lunes, 9 de septiembre de 2024

MARÍA DE LA ENCARNACIÓN. MUJER TAN CERCA DE NOSOTROS de Margarita Chénard, o.s.u. (Comentario)

 

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El pasado sábado la joven religiosa Ursulina Selva, o.s.u., cumplió su promesa de obsequiarme algunos libros sobre su Orden religiosa. Me los entregó al final de la Misa. Entre ellos figura este valioso libro que es una semblanza biográfica escrito por Margarita Chénard, o.s.u. Libro realmente edificante.
María de la Encarnación (1599-1672/73 años) es un caso de religiosa muy singular. Su nombre original fue María Guyar, tuvo una infancia feliz, se inició en la oración a tierna edad bajo influjo de su madre, y bajo instancias de su padre, que era panadero, se casa se con un joven dedicado a los negocios. Con apenas un año de matrimonio la joven tiene un hijo y al poco tiempo la peste se lleva a su marido. Toma la firme resolución de no volverse a casar y día a día crece su vocación religiosa. Mantiene a su hijo en casa de su hermana casada con un próspero negociante. Se ocupa de la cocina y atender a los enfermos, no recibe salario, pero sí comida y un lugar donde dormir junto a su hijo.
Cuando su hijo cumple 11 años, para la época ingresaba a la adultez, ella toma la resolución de volverse religiosa e internarse en un convento. Nada la disuade a pesar de las presiones de familiares y conocidos. Al poco tiempo decide ser misionera Ursulina en Canadá, por entonces colonia francesa. Al cabo su hijo termina sus estudios y llega a convertirse en sacerdote benedictino.
En Canadá pasa las inclemencias de los ataques de los Iroqueses a las colonias francesas, el inclemente y frígido clima y las estrecheces de la pobreza de las Ursulinas. Es la impulsora de la construcción del convento de la orden. Un incendio lo destruye. Pero nuevamente con su empeño y apoyo de jesuitas y autoridades lo reconstruye.
Condena con vigor la conducta de los franceses que intercambian pieles por licores, que causan estragos en la población indígena. En la orden Ursulina recibe sin descanso a mujeres indígenas.
Le corresponde el mérito de haber escrito obras en lengua iroquese y lengua algonquino para cumplir labores de predicación. Afectada del hígado y cercana a la muerte accede al pedido de su hijo de dictar su autobiografía.
El Papa Juan Pablo II la designó madre de la Iglesia del Canadá y digna hija de Santa Angela.