miércoles, 19 de abril de 2023

LA PROPUESTA DE LO MITOCRÁTICO: En torno al debate de la filosofía precolombina

 

LA PROPUESTA DE LO MITOCRÁTICO

En torno al debate de la filosofía precolombina


 

Se me ha preguntado exactamente en qué libro mío surge la categoría de lo mitocrático y en un primer momento no tenía clara la respuesta. Lo cierto es que mi reacción contra la definición eurocéntrica de la filosofía fue desde un primer instante. Ya desde el primer libro que dediqué al tema, me refiero a Eurocentrismo y Filosofía prehispánica de 1998, había asumido una definición multívoca del filosofar. Y esto aconteció tras la superación de mi etapa marxista en el 97, por medio de una apertura poética y antes de que leyera la filosofía intercultural de Estermann en su tratamiento de la filosofía andina.

Desde entonces quedó claro para mí que entraba en un campo minado, a un territorio plagado de verdades consabidas, prejuicios asumidos y posiciones irreductibles. Los maximalistas nativo-céntricos, identificaban el mito con la filosofía sin preocuparse mucho por establecer un nuevo criterio para entender lo filosófico y el mito, de allí que muchas veces cayeran en el criterio comparativista de justificar la filosofía autóctona encontrando notas comunes con el modelo occidental. Los minimalistas eurocéntricos, rechazaban la filosofía para el pensar prehispánico reivindicando la definición monocultural de la filosofía y la idea de cosmovisión.

En esta dicotomía tomé desde el comienzo una posición intermedia pero no ambigua, epistémica más bien, puesto que me di cuenta que los argumentos de los minimalistas no podían ser refutados con coherencia sin establecer antes un criterio distinto para el filosofar no occidental. Por eso que las notas que establecí para el pensamiento prehispánico fueron desde un principio distintas a las presentadas en el pensar filosófico occidental (Eurocentrismo y filosofía prehispánica, pp. 63-65). Y en el 2000 publiqué Racionalidad filosófica del Perú antiguo, en donde el énfasis estaba puesto en demostrar que la filosofía prehispánica era mítica y parte orgánica de la racionalidad precolombina.

Captar la categoría de lo mitocrático me llevó varios años, intensas lecturas, escribir muchos libros y urgentes cavilaciones. Paulatinamente se iba desbrozando el frondoso bosque para dejar ver el paisaje. Tuve que adentrarme primero en el estudio de la obra y pensamiento del Inca Garcilaso (Véanse La metafísica de la luz del Inca Garcilaso, 2005; El Inca Garcilaso como filósofo, 2008; Visión del Perú del Inca Garcilaso, 2008), la sabiduría de los amautas, que me reveló su peculiaridad espiritual, religiosa y mítica (Los amautas filósofos, 2006), el estudio de la nihilismo de la posmodernidad, que me hizo captar el logocentrismo imperante en Occidente (La hermenéutica posmoderna del hombre sin absolutos, 2007; Erosión nihilista de la sociedad postmetafísica, 2007).

Es decir, desde 1998 hasta el 2007, fueron alrededor de casi 10 años que me tomó descubrir dicha categoría de lo mitocrático. Esto representó para mí pasar del criterio culturalista al criterio mitocrático, es decir, el fundamento de otra forma de filosofar no se limitaba al orbe cultural prehispánico, sino que se extendía a todas las formas pre griegas de filosofar en el mundo, pero además se precipitaba hacia los orígenes de la humanidad para disolverse en una nueva categoría más remota y difícil de entender, que más adelante encontré explicación.

Sin más rodeo puedo indicar que la categoría de lo mitocrático lo mostré por primera vez en un libro que publiqué en el 2007, Filosofía mitocrática antes de la Conquista, en cuya primera parte abordaba el tema de las mentalidades humanas, los paradigmas de la filosofía y la Multivocidad filosófica, que comprendía el logos de la ratio y el logos del mito.

Trabajo que poco después fue publicado en la Revista electrónica sanmarquina de Filosofía que dirigía el profesor de filosofía y escritor Johnny Octavio Obando Morán, ahora en Brasil tras abandonar aulas sanmarquinas. Ese mismo año publiqué otro texto denominado Las filosofías marginadas. Fundamentos de la teoría mitocrática de las filosofías no occidentales. Allí traté, en la primera parte y por primera vez, de sistematizar la teoría de la polaridad del logos humano hablando del logos como predisposición, su polimorfismo y polaridad, la universalidad del logos filosófico, su diversidad y multivocidad.

¿Por qué pasé del primero al segundo? Porque mientras uno estaba enfocado en demostrar la aplicación de lo mitocrático al mundo prehispánico, el segundo se abocaba a extenderse como criterio explicativo en todas las filosofías no-occidentales.

No está demás añadir que este concepto nuevo de lo Mitocrático, lo expuse a la comunidad académica nacional al ser invitado al I Congreso Latinoamericano de Filosofía, organizado por la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, del 25 al 28 de noviembre del 2008, con la ponencia Filosofía mitocrática y filosofía logocrática.

Allí las preguntas de profesores y alumnos desconcertados se centraron en lo problemático de romper con el criterio griego de filosofía. A lo cual les respondí que como filósofos debemos aprender a poner en cuestión todo lo asimilado en las aulas. Era necesario repensar el sentido originario de la filosofía para descubrir una fenomenología mucho más profunda, rica y compleja.

Al año siguiente, también tuve la oportunidad de hacerlo al recibir la invitación al II Congreso Nacional de estudiantes de Filosofía, organizado por la Universidad San Cristóbal de Huamanga-Ayacucho, realizado el mes de setiembre del 2009, donde diserté sobre Mitocratismo, anetismo e hiperimperialismo. Tres nuevos conceptos filosóficos.

Lamentablemente, por razones del ambiente académico, la atención de estudiantes y alumnos se centró en la categoría del hiperimperialismo. Y tuve la ocasión de dirigirme a la comunidad académica internacional cuando fui invitado al IV Congreso sobre pensamiento ancestral y filosofías no occidentales realizado en la hermosa y cálida ciudad ganadera e industrial de Bucaramanga, en Colombia, en setiembre del 2009. Allí sí se le prestó entera atención –“nadie es profeta en su tierra”, reza el Evangelio-, se valoró su importancia como criterio heurístico e incluso se dispuso la instauración de un seminario que estudiara la propuesta. Luego vendría la invitación a México, del Instituto de Investigación sobre la Universidad (IESU) de la Universidad de Toluca, para exponer la idea a maestristas de filosofía en un seminario organizado ad doc.

A estas alturas, la recepción de las nuevas ideas las puedo clasificar en tres formas:

a)   la forma escéptica, integrada por el grupo eurocéntrico universalista, que descalifica como filosófico el pensamiento pre griego, a lo sumo conceden hablar de “pensamiento”, “pensamiento mítico” o “filosofía en sentido laxo”;

b)   la forma dogmática, integrada por el grupo nativista regionalista, que no cree necesario inventar una nueva categoría por considerar que mito y filosofía se identifican sin necesidad de especificar un nuevo concepto de lo filosófico;

c)   y la forma crítica, constituida por investigadores independientes que ven la necesidad de asumir el problema sin unilateralidades universalistas ni regionalistas, asumiendo el desafío de comprender plenamente lo filosófico también bajo una forma no griega.

El origen de la invención y propuesta de la categoría de lo “mitocrático” tiene lugar en el 2007, pero desde el 98 ya había constatado que no se puede simplemente atribuir el pensar filosófico a las culturas no occidentales al margen de una teoría sobre el origen de la filosofía, la cual está, a su vez, estrechamente ligada a una teoría de la razón o del logos humano. De lo contrario se incurre en una petición de principio, defecto, por lo demás, bastante común en esta clase de investigaciones.

En otros términos, es imposible hablar de “filosofía” en el pensamiento pre griego sin antes establecer los términos en que entendemos la “filosofía” y la “razón” humana. Sólo si previamente esclarecemos estos puntos será posible discutir con sentido lo “filosófico” en el pensamiento ancestral, de lo contrario el criterio eurocéntrico de la filosofía quedará de pie, aun cuando ya hemos visto que N. Abbagnano demuestra que el criterio eurocéntrico tiene pies de barro.

La conciencia de este problema previo me llevó a elaborar el concepto filosófico de lo “mitocrático”, entendido como:

·         aquella forma de pensar que gira en torno al mito y no al concepto,

·         que por orbitar alrededor del mito no deja de ser lógico, y que, por tanto, los principios lógicos siguen siendo los mismos,

·         pero con la diferencia que la hegemonía no la tiene el principio de identidad, cosa que ocurre desde Parménides y se consagra en el pensamiento occidental con Aristóteles, sino que dichos principios lógicos se subordinan al principio de contradicción,

·         cosa que hace posible el pensamiento metafórico, analógico, multívoco, polisémico y alegórico,

·         los cuales permiten con toda pertinencia postular una visión total y última de las cosas, es decir permite alcanzar un pensamiento filosófico.

 Sólo de esta manera es posible superar con coherencia el concepto monocultural de la filosofía, lo cual no se logra ni con la igualación de la filosofía con la cosmovisión, como lo hace la filosofía intercultural, ni con la clásica distinción entre “actitud” –innata- y “aptitud” -adquirida- filosófica.

A estas alturas habría que decir con Aristóteles que ciertamente todos los hombres filosofan porque la razón es universal, pero añadiendo un detalle, y este es que la razón o el logos humano no se manifiesta sólo por el concepto sino también por el mito.

Mytho y Razón son legítimas manifestaciones del logos humano que permiten alcanzar una concepción filosófica del universo. Así se comprende que la filosofía se presente también como un saber de origen divino, un saber de salvación y sintético, como es en la filosofía no occidental; y no solamente como un saber analítico y de origen humano, como ocurre desde Grecia.

Claro que, el pensamiento filosófico mitocrático es cualitativamente diferente al pensamiento filosófico racional, no sólo porque uno se rige por el principio de contradicción o armonía de contrarios y el otro por el principio de identidad, sino porque ambos responden a momentos diferentes del desarrollo humano, desarrollo que no es diacrónico sino sincrónico.

De ahí que todavía subsista el pensar mitocrático no sólo entre las culturas ancestrales, sino incluso en la conciencia del hombre moderno occidental.  

Todo lo cual responde a la situación de que se trata de una estructura trascendental de la mente humana que no puede ser suprimida, aunque sí encauzada, por la manifestación cultural.

Soy plenamente consciente que la teoría de lo mitocrático está todavía en sus comienzos, es un territorio nuevo y desconocido que nos desafía a desentrañarlo en toda su complejidad. Tarea que, por su amplitud, exige la colaboración interdisciplinaria, desprejuiciada y creativa. Pues sin estudios parciales no se puede verificar una visión total.

A propósito, se me ha preguntado si la teoría de lo mitocrático está compuesta de proposiciones analíticas o sintéticas. Si está compuesto de proposiciones analíticas serían válidas a priori o independientemente de la experiencia; y si son sintéticas serían válidas a posteriori y dependen de la verificación empírica.

Pienso que, sin perjuicio de su estatus gnoseológico y científico, la teoría mitocrática se corresponde con la verdad y método de la filosofía como un caso especial dentro del conocimiento estricto. Dicho de otra forma, los filosofemas no pueden excluirse del dominio conocimiento estricto por no adecuarse dentro de los márgenes de lo analítico o sintético.

Los enunciados de la filosofía (valorativos, existenciales, inferenciales, etc.) se resisten a ser reducidos meramente a la verdad observacional o analítica. La verdad y método en filosofía se extiende desde la inferencia cuasi matemática del análisis lógico y el dato inmediato de la reflexión fenomenológica hasta el modo cuasi sentimental del pensar simbólico y la exhortación moral. Por ello su esencia radica en la validación argumentativa y aserciones categóricas.

Creo, en este sentido, que hay que ahondar en el significado mitocrático de la magia, y la revelación. Si una es manipulación humana de fuerzas ocultas, la otra es comunicación de Dios con los hombres. Ya lo dijo Sir James Frazer en La rama dorada, mientras el mago obliga, el sacerdote persuade. Quiere esto decir que el logos del Mytho está más cerca a ambas, pero de distinto modo, de modo activo en la magia y de modo receptivo en la revelación.

Pero en lo fundamental lo que aquí interesa no es establecer la precedencia de la magia respecto a la religión en la historia de la humanidad, sino su pertenencia a un modo de pensar que las une en su estructura básica, y ésta es lo mitocrático, que en sustancia se concibe unido a lo sobrenatural. Sin respeto por lo numinoso no se entiende al pensar mitocrático.

Platón y Aristóteles afirman que el punto de partida de la filosofía es el asombro por encontrar el sentido del mundo. El asombro es lo propio de la actitud filosófica y la respuesta ante las interrogantes que provoca pueden darse ya sea a través del Mito o de la Razón. Y es así porque a través de ambas la filosofía es por esencia la indagación por los orígenes.

La filosofía no sólo como ciencia teórica, sino también como mito y saber de salvación, permite dar cuenta de lo extraordinario del mundo. En este sentido no sólo cabe hablar de filosofía griega sino también de filosofía de la India, China, Babilonia, Persia, Egipto, África y Amerindia. Por ello su significado y contenido trasciende su origen griego.

De manera que la filosofía comienza en el mundo ancestral civilizado con un periodo mitológico, seguido en Grecia por un periodo cosmológico, antropológico y sistemático. Y ello implica que la pregunta filosófica no siempre ha sido la misma, puesto que el periodo mitológico implica un esfuerzo por realizar la trasmutación espiritual que permita la superación de la muerte tras la regeneración de un nuevo ciclo cósmico.

Esto significa que no sólo no hay concepto único de filosofía, sino que inclusive el concepto occidental de filosofía no es exclusivo y más bien existe otro concepto que permite dar cuenta de lo filosófico en orbes no occidentales, siendo dicho concepto el de lo “mitocrático”.

Así, la categoría de lo mitocrático responde al reconocimiento de que constituye una petición de principio afirmar simplemente que la filosofía está en los mitos y en las cosmogonías.

Pues si antes no se explica la esencia del mito, la esencia de la filosofía y la esencia del logos humano, no es posible hablar con sentido de la filosofía ancestral.

Creo que los intentos de probar la existencia de la filosofía en el pensamiento ancestral y en las grandes culturas antiguas ha fracasado, porque justamente esta cuestión previa no se tomó en cuenta seriamente y se procedió con facilismo a identificarla con la cosmovisión, la actitud filosófica, la universalidad de la razón, entre otros. Pero es imposible, a estas alturas, seguir procediendo del mismo modo.

Sólo respetando este paso previo se puede reconocer que el hombre de las civilizaciones egipcia, babilónica, hebrea, entre otras, desarrolló un pensamiento filosófico, pero de carácter no conceptual ni especulativo, sino vinculado a la vida, la moral, la salvación y la religión. No se trata de un pensar filosófico que recurre al mito para expresar ciertas verdades, como en Platón, sino que se trata de una filosofía que es mito cosmológico, cosmogónico y vital.

En este sentido valoro las meditaciones del filósofo sanmarquino Mariano Iberico en su obra La Aparición (1950), que la leí y estudié tardíamente en el 2013, cuando ya había formulado la categoría de lo mitocrático, pero cuya sutileza para entender lo simbólico y el sentimiento del destino me ayudó significativamente a desarrollar el esquema de la mentalidad mitocrática.

Y lo expresado es válido a pesar de la demostración, tan esforzadamente emprendida por H. A. Frankfort, J. A. Wilson y T. Jacobson en su libro The Intellectual Adventure of Ancient Man, traducido al castellano muy desacertadamente por el FCE como El pensamiento prefilosófico, que hace hincapié en que lo divino era comprendido por el hombre primitivo, los egipcios y babilonios como algo inmanente al mundo, mientras que con los profetas hebreos se introduce se introduce una separación entre Dios y el mundo, es decir la idea decisiva de la trascendencia al mundo. Idea que también queda formulada por el Inca Garcilaso al explicar el significado de la palabra Pachacamac (Comentarios Reales, Libro II, cap. II).

El criterio occidental de filosofía supone que culturas como la china, hindú y otras también utilizaron procedimientos racionales, pero nunca pasaron de cierto límite y no lograron constituir un conocimiento racional. Y esto es parcialmente cierto. Pues, los griegos fueron los primeros en hacer filosofía con el uso sistemático de razón conceptual, pero las culturas anteriores no occidentales también hicieron filosofía mediante el pensar metafórico, alegórico, multívoco, poético y analógico, es decir mediante el mito.

El pensar mítico, llamado por mí “mitocrático” para caracterizar la hegemonía del logos del mytho en una etapa civilizatoria de la humanidad, se maneja con el universal conceptual lingüístico   alcanzado por la metáfora. Esta, a diferencia de la metonimia, no es puro asociacionismo de ideas, sino que es un procedimiento lógico, psicológico y lingüístico distinto, que no se limita a la asociación de términos por similitud, contraste o significado.

Por el contrario, la metáfora implica abstraer un contenido intelectual a partir de una base empírica, como si en ella actuara lo que Aristóteles llamó el intelecto agente. Esto permite la formación del concepto.

De modo que, el pensar metafórico y simbólico mitocrático no encuentra obstáculos lógicos para preguntarse y dar respuesta sobre los problemas fundamentales del mundo y de la vida. Esta forma de filosofía ancestral está ciertamente imbuida de imaginación, pero parte de una base empírica que no se desliga de las creencias religiosas.

De allí que, aun cuando los principios lógicos de la mente humana sean los mismos, sin embargo, el principio lógico ancestral dominante sea el principio de contradicción y no el principio de identidad. Con una distinta relación de los principios lógicos también es posible que la mente humana formule conceptos, como lo testimonian las lógicas no clásicas, llamadas también lógicas no matemáticas, es decir que no son un sistema altamente sofisticado de cálculo, como la lógica matemática contemporánea que sirve para expresar la estructura de las teorías científicas.

De manera que no sólo la razón conceptual es capaz de descubrir verdades eternas, necesarias y universales, sino también la razón mítica. Antes de la Razón fue el Mito la que decía al hombre cómo eran las cosas, cómo debe comportarse, organizarse y vivir en el mundo.

Si Tales de Mileto utiliza la razón para resolver cuestiones teóricas, sin embargo, en él todavía subsiste un remanente del pensar mitocrático anterior. Y esto es posible afirmar sin excluir que en el pensamiento mitocrático también se dieron manifestaciones “bisagras”, en el que también estaba presente lo conceptual.

Es el caso del misterioso sistema positivista Charvaka de la India, desprovisto de toda comprensión fundamental sobre el alma y el mundo; y en la China del movimiento lógico del neomohismo, que desapareció lamentablemente en su infancia y de Wang Chung (27-100 d. C.) cuyo pensamiento racional y espíritu crítico atacaba toda clase de supersticiones.

Si Occidente hizo filosofía mediante el uso científico-lógico del logos, las culturas no occidentales lo hicieron mediante el uso poético religioso del logos. De manera que, tras la teoría lo mitocrático se supone una teoría del logos humano que permite dar cuenta de la complejidad de las respuestas humanas ante el misterio de la realidad (Véase sobre la teoría del logos humano en mis libros: Filosofía mitocrática andina, 2007; y Las Filosofías Marginadas, 2007; Filosofía mitocrática y mitocratología, 2010; Hermenéutica remitizante y filosofía mitocrática, 2013; La utopía epistémica: reconciliación entre razón y mito, 2018; La razón filosófica: una exégesis ontológico existencial, 2018; La filosofía como necesidad existencial, 2018; Corpus filosófico andino, 2019; La razón en su laberinto, 2019).

En este sentido sostengo que, la mentalidad ancestral tuvo una manifestación filosófica mitocrática, que respondió a los problemas fundamentales del hombre mediante lo simbólico y habría sido la que inicialmente articuló el pensamiento humano desde sus albores prehistóricos, perviviendo hasta hoy en los llamados “universos simbólicos”, me refiero al I Ching y al Tarot.

Bien los define el embajador Antonio Belaunde Moreyra, en un libro intitulado El pensamiento participativo, al estilo del lingüista estructural Ferdinand de Saussure, como un sistema de significantes y significados, donde los primeros son finitos, mientras que los segundos son infinitos, dado su carácter combinatorio y polisémico, significados que, por lo demás, abarcan todo lo humano y divino, inclusive la relación o dependencia del hombre con las fuerzas espirituales y con Dios.

Carl Jung en un Prólogo que escribió en 1949 para el Libro de las Mutaciones o Yi Ching sostiene que sin respeto por lo numinoso no se le puede entender. En este acápite sólo añadiría la estrecha relación con el pensar mitocrático, en cuyo momento tuvo un carácter universal.

La intención es remarcar que, previa una adecuación crítica que permita destacar el núcleo significativo de esta hipótesis y examine el peso muerto de los prejuicios eurocéntricos, se pueda mostrar que el planteamiento mitocrático comporta una expresión de valor como hipótesis de trabajo para interpretar los hechos y fenómenos ligados a la filosofía ancestral del pensamiento no occidental.