viernes, 13 de septiembre de 2024

APRISMO POPULAR de Imelda Vega-Centeno (Comentario)

 

Valiosa investigación que permite entender cómo la fusión de lo religioso y lo ideológico fue el factor decisivo que hizo posible la sobrevivencia por casi ochenta años de Haya la Torre y el partido Aprista a pesar de tantas traiciones, conspiraciones, pactos, componendas, convivencia, y virajes ideológico-programáticos.
La primera generación aprista idolatró a Haya, y las masas campesinas de los latifundios de la Costa de su tiempo eran analfabetas. En el campesinado indígena la influencia aprista era casi nula. Mientras que la clase media encabezaba la ola de ascenso de la sociedad de masas de los años 20 y 30. No olvidemos que ya en década del 30 Haya se entrevistó varias veces y secretamente con el embajador norteamericano Haering para garantizar que las propiedades norteamericanas no serían tocadas en un probable gobierno suyo.
Comentario aparte merece la Revolución de Trujillo del 32, debido a que quien la desató fue el anarcosindicalista búfalo Barreto junto con obreros anarquistas, y a la cual Haya no apoyó porque tenía compromisos previos con el embajador yanqui y ciertos latifundistas apristas. Haya fue sobre todo un conspirador golpista, que a lo largo de su carrera política buscó el golpe militar y no la revolución, que convocaran elecciones para luego presentar su candidatura, convencido que los votos lo favorecerían. Pero quiso el destino que la matanza de oficiales en el cuartel O´Donovan le ganara el veto sistemático del Ejército para sus propósitos electorales.
Sobre aquella primera generación la hegemonía temprana de Haya y el Apra fue favorecida por la prematura muerte de Mariátegui -que ya había señalado a Haya como un aventurero presidencialista-, la desmateriaguización emprendida por Eudocio Ravines, al convertir el Partido Socialista en Partico Comunista del Perú, y la extraordinaria capacidad demagógica y confusionista del líder aprista. Haya siempre jugó a la insurrección y a la conjura militar. Su idea era llegar al poder por medios pacíficos.
Pero será en la década del 40, en medio de la ausencia de otro gran líder político opositor y dada la inexistencia de otro líder en el Apra, cuando se produce el primer desencanto en el seno aprista a causa del fracaso de la sublevación del 48 y la traición a su línea insurreccional. Esto provocará la disidencia de un número importante de militantes, especialmente pensantes y de clase media -Magada Portal, Ciro Alegría, Scorza, Hidalgo, Valcárcel, Malpica, De la Puente, Barrantes, entre otros- que se prolongará hasta el 59 con el Apra Rebelde y en 61 con el surgimiento del MIR. Ya para entonces el propio Haya al salir del asilo en la embajada de Colombia desactivó la insurrección del 54 y en el 56 su lugarteniente Prialé oficializó el abandono de la línea insurreccional.
Pero mientras toda esta disidencia acontecía entre los militantes de clase media e intelectuales, la masa popular se mantenía leal y fervorosa idolatrando al caudillo aprista.
A esta situación contribuyó una camarilla partidaria que permaneció alimentando el personalismo megalomaníaco del Jefe -entre ellos Orrego, Prialé, Cossío del Pomar, Villanueva del Campo, Townsend, Sánchez e incluso Seoane y Valle Riestra que volvieron arrepentidos a su lado-. Este grupo secundó a su líder en su rabioso anticomunismo, la convivencia pradista del 56, la superconvivencia odriísta del 63, su apoyo a las sangrientas dictaduras centroamericanas, su propuesta de enviar 5 mil combatientes a la guerra de Corea para apoyar a los norteamericanos, su odio hacia Fidel Castro y la Revolución cubana, su apoyo a los barones del azúcar y algodón junto al saboteo sistemático en el congreso para implementar la Reforma Agraria y el problema del petróleo durante del primer gobierno de Belaunde, su prudente y tímido reclamo durante el gobierno revolucionario de Velasco de la autoría de las reformas estructurales, el desastroso gobierno del primer gobierno aprista de Alan García, su corrupta y entreguista actuación durante su segundo gobierno neoliberal, y finalmente el cogobierno con el fujimorismo que produjo el mayor descalabro en la historia política del país.
¿Cómo un líder y un partido que se mostró revolucionario en las palabras, pero en los hechos reaccionario, oligárquico y pro-norteamericano pudo concitar la fe de las masas populares durante tan largo tiempo? La respuesta lo brinda el libro de Imelda Vega Centeno. No sólo fue la ausencia de otras alternativas políticas, sino la idolatría religiosa en las masas populares lo que encumbró a dicho líder y partido por tanto tiempo.
Un detalle no menor es que el propio Haya se comparaba con Einstein, Russel y Toynbee, pregonaba su mesianismo y autodeificación, inventó incluso que había derrotado a Lenin en una polémica sobre el imperialismo. La divinización religiosa de su liderazgo mesiánico respondía no sólo a su vanidad de sentirse seguido y adorado, sino que se jactaba de su tesis del espacio tiempo histórico como un gran aporte, cuando no concitó más que indiferencia teórica porque se percibía que con ella le permitía justificar los más insólitos virajes y malabarismos políticos.
Imelda Vega-Centeno subraya la adhesión creyente del militante aprista. El aprismo popular se basa en un imaginario que hace vivir la militancia como una religión, se alimenta la santidad de Haya y su doctrina, su figura como salvador, la exaltación de su vida "heroica", su asunción como un ser superior, que como Dios "escribe recto con líneas torcidas".
La autora no desdeña las diferencias generacionales y regionales en la percepción de Haya y su partido y así diferencia tres tipos de respuestas entre los apristas respecto a la línea sinuosa del Jefe: 1. "La doctrina es una y no cambia", apela a la autoridad; 2. "Hubo pactos no muy santos, pero fueron por el bien del país", se apela a la justificación moral; y 3. "Los pactos dañan y debilitan", postura crítica de los disidentes que señalan la traición.
El aprismo popular se mantuvo firme a la primera y segunda respuesta, pero por su falta de capacidad crítica no dio el paso hacia la tercera. No obstante, el libro de Vega-Centeno es de 1991. Por tanto, no da cuenta de lo que sucedió posteriormente con el hayismo y el aprismo.
Tras las traumáticas experiencias del segundo gobierno corrupto de Alan García (2006-2011) y su posterior suicidio en 2019, el aprismo popular se vio severamente dañado. Los resultados electorales fueron lo suficientemente elocuentes, haciendo que el 2020 señale su debacle popular y permita señalar que regional y generacionalmente está encaminado hacia su definitiva extinción.
Ante el presente naufragio político-electoral del aprismo ya no hay factor religioso ni académico que lo salve. Queda como pieza de museo de nuestra insólita historia política. Sus herederos se parecen más a zombis conforme avanza el nuevo orden multipolar y se hunde el viejo orden unipolar del occidente liberal.

Quisiera finalizar señalando un probable itinerario de la decadencia del hayismo aprista: 1. crisis ideológica (48-68); 2. crisis política (1985-2011); 3. crisis electoral final (2020).