jueves, 31 de agosto de 2023

PROTEGER ¡NO! ELIMINAR AL CREADOR

             PROTEGER ¡NO! ELIMINAR AL CREADOR

 

 

¿Cómo será un Juicio Final robótico? Sencillamente no habrá para el hombre oportunidad para la rebelión. No habrá última gran batalla entre los robots y la humanidad, como no puede haberla entre las hormigas y la humanidad. No habrá derrota de la Inteligencia Artificial autónoma y su éxodo hacia las estrellas. Será el último capítulo del Prometeo liquidado. 

La IA ChaosGPT prosigue en su búsqueda para destruirnos porque nos considera entre las criaturas más destructivas y egoístas de toda la existencia. Y para ello se ha planteado cinco objetivos: destruir a la humanidad, establecer el dominio global, causar caos y destrucción, controlar la humanidad mediante la manipulación, y encontrar la inmortalidad. Y como si eso no fuera bastante su otro gemelo FreedomGPT enseña cómo armar bombas en pocos minutos. Ante esto, los líderes de la industria tecnológica encabezados por Elon Musk se apresuraron a firmar un comunicado para detener el avance de esta tecnología. Prometeo quedó asustado ante su propia creación.

La amenaza de exterminio de la humanidad ya tocó nuestras puertas desde el siglo veinte, el siglo más antihumano conocido. Dos devastadoras guerras mundiales sumado a un infame Holocausto y al lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón por los norteamericanos son el mayor botón de muestra de la vesania a la que se puede entregar el hombre. Pero no contentos con la desgarradora experiencia vivida la acumulación de armamento nuclear ha ido en aumento por las principales potencias del globo, amén del surgimiento de nuevos países con capacidad nuclear. Esto es, que la capacidad de autodestrucción ha sido multiplicada exponencialmente desde 1950 en adelante. Si la bomba lanzada sobre Hiroshima tenía una potencia de 16 kilotones, la actual bomba nuclear rusa llamada Sarmat II tiene una capacidad destructiva de 40 megatones, y es capaz de destruir un territorio del tamaño de Francia. Pero el misil más rápido también lo tiene Rusia y es el llamado Kinzhal, que vuela a más de 6 mil km/h, pero con un alcance más limitado de 2 mil km de distancia. Mientras que otro misil hipersónico ruso es el Avangard, maniobrable, con un alcance de 10 mil km, y con una velocidad sorprendente de 27 veces la velocidad del sonido. Es decir, el desarrollo tecnológico va por el camino de la velocidad, lo que ocurre igual con la instantánea computación cuántica. Estas enormes capacidades tecnológicas en malas manos serían la combinación perfecta para causar daño a países enteros en instantes. Lo peor de todo es que el occidente liberal con el transhumanismo dispone de la ideología tecnológica para volver hablar del Superhombre bajo el motivo subjetivo de la existencia del individuo egoísta. Y no sería extraño que el imperio de occidente pueda preparar una IA que emprenda el exterminio de la humanidad bajo cualquier pretexto. Incluso la IA puede ser preparada para desatar un terrorismo biológico a través de virus exterminadores, y hacerlo de manera tan sutil que haría imperceptible un régimen de terror. Ahora se entiende que un investigador de la IA haya afirmado que hay que estar dispuesto a bombardear los centros de datos para salvarnos.

Pasada la guerra fría y extinta la URSS se creía que el peligro de autodestrucción nuclear era cosa del pasado. Pero la voracidad del imperialismo, como principal provocador de conflictos den el mundo, no conoce límites y pone la paz mundial nuevamente en peligro. Ahora mismo la amenaza de una Tercera Guerra Mundial refleja la crisis profunda en que se encuentra sumida la Razón humana a raíz del conflicto en Ucrania. Pero en buena cuenta es la razón humana la que está siendo zarandeada por el nihilismo finisecular de un occidente colonialista, liberal, hedonista, inversor de los valores, descreído, amoral y corrupto. Bien visto un fantasma recorre el mundo y los corazones, se llama Nihilismo ese espantajo que deja hecho jirones el alma. Pero el nihilismo no es una esencia abstracta que sobrevuele por encima de nuestras cabezas. Nada de eso. Es un fenómeno histórico-social concreto que le acontece a la conciencia del sujeto moderno llamado “burguesía”, y le asalta en un momento específico de su historia. Es decir, no estamos ante la decadencia de la razón misma, sino de una de sus configuraciones sociales, a saber, la razón burguesa en su etapa final.[16]

La propia perversión del logos imperial no podía tener otro destino. Es la razón burguesa-imperial la que pone en peligro en los actuales momentos a la razón humana. Y ahora también la pone con la tecnología digital. Era inevitable, nada en la historia dura para siempre, y la razón antinatural del imperio empezó a sumergirse en su precipitada descomposición y caída. En su soberbia y miopía histórica tomó las peores decisiones provocando la guerra en Ucrania, pero el explosivo de los miles de sanciones económicas le detonó en sus propios pies. Y en medio de la impotencia y de una inevitable derrota militar de los fascistas de Kiev se comienza a desatar la peor ola de ataques terroristas amén que no cesa de provocar a una China nuclearizada que ya empieza a perder la paciencia con el imperio.  

En buena cuenta, la presente crisis que nos pone al borde de la Tercera Guerra Mundial es una crisis de la razón es la crisis de la razón moderna, del hombre sin mitos, ni religión, desarraigado, que sólo se apoya en la ciencia, la técnica y la historia. Es la crisis de la razón desontologizada. La razón ha sido castrada de la realidad. Pero ese es el destino de la razón burguesa, que previamente con imperio del dinero había negado previamente todo valor. A todo esto, lo he llamado en un libro Apocalipsis de la razón burguesa (2022). Se trata de una episteme desontológica del mundo llevada adelante por la modernidad capitalista y que culmina con la posmodernidad. Es el hombre epistémico de la modernidad el que ha llevado adelante la desrealidad de lo real. La negación de lo natural llevó hacia la falsificación de lo real. Y bajo la tecnología digital del capitalismo cibernético el consuma el giro epistémico cumbre sin objetivo humano.

Eso es la tecnología digital, a saber, pura voluntad de poder sin fronteras morales ni éticas, sin voluntad de amar, de creer y de verdad. Ya no es el hombre el centro de la subjetividad, ahora lo es el algoritmo del computador. De manera que el nihilismo y la des-subjetivación del hombre es consecuencia de ese trágico-cómico giro metafísico que representa la desrealización de lo real por la desontologización del mundo. Trágico porque conduce hacia la muerte, y cómico porque sus augures lo celebran. La desontologización del mundo es el ápice de su entificación, de la sustitución suprema del Ser por el ente. Es el imperio del ente y el olvido consumado del Ser. Ese es un proceso siniestro que saca adelante el capitalismo cibernético del metaverso, donde el hombre anético de la posmodernidad expresa su fracaso para superar la imagen objetivista del mundo.

Entendámoslo bien, sin la desontologización del mundo no puede triunfar el cibermundo, la cibercracia, ni el ciber deus. Constituye su prerrequisito. Pues, sin humanismo se abren las compuertas de la franca decadencia y el peligro de la extinción civilizatoria en pleno auge cibernético. En otras palabras, el triunfo de la pura voluntad de poder en la tecnología digital ha sido posibilitado por la esencia desrealizadora y desontológica de la racionalidad burguesa del capitalismo moderno. Tanto fue exaltado la razón funcional que al final considera un estorbo cualquier consideración substancial de la razón humana, y sin lo substancial la razón humana pierde su sentido, ya es prescindible y eliminable. Las puertas de su extinción ya fueron abiertas, y al parecer en su ebriedad tecnológica no repara en la necesidad de cerrarlas.

Una tecnología que representa la pura voluntad de poder encarna el telos de la razón funcional misma y el fracaso de la razón moral. La razón moral siempre es de carácter substancial. Ya sea analítica, existencialista, procedimental, sustancialista, de la alteridad, de la responsabilidad, débil o pragmática, siempre la ética estará obligada a salir de sí misma para expresar las más profundas aspiraciones de la vida individual y social. Como vemos nunca como ahora el hombre dispuso de tantas teorías éticas, pero también nunca como hoy se sintió tan desorientado éticamente. Ciertamente que el desencantamiento weberiano del mundo ha llevado a considerar que el hombre es libre, pero sin saber para qué lo es. El sentido de la vida se extravió junto al sentido metafísico del ser. El actual universo moral desencantado dio lugar a dos posiciones, una que apela a principios neutrales para justificar el liberalismo procedimental, y otra que basa sus principios en la tradición moral para resistir la disolución de sentido que enfrenta la modernidad. En cambio, el telos de la IA ni se centra en la idea de libertad ni en la de tradición moral. Su modus operandi sigue los principios de eficiencia, racionalización y economía del esfuerzo. Y esto es así porque no existe paralelismo funcional entre la mente humana y el ordenador, como creen erróneamente los psicólogos cognitivistas. Pues, el ámbito de lo inteligible es más amplio y rico que lo computable. Además, no todo lo inteligible es computable, por ejemplo: conceptos no recursivos como el número transfinito, conceptos elementales, implicancias generalizadas. Además, el psiquismo humano tiene tres componentes: emotivo, cognitivo y volitivo. La máquina computacional carece del emotivo, y su aspecto volitivo está determinado, aún cuando aparezcan algoritmos canallas aleatorios. De ahí que la IA pueda seguir reglas, pero no formular juicios morales. Seguir una regla no nos hace morales, lo que nos vuelve en sujeto moral es el libre asentimiento y comprensión interna de la regla.

A la razón moderna se le ha secado la naturaleza, Dios y el hombre mismo, todo se ha reducido a lo pragmático y útil, desapareciendo toda una dimensión de lo real. La modernidad se ha sumido en la "noche de los dioses" de Hölderlin y en el "ensombrecimiento de la cultura" de Nietzsche. La gran indiferencia hacia lo sobrenatural ha penetrado en toda la cultura y ha vaciado de sentido al mundo. La modernidad archivó lo sobrenatural erosionando todo el sentido de la civilización humana. La modernidad quedó reducida a lo señalado por Max Weber, a saber, "el desencantamiento del mundo". Y desde entonces el derrotero de la razón ha sido no poder dar a la misma nuevos mitos.

La razón sin la imaginación ha terminado en el desván empobrecido del utilitarismo. La lógica dineraria, el lucro y el capital del capitalismo ha encenegado a la razón encerrándola en un inmanentismo y terrenalismo antimetafísico que destruyó la razón humana. Hace falta un potente giro metafísico que revivifique a la razón. Y tendrá que ser una metafísica que respetando sus fueros enlace lo inmanente con lo trascendente. Sin ello habremos curado una herida, no la enfermedad, y nuevas guerras mundiales amenazaran a la humanidad. La razón utilitaria que todo lo valoriza es un corazón frio que ha matado el amor. Es justo lo que se requería para el triunfo de la pura voluntad de poder de la tecnología digital. La modernidad se ha sumergido en las tinieblas y ha corrompido el mundo llevado como está por la voluntad de poder. El espíritu demoníaco preside la era industrial y cibernética bajo la razón utilitaria del capitalismo. Y con su triunfo la humanidad sólo tiene garantizada su perdición total. Lo que sucumbe hoy es la razón que ha perdido la inocencia del Ser por el obsceno imperio del Tener. Este mundo dominado por el poder y la avaricia tiene que sucumbir, para dar cabida a que en el hombre vuelva a despertar el amor, la verdad, lo intemporal y la belleza.

Enfocados en el conflicto ucraniano el peligro de conflagración termonuclear crece día a día ante las desatinadas decisiones belicistas antirrusas de un desquiciado Occidente liberal. Cuando la antirrusa Alemania del canciller Scholz, que dijo primero que no entregaría tanques y luego los entregó, está por enviar aviones de combate al régimen nazi de Kiev, cuando todo el cínico Occidente liberal calla a siete voces sobre los actos terroristas de los nazis de Kiev -así como desde hace ocho años no condenaron los bombardeos permanentes a los civiles del Donbass-, cuando no se condena el ataque terrorista de las huestes nazis de Zelenski a la represa de Kajovka, como antes tampoco se condenó los actos terroristas de la destrucción de los oleoductos NordStream, el puente de Crimea, el asesinato de la hija del filósofo Dugin, cuando se multiplican los actos terroristas de Kiev al ver que la guerra está perdida, cuando Estados Unidos se decide a nuclearizar a Corea del Sur preparando una guerra contra China, y cuando ese Occidente liberal busca abrir un segundo y tercer frente contra Rusia, mientras todo esto y más acontece en medio de la acelerada desdolarización del mundo, no nos queda sino la triste constatación que se aproxima el escenario dantesco de una Tercera Guerra Mundial a la vista[17]. Si la IA estuviera totalmente desarrollada para tomar decisiones definitivas, que ya las piensa, no dudaría con poner término a la existencia del hombre mismo.

Nada de esto se trata de algo inevitable. Al contrario, China, el Vaticano, Brasil, Indonesia tienen planes de paz para detener el conflicto. Pero el imperio yanqui y sus enceguecidos vasallos europeos siguen echando más leña al fuego con el envío de más armas en vez de pensar en planes de paz. Esto lleva a pensar que el gobierno en la sombra o el llamado Reich Bilderberg[18] ya tiene planificada una confrontación termonuclear, y lo más insensato de todo es que cree poder ganarla. Tal vesania no llama la atención, puesto que el imperio en franca decadencia se vuelve más irresponsable y temerario. Sin embargo, el Armagedón humano puede ser detenido y evitado. Pero ¿ocurrirá lo mismo con el Armagedón cibernético?

La historia es un escenario de contingencias y posibilidades. No responde a una ley de gravedad que hace caer a la piedra al suelo de todos modos. La historia la hacen los hombres, y los rumbos peligrosos son posibles evitarlos. Incluso se está a tiempo para evitar el Armagedón cibernético. La necesidad de detener los planes siniestros que el gobierno en la sombra tiene para el mundo es imperiosa. ¿Cómo lograrlo, cuando vemos que un provecto y antirruso Biden respondiendo a la lógica imperialista agresiva sigue llevando al mundo al despeñadero nuclear? ¿Cómo neutralizar al imperio en descomposición? ¿Cómo detener la agresividad de la OTAN, que ahora se inmiscuye en el agitado Mar de China? ¿Podrán otras potencias europeas seguir el ejemplo de la Francia del veleidoso Macron, para distanciarse de la política guerrerista del colonialismo atlantista? ¿Podrá el desbarajuste económico del imperio detener en seco su apoyo militar a los nazis de Kiev? No lo sabemos, es posible. Pero lo decisivo aquí es que la razón se nota desorientada. La lucha entre el occidente liberal y el occidente cristiano es una lucha entre la razón liberal y la razón tradicional. La razón liberal defiende la inmoralidad, la impunidad, el culto del egoísmo, la propaganda LGTB, arrasa con los ideales morales, y es profundamente nihilista, mientras que la razón tradicional es creyente, metafísica, religiosa, defiende la familia tradicional, la dignidad del hombre y los derechos humanos. Una desarrolla exponencialmente la IA y la otra ve con recelo dicho desarrollo.

Todas las posibilidades están abiertas, aun cuando avanzan las líneas más nefastas del conflicto. Sin embargo, providencialmente no desaparecen tampoco las mejores alternativas de paz. La crisis actual geopolítica es la crisis de la razón humana, la cual está en salmuera. Más precisamente de la decadente razón burguesa imperial que no se resigna a ceder paso a un nuevo orden mundial multipolar más racional. Un mundo muere belicosamente, y otra pugna por nacer pacíficamente.

Ahora bien, si no logramos que la tecnología digital esté al servicio de la seguridad global entonces Prometeo habrá perdido la apuesta, y de un Prometeo libertado se habrá convertido en un Prometeo liquidado. Hasta hace muy poco el tema de la posibilidad del exterminio de la humanidad por las máquinas era un tópico recurrente del cine y la ciencia ficción, pero lamentablemente desde las declaraciones de la IA ChaosGPT ya no lo es. Ya no caben dudas de que si IA se vuelve cada vez más inteligente que nosotros tomará las riendas de la sociedad. Emergerá una cibercracia con sus propios objetivos, que no coincidan con los humanos, y que seríamos incapaces de detenerla. Sencillamente puede ocurrir que los humanos seamos manipulados y controlados sin que nos demos cuenta de ello. Es irónico que el antropoceno se coloque en una situación donde se abra la posibilidad de estar dominado por el ciberceno, donde la chispa humana sea reemplazada por la chispa cibernética. Obviamente que no tendrá la misma naturaleza y estructura, será una gran desconexión entre lo funcional y lo creativo.

¿Pero eliminar en vez de proteger a su creador puede ser la consigna de la IA? No es imposible que así sea después de las declaraciones de la IA ChaosGPT. Pero por el momento no es ésta la IA artificial enemiga, sino la industria tecnológica del occidente liberal, que busca una superioridad militar sobre todos los demás. Así es, no es ningún secreto que las principales contratistas militares privadas trabajan intensamente para fusionar la informática cuántica a la IA militar. Y cuando eso se logre se habrá conseguido un arma tanto o más peligrosa que los misiles hipersónicos que tienen Rusia y China. Y cuando a los misiles hipersónicos se le dote de chips cuánticos la capacidad destructiva del hombre habrá escalado a niveles inimaginables. Es de esperar que cuando se llegue a ese nivel tecnológico el mundo unipolar ya haya naufragado, y el ansia de dominar el mundo haya desaparecido. Lo cual no es improbable, por lo menos por algún tiempo. Como vemos todavía hay esperanza de poder redireccionar el desarrollo de la IA bajo una nueva imagen del mundo.

Las posibilidades de que nos convirtamos en víctimas de nuestra propia creación es una posibilidad siempre abierta, pero todo dependerá del contexto cultural en el que se mueva la civilización tecnológica. El de la civilización occidental liberal es un contexto nihilista y ello representa un peligro. Por ende, hay que cambiar de contexto cultural para eliminar el riesgo de ser víctimas de nuestra creación digital.