viernes, 11 de agosto de 2023

Eichmann en Jerusalén (reseña)

Este libro provocó escándalo y perplejidad. Hizo estallar la discusión pública. Le valió durísimos ataques de la derecha conservadora y de los judíos sionistas. Heidegger siguió guardando un ominoso silencio.
Todos esperaban la descripción de un psicópata, pero le presenta a un hombre común y corriente, muy próximo al hombre masa. Pero sobre todo resaltó el papel de los Consejos judíos en los guetos nazis y responsable de entregar a la población judía. Ellos hacían cumplir las órdenes de los nazis. Los consejos judíos eran colaboradores y fueron responsables del exterminio.
Tras su publicación los colegas de su universidad ni le hablaban. La gente, azuzada por la prensa sionista e imperialista, estaba irritada y furiosa contra ella porque había puesto al descubierto la propia traición de prominentes judíos.
Arendt también fue crítica con los aspectos legales del juicio, reclamando un Tribunal penal internacional y no uno judío.
Eichmann alegó ser un kantiano y haber cumplido con su deber. Arendt rechaza ese argumento. Para ella la facultad de juzgar elimina la obediencia ciega. Lo cual no es cierto. Lo cierto es que Eichmann entendió a Kant en lo fundamental, a saber, se puede cumplir con el deber jurídico sin obedecer la ley moral. Y esa separación lo consagró el propio Kant en su "Metafísica de las costumbres".
Eichmann era un hombre que viajó por toda Europa para detener y deportar a los judíos a las cámaras de gas. Era responsables de crímenes contra la humanidad. El régimen monstruoso nazi hizo colapsar su conciencia moral y no sentía culpa. Lo terrible es que eso era lo normalizado entre los alemanes en el Tercer Reich.
En el proceso se evidenció que el racismo es una perversión moral de la condición humana contra la humanidad. Exactamente como la rusofobia lo es hoy.
Un Estado criminal y un orden jurídico criminal genera criminales en gente normal. Banaliza el mal. Lo más terrorífico es cuando la superficialidad aunada a los medios técnicos crea un nuevo tipo de delincuente que comete actos de maldad sin percibirlos.

La Escritura y la Diferencia (reseña)

 

Derrida es parte de la episteme desontológica de la modernidad, porque reduce el sentido al juego de los signos. De este modo sucumbe su filosofía en el relativismo, el escepticismo y el nihilismo. Con ello lleva adelante la desrealidad de lo real. Sociológicamente es la profundización del idealismo subjetivo de la filosofía burguesa en plena decadencia del capitalismo imperialista.
En "De la Gramatología" concluye que en la metafísica para existir se requiere de la mediación de la escritura (gramé). Lo cual es un equívoco. En "La Escritura y la Diferencia" someta la escritura al logos de un sentido anterior. Registra los movimientos de la escritura para escapar al molde del logos del sentido. Rechaza que el lenguaje sea esencialmente lógico. Pues el sentido precede al signo, según la fenomenología, pero en realidad el sentido es resultado del juego de los signos. El lazo esencial -dice- es entre la palabra (logos) y la voz (foné). Deconstruir es desarmar la identidad para que las diferencias establezcan sus propias relaciones y rearmen el grupo significativo.
En suma, si Heidegger piensa el ser a partir del presente, Derrida lo hace desde la diferencia. El sentido no pertenece a la cosa sino al signo. A este extravío del sentido objetivo del ser, que en realidad es encallarse en el idealismo subjetivo, le llama deconstrucción.
Su denuncia del concepto metafísico de verdad deja en la aporía a la verdad misma.

Las edades del mundo (reseña)

 

Los textos de esta obra inacabada y póstuma, que se propone pensar el tiempo desde la eternidad, van de 1811 a 1815. Busca pensar el salir del Absoluto y el comienzo de las cosas. No duda del tiempo, pero su genealogía corre el riesgo de convertir lo eterno en hija del tiempo.
Para entonces ya había roto la amistad con Hegel tras recibir el impacto de sus críticas ("el absoluto no sólo es sustancia sino también sujeto").
La clave teológica de Schelling aquí es sólo aparentemente cristiana, en realidad es neoplatónica porque termina separando a Dios de su esencia, la cual sería la fuente de Dios, una supradivinidad.
A ello agrega otro error. Añadir la contradicción dialéctica en la esencia divina. Entonces Dios deja de ser simple y se convierte en un despliegue de diversas voluntades Con ello cree superar la visión inmóvil de Dios. Por ello cree que Dios tienen un fondo oscuro por el que toma conciencia por un egoísmo personalizante.
Así, finalmente se tiene un Dios que no sólo es Unidad, sino también una dualidad.
En otras palabras, en Dios habría necesidad y libertad. La eternidad contiene al tiempo, pero hay un tiempo eterno y hay una naturaleza eterna. La divinidad no es el ser, sino la libertad eterna.
En esta obra Schelling está en su segunda etapa, ha dejado atrás la filosofía de la identidad para proponer una filosofía del espíritu. Se desvincula de Spinoza al terminar concibiendo a la libertad divina como el verdadero motor de la creación. En su anterior Sistema del idealismo trascendental identificaba la libertad absoluta con la necesidad absoluta. Ambas cosas quedan ahora desvinculadas.
Sociológicamente su posición puede ser vista como una proyección ideológica hacia la divinidad de la libertad absoluta que se irrogaba el egoísmo connatural de la burguesía cuando culminaba su lucha política ofensiva después de la Revolución francesa.

Sobre la Violencia (reseña)

 

En la década de los 60 se dedica a pensar sobre cómo puede ser posible la política sin violencia, cómo es posible recuperarla de su degradación. Y dedica a ello tres libros: Entre el pasado y el futuro (1961), Sobre la Revolución (1965) y Sobre la Violencia (1970). En este último concluye que sí es posible separar el poder de la violencia, pues el poder se basa en el consenso, en el grupo, en cambio la violencia en la pérdida del consenso, en la élite. En otras palabras, el origen de la violencia en la política son las élites.
Aplicada esta conclusión a nuestro tiempo se puede decir que la actual Tercera Guerra Mundial, cuyo primer capítulo se desarrolla en Ucrania, tiene su origen en la élite Bilderberg del occidente liberal, en su lucha por mantener la gobernanza mundial ante sus competidores de China y Rusia.

EN EL UMBRAL

 EN EL UMBRAL

Sin duda que el mundo se encuentra en el umbral de una posibilidad bifronte, a saber, estamos al borde de una apocalíptica Tercera Guerra Mundial, como nunca antes lo estuvo el mundo, y, también, nos encontramos en medio del terremoto geopolítico que representa la lucha reaccionaria de la élite Bilderberg por mantener su poder global con su esquema unipolar, junto al poderoso emerger revolucionario del Nuevo Orden Mundial Multipolar.

La diferencia entre la crisis de los misiles en Cuba en 1962 y el riesgo de guerra termonuclear de hoy es que los líderes de ambas potencias eran cabezas lúcidas. Tanto Kennedy como Kruschev demostraron su capacidad para resolver la tensión mundial en menos de un mes. En cambio, actualmente Biden es un líder senil, que saluda y extiende la mano a seres invisibles en cada discurso y resulta siendo un instrumento fácil de los partidarios de la demencial guerra contra Rusia. En ese marco de poco vale que Putin muestre sensatez mientras que su contrapartida se hace eco del ala fascista del Reich Bilderberg. Además, el plan de rodear las fronteras rusas responde a un plan meticulosamente elaborado y no es una improvisación repentina. Eso es lo más peligroso porque revela una intención subalterna dispuesta a la confrontación nuclear con el gigante euroasiático. Esto es lo que llamamos el “desquiciamiento de la plutocracia occidental mundial”. Realmente cuesta creer que responda a un plan medido hasta en sus últimas consecuencias y que sea ciegamente seguido por los líderes vasallos europeos. ¿Pero realmente los amos del mundo en su ala fascista están desquiciados?

Obviamente que las élites occidentales no se han vuelto temerarias de la noche a la mañana. Así como ven a Ucrania como el pretexto para batir a Rusia, del mismo modo ven a Taiwán para batir a China. Se busca crear otra guerra proxy. No en vano hay 73 bases militares estadounidenses en Corea del Sur y 120 en Japón. Además, el país nipón se rearma y está militarizando aceleradamente islas artificiales aledañas. Estados Unidos no sólo prepara un muro de defensa contra China, sino una avanzada de ofensiva. Y es que la inteligencia del mal se caracteriza por la hipocresía, la mentira, la manipulación, la agresión, la irrespetuosidad y la violencia. Todo ello calza a la perfección con la política internacional del occidente liberal y ahora con el proceder el Reich Bilderberg. No basta con evitar el enfrentamiento con la inteligencia del mal, porque tarde o temprano se dejará llevar por la violencia y desatar su agresividad. Esto ya se vio con los regímenes fascistas de la Segunda Guerra Mundial. Jean Baudrillard[22] ha hecho notar que a la negación de Dios le sigue la negación de la realidad que es sustituida por lo virtual. Pero lo que nosotros notamos aquí es que la inteligencia del mal se edifica, o trata de hacerlo, una realidad egocéntrica, sin compasión, ni empatía ni caridad y que responda tan sólo a sus afanes egoístas. Se trata de una realidad psicopática, que se siente superior al resto y con un narcisismo destructivo. La psicopatía del Reich Bilderberg es lo que está poniendo a la humanidad en peligro con un holocausto nuclear, porque con su pobreza emocional sólo pone en primer lugar su narcisismo, ausencia de empatía, impulsividad de tener poder y controlar el mundo. Este tipo de personalidad social viene acompañado de promiscuidad sexual, vida parasitaria, ausencia de remordimiento y conducta delictiva. Y a todo ello se entrega, en su mayoría, la élite del mundo.

El ataque con drones al Kremlin es un claro indicador de que el mundo está por atravesar vesánicamente el umbral de la apocalíptica guerra termonuclear. En vez de parecer un ataque de falsa bandera de los propios rusos, como lo han sugerido desde Francia, tiene todos los indicadores de ser una prueba preliminar para un ataque devastador sobre Moscú. Ahora se entiende por qué la reacción rusa ha sido responsabilizar del ataque a los Estados Unidos y a la OTAN. Mientras que la potencia del Norte se apresuró a deslindar cualquier responsabilidad por el ataque. El cual no es de fiar. Desde que se desintegró la Unión Soviética sólo se conoció la expansión amenazante de la OTAN hacia las fronteras rusas. Los vuelos de aviones espías y de reconocimiento occidentales tampoco han cesado y son continuamente interceptados. O sea, no se tratan de vuelos inocentes, sino de patrullaje continuo para afinar planes ofensivos.

¿Por qué el Occidente liberal estaría interesado en hacer este tipo de pruebas? Al parecer porque no sólo tiene en Ucrania una guerra perdida por medios convencionales, sino que no se resigna a asumir su derrota, y en vez de buscar la paz se precipita ensayando operativos desesperados. Lo que se condice con el extraño comportamiento del senil Biden que no pierde la ocasión de ninguna cumbre internacional para comentar entre bastidores que ya viene la guerra nuclear. Pero el que siembra vientos cosecha tempestades. Y Putin, siempre muy bien informado, no ha tardado en mostrarle al mundo occidental a lo que se expone con sus continuas insensatas provocaciones. 

Mientras que Europa occidental ha perdido toda soberanía mostrándose vasalla a los dictados de Washington, el sinuoso Macron y Hungría son los únicos países que se oponen a continuar con la guerra. El resto persiste en su empeño de apoyar a Biden en su juego geopolítico guerrerista. Mientras tanto crece la protesta popular contra la guerra en Alemania, Italia y España. Ya nadie deja de presentir que el mundo está deslizándose peligrosamente hacia un camino sin retorno. China es constantemente acosada por el Imperio norteamericano a sabiendas que no tiene opción válida de triunfo militar, según sus propios expertos militares. La política exterior de Biden ha perdido por completo el rumbo y los bloques militares ofensivos que promueve de un océano a otro no serán capaces de retrasar la hora definitiva de su acelerado ocaso.

El mundo anda desquiciado porque el principal foco promotor de la tensión mundial es un imperio en declive, que cree que puede salir de sus crisis promoviendo guerras. Pero esta vez ha elegido a los enemigos equivocados, a saber, nada menos que las otras dos superpotencias en auge, en especial China. Y es que el injerencismo en política exterior le es consustancial al imperio del norte, siendo el principal factor de inestabilidad para la paz mundial. El mundo occidental liberal liderado por el Imperio del Mal ha ido insensatamente muy lejos en sus provocaciones contra Rusia y China. La elite liberal cree poder sobrevivir a un conflicto termonuclear y se arriesga a provocarlo. Vive la humanidad en el presente las horas más decisivas de su historia. ¿Seremos capaces de remontar el peligro y conjurar la locura del Hegemón en decadencia? 

Si los Estados Unidos en el ámbito interno no implosiona y la Administración Biden fragua un fraude electoral para reelegirse, entonces habremos cruzado el umbral de la supervivencia de la civilización humana, porque nuestra destrucción se hará inevitable. El senil Biden es el operador político de las fuerzas más oscuras del llamado “Estado profundo” de la política y economía norteamericana y tiene como principal encargo llevar al mundo al holocausto nuclear.

Pero la otra tendencia es que el rápido ascenso de los BRICS acelere la caída del mundo unipolar y el triunfo del mundo multipolar. Por lo pronto la instauración de una nueva moneda de los BRICS acelera la caída estrepitosa del dólar, en medio de la economía estadounidense que se debate entre la inflación, escasez de productos, depresión del mercado laboral, la especulación desmedida por la desregulación del mercado financiero, la descontrolada expansión crediticia, recesión. Todo lo cual hace pensar a algunos analistas que en EEUU se avecina una Gran Recesión que superará a la del 2008. Ante ello Occidente promueve el neocolonialismo y frena la formación de un orden mundial multipolar. Por su parte, Latinoamérica aboga por un mundo multicéntrico, libre de dominación y neocolonialismos. China insiste en abogar por la cooperación igualitaria y mutuamente ventajosa entre todos los países, sin incurrir en juegos geopolíticos. Putin señala que la presión occidental hizo que de la globalización el mundo se haya desplazado hacia la política de bloques, donde la geopolítica y la geoeconomía son puestas al servicio de la confrontación en vez de la cooperación recíproca y mutuamente favorable. Pero en vez de eso las potencias occidentales prefieren suscribir acuerdos de cooperación en materia de defensa.

Un ejemplo reciente de ello es EEUU, que a través de su embajador en China declaró desafiante y provocadoramente: “Somos el líder del Indo-Pacífico y Pekín lo sabe”. Luego añadió contradictoriamente: “Washington se quedará en la región, no quiere conflictos con el gigante asiática, pero que se defenderá”. Como era de esperar la contraparte china observó que se trata de un comportamiento hegemónico imperial en el que “se creen los dueños del mundo”. La pregunta natural es ¿Qué se busca liderando regiones ajenas? ¿Eso no es acaso reclamar la propiedad de todo el planeta? ¿No son provocaciones muy peligrosas del Imperio del mal?

Reclamar la propiedad de todo el planeta y buscar liderar regiones ajenas es la característica principal del imperialismo norteamericano, que hoy en Ucrania está poniendo al mundo en el umbral de la destrucción de la humanidad.