viernes, 28 de abril de 2023

LA SOCIEDAD DEL SEXO DISFUNCIONAL

LA SOCIEDAD DEL SEXO DISFUNCIONAL



La demostración de que nuestra época se corresponde con la sociedad del sexo disfuncional en el occidente liberal es la siguiente noticia que llega desde el centro del imperialismo mundial, a saber, los Estados Unidos de Norteamérica. Llamamos "disfuncional" para señalar un desarreglo en la función que le corresponde. Veamos.

"Aproximadamente 1 de cada 4 estudiantes estadounidenses de secundaria se identifica como lesbiana, gay, bisexual o de otra orientación sexual relacionada con la comunidad LGBTQ+, según el informe publicado este jueves por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés). Los datos surgen de una encuesta realizada en 2021 por la agencia gubernamental a nivel nacionalEn los últimos años, algunas escuelas han comenzado a enseñar educación sexual desde el segundo grado, provocando el rechazo de la sociedad conservadora. Para Jay Richard, otro de los factores también es la presión política del Gobierno en el enfoque de género. Hay incentivos sociales por declararse miembro de una minoría sexual. Recientemente, la administración de una escuela del estado de Vermont envió una carta a los padres de los niños de quinto grado comunicándoles que en las clases de "ciencia" se emplearía el "lenguaje inclusivo" en cuanto al género, eliminándose los términos niño y niña o sus sinónimos. Los términos "niño, varón y sexo masculino asignado al nacer" se reemplazarán por "persona que produce esperma". Mientras que los términos "niña, mujer o sexo femenino asignado al nacer" se sustituirán por "persona que produce óvulos".

Después de las multitudinarias manifestaciones juveniles en los Estados Unidos contra la Guerra de Vietnam, el Departamento de Estado y la CIA elaboraron planes para distanciar a la juventud de la lucha político-social. Y no encontraron mejor forma que la ideología de género y el libre consumo de drogas. A esto se debe el panorama desolador que exhibe la juventud norteamericana, asolada por la droga, el vicio, la degeneración, la violencia, la increencia y la inseguridad. Medio siglo del luciferino experimento social bastó para revivir a Sodoma y Gomorra en el mal traído occidente liberal. 

O sea, enfrentar hombres contra hombres y mujeres contra mujeres por su identidad sexual y permitir el libre consumo de drogas tuvo un éxito rotundo para apartar a la juventud de la lucha social. Actualmente el 5% de los adictos norteamericanos consumen el 80% del consumo de drogas en el mundo, y el mayor número de disfuncionales sexuales se encuentra en dicho país del Norte. 

El perverso experimento psico-social sólo favorece a la avaricia de la élite anglosajona que se ve en el ámbito nacional interno con las manos libres y sin ninguna gran fuerza social que se le oponga en sus oscuros propósitos. No debemos olvidar que los derechos LGTB son una parte fundamental de la política exterior de EEUU. Y presiona a la comunidad mundial para que los admita y difunda. Con la excusa del respeto a las diferencias la cultura posmoderna e incluso la izquierda política se ha sumado al apoyo de las minorías sexuales, las cuales emponderadas buscan prepotentemente imponer a toda la sociedad su ideología de género.

La sexualidad disfuncional y su promoción gubernamental desde el Hegemón se corresponde al relativismo, el imperio del deseo, el hedonismo y nihilismo del decadente capitalismo tardío. Y es la contrapartida del fracaso del ideal inmanentista y racionalista del Siglo de las Luces.

Marx indicó que el capitalismo debe ser abolido porque condena al hombre a una vida sin esencia, Guy Debord analizó la sociedad del espectáculo, Christopher Lasch expuso sobre la cultura del narcisismo, Stewart Home señaló el asalto a la cultura, Baudrillard denunció la sociedad de consumo, Lipovetsky se explayó sobre la era del vacío, Zigmunt Baumann abordó la sociedad líquida, Buyng-Chul Han habló de la sociedad del cansancio. Pero ya es hora de denunciar a la sociedad del sexo disfuncional del occidente liberal y unipolar, que actualmente se debate en la más serie crisis de hegemonía frente al mundo multipolar que emerge con valores y con fundamentos metafísicos fuertes.




EL HEGEL DE D´HONDT (Reseña)

 EL HEGEL DE D´HONDT

(Reseña)



Para Jacques D´Hondt Hegel no puede ser comprendido al margen de su contexto histórico concreto. El mismo que está circunscripto por tres situaciones específicas: la crisis del absolutismo, las guerras napoleónicas, y las revoluciones burguesas. Cosa parecida ocurre con la filosofía en el momento presente, que no puede ser entendida sin considerar: la crisis del Hegemón norteamericano con el mundo unipolar, la guerra en Ucrania, y el surgimiento del nuevo orden mundial multipolar. Lo que significa que filósofo que no se plante frente a la hora de su tiempo, como lo hizo Hegel, sencillamente está fuera de la historia.

Hegel no reconoce ni a la familia, la escuela, o a la pequeña patria el haberse hecho filósofo. Para él siempre se trató de un ascenso del pensamiento y la conciencia desde la certeza sensible hacia el saber absoluto. Pero, sin duda, el despotismo reinante en Suabia, la Revolución francesa y el deseo de ver la unificación alemana por Prusia influyeron en su reflexión. D´Hondt nos recuerda que siempre el gobierno prusiano vio a los hegelianos como subversivos, y por ello nombró en la Universidad de Berlín a su enemigo declarado para combatirlo: Schelling, pero sin resultados.

Hegel. El último filósofo que explicó la totalidad (1998) es el libro de D´Hondt (1920-2012) -profesor honorario de la Universidad de Poitiers y perteneció al comité de dirección de la Hegel-Vereinigung- que tiene muchos méritos. Pero quizá el principal sea -basándose incluso en los archivos de la policía prusiana- el de hacer trizas la imagen consagrada por la crítica y los historiadores de que Hegel era el filósofo del absolutismo estatal prusiano. Hegel sentía gran entusiasmo por la Revolución francesa, pero a diferencia del tono moral kantiano para él se trataba de la reconciliación de lo divino con el mundo.

Nada menos cierto. A la luz de la nueva documentación desmiente la imagen consagrada por Rosenkranz, Kuno Fischer, y Dilthey. Los cuales tampoco mencionaron la existencia del hijo ilegítimo Louis, el cual no hizo feliz a su padre, a pesar de que Hegel lo reconoció, y al final -revela D´Hondt- amargó la vida del filósofo, muriendo a los 24 años como soldado sin pena ni gloria. Demuestra, en consecuencia, que coexiste en Hegel una imagen pública conservadora y otra imagen clandestina-privada revolucionaria. Ayudó a sus amigos perseguidos políticos. El caso Víctor Cousin es paradigmático, y si Hegel salió bien librado fue gracias a sus buenas relaciones con las altas esferas (el reformista tímido de Hardenberg, el ministro de cultura Altenstein, el director de enseñanza superior Schulze). Nunca se acogió a la protección del rey, la corte o los nobles, sino de burócratas funcionarios que cumplían honradamente un papel progresista. Hegel siempre fue un simple plebeyo. No era solvente, ni tuvo criados como Descartes. Y su doble lenguaje estuvo condicionado por vivir bajo una época de opresión. 

Ningún otro gran filósofo antes de Hegel mostró compromiso con los perseguidos políticos. Hegel era vigilado por la policía prusiana y es mencionado reiteradamente en sus archivos. Pero la policía prusiana sí pudo encarnizarse con los ayudantes de Hegel (Carové y otros). Por eso D´Hondt admite que Hegel no es un personaje fácil de abarcar por sus facetas contradictorias. Su imagen pública no coincide con la clandestina vida secreta que llevaba. D´Hondt también es el primero en investigar la masonería de Hegel, señalando que Fichte, Lessing y Goethe también era masones, debido a que representaba los más progresista de la época contra el despotismo monárquico. 

No pasa desapercibido el hecho de que la correspondencia de Hegel ha llegado muy mutilada por motivos políticos. Su mujer e hijo destruyeron su correspondencia familiar, y la mantenida con Hölderlin y Schelling se conocen como las Cartas Suizas. Predominaba en ellas las palabras en clave (Iglesia, Invivible, Reino de Dios) para eludir la vigilancia policial, no ser objeto de represión ni encarcelamiento. El tono de las cartas es subversivo, pero se impone la prudencia.

El filósofo de la contradicción encarnó la contradicción misma. Y mantuvo en lo secreto de sus clases su panteísmo, ateísmo, irreligiosidad, el rechazo de la creación, la Trinidad y la trascendencia de Dios. Esta duplicidad no era exclusiva de Hegel, sino de los tiempos de feroz represión monárquica restauradora. Pero era cierto que Hegel prefería el reformismo a la revolución. Pero Hegel admoniza en su último artículo sobre la política inglesa: "Si no se dan las reformas vendrá la Revolución". El artículo fue censurado por el rey Federico Guillermo III, porque muchas de sus críticas también se aplicaban a Prusia. Después de todo la vigilancia estrecha de Guillermo III a Hegel seguía la tradición familiar que anteriormente se había dado con Wolff bajo Federico Guillermo I, que lo expulsó de sus Estados bajo pena de horca; y con Kant bajo Federico Guillermo II, que le prohibió abordar cuestiones morales y religiosas.

Hegel tuvo que convertirse en un maestro del disimulo, de las frases retorcidas y esotéricas para ocultarse y pasar desapercibido de la represión reinante. Ciertamente que el entusiasmo juvenil por el tiranicidio se fue moderando en la madurez, pero nunca dejó de traslucir posturas contra el absolutismo. Antes que monarquista Hegel no era cesarista. En una palabra, Hegel nunca fue el filósofo del absolutismo prusiano. D´Hondt logra su propósito de redescubrir a Hegel y restituir una imagen viva, inquietante y seductora.

jueves, 27 de abril de 2023

EL PENSAMIENTO EUROPEO DEL SIGLO XVIII (Reseña)

                  EL PENSAMIENTO EUROPEO DEL SIGLO XVIII

 


Reseña

El pensamiento europeo del siglo dieciocho soñó con edificar mediante el imperio de la diosa Razón el Paraíso en la Tierra, borrando la idea de comunión de Dios con el hombre, y el resultado final fue el caos y el desastre completo. Esta es la conclusión a la que arriba Paul Hazard en su libro publicado póstumamente por Julián Marías en 1946 El pensamiento europeo en el siglo XVIII. El libro precedente de mucha repercusión se llamó La crisis de la conciencia europea y fue publicado en 1935. Si en la primera obra estudia el surgimiento en 1680 del Deus in terris o diosecillo terrestre, basado solamente en la razón; en la segunda obra indaga la fecha de 1715 como el comienzo del fenómeno de difusión sin igual del racionalismo secularizado, deísta, materialista y ateo. 

Es decir, al calor de la profunda impresión por el desastre de las guerras mundiales brota esta obra en la que analiza el origen, naturaleza y derrotero del pensamiento europeo del Siglo de las Luces. En la primera parte pone en evidencia que el Siglo de las Luces fue el que puso a Cristo en el banquillo de los acusados, quiso abatir la cruz, borrar la idea de comunicación de Dios con el hombre, y desterrar la concepción religiosa de la vida. Cosa que nosotros, hombres de fines del siglo veinte, lo hemos visto cumplido bajo el comunismo ateo y represor de la libertad individual, y con el capitalismo pragmático y mercadólatra, con su agenda LGTB, consumo libre de drogas, eutanasia, eugenesia, posthumanismo, divorcio, ideología de género y otras tenebrosas desviaciones más.

En la segunda parte, subraya que el Siglo de las Luces basado en la nueva fe en la Razón secularizada confiaba descubrir el plan de la naturaleza y edificar el Paraíso en la Tierra. Pero, al contrario, el caos aumentó. Descubierto el plan de la naturaleza a la luz de la razón la Ilustración se propuso construir un nuevo derecho, moral, política sin relación alguna con la teología, completamente racionalista, materialista y atea. Pero al final su afán de construir la Ciudad secular de los hombres mostraría otro rostro apocalíptico. 

En la tercera, y última parte, señala el fracaso de la secularización y de la razón natural del Siglo de las Luces al contener el proyecto dieciochesco sus propias antinomias irreconciliables. Surgiría el hombre de sentimiento como sucesor del hombre de razón, se multiplicarían los deísmos divergentes, y pronto estallaría la tensión entre cosmopolitismo y nacionalismo.

Paul Hazard nace en 1878 y fallece en la Francia ocupada por los nazis en 1944, a los 66 años. Vio con sus propios ojos el desastre del proyecto ilustrado y propuso la explicación respectiva. nos toca a nosotros proseguir su labor de crítica al soberbio racionalismo secularizado y antimetafísico que está conduciendo a la modernidad del occidente liberal al desastre civilizatorio.

miércoles, 26 de abril de 2023

ENTREVISTA SOBRE LIBRO "NIETZSCHE Y LA METAFÍSICA INMANENTE"

 ENTREVISTA SOBRE LIBRO "NIETZSCHE Y LA METAFÍSICA INMANENTE"

Por G.A.F.A.





-Su libro sobre Nietzsche tomó por sorpresa a muchos que no esperaban que Usted, un antinihilista, dedicara una obra al patriarca del nihilismo actual.

-Mi intención ha sido ir hacia la yugular de la ideología nihilista que predomina en el decadente occidente liberal. De modo que abordar a Nietzsche se hacía indispensable. Pero además hay razones que conciernen a la comprensión de la propia obra nietzscheana.

- ¿Cuáles eran esas razones?

- Considero que el énfasis dado por otros pensadores en determinadas categorías intermedias del pensamiento nietzscheano ha contribuido al oscurecimiento de la comprensión de su mensaje final. 

- Así Usted en su libro se opone a que Nietzsche sea abordado por la idea del superhombre, la muerte de Dios o la transvalorización de los valores, sino más bien por la categoría final que redondea su pensamiento, es decir, el amor fati

- Efectivamente. No son las ideas intermedias las que mejor hacen comprensible su pensamiento, sino su idea final que corona su filosofía.

- Y según Usted, dicha idea final del "amor fati" expresa fidedignamente su metafísica inmanente. ¿Cómo así?

- Para Nietzsche no hay trascendencia, todo es pura inmanencia. Y en ese eterno retorno de lo mismo queda pendiente su justificación que haga comprensible y soportable la necesaria repetición cósmica de un devenir repetitivo. De ahí que echa mano del "amor al destino", y lo encarama como la suprema demostración de la fortaleza del superhombre.

- En la filosofía peruana son poquísimos los filósofos que han publicado estudios sobre Nietzsche, y si no me equivoco fue el Doctor Leopoldo Chiappo, después del catedrático sanmarquino José Russo Delgado, con su obra Nietzsche: liberación y dominación, del año1978, el último en publicar una obra sobre él. O sea, su libro aparece después de cuarenta y cinco años de silencio sobre Nietzsche. ¿Cómo explicar esa orfandad de publicaciones?

- Lo atribuyo a varios factores. Después de la segunda guerra mundial se pondrá de moda la filosofía analítica, luego el marxismo cobrará fuerza y durante los años de globalización neoliberal es identificado con El fin de la historia y el último hombre (1992) de Francis Fukuyama. La filosofía posmoderna se reclamó neo nietzscheana, pero su contenido antimetafísico le hacía el juego al sistema hedonista, ludopático y tanático del imperialismo mundial. Es decir, no despertaba las simpatías necesarias para su revisión filosófica. Pero últimamente no han faltado tesis universitarias. No obstante, la decadencia notoria del occidente liberal que enarbola un nihilismo inmoral y disolvente del ser y los valores señala un derrotero en que impone una revisión crítica de Nietzsche. Y esto he intentado en mi libro.

- Pero su obra tiene la intención de señalar que dicha metafísica de la inmanencia ha llegado a su límite y que el reto venidero que se impone a la filosofía futura es erigir una metafísica de nuevo cuño. ¿Se refiere a lo señalado en su otra obra Carta sobre la metafísica?

- Sí, a ello me refiero. No será un retorno a la metafísica trascendentalista del pasado, ni una metafísica de repetición de la metafísica inmanente del presente, sino una síntesis entre trascendencia e inmanente sin confundirlos.

- ¿En el fondo lo que nos quiere decir es que la humanidad necesita recobrarse de su embriaguez inmanentista volviendo a Dios?

- Sí, hay que volver a Dios, pero sin olvidar que su presencia en la inmanencia también es innegable, y que por ello hay que cuidar del prójimo y del medio ambiente. No se trata de ningún panteísmo, es un teocentrismo que nos obliga a cuidar de la creación.

Muchas gracias

  

lunes, 24 de abril de 2023

LAS CUATRO ESTACIONES DEL HUMANISMO ORREGIANO

 

LAS CUATRO ESTACIONES DEL HUMANISMO ORREGIANO

Gustavo Flores Quelopana

Disertación en la Universidad Peruana Antenor Orrego (UPAO) en conmemoración de su natalicio-Trujillo- 22 mayo 2023

 



Introito

El Rectorado de la Universidad Privada Antenor Orrego me ha requerido para que en esta solemnidad y dentro de límites de tiempo muy precisos, diga algunas palabras en conmemoración del Natalicio del filósofo Antenor Orrego. Y en la celebración de 131 años de su nacimiento se da la significativa coincidencia de que su pensamiento abocado al humanismo, la libertad, la justicia y la integración latinoamericana se enfrente a la dramática realidad actual del terremoto geopolítico que significa el tránsito desde el Orden Mundial unipolar hacia el Orden Mundial Multipolar. A nosotros no nos cabe duda alguna de que Orrego estaría a favor de este cambio global.  

El pensamiento humanista de Antenor Orrego (1892-1960) no es sistemático, sino vertebral, o sea enhebra toda su reflexión intelectual desde el alfa hasta el omega. Se trata de una columna basal que no lo abandona nunca, a pesar de sus mutaciones inevitables. El humanismo orregiano es como el tronco de un árbol en el que cada estación le hace cobrar una fisonomía diferente. Y es así porque Orrego no es un filósofo de cátedra, de conferencia, de paraninfo, de pupitre, de juegos florales y de honores, sino que, pretendiendo abolir veinte siglos de filosofía y de historia, se entrega próvido al surco milagroso y pensativo de la meditación feraz y a su personalísimo anhelo de eternidad. Nuestro filósofo ha percibido con nitidez que la caída del hombre no es sólo la caída de la carne, sino de la inteligencia que ha devenido en mera sofistería abogadil -Discriminaciones: "La razón desgarrada"-.

 

Ahora bien, ¿Por qué el humanismo orregiano corre como un torrente subterráneo a través de toda su evolución intelectual? ¿Cuáles fueron las fuerzas mentales y materiales que lo mantuvieron en esa permanente atención por el hombre?

 

Podemos responder provisionalmente que se trató de dos factores preeminentes: uno, el social; el otro, el filosófico.

 

El contexto social del joven Orrego está signado por las consecuencias de la derrota en la guerra con Chile. La verdad es que la guerra con Chile impuesta por el imperialismo inglés arruinó la economía. El capital extranjero exigió el pago de la deuda y el Estado entregó los ferrocarriles, la minería y el petróleo.

 

Mientras tanto en Lima se levantaban las primeras fábricas de abarrotes y textiles. La ruina del pequeño minero, artesano y agricultor los proletarizó. Pero las ideas anarquistas de Manuel González Prada contribuyeron al desarrollo de la conciencia obrera, impulsando la cultura y la prensa proletaria.

 

Son los años en que Orrego irrumpe en el periodismo. El triunfo de la Revolución Mexicana en 1911 y la Revolución Rusa en 1917 tuvo un impacto decisivo, activando la lucha obrera y campesina. No olvidemos que el anarcosindicalismo tuvo su mejor momento en 1919, cuando Pardo tuvo que decretar la jornada de las ocho horas. Son los años en que sobrevienen las masas como protagonistas de la lucha política. Son los años en que el imperialismo norteamericano penetra en el país a través del oncenio de Leguía.

 

En una palabra, el joven Orrego de los años veinte se ve sensibilizado por la lucha campesina y obrera que se veía doblemente pauperizada por la opresión del latifundio y el lento desarrollo del capitalismo. Cuando sobreviene la crisis capitalista de 1929, que deprimió drásticamente la economía monocultora y exportadora del Perú, el joven Orrego sale de su inicial aforística estetizante para entrar a su etapa antimperialista y revolucionaria, intentando hegemonizar el proceso de proletarización antifeudal y antimperialista de las masas populares a través del ideario aprista.

    

Ahora echemos una mirada al contexto filosófico. Orrego es un pensador espiritualista desde el principio hasta el final. No está afectado por la tentación del positivismo filosófico, como lo estuvieron Alejandro Deustua, Jorge Polar, Javier Prado, Mariano Iberico y Pedro Zulen. Por ende, Orrego muestra desde el comienzo una singular vocación por las profundidades metafísicas. Pero al compás de la convulsa situación política, social e ideológica, se inserta en el neomarxismo aprista que buscaba el desarrollo de un capitalismo popular.

 

Ciertamente que fue Deustua quien inició el giro hacia el espiritualismo bergsoniano, interesándose todos los demás por el intuicionismo francés. Pero Orrego irrumpe en el plano del pensamiento en los años 20 como un espiritualista desde el comienzo. Pero en los años 20 se vive en el Perú los últimos años de la reacción espiritualista y los primeros años de la inserción del marxismo. Ese es el escenario intelectual en el que se pergeñan las primeras obras orregianas.

 

No en balde los comunistas criollos tildaron erróneamente su pensamiento de “idealista anticientista”. Incluso una mente tan sagaz como la de Augusto Salazar Bondy le colgó el membrete de metafísico vitalista y luego socialista no marxista. Personalmente prefiero verlo como un espiritualista con una cierta variedad de tono, que va desde la metafísica trascendente hasta el neomarxismo aprista.

 

En otras palabras, el paso de Orrego desde los años treinta al neomarxismo de Haya no significó un abandono del espiritualismo, sino el paso del humanismo estetizante al humanismo antimperialista reformista, que buscaba la emancipación del hombre mediante la reestructuración de la realidad social. 

 

Como es conocido la reflexión filosófica orregiana llega hasta la polémica suya con Heidegger en su obra “Meditaciones ontológicas”. Orrego fallece en 1960, Heidegger en 1976. Pero la década de los 50 Heidegger se convierte en un filósofo popular, todo gracias a Sartre especialmente y al auge del existencialismo. Heidegger, que fue un nazi fanático, se siente profeta del nihilismo y busca un Dios que deriva hacia la divinización del ser-ahí.

 

Es contra esta conclusión que el Orrego espiritualista se rebela en sus últimos días. Al buen espiritualista curtido en mil batallas revolucionarias, aunada a una persecutoria carcelería, no se le escapaba que Heidegger al centrarse en lo ontológico extraviaba lo óntico real y concreto.

 

En este sentido, el humanismo orregiano presenta cuatro estaciones bien definidas, a saber:

 

- Primavera: Humanismo esteticista de “Notas marginales” y “Monólogo eterno”

- Verano: Humanismo revolucionario antimperialista de “Pueblo Continente”

- Otoño: Humanismo integracionista de “Hacia un humanismo americano”, y

- Invierno: Humanismo ontológico de “Meditaciones ontológicas”.

Veamos cada uno de ellos.

 

Primera estación: La Primavera

El Humanismo esteticista

Notas Marginales (1922) y Monólogo eterno (1929) constituyen su etapa aforística. El primero publicado a los 30 años y el segundo a los 37. Tengamos en cuenta que el aforismo es todo un libro en una línea. Es decir, mienta un género literario conciso y breve que exige una maduración no sólo mental, sino espiritual muy acentuada y proverbial.

 

Orrego, como Heráclito y Nietzsche, piensa en relámpagos mentales, no en la fatigosa exposición conceptual de las cadenas de proposiciones demostrativas. Es un pensador figurativo, de visualización plástica, intuitivo, pegado a la movilidad de la vida. Los aforismos de Orrego como piedras cinceladas tienen precisión y contundencia. Esta etapa aforística tiene la categoría de la obra de arte. En la etapa subsiguiente vendrán las obras de una elaboración sistemática y conceptual. Por ahora predomina el elevado rango literario y la vía especulativa.

 

El esplendor de su lenguaje oculta su único y predilecto tema primordial: el hombre. A diferencia de Heráclito y de Nietzsche la prosa aforística de Orrego no nos habla del logos, ni de ir más allá del hombre, sino de la propia realización del hombre. Su humanismo, demasiado humano, no se dirige hacia una metafísica de la inmanencia, ni hacia el ateísmo, más bien va directamente hacia una metafísica de lo trascendente y un humanismo con Dios.

 

El humanismo con Dios de Orrego se manifiesta desde su fase aforística y estetizante. Y guarda un extraño vínculo con la presencia de Dios en la poética de César Vallejo cuando dice sus últimas palabras dictadas a Georgette: “Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios”. Y esta cita vallejiana ratifica que Dios en la obra del vate no sólo tiene una connotación humana muy marcada, sino que abraza como Orrego un humanismo con Dios. Ante Orrego y Vallejo estamos frente al poeta y pensador metafísico respectivamente.

 

Resulta muy significativo que Antenor Orrego, César Vallejo y Mariano Iberico nacieran en el mismo año, 1892. Los tres fueron visionarios de la profundidad metafísica de la vida humana. No perdieron de vista la dimensión religiosa y espiritual del hombre. Y arraigaron su pensamiento en la compresión de ese extraño enlace entre lo finito y lo infinito en la vida humana.

 

Ahora se entiende mejor el influjo que ejerció sobre él Ralph Waldo Emerson. Emerson fue el Montaigne de su tiempo. La idea de la fuerza vital de Emerson influyó sobre Whitman, Thoreau, Nietzsche, James y Bergson. Emerson fue un preclaro representante del trascendentalismo norteamericano, movimiento religioso y filosófico que preconizaba la superioridad del espíritu, opuesto al materialismo y al tradicionalismo, que proclamaba la evidencia al espíritu de las verdades religiosas.

 

Señores, la idea básica era una reacción a la secularización de la modernidad. Por ello no es una mera afirmación de lo trascendente, no es un platonismo de la Idea, ni una inmanentización de la idea de espíritu, tampoco es un neoplatonismo renacentista de la Idea radicada en lo real, sino que cada cosa es reflejo de una realidad superior a ella misma. Así la moral es concebida como la verdad misma, y el espíritu como aquello que se piensa a través de la materia.

 

Así se comprende cabalmente cómo Orrego desde la Introducción de Notas Marginales subraya que el problema más importante es el de la vida humana y que el hombre es un poema de Dios. Y los temas no sólo se repiten en El monólogo eterno, sino que se profundizan. Así vemos cómo se reiteran los acápites de Dios, conocimiento, círculo, religión, error, mentira, historia, justicia, contradicción, armonía, ilusión, esperanza y cristianismo. Pero se añade una diferencia muy notoria, que el propio Orrego lo destaca en sus Frases liminares. Y es que va emergiendo la realidad del contorno americano y pone énfasis en la conciencia de América.

 

O sea, el trascendentalismo emersoniano va tomando connotaciones cada vez más concretas, hasta el límite de ir tomando otra fisonomía. El impulso metafísico que vivencia la intuición orregiana se distancia del espíritu de la filosofía griega por dos cosas: la importancia de lo histórico y porque el vehículo de su pensamiento no es la razón sino la intuición. Y lo que subyace a todo ello es el entrever una nueva metafísica, donde lo trascendente y lo inmanente se mantienen enlazados, pero no confundidos. Esta intuición metafísica profunda se mantendrá así, meramente entrevista y no desarrollada hasta el final de sus días.

 

 

Segunda estación: El Verano

El Humanismo antimperialista

La segunda estación de su Humanismo constituye un Verano y está representado por su célebre obra Pueblo Continente. Publicada a la edad madura de 47 años, en 1939, año del comienzo de la segunda gran conflagración mundial, y ya cargando a sus espaldas una experiencia política apreciable como dirigente del partido de Haya de la Torre.

 

Los años veinte han quedado atrás, pero le han dejado una impronta imborrable y decisiva. Lo vivido en la década del veinte lo han marcado a fuego. Entre estas huellas destacan las de orden político e intelectual: la primera prisión bajo la dictadura de Leguía (1921), publica Notas marginales (1922), los Prólogos a Trilce de Vallejo y a la Nave Dorada de Spelucín, la experiencia periodística en el diario El Norte, la conversión del Grupo Trujillo en el Grupo Norte, la fundación del Apra en 1924 convirtiéndose en uno de sus conductores, su correspondencia con Mariátegui, del cual recibe La escena contemporánea (1925), colabora con la revista Amauta (1927), asiste a la ruptura epistolar entre Haya y Mariátegui, y meses después a la ruptura con el Apra, en 1928 lee asiduamente el libro de Haya Por la emancipación de América Latina, la persecución policial destruye sus dos manuscritos concluidos Panoramas y Helios, sufre segunda prisión otra vez bajo Leguía, aparecen los Siete ensayos de Mariátegui, y en 1929 publica Monólogo eterno.

 

Pero los años treinta están signados por la cruda realidad política y social: su elección al Congreso Constituyente como diputado por Trujillo (1931), su tercera prisión (1932), el estallido de la Revolución de Trujillo que es aplastada cruentamente por mar, cielo y tierra, su cuarta y quinta prisión bajo la despiadada represión del gobierno de Benavides (1934-1935), hasta que aparece Pueblo Continente en 1939.

 

Es decir, estamos ante un libro que no nace burguesamente al calor del refugio de un cómodo gabinete y de una bien provista biblioteca. No señores, estamos ante un libro engendrado entre la trinchera del combate político y los barrotes carcelarios. Son los años aurorales en que la pequeña burguesía intelectual peruana ha decidido tomar las armas y la tribuna política por el cambio revolucionario del país. En otras palabras, ha sonado la hora revolucionaria de la pequeña burguesía y clase media peruana que decide conducir la lucha popular. Se siente que ha llegado la hora de la revolución nacionalista para la patria. Y Orrego está en la primera línea de combate por la transformación del Perú. Es un intelectual orgánico en el lenguaje gramsciano.

 

En sus sucesivas prisiones siempre se recordará su actitud serena, ensimismada, meditabunda y peripatética. Acudían a él en busca de su palabra y pensamiento magisterial. Era un Aristóteles encerrado reiteradamente en las ergástulas del Perú. De ese cáliz del dolor humano brotará el segundo humanismo expuesto en Pueblo Continente. Es por ello que no se puede afirmar que la idea fundamental de este libro nace simplemente de las lecturas de Hegel, Nietzsche, Spengler, Haya y Vasconcelos. Esto es reparar sólo en el armazón conceptual y externo del libro. Pero hay que ir hacia su espíritu, que en buena cuenta responde a la maduración del espíritu de Orrego. La idea de que América debe concebirse como un Pueblo Continente, porque es el lugar donde se decantan los productos culturales y se prepara una nueva cultura, arraiga en la intuición fundamental de que está alumbrando la nueva conciencia americana a través de la digestión vital entre lo andino y lo occidental. Son la síntesis de dos mundos los que deciden la conciencia del nuevo hombre americano.

 

¿Qué significa esto? No sólo implica la liquidación de la sociedad feudal sobre la que se sostenía la sociedad oligárquica. Pues la América indígena fue sustituía por la América criolla pro-occidental, pero Orrego nos habla de una tercera dimensión de la cultura occidental que nacerá de las cenizas del caos del americanismo mimético criollo. No se trata de una vuelta a la astilla cadavérica de catafalco del americanismo indígena, ni una repetición de la arcadia simiesca del criollismo occidental. Se trata de un Pueblo Continente que brota de una nueva simbiosis humana entre lo andino y lo occidental.

 

Pero a pesar de las connotaciones biologistas y racialistas de la obra, Orrego concluye volviendo al punto de partida más antiguo de Oriente, a saber, “conócete a ti mismo”. Este pensamiento presentado como conclusión de Pueblo Continente nos debería sorprender, sin embargo, no lo hace. Y no lo hace porque al rememorarse quizá a su más grande exponente, nos referimos a Sócrates y su humanismo ético, se comprende de suyo que sin conocimiento de sí mismo no hay nueva conciencia humana que pueda alumbrarse.

 

Desde el marxismo se ha puesto hincapié en que el humanismo antimperialista de Orrego muestra aquí todas sus limitaciones, porque al deducirse que la revolución del continente americano será esencialmente democrático-antimperialista pero no anticapitalista resulta hipotecando su destino a las vacilaciones propias de la clase media. De ahí que no han faltado historiadores y sociólogos que juzgando el derrotero de la ideología aprista -Manrique, Neira, Sinesio López y Tanaka- destacan que la etapa final proimperialista, anticomunista y conservadora del líder aprista se corresponde con el comportamiento sinuoso de las clases medias momentáneamente radicalizadas en su primera etapa.

 

En otras palabras, sería la propia historia política del Perú la que demostraría con la revolución velasquista, el primer y segundo gobierno de García, que la vacilante clase media no fue capaz de emprender las transformaciones profundas que requería el país. La susodicha revolución antifeudal antimperialista fue sacada adelante a fines de los años 60 por el reformismo militar del General Velasco Alvarado ante el fracaso del reformismo civil encabezado por el Apra. Ante este desenlace ya no estaría presente Orrego, pero lo más probable es que hubiera coincidido con Haya en su reclamo sobre la paternidad intelectual de las reformas militares durante los discursos del Día de la Fraternidad de los años 70 y 71. Ante este ideario jamás cumplido Alan García intentó justificar su giro revisionista hacia el neoliberalismo en su libro La revolución constructiva del aprismo.

 

Obviamente, de nada esto se puede responsabilizar a Orrego. Su hora histórica fue otra, donde en los años 30 las posibilidades de una revolución democrático-nacionalista aún estaban abiertas. Pero en los años 60 el escenario cambió radicalmente con el triunfo de la revolución cubana, el protagonismo de Fidel Castro, la guerra fría entre las superpotencias, la convivencia apro-odriísta, el fracaso de las reformas liberales y la crisis terminal del estado oligárquico.

 

Por ello, el humanismo antimperialista expresado en Pueblo Continente no debe ser confundido con el aprismo del último Haya y menos con el de García. Es cierto que la consigna de la unidad del pueblo latinoamericano es lanzada por el primer Haya revolucionario, y lo hizo con una clara connotación antimperialista, pero la dimensión humanista-filosófico-espiritual fue dada por Orrego. Aquí era el filósofo quien no se contentaba con una mera interpretación política de los hechos y se insertaba en una filosofía culturológica.

 

Sería su discípulo más destacado, Luis Flores Caballero, quien fructificaría la prédica orregiana con el libro Interpretación culturológica de la sociedad (1963). En realidad, Flores Caballero, que entró en contacto con Orrego desde mediados de la década de los años 50, fue su único discípulo que en filosofía supo captar como ninguno que las categorías fundamentales de Orrego giraban en torno a la culturología, el integracionismo y la síntesis. Apoyó en su momento a la revolución velasquista como otros intelectuales de avanzada. A partir de ello también publicó Hacia una teoría de integración (1987) y su libro de aforismos Síntesis (2001). Tal fue el fervor que Flores Caballero prodigó a la memoria de su maestro Orrego que llegó a ser conocido entre los de su generación como el filósofo de la síntesis y de la integración.

 

Señores, la segunda estación del humanismo orregiano es un Humanismo antimperialista, a la vez nacionalista y continental, neomarxista e indoamericano. Se trata del tránsito desde el humanismo estético de la década de los 20 hacia el humanismo antimperialista de la década de los treinta. Es el paso desde un humanismo romántico hacia un humanismo social y transformador de todo un continente.

 

Sin embargo, la sedimentación espiritualista se mantiene, la tensión por la vida del hombre permanece, se vuelve más densa y gravitante. Ahora se ve cómo un Pathos se condensa en un Geos. La liberación del hombre es su leitmotiv que sigue vibrando. Y por ello, Orrego puede ser asumido cabalmente como un precursor de la teología de la liberación del padre Gustavo Gutiérrez (1971) y de la filosofía de la dominación de Augusto Salazar Bondy (1976).

 

En realidad, la vena más auténtica y profunda de la filosofía latinoamericana es la dúplice categoría liberación-dominación. Lo cual no es accidental, sino que responde a las vicisitudes de un continente atravesado por los dictados de los imperialismos coloniales de turno (español-portugués primero, luego británico-francés, y finalmente estadounidense). Y dicha dúplice categoría liberación-dominación se hace presente desde los cronistas mestizos e indígenas como el Inca, Garcilaso de la Vega, Guamán Poma de Ayala y Juan Santacruz Pachacuti, se prolonga con la filosofía lascasiana de la conquista y colonización y llega hasta nosotros con Manuel González Prada, Mariátegui, Haya, Orrego, Gustavo Gutiérrez y Salazar Bondy.  

 

Tercera estación: El Otoño

El Humanismo integracionista

Tres fueron los únicos libros que Orrego publicó en vida: Notas marginales, Monólogo eterno y Pueblo Continente. Dos obras fueron destruidas por la represión policial: Panoramas y Helios. Y seis obras más fueron publicadas póstumamente: Estación primera (1961), Discriminaciones (1965), Hacia un humanismo americano (1966), Mi encuentro con Vallejo (1989), Efigie del tiempo (CYDES, Lima, 1995) y Meditaciones ontológicas (CYDES, Lima, 1995).

 

Sus Obras Completas aparecen en 1995 a cargo del Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo de Luis Alva Castro. Es una edición esforzada pero que no alcanza los parámetros de una edición científica. Aquí encuentra la Universidad Privada Antenor Orrego una tarea perentoria e insoslayable, a saber, emprender la edición científica de las Obras Completas de Orrego, incluida su correspondencia, biografía y que incluya obras de otros autores sobre Orrego, a través de la fundación de la Sociedad Peruana Antenor Orrego. Es la UPAO la llamada a emprender esta inmensa tarea aun incompleta, sin olvidar la publicación periódica de referencias bibliográficas sobre la obra de Orrego, junto a la celebración habitual de Congresos de Filosofía sobre Orrego a nivel nacional e internacional, la fundación de la Casa Museo Antenor Orrego, implantar la cátedra libre sobre Orrego y abrir la escuela profesional de Filosofía pura en la UPAO.

 

TAREAS PENDIENTES DE LA UPAO CON MEMORIA ORREGIANA

·         Publicación de la edición científica de las Obras Completas de Orrego, incluida su correspondencia, biografía, y que incluya obras de otros autores sobre Orrego.

·         Fundación de la Sociedad Peruana Antenor Orrego.

·         Publicación periódica de referencias bibliográficas sobre la obra de Orrego.

·         Celebración habitual de Congresos de Filosofía sobre Orrego a nivel nacional e internacional.

·         Fundación de la Casa Museo Antenor Orrego.

·         Implantar la Cátedra Libre sobre Orrego. 

·         Abrir la escuela profesional de Filosofía pura en la UPAO.

 

Lo referido viene a cuento no sólo porque de qué sirve usufructuar su nombre sin rendir digno y cabal homenaje a su memoria, sino porque el humanismo de su tercera estación correspondiente al Otoño, se vincula a su obra póstuma Hacia un humanismo americano.

 

El Humanismo de la integración viene a ocupar el lugar del humanismo estético de su primera juventud y el humanismo antimperialista de su madurez. En esta obra su categoría de Pueblo Continente se transforma en la otra categoría de Humanismo americano. Ahora es que dicho pueblo continente es portador de un nuevo humanismo, caracterizado por la supresión de las antinomias entre el blanco europeo, el indio americano y el negro africano. América como crisol racial y cultural no sólo nos encamina a constituirnos en un Pueblo Continente, sino a marchar hacia un Humanismo Americano.

 

Antes que él sólo Haya y Simón Bolívar atalayaron la necesidad de la unidad continental. Ahora le tocaría a Orrego darle fundamento filosófico. Como el Inca Garcilaso advierte que el mestizaje cultural y racial es el pivote sobre el cual se edifican las altas culturas. No emplea el término con la frecuencia debida, pero está implícita la idea de la “integración”, como nueva categoría decisiva para la edificación de una nueva civilización. Es lo que observamos fácticamente en la historia. Sin integración no hubiera emergido la civilización cristiana tras la caída de la civilización del mundo antiguo. E incluso no hubiera brotado la civilización moderna sobre la transformación de la civilización medieval.

 

EL Humanismo integracionista orregiano es de una trascendencia tal que permite arribar hacia las anchas playas de una Teoría de la Paz, tan indispensable en nuestro tiempo sacudido por terremotos geopolíticos y amenazas de conflagración termonuclear que señalan un mundo en transición desde el orbe unipolar hacia otro multipolar. Pero también indica el derrotero hacia una Teoría de la Antropología sin antropocentrismo, casualmente porque ha sido el antropocentrismo moderno el causante de la catástrofe climática que nos azota y amenaza.

 

En otras palabras, el legado filosófico del humanismo integracionista de Orrego está más vivo que nunca ante los problemas de la paz y la ecología. Y esto nos permite ingresar al último humanismo de Orrego que, como veremos, se relaciona directamente con la amenaza que representa una inteligencia artificial fuera del control humano.

 

Cuarta y última estación: El Invierno

El Humanismo ontológico

La cuarta y última estación que llamamos el Invierno la constituye el Humanismo ontológico de Orrego expresado en su libro póstumo Meditaciones ontológicas. En un enfrentamiento radical con Martín Heidegger y su seco ontologismo, Orrego dirá:

 

“En realidad, Heidegger no ha podido sacudirse de la poderosa garra cartesiana dentro de la cual ha dado vueltas, como en una jaula laberíntica. La Ontología occidental ha quedado presa de su actitud antropocéntrica desde Parménides y aún desde Heráclito, en su proyección Hegeliana, a través de conceptos racionalistas de sustancia y de devenir dialéctico y determinista, hace ya más de dos milenios…Tan cierto es esto, que el pensamiento de Heidegger se queda en la encrucijada del ser-ahí, sin llegar al Ser…Parejamente la presencia del Ser se revela por un acto de fe, vale decir, mucho más allá de todo razonamiento…[No obstante] Heidegger tiene razón cuando que el Ser sólo llega al mundo en el lenguaje poético…en la dimensión de la libertad, porque el Ser es la libertad misma” (Capítulo III).

 

Este pasaje denso contiene toda la línea maestra de su última línea de pensamiento. Por un lado, es una condena al primer Heidegger del Ser y Tiempo que se circunscribe a un antropologismo del ser-ahí y se mantiene atrapado en la garra cartesiana del concepto. En segundo lugar, advierte que la conceptolatría se retrotrae al pensamiento griego, nada menos a Parménides y Heráclito, quienes también creen atrapar el Ser a través de conceptos. En tercer lugar, reivindica al último Heidegger que viene desde Carta sobre el humanismo en adelante. En cuarto, reivindica la lógica no tética de la poesía para llegar al Ser, porque es allí donde se percibe la trascendencia creadora del Ser en la realidad concreta. Y en quinto lugar, la presencia del Ser se revela en un acto de fe.

 

Y esto último es sumamente importante, porque significa que Orrego no incurre en la mitologización del Ser en el que incurre el último Heidegger al desvincular lo ontológico de lo óntico, sino que, muy por el contrario, para Orrego se llega al Ser apreciándolo en su libertad creadora en el propio mundo. Y dicha libertad creadora es percibible desde un acto de fe.

 

Ahora se entiende cómo su humanismo ontológico de la última hora le permite hablar de los hombres fehacientes y los hombres perjuros. El hombre fehaciente conjura al Ser y lo trae a la existencia, mientras que el hombre perjuro enmascara el verdadero Ser y lo falsifica en las rutinas de la cultura. Y para ratificar que su camino no tiene que ver con la mitologización del Ser del idealismo romántico alemán y de Heidegger se preguntará:

 

“¿Cómo llega el Ser al ser del hombre? A través de la historia, como, valor, es decir, dentro de un tiempo y de un espacio histórico…Así se explica por qué la libertad es el supremo valor. El Ser se identifica con ella porque solo por la libertad y en la libertad llegan al mundo todos los demás valores…Esa es la vocación del hombre fehaciente: levantar al Ser desde la nada de la angustia y subsumirlo en su quehacer cotidiano para dignificarlo y exaltarlo; despertar al ser del hombre a la dimensión fidedigna de la libertad, que es la única morada del Ser”. (Capítulo V).

 

En una palabra, y para concluir, Orrego en su última estación humanista llamada el Humanismo ontológico, no abandona el tema de la existencia para concentrarse en el Ser como Heidegger, porque el Ser no puede entenderse ni evocarse sin su libertad creadora en el mundo. Esto de un hondo significado metafísico para nuestro tiempo posmoderno, porque representa la reivindicación no sólo de lo finito, histórico e inmanente, sino también de lo trascendente, infinito y transhistórico. Esa es la tarea metafísica futura que nos lega Orrego para la civilización del porvenir: elaborar una metafísica que realice la síntesis entre lo trascendente e inmanente sin confundirlos.

Se me ha dicho que no es bueno eludir el tema de la masonería en Orrego. Y respondo que naturalmente no es bueno, como tampoco lo es exagerar su importancia en él. Orrego fue masón com Víctor Raúl, Luis Alberto Sánchez y otros líderes apristas. Y en gran parte lo fueron porque en su ideario se contenían ideales antifeudales, antioligárquicos y modernizadores. Está claro que por lo menos en Orrego su adherencia no incluye la tendencia secularizadora y postura deísta de la masonería, tan condenada y denunciada por la Iglesia desde León XIII. Y no la incluye porque la presencia de Dios y su importancia para el hombre es permanente en su preocupación filosófica. 

Para decirlo claramente: Orrego no es deísta, sino teísta. Así, escribe en Meditaciones Ontológicas: "Mientras no sientas a Jesucristo viviente dentro de ti; mientras no te sientas Cristo redivivo tú mismo, no habrás alcanzado la más breve brizna de verdad". Sin duda, en estas palabras también vibra el mensaje emersoniano de la autenticidad del individuo.

Muchas gracias