una alternativa orientada hacia principios más elevados.

 

Importancia del giro metafísico trascendentalista para restaurar la dignidad humana y el ser en su orientación hacia lo eterno

El giro metafísico trascendentalista se presenta como una respuesta crucial frente a la crisis generada por la modernidad inmanentista, que ha reducido al ser humano a su dimensión material y funcional, despojándolo de su relación con lo eterno. Esta desconexión ha generado una profunda pérdida de sentido, fragmentando la dignidad humana y subordinando al individuo a dinámicas utilitarias, tecnológicas y nihilistas. Para superar esta situación, es imprescindible recuperar una visión que reconecte al ser con su fundamento trascendental, permitiéndole reorientarse hacia valores universales y absolutos que trasciendan la contingencia de lo inmediato.

El giro trascendentalista reconoce que la dignidad humana no puede ser reconstruida desde las mismas estructuras que la han erosionado. En lugar de buscar soluciones pragmáticas y parciales, propone un replanteamiento ontológico que sitúe al ser humano en el centro de un orden metafísico conectado con lo eterno. Este enfoque permite superar la fragmentación ética y ontológica mediante la afirmación de principios universales como la justicia, la verdad y la equidad, que no solo guían las relaciones humanas, sino que también ofrecen un horizonte de sentido para la existencia individual y colectiva.

Además, este giro aporta una solución frente al hiperimperialismo digital y el dataísmo, al subordinar la técnica y los datos a un propósito trascendental que priorice la dignidad humana. En lugar de permitir que la técnica domine al ser humano como herramienta de control, el giro metafísico propone que la tecnología sea orientada hacia el bien común, reconociendo al ser humano como fin último y no como recurso técnico.

Este cambio de perspectiva es esencial para construir un orden global donde las relaciones internacionales, económicas y culturales no estén basadas en la dominación, sino en la armonización y la copertenencia.

El giro trascendentalista, en su esencia, es un llamado a restaurar el equilibrio perdido entre el ser humano y su fundamento  metafísico.  Es  un  camino  hacia  la reconexión

con lo eterno, donde la dignidad deja de ser una construcción contingente y vuelve a ser un reflejo de lo absoluto. Al reencontrar esta orientación trascendental, las sociedades pueden superar el nihilismo cultural y recuperar su capacidad para imaginar y construir un mundo más justo, digno y humano, guiado por principios que trasciendan las fronteras de la materialidad y la utilidad.

El encuentro entre la teoética y el dataísmo puede compararse con dos corrientes que convergen en el vasto océano de la existencia humana. La teoética, como un río que fluye desde las alturas de lo eterno, lleva consigo el agua pura de los valores absolutos, principios universales que dan sentido y dignidad al ser humano. El dataísmo, por su parte, como un torrente vigoroso nacido de los valles de la técnica, aporta la potencia transformadora de los algoritmos y los datos. Sin embargo, cuando estos flujos se cruzan sin dirección ética, corren el riesgo de desbordarse y ahogar el significado.

Es solo bajo un horizonte trascendental, donde la teoética se erige como guía y el dataísmo como instrumento, que estas corrientes se encuentran en armonía, nutriendo un océano donde el ser humano no es una pieza utilitaria, sino el reflejo luminoso de lo eterno. Aquí, la técnica no es ídolo ni tirano, sino el servidor humilde de una verdad que trasciende lo contingente. Este es el mar donde la humanidad puede navegar hacia un destino digno y justo.

MODERNIDAD LÍQUIDA

Concepto de Zygmunt Bauman que describe la volatilidad y la falta de estructuras sólidas en las relaciones y valores sociales contemporáneos.

GLOSARIO

 

 

 

Filosofía y Ontología

 

ALTERIDAD

Concepto desarrollado por Emmanuel Levinas que enfatiza la relación ética con "el Otro", reconociendo su diferencia como base para la responsabilidad moral.

 

ANARQUÍA ONTOLÓGICA

Estado donde el ser y las categorías fundamentales de la existencia carecen de un orden estructurado, promoviendo una multiplicidad de perspectivas fragmentadas sobre la realidad.

 

ANARQUÍA EPISTÉMICA

Rechazo de cualquier jerarquía o principio absoluto en el conocimiento, permitiendo una pluralidad ilimitada de enfoques y relativismo extremo.

 

ANARQUÍA ÉTICA

Ausencia de principios morales universales, dejando las decisiones éticas en manos de intereses subjetivos y contingentes, lo que puede resultar en arbitrariedad moral.

 

ANTIETERNALISTA

Posición propia de la modernidad que rechaza la noción de eternidad como principio metafísico, destacando la temporalidad y la finitud como aspectos definitorios de la realidad.

CRISIS ONTOLÓGICA

 Desafío filosófico que surge ante el "olvido del ser" y la fragmentación de las estructuras ontológicas, típicas de la modernidad.

 

EXISTENCIALISMO

Corriente filosófica que resalta la libertad, la responsabilidad y la búsqueda de sentido en un universo sin significado intrínseco.

 

INMANENTISMO

Doctrina que sostiene que los valores y realidades están limitados al mundo sensible y material, rechazando cualquier noción trascendental.

 

NEOBRUTALISMO METAFÍSICO

Concepto propuesto en mi obra Neobrutalismo, donde se alude a una visión del mundo donde la realidad es reducida a lo puramente funcional, pragmático y calculable, eliminando cualquier dimensión trascendental o espiritual. En este contexto, el "neobrutalismo" reflejaría una actitud que deshumaniza al ser humano, subordinándolo a la lógica técnica y a los flujos de datos, mientras que lo "metafísico" señalaría la ausencia de un fundamento ontológico o trascendental que oriente la existencia.

 

ONTOLOGÍA

Rama de la filosofía que estudia el ser y sus propiedades fundamentales. Aborda preguntas como "¿Qué es el ser?" y "¿Qué estructuras conforman la realidad?".

 

ONTOLOGÍA DE LA GEOPOLÍTICA

Estudio filosófico de las dinámicas de poder, territorialidad e identidad en el orden global, explorando sus fundamentos ontológicos.

 

TEOÉTICA

Enfoque ético que une la reflexión filosófica con principios trascendentales y religiosos, buscando valores universales para guiar la acción humana.

 

TRASCENDENCIA

Concepto que describe aquello que supera los límites de lo material y conecta al ser humano con una dimensión eterna o absoluta.

 

TRASCENDENCIA EN LA INMANENCIA

Idea que busca reconciliar la espiritualidad y lo trascendental dentro de la realidad concreta y sensible.

 

Trascendencia trascendental: Relación entre lo trascendental y las condiciones inherentes que permiten la experiencia y el conocimiento humano.

 

TRASCENDENTALISMO

Corriente filosófica que postula principios que trascienden la experiencia sensible, conectando al ser humano con una dimensión superior.

 

Sociedad y Cultura

ANETISMO

Redefinición filosófica propuesta en mi obra El Imperio Posmoderno del Hombre anético de las relaciones sociales bajo el dominio de redes digitales, donde la interacción humana se transforma a través de conexiones virtuales.

 

CIBERCRACIA DESHUMANIZADA

Idea propuesta por Flores Quelopana sobre el sistema político basado en tecnologías digitales, donde las decisiones se toman por algoritmos, excluyendo valores éticos y la intervención humana.

 

CIBER DEUS

Idea propuesta por mí en mi libro que lleva el mismo nombre y que trata sobre el símbolo del poder absoluto atribuido a las tecnologías digitales y los algoritmos en la toma de decisiones humanas.

 

CRISIS CULTURAL

Fenómeno de pérdida o transformación de valores fundamentales que dan sentido y cohesión a una cultura.

 

HIPERIMPERIALISMO DIGITAL

Dominio global ejercido por corporaciones tecnológicas sobre datos e infraestructura digital, generando desigualdad y dependencia.

MULTIPOLARISMO

Modelo geopolítico que aboga por la distribución de poder en múltiples centros de influencia, promoviendo diversidad cultural, política y económica.

 

NIHILISMO CULTURAL

Estado de crisis en el que los valores absolutos y trascendentales se abandonan, dejando a la cultura sin un fundamento ético o espiritual.

 

POSVERDAD

Fenómeno donde los hechos objetivos son menos influyentes que las emociones y las creencias personales en la formación de opiniones.

 

PROMETEO DIGITAL

Metáfora propuesta en mi libro Prometeo Liquidado y Juicio Final sobre el impacto revolucionario de las tecnologías modernas, que prometen progreso, pero también plantean riesgos éticos.

 

Economía y Tecnología

CAPITALISMO DIGITAL

Sistema económico basado en la acumulación y explotación de datos mediante plataformas tecnológicas, impulsando desigualdades y control global.

 

DATAÍSMO

Ideología que afirma que los datos y algoritmos son la base para comprender la realidad y tomar decisiones, priorizando la técnica sobre lo humano.

 

PLATAFORMAS TECNOLÓGICAS

Infraestructura digital utilizada por corporaciones para gestionar información, recursos y comunicación, centralizando el poder económico.

--- Apocalipsis de la razón burguesa. IIPCIAL, Lima, 2022. Una exploración filosófica sobre las limitaciones y contradicciones de la razón burguesa en la modernidad.

 

SOCIEDAD DEL CANSANCIO

Concepto de Byung-Chul Han que explica el agotamiento emocional y físico generado por la obsesión con la productividad en la modernidad.

 

Política y Geopolítica

GLOBALISMO

Ideología que busca integrar y homogenizar políticamente las culturas y economías en un sistema mundial unificado.

 

HIPERIMPERIALISMO

Concepto propuesto en mi obra La Globalización del Hiperimperialismo que explica la fase superior del capitalismo corporativo.

 

IMPERIO

Modelo supranacional de poder global, definido por Hardt y Negri, que sustituye las soberanías tradicionales por dinámicas económicas y culturales.

 

MUNDO MULTIPOLAR

Sistema internacional caracterizado por la coexistencia de múltiples centros de poder global, promoviendo diversidad y equilibrio geopolítico.

 

PODER TANATOCRÁTICO O NECROPOLÍTICA

Gobierno o sistema de poder orientado hacia la destrucción de sus propios ciudadanos, ya sea mediante políticas que dificultan el progreso o que conducen directamente a la devastación.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía Recomendada

 

 

Filosofía y crisis cultural

Arendt, Hannah: La condición humana. Editorial Paidós, 2018 (Original de 1958). Reflexiona sobre la alienación del ser humano en relación con la técnica y la política en la era moderna.

Bauman, Zygmunt: Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, 2000. Aborda la fluidez y volatilidad de las estructuras sociales modernas, vinculadas a la pérdida de estabilidad y valores sólidos.

Deleuze, Gilles: Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia. Editorial Pre-Textos, 2002 (Original de 1980, junto a Félix Guattari). Introduce el concepto del rizoma como modelo filosófico para comprender las complejas dinámicas sociales y políticas.

Derrida, Jacques: De la gramatología. Siglo XXI Editores, 1971 (Original de 1967). Plantea el concepto de "deconstrucción", desafiando las narrativas estructurales del pensamiento occidental.

Fabro, Cornelio: Introducción al existencialismo. Editorial Encuentro, 1996. Explora los fundamentos del existencialismo y su conexión con las inquietudes trascendentales del ser humano.

Ferraris, Maurizio: Posverdad. Editorial Gedisa, 2017. Examina cómo el fenómeno de la posverdad afecta la percepción de la verdad en el contexto contemporáneo.

Ferry, Luc: La Revolucion del Amour. París, 2020, Editorial Pion.

Flores Quelopana, Gustavo: Contra el género. IIPCIAL, Lima, 2023. Una crítica filosófica y antropológica al concepto de género desde una perspectiva ética y trascendental.

--- Ciber Deus. IIPCIAL, Lima, 2024. Una crítica filosófica de la IA.

--- Ontología de la Geopolítica. IIPCIAL, Lima, 2024. Una crítica filosófica al concepto de geopolítica.

--- Sentido metafísico del mundo multipolar. IIPCIAL, Lima, 2022. Reflexiona sobre los fundamentos metafísicos y trascendentales que subyacen al concepto de multipolarismo.

--- Igualdad sin lágrimas. Justicia como copertenencia. IIPCIAL, Lima, 2021. Plantea una nueva concepción de la justicia basada en la copertenencia y el respeto a la dignidad humana.

Fromm, Erich: El arte de amar. Paidós, 1956. Aborda la alienación emocional y propone una reconexión con la autenticidad humana.

Heidegger, Martin: Ser y tiempo. Editorial Trotta, 1997 (Original de 1927). Examina el "olvido del ser" como una de las causas fundamentales de la crisis de la modernidad.

Jonas, Hans: El principio de responsabilidad: Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Herder, 1995 (Original de 1979). Plantea una ética basada en la responsabilidad humana frente al impacto de la técnica en la existencia.

Levinas, Emmanuel: Totalidad e infinito: Ensayo sobre la exterioridad. Ediciones Sígueme, 1995 (Original de 1961). Propone una ética centrada en la relación con el "Otro" como núcleo de la responsabilidad moral.

Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional. Editorial Ariel, 1964. Explora cómo la tecnificación de la sociedad moderna ha reducido las libertades y la capacidad crítica del ser humano.

Marx, Karl: El capital: Crítica de la economía política. Siglo XXI Editores, 2000 (Original de 1867). Fundamenta un análisis estructural de las relaciones económicas y su impacto en las sociedades modernas.

Nietzsche, Friedrich: La genealogía de la moral. Alianza Editorial, 2014 (Original de 1887). Critica los valores morales tradicionales y explora las raíces del nihilismo en la modernidad.

Ortega y Gasset, José: La rebelión de las masas. Editorial Espasa, 1930. Examina la influencia de las masas en la política y la cultura, advirtiendo sobre los riesgos de la despersonalización.

Polo, Leonardo: Nominalismo, idealismo y realismo. Editorial Rialp, 2017. Un análisis profundo de las corrientes filosóficas fundamentales para comprender la crisis de la modernidad.

RENTA BÁSICA UNIVERSAL

Propuesta económica para garantizar un ingreso mínimo a todos los ciudadanos, promoviendo igualdad y libertad económica.

Quintanilla, Pablo: Autoconocimiento y libertad. Fondo Editorial PUCP, Lima, 2024. Explora la relación entre el conocimiento personal y la libertad desde una perspectiva filosófica.

Rorty, Richard: Contingencia, ironía y solidaridad. Ediciones Paidós, 1991. Defiende un enfoque pragmatista en contraste con las grandes narrativas filosóficas universales.

Stein, Edith: Ser finito y ser eterno. Editorial Universidad de las Américas, 1999 (Original de 1936). Vincula la fenomenología con la metafísica trascendental, recuperando un horizonte ético superior.

Taylor, Charles: La ética de la autenticidad. Editorial Paidós, 1996. Analiza las tensiones entre los valores individuales y colectivos en el contexto moderno.

Tomás de Aquino: Suma Teológica. Analiza la naturaleza del ser humano, las virtudes y su relación con Dios como causa y fin último, ofreciendo un marco trascendental para comprender la ética y la dignidad frente a las crisis modernas.

Max Scheler: El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Aborda la objetividad de los valores y su jerarquización, destacando cómo los valores superiores pueden orientar la acción humana en medio de las tensiones de la modernidad.

Vattimo, Gianni: El fin de la modernidad. Editorial Gedisa, 1996. Propone un "pensamiento débil" como respuesta a la caída de las metanarrativas de la modernidad.

Weil, Simone: La gravedad y la gracia. Editorial Trotta, 1999 (Original de 1947). Explora una visión ética y espiritual que contrarresta las tendencias nihilistas de la modernidad.

 

Economía y tecnología

Han, Byung-Chul: La sociedad del cansancio. Herder Editorial, 2010. Aborda los efectos de la tecnificación y el exceso de productividad en el bienestar emocional y ontológico.

Srnicek, Nick: Plataformas: El capitalismo en la era de la economía digital. Editorial Caja Negra, 2018. Analiza el impacto del capitalismo digital y las plataformas tecnológicas en las economías globales.

Van Parijs, Philippe: Real Freedom for All: What (If Anything) Can Justify Capitalism? Oxford University Press, 1995. Propone la renta básica universal como un mecanismo clave para promover la justicia económica.

 

Geopolítica y orden mundial

Brzezinski, Zbigniew: El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Editorial Paidós, 1998. Analiza los desafíos estratégicos de Estados Unidos en un contexto de creciente multipolarismo.

Chomsky, Noam: Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos. Editorial Crítica, 2004. Critica las estrategias hegemónicas de Estados Unidos y su impacto en las dinámicas globales.

Dugin, Alexander: La cuarta teoría política. Arktos Media Ltd, 2012. Plantea un multipolarismo ideológico como alternativa al globalismo occidental.

Hardt, Michael y Negri, Antonio: Imperio. Harvard University Press, 2000. Examina las dinámicas del poder supranacional en la era global.

Kissinger, Henry: Diplomacy. Simon & Schuster, 1994. Explora la historia de la diplomacia y las dinámicas del equilibrio de poder global.

Mearsheimer, John: The Tragedy of Great Power Politics. W.W. Norton & Company, 2001. Desarrolla el realismo ofensivo y analiza los conflictos derivados de la lucha por la hegemonía.

Olier, Eduardo: La debacle de Occidente: Las guerras del siglo XXI. Ediciones Deusto, 2016. Reflexiona sobre el declive de Occidente frente al ascenso de civilizaciones alternativas.

Wallerstein, Immanuel: The Modern World-System. Academic Press, 1974. Fundamenta la teoría del sistema-mundo como un marco para comprender las desigualdades en el orden global.

INDICE

 

 

 

 

 

Prólogo                                                                                                  5

 

Introducción                                                                                       9

 

Capítulo I: Ontología del Dataísmo y el Neobrutalismo Metafísico                                                                                           13

Primer punto: El paradigma moderno y sus raíces inmanentistas

Desconexión entre técnica y trascendencia en la modernidad.

Crítica a enfoques limitados como los de Rorty, Vattimo, Sloterdijk, Heidegger, Byung-Chul Han y Bauman.

Segundo punto: El Dataísmo como máxima expresión de lo inmanentista

Definición y análisis filosófico del Dataísmo como hiperrealidad digital.

Crítica desde autores como Levinas, Jonas, Deleuze y Derrida.

Limitaciones éticas y ontológicas del Dataísmo.

Tercer punto: La lógica anética y el colapso ético del Dataísmo

Extensión de la lógica instrumentalista del capitalismo y la modernidad.

Mención a Marx, Nietzsche, Ortega, Fromm y Marcuse, señalando sus aportes y limitaciones.

Propuesta de la Teoética como marco trascendental.

Diálogo ficticio

Capítulo II: Ética, trascendencia y técnica                           33

Análisis del impacto ético de la técnica en la modernidad y el Dataísmo.

Recuperación de la relación entre técnica y trascendencia en el marco de la Teoética.

Diálogo ficticio

Capítulo III: Geopolítica del hiperimperialismo digital  49

Concentración de poder global en manos de corporaciones y estados a través de los datos.

La oportunidad de un mundo multipolar como alternativa más justa y digna.

Diálogo ficticio

 

Cuadro Comparativo: La Teoética y las Principales Propuestas Éticas                                                                      77

Cuadro: Principales Objeciones a la Teoética y Sus Respuestas                                                                                   82

 

Conclusión                                                                                        85

 

Glosario                                                                                              89                                                                                             

 

Bibliografía                                                                                       95                                                                                       

 

 

 

 

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