lunes, 21 de agosto de 2023

GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES (reseña)

 

Este libro erudito y desconcertante busca devolvernos a Sócrates en su inigualable singularidad. Subraya que era alguien indefinible e inclasificable, un atopos. No en vano la portada del libro lleva un dibujo de Sócrates bailando ante la inteligente y fulgurante Aspasia.
Su extraordinaria personalidad constituyó una conmoción filosófica y un reto cultural. Este fue el origen de la diversidad de diálogos socráticos de diversos autores. Al morir el Sócrates diamónico dio lugar a una veneración religioso-filosófica. Ese fue el comienzo de la reducción del socratismo a un modelo académico. La veneración lo convirtió en un ícono. Lo cierto es que Sócrates se convirtió en el mito fundador de la filosofía, cuando su fascinante rareza sigue siendo tema de explicación y conmoción.
A pesar de todas las paradojas de su extraña figura, no es ningún anacronismo recuperar el mensaje socrático, a saber, vivir en la verdad, conocerse a sí mismo, hacerse responsable de su propia existencia. En una palabra, es vivir en contacto con lo eterno. Destacar este punto es importante en estos tiempos posmodernos, cuando el nihilismo amenaza con hacer desaparecer todo fundamento fuerte, todo compromiso, toda verdad y toda humanidad.

UFOLATRÍA Y POSESIÓN DIABÓLICA

                               UFOLATRÍA Y POSESIÓN DIABÓLICA

El seno de la propia Iglesia es atacado con una cristología equivocada, donde se inculca en los seminarios que el diablo no existe, que se asusta innecesariamente a la gente con una entidad inexistente y que por ello se debe eliminar la pastoral exorcística. Esto ha dado como consecuencia una montaña de denuncias a obispos que no atienden a la gente que busca la ayuda de un exorcista.

Esa negación del mundo del espíritu está enclavada en un racionalismo que disuelve la fe. Como bien explica el Padre exorcista y filósofo Javier Luzón Peña, en su libro Las seis Puertas del Enemigo (2017), si no existe satanás, no tentó a Adán y Eva, no hay pecado original, no hay necesidad de un Redentor, no hay Dios, toda la fe se va al tacho colero.

Las seis puertas se dividen entre aquellas que tenemos culpa y otras de las que no tenemos culpa. Las que tenemos culpa son tres: el pecado, el ocultismo y esoterismo pasivo o activo, y el resentimiento. De estas tres puertas tenemos culpa, pero hay otras tres de las cuales no tenemos culpa, que son: los maleficios recibidos, las heridas emocionales desde el seno materno, y las herencias ancestrales o cargas epigenéticas espirituales. Lo que en el último caso se hace es la comunión de los santos, y la oración intergeneracional, como una de las siete obras de misericordia espirituales. Y la única forma de cerrar esas seis puertas es con la oración, la penitencia, la eucarística, la confesión, y la palabra de Dios. 

Es decir, esos son los cinco pilares de la vida espiritual. Santa Catalina y Santa Hildegarda fueron grandes exorcistas, pero también hay santos poseídos. Teresa de Calcuta no tuvo posesión, pero sí opresión diabólica. El Padre Pío a pesar de sus extraordinarios carismas, tuvo ataques diabólicos. O el santo Cura de Ars era echado continuamente de su cama. Y ello se explica por las puertas que no se tienen culpa.

Otro aspecto interesante es que los místicos presentan muchos fenómenos parapsicológicos en grado máximo y de modo involuntario, como bilocación, visiones, hipertermia, olor a perfume, profecía, telepatía, precognición, levitación, ayuno, conocimiento infuso, los estigmas de Cristo.[22] Para los ocultistas y esotéricos se tratan de elementos que demuestran que la evolución humana no ha terminado y que se debe desarrollar esas facultades en este mundo. Pero éstos no comprenden que la evolución humana no está en función del desarrollo de las facultades paranormales, sino de la unión del alma y cuerpo con Dios. En el esoterismo la fe es sustituida por disciplinas corporales y el gnosticismo. Pero de esa forma no se logra tener conveniencia angélica con Dios. En una palabra, el esotérico y ocultista cree que el hombre se diviniza por su propio esfuerzo mediante el logro del dominio de las facultades paranormales. Y lo único que logra es caer en la trampa del demonio que lo aparta de la fe y de Dios. Pues a Dios sólo se llega por desnudez la espiritual del recogimiento interior. He ahí su grave yerro, porque esas facultades son también enviadas por el demonio para tentar.

Con razón dice San Juan de la Cruz[23] que la sustancia del alma no es el ver (teoría) sino el creer (poner el corazón). Sólo por la fe el alma se une con Dios, y no con el desarrollo de facultades paranormales. Para arribar a la unión con Dios hay que hacer pasar al alma por la noche del sentido y la noche espiritual. Se trata de un vaciamiento completo para poder morar con Dios. Y es que en la subida al Monte Carmelo de la perfección no hay que llevar carga. No es con el desarrollo de las facultades paranormales, sino con la fe que se va más allá de la razón y el sentido, y se une uno con Dios. San Juan de la Cruz, al igual que otros santos, es muy categórico en su afirmación de que hay que rechazar los prodigios naturales sensitivos, sobrenaturales y espirituales (facultades para normales) con los que el demonio tienta para apartarnos de Dios. Las religiones de la antigüedad estaban plagadas de sibilas, pitias, oráculos y brujos. Ahora es el turno de los ufolátricos.

Los contactistas ufolátricos se envanecen jactándose que tienen la facultad paranormal de la telepatía y que a sus llamados responden los seres espaciales. Todo les resulta claro y entendible, pero los muy cándidos no se dan cuenta que mientras más alta es la luz divina más oscura es para nuestro entendimiento, que el entendimiento se perfecciona por la fe, y que hay que llegar a conocer por el corazón. En otras palabras, lo primero es la fe, no los dones sobrenaturales ni las facultades paranormales. Pero en nuestro de tiempo de incredulidad, sequía de fe, y crisis de caridad el demonio tienta con las facultades paranormales para confundir y hacer olvidar que se debe mortificar lo sensitivo del alma para pasar luego a la parte espiritual. De este modo el gurú platillista atosigado de vanagloria abre las puertas a otros apetitos en los que sucumbe: sensualidad, avaricia y gula. Es por ello que las sectas platillistas terminan generalmente en escándalos sexuales, financieros y judiciales.

El propio Papa Francisco I subrayó como un grave error pensar que no se puede tener una afección espiritual porque está presente una enfermedad psiquiátrica. La verdad, dice el Papa, es que los demonios son perezosos y se aprovechan de la preexistencia de una enfermedad mental, se aprovechan del más vulnerable, el más frágil emocional o mentalmente. O sea, hay enfermedades físicas que tienen como origen lo espiritual.

La pregunta aquí es ¿se puede combatir al diablo en sus actividades ufológicas? Sí, pero con armas espirituales y especialmente con la oración junto con los sacramentos. El resto, pienso, compete directamente al ministerio exorcístico de un sacerdote. Cuando decae la fe aumenta la superstición, y la creencia en seres extraterrestres es parte de la superstición mediante la ufolatría. La ufolatría abre la puerta a la posesión diabólica a nivel individual y colectiva. Y las irracionalidades de la ufología sólo es explicable a través de la influencia maligna del demonio, que ya embota los medios masivos de comunicación social mediante sexo, horror y violencia.

En la profunda confusión la ufolatría platillista inculca la adoración de los susodichos seres espaciales como dioses. Y no podía ser de otro modo, porque en la fenomenología ufolátrica se practica la meditación o contactismo mediúmnico, a través del cual ingresan una serie de demonios que engañan y los dirigen hacia sus malignos propósitos. El mediumnismo y la meditación tiene sus exponentes célebres como el sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772), Augustin Lesage (1876-1954), la inglesa Eileen Garret (1893-1970), Pietro Ubaldi (1886-1972), el florentino Roberto Setti (1930-1984), el parapsicólogo Gustavo Rol (1903-1994) de Turín y brasilero Luiz Antonio Gasparetto (1949-2018). Todos tenían el propósito de demostrar la realidad de la supervivencia y la posibilidad de contacto con el mundo de los muertos. Ante esto hay que decir que hay que rechazar tanto el mediumnismo como el contactismo ufolátrico, y, más bien, saberse dejar llevar por Dios hacia la unión perfecta de su amor. Para ello no sirve ni la experiencia, ni la ciencia, ni los mensajes de los supuestos seres del espacio, sino el camino de la fe y el escudo de los sacramentos.

El estigmatizado italiano Giorgio Bongiovanni (1963) es uno de los casos más recientes que dice predicar el verdadero cristianismo y difundir la verdad sobre los extraterrestres. Como una demostración de que el demonio también puede producir estigmas está su continuo desmentido catastrofista de que el fin del mundo llegaría en 1991, luego 1993, después 1996, pero nunca acertó, no llegó el fin, ni arribó un ovni a rescatarlo. El demonio es el padre de la mentira y Bongiovanni sucumbió a sus fraudes. Considera que su maestro es el ovnilatra Eugenio Siragusa. En su desfachatez disparatada anuncia que Cristo retornara en un plato volador. Forma grupos por todo el mundo llamados “Arcas”. Es un clarísimo defensor del reencarnacionismo, de la referencia de naves espaciales en la Biblia, que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy, y en el 2004 presentó su primer libro “De Rerum Divinarum Scientia Nova”, que contiene los mensajes de los seres de luz. Su teología es una mezcla de sincretismo, ufología y elementos del New Age. A todas luces su cristianismo es un fraude.

Los estigmas son un fenómeno que aparecen independientemente de un milagro o una creencia religiosa. De los más de 350 casos conocidos, 321 fueron católicos, y 70 fueron canonizados por la Iglesia. En otras palabras, también los pseudomísticos pueden tener estigmas, y no son una prueba de santidad. En Bongiovanni, que nunca se dejó examinar por un médico neutral, la acción de demonio es clara no sólo por el falso profetismo exhibido, sino por servirse de un fenómeno psicosomático para pretender mostrar la verdad de los extraterrestres.