lunes, 4 de noviembre de 2024

La Metafísica de la luz. Claves del primer filósofo mestizo Inca Garcilaso de la Vega

 


Reseña a 

La Metafísica de la luz. Claves del primer filósofo mestizo Inca Garcilaso de la Vega

de 

Gustavo Flores Quelopana

Luis Enrique Alvizuri,

24 de setiembre del 2005.

 

Quisiera iniciar mi comentario con una figura metafórica. Dicen que el hombre andino es como el cóndor, que cuando empieza a bajar hacia la costa se lo va viendo cada vez más pequeño, hasta el punto que pareciera que va a desaparecer; pero, cuando ya casi no se lo ve, su figura vuelve a crecer lentamente mientras sube hacia el lugar de donde partió.

 

Esta bella figura quizá ilustra aquello que algunos creemos que es lo que está sucediendo hoy en día en el mundo andino. Muchos pensaban que estaba muerto, que había sido desaparecido por efecto de la invasión occidental, que solo sobrevivían sus restos en forma de arqueología, antropología, etnología o folclor. Pero cuando pensábamos estar ante un cadáver, resulta que, como en el poema Masa de Vallejo, ante el clamor de todos los que lo amamos, éste se levanta y empieza a andar. Y qué mayor prueba de ese caminar que la obra profunda y académica de Gustavo Flores Quelopana La metafísica de la Luz, claves del primer filósofo mestizo Inca Garcilaso de la Vega.

 

Flores Quelopana, un pensador salido de las canteras tradicionales de la filosofía occidental, impartida en nuestras parametradas instituciones de enseñanza, ha dado el salto cualitativo que pocos se atreven a dar por temor a ser considerados poco duchos, o resentidos, o desviados, sino subversivos. Ha puesto su mirada en un mundo por siempre visto como inferior, atrasado, salvaje, ignorante, incapaz ¾y todos los epítetos que el lenguaje castellano nos pueda dar¾ pero no con la intención de lucrar con la fama que las miradas antropológicas de laboratorio suelen dar a quienes se dedican a esta “curiosidad del pasado”, sino con el objetivo rebelde de no aceptar la ceguera intencionada, arrastrada desde la conquista, de no querer ver lo que es obvio: que el mundo andino era y es una civilización superior, viva y renaciente, con sus propios valores, sus estructuras y su forma de ser y de pensar.

 

¿Y de qué manera patentiza ese interés para algunos descabellado? Pues poniendo sus ojos en aquel que, a su entender, viene a ser el primer filósofo mestizo ¾que nosotros llamamos andino¾ como lo fue Gómez Suárez de Figueroa, más conocido como el Inca Garcilaso de la Vega. Flores Quelopana, sin temor de aplicar los instrumentos provenientes de distintas canteras del pensamiento universal, y con el único objetivo de llegar a la luz de la verdad, nos demuestra que nuestro ilustre antepasado no solo era, como siempre se ha pensado, un simple relator o cronista, un narrador de historias de su pasado con el fin de distraer o de exaltar su origen real, para así ser considerado alguien de alcurnia en una Europa aristocrática, sino que era en verdad un filósofo.

 

¿Por qué? Porque sencillamente solo un filósofo podría atreverse a abordar con éxito la traducción de un libro de filosofía del latín al castellano. Nos referimos a la obra Diálogos de amor de León Hebreo. ¿Creemos acaso que es una empresa fácil? ¿Podría alguien que no conoce la especialidad osar hacer dicha tarea? Eso, como todos sabemos, no ocurre en ningún caso ni en ningún campo. Por eso Flores Quelopana, conocedor de lo que es la filosofía en su sentido estricto, detecta esta gran omisión. He aquí entonces una de los primeros méritos de la obra en cuestión: hacerle ver a los andinos que nuestro primer filósofo contemporáneo fue el Inca Garcilaso de la Vega, quien no en vano se cambió el nombre puesto que así se sentía, un Inca, un ser que formaba parte de un mundo que no podía negar, a diferencia de la mayoría de los actuales que intentan por todos los medios rechazar su origen y asimilarse a Occidente de cualquier manera. Pero Garcilaso no solo reconocía públicamente su cuna en un medio donde ello podía significarle una desventaja, o sea, admitir que era proveniente de una supuesta raza inferior ¾al decir de la mayoría de los europeos¾ sino que también se reconocía como parte de Occidente, a través, no solo de su sangre, sino de la religión. Fue en esto donde Garcilaso encontró la piedra de toque para elaborar su genial y anticipatoria teoría: el hecho que ambas civilizaciones, la occidental y la andina, tenían como máxima sublimación de la fe y el pensamiento a la figura de la luz.

 

Garcilaso no solo es un historiador o un escritor humanista, sino que es el primer filósofo neoplatónico peruano, pero cuya obra escrita se articula ¾y esto no fue advertido¾ por medio de una metafísica de la Luz, que concibe a Dios como una realidad superior privilegiada y que le sirve de fundamento para su interpretación histórica: providencialismo neoantropocéntrico. Pág. 182.

 

En el caso de Occidente, esto se manifestaba a través de una importante cantidad de referencias que vinculaban a Dios y a toda manifestación de lo divino con la luz, la luz divina, la luz que ilumina a los hombres y que les entrega la revelación. Innumerables pasajes bíblicos y evangélicos nos relatan acontecimientos donde es la luz la portadora del espíritu divino. Igualmente, en el caso de la civilización andina; para Garcilaso la adoración al sol, como punto principal de donde parte la luz, es una demostración clara de que los andinos reconocían la divinidad de la misma, no en su forma material, como la luz del día, sino en su aspecto sublimado, espiritualizada, que desempeña un papel primordial en la vida de todos los seres de la naturaleza.

 

Pues la divinidad solar incaica representa un acercamiento de la noción de sabiduría a la de la luz o conocimiento perfecto de lo divino. La teología incaica está transida por una metafísica pagana de la Luz que sirvió de hilo conductor a Garcilaso para compenetrarse con la teología de la Luz del cristianismo católico. Pág. 165.

 

Esta es para Garcilaso la conexión y la demostración de que Dios está en estos dos mundos y por eso, y a aquí viene el planteamiento revolucionario ¾aun para nuestra época¾ es que plantea la idea de que el mundo andino posee la suficiente madurez y capacidad para autogobernarse a sí mismo, ya que tiene la revelación divina sin haber conocido siquiera la religión cristiana; pero habiéndola conocido, no había entonces necesidad de una dominación ni de una colonización, sino solo el reconocimiento de que la obra de Dios se había extendido hacia el nuevo mundo. Garcilaso quería decirles a los españoles, en especial a sus gobernantes, que dejaran a los andinos como independientes en su gobierno ¾demostradamente efectivo, como relató en sus Comentarios reales¾ puesto que eran parte del plan de Dios, que estaba por encima de los de los hombres.

 

Por ello el providencialismo renacentista de Garcilaso era neoantropocéntrico y eurocéntrico, es decir, el hombre peruano, ¾sin perder el vínculo con lo divino ¾bautizado en la fe cristiana¾ estaba en incomparables condiciones para construir con autonomía de los españoles e Imperio Universal Cristiano. Pág. 80.

 

Como vemos, esta estrategia conceptual garcilasiana era sumamente elaborada, inteligente y astuta, pero peligrosa; tanto así que, muchos años después, a consecuencia de la rebelión de Túpac Amaru, fue prohibida su obra. Y decimos peligrosa porque debemos considerar que el ambiente en el cual vivía no era propicio a ver en los recién conquistados unos iguales, sino más bien instrumentos de creación de riqueza. Si Garcilaso no hubiese empleado la sutileza en el escribir para decir cosas que parecen pero que en el fondo son ¾sin incomodar a la mayoría de los que leían su obra¾, si hubiera dicho directamente lo que pensaba y creía, es muy probable que hubiese terminado en la cárcel o tal vez en la horca por subversivo o hereje.

 

Y la encontró creando un nuevo género de expresión filosófica: el comentario histórico, en el que se permite deslizar conceptos sobre la naturaleza de lo histórico (plan providencial de Dios) estrechamente unido a lo que acontecía en el Perú. Pág. 82.

 

Estamos entonces, gracias a la obra de Flores Quelopana, ante un nuevo Garcilaso; un filósofo rebelde que se siente andino y no reniega de ello, y que quiere, con un atrevimiento singular, enmendarle la plana a España y a su política de colonización diciéndole que debe dejar libres a los habitantes del nuevo mundo porque ellos tienen el derecho divino y la capacidad para autogobernarse y seguir, por su propio camino, las grandes disposiciones de Dios.

 

Nuestro provecto escritor asimiló lentamente el panorama intelectual de Occidente no sin tomar postura; por el contrario, fue una asimilación crítica. De ahí su decisión de entregar sus fuerzas a una obra aparentemente histórica pero que se encontraba basada en sólidos fundamentos filosóficos-metafísicos que demostraban que la luz de Dios llegaba a los peruanos para un designio que haga honor a su ilustre historia. Pág. 84.

 

Esto no se ha vuelto a plantear hasta nuestra época. El enfoque de Garcilaso es sorprendentemente actual puesto que él ya se concebía a sí mismo, no como un indígena, no como un nativo puro ¾tal como no lo son actualmente el noventa por ciento de nuestra población andina¾ sino como integrante de una realidad distinta, de una sociedad que a partir de allí debería admitir el hecho histórico contundente: la presencia de Occidente como un nuevo factor que conformará la esencia de lo andino. Démonos cuenta que Garcilaso no planteó el retorno al Imperio de los Incas. No clamó porque todo volviese al lugar en que estaba antes de la llegada de Pizarro. Como filósofo que era, formado en renombradas escuelas europeas y con maestros de prestigio, sabía que hechos de esa naturaleza son irreversibles, tal como la llegada de los Incas al valle de Urubamba, erradicando y dominando a sus anteriores habitantes. Lo que Garcilaso avizoró fue que solo mediante nuevas estructuras mentales podemos encontrar el punto de equilibrio para poder vivir con dignidad, sin ignorar que estamos en un mundo multivalente, formado por muchos seres distintos y de diferente potencialidad. Garcilaso es un revolucionario, insistimos, porque es un independentista, porque fue el primero en elaborar un proyecto civilizatorio para el mundo andino sin ignorar la presencia y los aportes de Occidente.

 

Él no pensaba que el mundo andino debía ser una cola dependiente de Europa; él veía al nuevo mundo lo suficientemente maduro y capaz de decidir su destino. Quiere decir que tomó partido, pero no por lo que más le convenía, que era convertirse en un europeo más ignorando su origen ¾cosa que demostró no serle difícil¾ sino por ser un andino, un nuevo representante de esa nueva realidad que se venía conformando.

 

Como Atenágoras, Taciano y Orígenes lo hicieron respecto a las doctrinas de Platón y Aristóteles Garcilaso se convierte en un apologeta prolongado haciendo lo mismo con la doctrina religiosa, moral y política incaica. Pág. 93.

 

Existen muchos méritos más en la obra de Gustavo Flores Quelopana, pero quizá el más importante sea éste: el de darnos a conocer el primer intento por resolver el drama de la conquista sin renunciar a ser lo que somos. Porque tanto para Garcilaso como para nosotros, está claro que nunca llegaremos a ser europeos, norteamericanos ni occidentales: seremos andinos querámoslo o no; con piel marrón, negra o blanca; con quechua, castellano o aimara; viviendo en la sierra, en la selva o en la costa. Seguiremos siendo andinos muy a nuestro pesar. Pero para que ello no nos pese, Garcilaso ideó ya el primer proyecto andino pos hispánico: la revalorización de nuestra cultura, de nuestras propias capacidades y de nuestros propios valores. Garcilaso le dijo al mundo que los andinos eran lo suficientemente capaces de gobernarse y de ser. Siguiendo entonces esa huella de luz, a la que se suman ilustres voces como las de Mariátegui y su creación heroica, debemos asumirnos ya como una nueva identidad, con capacidad para conformar nuestro mundo a nuestra manera. Creemos que la obra de Flores Quelopana nos deja principalmente ese mensaje:

 

Pero lo que se debe hacer en cada verdadera obra maestra es tratar de aprisionar su espíritu, lo único que en verdad resume su propósito fundamental y sobrevive a lo largo de los siglos en los repliegues de la intrahistoria. Pág. 79

 

Se me quedan otros elementos de juicio más en el tintero; como, por ejemplo, la propuesta del autor de demostrar que Pachacámac es la clave para entender que los andinos desarrollaron el pensamiento abstracto al más alto nivel, pues concebían a un dios como una entidad por encima de los intereses humanos;

 

Por último, en la intención de los indios de dar el nombre Pachacámac al sumo Dios que da vida y ser al Universo es posible rotular lo consecutivo: 1. La presencia de un conocimiento de la naturaleza de Dios como la vida misma, pero no como Persona divina 2. La admisión de que la existencia y los atributos de Dios son naturalmente cognoscibles, ello no significa que Dios sea conocido en sí mismo. 3. Vivificación como actividad pura o fecunda que está frente a una materia preexistente a la cual anima. 4. Su comunicación vital es un bien a la criatura, como semejanza de irradiación de la luz divina. 5. Guarda una correspondencia, como divinidad de la vida, con la Persona del amor, es decir, con la Persona del Espíritu Santo que tiene que ver con la fecundidad del amor divino. Pág. 112.

 

Sin embargo, será con el dios Pachacámac incaico donde éste se presenta ya no como una divinidad astral, ni como una divinidad agrícola, ni como una divinidad subterránea, sino que está sobre todas las demás deidades, es el dispensador de la vida del Universo, parecido al aperion o lo indeterminado de Anaximandro o al logos de Heráclito, no es un principio físico o material cósmico, como en los milesios llamados por Aristóteles los filósofos físicos, es un principio inmaterial, benéfico, desconocido, carente de representación (y esto es una reveladora diferencia con al imagen tiahaunaquense) sin sacrificios ni residencia espacial, su ubicuidad solo encuentra límite en la materia preexistente a la cual anima, todo lo cual señala un grado de espiritualización más elevado, de mayor abstracción y complejización, desconocida hasta entonces en el pensamiento andino. Pág. 117.

 

También el proponer que el pensamiento andino no es como el occidental, que se basa en el uso y ejercicio de la razón, sino que interviene el componente mítico como factor determinante, sin lo cual el andino no puede llegar a establecer conjeturas correctas, válidas para su mundo.

 

El hombre prehispánico no es un hombre que se plantee solo vivir con el uso de la pura inteligencia, instaurando¾como en los griegos¾ una pura fe en la razón, sino que, por el contrario, no pierde contacto con lo numinoso y desrealizador del pensamiento metafórico. Su horizonte mental no es el imperio logocrático del concepto, muy propio de la civilización occidental, sino el imperio mitocrático del plurisigno. Su actitud filosófica no vive sujeta al principio lógico de identidad sino como en Heráclito y Pitágoras, por ejemplo, se mueve en la no-identidad, en la armonía de los contrarios. Por lo que sus características, como discursiva, explicativa y racional, no serán enteramente lógicas, y tendrán mucho de poéticas, que, a fin de cuentas, es otro modo de tener contacto con la realidad. Aquí no se da un racionalismo que reduzca el conocimiento a la razón, antes bien, la vida prehispánica está rodeada de misterio, enigma alteridad y contradicción. La piedad no será en ella una virtud del hombre, es más bien una relación viva del hombre con lo sagrado. Pág. 125.

 

Con esto Flores nos trata de decir que, como ya sabemos, el ser humano no es todo razón, sino una suma de factores como los sentimientos, las creencias, las pasiones, los deseos, etc., lo cual se demuestra fácilmente si pensamos que la mayoría de las personas vivimos casi siempre sin emplear el juicio, lamentablemente.

 

La filosofía de la metáfora es la que vive el traspaso de lo conceptual a lo metafórico y la filosofía occidental es la que traspaso lo metafórico a lo conceptual. La filosofía mitocrática es la que pone el acento en el plurisigno de la metáfora que desrealiza lo real, vive en la no-identidad, reside en la armonía de los contrarios, su lenguaje¾en el que están tanto el logos y el mythos ¾ prioriza en grado superior a las metáforas que a las conceptualizaciones. Pág. 132.

 

Conjuntamente, utilizando la clasificación de Walter Schubart, no hay en ella un ascetismo que anhele la huida del mundo como la hindú, ni un sentido armónico de contemplación como la China, ni un sentido heroico de dominio del mundo como la occidental, ni un sentido revelado y mesiánico de alcanzar el Reino de Dios como la hebrea, sino un sentido vivificador, no revelado, que busca divinizar el mundo y la historia. Finalmente, al hablar sobre el sentido del filosofar prehispánico estamos haciéndolo sobre lo que lo distingue respecto del filosofar occidental: su sentido mitocrático ¾tradición religiosa como base principal de su reflexionar filosófico¾ frente al sentido logocrático de Occidente ¾la pura razón teórica como base del pensar filosófico, atención al empirismo circundante y el desarrollo de la idea de ciencia como infinidad de tareas. Pág. 176.

 

En fin, Garcilaso al final del siglo XVI se encontró en el Perú con un filosofar que estaba unido a la teología y religión, lo que percibió como una base común entre los filósofos del incario, no sin dejar de señalar sus diferencias. Las diferencias serán más culturales y espirituales que propiamente filosóficas entre los distintos orbes civilizacionales. Pág. 179.

 

La obra la Metafísica de la Luz de Gustavo Flores Quelopana es un punto referencial importante para todos aquellos que quieran abordar con seriedad el fenómeno andino desde una perspectiva filosófica. En mi opinión personal, abre la puerta a toda una serie de conjeturas sobre este controvertido tema. Y una obra se hace importante, no solo por lo que dice, sino por aquello de bueno es capaz de generar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.