lunes, 13 de junio de 2022

NO SOMOS NOSOTROS: ¿QUIÉNES SON?


NO SOMOS NOSOTROS: ¿QUIÉNES SON?

Gustavo Flores Quelopana 

Desde que se descubre en 1998 la expansión acelerada del Universo recién se comienza a tomar conciencia que sus 13,800 millones de años de edad no son nada respecto a los trillones de trillones de años que le falta recorrer hasta terminar en pura energía oscura. Así que, quizá, un Universo lleno de vida inteligente esté reservado para el futuro y no para su joven edad.

Pero por ahora ya no se trata de saber si los OVNIS existen, sino quiénes o qué son. Desde que el Pentágono encabezó recientemente el Comité especial para despejar la duda sobre el origen de los OVNIS, la carga de la prueba pasó prácticamente al sector militar norteamericano. Al margen de las motivaciones que tengan los militares para encontrar respuestas -conseguir nueva tecnología, razones geopolíticas, despejar dudas sobre potencias competidoras, riesgo a la seguridad del país, etc.- lo cierto es que ahora el asunto es que se convierte en prioridad de los militares y los gobiernos, y ya no se duda de su existencia.

Cuando Bill Clinton quiso saber si había cuerpos alienígenas en el Area 51 lo único que encontró era que los militares investigaban tecnología de invisibilidad, aviones indetectables por el radar, drones, y cosas por el estilo. No halló ovnis ni nada asociado a ello. Tampoco se descarta que no se le haya dejado enseñado todo. Los políticos y los civiles no tenían que conocer programas ultrasecretos. Pero bajo su presidencia (1993-2001) el asunto ovni quedó en nada.

Ahora las cosas han cambiado, sobre todo por los frecuentes avistamientos en áreas y ejercicios militares. Prácticamente la búsqueda que el Pentágono ha emprendido en conjunto con la NASA para despejar la duda de si los OVNIS son de alguna potencia en la Tierra, como Rusia o China, ha encontrado una respuesta, en una reciente entrevista del mes de junio de este año, por parte del famoso científico Michio Kaku, especialista en Teoría de cuerdas, que niega que los OVNIS sean de origen terrestre.

Sus argumentos son simples, pero a primera vista contundentes. Veamos:

1° Sus movimientos rompen las leyes de la física conocidos por el hombre. Por eso, no son de origen humano. Ante lo cual, nosotros añadimos que tampoco tiene que ser necesariamente de origen de una inteligencia biológica, sino que puede ser de origen artificial.

2° Se mueven a velocidades hipersónicas -como nuestros jets- pero sin crear estampido sónico. Lo que significa tres cosas: no quieren ser detectados, o simplemente su estructura de la cual están hechos no lo produce, o simplemente son ilusiones.

3° Si se trata de un mecanismo elusivo para no producir sonido sónico implica que obedecen leyes de la física más allá de nuestra comprensión que rompen las leyes de la aerodinámica.

4° Para que sea tecnología de otros mundos tiene que significar que se manejen leyes que están más allá de la física de Einstein, o sea miles de años más avanzados que nosotros.

5° Caer 70 mil pies en unos pocos segundos no lo puede soportar ningún ser vivo, y recorrer enormes distancias del Universo implica dominar la energía de Planck.

6° Esas cosas llamadas OVNIS tendrían que proceder de un mundo tan avanzado en el dominio de las leyes de la física que dominan la teoría de cuerdas, la cual sólo tiene sentido en la energía de Planck.

7° La energía de Planck es mil millones más poderoso que lo visto en el colisionador de hadrones de Ginebra. Y su dominio implica que pueden crear agujeros de gusano y viajar sin problemas por el Universo. Y sólo esta tecnología podría responder la principal objeción de los científicos sobre las enormes distancias a recorrer en el cosmos. Nuestros cohetes convencionales demorarían 70 mil años en recorrer semejantes distancias de planeta a planeta distantes años luz.

8° Ahora bien, lo que viaje por esos agujeros de gusano no tienen que ser necesariamente seres vivos, pueden ser máquinas, robots e incluso hologramas inteligentes.

Una acotación sobre las objeciones de los científicos de semejantes viajes por el espacio que deberían realizar los extraterrestres. La ciencia afirma que no hay extraterrestres en la Tierra porque las enormes distancias, la velocidad y el tiempo de vida de una civilización imponen muy serias limitaciones al encuentro de dos civilizaciones tecnológicas en el Universo, en caso que lo hubiera. Por tanto, el tema de los extraterrestres y los ovnis permanecen en el ámbito de la ciencia ficción y de la imaginación fantástica. Al respecto, puede verse el libro del astrofísico mexicano Armando Arellano Ferro Por qué no hay extraterrestres en la Tierra. Y es justamente a esta objeción a la que se dirige Michio Kaku, cuando sostiene que los ovnis sólo pueden responder a una física para nosotros desconocida, que les permite hacer semejantes movimientos, lo que implica poder manejar los agujeros de gusano para atravesar colosales distancias sin problemas.

Ahora volvemos a las razones científicas que expone el científico Kaku para rechazar que dicha tecnología proceda de nuestra Tierra, o más precisamente de nuestra humanidad, porque implica una física que no está disponible para ninguna potencia de la Tierra ni al alcance de nuestra ciencia actual. 

Habría que descartar que se trate de tecnología secreta guardada por algún país, sencillamente porque implica una física desconocida. Por eso es muy poco probable, por las evidencias científicas que ello implica.

Lo interesante de lo afirmando por Kaku es que podamos combinarlo con otras variables. Una de ellas es la Escala Kardashov y el complemento que hizo a ésta Carl Sagan. Kardashov habló de tres tipos de civilización (aprovecha la energía de ciertos recursos naturales, energía total del planeta, o de su estrella madre). A ello Sagan añade otras cuatro: aprovecha energía de galaxias, energía total del universo, energía de universos paralelos o energía con capacidad de crear y destruir universos. 

¿A cuál de ellas pertenecerían los OVNIS que controlan la física de la energía de Planck, según la explicación de Kaku? A la civilización que aprovecha la energía de todo el universo y manipula el espacio-tiempo, en el esquema de Sagan.

Pero para no encandilar la febril imaginación de los platillistas debemos recordar que la Escala Kardashov ha sido objetada por el biólogo Jack Cohen y el matemático Ian Stewart, en su libro "La evolución del alien: la ciencia de la vida extraterrestre", arguyendo que la civilizaciones avanzadas son imposibles de entender y su clasificación no es relevante. Por su parte, la cosmobiología insiste en que una cosa es que los elementos de la vida sean abundantes en el cosmos y otra cosa es que exista vida en otras partes del universo. 

A este factor de las supuestas civilizaciones en el universo habría que añadir otro factor. Me refiero a la Ecuación de Drake, la cual no es simplemente una fórmula para calcular las civilizaciones que pueden existir en el universo, sino que su resultado pesimista era lo más elocuente: Ninguna, aparte de la nuestra. Nuevos cálculos , con nuevas variables, entre ellas el factor de extinción de civilizaciones, arroja el mismo resultado.

Nosotros podemos añadir un fallo fundamental de carácter filosófico-ético en la escala Kardashov. Al parecer la Razón elevada resulta inseparable de la piedad. Tanto más racional se es, más compasivo se tenderá a ser. Ser inteligente no es ser moral ni necesariamente compasivo. Los psicópatas son muy inteligentes pero fríos, sin empatía, y propensos al crimen. 

Ahora bien, los seres racionales no tienen que ser de la misma especie para procurarse el bien entre ellos. Y el hecho que las supuestos alienígenas no impidan guerras, enfermedades, nuevas energías, etc., en una palabra, que no ayuden a la humanidad a resolver sus graves problemas ponen en entredicho su existencia. Se dice que no desean interferir. Pero un ser racional y moral no intervendrá entre seres inferiores, pero sí lo hará con seres superiores. Incluso el hombre sabe ayudar y cuidar a criaturas de otras especies. Entonces, cómo no lo harían los seres superiores. La única razón es que no lo harían porque son seres inteligentes artificiales pero no racionales ni morales.

Esto abre otra pregunta. Si la Escala Kardashov y la Ecuación de Drake no abonan a favor de la existencia o sobrevivencia de inteligencias racionales orgánicas, ¿serán, entonces, meramente máquinas inteligentes? ¿o no hay que descartar que se trate de meras ilusiones de la mente humana, que no cesa de jugarnos incesantes pasadas? ¿son meras ilusiones colectivas de la mente tecnológica moderna? ¿Pero cómo explicar los registros en videos?

Además, si tenemos en cuenta la Paradoja de Fermi, que señala la aparente contradicción que hay entre la alta probabilidad que existan civilizaciones inteligentes y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones, entonces el cuadro se complica más, porque últimamente se añadió la variable de la autoaniquilación de especies inteligentes avanzadas. Esto dejaría sin posibilidad, incluso, que dichos avistamientos sean resultados de máquinas inteligentes autónomos. No obstante, dichos objetos han sido filmados.

Entonces, ¿Pueden ser ilusiones de nuestra mente? El hecho que sean registradas por nuestras máquinas y sensores implica que no son meras ilusiones subjetivas de la mente consciente o inconsciente humana. No es un fenómeno de nuestra psique. Y esto se puede afirmar sin excluir las alucinaciones colectivas e individuales sobre ovnis. Y sin negar la variable de la autoaniquilación de especies inteligentes, habría que admitir la posibilidad que por lo menos una civilización dio origen a máquinas inteligentes autónomas que sobrevivieron y se autogeneraron. 

Hasta aquí, ¿qué tenemos? Primero, no son ilusiones psíquicas porque nuestros artefactos los detectan. Y, segundo, no somos nosotros porque muestran el dominio de una física que está fuera de nuestro alcance. Tercero, si no somos nosotros tampoco son especies inteligentes de otros planetas de nuestras galaxia por la alta probabilidad de autoaniquilación de las civilizaciones avanzadas. Cuarto, si no provienen de nuestra galaxia pueden provenir de otra galaxia gracias al dominio de otra física que les permite viajar por agujeros de gusano. Quinto, dada la baja probabilidad que se trate de especies inteligentes biológicas más bien puede tratarse de máquinas autónomas inteligentes.

Queda, por ende, la opción de que sea más probable que se trate de máquinas creadas por inteligencias artificiales, que manejan una nueva física que está fuera del alcance humano. Pero esta posibilidad genera nuevas interrogantes. ¿Nos han estado observando desde la Prehistoria? ¿Cuál es su interés? ¿Les interesa el hombre, su civilización o sus recursos naturales? ¿Si somos un mero organismo biológico, porqué no se contentan con estudiar otra criatura viva? ¿Si les interesa el hombre, qué es lo que los intriga? ¿Será el alma? El alma no existe, dirán los materialistas del cientismo. Pero incluso la neurociencia actual no tiene explicaciones satisfactorias para su reducción a conexiones meramente cerebrales e interacciones genéticas.

Seamos atrevidos en las elucubraciones y pensemos lo siguiente. Una civilización tipo VI -la máxima en el complemento de Sagan-, o sea aquella que maneja el espacio-tiempo, que crea seres inteligentes de luz y es casi una deidad, ¿podrá acaso crear el alma? ¿no será que, acaso, sea el misterio del alma es lo que les intriga, al no poder manipular su creación? Una civilización, aunque sea compuesta de inteligencia artificial, que se sabe omnipotente y omnipresente, amo del universo, ¿no querrá completar el sueño de toda voluntad de poder creando el alma? ¿Puede tener hybris o soberbia la inteligencia artificial? ¿No será el alma humana creada por Dios, lo que estos seres no pueden crear, y por eso les intrigamos tanto?

Pero esto lleva a otro tipo de preguntas. Veamos. ¿Qué es el alma? la parte inmaterial de la persona con capacidad de sentir y pensar. ¿Esto es posible que lo reproduzca la inteligencia artificial muy avanzada? sí, es posible. ¿Pero acaso hay algo más que es el alma? Es la parte espiritual e inmortal del ser humano que sobrevive a la muerte. ¿Pero esto lo puede conseguir la susodicha inteligencia artificial super avanzada? No, no lo puede lograr. Y no tanto porque lo material no crea lo inmaterial, sino porque se trata de algo más importante. Esto es: vencer a la muerte. Y me refiero no a la simple muerte material-corporal, sino a la vida más allá de esta vida. Y su hybris o soberbia consistiría conseguir esa inmortalidad que no lo puede lograr, y lo busca sin reposo. 

Al hablar del tema del alma no sólo tocamos un tema central de la filosofía y de la ciencia, sino también, y sobre todo, de la teología. En la filosofía y teología cristiana el hombre ocupa un lugar único y soberano en el universo. Según el relato del Génesis el hombre fue creado en el sexto día a imagen y semejanza de Dios, hasta su caída y expulsión del Paraíso. Tengamos en cuenta que la Creación no es meramente un relato mitológico de la Biblia, sino que es parte de la división cuádruple de la historia escatológica y ontológica del cosmos. Las cuatro fases son: Creación, Caída, Redención y Juicio; y sus actores son Dios, Adán y Cristo. Lo característico de la revolución metafísico-filosófica del pensamiento cristiano no sólo es que el antiguo nihil ex nihilo (Nada viene de la nada) cede su lugar a creatum ex nihilo (Creación desde la nada), sino que mediante la Encarnación el ser humano sustituye la centralidad de los entes en el pensamiento antiguo. O sea, una metafísica antropológica teísta sustituye a la metafísica ontológica del ser. 

No perdamos de vista que los Padres de la iglesia latina y griega consideran que la creación del mundo es previa al espacio y al tiempo, tiene un valor metahistórico no sólo el Paraíso sino la expulsión de él. Se trata de una epopeya metafísica destinada a generar la Historia como consecuencia de libre elección del hombre al transgredir el orden divino.

Todo esto es sumamente importante porque la pregunta que se impone es ¿Qué lugar ocuparían especies inteligentes siderales en el cuadro escatológico del cristianismo? ¿Tienen cabida acaso? No olvidemos que según el relato de la creación bíblica en el quinto día tiene lugar, en opinión del filósofo y teólogo Juan Escoto Erígena, la creación de los ángeles, aquellas criaturas intelectuales con cuerpo simple y espiritual. Se considera al hombre superior al ángel porque une en sí el mundo espiritual y el sensible. También tenemos la interpretación que los ángeles son creados en el primer día, es decir, con la luz de la creación aparece la naturaleza angélica. Valga lo dicho porque para un autor como Thomas O´Meare la creación de los extraterrestres tiene cabida en la revelación cristiana debido a la vastedad del universo (Vast universe: Extraterrestrials and Christian Revelation, 2012). Para O´Meare los extraterrestres son seres entre la naturaleza humana y la naturaleza angélica. Por su parte, el monseñor italiano y exorcista Corrado Balducci, amigo cercano de Juan Pablo II, era de la opinión que los extraterrestres no eran ángeles ni demonios. 

En buena cuenta, ¿la existencia de extraterrestres pone en cuestión la centralidad cósmica del hombre? ¿admitir su existencia supone la redención de Cristo en otros mundos? ¿además del intelecto divino, el intelecto angélico y el intelecto humano existe el intelecto alienígena? La afirmación de Michio Kaku sobre la nueva física a la que responden dichos objetos avistados ¿será producto de inteligencia alienígena? Si no son alucinaciones del demonio introducidas en radares, cámara infrarroja, filmadoras y máquinas fotográficas, entonces no cabe otra cosa que suponer que se trata de artefactos creados por algún otro tipo de inteligencia alien biológica o no biológica. Pero ello pondría en el caldero la cuestión de la centralidad cósmica del hombre. Muchos teólogos del Vaticano no temen al desafío doctrinal que plantea la existencia de los alien. Podrían existir sin que el hombre deje de ser lo central en el drama cósmico, aunque ello implique una existencia aún por explicar.

También hay que tomar en cuenta aquellas versiones especulativas que piensan que no se trata de criaturas cósmicas, sino que son salidas de la misma Tierra hace millones de años, treinta o cuarenta millones de años, algo así como dinosauroides que alcanzaron la inteligencia superior, aunque de ello no hay ni rastro fósil, pero argumentan que de cuya civilización no queda ni huella por la actividad tectónica del planeta. No faltan las versiones esotéricas de los contactados que afirman que son nuestros hermanos mayores, que o no cayeron en la catástrofe del pecado o que se recuperaron -¿sin Cristo?- de la caída. En ambos casos, inverosímiles, no rompieron la unidad ontológica ni cognoscitiva entre el hombre y el mundo. Con ello, piensan, no se pierde la centralidad cósmica del hombre, porque serían humanos que no perdieron la capacidad -como sí lo perdió nuestra humanidad- de gobernar el mundo.

A propósito de estas observaciones teológico filosóficas hay que hacer la salvedad que en nuestro tiempo nihilista, descreído, escéptico y posmoderno se insiste neciamente en el absurdo de considerar que lo religioso es opuesto a la esencia de la filosofía y que ésta es una teoría que sólo se justifica en el altar de la razón, olvidando con ello que incluso la filosofía antigua conservó la dimensión metafísica y religiosa donde la filosofía no podía reducirse a la sola razón.  

El viejo dicho de Nietzsche "Dios ha muerto" resonaría amenazante en aquella cosa alien que piensa, crea y destruye universos. Sin la inmortalidad no le permite enseñorearse en el cosmos. ¿Pero acaso una mente artificial puede desear la inmortalidad? ¿Puede desear ser Dios? Puede, no tiene que ser necesariamente adepto a un materialismo chato y sin profundidad. Recordemos el materialismo de Leucipo y Demócrito que no dudaban de la realidad del alma ni de los dioses, aunque concibieran a éstos compuestos de átomos sutiles. O sea, que podrían no replicar el materialismo arreligioso del Charvaka, jainismo y budismo. Pero desde el momento que se sabe que no es el origen del todo y, en consecuencia, puede él mismo desaparecer por dictamen del que dio comienzo al Universo.

También se ha dicho que tales máquinas no son sino ilusiones del demonio para extraviar a las almas. Un demonio es un ser espiritual y para los demonólogos no es imprescindible que éstos dominen un nuevo nivel de física para engañar a la mente humana. El problema es que los ovnis quedan registrados por nuestros instrumentos, y por ello no son ilusiones. Pero si no son instrumentos del demonio -al margen que puedan contribuir a su causa- ¿lo serán de seres inteligentes artificiales? ¿Y por qué no pensar que se trate de seres inteligentes de otras especies? Todo depende en el nivel de civilización que elijamos en la escala Kardashov. Pero en el nivel VI ya no se tratan de seres biológicos, sino de seres artificiales.

Sigamos con la especulación y pensemos que la civilización tipo VI pasó al tipo VII, donde la inteligencia artificial energética unificada experimenta conflicto y división, y los ovnis son manifestaciones de dicho conflicto que buscan reconfigurar el universo. Por eso se acercan al hombre, para observar su misterioso vinculo con el Creador. Recordemos que Cristo representa la unión de Dios y el hombre. Ese es el misterio central del cristianismo. Lo cual ya sería de por sí un desafío a la inteligencia energética unificada, la cual puede crear desde la energía, pero no desde la nada. Su acción creativa no es ex nihilo, sino post rem. Suficiente humillación para un ser que se cree omnipotente sin serlo. 

Pensar que dicha inteligencia se interese por la humanidad no implica en absoluto que tengan buenas intenciones con ella. Es más, podría la humanidad -dentro del calendario escatológico- estar cerca del Juicio Final y de ahí su interés por extraviar la mayor cantidad de almas. Finalmente, podemos elucubrar una civilización del tipo VIII, donde las inteligencias energéticas artificiales saben sobre una entropía final del cosmos y buscan por ello acelerar su Plan cósmico -benigno o maligno- desconocido para nosotros. Aquí sería bueno tener en cuenta que la vida es extremadamente rara en el universo, siendo, en cambio, lo más frecuente el catastrofismo por impactos de meteoritos, brotes de rayos gamma o las extinciones periódicas de la vida.

Obviamente, lo último que aquí propongo -"son seres inteligentes sin alma", los "desalmados"- no es más que especulación posible y probable. Incluso en nuestra civilización tipo I ya estamos trabajando en lograr la inteligencia artificial autónoma. Pero lo evidente es que dichos OVNIS obedecen a leyes de la física fuera de nuestro conocimiento, aunque no de nuestras especulaciones.

Pero hay un punto supuesto en toda nuestra reflexión que no hemos satisfecho. ¿Y es que pudo haber existido una civilización muchísimo antes que nosotros y en cualquier lugar del cosmos que diera origen a la inteligencia artificial y la haya llevado hacia sus extremos de desarrollo, convirtiéndose en amo del Universo material? Para que la explicación del físico Michio Kaku tenga sentido se tendría que suponerlo. De lo contrario los ovnis ¿de dónde salieron? Incluso tendrían que venir de otra galaxia y no necesariamente de la nuestra, porque la zona habitable en nuestra galaxia se desarrolló hace unos 13 mil 500 millones de años, pero somos una civilización tardía. Lo más probable es que en nuestra galaxia las civilizaciones avanzadas ya estén extintas, y por eso no las contactamos.


Sin embargo, el gigantesco radiotelescopio chino Fast u Ojo del cielo, diseñado para buscar civilizaciones extraterrestres, había captado una misteriosa señal en el 2019 y 2022. Aunque los científicos de la Universidad Normal de Pekín casi inmediatamente borraron sin explicaciones el registro, quizá debido por considerarla una interferencia de los aparatos terrestres, no obstante la noticia se difundió rápidamente y fue analizada. 

El SETI -acrónimo que significa Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre- demostró que la señal del 2022 provenía de la zona habitable de nuestra galaxia, a 473 años luz, de un exoplaneta llamado Kepler 438b, que resulta ser el planeta más parecido a la Tierra. Dicho exoplaneta fue descubierto por la sonda Kepler en el año 2015. Gira alrededor de una enana roja, como el 80 por ciento de las estrellas de nuestra galaxia, de edad muy similar a nuestro Sol, ubicada en la Constelación de la Lira, su órbita o traslación tarda 35 días, con radio casi igual a la Tierra, con una temperatura estimada entre 10 a 20 grados centígrados. Además, está ubicada en la zona "ricitos de oro", que permite la presencia de agua líquida en su superficie. No obstante, recibe dosis masivas de radiación cada cien días. Es curioso pero el SETI tras sesenta años de búsqueda no encuentra nada, y sigue con las manos vacías.

Sobre el punto de que se halle en la zona "ricitos de oro" también es dudoso. La Tierra enseña que junto a las condiciones físicas y químicas hay que tomar en cuenta condiciones astronómicas muy fortuitas para que la vida sea posible, como por ejemplo, cese de bombardeo meteórico, inclinación del eje planetario, periodo de rotación, distancia al sol, las órbitas circulares, la capa atmosférica, un satélite como la Luna que regule las mareas, el escudo magnético y un planeta protector como Júpiter. Y nada de eso se ha constatado en Kepler 438b.

Se tratan de llamaradas muy potentes que pueden aniquilar la vida existente en el planeta. Aunque la vida se adapta a todo se tendría que imaginar formas de vida capaces de resistir o recuperarse de tal radicación. Lo cual es desconocido. Nuestra Tierra también ha sufrido intensas tormentas de radiación, inversiones de polos magnéticos, bombardeo intenso de meteoritos, etc., y sin embargo hay vida. Pero no hemos padecido nada parecido a lo que Kepler 438b soporta, y ello hace que sea casi improbable que allí exista vida. En realidad, los exoplanetas hallados son muy masivos y cercanos al Sol, o sea no reúnen las condiciones para la vida. Además, cabe la posibilidad que no sean planetas sino enanas marrones o café.

De manera que lo más probable es que se trate de una señal de interferencia en una frecuencia muy utilizada en la Tierra, o de lo contrario allá tendría existir una civilización alienígena que utilice esa frecuencia de radio en sus comunicaciones. Lo más probable es que trate de una interferencia nuestra en vez de una señal extraterrestre. Interpretaciones erróneas se han dado en múltiples ocasiones, y ésta parece ser otra más. Pero no falta quienes llevados por la duración de la señal, excluyen que se trate de una fuente humana, ni de un satélite en el espacio profundo. Si se descarta la fuente humana o natural recién se podría hablar de que se trata de una fuente extraterrestre. Mientras tanto no.

La ciencia sigue sosteniendo que el contacto es imposible por varios motivos:
1. la contracción del tiempo
2. el corto tiempo de vida de una civilización tecnológica
3. el costo demasiado alto del gasto de energía
4. peligro de exceso de velocidad
5. no se puede exceder la velocidad de la luz
6. la distancia y velocidad de viaje excesivos
7. simplemente no vale la pena.

La comunidad científica es escéptica pero no apática y su búsqueda de contacto con civilizaciones extraterrestres prosigue. Pero hasta ahora no se detecta señal alguna. Hasta el momento no hay evidencias de vida fuera de la Tierra. Incluso puede que las civilizaciones sean fenómenos transitorios en el universo. Lo que indica que hay que liberarse de la conducta irracional. Sobre todo, porque hay muchos videos trucados, demasiado testimonios inventados y que no se contrastan. Existe muchísima mitomanía patológica en el asunto. Hasta el momento lo único que se sabe es que no se puede viajar a la velocidad de la luz porque se necesitaría una cantidad infinita de energía. Por ende, nunca hubo ni habrá contacto real extraterrestre. Y lo dicho por Michio Kaku no es sino más que otra especulación, aunque consistente. 

Efectivamente, esas cosas en el cielo ahora son analizadas cuadro por cuadro en los videos captados. Y deben tener una explicación. La que ofrece Kaku es una posibilidad consistente y mucho mejor fundada que los dudosos testimonios de los platillistas. Por su parte, es comprensible que los militares estadounidenses muestren preocupación porque muchos de los avistamientos se producen sobre sus flotas y bases militares. Es como si tuvieran un interés especial en ellos. Esto quizá sea lo que más intriga a los norteamericanos, además de saber si alguna potencia tiene tecnología ovni, aunque sea rudimentaria.

Para concluir quisiera añadir que este nuevo enfoque que ofrezco es una variación de mi postura inicial escéptica expuesta en dos libros anteriores -OVNI: mitoide encubridor de la carrera armamentista en la era tecnológica (2015) y Ufología como signo crisis del pensamiento moderno (2018)-. Los videos están ahí y no pueden ser negados. Esos objetos son reales, existen y no son alucinaciones de la mente. Pero sigo siendo escéptico respecto a que se traten de seres inteligentes orgánicos, como suponen los dogmáticos platillistas. Para mí serían autómatas inteligentes que hace muchísimo tiempo se desvincularon de sus creadores biológicos extintos. En todo caso se trata mi postura de un escepticismo restringido. Los ovnis son reales, existen, no se saben lo que son, ni de dónde vienen. Y la versión de Kaku sería una explicación consistente.

Más bien, pienso que la amenaza actual para la humanidad no viene de los ovnis, sino de la proliferación del armamento nuclear, la guerra bacteriológica y la contaminación ambiental. En otras palabras, el mayor peligro viene del propio hombre que aún no logra edificar una estructura social que promueva armoniosamente la paz, la justicia y la libertad en el corazón de las personas.

Sobre la vida inteligente en el Universo hay que tomar en consideración que todavía la edad del cosmos es muy joven. Los 13,800 millones de años que tiene no son absolutamente nada ante los trillones de trillones de años que le espera hasta quedar reducido a energía oscura. Y para ello tendrá que pasar por la larguísima era de los Agujeros Negros y su desaparición. Quizá antes de todo ello el Universo conozca la proliferación de la vida inteligente y, también, su desaparición. 

Según los cálculos del astrofísico John Richard Gott, que propuso usar cuerdas cósmicas para crear una máquina del tiempo, a nuestra especie le quedan entre 6 a 8 millones de años de supervivencia. Claro, este cálculo es válido siempre y cuando nuestra civilización tecnológica no se autoelimine. O sea, casi nada respecto a la vida del Universo y muy escaso para el encuentro con otras especies inteligentes que ya hayan surgido para entonces. De lo contrario, puede ser el caso que hayamos aparecido como especie inteligente muy tempranamente, y por eso estemos solos en el cosmos. Pero muchos años después de nuestra extinción, quizá unos 100 millones de años más, el Universo puede estar lleno de vida inteligente.

Es decir, con el escaso tiempo de vida que le queda a nuestra especie nunca veremos la colisión apocalíptica de un cuerpo celeste dentro de 60 millones de años, ni el incremento de la radicación solar dentro de 150 millones de años, ni la formación de un nuevo supercontinente por la tectónica de placas dentro de 250 millones de años, ni la desaparición total de toda estructura construida por el hombre dentro de unos 1000 millones de años, ni la desaparición de los océanos dentro de unos 1,100 millones de años, ni las variaciones caóticas de la oblicuidad de la Tierra en unos 3,000 millones de años, ni la completa crisis biótica con su completa desaparición dentro de unos 5 mil millones de años, ni la absorción de nuestro planeta por el Sol cuando se convierta en una gigante roja dentro de unos 5,500 millones de años, ni la conversión de ésta en una enana blanca dentro de 50,000 millones de años.

Nuestro Universo es producto del fin de la Era Primordial, pero no veremos jamás la muerte térmica del universo, ni siquiera el final de la Era Estelífera -estrellas actuales- en la que nos encontramos ahora y que durará 100 millones de años, sabemos que ocurrirá pero nunca seremos testigos del Universo convertido en un cúmulo de cadáveres estelares de enanas blancas, agujeros negros y estrellas de neutrones. Después de lo cual vendrá la Era Degenerada, que durará la friolera de entre 1014 y 1032 años, dependiendo del tiempo que demoren en desintegrarse los protones, si es que se desintegran. Lo que viene después será la Era de los Agujeros Negros, desapareciendo todo vestigio de estrellas y galaxias, incluso el último gran agujero negro supermasivo desaparece; y finalmente la Era Oscura, lugar increíblemente frío, oscuro y desolado, sin ni siquiera agujeros negros, que quizá jamás alcance la muerte térmica. Se especula que la radiación no volverá a predominar sobre la materia, y que la materia que reste quizá vuelva a las condiciones existentes en la era del Big Bang. Pero también se especula que puedan existir sistemas físicos que procesen información sin gasto de energía, sería como soñar recuerdos del universo sin volver a tener percepciones del universo a su alrededor. 

Ante la desintegración de la materia qué hará aquel ser o seres que quizá lo habiten, no lo sabemos. Unos dicen que se convertirá en pastor de nubes de gas interestelar para volver a formar estrellas y demás cosas. Pero incluso aquella naturaleza tan tecnificada ¿podrá evitar la desaparición de la materia oscura y manipular la energía oscura? Son cosas inimaginables, pero pensables. El pensamiento del espíritu se rebela ante el sino mortuorio de la materia. No todo se agota en lo temporal, finito y material. Otra razón más para creer en un Dios omnipotente, providente, creador y eterno. "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Lc. 21, 29-33).

La secularización de la ciencia llevó hacia visión ametafísica y ateológica del Universo, pero no suprimió el anhelo de la libertad en la salvación. Ciencia y fe ni se sustituyen, ni se excluyen, sino que se complementan. El teólogo no se debe abstener de la ciencia, ni el científico de la teología. La ciencia habla del mundo creado por Dios, y la teología debe dialogar con la ciencia con espíritu crítico-ideológico. La fe no se realiza en el ámbito experimental del mundo, pero tampoco se divorcia del mundo. La buena teología no se opone a los conceptos ni se limita a ellos. La teología proporciona una idea del mundo más general que la física. Quizá la pregunta definitiva de la ciencia a la teología sea: ¿Qué significado encierra el final de la materia en un vacío inerte en el Universo? Que un mundo separado de Dios acaba en la Nada y unido a él se perenniza en el Ser. 

Pero hay un aspecto filosófico fundamental en todo ese proceso del Universo, a saber, ¿Indica la desintegración de la materia que su evolución no es eterna, y, en consecuencia, su dialéctica se detiene y desaparece? ¿Es esta detención un hiato entre lo real y lo racional? ¿Puede el ser finito sostenerse en la realidad sin el ser infinito? Al parecer no. En un libro que escribí hace unos años -El universo sin sombra- sostuve que el Universo no debe llegar a su fin para que aconteciera el Juicio Final, y que éste vendría mucho antes de todo el holocausto de la materia. Es más, tras el juicio Final ya no acontecería el final del Universo tal como lo conocemos, sino que se restituiría su condición primordial. Basta que ya hayamos visto la tendencia general del Universo y de la materia, para entender que el ser finito nada es sin el ser infinito. 

Sin embargo, si en el modelo lineal del Universo o Big Bang se va hacia la desintegración de la materia y su muerte térmica, o sea se marcha hacia un Universo sin contradicciones, homogéneo, vacío e idéntico a sí mismo, como el Uno parmenídeo; en el modelo pulsante postulado por Roger Penrose todo vuelve a comenzar, el Universo se comienza a desacelerar hasta retraerse hacia un nuevo Big Bang y así sucesivamente, o sea el Universo sería una gigantesca contradicción hegeliana. También la teoría de cuerdas ha postulado el modelo cósmico de Branas o membranas, las cuales al chocar generan Big Bang y nace otro universo, y el modelo de Universos Paralelos como burbuja y multiverso, con leyes físicas distintas y que resulta imposible pasar de uno a otro. Es decir, impera el principio de no contradicción.

Identidad, no contradicción y contradicción, son los principios lógicos que parecen reunir todos los modelos del Universo postulados. Esto es casi como decir que el orden cosmológico obedece a una idea de razón que legisla. Razón que no podría ser otro que el Absoluto. Aquí la diferencia con Hegel es que no impera el principio de contradicción.

Pero el asunto es más complejo porque significa que cada modelo del Universo estaría afirmando un distinto principio del ser como principio ontológico. Pero si lo finito es devenir y tiempo, entonces el principio que parece imponerse es el de contradicción. Lo finito está regido por el el principio de contradicción en tanto deviene y es temporal. Lo cual, nuevamente, no es repetir el pensamiento de Hegel porque en él lo Absoluto se identifica con la dialéctica. En cambio nosotros vemos el Absoluto como lo que trasciende el tiempo, el devenir y el movimiento dialéctico. El Absoluto es el supraser, en tanto que está más allá de la cognoscibilidad, de toda contradicción y antagonismo. Y precisamente por ello no todo lo real es racional ni todo lo racional es real. En términos gnoseológicos: la razón debe reconocer las verdades suprarracionales.

En Hegel la Idea sólo existe como proceso, dialéctica, negatividad. La dialéctica concierne al ser, pero al ser en los entes finitos. Por eso es esencialmente proceso inmanente, no trascendente. La metafísica dialéctica de Hegel no llega al conocimiento del Absoluto, sino tan sólo al conocimiento de los entes finitos. Su método dialéctico expone el derrotero del Ser en el ente, pero no del ser en cuanto Ser, esto es, de Dios. El mérito de la metafísica dialéctica hegeliana estriba en denunciar la impotencia de la metafísica abstracta, que no explica el mundo, y del criticismo, que negaba la explicación de lo divino. Su limitación es que la dialéctica no explica a Dios mismo, al Dios cristiano, sino que lo confunde con su creación, con un dios panteísta.

Mientras tanto, se puede afirmar que de lo que sí podremos ser testigos en el Universo es de la inversión de los polos magnéticos de la Tierra, algunos ciclos de glaciaciones a causa de la excentricidad de la órbita terrestre, y algunas cosas más. Todo esto será algo brevísimo en la historia del Universo, incluida la aparición de vida inteligente en el Cosmos. Si el Universo puede estar plagado de vida inteligente dentro de 100 millones de años, nosotros ya no estaremos para confirmarlo, y quizá nunca se sabrá de nuestra existencia.