martes, 8 de julio de 2025

Manifiesto de un Cristiano-Andino

 


Manifiesto de un Cristiano-Andino

 

 

Por una ética del don, la justicia y la dignidad sin condiciones

1. No somos enemigos. No venimos a imponer, sino a dialogar. No defendemos un dios contra otro, ni una cultura sobre otra. Somos aliados en la búsqueda de la verdad, la justicia y la vida buena. En este tiempo de desencuentros, es urgente construir puentes entre nuestras herencias —lo ancestral y lo revelado— sin renunciar a nuestra fe ni clausurar nuestras raíces.

 

2. Somos cristianos sin colonialismo y andinos sin fundamentalismo. Creemos en un cristianismo encarnado en la historia, no en su versión imperial ni colonial. El Evangelio que seguimos no nace del poder, sino de un Crucificado que se entrega por amor. No proponemos una superioridad espiritual, sino una transfiguración ética: desde la reciprocidad funcional hacia la gratuidad del don.

 

3. El pensamiento andino es valioso, pero necesita ser iluminado. Admiramos la ética relacional del ayni, su respeto por la naturaleza y su sentido de comunidad. Pero también reconocemos sus límites: no puede acoger plenamente al que no puede devolver. El niño, el anciano, el enfermo, el discapacitado… quedan vulnerables cuando la reciprocidad se vuelve ley. Aquí no negamos lo andino, pero proclamamos que el amor cristiano va más allá: es don, no deuda.

 

4. La caridad no es control: es revolución. “La caridad no busca lo suyo” (1 Cor 13,5). La caridad auténtica no domina ni anestesia: dignifica desde la gratuidad. No se administra desde el poder, sino que brota desde la compasión. Es amor que se dirige precisamente a quienes no pueden devolver. En un mundo funcionalista, la caridad es escándalo.

 

5. No confundimos el Evangelio con quienes lo traicionaron. Reconocemos, sin ambigüedades, que el cristianismo ha sido manipulado por imperios, ejércitos y doctrinas. Pero rechazamos que esas traiciones sean el corazón del Evangelio. No juzgamos a Cristo por quienes lo han usado, sino por lo que vivió y enseñó: perdonar al enemigo, defender al pobre, denunciar al poder sin perder la ternura.

 

6. El respeto no exige silencio. Valoramos la espiritualidad andina, pero no creemos que toda diferencia deba ser relativizada. El respeto auténtico no significa callar la propia fe, sino poder expresarla sin temor. Como cristianos, creemos que Cristo es el Logos hecho carne, y que su verdad no necesita imponerse, porque se ofrece como un don que puede ser libremente rechazado. Pero merece ser escuchado.

 

7. Queremos un diálogo sin trincheras. Estamos convencidos de que el mundo necesita narrativas de encuentro, no monólogos de exclusión. Las cosmovisiones pueden encontrarse sin borrarse. Podemos hablar desde nuestras diferencias —el ayllu y el Evangelio, la Pachamama y el Creador, el ayni y la gracia— no para mezclarlas sin rigor, sino para buscar juntos una ética que ponga al vulnerable en el centro.

 

Cristiano-andino no es contradicción: es vocación. Es creer que Dios puede hablarnos desde el trueno del Sinaí y desde la tierra fértil del Apurímac; desde las Bienaventuranzas y desde el silencio de la puna; desde una cruz de madera y desde la wiphala al viento.

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