domingo, 25 de mayo de 2025

DIÁLOGOS FILOSÓFICOS PERULEROS (Próxima obra)

 


Gustavo Flores Quelopana

 

 

 

 

DIÁLOGOS FILOSÓFICOS

PERULEROS

De los Amautas a la Actualidad

 

 

 

 

 

 

 

FONDO EDITORIAL

IIPCIAL

Instituto de Investigación para la Paz Cultura e Integración de América Latina

LIMA-PERU

2025

 

 

BIODATA

 

Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor, peruano de frondosa obra y ágil pluma. Expresidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA-Perú). Disertante en universidades de Brasil, Colombia, Panamá, México y Perú. Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo “Numinocrático”, aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para entender el filosofar arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía ancestral; lo “Anético”, para categorizar la crisis moral y antropológica de la posmodernidad; la Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como lo característico y esencial de la globalización neoliberal actual; la “Cibercracia”, régimen político hacia el cual marcha el capitalismo digital; el “Ciber Deus”, como realidad posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, la “paradoja antrópica”, como categoría clave para entender la destrucción ecológica por la modernidad objetivante y antimetafísica, y el “Neobrutalismo” como fenómeno espiritual de carácter terminal en toda civilización.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título: DIÁLOGOS FILOSÓFICOS PERULEROS. De los Amautas a la Actualidad.

 

Primera edición en castellano: Lima, junio, 2025

 

Autor: Gustavo Flores Quelopana

 

Editor: Gustavo Flores Quelopana

Los Girasoles 148- Salamanca-Ate

 

Se terminó de imprimir en junio de 2025 en: © Fondo Editorial del Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina (IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148 Salamanca, Ate.

 

Tiraje: 30 ejemplares

 

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

N° 2025-

 

 

DIÁLOGOS FILOSÓFICOS PERULEROS

De los Amautas a la Actualidad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

 

Toda civilización que ha perdurado es, ante todo, una civilización del pensamiento. No hay imperio que resista el embate del tiempo sin una estructura filosófica que le dé sustento, ni revolución que triunfe sin una idea fundacional que la legitime. La historia no se construye solo con espadas y decretos, sino con principios que delinean el destino de los pueblos y otorgan sentido a su existencia.

América Latina, y en particular el Perú, han sido escenarios donde la filosofía no ha sido un mero ejercicio intelectual, sino una necesidad vital. Aquí, el pensamiento ha sido un río profundo y continuo, capaz de cambiar su cauce sin perder su esencia. De los Amautas a la Modernidad es un viaje por los debates fundamentales que han definido la identidad filosófica peruana, un diálogo perpetuo entre la materia y el espíritu, la historia y la eternidad, la reforma que ajusta y la revolución que transforma.

Desde la filosofía mitocrática precolombina, que estructuraba el conocimiento en relatos sagrados y simbolismos que daban sentido a la realidad, hasta la filosofía teocrática virreinal, que impuso la revelación y la supremacía divina como fundamento del orden, el pensamiento peruano ha transitado por distintas formas de interpretar la existencia. Con la modernidad emergió la filosofía logocrática, estableciendo el dominio absoluto de la razón sobre el conocimiento y la hegemonía incuestionable del principio de inmanencia, desplazando la trascendencia como eje del pensamiento.

Sin embargo, en el mundo contemporáneo, esta hegemonía se resquebraja. La crisis del principio de inmanencia de la modernidad ha abierto la puerta a nuevas luces y sombras: mientras Occidente se sumerge en el nihilismo, renegando de su herencia filosófica y espiritual, otras civilizaciones como Rusia, China, India y el Islam emergen como los nuevos arquitectos del destino global. Su revalorización de la trascendencia desafía el paradigma occidental, generando un reordenamiento que cambiará el curso del pensamiento humano.

El Perú, lejos de ser un espectador pasivo, se encuentra en el corazón de esta disputa intelectual. Desde la confrontación entre la filosofía mitocrática y la teocracia colonial, pasando por la tensión entre revolución y reforma en la Independencia, hasta la consolidación de un pensamiento nacional en el siglo XX, el pensamiento peruano ha sido una voz que nunca ha dejado de interrogarse sobre la justicia, la fe, la autonomía y el porvenir.

Este libro pone en diálogo a los pensadores que han marcado el devenir filosófico peruano—Pedro Zulen, José Carlos Mariátegui, Gustavo Gutiérrez, entre otros—analizando la crisis del pensamiento contemporáneo y los desafíos que plantea el transhumanismo. La historia del pensamiento no está escrita en piedra, sino en sangre, en conflictos, en voces que se alzan y se apagan, pero que nunca dejan de resonar.

La modernidad selló el horizonte filosófico dentro de los muros de la inmanencia, confinando la mirada humana a la urgencia de lo inmediato. Despojado de su sentido más profundo, el ser ha sido reducido a función, a cálculo, a explotación. Pero cuando la posmodernidad se resquebraja y la trascendencia vuelve a emerger, el pensamiento peruano tiene ante sí la posibilidad de no solo interpretar la historia, sino de participar activamente en la construcción del nuevo horizonte filosófico global.

Este libro es una travesía intelectual a través de esos debates, una exploración rigurosa sobre el choque de filosofías que han moldeado nuestra manera de entender el mundo y nuestro propio ser. El primer capítulo nos introduce en la confrontación entre las filosofías ancestrales y la cosmovisión cristiana. Mientras las tradiciones prehispánicas concebían el cosmos como un flujo eterno de transformación, el cristianismo introduce la idea de una creación ex nihilo, de un Dios personal que no solo ordena la existencia, sino que la dota de propósito. Este enfrentamiento de ideas no es solo una cuestión teórica: definió la estructura metafísica de América, estableciendo los cimientos sobre los cuales se construirían las sociedades futuras.

El segundo capítulo convierte el Virreinato en un campo de batalla ideológico. Aquí no solo se debate la evangelización de los pueblos indígenas, sino el concepto mismo de justicia. ¿Es legítima la fe impuesta por la guerra? ¿Deben los indígenas gobernarse a sí mismos o ser administrados por una estructura ajena? Ginés de Sepúlveda defiende la autoridad imperial, Bartolomé de las Casas clama por la dignidad de los pueblos, Guamán Poma de Ayala advierte sobre la negación de la identidad originaria. Estos diálogos no fueron simples intercambios académicos, sino el germen de las grandes disputas filosóficas y políticas que aún persisten en nuestra historia.

El tercer capítulo nos transporta al proceso de independencia, donde la lucha armada es inseparable de la lucha intelectual. La emancipación de América no fue solo una cuestión militar, sino una batalla de ideas sobre el destino del Perú. Túpac Amaru II encarna la transformación radical, Baquíjano y Carrillo buscan una independencia moderada, Rodríguez de Mendoza defiende la educación como herramienta de liberación, Unanue apuesta por la ciencia como fundamento de la identidad nacional. En esta confrontación, la revolución, la reforma y la construcción de una nueva filosofía política se entrelazan en el proyecto de una nación que aún busca definirse.

El cuarto capítulo nos sitúa en el siglo XX y en el desarrollo del pensamiento peruano bajo el principio inmanentista de la modernidad. Se demuestra cómo esta corriente ha dominado la reflexión filosófica nacional, influenciando la manera en que los intelectuales han abordado el ser, el conocimiento y la relación entre historia, justicia y trascendencia.

Finalmente, la obra cierra con un último diálogo filosófico donde pensadores como Pedro Zulen, José Carlos Mariátegui y Gustavo Gutiérrez exponen sus visiones sobre la crisis del pensamiento contemporáneo, la lucha contra el transhumanismo y la construcción de un pensamiento auténticamente latinoamericano. La historia del pensamiento no está escrita en piedra, sino en sangre, en conflictos, en voces que se alzan y se apagan, pero que nunca dejan de resonar.

A lo largo de este libro, el abordamiento temático se presenta a través del diálogo, no como un mero recurso literario, sino como una estrategia filosófica que permite ver que las ideas no mueren, sino que se transforman, persisten y corren por cauces subterráneos, alimentando el pensamiento contemporáneo. Los debates que aquí se reconstruyen no pertenecen únicamente a un tiempo pasado; su legado sigue vivo en las discusiones sobre la fe, la justicia, la identidad y el destino de nuestra civilización. Al traer estos pensamientos a la arena del diálogo, se revela la continuidad de los problemas filosóficos que siguen inquietando a la humanidad, demostrando que los grandes interrogantes jamás desaparecen, solo encuentran nuevas formas de manifestarse.

Las civilizaciones caen cuando su pensamiento se debilita, cuando su filosofía se fragmenta y cuando sus hombres dejan de interrogarse sobre el sentido de su existencia. Y hoy, en este momento clave de la historia, cuando la posmodernidad del occidente neoliberal se deshace y avanza hacia su ocaso, emerge nuevamente la necesidad de reconocer la agonía del inmanentismo y el ascenso de la trascendencia en el horizonte del pensamiento humano. Occidente, atrapado en su propia negación del cristianismo, ha puesto en peligro su propia herencia espiritual. La modernidad inmanentista y anticristiana ha erosionado sus fundamentos, dejando la defensa de la tradición únicamente en manos del occidente eslavo. Pero el desafío no es solo político o geopolítico: es una batalla por el alma de la civilización, por el sentido último de la existencia y por la permanencia de la verdad en medio de la confusión contemporánea.

Este libro es un faro en la niebla del pensamiento, una llamarada en la noche de la indiferencia. No es solo una invitación, sino un desafío a la inercia y al conformismo, un grito que rompe el silencio y sacude los cimientos de la incertidumbre. Porque el destino de una nación no está sellado en pergaminos olvidados ni en discursos petrificados, sino escrito en cada pregunta que sus pensadores se atreven a formular, en cada batalla que libran contra el olvido. Y mientras haya quien busque la verdad con la fiebre del soñador y la determinación del sabio, la historia seguirá su curso, como río que no conoce descanso, como viento que jamás se detiene. El alma de los pueblos continuará despierta, encendida por la llama de la razón y el fulgor de la trascendencia, y la filosofía, eterna guardiana de lo absoluto, jamás conocerá su ocaso.

La modernidad confinó el pensamiento dentro de los límites de la inmanencia, reduciendo la mirada humana a la urgencia de lo inmediato y fragmentando la realidad en piezas dispersas. En este proceso, el ser fue despojado de su profundidad, convertido en función y cálculo, sujeto a las exigencias del tiempo sin memoria. Sin embargo, cuando los fundamentos de esta visión comienzan a resquebrajarse, se abre un nuevo horizonte donde la trascendencia vuelve a cobrar fuerza. En este umbral, el pensamiento peruano, arraigado en siglos de preguntas y confrontaciones filosóficas, tiene el desafío de reconfigurar su papel en el devenir histórico. La búsqueda de lo absoluto nunca ha cesado, y mientras haya quienes se atrevan a pensar más allá de lo contingente, la filosofía seguirá iluminando el camino hacia la verdad.

 

 

 

 

 

 

 

I

ENCUENTRO DE SABIDURÍAS:

Dioses que perecieron y el Dios que venció

 

 

Diálogo Filosófico Intercultural

Un encuentro entre un Ontorrealista, un Amauta-Filósofo incaico, un filósofo taoísta chino, un filósofo Vedanta indio, un filósofo budista, un filósofo eleata griego, Heráclito, Platón, Aristóteles, un filósofo náhuatl, un filósofo egipcio y el profeta Zaratustra.

 

Eje 1: Origen del Universo

Ontorrealista: Maestro Amauta, en mi tradición creemos que el universo fue creado por un Dios absoluto, que lo llamó a la existencia desde la nada. Nada era, y entonces Dios lo quiso y lo hizo ser. Creemos en el creatum ex nihilo, que marca el comienzo de todo. ¿Cómo concibes tú el origen de lo existente?

Amauta-Filósofo: Hombre de tiempos lejanos, tus palabras me parecen extrañas. ¿Cómo puede algo surgir de la nada? La Pacha siempre ha sido, informe y latente, esperando el aliento de Pachacamac. No para ser creada, sino para ser animada. No hay un primer día, sino el eterno fluir.

Filósofo Egipcio: El universo nació del aliento de Ra, el gran principio luminoso. Antes de que existieran los dioses, había solo el Nun, el océano primigenio. De él emergió el orden. Todo lo que existe es reflejo de Ma'at, la armonía eterna. Pero dime, Ontorrealista, ¿cómo puede algo surgir de lo que no es?

Ontorrealista: No es que la nada "produzca" algo por sí misma, sino que Dios, en su poder absoluto, hace que la existencia sea. Su voluntad es suficiente para llamar al ser desde lo que no es.

Zaratustra: Ahura Mazda, el Dios de la luz, creó el mundo en verdad y bondad. Pero el cosmos es un campo de batalla entre la luz y la oscuridad. No todo lo existente es divino, pues Ahriman lo contamina. ¿No es más racional pensar que el mundo no es perfecto desde su origen, sino el resultado de una lucha entre fuerzas?

Filósofo Taoísta Chino: El Dao no lucha, fluye. Pensar en un principio único que dicta el mundo es ilusión. No hay un ser creador, solo equilibrio. Ontorrealista, ¿por qué te aferras a la idea de una voluntad única?

Filósofo Vedanta indio: Lo que ves no es real, sino Maya, ilusión. No hay un comienzo ni un final, solo el velo de la ignorancia que nos separa de la verdad suprema de Brahman. ¿Para qué buscar un origen si todo es apariencia?

Filósofo Budista: Toda pregunta sobre el origen del universo es un reflejo del apego. ¿Es acaso útil preguntarnos por un inicio si lo que importa es liberarnos del sufrimiento?

Filósofo Eleata griego: El ser no surge, el ser es. No hay nacimiento ni transformación. Ontorrealista, decir que el mundo fue creado es caer en el engaño de los sentidos.

Heráclito: El fuego eterno nunca se apaga ni se enciende. No hay un "inicio" del cosmos, sino un flujo perpetuo. ¿No será que tu Dios, Ontorrealista, no es un creador, sino solo un fuego que arde?

Filósofo Náhuatl: Nuestros antiguos sabios, los tlamatinime, enseñaron que el mundo nació del diálogo entre Ometéotl, la dualidad creadora. Nada surge de la nada, todo es reflejo de la palabra florida. Pero Ontorrealista, ¿qué sentido tiene un origen sin poesía?

 

Eje 2: Propósito y Destino

Ontorrealista: Pero si el universo es un flujo sin origen, ¿qué sentido tiene la existencia? En mi tradición, no solo el hombre busca ascender hacia lo divino, sino que Dios mismo se revela, viene al mundo y da sentido a la historia. No es solo una búsqueda humana, sino un encuentro donde lo eterno desciende y transforma la vida.

Amauta-Filósofo: El río fluye y no pregunta por su propósito. La montaña alza su cumbre sin buscar razón. La existencia no necesita justificarse. Se honra, se escucha, se vive conforme al orden de la Pacha. ¿Por qué tanto afán por encontrar algo más allá?

Filósofo Egipcio: El propósito de la vida es vivir en armonía con Ma’at. Solo quien sigue el equilibrio cósmico tendrá su corazón más ligero que la pluma en el juicio de Osiris. ¿Pero Ontorrealista, cómo puede haber propósito sin justicia?

Zaratustra: El destino no es una pregunta vacía. Debemos elegir entre la luz de Ahura Mazda y la oscuridad de Ahriman. La existencia no es solo un flujo, sino una prueba de justicia. ¿No crees que vivir sin lucha es un destino vacío?

Filósofo Budista: Todo propósito es un apego que genera sufrimiento. No hay destino último, sino la posibilidad de extinguir el deseo. Ontorrealista, ¿no es tu afán por propósito una forma de atadura?

Filósofo Náhuatl: ¿El maíz pregunta por su destino cuando duerme bajo la tierra? La existencia es un camino de búsqueda, de florecer como la palabra en la noche oscura. ¿Tal vez, Ontorrealista, es en la poesía donde se esconde el sentido?

 

Eje 3: La Comparación de los Avatares

Ontorrealista: Cada tradición ha hablado de figuras que han encarnado lo divino. Pero entre todas, Cristo es único, porque no es un avatar, sino Dios mismo en la carne, quien realizó milagros con su autoridad y venció a la muerte. ¿Cómo comprenden ustedes las manifestaciones de lo sagrado en sus tradiciones?

Amauta-Filósofo: En nuestras tierras, se habla de Wiracocha, el gran ordenador, aquel que dio forma a lo que existía. Caminó sobre la tierra, enseñó a los hombres el camino de la armonía y luego desapareció, prometiendo regresar. Pero Wiracocha no hizo milagros para demostrar su poder, ni venció la muerte. Fue un dios creador, pero no un redentor.

Filósofo Vedanta indio: En nuestra visión, Krishna y los demás avatares de Visnú no son dioses separados, sino manifestaciones de Brahman que bajan al mundo en distintos momentos para restaurar el orden. Pero ninguno venció la muerte como dices que hizo Cristo.

Filósofo Budista: Buda no fue un avatar, sino un iluminado que alcanzó el Nirvana. No descendió de los cielos, sino que, con sabiduría, comprendió la vacuidad del mundo.

Zaratustra: En nuestra tradición, los profetas traen la verdad de Ahura Mazda, pero ninguno ha resucitado. Cristo, según lo que dices, no es un mensajero, sino el mismo Dios encarnado.

Filósofo Egipcio: El faraón era visto como la encarnación de Horus, el hijo de los dioses. Pero Horus no hizo milagros ni venció la muerte como Cristo.

Filósofo Náhuatl: Los antiguos esperaban el regreso de Quetzalcóatl, quien representaba la renovación del mundo. Pero ninguno de los dioses tomó carne de hombre con la plenitud que describen en Cristo.

Ontorrealista: La gran diferencia es que en Cristo no vemos una manifestación parcial de lo divino, sino su plenitud en persona. No solo enseñó, sino que sanó, resucitó muertos, multiplicó el alimento, caminó sobre el agua, y venció la muerte con su propia resurrección. No es un avatar, sino el Dios verdadero que entró en la historia para salvar a la humanidad.

 

Eje 4: El Devenir de Cada Filosofía y su Derrota ante el cristianismo

Ontorrealista: En los tiempos antiguos, las filosofías buscaban el camino a lo divino mediante el pensamiento, la contemplación y la virtud. Pero el cristianismo introdujo una verdad nueva: Dios no es solo buscado por el hombre, sino que Él mismo desciende y se revela. Las antiguas tradiciones filosóficas fueron desplazadas porque Cristo no es un concepto, sino una persona viva, que actuó en la historia y venció la muerte.

Amauta-Filósofo: Antes, nuestros antepasados hallaban a los dioses en la bóveda celeste y en la respiración de la tierra. Pachacamac sostenía la Pacha, encendía sus caminos y nutría su latido. Pero un día llegó el cristianismo, y su Dios trajo un fuego más alto, una luz que nadie había visto. Los hombres abandonaron los templos del sol y elevaron iglesias. Mas lo sagrado no muere, solo muda su piel.

Nosotros, Amautas, no contábamos estrellas: las escuchábamos. Eran voces suspendidas en la noche, susurros de los dioses que tejían el destino. Cada constelación era una palabra grabada en el oro del universo, un signo que revelaba el equilibrio de los tiempos. No separábamos el cálculo de la plegaria, porque cada cifra era un diálogo, cada medida un tributo.

Así lo entendió el Inka Inca Roca cuando el cielo cambió su escritura. La Cruz del Sur, que había guiado nuestras miradas, perdió su ángulo en el año 1374 d.C. Su trono estelar vaciló, su brillo se apartó del ojo del astro Rey. Y cuando el cielo habla, los hombres escuchan. Los Amautas le dijeron al Inka que el signo se había desvanecido, que la marca de los dioses había mudado de casa. Entonces, Inca Roca alzó su mirada y encontró un nuevo padre: el Sol, resplandeciente y firme, el dador de vida que nunca pierde su fulgor. No fue un giro arbitrario, no fue solo ciencia, sino la revelación de que los astros se mueven, pero la verdad permanece.

Siglos después, los hombres andinos alzaron otra mirada, no a los cielos del Tawantinsuyo, sino a una cruz más alta, más profunda, la que no titubea ante el tiempo: la cruz de Cristo. Así como el Sol reemplazó a la Cruz del Sur, así el cristianismo reconfiguró la memoria sagrada del Ande. Ya no eran solo los ciclos celestes los que dictaban el orden del mundo, sino el anuncio de un Dios encarnado, cuya luz no dependía de un ángulo en el cielo, sino del amor que atraviesa el horizonte.

Filósofo Egipcio: Egipto fue la tierra de los dioses durante milenios. Creíamos que el faraón era la encarnación de Horus, y que Osiris juzgaba a los muertos. Pero el cristianismo destruyó esos templos, y con el tiempo, nuestra visión del cosmos fue olvidada. Ahora, ya nadie busca el equilibrio de Ma'at, pues se ha impuesto una nueva ley divina.

Zaratustra: Nuestra visión del mundo era la lucha entre Ahura Mazda y Ahriman, la batalla cósmica entre luz y oscuridad. Pero el cristianismo trajo la idea de un Dios único, que ya no combate contra otro principio, sino que es absoluto. Así, nuestra antigua religión de Persia fue reducida, y sus templos quedaron en ruinas.

Filósofo Vedanta indio: En India, las enseñanzas de los Vedas permanecieron, pero el cristianismo trajo una visión distinta: un Dios personal, no una fuerza abstracta como Brahman. Aunque la doctrina de los avatares continuó, la idea de Cristo como Dios encarnado cambió la manera de pensar de muchos.

Filósofo Budista: El budismo se extendió por muchos territorios, pero en Occidente, el cristianismo lo superó con una promesa que nosotros no hicimos: la vida eterna en comunión con Dios. Mientras enseñábamos la liberación del sufrimiento mediante el desapego, el cristianismo trajo la esperanza en una verdad revelada por su propio Dios encarnado.

Filósofo Taoísta Chino: Durante siglos, el Dao fue la vía para la armonía, pero el cristianismo llegó con una afirmación radical: no es solo equilibrio, sino verdad absoluta. La antigua China vio cómo sus templos fueron reemplazados por iglesias, y el taoísmo quedó reducido a quienes aún recuerdan los caminos del flujo eterno.

Filósofo Náhuatl: Nosotros hablábamos de la flor y el canto, del reflejo de lo divino en la palabra. Pero el cristianismo trajo una nueva visión: ya no basta con buscar signos en el cielo, sino que Dios ha hablado y ha dado su ley. Así, los templos de nuestros dioses fueron destruidos, y la cruz dominó las tierras.

Filósofo Eleata griego: Parménides dijo que el ser es eterno, pero el cristianismo trajo una verdad nueva: el ser no solo existe, sino que ama, actúa y tiene voluntad. Así, la filosofía antigua quedó atrás ante una nueva revelación.

Heráclito: Yo hablaba del fuego que todo transforma, pero el cristianismo dijo que la transformación no es solo del cosmos, sino del alma. Mi filosofía quedó absorbida en una nueva visión del mundo.

Platón: La razón nos llevaba a las ideas eternas, pero el cristianismo dijo que la verdad no está solo en conceptos, sino en una Persona. Así, la revelación de Dios sobrepasó la filosofía.

Aristóteles: La filosofía buscaba causas, pero el cristianismo enseñó que la mayor causa es el amor de Dios. Así, la sabiduría humana quedó en segundo plano ante la revelación.

Eje 5: La moral y el amor

Escenario:

El Ontorrealista cristiano y el Amauta andino, toman la palabra mientras los demás guardan un silencio expectante.

1. La realidad: Relacionalidad vs. Trascendencia

Amauta andino: La vida es un tejido donde todos los seres están conectados. Nada existe por sí solo, todo es parte de un equilibrio. No hay un principio absoluto separado de la realidad.

Ontorrealista cristiano: En nuestra perspectiva, Dios es el fundamento absoluto y trascendente. La creación no es solo relaciones, sino que depende de la voluntad de un ser que le da sentido.

Amauta andino: Pero sin la interacción entre los seres, ¿cómo puede existir el mundo? Si todo depende de un ente supremo, ¿dónde queda la reciprocidad que mantiene el orden?

Ontorrealista cristiano: La relación sigue existiendo, pero no es el principio último. La existencia no se sostiene por meras conexiones, sino por un propósito superior.

2. El tiempo: Cíclico vs. Asintótico

Amauta andino: El tiempo no avanza hacia un fin absoluto. Es un ciclo continuo, la vida retorna y todo se transforma sin una conclusión definitiva.

Ontorrealista cristiano: En nuestra visión, el tiempo tiene un destino. Avanza con sentido, desde la Creación hasta el Juicio Final y la vida eterna. No es un retorno, sino una progresión.

Amauta andino: Pero si el tiempo tiene un final, ¿qué sucede con la renovación de la naturaleza? En nuestro mundo, el ciclo garantiza la continuidad de la vida.

Ontorrealista cristiano: La vida no desaparece, sino que alcanza su verdadera plenitud en la eternidad. Más que repetir ciclos, lo creado está llamado a trascender.

3. La ética: Complementariedad vs. Amor gratuito

Amauta andino: En nuestra visión, la moral se basa en la reciprocidad. Todo lo que hacemos debe generar equilibrio, cada acción tiene su contraparte.

Ontorrealista cristiano: En nuestra ética, el bien no necesita de un opuesto complementario. Se da sin esperar nada a cambio, como el amor de Dios.

Amauta andino: Sin complementariedad, el mundo perdería su orden. Hombre y mujer, sol y luna, todo existe en pares.

Ontorrealista cristiano: Pero el amor de Dios no es un "par" que necesite equilibrio. Es absoluto, desinteresado, capaz de darse incluso cuando no hay respuesta.

4. La lucha entre el bien y el mal

Amauta andino: Para nosotros, el bien y el mal coexisten como fuerzas necesarias. Uno no destruye al otro, simplemente se equilibran.

Ontorrealista cristiano: En nuestra fe, el mal no es complementario del bien. Es un enemigo que será eliminado. El bien triunfará y el mundo será restaurado.

Amauta andino: Pero si el mal desaparece, ¿no se rompe el orden?

Ontorrealista cristiano: No, porque el bien no necesita del mal para existir. Su plenitud es absoluta, y el amor gratuito es lo que lo hace superior.

5. El reconocimiento final

Amauta andino: Entonces… si el amor gratuito puede darse sin esperar reciprocidad, es más fuerte que la complementariedad. No necesita equilibrio, simplemente existe y transforma.

Ontorrealista cristiano: Exactamente. El amor de Dios no busca ser correspondido, es entrega absoluta. Y en esa entrega, el bien es definitivo.

Amauta andino: He vivido toda mi vida pensando en el equilibrio, pero ahora veo que hay algo más. No un ciclo, sino un destino. Tal vez el amor gratuito sea la verdadera fuerza que mueve el mundo.

Ontorrealista cristiano: Y en ese amor, todo encuentra su propósito eterno.

Conclusión:

A través del diálogo, el Amauta reconoce que la complementariedad no es el principio último, sino que el amor gratuito lo supera, pues no depende de un equilibrio, sino de una entrega absoluta.

 

Palabra Final de Ontorrealista

Ontorrealista: El pensamiento antiguo era dualista, salvo el budismo. Ninguna tradición conocía la creación ex nihilo, pues concebían el universo como una materia increada moldeada por una fuerza ordenadora. Se regían por el principio nihil ex nihilo, bajo la lógica del eterno retorno y el tiempo cíclico.

Pero hay una diferencia fundamental entre la filosofía antigua y el cristianismo: mientras los antiguos concebían la existencia como un ascenso anagógico, donde el hombre debe elevarse hacia lo divino mediante el conocimiento y la virtud, el cristianismo introduce un principio revolucionario: Dios es quien desciende, quien busca al hombre y entra en su mundo. No es solo el esfuerzo humano por comprender lo eterno, sino la acción divina que transforma la historia.

 

Epílogo: El Encuentro de Dos Grandes Visiones

Las civilizaciones ancestrales del mundo han revelado su esencia: el cosmos no se crea, sino que se transforma. Para la mayoría de las filosofías antiguas, el universo no tuvo un inicio absoluto, sino que fue el resultado de un orden sobre la materia eterna, regido por ciclos, un eterno retorno donde todo surge y renace. Desde los Andes hasta Grecia, desde India hasta Egipto, el mundo es concebido como una obra que nunca cesa, sino que se modifica según leyes sagradas.

Pero el cristianismo introduce una visión distinta: el cosmos no es una materia preexistente que se ordena, sino una realidad creada desde la nada, por un Dios personal que decide libremente dar existencia al mundo. No es el hombre quien asciende lentamente hacia lo divino mediante la contemplación, sino Dios quien desciende, se revela, y busca al hombre para darle una verdad que no es alcanzada solo por la razón humana. No se trata de un ciclo eterno sin propósito, sino de una historia con sentido, donde cada alma es llamada a la comunión con lo eterno.

Así, el diálogo entre las civilizaciones muestra que el hombre siempre ha buscado respuestas sobre el origen y el destino de su existencia. Algunos han visto en el flujo eterno del cosmos el secreto de la vida; otros han visto en la voluntad divina el principio de un orden nuevo. Pero la Revelación cristiana ofrece una comprensión más completa y correcta de la verdad, pues no depende solo de las capacidades humanas de ascender a lo sagrado, sino de la iniciativa divina de acercarse a la humanidad y guiarla hacia la plenitud de su propósito.

Es en este cruce de ideas donde el Amauta levanta la voz, advirtiendo sobre el destino incierto que amenaza con resurgir en el ocaso de Occidente. La modernidad anticristiana ha debilitado sus propios cimientos y, en su derrumbe, el paganismo precolombino encuentra terreno fértil para alzar nuevamente sus símbolos: la adoración de las huacas, las estrellas y las momias resurge como una posibilidad, empujada por movimientos que buscan restaurar lo ancestral sin reconocer los siglos de transformación espiritual que han definido al hombre andino.

Así como en tiempos del Inka Inca Roca, los astros marcaron el rumbo de la fe, las revelaciones celestes cambiaron el cauce de la cosmovisión andina. La Cruz del Sur, otrora guía sagrada, perdió su trono en el horizonte cuando su ángulo de observación se desvaneció. En ese momento, los Amautas comprendieron que no era solo una transición astronómica, sino un mensaje divino: lo sagrado cambia, se adapta, sigue el ritmo de los tiempos. Fue entonces cuando Inca Roca y sus sabios decidieron reorientar su culto al Sol, el astro que nunca vacila, el símbolo de permanencia ante la danza incesante de los cielos.

Ante esto, el Ontorrealista se yergue para responder que, aunque esa posibilidad existe, su alcance es mínimo, pues el hombre andino es cristiano en su esencia, aunque de manera sincrética. Su religiosidad ha incorporado la fe revelada dentro de sus propias tradiciones, evitando una ruptura definitiva con su herencia espiritual. Sin embargo, advierte que no se debe subestimar el peligro de los movimientos políticos maximalistas de índole andina, que en su búsqueda por reafirmar la identidad ancestral pueden caer en una negación de la revelación cristiana, abrazando un retorno a concepciones arcaicas que despojan a la historia de su sentido teleológico.

Así como los cielos cambiaron, también lo hicieron los hombres. Pero el cristianismo no es una estrella fugaz en el cosmos de las ideas. No es un mito más entre los ciclos de la historia. Es el fin de los ciclos, el quiebre de los eternos retornos, la irrupción de una historia con sentido, la revelación que no depende de los astros, sino de la voluntad de Dios.

 

Conclusión

Desde los albores de la humanidad, el pensamiento ha sido el vehículo por el cual los pueblos han intentado descifrar el misterio de la existencia. No fueron únicamente la razón y la contemplación las que delinearon las civilizaciones, sino sus filosofías míticas, aquellas narraciones fundacionales que esculpieron el destino de los hombres y les otorgaron un vínculo con lo sagrado.

En América Latina, y particularmente en el Perú, el pensamiento mítico no fue un mero ejercicio simbólico, sino el cauce en el que fluía la realidad. Los Amautas no se limitaron a observar el mundo; fueron arquitectos del tiempo, guardianes de relatos que capturaban la esencia de la verdad. Para ellos, las estrellas no eran simples astros suspendidos en la bóveda celeste, sino lenguajes divinos, inscripciones del cosmos que guiaban la vida de los hombres. La decisión del Inka Inca Roca de reemplazar la veneración de la Cruz del Sur por el culto al Sol no fue solo una determinación astronómica, sino una afirmación de que el pensamiento no permanece inmóvil: se ajusta, se afina, se transforma según los signos del cielo.

Pero si la filosofía mítica andina reconfiguró su mirada bajo la sabiduría de los astros, el cristianismo introdujo un cambio aún más trascendental: Dios no es una sombra en los ciclos cósmicos, ni una fuerza que se diluye en la naturaleza, sino un ser vivo que irrumpe en la historia, que se entrega y redime. La revelación cristiana quebró la lógica del eterno retorno y desplazó la noción de un cosmos sin propósito, instaurando una historia con dirección, donde cada alma es llamada a la comunión con lo eterno. No es el hombre quien debe elevarse para encontrar lo divino, sino Dios quien desciende para habitar entre los hombres.

Hoy, en el ocaso de Occidente, cuando el nihilismo desmorona las columnas filosóficas que sostuvieron la modernidad, el pensamiento peruano enfrenta un dilema decisivo. Los vestigios de las antiguas filosofías míticas resurgen, impulsados por quienes desean restaurar un pasado ancestral sin comprender que esas mismas narraciones fueron moldeadas y superadas por revelaciones mayores. No se puede desandar el curso del pensamiento sin comprender que la cruz ha sido tallada en la memoria del hombre andino, no como una imposición, sino como la síntesis de siglos de reflexiones sobre justicia, fe y destino.

Más que una confrontación entre sistemas filosóficos, este recorrido intelectual revela una realidad inmutable: el pensamiento jamás se estanca, la mitología no es estática, y la historia no es un flujo vacío, sino el escenario donde lo divino se encuentra con lo humano.

 

Post Data.- diálogo elaborado sobre la base de mis libros "Los Amautas Filósofos" y “El Secreto de Wiracocha”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

II

EL DEBATE FILOSÓFICO DEL VIRREINATO:

FE, DERECHOS HUMANOS Y EL DESTINO DE AMÉRICA

 

 

PRIMER DIÁLOGO

Primer eje: La concepción de Dios y el orden del universo

Inca Garcilaso: Yo afirmo que los incas, con la luz de la razón natural, vislumbraron al verdadero Dios, a Pachacamac, pero no como creador, sino como ordenador del universo. Sin embargo, ahora que el cristianismo ha llegado, el Perú puede alcanzar su destino providencial y abrazar la verdad revelada.

Guamán Poma de Ayala: No podemos olvidar que la historia es el drama de la salvación. La revelación divina ya estaba inscrita en nuestra cosmovisión, pero los incas corrompieron la fe primigenia. Fueron ellos quienes introdujeron la idolatría del Sol, desviándose del orden eterno. Mi misión es restaurar esa justicia perdida y devolver el gobierno a los descendientes legítimos.

Juan Santacruz Pachacuti: Ambos hablan de revelación, pero olvidan que el mundo andino funciona bajo una lógica cósmica distinta. Wiracocha no es creador, sino ordenador. La Chakana es el puente entre lo visible y lo invisible, entre la Pacha y lo trascendente. No se trata de imponer el cristianismo, sino de encontrar los nexos entre nuestra tradición y el nuevo mundo que nos ha sido impuesto.

 

Segundo eje: El problema de la justicia y el gobierno

Inca Garcilaso: La justicia del incario era notable, pero incompleta sin la luz de Cristo. Mi sueño es un Perú mestizo, gobernado por peruleros evangelizados, bajo la protección del imperio cristiano universal. No podemos regresar a los tiempos pasados, sino elevarnos sobre ellos con la nueva verdad.

Guamán Poma de Ayala: ¡Error! El mestizaje es una forma de caos que desordena la armonía cósmica. El buen gobierno debe restaurar el orden perdido, rechazando la mezcla indiscriminada de razas. Propongo un sistema de castas donde cada grupo preserve su identidad y cumpla su rol dentro del equilibrio de la creación.

Juan Santacruz Pachacuti: ¿Pero acaso la historia no demuestra que todo sistema rígido termina quebrándose? No se trata de rechazar la evangelización, sino de comprender que el mundo andino ya tenía una estructura sagrada. Los incas cometieron errores, pero también forjaron una grandeza que debe ser reconocida.

 

Tercer eje: El rol de la filosofía en la historia

Inca Garcilaso: Los amautas fueron filósofos, hombres que buscaron el conocimiento verdadero. Fueron ellos quienes rastrearon con la razón al verdadero Dios. Por ello, sostengo que en el mundo andino existió una sabiduría comparable a la griega, aunque incompleta sin la revelación.

Guamán Poma de Ayala: No basta con rastrear verdades ocultas, hay que defender lo justo. Mi crónica no es solo historia, sino filosofía aplicada: un pensamiento en acción para restaurar la dignidad de los pueblos oprimidos. La verdadera sabiduría no es solo contemplativa, sino práctica.

Juan Santacruz Pachacuti: Pero toda filosofía está entretejida con el mito. Mi obra es testimonio de la cosmogonía andina, de la Chakana, del orden celeste que sostiene nuestra existencia. La lógica europea no puede destruir lo simbólico: en los signos sagrados hay una verdad que trasciende la razón discursiva.

 

Cuarto eje: El destino espiritual del Perú

Inca Garcilaso: El futuro de esta tierra es claro. La evangelización no debe ser una imposición violenta, sino un acto de iluminación. El Perú puede alcanzar su propia grandeza, pero bajo la tutela de la fe cristiana y la justicia.

Guamán Poma de Ayala: No hay futuro sin restauración. La historia nos ha sumido en el sufrimiento, pero aún podemos rectificar el error. Un rey indígena debe gobernar bajo la autoridad española, para devolver el orden perdido sin traicionar nuestra identidad.

Juan Santacruz Pachacuti: Lo que importa no es quién gobierne, sino cómo se entiende el mundo. Si la Chakana es el puente hacia lo trascendente, el camino no puede ser impuesto. La historia es cíclica, y algún día todo retornará a su lugar. Nuestra labor es preservar la esencia de lo sagrado, más allá de las imposiciones de los hombres.

 

Epílogo

Los tres pensadores quedan en silencio por un instante. Han discutido su visión del Perú, del mundo, de la justicia y la fe. Sus pensamientos han divergido, pero en un punto coinciden: el destino del Perú es más que una conquista, más que una evangelización. Es un proceso en el que lo antiguo y lo nuevo se entrelazan en una lucha constante entre la identidad y el cambio.

Desde la distancia, el Sol sigue iluminando el horizonte. ¿Ordenador o creador? ¿Providencia o resistencia? ¿Mestizaje o restauración? La historia sigue su curso, pero las ideas de estos hombres continúan vibrando en la memoria del tiempo.

 

SEGUNDO DIÁLOGO

Peruanidad, la justicia y la fe

Escena: Un segundo encuentro en el recinto del pensamiento

El espacio simbólico donde habían debatido Garcilaso, Guamán Poma y Santacruz Pachacuti ahora recibe nuevos invitados. Fray Jerónimo de Valera, con su lógica escotista, y Leonardo de Peñafiel, con su enfoque suarista, entran con una mirada analítica. Detrás de ellos, una presencia distinta se deja sentir: Antonio Ruiz de Montoya, envuelto en el recogimiento místico, observa con calma. La conversación se reinicia.

 

Primer eje: La evangelización y el mestizaje

Inca Garcilaso: La evangelización no puede ser un acto de violencia. La fe cristiana debe ser enseñada con prudencia, iluminando lo que en nuestra razón natural ya vislumbrábamos. Es el mestizaje lo que hará del Perú una nación fuerte y cristiana.

Guamán Poma de Ayala: Error. La fe no puede imponerse desde una mezcla caótica de costumbres. Se debe restaurar el orden antiguo, el gobierno legítimo de los indígenas bajo el mando del rey español, para que el Perú no pierda su identidad.

Fray Jerónimo de Valera: Si algo enseña la filosofía escotista, es que el camino hacia Dios no es especulativo, sino práctico. La conversión no debe imponerse con fuerza, sino con amor y educación. Persuadir al indígena, mostrarle la dulzura de la fe, es el verdadero camino.

Leonardo de Peñafiel: Lo que aquí se debate no es solo la evangelización, sino el origen mismo del poder. La autoridad no viene directamente de Dios, sino de la sociedad. Si la comunidad decide su propio gobierno, tiene derecho a la autonomía y a la desobediencia legítima.

Antonio Ruiz de Montoya: No podemos hablar de evangelización sin hablar de la presencia viva de Dios en la historia. La verdadera conversión no viene de palabras o argumentos, sino del fuego interior del amor divino. Yo he visto a los indígenas en las reducciones encontrar a Dios por su propia voluntad, en una vida sin mal.

 

Segundo eje: El problema del poder y la justicia

Juan Santacruz Pachacuti: El Perú debe encontrar su destino en la conciliación de sus tradiciones con la fe cristiana. Pero el poder no debe estar en manos de los mestizos, sino en quienes comprendan el orden sagrado del mundo.

Fray Jerónimo de Valera: El poder no puede sustentarse en la violencia ni en la imposición. La justicia divina opera a través de la libertad. Si la voluntad humana es verdaderamente libre, entonces ninguna autoridad puede exigir sumisión absoluta.

Leonardo de Peñafiel: La justicia no es una imposición divina, sino un pacto social. Aquí está el verdadero significado del derecho de gentes: los pueblos no pueden ser gobernados por decretos providenciales, sino por sus propias decisiones.

Guamán Poma de Ayala: Pero los pueblos deben respetar el orden cósmico. El mestizaje es una ruptura con la armonía original. El verdadero gobierno no debe alterarse por caprichos individuales.

Antonio Ruiz de Montoya: Hablan de justicia como si fuera un esquema rígido. La verdadera justicia se vive en la comunión con Dios. En las reducciones guaraníes, la justicia no es impuesta, sino vivida en el amor. ¿Acaso no ven que la paz interior es el verdadero gobierno?

 

Tercer eje: Filosofía y mística en la historia

Inca Garcilaso: La razón es la herramienta más noble del ser humano. Los amautas fueron filósofos que supieron rastrear la verdad natural de Dios. No se puede despreciar la razón en nombre de la tradición.

Fray Jerónimo de Valera: Pero la razón tiene límites. No podemos demostrar a Dios con silogismos. La fe es un salto hacia el misterio, y solo en ese salto se alcanza la verdadera comprensión.

Leonardo de Peñafiel: La filosofía escolástica nos ha enseñado que el conocimiento se fundamenta en la naturaleza del ser. Pero la autoridad y la justicia no son abstracciones: deben responder al bien común.

Guamán Poma de Ayala: ¡No podemos confiar en la razón para gobernar un pueblo! La historia es un ciclo que debe respetarse. La restauración del orden es más importante que la especulación filosófica.

Antonio Ruiz de Montoya: ¿Y no han considerado que el conocimiento de Dios viene desde dentro? La unión mística con la divinidad es una sabiduría superior a la filosofía. El alma debe recorrer un camino hacia la luz, como lo han hecho los moradores tempranos de la gloria.

 

Cuarto eje: El destino del Perú

Juan Santacruz Pachacuti: El Perú debe preservar sus raíces. No podemos perder la identidad por una fe impuesta. Lo indígena tiene su propia verdad, y esta debe defenderse.

Inca Garcilaso: Pero la fe cristiana no es una imposición. Es una revelación que ilumina aquello que ya existía en nuestra razón natural. No debemos rechazar la verdad por orgullo.

Leonardo de Peñafiel: El futuro del Perú no puede estar atado al imperio. Si el pueblo decide autogobernarse, tiene derecho a hacerlo. No hay autoridad sin consentimiento de la sociedad.

Guamán Poma de Ayala: No podemos entregar el gobierno al pueblo sin preservar la jerarquía sagrada. Sin estructura, solo hay caos. La restauración del antiguo orden es la clave.

Antonio Ruiz de Montoya: Ninguno de ustedes habla del amor. La justicia sin amor es inútil. Lo he visto en las reducciones: cuando los indígenas encuentran a Dios en su corazón, el mundo encuentra la paz. El destino del Perú no es solo político ni filosófico, sino espiritual.

 

Epílogo: La luz que persiste

Las voces se apagan en un instante de reflexión. Cada uno ha expuesto su visión, sus verdades. Pero al final, ¿qué es el Perú? ¿Una síntesis mestiza, una restauración indígena, una revelación providencial, un pacto social, un camino místico? La historia sigue su curso, pero el pensamiento de estos hombres continúa vibrando en la memoria del tiempo.

 

TERCER DIÁLOGO

Escena: La última conversación

Los seis personajes han debatido intensamente sobre la historia, la justicia y la fe. Ahora, reunidos en el mismo recinto, su conversación se dirige a una cuestión final: ¿Cuál es el destino de esta tierra? Cada uno, con su visión y experiencia, expone su última reflexión.

 

Primer eje: El poder y la autonomía del Perú

Leonardo de Peñafiel: La autoridad no es un mandato divino, sino un pacto social. Si el pueblo decide autogobernarse, tiene derecho a la soberanía. La historia demuestra que ningún sistema es legítimo sin el consentimiento de sus gobernados.

Inca Garcilaso: Pero el pueblo debe comprender su herencia mestiza. La grandeza del Perú está en la unión de sus raíces indígenas y cristianas. No debemos separar lo que ha sido entrelazado por la Providencia.

Guamán Poma de Ayala: Mestizaje es corrupción del orden. El Perú no debe gobernarse a través de una mezcla caótica de tradiciones. Solo la restauración del gobierno indígena, bajo la autoridad del rey español, puede preservar la justicia.

Juan Santacruz Pachacuti: La historia no se puede revertir. Ni el mestizaje ni la autonomía absoluta son la solución. Lo que debemos buscar es una identidad propia, una síntesis que no destruya nuestras raíces.

Fray Jerónimo de Valera: Ningún gobierno es legítimo si se impone con fuerza. La voluntad humana es libre y debe ser respetada. Lo que importa no es el poder en sí, sino el buen uso del poder.

Antonio Ruiz de Montoya: La verdadera justicia no está en leyes ni en sistemas políticos. La justicia se vive en el alma, en la comunión con Dios. He visto en las reducciones guaraníes lo que significa una sociedad basada en el amor.

 

Segundo eje: La filosofía, la fe y el conocimiento

Inca Garcilaso: La razón es nuestra mayor herramienta. Los amautas fueron filósofos que rastrearon la verdad. No podemos rechazar la filosofía, porque sin ella no hay claridad en el conocimiento.

Guamán Poma de Ayala: Pero la razón no puede gobernar la historia. La verdad está en los ciclos del mundo, y solo la restauración del orden puede devolver la armonía.

Fray Jerónimo de Valera: La razón es insuficiente para alcanzar la verdad de Dios. La fe es práctica, no especulativa. Solo en la contemplación de la voluntad divina se encuentra el sentido último de la existencia.

Leonardo de Peñafiel: El conocimiento filosófico es necesario, pero debe responder al bien común. La justicia y la política no pueden depender únicamente de la fe o la razón, sino de la estructura que garantice el bienestar del pueblo.

Antonio Ruiz de Montoya: ¿Y han pensado que el conocimiento de Dios no proviene de la lógica, sino del fuego interior? La unión mística con la divinidad es una sabiduría que trasciende la razón. La verdadera filosofía es el amor.

Juan Santacruz Pachacuti: Sin embargo, la cosmovisión andina ya contenía una idea del orden sagrado. Nuestro conocimiento no necesita ser transformado por el cristianismo. Debe ser reconocido en su propia grandeza.

 

Tercer eje: El destino del Perú

Guamán Poma de Ayala: El Perú debe recuperar su identidad indígena. La justicia no puede ser alcanzada si no respetamos el orden sagrado. Un gobierno indígena cristiano puede restaurar la armonía.

Inca Garcilaso: Pero el Perú ya no es solo indígena, ni solo español. Es mestizo, y esa es su verdadera esencia. Su destino está en la fusión de sus raíces.

Leonardo de Peñafiel: Y sin embargo, ¿qué es el destino sino una construcción humana? La sociedad puede decidir qué camino tomar. La historia no está escrita por la Providencia, sino por la voluntad del pueblo.

Fray Jerónimo de Valera: La historia no es determinista. La fe es un acto de libertad. El Perú debe decidir su propio camino, pero siempre en comunión con Dios.

Juan Santacruz Pachacuti: La autonomía es necesaria, pero no podemos olvidar nuestra espiritualidad. Si abandonamos nuestras creencias, perdemos el sentido de nuestra existencia.

Antonio Ruiz de Montoya: Ninguno de ustedes menciona el amor. El destino del Perú no está solo en su historia, en su filosofía o en su política. Su destino está en su alma, en su comunión con Dios, en la vida contemplativa.

 

Epílogo

Los seis pensadores han dialogado. El destino del Perú sigue siendo una pregunta abierta. ¿Mestizaje o restauración indígena? ¿Providencia o razón? ¿Autonomía política o justicia espiritual?

 

CUARTO DIÁLOGO

Justicia y el destino del Perú

Escena: La confrontación final

El espacio simbólico donde han debatido los pensadores recibe a dos nuevas voces. Bartolomé de las Casas, con su defensa apasionada de los derechos indígenas, y Ginés de Sepúlveda, quien argumenta la necesidad de intervención militar para civilizar a los pueblos indígenas.

Sepúlveda (con firmeza):“La historia nos ha enseñado que la civilización es el único camino hacia el progreso. ¿Cómo puede construirse un orden justo si los pueblos bárbaros siguen sumidos en el atraso, esclavos de sus supersticiones y desprovistos de razón? La intervención militar no es una elección, sino una necesidad: el hierro pule lo tosco, y solo bajo la tutela de una autoridad superior pueden estos hombres alcanzar su verdadera humanidad.”

De las Casas (iracundo, golpeando la mesa con la palma abierta):

“¿¡Bárbaros!? ¡Llamáis bárbaros a quienes han tejido sociedades más antiguas que vuestra propia arrogancia! La injusticia no nace del desorden de los pueblos originarios, sino de vuestra hambre de poder, de vuestra insaciable codicia envuelta en la retórica de la civilización. ¡No hay justicia en el dominio violento, solo sangre y ruinas! La espada no educa, solo impone, y la razón no florece donde el temor la sofoca.”

Sepúlveda (con sarcasmo): “La compasión mal dirigida debilita la estructura de un reino. No hay justicia sin jerarquía, y ningún pueblo puede alcanzar la grandeza si primero no se somete al orden de lo superior. ¿Acaso olvidáis que la razón es lo que distingue al hombre del bruto? ¿Y qué se hace con quien rechaza la razón? Se le educa por la fuerza. Para que haya justicia, debe haber civilización. Y para que haya civilización, a veces debe haber guerra.”

De las Casas (con fuego en la mirada): “Habéis convertido la conquista en un juego de justificaciones. Habéis llamado virtud a la masacre, progreso a la esclavitud, derecho divino al saqueo. ¿Decís que civilizáis, pero destruís! ¿Decís que enseñáis, pero imponéis! ¿Dónde está la justicia en la humillación de un pueblo? ¿Dónde está el derecho en el exterminio? ¡Habéis sumergido América en un océano de hierro y sangre y aún os atrevéis a llamarlo civilización!”

Los demás pensadores observan el duelo verbal, pero José Carlos Mariátegui decide intervenir, con la voz grave y pausada de quien ha meditado mucho sobre el conflicto.

Mariátegui: “La disputa entre vosotros es la disputa que ha marcado el destino del Perú desde su primer día. No es solo un choque de ideologías, sino una disyuntiva histórica aún inconclusa. El debate sobre justicia y civilización no es un eco del pasado; es la raíz misma de nuestra crisis presente. De las Casas representa la dignidad negada, el hombre peruano que lucha por su identidad. Sepúlveda, en cambio, encarna el principio dominante, la fuerza que ha moldeado con violencia el rostro de nuestra historia.”

Ginés de Sepúlveda se cruza de brazos, desafiante. Bartolomé de las Casas respira hondo, con el peso de siglos en su mirada. El espacio simbólico se llena de murmullos de los pensadores que ahora comprenden el verdadero problema: No es solo un debate sobre el pasado. Es una pregunta urgente sobre el destino del Perú.

III

 

Reforma o Revolución: El pensamiento criollo e indígena

 en la forja de la independencia

 

 

 

PRIMER DIÁLOGO

Escolástica, libertad y crisis del pensamiento moderno: diálogo entre Olea, Aguilar, Avendaño y Medrano

Este primer diálogo reúne las voces de cuatro grandes pensadores del neotomismo virreinal en el Perú. Nicolás de Olea, José de Aguilar, Diego de Avendaño y Juan de Espinoza Medrano debaten sobre la ontología, la relación entre la libertad humana y la providencia divina, la evangelización en América y la amenaza del pensamiento moderno. A través de su conversación, se pone de manifiesto la tensión entre tradición y modernidad, entre la metafísica escolástica y el avance del racionalismo europeo.

Cada sección del diálogo aborda un eje temático que permite explorar la profundidad de su pensamiento y el impacto de sus ideas en la sociedad colonial. En este intercambio de ideas, se plantea una defensa de la verdad filosófica frente a los peligros del relativismo, el nominalismo y la disolución del orden metafísico clásico.

 

1. Ontología y metafísica: la materia, la existencia y la verdad

La conversación inicia con Nicolás de Olea, quien expone su teoría sobre la materia prima como principio de transformación sustancial. Olea, influenciado por la escolástica aristotélico-tomista, plantea que la materia y la forma no son opuestos absolutos, sino complementarios en el proceso de generación. Juan de Espinoza Medrano interviene, pero no para debatir sobre física o cosmología, sino para advertir sobre el peligro que representa el nominalismo en la crisis del pensamiento europeo.

 

Olea: “La materia prima es la potencia fundamental de la transformación. No podemos seguir creyendo que el universo es estático, sino que debe verse como algo en constante actualización. La materia no es sólo receptora de la forma, sino que tiene cierta autonomía.”

Medrano: “Pero aquí radica el problema de la modernidad: si reducimos el ser a categorías físicas y prescindimos del fundamento ontológico, el pensamiento termina desgajándose en un relativismo mortal. La crisis nominalista en Europa ha puesto la existencia al servicio del pensamiento. ¡No podemos permitirlo!”

Aguilar: “La filosofía escolástica debe integrar el progreso sin perder su esencia. Olea, entiendo tu planteamiento, pero Medrano tiene razón en su advertencia. ¿Dónde queda la realidad última si desplazamos la metafísica en favor de una interpretación que privilegia la epistemología sobre la ontología?”

Avendaño: “Más aún, si aceptamos que el ser depende del pensamiento, ¿qué impide que la justicia misma se vea reducida a un juego de percepciones y manipulaciones? No sólo estamos discutiendo conceptos, sino el futuro de la sociedad colonial.”

 

2. Libertad y determinismo: la voluntad humana y la providencia divina

La discusión gira hacia la cuestión del libre albedrío y la omnisciencia divina. José de Aguilar introduce el concepto de los futuribles en la ciencia media de Molina, donde Dios conoce todas las posibles elecciones humanas sin determinar su resultado. Diego de Avendaño reflexiona sobre la relación entre esta doctrina y la administración de justicia en el Virreinato.

 

Aguilar: “Dios no impone la voluntad al hombre; en cambio, coopera con su libertad. Los futuribles condicionados muestran que Dios conoce lo que elegiríamos en cada circunstancia posible, pero no nos fuerza a decidir. ¿No es esto la perfecta armonía entre providencia y autonomía?”

Avendaño: “Concuerdo contigo, Aguilar. Y sin embargo, si aceptamos la libertad del hombre, esto tiene implicaciones en la sociedad. No podemos justificar la esclavitud ni la mita, pues sería negar el derecho natural de los pueblos originarios.”

Medrano: “Pero aquí radica el error de la modernidad: creer que la libertad humana puede desligarse de la verdad metafísica. Si todo es posible, si todo depende de condiciones externas, el hombre se vuelve vulnerable ante las manipulaciones del poder.”

Olea: “No obstante, Medrano, la realidad no puede reducirse a conceptos fijos. La materia misma nos muestra que el cambio es inherente a la existencia. Así como el universo no es un bloque inmóvil, tampoco el pensamiento debe estancarse.”

 

3. Evangelización y política virreinal: ¿religión o imposición?

Ahora el diálogo se enfoca en la labor evangelizadora en América. Aguilar, más moderado, defiende una evangelización sin violencia, mientras que Avendaño se pronuncia contra las prácticas brutales de extirpación de idolatrías. Medrano, en su visión crítica del nominalismo, argumenta que la crisis del pensamiento europeo contribuyó a justificar estos abusos.

Aguilar: “La evangelización no puede ser imposición. La fe debe ser propuesta de manera que el indígena decida libremente. Forzar la conversión es traicionar la enseñanza cristiana.”

Avendaño: “Sin embargo, las estructuras coloniales continúan oprimiendo a los pueblos originarios. La doctrina debe aplicarse en la justicia: condeno la esclavitud, pero también el tributo obligatorio para los indios en la mita.”

Medrano: “La crisis de pensamiento que afecta a Europa ha facilitado la dominación colonial. Si la verdad es relativa, entonces el poder puede redefinirla a su conveniencia. La evangelización debería ser una guía para la dignidad, no una excusa para la opresión.”

Olea: “Pero ¿cómo transformar una estructura tan arraigada en el Virreinato? Si los gobernantes no reconocen estos principios filosóficos, ¿cómo podemos esperar justicia?”

 

4. Crisis filosófica y el avance de la ciencia moderna

El diálogo culmina en un debate sobre el impacto del racionalismo y la ciencia experimental en el pensamiento escolástico. Olea propone una conciliación entre escolástica y ciencia, mientras que Medrano advierte sobre los riesgos de la pérdida de fundamentos ontológicos. Aguilar y Avendaño buscan un punto medio, aceptando la necesidad de evolución sin sacrificar la verdad.

 

Olea: “La filosofía debe evolucionar con la ciencia. No podemos ignorar los avances en astronomía y física. Debemos integrar conocimiento moderno sin perder nuestra esencia.”

Medrano: “Pero el peligro es evidente: si dejamos que la razón humana se convierta en fundamento absoluto, la metafísica quedará desplazada. Ya vemos cómo el nominalismo relativista ha destruido certezas filosóficas en Europa.”

Aguilar: “Quizá la solución no sea rechazar el conocimiento moderno, sino asegurarnos de que no contradiga la enseñanza cristiana. La razón y la fe pueden coexistir.”

Avendaño: “Además, aplicar este equilibrio en la justicia es clave. Sin una filosofía que respalde la dignidad humana, la razón se convierte en un instrumento para el poder, no en una herramienta para la verdad.”

Conclusión

Este diálogo muestra cómo estos cuatro pensadores abordaban los desafíos filosóficos, teológicos y políticos de su tiempo. Olea busca integrar ciencia y metafísica, Aguilar defiende el libre albedrío, Avendaño promueve la justicia social y Medrano advierte sobre los peligros del relativismo. Juntos reflejan el neotomismo virreinal y su lucha por la verdad en un tiempo de cambios.

 

SEGUNDO DIÁLOGO

La Ilustración y su impacto en América:

Ciencia, Filosofía y Reforma

Escena: Un salón de debates en Lima. Es una noche de discusión en el siglo XVIII, en una mesa de madera iluminada por candelabros. Los cinco pensadores más influyentes del Virreinato intercambian ideas sobre el rumbo del conocimiento y la sociedad en América.

 

1. Razón, cálculo y belleza: La tensión entre el barroco y la ilustración

Peralta Barnuevo: “La belleza no es opuesta a la razón, sino su reflejo. El arte no debe ser mero embellecimiento vacío, sino un vehículo para la verdad. Mi obra busca unir la grandiosidad del barroco con el rigor del pensamiento racional.”

Llano Zapata: “Pero la razón no debe perderse en la ornamentación. La Ilustración exige claridad y precisión. No podemos permitir que el gongorismo barroco diluya el impulso científico que el Perú necesita.”

Celis: “La poesía no es enemiga del conocimiento. En mi Filosofía de las Costumbres, demuestro que la razón y la estética pueden caminar juntas. El peligro radica en los libertinos que tergiversan la filosofía para justificar el desenfreno.”

Bueno: “Concuerdo en que el lenguaje debe ser claro, pero también que la razón no puede apartarse de la fe. La física newtoniana nos da herramientas para entender la naturaleza, pero no puede sustituir la verdad divina.”

Chávez de la Rosa: “La claridad es esencial, pero el conocimiento también debe estar al servicio de la moral y la justicia. La razón debe elevar al hombre, no desviarlo de la virtud.”

 

2. Ciencia y religión: Newton en el Virreinato

Bueno: “La doctrina de Newton marca un antes y un después en la comprensión del cosmos. La física moderna nos da una nueva forma de leer el universo. Sin embargo, nunca debe separarse de la metafísica, porque el orden del mundo es reflejo de la voluntad divina.”

 

Celis: “Exactamente. Newton ha cambiado la manera en que vemos la naturaleza, pero esto no implica que Dios quede fuera de nuestra comprensión del mundo. En la colonia, la ciencia sigue al servicio de la verdad teológica.”

Llano Zapata: “La ciencia debe avanzar sin miedo. Newton, Copérnico, Galileo… todos han roto con dogmas antiguos. ¿Por qué tememos tanto el progreso? La educación debe liberar la mente, no aprisionarla en viejas disputas.”

Peralta Barnuevo: “Pero la educación no es una ruptura, sino una evolución. Mi trabajo busca incorporar el pensamiento científico sin abandonar la tradición cristiana. El Perú no puede ser un simple reflejo de Europa. Debe construir su propio camino.”

Chávez de la Rosa: “La ciencia sí, pero la educación moral jamás debe perderse. No podemos formar sabios que carezcan de principios. La reforma eclesiástica debe ir de la mano con el desarrollo intelectual.”

3. Reforma educativa y transmisión del conocimiento

Llano Zapata: “Hemos hablado mucho de ideas, pero ¿qué hemos hecho en la práctica? La educación en el Perú sigue dominada por el escolasticismo rígido. Yo propuse una Academia de Ciencias y una Biblioteca Pública, pero ¿dónde están?”

Peralta Barnuevo: “Hay resistencias al cambio, pero no debemos rendirnos. En mi tiempo como rector de San Marcos, impulsé el estudio de la ciencia y las matemáticas, buscando modernizar la enseñanza.”

Celis: “Los colegios y universidades tienen que renovarse, pero con prudencia. Hay doctrinas peligrosas que buscan minar la moral del pueblo. La educación no debe ser solo técnica, sino también ética.”

Bueno: “La ciencia debe ser enseñada con rigor, pero sin abandonar la cosmovisión cristiana. En mi labor como Cosmógrafo Mayor, promoví el estudio de la medicina, las matemáticas y la astronomía dentro de un marco moral.”

Chávez de la Rosa: “La educación es clave, pero si los colegios y seminarios no inculcan principios, de nada sirve el conocimiento. Por eso reformé el Seminario de San Jerónimo: los futuros sacerdotes deben ser verdaderos guías espirituales, no solo eruditos.”

 

4. Justicia social y el regalismo borbónico

Peralta Barnuevo: “El rey debe ser el garante del orden y la justicia. Sin embargo, el sistema colonial ha generado desigualdades que requieren solución. Las riquezas del Perú no pueden ser meros tributos para la Corona.”

Bueno: “Exacto. He estudiado las enfermedades del pueblo y la pobreza que los aqueja. La ciencia no solo debe servir para el conocimiento, sino también para mejorar la calidad de vida de los peruanos.”

Llano Zapata: “La administración colonial está llena de corrupción. Los indígenas y criollos merecen oportunidades reales, pero aún estamos atados a estructuras rígidas. Es urgente una reforma más profunda.”

Celis: “La reforma sí, pero sin radicalismos. La estabilidad del reino es fundamental. No podemos caer en el caos por el afán de cambio.”

Chávez de la Rosa: “El problema no es solo económico, sino moral. Sin justicia, la sociedad se desmorona. En mi tiempo como obispo, enfrenté los excesos eclesiásticos porque el clero debe ser ejemplo de rectitud.”

Conclusión

El diálogo entre estos pensadores muestra la riqueza del pensamiento ilustrado en el Virreinato del Perú. Cada uno de ellos aporta una perspectiva única, desde la visión estética de Peralta, el rigor científico de Bueno, la crítica educativa de Llano Zapata, la defensa moral de Celis y el reformismo eclesiástico de Chávez de la Rosa. Juntos construyen un panorama de ideas que revela cómo la Ilustración en América buscó integrar la ciencia, la educación y la fe en una sociedad que se preparaba para el cambio.

 

TERCER DIÁLOGO

Revolución, reforma y soberanía: El debate entre el pensamiento indígena y criollo en la independencia del Perú

Escena: En una mesa extensa, iluminada por candelabros, se reúnen los grandes pensadores que marcaron el final del Virreinato del Perú y el inicio de la independencia. La conversación gira en torno al destino del país y la lucha por la emancipación.

 

1. Independencia: ¿ruptura o reforma?

Túpac Amaru II: “No deseo la caída del rey de España, sino que el gobierno del Virreinato se transforme en uno justo. Los indígenas han sido explotados, y es mi deber como hijo del Perú exigir el fin de la mita y de los abusos de los corregidores. Si el monarca escucha nuestras súplicas, podremos vivir en paz.”

Rodríguez de Mendoza: “La independencia es necesaria, pero el camino pasa por la educación y el despertar de la conciencia criolla. La reforma de San Carlos buscó sembrar los principios de libertad en las mentes de los jóvenes, formando dirigentes capaces de conducir el país.”

Baquíjano y Carrillo: “La independencia debe ser un proceso racional. No podemos destruir el orden sin construir antes una alternativa estable. España ha cometido abusos, sí, pero aún puede gobernar con justicia si adopta reformas ilustradas.”

Viscardo y Guzmán: “La verdadera traición de España ha sido su absolutismo. Nos ha tratado como colonias explotadas, sin derecho a decidir nuestro destino. La independencia es nuestro derecho, pero debe construirse con orden, no con caos.”

Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el camino está en la monarquía constitucional, donde la soberanía reside en la nación. Pero si España se niega a reconocer el derecho de los americanos, la ruptura será inevitable.”

Unanue: “Antes de pensar en independencia, debemos preguntarnos quiénes gobernarán el país. El Perú no puede quedar en manos de la ignorancia. La ciencia, la educación y la identidad nacional son claves para nuestro futuro.”

Túpac Amaru II: “Pero la Corona nos ha dado la espalda. He pedido justicia y he sido ignorado. No podemos esperar más: si el gobierno no cambia, entonces el Perú debe tomar su destino en sus propias manos.”

2. El rol de la élite criolla y los indígenas

Túpac Amaru II: “En mi lucha, los indígenas han sido el corazón del movimiento. No quiero la guerra entre criollos e indios, sino la unión de los nacidos en estas tierras bajo un gobierno justo. Si los criollos desean la independencia, ¿por qué no consideran también la justicia para los indígenas?”

 

Baquíjano y Carrillo: “El problema es que el indígena aún no está preparado para gobernar. Necesita educación, cristianización y civilización antes de asumir responsabilidades en la república.”

Rodríguez de Mendoza: “Ese pensamiento es lo que ha perpetuado la injusticia. Si la independencia no integra a todos los ciudadanos, entonces no será una verdadera transformación. La educación es el camino para construir igualdad.”

Unanue: “La cultura y la identidad deben ser promovidas, pero es cierto que la estructura de gobierno debe mantenerse estable. El progreso depende del orden.”

Viscardo y Guzmán: “Si América sigue bajo la autoridad de los europeos, nunca será libre. El indígena y el criollo deben formar una nación unida, sin distinción entre los nacidos en estas tierras.”

 

3. Ciencia, religión y nacionalismo

Unanue: “El clima, la geografía y el paisaje del Perú nos han dado identidad. No somos inferiores a los europeos, como algunos afirman. La ciencia nos permitirá conocer nuestro país y construir una nación sólida, basada en el conocimiento.”

Viscardo y Guzmán: “La libertad no es solo política, sino espiritual. España ha impuesto su modelo, pero el cristianismo verdadero no es opresión, sino justicia. Debemos restaurar el sentido puro del evangelio.”

Morales Duárez: “La religión y la moral son pilares fundamentales. Sin principios, una nación se derrumba. La independencia debe construirse sobre valores, no solo sobre ideales políticos.”

Rodríguez de Mendoza: “La ilustración nos ha enseñado que el conocimiento es la base de la emancipación. La educación debe ser el motor del Perú, sin abandonar nuestra tradición.”

4. Modelos de gobierno: República vs. Monarquía

Túpac Amaru II: “En un comienzo no buscaba la ruptura con el rey, pero ¿cómo esperar justicia de un monarca que nos ha despreciado? Si el gobierno colonial no nos reconoce como iguales, entonces el pueblo peruano debe asumir su propio destino. No necesitamos una monarquía extranjera, sino recuperar nuestro propio gobierno.”

Baquíjano y Carrillo: “España puede adoptar una monarquía constitucional, donde los derechos de los peruanos sean respetados sin necesidad de una ruptura total.”

Viscardo y Guzmán: “La independencia sí, pero con orden. Un gobierno estable basado en leyes justas será mejor que el caos de una revolución.”

Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede residir en el pueblo sin destruir la estructura política. La república es una opción, pero la monarquía constitucional también puede funcionar.”

Rodríguez de Mendoza: “Si el pueblo no tiene voz, la independencia es una farsa. Debemos luchar por un sistema que realmente represente a los ciudadanos, no por un gobierno impuesto desde arriba.”

Conclusión

El debate entre estos pensadores revela las profundas diferencias sobre el destino del Perú. Túpac Amaru II inicia como reformista, pero al ser ignorado por la Corona, adopta una postura más radical hacia la independencia. Baquíjano, Viscardo y Morales Duárez buscan una independencia moderada y constitucional. Rodríguez de Mendoza representa el puente entre educación y emancipación, y Unanue aporta la visión científica de la identidad nacional. Juntos, estos pensadores construyen el pensamiento crítico que guió la independencia del Perú.

 

DIÁLOGO FINAL

El destino del Perú: reforma, revolución y construcción de la independencia

Escena: En una gran sala iluminada por candelabros, se reúnen los grandes pensadores que marcaron el Virreinato y la independencia del Perú. A medida que la conversación avanza, se confrontan ideas sobre reforma, revolución, ciencia, religión y el futuro de la nación.

 

1. ¿Reforma o ruptura?

Peralta Barnuevo: “El Virreinato necesita modernizarse. La ciencia, el cálculo y la razón pueden mejorar la administración colonial sin necesidad de una ruptura total con España.”

Cosme Bueno: “Las reformas científicas y educativas son la clave del progreso. Sin embargo, el conocimiento debe ir acompañado de justicia. De nada sirve el saber si el pueblo sigue oprimido.”

Llano Zapata: “No basta con mejorar la administración. La independencia es inevitable, porque el sistema colonial es estructuralmente injusto. El poder debe residir en quienes realmente comprenden la realidad americana.”

Isidoro de Celis: “Pero debemos evitar el caos. La educación y las reformas deben ser graduales. ¿Podemos realmente construir una nueva nación sin caer en la anarquía?”

Chávez de la Rosa: “El problema no es solo político, sino moral. La corrupción y la desigualdad han desangrado el país. La independencia no debe ser solo una cuestión de gobierno, sino de justicia y orden.”

Túpac Amaru II: “Al principio, solo quise justicia para los indígenas, pero la indiferencia de España me demostró que el cambio debía ser radical. Si el rey nos ha dado la espalda, debemos tomar el destino en nuestras manos.”

Rodríguez de Mendoza: “La educación es el arma más poderosa para liberar a un pueblo. No podemos simplemente destruir el sistema sin antes preparar a quienes liderarán la nueva nación.”

Baquíjano y Carrillo: “La independencia es necesaria, sí, pero sin destruir la estructura política. Una monarquía constitucional permitiría establecer una nueva relación con España.”

Unanue: “El Perú necesita orden y conocimiento. La ciencia y la educación deben guiar nuestro camino, pero la soberanía es la única manera de desarrollarnos sin depender de los intereses europeos.”

Viscardo y Guzmán: “La independencia debe construirse sobre bases cristianas. No podemos repetir los errores de la monarquía absoluta, pero tampoco debemos caer en el fanatismo revolucionario.”

Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede residir en la nación sin necesidad de destruir la monarquía. Pero si España no reconoce nuestros derechos, no queda más opción que la ruptura.”

 

2. La identidad nacional y el rol de la ciencia

Peralta Barnuevo: “El Perú debe reconocer su grandeza. Desde la literatura hasta la astronomía, nuestra identidad se construye a partir del conocimiento.”

Cosme Bueno: “La ciencia no solo define nuestra identidad, sino también nuestras capacidades para gobernarnos. No somos inferiores a Europa. Nuestro territorio tiene recursos y nuestra gente tiene talento.”

Llano Zapata: “Es cierto, pero el conocimiento debe aplicarse a la construcción de un gobierno justo. Si seguimos la lógica europea sin adaptar nuestro pensamiento a la realidad americana, estaremos perdiendo nuestra oportunidad.”

Unanue: “Nuestro clima, nuestro suelo, nuestra gente, todo lo que nos rodea nos hace únicos. La ciencia debe ser usada para fortalecer la identidad nacional y entender nuestro país como una nación independiente.”

Viscardo y Guzmán: “Pero el conocimiento sin principios morales es peligroso. La ciencia puede iluminar la razón, pero la religión debe guiar el espíritu del pueblo.”

 

3. Justicia, religión y política

Chávez de la Rosa: “Sin justicia, la independencia será una farsa. La nueva nación no puede basarse solo en un cambio de poder. Debemos erradicar la corrupción y fortalecer la moral.”

Isidoro de Celis: “Pero debemos ser cautelosos. Si la independencia se basa únicamente en ideas ilustradas sin fundamentos espirituales, perderemos el equilibrio entre razón y fe.”

Baquíjano y Carrillo: “La religión y el gobierno deben caminar juntos. España nos ha dejado una tradición cristiana, y esa misma tradición puede guiarnos hacia una nueva era sin necesidad de destruirlo todo.”

Rodríguez de Mendoza: “Pero la fe no debe ser un obstáculo para el pensamiento libre. Si queremos un país verdaderamente independiente, debemos dejar atrás los dogmas que impiden el progreso.”

Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz intentaron conciliar el liberalismo con el cristianismo. Creo que podemos crear una nación donde la libertad y la moral convivan sin enfrentarse.”

Túpac Amaru II: “Mi lucha nació de la injusticia. No quiero una guerra de fe, pero si la religión se usa para oprimir, entonces debemos replantearnos nuestra relación con ella.”

 

4. Modelos de gobierno: República, Monarquía

o Restauración Incaica

Túpac Amaru II: “Nuestra tierra no necesita un rey extranjero. El gobierno debe pertenecer a quienes han nacido aquí. La restauración del gobierno inca no sería un retorno al pasado, sino una forma de asegurar que el pueblo tome el poder.”

Baquíjano y Carrillo: “Debemos mantener la estabilidad. La independencia puede lograrse sin destruir completamente la monarquía. Una monarquía constitucional permitiría una transición más segura.”

Viscardo y Guzmán: “La independencia sí, pero con orden. Un gobierno estable basado en leyes justas será mejor que el caos de una revolución.”

Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede residir en el pueblo sin destruir la estructura política. La república es una opción, pero la monarquía constitucional también puede funcionar.”

Rodríguez de Mendoza: “Si el pueblo no tiene voz, la independencia es una farsa. Debemos luchar por un sistema que realmente represente a los ciudadanos, no por un gobierno impuesto desde arriba.”

Unanue: “Lo importante no es si es monarquía o república, sino que el Perú tenga un gobierno basado en el conocimiento, el orden y la justicia.”

 

Conclusión

Este Diálogo Final reúne las tensiones intelectuales de una era. Los ilustrados buscan el progreso a través del conocimiento, los reformistas desean cambios graduales, y los revolucionarios piden una transformación total.

Túpac Amaru II representa la lucha indígena contra la injusticia. Rodríguez de Mendoza y Morales Duárez abogan por una transformación política basada en la educación y la institucionalidad. Baquíjano y Carrillo y Viscardo y Guzmán proponen una independencia ordenada dentro de una monarquía constitucional. Unanue, Bueno y Llano Zapata destacan el papel de la ciencia y la identidad nacional en la construcción de la república. Chávez de la Rosa y Celis insisten en la importancia de la moral y la religión como pilares del nuevo gobierno.

Así, el Perú se debate entre la evolución y la revolución, entre la estabilidad y la transformación, entre la razón y la fe. La independencia no será solo una lucha militar, sino una batalla de ideas.

Post Data.- Los presentes diálogos han sido elaborados sobre la base del contenido del Tomo II de mi libro "El Espíritu de la Filosofía Peruana Virreynal"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IV

 

El Perú en busca de su destino: Identidad, orden y revolución en el pensamiento filosófico

 

1. La Identidad y el Futuro del Perú: Un Debate Filosófico entre Unanue, Baquíjano y Carrillo y Rodríguez de Mendoza

 

Escenario: En un salón iluminado por candelabros, tres de los más influyentes pensadores de la Ilustración peruana se reúnen para discutir el destino de la nación. Hipólito Unanue, José Baquíjano y Carrillo, y Toribio Rodríguez de Mendoza confrontan sus visiones sobre la identidad del Perú, la ciencia, la educación y el modelo de gobierno que debe guiar su desarrollo.

Primer eje: ¿Cuál es la verdadera identidad del Perú?

Unanue: "El Perú no es solo un territorio, sino una unidad orgánica determinada por su geografía y su riqueza natural. Su identidad debe entenderse desde la ciencia, desde la observación de su tierra y su clima, pues es en la naturaleza donde encontramos el carácter de un pueblo. Nuestra misión es revelar el Perú desde el conocimiento."

Baquíjano y Carrillo: "La identidad del Perú no puede depender solo de su tierra. Somos una nación con una historia y una cultura que han sido moldeadas por el encuentro entre lo indígena y lo hispánico. Nuestra esencia debe construirse desde la razón y el reconocimiento de nuestra tradición, pero sin caer en el dogmatismo."

Rodríguez de Mendoza: "El Perú es, ante todo, un país que debe forjar su propia identidad a través de la educación. Solo a través del conocimiento podremos definirnos y alejarnos de la ignorancia que ha paralizado nuestra evolución. Si queremos entendernos como nación, debemos comenzar por formar ciudadanos capaces de pensar por sí mismos."

Segundo eje: ¿Debe la ciencia ser el fundamento del progreso peruano?

Unanue: "Sin duda alguna. La ciencia no es un lujo, sino una necesidad para el desarrollo de una nación. Debemos entender la naturaleza, la medicina, la estructura del universo para poder avanzar. No podemos depender de la tradición ciega; la observación, el estudio y el método son nuestras mejores herramientas."

Baquíjano y Carrillo: "La ciencia es esencial, pero no es el único pilar del progreso. Sin principios morales y sin un gobierno justo, el conocimiento carece de sentido. No basta con entender el mundo físico si no entendemos la justicia, el derecho y la filosofía que guían nuestra sociedad."

Rodríguez de Mendoza: "La ciencia es el motor del cambio, pero necesita una estructura que la impulse. Si el pueblo no es educado, el conocimiento quedará en manos de unos pocos y el país seguirá en la miseria. La ciencia es el camino, sí, pero la educación es la que debe abrirlo."

Tercer eje: ¿Cuál es el modelo de gobierno que debe seguir el Perú?

Unanue: "El orden es esencial para el progreso. Un gobierno basado en el conocimiento y la planificación puede asegurar el bienestar de la nación. No podemos dejar nuestro destino al azar ni permitir que la ignorancia gobierne."

Baquíjano y Carrillo: "La mejor forma de gobierno es aquella que garantice los derechos de todos. Un modelo constitucional puede ser la clave para equilibrar autoridad y libertad. La nación debe construirse sobre instituciones sólidas, pero también sobre el respeto a la razón."

Rodríguez de Mendoza: "Si el pueblo no es educado, cualquier modelo de gobierno fracasará. No basta con leyes o estructuras políticas si la población sigue sumida en la ignorancia. La clave no está solo en la forma de gobierno, sino en la capacidad del pueblo para sostenerlo con pensamiento crítico."

Conclusión: La Nación en Construcción

Este debate no busca resolver todos los dilemas del Perú, sino evidenciar los pilares fundamentales sobre los cuales debe construirse su futuro: la identidad, la ciencia y la educación. Unanue ve la grandeza del país en su geografía y su conocimiento natural, Baquíjano y Carrillo defiende el equilibrio entre tradición y razón, mientras Rodríguez de Mendoza insiste en la necesidad de formar ciudadanos cultos para sostener cualquier modelo de gobierno.

El Perú no es una nación estática, sino un proyecto en constante evolución. Sus pensadores no solo analizan el presente, sino que plantan las semillas del futuro. Este diálogo sigue abierto, porque mientras haya quienes piensen y discutan, la historia seguirá en movimiento.

 

2. Orden, libertad y tradición: Un debate sobre el destino del Perú

 

Escenario: En un auditorio iluminado por la llama de la discusión intelectual, tres de los más influyentes pensadores del siglo XIX en el Perú confrontan sus visiones sobre el destino de la nación. Benito Laso, el defensor del liberalismo radical y enemigo del conservadurismo, debate con Bartolomé Herrera, firme partidario del orden y la autoridad, y con Pablo González Vigil, quien se alza como puente entre la tradición y el progreso.

Primer eje: ¿Debe el Perú abrazar el liberalismo o sostener sus instituciones tradicionales?

Benito Laso: "¡Basta de ataduras al pasado! El conservadurismo nos mantiene sumidos en la mediocridad y la obediencia ciega. No podemos seguir bajo el yugo de una aristocracia que solo protege sus privilegios. El Perú necesita romper sus cadenas y construir una verdadera nación libre, donde la soberanía emane del pueblo y no de castas parasitarias."

Bartolomé Herrera: "El liberalismo absoluto es el camino hacia el caos. La autoridad no es un enemigo de la libertad, sino su garante. Sin un gobierno fuerte y legítimo, la nación se desmorona. La masa sin rumbo es fácilmente manipulada por intereses ajenos; necesitamos una élite dirigente con capacidad moral y política para encauzar el destino nacional."

Pablo González Vigil: "Debemos evitar los extremos. Ni el liberalismo desenfrenado ni el conservadurismo rígido nos darán estabilidad. El Perú debe avanzar sin destruir sus raíces, adaptando sus instituciones a las nuevas necesidades, pero sin sacrificar el orden. La verdadera libertad no consiste en desmantelar lo existente, sino en perfeccionarlo."

Segundo eje: ¿Cuál es el rol de la religión en la construcción del país?

Benito Laso: "La religión no debe dictar el destino de la nación. El pensamiento clerical ha sido un obstáculo para el progreso. La educación y la política deben separarse de la influencia de la Iglesia, porque solo así podremos formar ciudadanos críticos e independientes. No más supersticiones: necesitamos ciencia, razón y autonomía."

Bartolomé Herrera: "La religión es el fundamento de la moral y el orden. Sin principios religiosos, el pueblo caerá en el materialismo y la corrupción. La Iglesia ha sido el alma del Perú, y su presencia en la vida pública es indispensable. La fe no es enemiga del progreso, sino su guía."

Pablo González Vigil: "La fe y la razón pueden convivir. No podemos rechazar por completo la influencia de la religión, pero tampoco debemos permitir que su dominio ahogue la autonomía del Estado. La educación debe tener un carácter secular, pero sin ser anticlerical, permitiendo un equilibrio entre espiritualidad y pensamiento crítico."

Tercer eje: ¿Cuál debe ser el futuro político del Perú?

Benito Laso: "Una democracia real, donde el pueblo gobierne sin trabas, sin imposiciones de la aristocracia ni de las élites conservadoras. Basta de privilegios. La política debe construirse sobre la voluntad de los ciudadanos, no sobre jerarquías heredadas ni sobre intereses particulares."

Bartolomé Herrera: "El pueblo no siempre sabe lo que es mejor para sí mismo. La democracia sin guía es una sombra peligrosa. Lo que necesitamos es un sistema representativo que garantice la estabilidad y proteja los valores esenciales de nuestra sociedad. La autoridad no es opresión, es salvaguarda."

Pablo González Vigil: "El Perú debe encontrar su propio modelo. No podemos copiar ciegamente lo extranjero ni aferrarnos al pasado. Una república fuerte pero justa, con instituciones sólidas que equilibren orden y participación ciudadana. Ni populismo sin rumbo ni autoritarismo sin libertad: un país que escuche a su gente sin perder su esencia."

Conclusión: Un destino aún por definir

Laso lanza su última ofensiva contra el conservadurismo, insistiendo en que el pueblo debe tomar el control de su destino. Herrera, impasible, defiende la necesidad del orden para evitar el caos. González Vigil se mantiene como mediador, buscando caminos donde la tradición no sea obstáculo, sino complemento del cambio.

Este debate no concluye aquí. Las ideas de estos pensadores siguen latiendo en la historia del Perú, en cada reforma y en cada crisis, en cada decisión que marca el rumbo de la nación. La pregunta sigue abierta: ¿hasta qué punto el Perú debe reinventarse y hasta qué punto debe preservar lo que le ha dado cohesión?

 

3. El Perú entre tradición y revolución: Un diálogo filosófico

 sobre su destino

 

Escenario: En una imponente sala de debates en Lima, cuatro de los más grandes intelectuales del Perú se reúnen para discutir el destino de la nación y su identidad filosófica. Manuel González Prada, Francisco García Calderón, José de la Riva-Agüero y Víctor Andrés Belaunde confrontan sus ideas sobre el rumbo del país.

Primer eje: ¿Cuál es la esencia de la identidad peruana?

Manuel González Prada: "El Perú sigue esclavizado por los vicios del pasado. Su identidad no se ha construido sobre el mérito y la razón, sino sobre la opresión y el conformismo. Basta de mitificar una tradición vacía; la verdadera esencia del Perú debe surgir de la revolución intelectual y el rechazo a la sumisión."

Francisco García Calderón: "La identidad del Perú no puede depender solo de la crítica del pasado. Nuestra esencia yace en la construcción de un modelo político y social que se sostenga sobre el conocimiento y la integración. Somos una nación en busca de equilibrio entre tradición y modernidad."

José de la Riva-Agüero: "El Perú no puede abandonar su raíz hispánica. Nuestra identidad es el producto de la fusión entre la herencia española y la tierra indígena. Negarlo es destruir el alma nacional. La modernidad no puede ser un rechazo absoluto, sino una reinterpretación de nuestro legado. Para asegurar la estabilidad, el país debe estructurar su sociedad sobre un principio de orden y jerarquía, donde las élites naturales y los sectores productivos trabajen en unidad bajo un modelo corporativo que fortalezca la cohesión social y política."

Víctor Andrés Belaunde: "Debemos ver el Perú como una síntesis, una nación mestiza en lo más profundo de su ser. No se trata de elegir entre tradición y modernidad, sino de reconocer que en la convergencia de todas nuestras influencias encontramos la clave de nuestra fortaleza."

Segundo eje: ¿Cómo debe organizarse el país políticamente?

Manuel González Prada: "Mientras persista la dominación de las élites y la falta de educación crítica, el Perú no podrá avanzar. La democracia debe ser real, no un simple disfraz de poder para los mismos de siempre. El pueblo necesita despertar y exigir un cambio radical."

Francisco García Calderón: "Es necesario estructurar el Estado con visión pragmática. La estabilidad política no se logra con discursos incendiarios, sino con instituciones fuertes y una ciudadanía educada. El Perú debe construir un modelo republicano que combine la justicia social con el desarrollo económico."

José de la Riva-Agüero: "Nuestro destino debe respetar la tradición de un orden sólido. No podemos caer en una política caótica ni en un rechazo ciego a nuestra historia. El Estado debe ser garante de estabilidad y continuidad, apoyado en un esquema corporativo que integre a los sectores productivos, evitando el fraccionamiento ideológico y el debilitamiento de la autoridad."

Víctor Andrés Belaunde: "La política peruana debe encontrar su centro en la cooperación. Ni el radicalismo ni el conservadurismo absoluto nos servirán. La armonía es el camino: el Estado debe ser integrador, manteniendo un equilibrio entre el respeto a la tradición y las necesidades del progreso."

Tercer eje: ¿Cuál es el destino del Perú en el mundo?

Manuel González Prada: "El Perú debe liberarse de toda tutela extranjera, en pensamiento y en economía. Nuestra dependencia ha sido la raíz de nuestros males; si queremos un futuro digno, debemos romper con los dogmas impuestos y construir un país que piense por sí mismo."

Francisco García Calderón: "Nuestra inserción en el mundo debe ser estratégica. El Perú tiene el potencial de convertirse en un centro de pensamiento y comercio, pero para ello debemos fortalecer nuestra institucionalidad y nuestra presencia en el ámbito internacional."

José de la Riva-Agüero: "El Perú no puede olvidar su raíz occidental. Nuestro destino debe alinearse con el desarrollo de las naciones que comparten nuestra tradición. La grandeza del Perú no está en su aislamiento, sino en su capacidad de ser un puente entre culturas. La modernidad debe sustentarse en una estructura que preserve la autoridad y la identidad nacional, evitando la fragmentación y el desgobierno."

Víctor Andrés Belaunde: "El Perú no debe ser ni dependiente ni aislado, sino una nación que brille por su identidad propia. Tenemos una riqueza cultural y espiritual única que puede proyectarse al mundo, pero solo si sabemos integrarnos sin renunciar a nuestra esencia."

Conclusión: Un diálogo que sigue abierto

La discusión entre estos intelectuales no ha buscado ofrecer una única respuesta, sino revelar la profundidad de los debates sobre la identidad, la política y el destino del Perú. Cada perspectiva ofrece una visión distinta, desde el radicalismo de González Prada hasta la síntesis mestiza de Belaunde, pasando por la visión pragmática de García Calderón y la defensa del orden corporativo de Riva-Agüero.

El pensamiento no termina con este debate, sino que se proyecta hacia el futuro. Las ideas de estos pensadores siguen corriendo por cauces subterráneos, influyendo en el presente y el porvenir de la nación.

 

 

 

 

 

 

 

V

DIÁLOGO EN EL OLIMPO DE LA FILOSOFÍA PERUANA

Ontología, Liberación y Neo-entes: El Desafío Filosófico de Nuestra Época

 

PRIMERA PARTE

I. Conocimiento y justicia

Pedro Zulen: Ontorrealista, tu visión de la realidad parece desdoblarse en múltiples dimensiones. ¿Consideras que el conocimiento es una construcción totalmente subjetiva, o crees en una verdad universal accesible al intelecto humano?

Ontorrealista: Pedro, más que una construcción subjetiva, el conocimiento es un flujo en constante cambio, una reinterpretación continua de lo que llamamos "verdad". Sin embargo, ¿no es acaso la lucha por la justicia social una manifestación de una verdad fundamental sobre la dignidad humana?

Pedro Zulen: Sin duda, la justicia es un principio que trasciende interpretaciones individuales. En Perú, la inequidad ha sido un desafío que exige una respuesta desde el pensamiento crítico y la acción colectiva. ¿Crees que la realidad social puede ser transformada solo desde la teoría filosófica?

Ontorrealista: La teoría es el cimiento, pero la acción es el motor del cambio. La ontología del ser humano debe considerar su contexto material. ¿Acaso tus estudios sobre el krausismo no apuntaban hacia una síntesis entre filosofía y transformación social?

Pedro Zulen: Así es. Veo la filosofía como una herramienta para iluminar el camino de la justicia, no solo como una reflexión abstracta. El pensamiento debe servir a la libertad y la igualdad.

Ontorrealista: Entonces, no somos tan distintos. Ambos creemos que el conocimiento tiene un propósito: la emancipación del espíritu humano y la equidad entre los individuos.

II. Debate sobre el Absoluto

Ontorrealista: Pedro, el concepto del Absoluto ha sido tema de profunda especulación filosófica. ¿Consideras que el Absoluto es una realidad ontológica inmutable o una construcción conceptual que se transforma con la evolución del pensamiento?

Pedro Zulen: Lo inexpresable no es necesariamente una apelación a una realidad trascendental fuera de la experiencia, sino más bien la constatación de los límites del lenguaje y la razón. No digo que haya un Absoluto fuera de nuestra comprensión; digo que hay aspectos de la realidad que escapan a nuestra capacidad de conceptualizarlos plenamente.

Ontorrealista: Pero si admitimos que hay límites en nuestra capacidad de conceptualizar la realidad, ¿no estamos concediendo que existe algo más allá de lo estrictamente inmanente, una dimensión que, aunque inaccesible en su totalidad, ejerce influencia sobre nuestra existencia?

Pedro Zulen: No necesariamente. Lo que afirmo es que la experiencia humana está anclada a lo que podemos percibir y pensar, pero eso no significa que todo pueda ser expresado en términos precisos. La inmanencia no implica que lo real sea absolutamente accesible, sino que lo que nos importa es la experiencia concreta de la existencia.

Ontorrealista: Pero entonces, ¿no crees que el pensamiento filosófico debería aspirar a una comprensión que trascienda las limitaciones humanas? Si bien tu postura mantiene los pies en la realidad, ¿acaso no es la filosofía una búsqueda constante de lo absoluto?

Pedro Zulen: La filosofía, para mí, es una herramienta para entender mejor nuestra existencia y para mejorar la vida humana. Si bien podemos aspirar a ampliar los límites del conocimiento, esto no implica que debamos aferrarnos a una idea de Absoluto que desborde la inmanencia. Prefiero pensar en términos de una ética del conocimiento y la acción.

 

III. Pragmatismo e idealismo subjetivo

Ontorrealista: Pedro, al escuchar tu posición sobre el Absoluto veo una inclinación al pragmatismo. ¿No es esto un desliz hacia el instrumentalismo filosófico?

Pedro Zulen: No veo el problema en concebir el Absoluto como una referencia más que como un objeto concreto. La filosofía no debe perderse en abstracciones distantes de la vida.

Ontorrealista: Pero si el Absoluto es solo un constructo útil, entonces no es Absoluto en sentido estricto, sino un ideal contingente. ¿No estás reduciendo la filosofía a un mero ejercicio práctico?

Pedro Zulen: Si el concepto de Absoluto nos sirve como horizonte de reflexión, entonces cumple su función sin necesidad de convertirse en una entidad metafísica rígida.

 

IV. Relativismo y principios universales

Ontorrealista: Pedro, al escuchar tu posición sobre el Absoluto veo una inclinación al relativismo. Si el conocimiento depende de lo que podemos expresar, ¿no estás negando la posibilidad de principios universales?

Pedro Zulen: No necesariamente, Ontorrealista. Reconozco los límites de nuestra conceptualización, pero eso no implica que todo sea relativo. La justicia es un principio fundamental, aunque se exprese de distintas maneras según la época.

Ontorrealista: Pero si cada sociedad interpreta la justicia de manera diferente, ¿no estás concediendo que todo es relativo?

Pedro Zulen: No digo que el conocimiento sea totalmente relativo, sino progresivo. Avanzamos en la comprensión de principios que guían nuestra existencia.

 

V. Conclusión: Inmanencia vs. Trascendencia

Ontorrealista: Pedro, hemos recorrido un camino filosófico fascinante, pero nuestras diferencias siguen siendo fundamentales. Tú concibes la realidad desde la inmanencia, mientras yo sostengo que el conocimiento debe trascender la interpretación humana.

Pedro Zulen: No niego la posibilidad de lo trascendente, pero el pensamiento debe centrarse en la realidad accesible y en la justicia dentro de la experiencia humana.

Ontorrealista: Y ahí está la diferencia esencial: tú buscas en la inmanencia la clave del conocimiento y la acción, mientras yo veo en la trascendencia la garantía de principios universales.

Pedro Zulen: Tal vez el diálogo entre inmanentistas y trascendentalistas nunca encuentre un punto de síntesis, pero en el intercambio de ideas está el verdadero valor de la filosofía.

 

SEGUNDA PARTE

I. Presentación y primer enfrentamiento sobre el Absoluto

Ontorrealista: Mariano Iberico, tu concepto del Absoluto como devenir me resulta problemático. No reduces lo metafísico a lo gnoseológico, pero subsumes lo ontológico al cambio. ¿No crees que eso diluye la noción de un Absoluto independiente de la contingencia?

Mariano Iberico: Ontorrealista, no comparto la idea de un Absoluto estático y fuera del mundo. Para mí, el Absoluto es dinámico, no una realidad inmutable sino una fuerza en constante movimiento. Lo absoluto no es una entidad fija; es lo que se manifiesta en el aparecer, lo que nos envuelve y nos define.

Pedro Zulen: Iberico, aunque no niego el papel de la transformación en la realidad, ¿no te parece que al identificar el Absoluto con el devenir estás cayendo en una metafísica que disuelve la noción de esencia?

Mariano Iberico: No niego la esencia, Pedro, pero no la concibo como un fundamento rígido, sino como algo que se expresa en su manifestación. Si el ser se encierra en sí mismo y no se manifiesta en el aparecer, entonces es una abstracción vacía.

 

II. El ser y el aparecer: un nuevo campo de disputa

Ontorrealista: Iberico, tu noción del aparecer como lenguaje del ser me parece un intento por eliminar la distinción entre lo real y su manifestación. Pero si el aparecer determina el ser, ¿no estamos negando una estructura ontológica independiente de la percepción humana?

Mariano Iberico: No niego que haya una realidad más allá de la percepción, pero el aparecer no es una mera ilusión. Es el medio por el cual el ser cobra sentido. No podemos desligarlo de su expresión.

Pedro Zulen: Ahí veo una diferencia clave entre nosotros. Yo sostengo que hay aspectos de la realidad que escapan a nuestra capacidad de conceptualización, pero no por ello dejan de existir. Si el aparecer es lo único que nos permite hablar del ser, ¿no caemos en un subjetivismo peligroso?

Mariano Iberico: No es subjetivismo, sino una integración del ser con su manifestación. La realidad se presenta en el aparecer, y es a través de él que podemos conocerla. Esto no significa que lo apareciente agote lo real, sino que lo revela.

 

III. El nuevo Absoluto: ¿Devenir o principio ontológico?

Ontorrealista: Iberico, en tu obra El nuevo absoluto, afirmas que el devenir ha reemplazado al ser estático. Pero si el Absoluto es cambio, ¿cómo podemos sostener principios fundamentales? ¿No estás relativizando la noción misma de lo absoluto?

Mariano Iberico: Ontorrealista, el Absoluto no es una regla fija que ordena el cosmos desde una distancia fría e inaccesible. Es una energía vital que impulsa la existencia. El mundo no está determinado por estructuras inmutables, sino por un movimiento constante.

Pedro Zulen: Sin embargo, si todo es flujo y transformación, ¿dónde queda la posibilidad de principios universales? Yo acepto la imposibilidad de capturar lo inexpresable, pero al menos reconozco la necesidad de principios que trasciendan el puro devenir.

Mariano Iberico: Los principios no desaparecen en el devenir, sino que se actualizan. No son estructuras rígidas, sino valores que se adaptan y renuevan con la experiencia humana. El pensamiento debe evolucionar con la realidad.

 

IV. Dios, panteísmo y la trascendencia

Ontorrealista: Iberico, al eliminar el Dios teísta y sustituirlo por un Absoluto panteísta, ¿no has desplazado lo trascendental por una inmanencia disfrazada de totalidad?

Mariano Iberico: No rechazo la espiritualidad ni el sentido metafísico de la existencia, pero no veo a Dios como una entidad separada del mundo. Lo divino está en el flujo mismo de la realidad. No es algo que está fuera, sino algo que permea cada manifestación.

Pedro Zulen: ¿Pero acaso ese Dios panteísta no se diluye en el devenir? Si lo absoluto es cambio, ¿qué queda de lo eterno?

Mariano Iberico: Lo eterno no es quietud, sino perpetuidad en el movimiento. El universo es un proceso en sí mismo, y lo absoluto es su fuerza interna. No es un Dios personal que impone leyes externas, sino el principio que anima la totalidad.

 

V. Conclusión: tres posturas filosóficas

Ontorrealista: Iberico, has defendido la inmanencia como principio fundamental de la filosofía moderna, pero al reducir el Absoluto al devenir, creo que le restas solidez ontológica a la realidad.

Pedro Zulen: Estoy de acuerdo en que la filosofía debe integrar la experiencia humana, pero no podemos permitir que el dinamismo del aparecer nos impida reconocer principios universales.

Mariano Iberico: Yo veo la filosofía como una búsqueda de sentido en el movimiento de la existencia. Lo absoluto no es una estructura impasible, sino una energía que fluye en el mundo.

Ontorrealista: No hemos llegado a una síntesis, pero en este intercambio está la riqueza del pensamiento. Inmanentismo, trascendentalismo y dinamismo metafísico: tres perspectivas que seguirán en debate.

 

TERCERA PARTE

I. Mariátegui y la metafísica inmanente

José Carlos Mariátegui: Señores, veo que han debatido extensamente sobre el Absoluto y la inmanencia. Sin embargo, considero que el pensamiento filosófico debe partir de la vida concreta, de la historia y de la lucha material. La metafísica no es un delirio abstracto, sino una necesidad humana, porque el hombre es, ante todo, un animal metafísico.

Ontorrealista: Mariátegui, concuerdo en que el hombre está naturalmente inclinado a lo metafísico, pero no podemos reducir la realidad al marco de la historia y la lucha de clases. ¿No crees que la metafísica debe trascender lo meramente social?

Pedro Zulen: Mariátegui, aunque comparto tu interés por la transformación social, me parece que tu concepción de la metafísica es demasiado funcionalista. ¿Puede el pensamiento filosófico reducirse a la praxis histórica sin perder su profundidad ontológica?

Mariano Iberico: Lo metafísico, en mi visión, no desaparece en lo material, sino que se expresa en el devenir. Pero tú, José Carlos, pareces más cercano a Nietzsche en su rechazo de toda trascendencia. ¿Cómo fundamentas tu posición?

José Carlos Mariátegui: La metafísica no es una cuestión de trascendencia ni de contemplación estática. Para mí, como para Nietzsche, el hombre crea valores, da sentido a su existencia desde la inmanencia. La historia y la lucha social son la manifestación concreta de esa metafísica vivida.

 

II. Marxismo, inmanencia y mito revolucionario

Ontorrealista: Mariátegui, tu interpretación del marxismo es heterodoxa. Al incorporar una dimensión metafísica, ¿no estás alejándote del materialismo histórico clásico?

José Carlos Mariátegui: Al contrario, el marxismo no es un esquema rígido ni un dogma. Lo que propongo es una interpretación donde la historia no es solo estructura económica, sino también creación de sentido, expresión vital del ser humano. El mito revolucionario es una fuerza metafísica en la inmanencia.

Pedro Zulen: ¿Pero acaso el mito no es solo una construcción simbólica? ¿Cómo puede un mito transformar la realidad si no posee fundamento ontológico?

José Carlos Mariátegui: Porque el mito no es una simple narración, sino la fuerza que impulsa la acción histórica. El mito revolucionario es el motor de las transformaciones sociales, es la manifestación de la voluntad humana de cambio.

Mariano Iberico: Si el mito es el motor de la historia, ¿no implica esto una metafísica del devenir similar a la que planteo yo?

José Carlos Mariátegui: Así es. La historia no está determinada por leyes inmutables, sino por voluntades en conflicto, por tensiones que generan movimiento. Lo absoluto no es un principio fijo, sino una dialéctica viva en la práctica social.

 

III. Nietzsche y el rechazo de la trascendencia

Ontorrealista: Mariátegui, al igual que Nietzsche, pareces negar la posibilidad de una trascendencia fuera de la historia. Pero ¿no crees que al eliminar todo principio absoluto, la realidad se fragmenta sin sentido?

José Carlos Mariátegui: No se trata de negar el sentido, sino de reconocer que el hombre lo construye desde su propia existencia. La trascendencia no está en un ente superior, sino en la acción y en la voluntad de transformación.

Pedro Zulen: Aquí veo una diferencia clave. Tú afirmas que la metafísica es una necesidad humana, pero no la vinculas con una estructura ontológica estable, sino con una práctica cambiante. ¿Acaso esto no desemboca en una visión radicalmente inmanentista?

Mariano Iberico: Esto me recuerda a mi idea del devenir como principio absoluto. Mariátegui, ¿para ti la historia es el único escenario donde la metafísica cobra sentido?

José Carlos Mariátegui: La historia es el espacio donde la metafísica se realiza. No hay esencias atemporales, solo procesos en constante transformación. En ese sentido, mi marxismo es profundamente vitalista.

 

IV. Conclusión: cuatro perspectivas filosóficas

Ontorrealista: Ha sido un debate intenso. Veo que Mariátegui defiende una metafísica de la inmanencia, ligada a la historia y la praxis, mientras Zulen busca preservar principios que guíen el pensamiento.

Pedro Zulen: La metafísica puede ser una necesidad humana, pero no debe disolverse por completo en la historia. Necesitamos reconocer ciertos fundamentos, aunque sean limitados.

Mariano Iberico: Por mi parte, sigo pensando que el devenir es el auténtico absoluto. Lo metafísico no es una estructura fija, sino el flujo que se manifiesta en el mundo.

José Carlos Mariátegui: En eso nos acercamos, Iberico. Pero yo sostengo que ese flujo tiene un carácter histórico y revolucionario. La realidad no es solo cambio, sino transformación consciente impulsada por la acción humana.

Ontorrealista: Entonces, aquí tenemos cuatro posturas: el inmanentismo ético de Zulen, el trascendentalismo ontológico mío, el dinamismo metafísico de Iberico y la metafísica histórica de Mariátegui. No hay síntesis posible, pero el diálogo es lo que da sentido a nuestras ideas.

CUARTA PARTE

I. Orrego y la espiritualidad inmanente

Antenor Orrego: Señores, han discutido el Absoluto desde diversas ópticas. Yo les propongo una interpretación diferente: la realidad no está marcada por un ser trascendente, sino por una unidad cósmica en la que lo divino está presente en cada manifestación de la existencia.

Ontorrealista: Orrego, veo que tu postura se acerca al panteísmo. Sin embargo, si lo absoluto es una unidad inmanente, ¿cómo distingues entre lo finito y lo infinito?

Pedro Zulen: Me interesa esta noción de espiritualidad sin trascendencia. Pero, ¿acaso la inmanencia pura no corre el riesgo de disolver el sentido filosófico del ser en el movimiento?

José Carlos Mariátegui: La inmanencia que defiendes me recuerda a mi propia visión de la metafísica dentro de la historia. Para mí, el hombre no busca lo absoluto en lo exterior, sino en la acción revolucionaria. ¿No es esto un paralelismo con tu idea de una espiritualidad integrada en la realidad?

Mariano Iberico: Hay un vínculo evidente entre tu pensamiento y el devenir. Mi propio concepto del nuevo absoluto no es muy distinto de tu idea de una unidad cósmica en movimiento.

 

II. Panteísmo versus trascendencia

Ontorrealista: Orrego, tú asumes el principio de inmanencia y niegas el Dios trascendente. Pero, ¿no estás eliminando con ello toda jerarquía ontológica? ¿No crees que el ser tiene un fundamento más allá del mundo visible?

Antenor Orrego: No niego la profundidad metafísica, Ontorrealista. Simplemente afirmo que el ser no requiere de una distinción rígida entre esencia y existencia. Lo divino está en el mundo, no más allá de él.

Pedro Zulen: Tu postura me parece coherente con el pensamiento moderno. Pero, ¿cómo fundamentas el conocimiento si todo es parte de una misma unidad inmanente?

José Carlos Mariátegui: Lo veo desde la historia. La espiritualidad de Orrego no es estática, sino parte de una evolución cultural. En ese sentido, concuerda con mi idea de que la metafísica se manifiesta en la praxis humana.

Mariano Iberico: Es interesante que, aunque partes de Emerson y Bergson, tu espiritualismo termina siendo una forma de integración total del ser con el mundo. Esto me recuerda a la filosofía renacentista, pero con un enfoque latinoamericano.

III. La influencia de Bergson y Emerson

Ontorrealista: Orrego, tu intuicionismo bergsoniano propone una realidad vital y dinámica. Pero si todo es flujo, ¿cómo sostener principios filosóficos universales?

Antenor Orrego: La intuición no es irracionalidad, sino una forma de acceso a lo real que trasciende las categorías rígidas de la razón.

Pedro Zulen: Esto nos acerca. Yo también reconozco los límites del lenguaje, pero, ¿cómo asegurarnos de que la intuición no nos lleve a un subjetivismo extremo?

José Carlos Mariátegui: En mi perspectiva, la intuición es una herramienta para comprender las transformaciones sociales. Pero el pensamiento necesita acción, no solo contemplación.

Mariano Iberico: Yo comparto la idea de un conocimiento que no se agota en la razón. Pero sigo viendo en tu postura un riesgo de disolución del ser en su manifestación.

 

IV. La visión de América Latina

Ontorrealista: Has mencionado que tu espiritualismo está ligado a la identidad latinoamericana. ¿Cómo se expresa esto en tu filosofía?

Antenor Orrego: América Latina tiene un destino espiritual. No podemos asumir filosofías extranjeras sin adaptarlas a nuestra realidad. La conciencia del ser debe surgir desde nuestra propia cultura.

José Carlos Mariátegui: En esto concuerdo contigo. La filosofía no puede ser ajena a nuestra historia. El pensamiento europeo debe ser reinterpretado desde nuestras necesidades.

Mariano Iberico: Es cierto que la cultura y la historia juegan un papel clave. Pero, ¿no crees que al enfatizar lo latinoamericano corremos el riesgo de reducir la filosofía a un contexto inmediato?

Pedro Zulen: La filosofía debe ser universal, pero sin perder su arraigo. Orrego, ¿crees que hay una metafísica propia de América Latina?

Antenor Orrego: Más que una metafísica diferenciada, veo un destino espiritual que nos permite comprender la existencia desde una perspectiva integradora y no reduccionista.

 

V. Conclusión: cinco visiones filosóficas

Ontorrealista: Cinco caminos filosóficos han surgido en este diálogo. La trascendencia ontológica que defiendo, la inmanencia crítica de Zulen, el devenir absoluto de Iberico, la metafísica histórica de Mariátegui y el espiritualismo inmanente de Orrego.

Pedro Zulen: Lo que une nuestros enfoques es la búsqueda de sentido en la realidad. Aunque no coincidimos, el intercambio de ideas nos ayuda a profundizar en nuestras propias posturas.

José Carlos Mariátegui: La filosofía no es una especulación vacía, sino una herramienta para comprender la acción humana. En ese sentido, cada postura aquí tiene un impacto en la forma en que entendemos la historia.

Mariano Iberico: Vemos que el pensamiento no es solo reflexión, sino también movimiento. Cada uno de nosotros ha defendido una idea del ser ligada a su manifestación concreta.

Antenor Orrego: La diversidad de enfoques filosóficos es parte de la riqueza del pensamiento. No buscamos una síntesis total, sino un diálogo que nos ayude a afinar nuestras ideas.

 

QUINTA PARTE

I. Filosofía de la liberación y el naufragio inmanentista

Augusto Salazar Bondy: He escuchado sus debates sobre el Absoluto, la inmanencia y el devenir, pero me pregunto si estas discusiones tienen relevancia para América Latina. Nuestra situación no es metafísica, sino histórica: estamos atrapados en una dependencia cultural que impide el desarrollo de una auténtica filosofía.

Ontorrealista: Salazar Bondy, tu diagnóstico es radical. Criticas el eurocentrismo, pero ¿acaso no sigues el camino del historicismo inmanentista? Tu rechazo del Absoluto te lleva a un relativismo ontológico que difícilmente puede sostener una filosofía sólida.

Pedro Zulen: Me preocupa que esta perspectiva de dependencia nos condene a un pensamiento situado, sin posibilidad de alcanzar principios universales. La filosofía debe ser rigurosa y no quedar reducida a una interpretación sociopolítica.

José Carlos Mariátegui: No veo el problema en asumir la historicidad del pensamiento. La filosofía no surge en el vacío, sino dentro de una realidad concreta. Si América Latina no define su propio pensamiento, seguiremos subordinados a marcos ajenos.

Mariano Iberico: Pero Salazar Bondy, si toda filosofía es un producto histórico, ¿cómo sostener la búsqueda del conocimiento sin caer en un relativismo absoluto? Si no hay principios estables, todo se diluye en la contingencia.

Antenor Orrego: Para mí, la filosofía no puede limitarse solo al contexto histórico. Debemos recuperar una dimensión espiritual, un destino que nos ligue con lo universal sin perder nuestra identidad.

 

II. El relativismo ontológico y la ausencia de lo trascendente

Augusto Salazar Bondy: No hay verdades metafísicas universales. Nuestra realidad no necesita Absolutos ni Dioses trascendentes, sino una conciencia de nuestra situación concreta. La filosofía debe servir para nuestra liberación, no para especulaciones abstractas.

Ontorrealista: Esto es precisamente el naufragio inmanentista. Si todo está determinado por el contexto, ¿cómo evitar el nihilismo? Tu filosofía relativista y fenomenista desemboca en una ontología del devenir sin fundamentos sólidos.

Pedro Zulen: Si no hay principios ontológicos independientes de la historia, ¿en qué se basa el conocimiento? La dependencia cultural no se resuelve rechazando toda trascendencia.

José Carlos Mariátegui: En mi visión, la trascendencia está en la acción histórica. La liberación no se logra en el pensamiento puro, sino en la lucha. En ese sentido, concuerdo contigo, Salazar Bondy: lo absoluto es una idea vacía si no se traduce en transformación social.

Mariano Iberico: Sin embargo, la filosofía necesita una estructura estable para no convertirse en mera contingencia. ¿No crees que tu ontología inmanentista dificulta la construcción de valores duraderos?

Antenor Orrego: La espiritualidad es clave para evitar el nihilismo. Un pensamiento sin Dios y sin Absolutos corre el riesgo de perder toda dirección.

 

III. Filosofía, liberación y ética situacional

Augusto Salazar Bondy: La filosofía no puede ser un ejercicio contemplativo. Si no sirve para la liberación, es inútil. Nuestra ética no debe estar basada en principios universales abstractos, sino en la realidad concreta de América Latina.

Ontorrealista: Pero tu ética situacional depende de circunstancias variables. Si no hay principios trascendentales, ¿cómo evitar la arbitrariedad moral?

Pedro Zulen: La filosofía debe buscar la verdad, no solo responder a urgencias históricas. La ética no puede ser solo situacional sin un fundamento sólido.

José Carlos Mariátegui: La moral no es fija. Lo correcto depende de las condiciones sociales. La ética debe responder a las necesidades del pueblo, no a abstracciones metafísicas.

Mariano Iberico: Pero Mariátegui, la ética necesita cierta estabilidad, o se convierte en simple adaptación al contexto. La inmanencia absoluta dificulta la construcción de valores duraderos.

Antenor Orrego: Un pensamiento sin trascendencia espiritual queda reducido a pura contingencia. La liberación sin Dios se convierte en un proyecto incompleto.

 

IV. Conclusión: ¿una filosofía latinoamericana?

Augusto Salazar Bondy: Si seguimos repitiendo filosofías ajenas, nunca tendremos un pensamiento propio. Pero tampoco podemos caer en ilusiones metafísicas. La filosofía debe liberarnos, no encadenarnos a Absolutos.

Ontorrealista: Tu rechazo del Absoluto te coloca en el relativismo ontológico, lo que hace difícil sostener una filosofía con verdadera profundidad.

Pedro Zulen: La filosofía latinoamericana debe ser rigurosa y universal, sin depender exclusivamente de la historia.

José Carlos Mariátegui: La filosofía no es neutral. Debe estar ligada a la praxis social y la transformación del pueblo.

Mariano Iberico: Necesitamos una visión que combine identidad con principios universales. La reflexión filosófica no debe disolverse en el puro devenir.

Antenor Orrego: Sin espiritualidad, América Latina corre el riesgo de perder su rumbo. Nuestra filosofía debe integrar lo trascendental y lo histórico.

Augusto Salazar Bondy: La pregunta queda abierta: ¿cómo construir una filosofía auténtica sin depender de modelos ajenos ni caer en abstracciones inútiles?

 

SEXTA PARTE

I. Ciencia, razón y la negación del ser trascendental

Francisco Miró Quesada: He seguido atentamente su debate sobre el Absoluto, el devenir y la historia, pero me pregunto si realmente necesitamos esas categorías para entender la existencia. La filosofía no debe perderse en abstracciones metafísicas, sino enfocarse en la realidad concreta y en el conocimiento verificable.

Ontorrealista: Miró Quesada, tu perspectiva se encierra en el principio de inmanencia sin cuestionarlo. Al negar el ser trascendental, reduces la reflexión filosófica a una ontología inmanentista y cientificista. ¿No crees que eso limita la profundidad del pensamiento?

Pedro Zulen: Coincido con Ontorrealista en que la filosofía debe explorar más allá de lo científicamente comprobable. El conocimiento humano no se reduce al análisis racionalista.

José Carlos Mariátegui: Pero Pedro, Miró Quesada tiene razón en señalar la necesidad de pensar desde la realidad concreta. La metafísica tradicional ha servido más para perpetuar el dominio ideológico que para explicar la experiencia humana.

Mariano Iberico: Sin embargo, si eliminamos toda noción de trascendencia, ¿cómo sostenemos una estructura de significado estable? El devenir necesita un fundamento.

Antenor Orrego: La espiritualidad forma parte de la identidad humana. Un pensamiento sin trascendencia corre el riesgo de perder su profundidad metafísica.

Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada plantea una filosofía sin absolutos, lo cual es un paso necesario hacia una liberación de las estructuras de dominación.

 

II. El cientificismo y el método fenomenológico

Francisco Miró Quesada: La filosofía debe dialogar con la ciencia. La metafísica tradicional ha buscado verdades que no pueden probarse, mientras que el método fenomenológico nos permite analizar la conciencia y la existencia sin recurrir a lo trascendental.

Ontorrealista: Pero tu cientificismo termina estrechando la visión filosófica. La fenomenología puede ser útil para la comprensión de la experiencia, pero no puede reemplazar una reflexión ontológica profunda.

Pedro Zulen: La ciencia nos ha dado herramientas valiosas, pero no puede responder todas las preguntas filosóficas. La realidad tiene dimensiones que trascienden lo verificable.

José Carlos Mariátegui: Para mí, lo importante es que el pensamiento sirva a la acción. No necesitamos un Absoluto, sino una filosofía que transforme la realidad.

Mariano Iberico: Pero, Mariátegui, sin una estructura metafísica mínima, ¿cómo fundamentamos la acción? El puro devenir sin orientación lleva al vacío.

Antenor Orrego: Una filosofía sin Dios y sin fundamentos trascendentes termina siendo limitada.

Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos plantea el desafío de pensar sin dependencias metafísicas. Eso es un avance hacia una filosofía auténtica.

III. Ateísmo moral y la autonomía del ser humano

Francisco Miró Quesada: No necesitamos a Dios para justificar la moral. El ser humano es capaz de construir valores sin recurrir a absolutos externos.

Ontorrealista: Pero al eliminar todo fundamento trascendental, ¿no terminamos reduciendo la moral a una ética situacional sin estabilidad?

Pedro Zulen: La filosofía debe responder a la condición humana. Sin principios universales, la ética corre el riesgo de volverse arbitraria.

José Carlos Mariátegui: Lo correcto depende de la historia y la sociedad. La moral no es fija, sino que responde a las condiciones materiales.

Mariano Iberico: Pero si todo es relativo, ¿cómo aseguramos la coherencia ética?

Antenor Orrego: Sin un marco espiritual, la moral se convierte en simple adaptación a la circunstancia.

Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos obliga a pensar en la moral como una construcción humana, no como una imposición metafísica.

IV. Filosofía latinoamericana: ¿hacia una ruptura definitiva con la trascendencia?

Francisco Miró Quesada: América Latina necesita un pensamiento racional, no una metafísica basada en mitos o tradiciones teológicas.

Ontorrealista: Pero al eliminar lo trascendente, se pierde una dimensión clave del ser.

Pedro Zulen: Necesitamos una filosofía equilibrada que no descarte la metafísica por completo.

José Carlos Mariátegui: La filosofía debe servir a la transformación, no a la especulación abstracta.

Mariano Iberico: La identidad filosófica latinoamericana no puede depender solo del materialismo.

Antenor Orrego: América Latina tiene una riqueza espiritual que no puede ignorarse.

Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos desafía a pensar sin ataduras metafísicas. ¿Seremos capaces de hacerlo?

 

SÉPTIMA PARTE

I. Filosofía y teología: una relación inevitable

Gustavo Gutiérrez: He seguido su debate sobre el Absoluto, el devenir, la inmanencia y la dependencia cultural. Pero veo que han omitido un aspecto esencial: la dimensión teológica de la liberación. No hay justicia sin una referencia al Dios liberador que guía la historia.

Ontorrealista: Gustavo, reconozco que la teología no puede quedar fuera del pensamiento filosófico. Sin embargo, ¿cómo podemos integrar la visión trascendental en el análisis crítico de la realidad sin que se convierta en un mero instrumento ideológico?

Pedro Zulen: Yo reconozco la importancia de la justicia social, pero ¿acaso la religión no ha sido históricamente un obstáculo para la libertad del pensamiento?

José Carlos Mariátegui: La liberación de los pueblos no necesita de Dios. El mito revolucionario surge de la praxis histórica, no de revelaciones religiosas.

Mariano Iberico: Sin embargo, la espiritualidad es parte fundamental de la condición humana. No podemos excluir la teología sin perder una dimensión clave de la existencia.

Antenor Orrego: La historia no puede ser solo materialista. América Latina tiene un destino espiritual que no puede desligarse de su dimensión trascendental.

Augusto Salazar Bondy: Pero Gustavo, tu teología sigue anclada a una tradición que ha servido para justificar estructuras de poder. ¿Cómo puede una filosofía de la liberación depender de una religión?

 

II. La opción por los pobres y la justicia social

Gustavo Gutiérrez: La Teología de la Liberación no es una defensa del poder religioso, sino una respuesta al sufrimiento de los pobres. La justicia no puede ser solo una construcción humana, sino un llamado de Dios a transformar el mundo.

Ontorrealista: Si la justicia y la liberación surgen de la voluntad divina, ¿cómo podemos hacer que el pensamiento filosófico reconozca esa dimensión sin diluirse en la pura estructura teológica? La verdad trascendental no es enemiga de la acción, sino su fundamento.

Pedro Zulen: Lo que planteas es interesante, pero me preocupa que la teología termine sustituyendo la reflexión filosófica.

José Carlos Mariátegui: La justicia es resultado de la lucha de los pueblos, no de una intervención divina. La historia avanza por la acción humana.

Mariano Iberico: No obstante, si la historia solo depende del conflicto, ¿no terminamos reduciendo la existencia a una lucha sin sentido? La trascendencia puede dar dirección a la acción humana.

Antenor Orrego: La filosofía debe considerar el horizonte espiritual de la humanidad. La historia es más que lucha; es también una búsqueda de sentido.

Augusto Salazar Bondy: Pero no crees, Gustavo, ¿que la dependencia de lo divino limita la autonomía del pensamiento filosófico?

 

III. ¿Es posible una filosofía cristiana de la liberación?

Gustavo Gutiérrez: La filosofía de la liberación no es un pensamiento subordinado a la teología, sino una forma de pensar la realidad desde el compromiso con los pobres. No es un dogma, sino un llamado ético.

Ontorrealista: La liberación no puede ser meramente estructural o histórica. Si no hay un fundamento ontológico trascendental, ¿qué garantiza que la justicia no sea reducida a una mera construcción humana?

Pedro Zulen: La justicia es importante, pero la filosofía debe mantenerse crítica y abierta, no sujeta a creencias.

José Carlos Mariátegui: Estoy de acuerdo con la lucha por los pobres, pero la filosofía debe apoyarse en la acción revolucionaria, no en una promesa religiosa.

Mariano Iberico: Sin embargo, la búsqueda de justicia puede estar vinculada a una dimensión trascendental sin que eso implique perder autonomía filosófica.

Antenor Orrego: América Latina necesita una filosofía que integre la razón, la historia y la espiritualidad.

Augusto Salazar Bondy: No podemos construir una filosofía autónoma si seguimos dependiendo de referencias teológicas.

 

IV. Conclusión: ¿Dios, justicia y filosofía pueden coexistir?

Gustavo Gutiérrez: La justicia y la filosofía pueden convivir con la teología. No se trata de imponer creencias, sino de reconocer que la lucha por los pobres tiene una dimensión espiritual que no puede ser ignorada.

Ontorrealista: Entonces, el verdadero desafío es integrar el pensamiento teológico y filosófico sin reducir la justicia a un mero instrumento histórico. La justicia no es solo un hecho social; es también un principio ontológico.

Pedro Zulen: Necesitamos una filosofía crítica, pero sin perder de vista los valores de justicia.

José Carlos Mariátegui: La acción política es el verdadero motor de la liberación.

Mariano Iberico: La dimensión trascendental puede enriquecer la lucha por la justicia.

Antenor Orrego: América Latina debe integrar su identidad espiritual en su pensamiento filosófico.

Augusto Salazar Bondy: La verdadera liberación solo se logrará cuando pensemos por nosotros mismos, sin depender de dogmas.

 

OCTAVA PARTE

I. El transhumanismo y la amenaza contra la humanidad

Miklos Lukacs de Pereny: He seguido con atención sus discusiones sobre el Absoluto, la liberación, la historia y la justicia. Sin embargo, creo que han omitido la mayor amenaza para la humanidad: el transhumanismo. No estamos ante una simple evolución filosófica, sino ante un intento sistemático de la élite global por transformar al hombre en una nueva entidad, despojándolo de su dimensión ética y ontológica.

Ontorrealista: Lukacs, tu denuncia es contundente. El transhumanismo no es solo una ideología tecnocientífica, sino una estrategia para consolidar una visión del hombre sin absolutos, sometido al principio de inmanencia. ¿Hasta qué punto podemos resistir este intento de disolver lo humano?

Pedro Zulen: La tecnología ha sido, en muchas ocasiones, una herramienta para el progreso. Sin embargo, si la ciencia se desentiende de principios filosóficos sólidos, ¿no corremos el riesgo de caer en una instrumentalización del ser humano?

José Carlos Mariátegui: Yo veo esto desde la historia. La tecnociencia ha sido utilizada para perpetuar el dominio de las élites. ¿No es acaso el transhumanismo la expresión más extrema del capitalismo global?

Mariano Iberico: Lukacs, si la esencia del ser humano se diluye en procesos tecnológicos, ¿qué queda de la identidad filosófica del hombre? ¿No estamos, con el transhumanismo, reduciendo la existencia a una pura funcionalidad?

Antenor Orrego: La tecnología no es neutral. Si no se la orienta desde una dimensión espiritual, ¿no estamos entregando el destino humano a una élite que carece de todo sentido trascendente?

Augusto Salazar Bondy: Pero, Lukacs, ¿acaso no es inevitable que la humanidad evolucione? ¿No estamos frente al próximo paso en la historia del pensamiento y la ciencia?

Gustavo Gutiérrez: Lukacs, si el transhumanismo representa el intento de suprimir al ser humano, entonces la justicia no puede ser solo una cuestión política. Se trata de una lucha ontológica entre la dignidad humana y la reducción tecnocientífica de la persona.

 

II. Los neo-entes y el colapso de la ética

Miklos Lukacs de Pereny: La tecnología se ha convertido en un medio para la transformación radical del hombre. Pero no se trata de una evolución natural, sino de una agenda dirigida por la élite globalista, cuyo objetivo es la creación de neo-entes: seres diseñados para la utilidad, no para la dignidad.

Ontorrealista: Esto es el colapso del pensamiento filosófico. Si el hombre es reducido a su funcionalidad y sustituido por entidades programadas, ¿dónde queda la ontología del ser? ¿Qué queda de su capacidad de trascendencia?

Pedro Zulen: Es evidente que la ética está siendo arrasada por el paradigma tecnocientífico. ¿Cómo podemos resistir la imposición de una visión del mundo que considera al ser humano como un problema a ser resuelto por la tecnología?

José Carlos Mariátegui: La élite global está diseñando una nueva forma de dominación. Pero ¿cómo impedir que el transhumanismo se convierta en la doctrina dominante sin caer en una resistencia inútil?

Mariano Iberico: Si el devenir humano es dirigido por algoritmos y manipulaciones genéticas, ¿no estamos negando la autonomía del pensamiento filosófico?

Antenor Orrego: Lukacs, el progreso no puede significar la destrucción del hombre. La tecnología debe estar subordinada al espíritu, no reemplazarlo.

Augusto Salazar Bondy: Sin embargo, ¿no es posible que esta transformación de la humanidad sea inevitable? ¿No será que nos encontramos ante el próximo paso en la evolución antropológica?

Gustavo Gutiérrez: La tecnología debe servir al hombre, no sustituirlo. Si los neo-entes son diseñados para reemplazar la condición humana, entonces no estamos ante un avance, sino ante una forma de exterminio disfrazado de progreso.

 

III. ¿Resistencia filosófica o aceptación del cambio antropológico?

Miklos Lukacs de Pereny: La pregunta no es si podemos detener el transhumanismo, sino si tenemos la capacidad filosófica para resistirlo. Si aceptamos la tecnociencia como la nueva religión global, ¿qué queda del pensamiento crítico?

Ontorrealista: La resistencia no debe ser meramente política, sino metafísica. Necesitamos reafirmar el sentido ontológico del ser humano antes de que sea completamente disuelto en el paradigma tecnocientífico.

Pedro Zulen: La filosofía debe recuperar su papel como crítica del poder. Si dejamos que el pensamiento sea reducido a cálculos algorítmicos, ¿qué futuro tenemos?

José Carlos Mariátegui: La lucha contra el transhumanismo no es solo intelectual. Si la historia nos ha enseñado algo, es que la resistencia debe ser concreta.

Mariano Iberico: Pero ¿tenemos el tiempo suficiente para formular una respuesta filosófica sólida antes de que el transhumanismo se imponga totalmente?

Antenor Orrego: El verdadero desafío es mantener una visión espiritual de la existencia antes de que la tecnología la erradique por completo.

Augusto Salazar Bondy: Lukacs, ¿pero acaso la humanidad no siempre ha cambiado? ¿No será que nos resistimos a un proceso inevitable?

Gustavo Gutiérrez: La dignidad humana no puede ser negociada con algoritmos. La lucha contra los neo-entes es la última batalla por la esencia de lo humano.

 

OCTAVA PARTE

Pedro Zulen – La filosofía como herramienta para la justicia

"El conocimiento no debe estar desligado de la acción. Si bien he defendido la inmanencia como el marco dentro del cual podemos pensar la realidad, sigo creyendo que la justicia social debe ser la aplicación concreta del pensamiento filosófico. No podemos perder de vista el sentido ético de la existencia, pero tampoco podemos permitir que la filosofía se disuelva en el puro pragmatismo sin rigor intelectual. La lucha por la verdad sigue vigente, incluso en medio de la incertidumbre."

Ontorrealista – La trascendencia es la clave del sentido

"La crisis filosófica contemporánea es el resultado de la negación de la trascendencia. La exacerbación del principio de inmanencia ha llevado al hombre a perder toda referencia ontológica sólida. La justicia, la historia y la tecnología solo tienen sentido si reconocemos que el ser humano no puede ser reducido a lo puramente material. La lucha contra el relativismo y la instrumentalización tecnocientífica del hombre es la última frontera de la filosofía."

Mariano Iberico – El devenir como fundamento de la existencia

"Si algo queda claro tras este debate es que la realidad no es estática, sino fluida. El ser se manifiesta en su aparecer y el devenir nos revela nuevas formas de comprensión. Pero este proceso no debe perder de vista la dimensión ética y estética del pensamiento. La transformación no es negación, sino la posibilidad de una realidad más rica y compleja."

José Carlos Mariátegui – La historia es el motor de la filosofía

"La lucha no es una especulación abstracta, sino un proceso concreto. Hemos debatido sobre el Absoluto, sobre la tecnología, sobre la trascendencia, pero lo esencial sigue siendo que la realidad humana está determinada por sus condiciones materiales. Si queremos construir un pensamiento filosófico auténtico en América Latina, debemos partir de la historia y no de esquemas ajenos."

Antenor Orrego – La necesidad de una identidad espiritual

"La filosofía no puede perder de vista el destino espiritual de los pueblos. América Latina no debe caer en la trampa de asumir filosofías ajenas sin reinterpretarlas desde su propia identidad. La lucha contra la instrumentalización tecnológica y el materialismo radical es, ante todo, una lucha por la recuperación del sentido trascendental."

Augusto Salazar Bondy – La independencia del pensamiento

"La verdadera liberación no es solo económica o política, sino intelectual. América Latina ha vivido demasiado tiempo bajo modelos de pensamiento que no han surgido de su propia realidad. La filosofía latinoamericana debe superar su dependencia cultural y construir una reflexión autónoma y crítica, sin necesidad de recurrir a absolutos externos."

Gustavo Gutiérrez – La teología y la justicia como principios inseparables

"No hay justicia sin la referencia a lo divino. La lucha por los pobres no es solo una cuestión política, sino una dimensión ontológica. La filosofía y la teología deben convivir en la construcción de un pensamiento que no abandone la trascendencia ni la responsabilidad ética frente a la exclusión."

Miklos Lukacs de Pereny – La batalla contra el transhumanismo

"El mayor desafío filosófico del siglo XXI no es solo la justicia, la historia o la trascendencia, sino la resistencia contra la agenda transhumanista. Si no frenamos la transformación tecnocientífica del hombre en un objeto funcional, perderemos la esencia misma de nuestra humanidad. La filosofía debe ser una barrera ante la imposición de los neo-entes."

 

Conclusión general: el debate sigue abierto

Cada pensador ha aportado una visión única sobre el destino del pensamiento humano. Las tensiones entre inmanencia y trascendencia, entre filosofía y tecnología, entre historia y justicia, siguen vigentes y aún no hay síntesis definitiva.

El verdadero valor de este diálogo ha sido el reconocimiento de los desafíos filosóficos del presente y la necesidad de construir un pensamiento que resista la fragmentación y el sometimiento del ser humano a fuerzas ideológicas, tecnológicas y políticas.

Post Data. - Este diálogo fue elaborado sobre la base de mi libro "Agonía de la Modernidad sin Absolutos".

VI

FILOSOFÍA ANDINA

COSMOVISIÓN, FILOSOFÍA Y UNIVERSALIDAD

 

 

PRIMER DIÁLOGO:

FILOSOFÍA O COSMOVISIÓN

Zenón Depaz: (Golpea la mesa) ¡No podemos seguir con este anacronismo! Hablar de filosofía en el Perú antiguo es una tergiversación. Lo que hubo fue cosmovisión, una visión holística del mundo ligada a lo mítico y ritual. La filosofía, como la conocemos, es un producto griego.

Víctor Mazzi: (Con calma, pero firme) ¿Y quién determina el monopolio del pensamiento filosófico? La reflexión sobre el ser, la vida, la muerte, el cosmos... todo ello está presente en los Andes con sus propias unidades de sentido. Lo que usted llama cosmovisión esconde un auténtico pensamiento filosófico.

Gustavo Flores Quelopana: (Asiente) La filosofía no es exclusiva de Occidente, sino de la condición humana. La forma en que los pueblos precolombinos elaboraron su visión del mundo puede calificarse como una filosofía mitocrática. Su estructura simbólica no le resta valor conceptual.

Rivara de Tuesta: (Sonríe irónico) ¡Qué conveniente usar la palabra filosofía! Se prefiere por un asunto nacionalista, porque parece dar un estatus superior a nuestro pasado indígena. Pero la realidad es cruda: hubo pensamiento, sí, pero filosofía en sentido estricto, no.

David Sobrevilla: (Imperturbable) Filosofía es amor por el saber, una actitud racional, conceptual y argumentativa. Es lo que los griegos establecieron. No podemos aplicar el término a sociedades que no desarrollaron sistemáticamente este tipo de análisis.

Víctor Mazzi: (Sereno, pero incisivo) ¿Y si los griegos hubieran definido la filosofía de otro modo? ¿Acaso las formas de pensar indígenas no pueden contener conceptos fundamentales sobre la realidad? Reducir la filosofía a su origen grecolatino es una muestra de estrechez intelectual.

Zenón Depaz: (Exaltado) ¡Porque simplemente no la hubo! La mitología y el rito dominaban la estructura mental de los pueblos andinos, sin el método racional ni la sistematicidad de la filosofía.

Gustavo Flores Quelopana: (Categórico) Usted insiste en un modelo único de filosofía. ¿Acaso la filosofía no es multiforme y multívoca, propia de la experiencia humana en su diversidad? ¿Por qué negar que en los Andes hubo un pensamiento profundo sobre la existencia?

Rivara de Tuesta: (Cruza los brazos) Filosofía es sistema, es argumentación. Lo que ustedes defienden no pasa de una elaboración mítica, un esfuerzo interpretativo, pero no filosofía.

David Sobrevilla: (Condescendiente) Estamos confundiendo reflexión con filosofía. Pensar sobre el mundo no basta para ser filósofo. Sin método, sin una estructura lógica, el pensamiento sigue siendo solo pensamiento, no filosofía.

Víctor Mazzi: (Con firmeza) Entonces nos toca replantear nuestras definiciones. Si la filosofía es amor por la sabiduría, ¿por qué negarle este espacio a pueblos que construyeron una visión del mundo con profundidad y coherencia?

Gustavo Flores Quelopana: (Sonríe) Exacto. Si algo nos demuestra la historia es que la filosofía no es propiedad de un solo linaje cultural. La humanidad piensa, y en esa actividad filosófica todos los pueblos tienen su lugar.

Zenón Depaz: (Con impaciencia) Llámenlo como quieran, pero no filosofía. Es un abuso terminológico.

Víctor Mazzi: (Concluyente) No es un abuso, es un reconocimiento. Quienes limitan la filosofía al esquema occidental solo perpetúan una visión parcial del pensamiento humano.

 

SEGUNDO DIÁLOGO

REIVINDICACIÓN DEL ESTATUS FILOSÓFICO DEL MITO

David Sobrevilla: (Cruza los brazos, desafiante) Insisten en forzar la etiqueta de filosofía donde no corresponde. La filosofía es conceptual, argumentativa, racional. Es un método, no una intuición simbólica.

Víctor Mazzi: (Sereno, pero incisivo) La definición que ustedes defienden es unilateral, un producto de la cultura occidental. ¿Por qué reducir el pensamiento a la conceptualización griega? Hay formas de filosofar que no pasan por el logos aristotélico, sino por una etnofilosofía no eurocéntrica que emerge de los modos de vida ancestrales. Las categorías filosóficas occidentales no pueden ser impuestas como el único marco de pensamiento legítimo.

Zenón Depaz: (Exasperado) ¡Pero el método importa! Sin rigor lógico y estructura argumentativa, no hay filosofía, solo narrativas míticas.

Gustavo Flores Quelopana: (Sonríe con calma) Usted ve el mito como irracional, pero olvida que el mito es estructurante del pensamiento filosófico. No es un relato vacío, sino una categoría ontológica que da sentido a la existencia. Desde el universalismo filosófico, el pensamiento filosófico no es exclusivo de Occidente, sino de la condición humana. Todas las culturas han generado formas de reflexión filosófica, aunque se expresen de manera diferente. A esta estructura de pensamiento presente en las civilizaciones ancestrales la denomino filosofía mitocrática, porque integra el mito con la reflexión, dando lugar a un conocimiento profundo y legítimo.

Rivara de Tuesta: (Frunce el ceño) ¿Ahora resulta que todo pensamiento humano es filosofía? Entonces el término pierde su sentido. Filosofía es crítica, es distancia frente al mito, no su reivindicación.

Víctor Mazzi: (Con firmeza) Es exactamente ahí donde está el problema. El mito no es solo superstición, sino una forma de conocimiento estructurado. La etnofilosofía no eurocéntrica nos enseña que el pensamiento humano no sigue una única trayectoria dictada por Occidente. La etnofilosofía andina, por ejemplo, no se plantea como oposición al mito, sino como su desarrollo reflexivo. Excluirla de la filosofía es un acto de supremacismo epistemológico.

Zenón Depaz: (Golpea la mesa) ¡No! La filosofía es un salto cualitativo sobre el mito, una superación del pensamiento mágico.

Gustavo Flores Quelopana: (Categórico) ¿Quién decide qué es un salto y qué no? ¿Por qué la filosofía grecolatina tendría el monopolio de esa transición? El universalismo filosófico nos permite ver que todas las culturas han generado sistemas de pensamiento legítimos. Lo que los pensadores eurocéntricos llaman pensamiento mítico es, en realidad, parte de una estructura filosófica más amplia, precisamente lo que denomino filosofía mitocrática.

David Sobrevilla: (Con tono condescendiente) Eso es confundir profundidad simbólica con filosofía. Lo que ustedes defienden es una forma de pensamiento, pero no filosofía.

Víctor Mazzi: (Sonríe) Es curioso cómo el criterio siempre lo ponen ustedes. La etnofilosofía no eurocéntrica nos enseña que el pensamiento filosófico en los Andes no necesita ajustarse a los parámetros occidentales para ser legítimo. Hay otras maneras de producir conocimiento filosófico. Es el eurocentrismo el que impone una visión reduccionista de la racionalidad.

Rivara de Tuesta: (Resopla) No es eurocentrismo, es precisión. Filosofía es un concepto claro, no una categoría expansiva para englobar todo.

Gustavo Flores Quelopana: (Mirada desafiante) Pero su claridad conceptual es solo una tradición específica. La filosofía mitocrática nos permite reconocer que el mito es una forma de reflexión legítima, un marco de pensamiento estructurado dentro de cada cultura. La filosofía, como la experiencia humana, es multiforme y multívoca. Negar su presencia en las culturas ancestrales es una limitación artificial.

Zenón Depaz: (Sarcasmo) Bueno, pronto todo será filosofía… hasta los sueños y los cuentos populares.

Víctor Mazzi: (Concluyente) No es exageración, es una corrección histórica. La etnofilosofía no eurocéntrica no busca inflar términos, sino reconocer otras formas de racionalidad. Quienes niegan esta diversidad perpetúan una visión empobrecida del pensamiento humano.

 

TERCER DIÁLOGO

FILOSOFÍA Y HOMEOMORFISMO EN EL PENSAMIENTO ANDINO

Josef Estermann: (Con tono mesurado) La pregunta sobre si hubo filosofía en los Andes debe abordarse desde una perspectiva intercultural. No podemos aplicar categorías externas de manera acrítica. Desde esta óptica, sí existió una filosofía andina, pero no como una tradición argumentativa o sistemática. Más bien, estuvo presente en la cosmovisión de los runas, integrada a su forma de vida y su visión del mundo.

Zenón Depaz: (Mueve la cabeza) Finalmente alguien reconoce que no todo lo indígena es automáticamente filosofía. Pero usted omite algo: ¿quiénes fueron los filósofos en los Andes?

Josef Estermann: (Sereno) Aquí surge un punto clave. No podemos hablar de los Amautas como filósofos en sentido estricto. No hubo una clase filosófica diferenciada como en Grecia. La filosofía andina no existió como disciplina autónoma, sino diluida en la cosmovisión de los runas.

Gustavo Flores Quelopana: (Interviene con firmeza) Discrepo con usted, Estermann. Hubo filosofía en los Amautas, porque su enseñanza estructuraba conceptos ontológicos, éticos y políticos con profundidad filosófica. En cambio, los runas —el pueblo en general— sí poseían cosmovisión, pero no desarrollaban filosofía.

David Sobrevilla: (Sonríe condescendiente) Pero entonces volvemos al punto original: ¿por qué insistir en llamar filosofía a algo que no sigue el esquema argumentativo y conceptual del pensamiento griego?

[Raimon Panikkar interviene con su propuesta sobre el término homeomórfico.]

Raimon Panikkar: (Con tono pausado) La dificultad es semántica. No podemos aplicar directamente la palabra "filosofía" a todas las culturas, porque fue acuñada en Occidente bajo ciertos parámetros específicos. Es necesario crear un término homeomórfico, un concepto que refleje la misma función filosófica dentro de cada cultura, sin imponer el término occidental.

Rivara de Tuesta: (Aprueba con un gesto) Finalmente, alguien lo dice. No se trata de negar el pensamiento profundo de los pueblos indígenas, sino de reconocer que la palabra "filosofía" no es adecuada para describirlo.

Gustavo Flores Quelopana: (Con tono firme) No estoy de acuerdo. La filosofía es universal en su esencia, pero su forma es culturalmente específica. No necesitamos crear un término homeomórfico; basta con distinguir entre la esencia filosófica, que es compartida por toda la humanidad, y la forma, que depende de cada tradición cultural.

Víctor Mazzi: (Con voz pausada) En efecto, la filosofía no es propiedad exclusiva de Occidente. La etnofilosofía no eurocéntrica nos demuestra que los pueblos originarios han desarrollado pensamiento crítico, aunque bajo estructuras distintas. No hay razón para fragmentar la palabra "filosofía".

Zenón Depaz: (Con tono escéptico) ¿Y qué prueba tenemos de que los Amautas filosofaban? Lo que sabemos de ellos proviene de registros coloniales que los describen como sabios prácticos, no como filósofos teóricos.

Gustavo Flores Quelopana: (Con convicción) Porque su enseñanza no se limitaba a lo práctico; contenía elaboraciones profundas sobre el ser, el cosmos y la moral. La filosofía mitocrática nos permite comprender cómo estos pueblos integraban mito y reflexión con un rigor propio. Los Amautas sí filosofaban, y los runas desarrollaban cosmovisión, pero no alcanzaban el nivel de reflexión filosófica.

Raimon Panikkar: (Pensativo) Pero sigue existiendo el problema del lenguaje. Insistir en llamar filosofía a todas las tradiciones puede generar una confusión conceptual.

Gustavo Flores Quelopana: (Concluyente) No hay confusión si distinguimos entre la esencia universal y la forma cultural de la filosofía. Lo que hace falta no es un nuevo término, sino una comprensión más amplia y menos eurocéntrica del pensamiento humano.

 

CUARTO DIÁLOGO

LA FILOSOFÍA ANDINA EN DEBATE

Mario Mejía Huamán: "Desde mi perspectiva, la filosofía andina es un proyecto en construcción, un esfuerzo por sistematizar y estructurar un conjunto de saberes que históricamente han sido considerados más prácticos que teóricos. No niego la profundidad de los mitos ni el desarrollo de una cosmovisión rica en significados, pero hasta ahora no se ha configurado un sistema filosófico autónomo que pueda rivalizar en términos conceptuales con las tradiciones occidentales. Lo que encontramos en el mundo andino es un pensamiento profundamente arraigado en la realidad cotidiana, en la relación con la naturaleza y la comunidad. Esto hace que su enfoque sea más instrumental, centrado en resolver problemas concretos, en lugar de dedicarse a la abstracción y la especulación filosófica."

Mazzi: "No podemos reducir el pensamiento andino únicamente a lo práctico. Esa es una visión parcial y, me atrevo a decir, sesgada. En el mundo andino encontramos unidades reflexivas, estructuras de pensamiento que nos permiten entender la realidad desde una perspectiva abstracta, conceptual y sistemática. No es necesario que se adhiera a las categorías tradicionales de la filosofía occidental para ser legítima. Si examinamos con cuidado el pensamiento de los pueblos indígenas, veremos que hay un claro esfuerzo por comprender el orden del mundo, la existencia y la ontología desde una lógica propia."

Gustavo Flores: "Exactamente. No podemos afirmar que todo en el pensamiento andino fue pragmático. La dimensión mitocrática es prueba de ello. Los mitos, lejos de ser simples relatos folclóricos, representan un intento serio por explicar el origen y la estructura de la realidad. A través de la narración mítica, se desarrolla una forma de pensamiento que busca responder preguntas fundamentales sobre la existencia, el cosmos, la vida y la muerte. Si tomamos esto en cuenta, no hay duda de que el pensamiento andino posee una capacidad especulativa y conceptual que lo acerca a la filosofía."

Josef Estermann: "Desde hace años, he trabajado en desarrollar un enfoque que reconozca la riqueza filosófica del pensamiento andino. La clave está en no medirlo con los criterios occidentales. La filosofía andina no sigue la lógica aristotélica ni la argumentación formal, sino que se fundamenta en una racionalidad relacional y holística, basada en la complementariedad y la reciprocidad. La forma en la que los pueblos andinos comprenden el mundo no se articula en términos de oposiciones binarias, sino en términos de interacción dinámica. Esta es una forma legítima de filosofar, aunque a menudo se le niegue dicho reconocimiento."

Rivara: "Si queremos ser rigurosos, no podemos hablar de una filosofía andina en el sentido estricto del término. Lo que encontramos es una cosmovisión, una manera de entender el mundo basada en la interconexión entre los seres humanos, la naturaleza y las entidades espirituales. No existe un sistema filosófico autónomo con conceptos definidos ni un marco teórico explícito. Lo que hay es una forma de conocimiento integrado en la vida diaria, en los rituales y en la experiencia colectiva, pero que no se presenta como un cuerpo estructurado de pensamiento filosófico en el sentido occidental."

Zenón Depaz: "El pensamiento andino debe entenderse como una cosmovisión, no como una filosofía en el sentido occidental.

Lo que encontramos en los mitos y relatos andinos es una forma de interpretar la realidad basada en la relación con la naturaleza y la comunidad, pero no un sistema filosófico estructurado."

Raimon Panikkar: "Tal vez el error está en tratar de definir la filosofía andina utilizando categorías ajenas a ella.

En lugar de intentar encajarla en los parámetros de la filosofía occidental, deberíamos aprender a escuchar su singularidad. La riqueza del pensamiento andino radica en su capacidad de integrar múltiples dimensiones de la existencia en un sistema interrelacionado. La interculturalidad nos ofrece una vía para superar los prejuicios y reconocer que existen múltiples maneras de filosofar, cada una con su propia lógica y profundidad."

Gustavo Flores: Si bien la interculturalidad nos permite reconocer la diversidad de formas de pensamiento, su enfoque reduce la filosofía a una experiencia vivencial. La filosofía no es solo una forma de vivir o de sentir el mundo, sino un esfuerzo por conceptualizar, sistematizar y problematizar la realidad. Si aceptamos que la filosofía es únicamente una vivencia, entonces estamos negando su capacidad de generar conocimiento estructurado, de formular preguntas fundamentales y de construir teorías sobre la existencia, y, en consecuencia, la estamos reduciendo a Weltanschauung o cosmovisión del mundo. Por ello, no podemos aceptar la interculturalidad como criterio absoluto para definir la filosofía andina. La filosofía debe ser más que una experiencia, debe ser un sistema de pensamiento con capacidad de reflexión crítica y conceptualización profunda. La filosofía andina no puede cerrarse en una simple interpretación intercultural, sino que debe abordar su estructura conceptual y su capacidad de abstracción.

 

CONCLUSIÓN

El intercambio de ideas ha revelado la diversidad de posturas en torno a la existencia y la naturaleza de la filosofía andina, dejando en claro que no hay consenso absoluto, sino una serie de interpretaciones en tensión.

Mario Mejía Huamán mantiene que la filosofía andina es un proyecto en construcción, una tarea pendiente que aún no ha alcanzado autonomía conceptual plena. Su énfasis sigue siendo más práctico que especulativo.

Mazzi sostiene que la idea de que el pensamiento andino carece de abstracción es errónea, pues existen unidades reflexivas que prueban su capacidad de formulación conceptual y teórica, aunque desde una lógica distinta a la occidental.

Gustavo Flores refuerza la idea de que no todo en la cosmovisión andina fue pragmático, subrayando el papel de la dimensión mitocrática, la cual busca una explicación profunda de la existencia y permite vincular este pensamiento con la filosofía en su sentido más amplio.

Josef Estermann enfatiza que la filosofía andina no debe juzgarse con los criterios aristotélicos y occidentales, sino en su propia racionalidad holística, basada en la complementariedad y la reciprocidad.

Rivara y Zenón Depaz Toledo coinciden en que en la tradición andina no hay una filosofía autónoma, sino una cosmovisión, una forma de conocimiento interrelacionada con la vida cotidiana, sin la sistematización conceptual que caracteriza la filosofía académica.

Sobrevilla señala el riesgo de que algunos enfoques sobre la filosofía andina caigan en una interpretación externa influenciada por categorías occidentales como la metafísica y el humanismo, más que en una filosofía generada desde la propia cultura andina.

Raimon Panikkar defiende la interculturalidad como un medio para reconocer las múltiples formas de filosofar, abriendo el espacio para aceptar el pensamiento andino en su singularidad sin someterlo a definiciones ajenas.

Finalmente, Gustavo Flores, con una postura categórica, refuta la objetividad del enfoque intercultural porque reduce la filosofía a una experiencia vivencial. La filosofía no puede limitarse a una mera forma de vida, sino que debe implicar conceptualización, problematización y sistematización. Si se acepta que la filosofía es solo un modo de vivir, se niega su capacidad de generar conocimiento estructurado, de formular preguntas fundamentales y de construir teorías sobre la existencia. Además, confrontado ante su defensa de la filosofía andina y su fe cristiana es emplazado por todos para que aclare el punto. A lo que responde que pasará a exponer la comparación entre la filosofía andina y la filosofía cristiana:

1. Metafísica: Relacionalidad vs. Trascendencia

·  Filosofía andina: La existencia es relacional y cíclica. Todo está interconectado, y la realidad se sostiene en la armonía entre los seres y la naturaleza. No hay un principio absoluto fuera del mundo, sino una coexistencia dentro de él.

·  Cristianismo: La existencia es trascendental y lineal. Dios es el fundamento absoluto, separado de su creación. La realidad no solo depende de las relaciones entre los seres, sino de la obediencia a la voluntad divina.

2. El tiempo: Cíclico vs. Asintótico

·       Filosofía andina: El tiempo es cíclico, donde los eventos regresan y la historia no avanza hacia un destino último, sino que se transforma en un flujo constante.

·       Cristianismo: El tiempo es asintótico, con un inicio definido (la Creación) y un fin irreversible (juicio y salvación). Hay un progreso único y definitivo en la historia.

3. Ética: Equilibrio vs. Redención

·       Filosofía andina: La moralidad se fundamenta en la reciprocidad y la complementariedad. Lo bueno es lo que mantiene el equilibrio de la comunidad y la naturaleza.

·       Cristianismo: La moralidad se basa en el amor gratuito y la obediencia a Dios. Lo bueno es lo que permite la salvación del alma.

4. La relación entre bien y mal

·       Filosofía andina: Bien y mal son complementarios, formando parte del equilibrio del cosmos sin que uno destruya al otro.

·       Cristianismo: Bien y mal son opuestos absolutos, y el bien vencerá al final de los tiempos.

5. Sumak Kawsay vs. Vida eterna

·       Filosofía andina: La plenitud se encuentra en el Buen Vivir, dentro de la realidad presente, en armonía con el entorno.

·       Cristianismo: La existencia trasciende lo terrenal y se orienta hacia la vida eterna, donde el destino último del alma supera el mundo físico.

Esta reconstrucción muestra dos visiones profundamente distintas, uno con su religión henoteísta y teología de la deidad Ordenadora atado a lo inmanente y el eterno retorno y otro con una religión teísta y teología del Dios Creador centrado en la trascendente, el tiempo progresivo y lo eterno. Mientras la cosmovisión andina busca la armonía dentro del ciclo vital, el cristianismo proyecta la historia hacia una resolución trascendental y superior.

Pero, además, añade Gustavo Flores, la metafísica inmanente se refiere a una comprensión del ser y la realidad donde lo divino, lo absoluto o lo fundamental no están fuera o más allá del mundo, sino que están presentes dentro de él. Aquí diez razones por las cuales se puede hablar de una metafísica inmanente:

1.        Interconexión del ser: En muchas tradiciones filosóficas y espirituales, la realidad se concibe como un entramado de relaciones dentro del mundo, donde el ser se manifiesta en la naturaleza y la comunidad sin necesidad de trascendencia.

2.       Presencia en el devenir: Lo absoluto no es un ente separado, sino una fuerza activa dentro del mundo que se experimenta en la transformación y el cambio constante de la existencia.

3.       Experiencia directa del sagrado: En muchas cosmovisiones, lo divino se encuentra en el flujo de la vida, en los ciclos naturales y en la interacción cotidiana, sin requerir un ser trascendente separado de la realidad.

4.       Principio del equilibrio cósmico: En filosofías como la andina, el taoísmo o el budismo, el orden del mundo se sostiene en la armonía interna de sus elementos, sin apelar a una instancia externa que imponga estructura.

5.       Rechazo de la separación ontológica: En la metafísica inmanente no se distingue entre un mundo material y uno superior o trascendental; la realidad es única e indivisible.

6.       Autorrevelación del ser: La verdad y la esencia del mundo no se descubren en una dimensión fuera del cosmos, sino dentro de él, a través de la observación, la experiencia y el conocimiento.

7.        El carácter viviente de la realidad: Muchas tradiciones inmanentistas ven el universo como un organismo vivo, donde cada ser y elemento participa en la totalidad sin un principio externo que lo gobierne.

8.       Ciclicidad del tiempo: En una visión inmanente, el tiempo no avanza hacia un destino trascendente, sino que se renueva constantemente dentro de la misma realidad, marcando ritmos de transformación y continuidad.

9.       Autonomía del ser humano: Si la realidad es inmanente, el ser humano no depende de una entidad trascendente para alcanzar el conocimiento o el sentido de su existencia, sino que puede descubrirlo dentro de su propia experiencia.

10.    La percepción del mundo como sagrado: En muchas filosofías inmanentistas, la naturaleza y el universo son sagrados en sí mismos, sin necesidad de referirse a un Dios separado, pues la divinidad se encuentra en el flujo vital del cosmos.

Y algunas tradiciones filosóficas y espirituales que han desarrollado una metafísica inmanente, donde lo divino o lo absoluto no está separado del mundo, sino presente dentro de él:

1.      Filosofía Andina – La cosmovisión indígena de los Andes concibe la realidad como una red de interconexiones entre humanos, naturaleza y energías cósmicas. La Pachamama es la madre tierra, sagrada en sí misma, sin necesidad de una trascendencia fuera del mundo.

2.     Taoísmo (China) – El Dao (o "Camino") no es un ser trascendente, sino el principio inmanente que fluye en todas las cosas. La armonía se logra cuando se sigue el flujo natural de la realidad.

3.     Budismo – Enseña que no hay un creador supremo fuera del mundo; el Dharma (orden cósmico) es inmanente y el sufrimiento se supera mediante la comprensión de la naturaleza de la existencia.

4.     Hinduismo Vedanta Advaita – La escuela Advaita Vedanta postula que Brahman, la realidad última, no está separada del mundo, sino que todo es una manifestación de Brahman, incluida la conciencia humana.

5.     Spinosismo (Filosofía Occidental) – Concebía a Dios no como un ser separado de la naturaleza, sino como la misma sustancia infinita que se expresa en todas las formas del mundo.

6.     Estoicismo (Filosofía Griega-Romana) – Los estoicos veían a la naturaleza como una manifestación de la Razón Universal, donde el orden del cosmos es intrínseco y no depende de un ente separado.

7.     Animismo (Tradiciones indígenas globales) – Muchas culturas tradicionales creen que el mundo está vivo, que los árboles, ríos y montañas tienen espíritu, y que lo sagrado se encuentra dentro de la naturaleza misma.

8.     Confucianismo (China) – Aunque centrado en la ética y la sociedad, considera que el Mandato del Cielo no es un ente trascendente, sino una manifestación del orden dentro del mundo.

9.     Filosofía Náhuatl (México prehispánico) – Los pueblos nahuas veían a Ometéotl, el principio dual creador, como una fuerza presente en el mundo y no como un dios separado de la existencia.

10.  Humanismo Renacentista (Occidente) – Algunos pensadores renacentistas enfatizaron una visión inmanente del ser humano y el universo, donde la capacidad de comprensión y creatividad es parte del orden natural sin intervención trascendental.

Todas estas tradiciones comparten la idea de que la realidad se sostiene por fuerzas internas en vez de por un principio superior fuera de ella. lista de tradiciones filosóficas y espirituales que sostienen una metafísica inmanente, donde lo divino no está fuera del mundo, sino presente dentro de él.

1. Principios de la metafísica inmanente

1.        Interconexión del ser

2.       Presencia en el devenir

3.       Experiencia directa del sagrado

4.       Principio del equilibrio cósmico

5.       Rechazo de la separación ontológica

6.       Autorrevelación del ser

7.        El carácter viviente de la realidad

8.       Ciclicidad del tiempo

9.       Autonomía del ser humano

10.    La percepción del mundo como sagrado

2. Ejemplos de tradiciones inmanentistas

1.        Filosofía Andina

2.       Taoísmo

3.       Budismo

4.       Hinduismo Vedanta Advaita

5.       Spinosismo

6.       Estoicismo

7.        Animismo

8.       Confucianismo

9.       Filosofía Náhuatl

10.    Humanismo Renacentista

Conclusión

Este análisis presenta una reconstrucción completa de la diferencia entre la cosmovisión andina y el cristianismo, el diálogo filosófico entre el Amauta y el Ontorrealista, la transformación de las filosofías antiguas ante el cristianismo, y una exposición sobre la metafísica inmanente en diversas tradiciones.

Epílogo

 

 

 

 

Toda obra filosófica es, en esencia, una invitación al pensamiento, un espacio donde las preguntas se renuevan y las respuestas se expanden. De los Amautas a la Modernidad ha recorrido los grandes debates que han moldeado nuestra historia, desde el choque entre filosofías ancestrales y la cosmovisión cristiana, hasta la lucha entre reforma y revolución en el destino del Perú. Hemos escuchado las voces de pensadores que, en distintos momentos, han buscado descifrar el enigma de la existencia, del poder y de la justicia.

Pero el pensamiento no termina con la última página de un libro. Este recorrido filosófico es solo un fragmento de un diálogo eterno que sigue transformándose en los rincones de la historia y la conciencia humana. Las ideas aquí planteadas continúan latiendo, invisibles pero persistentes, recorriendo los cauces subterráneos del tiempo, infiltrándose en los debates actuales y en las decisiones que forjarán el futuro.

Hoy vivimos una era de transición. La modernidad inmanentista, que durante siglos ha dominado el horizonte filosófico de Occidente, entra en su ocaso. La posmodernidad neoliberal, que redujo la existencia a la incertidumbre y el relativismo, se desmorona ante la emergencia de un nuevo paradigma. Al mismo tiempo, el cristianismo enfrenta uno de sus desafíos más críticos: Occidente, atrapado en la negación de su propia raíz espiritual, ha puesto en peligro su herencia filosófica y teológica, dejando solo al occidente eslavo como su último bastión. Mientras las civilizaciones islámicas, china e hindú resurgen con fuerza, el pensamiento cristiano se encuentra ante la necesidad de una renovación profunda para sobrevivir y redefinir su papel en el mundo.

Este libro no busca cerrar debates, sino abrirlos. No pretende dar respuestas definitivas, sino señalar las preguntas que siguen vigentes. Porque la filosofía, cuando es auténtica, no es solo una construcción del intelecto, sino una batalla del espíritu contra la indiferencia. Así, el desafío que se plantea no es menor: continuar el diálogo, reconocer el valor de la trascendencia en un mundo que ha querido reducirlo todo a la materia, y resistir el avance de una realidad que amenaza con devorar el sentido último de la existencia.

El destino de las ideas no está en su fijación, sino en su evolución. Y mientras haya quien se atreva a preguntarse por el significado de la historia, por la esencia del ser y por la luz que aún puede brillar en medio de la incertidumbre, la filosofía seguirá viva. Porque, aunque los imperios caigan y las estructuras se fragmenten, siempre habrá pensadores que, como centinelas en la noche, sostendrán el fuego del pensamiento, para que nunca se extinga en el horizonte de la humanidad.

Así, el pensamiento peruano se encuentra ante una encrucijada histórica. Puede rendirse a la trascendencia inmanente precolombina, que ve el cosmos como un ciclo eterno sin un sentido último, devolviendo su mirada a los antiguos dioses de piedra, a las huacas, a los astros y a la memoria sepultada en las momias. O puede persistir en la senda agotada del relativismo nihilista e inmanentista occidental, donde todo se disuelve en la incertidumbre y la voluntad humana queda atrapada en su propia negación, incapaz de hallar un principio estable sobre el cual construir el futuro. Pero existe una tercera vía: ahondar en la raíz cristiana de la trascendencia, aquella que no anula la inmanencia, sino que la eleva, la dota de sentido y la reconcilia con su verdadero origen. Es en esta síntesis donde el pensamiento peruano puede hallar no solo una respuesta, sino una vocación histórica: la tarea de unir cielo y tierra, razón y fe, materia y espíritu, para que la existencia no sea solo un tránsito, sino un llamado profundo a la plenitud.

Las filosofías antiguas y renacentistas sostuvieron una metafísica inmanente, donde el fundamento de lo real se encontraba dentro del mundo y no fuera de él. Desde la visión holística andina hasta el panteísmo renacentista, pasando por el materialismo aristotélico y el animismo indígena, el pensamiento clásico concibió la existencia como una red de relaciones internas, sin apelar a un principio exterior. Incluso los humanistas del Renacimiento exaltaron la razón y la capacidad creativa como expresiones del orden natural, reafirmando la soberanía de lo inmanente.

Esta tradición filosófica compartió rasgos con la metafísica moderna, donde el ser y el conocimiento se analizaron sin referencia a lo trascendente. Desde Descartes hasta Kant, la filosofía moderna construyó un sistema basado en la autonomía del sujeto, otorgando a la conciencia humana el papel de creadora del sentido. Aunque diferían en método y enfoque, los sistemas racionalistas, empiristas e idealistas concordaban en un punto: el mundo es comprensible en sí mismo, sin requerir un principio superior.

Sin embargo, la modernidad no solo exaltó la razón, sino que también introdujo un matiz secularista y ateo que alejó el pensamiento de la trascendencia. La Ilustración cuestionó los fundamentos religiosos y reemplazó la fe por el progreso técnico y la racionalidad científica. Esta orientación dominó la filosofía occidental y se reflejó en el pensamiento peruano moderno, donde los sistemas filosóficos adoptaron una postura crítica ante lo sagrado. Figuras como Augusto Salazar Bondy y Francisco Miró Quesada reforzaron esta tendencia desde distintas aproximaciones: el primero con su visión liberacionista y crítica de la dependencia filosófica, y el segundo con su enfoque epistemológico y lógico, ambos sin referencia a la trascendencia.

Pero el abuso del principio de inmanencia en la cultura contemporánea ha desencadenado transformaciones profundas en la estructura misma de la sociedad. El rechazo de la ley natural y moral, el imperio del prometeico culturalismo culturalista condujo a las aberraciones prácticas con el abuso de principio de inmanencia, lo que se percibe con las tendencias posmodernas, transhumanistas, poshumanistas que niegan la ley natural, el sexo natural, impulsan la agenda transexual, homosexual, cambio de sexo, libre consumo de drogas, la eutanasia, la eugenesia, el aborto, disolución de la familia nuclear, las tradiciones nacionales y religiosas.

Lo que en el pensamiento clásico fue una búsqueda de armonía con el cosmos, en tiempos recientes ha dado paso a una reinterpretación anárquica y posmoderna de la realidad que pone en crisis los fundamentos de la ética, la identidad y el sentido de la existencia. Esta fragmentación del orden natural revela los límites de una visión que, al desvincularse de la trascendencia, corre el riesgo de perder toda referencia estable para el ser humano. En este punto, surge una pregunta crucial: ¿puede el pensamiento inmanentista sostener por sí solo una estructura coherente de la realidad sin desembocar en su propia disolución?

Frente a la fragmentación del pensamiento contemporáneo, no ha sido la filosofía peruana secular la que ha resistido tales desviaciones, sino la comunidad del pueblo, profundamente cristiana, arraigada en su fe y en sus tradiciones. La filosofía oficial peruana ha sido la retaguardia de los centros de poder mundial occidentales y liberales. Ni siquiera los herederos de la filosofía de la liberación salazariana elevaron su voz de protesta ante las desviaciones antinaturales. A pesar de las imposiciones culturales promovidas desde esferas los centros imperialistas de poder mundial, ajenas a sus valores, el pueblo ha preservado su cosmovisión moral basada en la ley natural, la familia y la dignidad humana, resistiendo con firmeza las corrientes ideológicas que buscan alterar el orden esencial de la existencia. Es el pueblo de fe cristiana la que estuvo en la vanguardia de la lucha. No ha cedido ante la presión de modelos que intentan redefinir la identidad y la ética desde una perspectiva artificial, pues su fe, vivida en la cotidianidad y fortalecida en cada hogar, iglesia y comunidad, ha sido el bastión contra la disolución de sus principios. En los pueblos, en las parroquias y en las familias, el cristianismo sigue siendo la piedra angular sobre la que se construye la vida, recordando que la verdad no se negocia y que el espíritu del pueblo es más fuerte que cualquier doctrina pasajera.

Las filosofías posmodernas, en su afán de deconstrucción, han socavado los principios de la ley natural y moral, relativizando todo aquello que durante siglos ha sido el fundamento del orden humano. Al negar la existencia de un marco objetivo que rige la conducta, han reducido la ética a una mera construcción subjetiva, fragmentando la noción de bien y mal hasta el punto en que la verdad se disuelve en interpretaciones individuales sin referencia estable. Esta negación del orden moral no solo ha minado la coherencia filosófica, sino que ha abierto la puerta a la disolución de los vínculos fundamentales que estructuran la sociedad. Sin un principio rector que guíe el comportamiento, la cultura queda atrapada en un constante revisionismo, donde la identidad, la justicia y la dignidad humana se ven sometidas a la volatilidad de tendencias pasajeras, despojadas de todo sentido trascendental. Así, lo que se presentó como una emancipación del pensamiento ha conducido paradójicamente a la pérdida del sentido mismo de la libertad, pues en la ausencia de un horizonte moral, el ser humano queda abandonado al caos de una voluntad sin dirección.

La hegemonía del pensamiento secularista ha comenzado a ceder ante la emergencia de un nuevo orden mundial. Con el ascenso de civilizaciones multipolares, la trascendencia vuelve a ocupar un lugar central en la configuración del pensamiento global. El mundo deja atrás la homogeneidad ideológica y abre paso a una pluralidad de enfoques donde lo espiritual resurge con fuerza, desafiando la perspectiva materialista dominante.

¿Será un cristianismo renacido el eje de esta transformación? Es posible. Pero nada excluye la posibilidad de que la profecía de la iniquidad y la apostasía general en los últimos tiempos sea una realidad inevitable. La historia puede seguir dos caminos: el resurgimiento de una fe renovada o el colapso definitivo de la espiritualidad en una era de incertidumbre. La respuesta aún está por escribirse, y el destino del pensamiento dependerá de quienes se atrevan a enfrentarlo.

Monólogo Final:

La Memoria del Pensamiento

 

 

 

Las civilizaciones emergen y se desvanecen, los templos son erigidos y luego reducidos al polvo, pero el pensamiento, aún en su fragilidad, sobrevive. No hay ruina capaz de sepultarlo, pues su materia no es piedra ni arcilla, sino la voz que se filtra entre los siglos, esculpiendo en la conciencia humana el testimonio de su lucha.

Cada filosofía ha sido un eco en la bóveda del tiempo, una búsqueda de sentido en la vastedad del existir. Hubo quienes contemplaron el universo y vieron en su orden el reflejo de una lógica divina, y hubo quienes negaron lo trascendente y proclamaron la autonomía del ser terrenal, empírico y fáctico como absoluto. Pero más allá de las escuelas y doctrinas, más allá de los ciclos de ascenso y caída, persiste la misma pregunta, indomable y eterna: ¿Hacia dónde se dirige la historia?

El hombre, en su orgullo, ha pretendido ser arquitecto de su propio destino, pero el pensamiento que lo ha guiado ha sido su mayor enigma. La modernidad ignoró que toda conciencia se enfrenta, tarde o temprano, a su propio límite. La razón se levantó contra lo sagrado, el espíritu fue desplazado por la estructura, la fe fue reducida a reliquia, y sin embargo, no hubo victoria. Porque la materia no consuela, el cálculo no redime, y ninguna ecuación explica el temblor de la existencia cuando el hombre se pregunta por el significado de su vida.

Pero toda construcción sin fundamento está destinada a caer, porque cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. La historia es testigo de esta verdad: las ideologías cambian, los imperios colapsan, las estructuras se modifican, pero lo esencial permanece. Cuando todo lo demás se disuelve, cuando el tiempo arrastra lo pasajero, la palabra que sostiene el mundo sigue resonando, intacta.

Aquellos que han pretendido deconstruir la realidad han olvidado que despojar al hombre de su raíz no es emanciparlo, sino condenarlo a la intemperie de la incertidumbre. La negación de la ley natural no ha sido un avance, sino un extravío; la abolición de los fundamentos morales no ha sido una liberación, sino un desamparo. Se ha despreciado lo esencial, se ha sustituido la verdad por artificios, y en la fragmentación de la identidad, el hombre no ha encontrado otra cosa que vacío.

Pero la historia no se detiene. La filosofía no es solo una sucesión de doctrinas, sino un latido que atraviesa los tiempos. Y en este instante, en la frontera de un mundo que oscila entre la disolución y la reconstrucción, la trascendencia, que parecía olvidada, vuelve a resonar como una voz que nunca se extinguió. La conciencia colectiva presiente que el hombre no es solo voluntad, que la realidad no es solo materia, que la existencia no es solo tránsito. Y así, la pregunta última, la que en algún momento fue acallada, vuelve a surgir entre los escombros de la modernidad: ¿Hay un significado más allá de nosotros?

Las civilizaciones multipolares emergen, el pensamiento occidental pierde su hegemonía, y el futuro se torna incierto. Pero donde hay incertidumbre, hay posibilidad. ¿Será el cristianismo renacido quien ilumine el nuevo orden? Es posible. ¿Será la consumación de la apostasía anunciada? También es posible. Todo lo que el pensamiento ha construido puede ser restaurado o puede derrumbarse en su propia negación.

La filosofía peruana, lejos de quedar atrapada en el ocaso de la secularidad, se encamina, con la fe que su pueblo exhibe, hacia el rescate del principio de trascendencia. No es el academicismo desligado de la realidad el que marcará su rumbo, sino la fuerza espiritual latente en el corazón de su gente. Frente a la tergiversación antinaturalista impuesta por el constructivismo cultural y el abuso del principio de inmanencia, el pueblo sigue levantando la mirada hacia lo eterno, recordando que el pensamiento, por sí solo, no basta si se desvincula de lo absoluto. El Perú, con su raíz cristiana aún vibrante, no ha sido vencido por la disolución posmoderna, y su filosofía encuentra en la fe su eje para superar la fragmentación y recuperar la esencia perdida.

La respuesta aún no ha sido escrita. El destino sigue aguardando a quien tenga el coraje de descifrarlo. Y mientras quede un hombre que se atreva a preguntar, la filosofía seguirá viva. Porque el pensamiento, como la luz, no muere. Solo espera.

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

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Fuentes coloniales y virreinales

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Pensadores republicanos y modernos

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  • Vigil, P. G. (1863). El Perú y su futuro político. Imprenta del Estado.
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Pensadores contemporáneos y estudios sobre filosofía andina

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  • Rivara de Tuesta, M. L. (2000). Pensamiento prehispánico y filosofía colonial en el Perú. Fondo de Cultura Económica.
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  • Sobrevilla, D. (1996). La filosofía contemporánea en el Perú. Carlos Matta editor.
  • Sobrevilla, D. (1999). Repensando la tradición de Nuestra América Latina. Fondo Editorial BCR.
  • Estermann, J. (1998). Filosofía Andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina. ISEAT.
  • Panikkar, R. (1999). La intuición cosmoteándrica: Las tres dimensiones de la realidad. Editorial Siruela.
  • Panikkar, R. (2007). El diálogo intercultural. Editorial Trotta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Índice

 

 

Prólogo

I

ENCUENTRO DE SABIDURÍAS:

Dioses que perecieron y el Dios que venció

Diálogo Filosófico Intercultural

Eje 1: Origen del Universo

Eje 2: Propósito y Destino

Eje 3: La Comparación de los Avatares

Eje 4: El Devenir de Cada Filosofía y su Derrota ante el cristianismo

Palabra Final de Ontorrealista

Eje 5: La moral y el amor

Epílogo: El Encuentro de Dos Grandes Visiones

Conclusión

 

II

EL DEBATE FILOSÓFICO DEL VIRREINATO:

FE, DERECHOS HUMANOS Y EL DESTINO DE AMÉRICA

 

PRIMER DIÁLOGO

Primer eje: La concepción de Dios y el orden del universo

Segundo eje: El problema de la justicia y el gobierno

Tercer eje: El rol de la filosofía en la historia

Cuarto eje: El destino espiritual del Perú

Epílogo

 

SEGUNDO DIÁLOGO

Primer eje: La evangelización y el mestizaje

Segundo eje: El problema del poder y la justicia

Tercer eje: Filosofía y mística en la historia

Cuarto eje: El destino del Perú

Epílogo

 

TERCER DIÁLOGO

Primer eje: El poder y la autonomía del Perú

Segundo eje: La filosofía, la fe y el conocimiento

Tercer eje: El destino del Perú

 

CUARTO DIÁLOGO: Justicia y el destino del Perú

 

III

REFORMA O REVOLUCIÓN: EL PENSAMIENTO CRIOLLO E INDÍGENA EN LA FORJA DE LA INDEPENDENCIA

 

PRIMER DIÁLOGO

1. Ontología y metafísica: la materia, la existencia y la verdad

2. Libertad y determinismo: la voluntad humana y la providencia divina

3. Evangelización y política virreinal: ¿religión o imposición?

4. Crisis filosófica y el avance de la ciencia moderna

Conclusión

 

SEGUNDO DIÁLOGO

1. Razón, cálculo y belleza: La tensión entre el barroco y la ilustración

2. Ciencia y religión: Newton en el Virreinato

3. Reforma educativa y transmisión del conocimiento

4. Justicia social y el regalismo borbónico

 

TERCER DIÁLOGO

1. Independencia: ¿ruptura o reforma?

2. El rol de la élite criolla y los indígenas

3. Ciencia, religión y nacionalismo

4. Modelos de gobierno: República vs. Monarquía

Conclusión

 

DIÁLOGO FINAL

1. ¿Reforma o ruptura?

2. La identidad nacional y el rol de la ciencia

3. Justicia, religión y política

4. Modelos de gobierno: República, Monarquía

o Restauración Incaica

Conclusión

IV

 

El Perú en busca de su destino: Identidad, orden y revolución en el pensamiento filosófico

 

1. La Identidad y el Futuro del Perú

Primer eje: ¿Cuál es la verdadera identidad del Perú?

Segundo eje: ¿Debe la ciencia ser el fundamento del progreso peruano?

Tercer eje: ¿Cuál es el modelo de gobierno que debe seguir el Perú?

Conclusión: La Nación en Construcción

 

2. Orden, libertad y tradición

Primer eje: ¿Debe el Perú abrazar el liberalismo o sostener sus instituciones tradicionales?

Segundo eje: ¿Cuál es el rol de la religión en la construcción del país?

Tercer eje: ¿Cuál debe ser el futuro político del Perú?

Conclusión: Un destino aún por definir

 

3. El Perú entre tradición y revolución

Primer eje: ¿Cuál es la esencia de la identidad peruana?

Conclusión: Un diálogo que sigue abierto

 

V

DIÁLOGO EN EL OLIMPO DE LA FILOSOFÍA PERUANA

Ontología, Liberación y Neo-entes: El Desafío de Nuestra Época

 

PRIMERA PARTE

I. Conocimiento y justicia

II. Debate sobre el Absoluto

 

III. Pragmatismo e idealismo subjetivo

IV. Relativismo y principios universales

V. Conclusión: Inmanencia vs. Trascendencia

 

SEGUNDA PARTE

I. Presentación y primer enfrentamiento sobre el Absoluto

II. El ser y el aparecer: un nuevo campo de disputa

III. El nuevo Absoluto: ¿Devenir o principio ontológico?

IV. Dios, panteísmo y la trascendencia

V. Conclusión: tres posturas filosóficas

 

TERCERA PARTE

I. Mariátegui y la metafísica inmanente

II. Marxismo, inmanencia y mito revolucionario

III. Nietzsche y el rechazo de la trascendencia

IV. Conclusión: cuatro perspectivas filosóficas

 

CUARTA PARTE

I. Orrego y la espiritualidad inmanente

II. Panteísmo versus trascendencia

III. La influencia de Bergson y Emerson

IV. La visión de América Latina

V. Conclusión: cinco visiones filosóficas

 

QUINTA PARTE

I. Filosofía de la liberación y el naufragio inmanentista

II. El relativismo ontológico y la ausencia de lo trascendente

III. Filosofía, liberación y ética situacional

IV. Conclusión: ¿una filosofía latinoamericana?

 

SEXTA PARTE

I. Ciencia, razón y la negación del ser trascendental

II. El cientificismo y el método fenomenológico

III. Ateísmo moral y la autonomía del ser humano

IV. Filosofía latinoamericana: ¿hacia una ruptura definitiva con la trascendencia?

 

SÉPTIMA PARTE

I. Filosofía y teología: una relación inevitable

II. La opción por los pobres y la justicia social

III. ¿Es posible una filosofía cristiana de la liberación?

IV. Conclusión: ¿Dios, justicia y filosofía pueden coexistir?

 

OCTAVA PARTE

I. El transhumanismo y la amenaza contra la humanidad

II. Los neo-entes y el colapso de la ética

III. ¿Resistencia filosófica o aceptación del cambio antropológico?

 

NOVENA PARTE

Reflexiones finales de cada pensador

 

Conclusión general

 

VI

FILOSOFÍA ANDINA

Cosmovisión, filosofía y universalidad

 

PRIMER DIÁLOGO:

FILOSOFÍA O COSMOVISIÓN

 

SEGUNDO DIÁLOGO

REIVINDICACIÓN DEL ESTATUS FILOSÓFICO DEL MITO

 

TERCER DIÁLOGO

FILOSOFÍA Y HOMEOMORFISMO EN EL PENSAMIENTO ANDINO

 

CUARTO DIÁLOGO

LA FILOSOFÍA ANDINA EN DEBATE

 

CONCLUSIÓN

 

EPÍLOGO

 

MONÓLOGO FINAL: LA MEMORIA DEL PENSAMIENTO

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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