ESCOTISMO DE FRAY JERÓNIMO DE VALERA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
La lógica vía scoti de Fray Jerónimo de Valera persigue
tres propósitos: primero, mantener el carácter práctico de la teología, no está
interesado en ahuyentar la ignorancia sino persuadir al hombre a obrar para su
propia salvación. Para Valera, como para Scoto, el objeto de la teología no es
teórico sino educativo, porque condiciona y determina la voluntad a la recta
acción humana. Segundo, esclarecer la cuestión del universal común como asunto
decisivo que asiste a comprender la raíz de la idolatría en lo particular y
ayudar a su extirpación contribuyendo a la evangelización. Y tercero, que el
hombre llega a Dios no por la inútil especulación teológica sino por el amor.
Lo que significa que la evangelización de los indios debe ser llevada de la
forma más dulce y didáctica para lograr su conversión voluntaria y no forzada.
En el Perú colonial
Valera es también el primero en estudiar la semiótica dentro de la lógica. Y su
aporte no sólo fue por razones filosóficas sino por razones teológicas. Pero la
importancia fundamental de la obra de Valera estriba en que su escotismo con la
cuestión del universal común termina enfatizando el reconocimiento del valor metafísico del
individuo, que la tradición escolástica nunca le dio, y fortaleciendo todas las
tendencias del humanismo teológico que defendía el derecho natural humano.
Llamado el Fénix de
la Teología. El escotista Fray Jerónimo de Valera nació en
1566 en Nieva, provincia de Chachapoyas, en Perú. Era hijo de
conquistadores de aquella provincia. Por
ser de Chachapoyas e hijo de conquistador se suele admitir que fue hermano del
cronista y sacerdote jesuita Blas Valera (1545-1597). Si esto es cierto
entonces se tendría en Blas al primer historiador del Perú y en Jerónimo al
primer escotista mestizo. No obstante surgen algunas dudas. Por ejemplo, la
distancia que media entre ambos es de veintiún años. Lo que abre titubeos sobre
si se trató de la misma madre india en ambos casos. En este proceso, Blas y
Jerónimo pudieron muy bien ser hermanastros. Lo que quizá explicaría el escaso
interés por publicar las crónicas de su hermanastro mayor. Otro detalle
interesante es que ambos optan por órdenes religiosas distintas, Blas es
jesuita mientras Jerónimo es franciscano. Y el contraste se acentúa al reparar
que el primero era experto en quechua y el segundo en latín.
En 1587 terminó de
cursar estudios de Humanidades, Gramática Latina y Retórica en el Colegio San
Martín, regentado por los jesuitas en Lima. En 1588 toma el hábito de los
hermanos menores en el convento de San Francisco de Jesús en Lima,
perteneciente a la Provincia de los Doce Apóstoles. Aquí
se constata un dato significativo. En 1580 la Orden Franciscana cerró la puerta
a los mestizos y en adelante se compuso predominantemente de criollos. Lo que
hace pensar que a Jerónimo de Valera se le permitió ingresar con dispensa del
impedimento de ilegalidad, pues en la carta del arzobispado se consigna que “su
abuela por parte de madre era india”. También se supone que en 1588 se dio un
supuesto permiso para la ordenación de mestizos. Pero Valera siempre se sintió
criollo por tener tres cuartas partes de ibérico, y por en 1607 ratificó la
regla que prohibía acceder al sacerdocio a los mestizos.
De 1590 a 1606 es
Lector de Artes y Teología. Fue elegido para los oficios de guardián y provincial. En
1604 es Lector de Teología de la orden Franciscana, en que se justifica el
trabajo de los indios en las minas, aunque se les protege de la mina de
Huancavelica. Hay que subrayar que Valera solamente firma este segundo parecer
y no el primero, lo que probablemente revelaría que no compartía con su Orden
la aprobación de la mita. En 1607 es elegido definidor de la orden y en 1614
aparece como el decimosexto Ministro Provincial. En 1621 aparece rubricando
como Calificador del Santo Oficio el documento sobre la extirpación de
idolatrías del jesuita Pablo José de Arriaga. Se le consideraba un excelente
predicador, docto escriturario, elegante latino, agudo poeta,
curioso astrólogo, gigante en sabiduría y hombre de amplia cultura,
eminente escotista y el fénix de teología de su tiempo.
Entre la estima y admiración de muchos muere un viernes de Lázaro, 17 de
diciembre, en Lima a los cincuenta y siete años, en 1625. El Virrey teólogo,
príncipe de Esquilache, manifestó que ansiaba ver el prestigio de Fray Valera
reconocido en la Metrópoli.
Su obra filosófica
más importante es Comentarii ac
quaestiones in universam Aristotelis ac subtilissimi doctoris Duns Scoto
Logicam, aparecido en Lima en 1601. También es autor de composiciones
poéticas eruditas en el rico caudal clásico del latín, en momentos en que las
letras castellanas alcanzaban su madurez en su propio idioma y relegaban el
latín a los estudios de teología. Su obra aparece después de la Suma teológica moral (1608) del padre
Esteban de Ávila y de las obras del padre Acosta que fueron escritas antes de
1590, por consiguiente es parte de las obras primigenias de filosofía en el
Perú.
Los Comentarii están divididos en dos
textos. El primero trata brevemente de la lógica menor, hoy llamada formal, y
el segundo con mayor extensión de la lógica mayor, conocida actualmente como
material. Esta es la parte más importante de la obra y contiene una filosofía
del lenguaje dividida en dos libros, el primero trata de los predicables y el
segundo de los predicamentos según Aristóteles.
El primer libro del primer texto trata del término
y de sus propiedades lógico-semánticas, la teoría de la suposición y la teoría
del significado o sentido. Expone la teoría del descenso del universal hacia
los particulares, una lógica oracional que define la oración perfecta, afirma
que la proposición unívoca simple puede ser absoluta, modal y condicional,
aborda la cuestión de las proposiciones hipotéticas, y en el tratado de la
argumentación se explaya en el caso particular del silogismo exponible, el cual
presupone la existencia del sujeto de la conclusión. El estudio del signo se
dio dentro de la lógica, todos los instrumentos del pensar son vistos como
signos. El universal es un tipo de signo que da conocer algo a la facultad
cognoscitiva y tiene su fundamento en un ente real.
La cuestión sobre la naturaleza del universal común
es central en el debate sobre los universales. Distingue cuatro
interpretaciones sobre el universal: todo es singular –Heráclito, Cratilo,
Epicuro-; es una palabra o nombre, es in
significando y no in essendo
–nominalismo-; es un concepto formal del intelecto –conceptualismo; y la
naturaleza del universal es dado por la misma naturaleza abstracta del singular
–se la atribuye a Platón-. Reprocha a Porfirio por ofrecer un tratamiento
descuidado del universal en común y siguiendo a Scoto lo explicará. Distingue
entre diversas acepciones que tiene el término universal: in causando, in significando, in representado, in essendo o in
predicando.
Para Jerónimo de Valera, los universales in essendo o in predicado no son palabras ni conceptos intelectuales, sino que
el mundo del universal existe por la razón. Y al afirmar esto no está tratado
de hacer coincidir al Doctor Sutil con el Doctor Angélico, porque el
aristotelismo de Duns busca fundar el valor del conocimiento científico en el
reconocimiento de los límites de la fe, mientras que santo Tomás persigue con
terminología y categorías peripatéticas reformar y corregir la filosofía
aristotélica para explicar la fe católica. Valera es consecuente con Duns al
afirmar que el universal no subsiste como tal más que en el entendimiento, pero
el fundamento común de la individualidad de la cosa externa y de la
universalidad de la cosa pensada es la sustancia aristotélica. Y esto puede decirlo
sin preocuparse por disentir o no con el Doctor Angélico porque es totalmente
consecuente con el escotismo.
Esto es, lo que existe en el mundo es singular por
naturaleza y lo que existe por la razón es universal. Las primeras sustancias
no son solamente palabras pero tampoco se identifican plenamente con la cosa.
Se predica la cosa, por tanto el predicado es objetivo en el intelecto. El
universal tiene su fundamento en la cosa natural pero como es ente de razón es
incorruptible. El universal es un signo que significa un objeto y de modo
mediato al concepto.
La lógica en la vía escotista de Valera, junto al
nominalista jesuita Peñafiel, recibiría una réplica del tomista cusqueño Fray
Juan Espinoza Medrano (1632-1688). Fueron tres figuras cuyo debate sobre los
universales implicaba el decisivo problema de la evangelización en el Dios
universal y el destierro de las idolatrías andinas sobre los dioses
particulares. Ya lo había señalado el padre Acosta al indicar que aunque los
incas en su gran imperio introdujeron con Huayna Cápac una lengua general, sin
embargo estos bárbaros tienen más de setecientas lenguas.
En otras palabras, para Acosta la idolatría de los
bárbaros sin escritura pero con república y magistrados no se debía a la total
carencia de razón natural y sí, más bien, el tomar como verdadero lo que es
falso, en amar a las cosas y criaturas más que al Creador, al particular más
que al universal y carecer de cosas espirituales y puntos filosóficos por la
gran penuria de palabras. Una lengua índica sin universales tenía que generar
la idolatría sobre cosas particulares. Lo que el padre Acosta lega al debate
peruano sobre los universales es la afirmación que la lengua índica sólo servía
para señalar, cifrar y pintar, pero no para significar palabras de contenido
universal. Uno de los fundamentos para la extirpación de idolatrías estaba
sentado.
Lo que en primer lugar persigue Valera es exponer
la doctrina de su orden franciscana. A la influencia del tomismo sólo se
resistió el neoplatonismo agustiniano de los franciscanos. Juan Duns Scoto es
considerado la cúspide y el comienzo de la decadencia de la escolástica, Occam
sería el desarrollo nominalista de dicha decadencia. El agustinismo de Scoto es
puramente ocasional, limitado y parcial, se aleja en muchos puntos
fundamentales, entre ellos el de la iluminación divina. Si para santo Tomás el
aristotelismo debe servir para explicar la fe católica, para Scoto debe servir
para fundar una ciencia enteramente fundada en la demostración. Por eso
circunscribe la fe en un dominio práctico en vez de teórico. A Scoto se debe la
teoría del voluntarismo ético, la tesis de la univocidad del ser, la teoría de
la distinción formal entre el entendimiento y la voluntad, la concepción de las
especies y los géneros como realidades por sí connotativas de las esencias.
Dios es real, indemostrable por la razón y sólo admisible por revelación. Niega
todo género de determinación al ser infinito. No hay demostración a priori de
la existencia de Dios, como creía san Anselmo, sólo cabe la demostración a
posteriori, porque Dios es su propia causa y de todos los demás entes. La
intelección divina es infinita pero no crea las cosas, es la libre voluntad de
Dios quien las produce. Las esencias o naturaleza sin intervención humana están
entre lo particular y lo universal. La univocidad del ser permite un
acercamiento entre el hombre y Dios. Dios crea los inteligibles o universales y
para el evangelizador su conocimiento es una de las vías más seguras para
evitar la idolatría de lo particular.
La especulación teológica es inútil, el hombre
llega a Dios por el amor y además, Dios quiere ser inteligible. Que el hombre
esté destinado a ver y gozar de Dios, es cosa que él no puede saber sino por
revelación (Opus oxoniense, pról..,
q. 1, n. 7). Scoto hace valer el ideal científico de Aristóteles como principio
limitativo de la razón en cosas de la fe. Scoto aspira a probar que la teología
constituye una ciencia práctica, de fe y amor, frente a la teología
especulativa del dominico santo Tomás de Aquino. Si la metafísica es la ciencia
teórica por excelencia, la teología es por excelencia la ciencia práctica. Lo
que equivale a decir que la revelación es en rigor indemostrable por la razón
humana. Aun cuando no hay escepticismo ni agnosticismo en la postura de Scoto,
porque no hay renuncia al conocimiento, sin embargo convierte en quimérica la
escolástica demostración racional de la fe.
En este sentido la lógica vía scoti de Valera
mantiene el carácter práctico de la teología, no está interesado en ahuyentar
la ignorancia sino persuadir al hombre a obrar para su propia salvación. Para
Valera, como para Scoto, el objeto de la teología no es teórico sino educativo,
porque condiciona y determina la voluntad a la recta acción humana. La lógica
vía scoti es en realidad la explicación de los dos grados del conocimiento como
ciencia, a saber, el conocimiento abstractivo y el conocimiento intuitivo. La
ciencia es conocimiento de las quididades, o sea abstrae la esencia lógica de
las cosas y es propio de la ciencia. El conocimiento intuitivo, que no es
propio solamente de la sensibilidad, sino que pertenece también al
entendimiento, es el conocimiento de la existencia como tal, de la realidad, en
cuanto ser o presencia real. A los sentidos se da el conocimiento intuitivo,
pero no el abstractivo, mientras que al entendimiento pertenecen ambos
conocimientos.
Esto significa que Valera estaba interesado en la
parte metafísica de Duns Scoto. La más sutil y original de todo su sistema,
donde la sustancia es fundamento de toda inteligibilidad y de toda realidad. A
Scoto le interesa descubrir el fundamento común de la individualidad de la cosa
externa y de la universalidad de la cosa pensada en una quididad o sustancia de tipo aristotélico. Esta sustancia es a la
vez fundamento común de la realidad de los individuos y de la universalidad del
concepto. Lo cual lleva al problema de la individuación y al problema de la
universalización. Por lo que se refiere al principio de individuación no es la
materia ni la forma sino la haecceitas (Reportata parisiensia, II, d. 12, q. 5,
n. 1, 8, 13, 14). La individualidad es la última perfección de la sustancia
metafísica, su plenitud vital y plena actualidad. Esta solución al problema de
la individuación implica el reconocimiento en el individuo de un valor
metafísico que la tradición escolástica nunca le dio. Y el recordarla en la primera mitad del siglo
diecisiete por Fray Valera equivalía a refrendar la reivindicación del
humanismo teológico barroco de la libertad, los derechos naturales y los
derechos humanos de los indígenas americanos.
Y en lo que refiere al principio de
universalización en el entendimiento se realiza por medio de la especie
inteligible. La especie no es creada por el entendimiento, aunque la actividad
del entendimiento sea la única causa del conocimiento. El entendimiento es al
mismo tiempo activo y receptivo. Esto significa que el entendimiento y la
especie concurren a la vez en la generación del conocimiento. La especie especialísima es la menos
universal y más individualizada, mientras que la especie del ser es la más universal y está incluido en todos los
otros conceptos más restringidos. La metafísica, que tiene como objeto este
concepto del ser, es la ciencia que todas las otras presuponen y hace posible
los principios en los cuales se fundan (Op.
ox., I, d. 3, q. 2, n. 22-25).
Esta conclusión escotista de situar, como
Aristóteles, la metafísica por encima de todas las ciencias es importante en el
contexto en que se desenvuelve Fray Valera, porque si el entendimiento y la
especie concurren al mismo tiempo en la generación del conocimiento, entonces
resulta significativa la tarea educativa de la evangelización de los indígenas en
general y no sólo de su aristocracia. En otras palabras, no sólo es substancial
el carácter práctico de la fe sino también el carácter teórico de la
metafísica, como el culmen de la ciencia demostrativa, porque completa la
comprensión que deben tener de la nueva religión católica los evangelizados.
La lógica in vía scoti de Valera es en realidad una
teoría de la sustancia, porque opera al mismo tiempo como una pura estructura
ontológica, como fundamento de la universalidad lógica y de la individualidad
natural. Valera como Duns Escoto y como Aristóteles ha entendido la lógica desde
su fundamento metafísico, es decir desde la teoría del ser en cuanto ser. Se
mantienen a las categorías como formas de predicación y como formas del ser,
lógicamente es primero lo singular pero ontológicamente es lo universal. De
allí que hasta hoy se discuta sobre si lo genuino del Corpus aristotélico sea
la metafísica platónica. Pero para
nuestro caso basta destacar que en Valera su teoría lógica del universal
se mantiene en conexión con la teoría metafísica de la sustancia.
La presencia del escotismo en el Nuevo Mundo a
través de Valera también significa una visión distinta sobre la Conquista y la
Colonia. Mientras que los dominicos y jesuitas de raíz tomista estaban
convencidos de la ocurrencia del acontecimiento por la Providencia divina, los
franciscanos escotistas pensaban diferente. El escotismo considera que la
omnipotencia de Dios es indemostrable y constituye puro artículo de fe. Por
consiguiente, toda intervención directa de Dios en la constitución del mundo y
de la historia debe ser considerada indemostrable, en cuanto queda excluida del
orden racional del mundo mismo. La voluntad divina es contingencia absoluta en
Duns, libre de cualquier necesidad y es causa de sí misma. Por tanto,
atribuirle cualquier elemento de dominio práctico a la voluntad divina es
endilgarla una causa que la precede. Este es el motivo de su indemostrabilidad
racional. De manera que pensar que la conquista de América aconteció por
intervención directa de Dios, queda excluida del orden racional para la
filosofía escotista franciscana.
Fray Jerónimo de Valera no es un pensador original
pero es un eminente escotista, que se mantiene fiel a su mentor en sus puntos
fundamentales. Lejos de tratar de hacer coincidir al Doctor Sutil con el Doctor
Angélico, se reafirma en el fundamento sustancialista aristotélico de los
universales. Así, al afirmar que los universales in essendo o in predicado
no son palabras ni conceptos intelectuales, sino que el mundo del universal
existe por la razón, está ratificando la teoría aristotélica de la sustancia,
sin perder de vista que sólo es ciencia teórica la ciencia necesaria y
demostrable. Esto es, lo que existe en el mundo es singular por naturaleza y lo
que existe por la razón es universal. Las primeras sustancias no son solamente
palabras pero tampoco se identifican plenamente con la cosa, por tanto el
universal es un signo que significa un objeto y de modo mediato al concepto. En
suma, la sustancia es al mismo tiempo el fundamento de la realidad de los
individuos y de la universalidad de los conceptos. Esta opción escotista del
franciscano Valera es de capital importancia para la filosofía peruana, porque
es parte del derrotero filosófico que ataja la penetración de las ideas
ockamistas en la tradición nacional. En Ockham la experiencia es la auténtica
causa del conocimiento, las species son
innecesarias, no se da cuenta que éstas son también fruto de la experiencia,
cree que el universal es producto de la mente, no es ante rem ni in re,
elimina lo ontológico. Para el ockhamismo en el alma sólo hay signos
convencionales, una ficción, un nombre, son escépticos del conocimiento
verdadero. Para el nominalismo ockhamista solamente Dios conoce la verdad no el
hombre, el cual sólo está en posición de meros signos. Afirma que en Dios su
voluntad es libre porque niega en él las ideas universales. En realidad, Ockham
consuma el voluntarismo de Escoto, llevándolo hacia una omnipotencia tal que la
otrora unidad tomista de sabiduría y voluntad en Dios queda definitivamente
rota. La omnipotencia de Dios sólo se atiene al principio de contradicción y al
orden que ha elegido para el mundo. Termina asumiendo que la doctrina sobre el
poder de Dios es cuestión de fe y no un principio de razón. Al final descarta
el racionalismo y se queda sólo con la fe. Es cierto que en Ockham su
nominalismo no es completo porque sigue buscando la verdad objetiva, afirma la
trascendencia de la substancia y la cualidad, pero son subjetivizados el
espacio y el tiempo.
Resta aun un acápite interesante de averiguar sobre
Fray Valera, a saber, su concepción del hombre. Al respecto no dejó escrito
ninguna obra filosófica, pero hay acciones que retratan al hombre con
fidelidad. Nos referimos al documento de 1604 y su reserva del caso a negarse a
refrendar el primer parecer de su orden en defensa de la mita. Aquí encontramos
nítidamente retratado la integridad del legado agustiniano. El fin supremo de
la síntesis agustiniana no es lograr el conocimiento interno, sino la
unificación de la voluntad para conquistar la humildad, seguir a Cristo y
lograr la vida eterna. De modo que el corazón es el lugar central del hombre en
que se manifiesta Dios. Y ese lugar privilegiado le impide firmar el documento
íntegro a Valera, como sí lo hizo el resto de la Orden. Si su mente fue
escotista, su corazón fue agustiniano.
Fray Valera era un gran escotista y a pesar que no
sabemos con precisión cuántas y cuáles obras de Escoto conoció y si supo
discriminar las obras inauténticas[1], sin embargo no perdió de
vista la esencia de esta filosofía, como es: lo práctico es absolutamente libre
y arbitrario, lo cual no disminuye el valor de la fe sino que, al contrario, su
carácter contingente y voluntario acrecienta el valor de la misma. Lo que
aplicado al Perú de la primera mitad del siglo diecisiete significa que la
evangelización de los indios debe ser llevada de la forma más dulce y didáctica
para lograr su conversión voluntaria y no forzada. Pero también el ideario
escotista de la defensa de la libertad y de la voluntad humana tendría su
impacto en el estrato criollo de los nuevos peruanos.
Al respecto cabe destacar que Fray Valera supo
evitar el determinismo teológico que el escotista Tomás Bradwardine, teólogo,
filósofo y matemático llamado Doctor
profundus, nacido en 1290 y muerte en 1349, extrajo del principio escotista
de la perfecta arbitrariedad de la voluntad divina, para afirmar su supremacía
sobre la misma voluntad humana. Cosa que Escoto nunca afirmó y estimó siempre
libre a la voluntad humana. Valera, hombre culto, evitó repetir el error de
Bradwardine que inspiró a Juan Wicleff, iniciador de la reforma religiosa en
Inglaterra, a Juan Huss y Jerónimo de Praga, precursores de la reforma en
Alemania. En una palabra, el escotista Valera supo evitar el siervo arbitrio
del protestantismo.
Otro connotado escotista fue el teólogo franciscano
Fray Alonso Briceño, chileno de nacimiento, peruano de formación y filósofo de
Venezuela. Nacido en Chile en 1587, vistió en hábito franciscano en el convento
de San Francisco de Lima, terminado sus estudios se le encargó la cátedra de
filosofía, en 1638 publica en Madrid el primer volumen apologético de la vida y
obra del Doctor Sutil en su obra Celebriorum
controversiarum in primum Sentenciarum Scoti, en 1642 aparece el segundo
volumen también en Madrid, fue enviado a Roma por la causa de la beatificación
de Francisco Solano, en 1644 fue presentado para la sede episcopal de Nicaragua
y fue trasladado a Caracas en 1659. Muere en Venezuela en 1668. Valera, Briceño
y el mexicano Diego Valadés son los primeros escotistas en América escrito por
americanos.
De este modo, el barroco hispanoamericano está
insuflado de espíritu libertario. Así, los dominicos con su defensa de la
condición humana del aborigen, los jesuitas con su insobornable argumentación a
favor de la capacidad racional del indio, y los franciscanos con la idea del
carácter libre de la voluntad humana, contribuyeron especialmente a delinear
una teología y una filosofía de la liberación en América del Sur.
El teólogo y filósofo Fray Valera fue un notable
exponente del escotismo en tierras americanas, que nunca abandonó el sentido
realista de las tesis del Doctor sutil ni extremó la perfecta arbitrariedad de
la voluntad divina, aunque sin acrecentar ciertamente su fuerza y originalidad
especulativa.
[1]
Todas las obras de Escoto son publicadas por el
especialista de los franciscanos Lucas Wadding en 1639 en Lyon. Por tanto, Fray
Valera no se formó con dicha edición. Por entonces todavía muchos textos
apócrifos se tomaban como auténticos.
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